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ACTO CONMEMORATIVO DEL XXVI ANIVERSARIO
DEL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD ENTRE ARGENTINA Y CHILE

INTERVENCIÓN DEL CARD. TARCISIO BERTONE,
SECRETARIO DE ESTADO DE SU SANTIDAD

Casina Pío IV
Sábado 28 de noviembre de 2009

 

Excelentísimas Señoras Presidentas de Argentina y Chile,
Eminencias Reverendísimas,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Excelentísimos Señores Embajadores,
Queridos amigos:

El 18 de octubre de 1984, en este mismo lugar de la Casina Pío IV, y en presencia del Cardenal Agostino Casaroli, se les entregó a los Representantes de las Delegaciones de las Repúblicas de Argentina y Chile el texto oficial del Tratado que, para la solución del diferendo austral, se había previamente concordado en distintas sesiones de estudio. Más tarde, el 29 de noviembre de ese mismo año, en el marco incomparable de la Sala Regia del Palacio Apostólico, fue firmado el mencionado Tratado de Paz y Amistad que, bajo el amparo moral de la Santa Sede, ponía fin a dicha controversia.

En el día de hoy, transcurridos 25 años desde aquel histórico Tratado, queremos rendir homenaje a todas aquellas personas que, con generosa dedicación y firme voluntad de paz, lograron llevarlo felizmente a término, a pesar de las aparentemente insuperables dificultades que se presentaban en su camino. En particular, recordamos al querido Papa Juan Pablo II que, confiando en la gran experiencia diplomática y en la prudencia del Cardenal Antonio Samorè, emprendió el proceso de Mediación, como respuesta al pedido de los Episcopados argentino y chileno, los cuales se hicieron así intérpretes de la angustia e inquietud tanto de los fieles de sus respectivas Iglesias locales como de la población en general de ambos Países. Debemos reconocer, asimismo, la labor determinante de los miembros de los dos gobiernos y sus respectivas delegaciones diplomáticas, que en momentos de especial gravedad y tensión ofrecieron ante el mundo un ejemplo de sensatez y voluntad pacificadora.

Chile y Argentina, aunque separadas físicamente por los Andes, son dos naciones hermanas que están estrechamente unidas por un idéntico patrimonio religioso, cultural y lingüístico. Esta insondable riqueza espiritual, junto al inquebrantable anhelo de paz, integración y concordia de sus gentes, es la base de este histórico Tratado de Paz y Amistad. En efecto, el texto del Acuerdo comienza con estas palabras: «En el nombre de Dios Todopoderoso», aludiendo así a ese tesoro común de fe y valores morales que constituye una fuente continua de inspiración para no dejarse vencer por los obstáculos, ni permitir que las discordias, la rivalidad o la cerrazón, tengan la última palabra, sino la perseverancia incansable en la búsqueda de la convivencia, el respeto y el entendimiento recíproco.

Señoras Presidentas, quisiera terminar renovándoles el compromiso de la Santa Sede de seguir ofreciendo su sincera y humilde aportación en todo aquello que contribuya a incrementar y consolidar los frutos del Tratado de Paz y Amistad que hoy conmemoramos, deseando además que el clima de cooperación y la concordia alcanzada en el extremo austral se extienda por todo el Continente americano y el mundo entero. Muchísimas gracias.

 

 

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