CARTA DEL CARDENAL AGOSTINO CASAROLI,
Señor Cardenal Juan Carlos Aramburu: Dentro de unos días se celebrará en esa ciudad de Buenos Aires el II Congreso Latinoamericano de Institutos seculares, con la participación de numerosas delegaciones de todo el continente, que se propone reflexionar conjuntamente en orden a una renovación personal y una mayor eficacia de las tareas de su apostolado evangelizador. El Santo Padre, enterado de esta prometedora iniciativa, me ha confiado el grato encargo de transmitirles su palabra de saludo y de aliento en el Señor. Una cosa espera Su Santidad, como fruto de esas jornadas de oración y trabajo, y a ello les exhorta encarecidamente: que la presencia viva de Cristo Redentor sea lugar de encuentro, para examinar y valorar a su luz el pasado, y punto de partida para orientar y proyectar el futuro del propio apostolado. Más que hacerse eco de las cosas de nuestro mundo con sus vicisitudes cotidianas, en esos días tendría que prevalecer de modo primordial el encuentro con el Señor, al que hay que escuchar con oídos atentos y corazón disponible. Es Él el que llama y envía; es Él el que impulsa y dirige la suerte de los hombres; es Él el que sostiene y da fruto a los esfuerzos humanos, con los que quiere contar para sus designios divinos de salvación. Sólo así podrá lograrse esa consagración del mundo para Cristo, a la que están llamados, por título especial, los Institutos Seculares. En este sentido, buscar la renovación significa sentir inquietudes sobre todo por enraizar más y más la propia existencia en esa historia, dentro de la cual se experimenta día a día la cercanía de Dios, con sublimación, gracia y perdón, como luz y fuerza redentoras para llevarlas a los hermanos, a todos los ambientes. Impregnados de ese espíritu, los miembros de Institutos Seculares, que viven la propia consagración en medio de las realidades del mundo (cfr. Evangelii nuntiandi 70), no serán ya mensajeros de un Dios desconocido, abstracto, sino testigos ejemplares en unos tiempos nuevos, más ricos de fe, y esperanza y de una nueva comunidad, siempre en fase de perfeccionamiento, donde de verdad se adora a Dios como Padre y, por Él se ama de veras al hombre como hermano. Su Santidad aprecia vivamente los afanes de superación que anima a los congresistas. Hace suya la estima manifestada en el Documento final de la Conferencia de Puebla, por ese estilo de consagración a Dios "en la secularidad". En él ve un medio para llevar la presencia y el mensaje de Cristo a toda clase de ambientes humanos, así como una forma de vida capaz de abrir caminos nuevos de general validez para el Pueblo de Dios (cfr. nn. 724-775). Pidiendo al Señor y a la Santísima Virgen de Luján que ese Congreso logre los frutos deseados, el Santo Padre imparte de corazón a todos los participantes y miembros de los Institutos representados una especial bendición apostólica. Aprovecho la oportunidad para renovarle, señor Cardenal, el testimonio de mi sincera consideración y estima. Vaticano, 6 de julio de 1979. Cardenal Agostino Casaroli
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