INTERVENCIÓN DE LA SANTA SEDE EN LA CONFERENCIA SOBRE LA PROTECCIÓN DE VÍCTIMAS DE VIOLENCIA ÉTNICA Y RELIGIOSA EN EL ORIENTE MEDIO REFLEXIÓN DE MONSEÑOR PAUL RICHARD GALLAGHER, SECRETARIO PARA LAS RELACIONES CON LOS ESTADOS París Martes 8 de septiembre de 2015 Las consecuencia más delicadas y al mismo tiempo más olvidadas del conflicto que desde hace años sacude Oriente Medio son las víctimas de la violencia étnica y religiosa. Sobre todo desde el año pasado hemos sido testigos de atrocidades inauditas cometidas en muchos lugares de Oriente Medio que han obligado a miles de cristianos y personas pertenecientes a otras minorías religiosas o étnicas a huir de sus hogares y buscar refugio en otro lugar en condiciones precarias, sometidos al sufrimiento físico y moral. Están en juego en esta cuestión principios fundamentales tales como el valor de la vida, la dignidad humana, la libertad religiosa y la convivencia pacífica y armoniosa entre las personas y los pueblos. El fenómeno continúa aún hoy, desde el momento que se perpetúan las violaciones de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional por parte del llamado Estado islámico, así como las perpetradas en otros lugares en conflicto. El drama migratorio de las últimas semanas, que ha obligado a Europa a preocuparse más por la situación, es una prueba irrefutable de esta tragedia. Me gustaría identificar tres argumentos cuya consideración pienso sea oportuna si se quiere pensar no sólo en la situación actual sino también en el futuro de las minorías étnicas y religiosas de Oriente Medio. 1- Sensibilizar a la comunidad internacional para hacer frente a la emergencia humanitaria y garantizar las condiciones mínimas de seguridad para las minorías y para las comunidades cristianas. Por lo tanto, pensando a largo plazo, hay que tomar otras medidas adecuadas para asegurar su presencia en sus tierras de origen. Entre los desafíos que hay que afrontar hago hincapié en los que tienen que ver principalmente con el respeto de los derechos humanos, en particular la libertad de religión y de conciencia. Es importante insistir en la libertad religiosa, que obviamente incluye la libertad de cambiar de religión. En numerosos países de Oriente Medio, de hecho, existe la libertad de culto, mientras que el espacio de la libertad religiosa a veces es, en realidad, muy limitado. El aumento de este espacio de libertad se convierte en una exigencia para garantizar a todos los miembros de las diversas comunidades religiosas la verdadera libertad de vivir y profesar su fe. De una manera general, parece apropiado que los estados de la región estén directamente involucrados, junto con el resto de la comunidad internacional, en la protección de los derechos fundamentales de los cristianos y miembros de otras minorías religiosas. No se trata de proteger a una u otra comunidad religiosa o a uno u otro grupo étnico, sino a las personas que forman parte de una única familia humana y cuyos derechos fundamentales son violados sistemáticamente. 2- Garantizar el derecho de los refugiados a regresar y vivir con dignidad y seguridad en su país de origen. Es un derecho que debe ser apoyado y avalado tanto por la comunidad internacional como por los Estados, de los cuales los desplazados y los refugiados son ciudadanos. Hay que subrayar que los cristianos y las demás minorías religiosas o étnicas no quieren ser meramente tolerados sino considerados ciudadanos de pleno derecho. Es importante que a este concepto de ciudadanía se le abra un espacio cada vez más grande, como punto de referencia para la vida social, garantizando los derechos de todos, incluidos los miembros de las minorías, a través de la aplicación de instrumentos jurídicos adecuados. 3- Afrontar el fenómeno del terrorismo y promover el diálogo interreligioso. Se deben encontrar mecanismos para animar a todos, en particular los países de mayoría musulmana, a hacer frente al terrorismo de una manera seria, con especial atención a la cuestión de la educación. En este sentido, es importante que la enseñanza en las escuelas, el uso de internet y también el contenido de los sermones de los líderes religiosos no den ocasión a comportamientos intransigentes y extremistas, o a la radicalización, sino que al contrario promuevan el diálogo y la reconciliación. Asimismo, no hay que olvidar tener cuidado con el uso de diferentes expresiones y manifestaciones que se producen de vez en cuando en Occidente, para evitar los actos de ofensa y provocación contra lo que es querido y a veces hasta considerado como sagrado por algunas religiones. También es esencial promover el diálogo interreligioso, que constituye un antídoto contra el fundamentalismo que afecta a las comunidades religiosas. Los líderes religiosos judíos, cristianos y musulmanes pueden y deben desempeñar un papel clave en la promoción tanto del diálogo interreligioso e intercultural como de una educación a la comprensión recíproca. Además, estos deben denunciar claramente la manipulación de la religión para justificar la violencia. Es importante promover una separación positiva y respetuosa entre la religión y el Estado. En este sentido, también se debería ayudar a madurar la idea de la necesidad de distinguir los dos ámbitos, a favor de una autonomía y una independencia recíprocas, pero sin ocultar la indispensable colaboración entre las dos esferas, que pueden coexistir sin contradecirse, gracias al diálogo entre las autoridades religiosas y las autoridades políticas que respetan sus respectivas competencias. Como recordó el Papa Francisco, en la carta que el año pasado dirigió a los cristianos de Oriente Medio justo antes de Navidad, el sufrimiento experimentado por las minorías étnicas y religiosas «clama a Dios y hace un llamamiento al compromiso de todos nosotros, en la oración y en cualquier tipo de iniciativa». L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 37. |