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MENSAJE DEL CARDENAL ANGELO SODANO,
ENVIADO EN NOMBRE DEL SANTO PADRE,
A UN CONGRESO SOBRE
"LOS SIGNOS DEL ESPÍRITU SANTO EN EL SIGLO XX"

 

A su excelencia reverendísima
Monseñor BENVENUTO
ITALO CASTELLANI
Arzobispo de Lucca
Excelencia reverendísima: 


El Santo Padre, que ha recibido con alegría la noticia del congreso internacional "Los signos del Espíritu en el siglo XX. Una relectura histórica:  el relato de los testigos", que se celebrará del 30 de septiembre al 2 de octubre en la ciudad de Lucca, desea renovar su cordial saludo a todos los que participan en él y, en particular, a cuantos lo han promovido y organizado:  el coordinador nacional de la Renovación en el Espíritu Santo, señor Salvador Martínez; la superiora general de la Congregación de las Oblatas del Espíritu Santo, sor Gemma Girolami; la fundadora del Movimiento de los Focolares, señorita Chiara Lubich; y el fundador de la Comunidad de San Egidio, profesor Andrea Riccardi. Dirige un saludo especial a su excelencia y al alcalde de la ciudad, que generosamente ha abierto sus puertas a los congresistas.

En Lucca nació la beata madre Elena Guerra, fundadora del Instituto de las Oblatas del Espíritu Santo, que, al inicio del siglo XX, pidió a León XIII que consagrara el mundo al Espíritu Santo. El Sumo Pontífice lo hizo el 1 de enero de 1901. Recordando lo que Su Santidad Benedicto XVI ha dicho durante la audiencia general de hoy a los representantes del congreso, quisiera renovar su aprecio por esta significativa iniciativa destinada a rescatar la memoria espiritual del siglo recién terminado, lleno de tristes páginas de historia, pero impregnado también de "maravillosos testimonios de despertar espiritual y carismático en todos los ámbitos del saber y del obrar humano". Precisamente a partir de esta concreta referencia histórico-eclesial, vuestro congreso quiere llevar a cabo una amplia relectura religiosa del siglo XX, sobre todo mediante significativos testimonios de protagonistas; una oportuna revisión histórica, animada por un sentido de gratitud religiosa hacia el Espíritu Santo, que no cesa de acompañar y orientar el camino de la Iglesia y del mundo.

En el centro del siglo XX se sitúa el concilio Vaticano II, principal acontecimiento eclesial del siglo, inspirado y guiado por el Espíritu Santo. Al final del gran jubileo del año 2000, el venerado Papa Juan Pablo II lo indicó como "la gran gracia que la Iglesia ha recibido en el siglo XX" y como "una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza" (Novo millennio ineunte, 57). A él sigue mirando todo el pueblo cristiano, mientras se adentra en el tercer milenio, anunciando y proclamando con alegría el Evangelio de la vida y del amor. El "Pentecostés" conciliar, percibido con toda su fuerza, no ha dejado de hacer sentir su soplo benéfico en el mundo entero. A una humanidad a veces preocupada e incluso asustada ante los grandes desafíos de la época moderna, el concilio ecuménico Vaticano II dirigió una valiente exhortación a la esperanza, exhortación no fundada en ideologías o utopías, sino en la presencia viva de Cristo muerto y resucitado. Sólo él es el Redentor del hombre, el Señor de la historia capaz de satisfacer las expectativas más profundas del corazón humano. Sólo Cristo es la verdad que ilumina la existencia del hombre, desenmascarando los peligros y las insidias que la amenazan y valorizando todos sus recursos positivos.

Su Santidad desea de corazón que el congreso de Lucca, con la participación de ilustres personalidades del mundo entero, contribuya a poner de relieve la importancia de la misión de los cristianos en nuestro tiempo, llamados a desarrollar en todos los ámbitos una acción evangelizadora profética. La Iglesia avanza en el tiempo e, inspirándose en María santísima, conserva el sabio recuerdo del misterio de Cristo a través de los acontecimientos cambiantes de la historia, para servir y apresurar la instauración plena del reino de Dios. El Santo Padre desea unir su voz para exaltar las maravillas realizadas por el Espíritu Santo en el siglo recién terminado y, a la vez que acompaña los trabajos del congreso con la seguridad de especiales oraciones, invoca la protección de María, Madre de Cristo y Santuario del Espíritu Santo; y de corazón renueva una especial bendición apostólica a cuantos han preparado el congreso y a los que participan en él.

Aprovecho de buen grado la ocasión para confirmarme afectísimo en el Señor.
 
28 de septiembre de 2005

Cardenal Angelo Sodano
Secretario de Estado

 

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