INTERVENCIÓN DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE
La Delegación de la Santa Sede desea manifestar su conformidad sobre la oportunidad de esta Declaración, por el hecho de que no es una repetición de declaraciones o convenciones anteriores de las Naciones Unidas o de la UNESCO, porque está perfectamente encuadrada entre los objetivos principales de la UNESCO, y porque puede constituir una base de acción en este sector. La Delegación de la Santa Sede desea decir también que aprecia mucho la claridad y la fuerza de esta condena del racismo en sus aspectos varios. Pero en cuanto a la motivación de dicha condena, según nos la presenta el proyecto actual, nos parece que en cierto sentido necesita mejorar la presentación; ello le daría más peso y mayor validez, y disiparía algunos equívocos del texto; asimismo la Declaración mejoraría si incluyera puntos de mira más fundamentales. Por unir demasiado estrechamente la ética y la ciencia en varios párrafos, el texto del proyecto corre el riesgo de dar a entender que en definitiva la condena del racismo se debe basar en la ciencia (biología y ciencias humanas). Ahora bien, por muy notable que sea el aporte a la condena del racismo de trabajos científicos recientes, sobre todo en el campo de la genética, no es menos de relevar que es sobre todo en aspectos independientes de las conclusiones de las ciencias positivas (sujetas además a cambios no irrelevantes por cierto) donde se debe buscar la justificación de esta condena; se debe buscar en la convicción que deriva de reflexiones fundamentales sobre la condición humana, según las cuales queda afirmada la unidad esencial de la especie humana (y esto sin hacer siquiera alusión a su unidad de origen), y su consecuencia, o sea, la igualdad de todos los seres humanos y de todos los pueblos. Por otra parte, ¿cómo podría asentarse sólo sobre la ciencia la ética de solidaridad, fraternidad y paz en la que debe insertarse la condena del racismo, si se le quiere dar la fuerza que hará posible llevarla a efecto? No hay que dudar que estas miras están presentes en el documento. Pero como fuentes del documento se citan, por una parte, las normas del derecho internacional, en particular la Declaración universal de los Derechos Humanos; y por otra, el consenso social de los pueblos. Sin embargo, esta condena se inspira, al igual que estas mismas normas, en un ideal, una técnica y un concepto de la naturaleza y de la vocación del hombre y de la humanidad mucho más fundamentales que las normas puramente sociales. Añadamos que estas perspectivas más hondas que encuentran hoy expresión en el marco de la Organización de las Naciones Unidas y de la UNESCO más en particular, también se hallan desde hace tiempo en las filosofías, morales, religiones y realidades que fueron asimismo tenidas en cuenta como tales en el coloquio de la UNESCO de mayo de 1974 sobre "Las convicciones y la paz" Hay ahí una serie de cosas que hubiéramos deseado ver mencionadas en el proyecto de la Declaración. De parte de la Iglesia católica, existen muchas tomas de posición contra el racismo. Ya en el siglo XVI la del p. Las Casas y la del Papa Pablo III. Y mucho más recientemente, de modo firme y explícito, en la Constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II. Citamos especialmente estos párrafos: "Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, ha de vencerse y eliminarse por ser contraria al plan divino... porque todos los hombres, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza... La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor" (núm. 29). Dentro de estas perspectivas nunca se subrayará bastante el papel principal de la educación para la eliminación del racismo, papel acertadamente señalado en el texto del proyecto actual. Esta educación, que no debe ser sólo información sino formación de la conciencia, irá ahondando la condena del racismo en lo más profundo del corazón de los hombres. *L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.16 p.11.
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