Excmo. Sr. Ante Markovic,
Presidente del Consejo Federal Ejecutivo
de la República Socialista Federal de Yugoslavia
Excelencia:
La invitación que Vuestra Excelencia ha dirigido a la Santa Sede a participar, como huésped, en la IX Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno de los países no-alineados, ha sido altamente apreciada por Su Santidad. el cual me ha encargado que le haga llegar a Vuestra Excelencia y por medio de usted a los líderes presentes en Belgrado, la expresión de sus sentidos votos por el éxito del Congreso.
La elección de Belgrado como sede del encuentro reviste un particular significado, en consideración del papel que Yugoslavia ha desempeñado en la constitución del Movimiento de países no-alineados y en el impulso dado a sus propósitos.
Los mayores problemas característicos de este último cuarto de siglo han encontrado correspondencia en los ideales de la no-alineación, que reconoce la cooperación entre las naciones como una necesidad indudable para hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo.
La Santa Sede, de muchas maneras y en diversas instancias internacionales, ha querido señalar los problemas cuya solución puede hacer más seguro el camino de la humanidad, con un progreso que o será integral o no será en absoluto progreso, es decir, de todos los aspectos de la vida, morales y sociales, culturales y económicos.
La verdadera paz, fundada en la justicia, exige este esfuerzo común de colaboración, con sinceridad, valentía, discernimiento responsable y amplia visión de las situaciones.
La deuda internacional, el tráfico de armas y de droga, la salvaguardia del ambiente, la colaboración Norte-Sur, el desarrollo regional, la solución pacífica de los conflictos, sólo para indicar algunos problemas, exige toda la atención de los que tienen la guía y la responsabilidad de los pueblos.
Juan Pablo II, durante la visita pastoral a África en 1988, al llegar a Harare el 10 de septiembre, reafirmó el derecho de todo pueblo a su propia identidad, independencia y seguridad, como también a la participación, fundada en la igualdad y en la solidaridad, y al goce de los bienes que están destinados a todos los hombres.
La mutua colaboración, de la que vuestro movimiento es promotor, es fundamento de la paz, un bien sin embargo que debe defenderse continuamente de los ataques a los derechos fundamentales del hombre, y de aquellas fuerzas políticas, económicas y sociales que obstaculizan la libre determinación de los pueblos, fomentando conflictos ideológicos y étnicos, retrasando por tanto los procesos de desarrollo.
Su Santidad invoca del Omnipotente abundantes dones sobre las personalidades presentes, para sostén de su ardua tarea de afrontar las crecientes responsabilidades con igualmente creciente sabiduría.
Aprovecho la circunstancia para renovar a V. E. la seguridad de mi más alta consideración.
17 de agosto de 1989.