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CARTA DEL CARDENAL ANGELO SODANO
CON OCASI
ÓN DE LA 55ª SEMANA LITÚRGICA NACIONAL DE ITALIA

(
San Giovanni Rotondo, 23-27 de agosto de 2004)

 

A Su Excelencia Reverendísima
Mons. LUCA BRANDOLINI
Obispo de Sora-Aquino-Pontecorvo
 

Excelencia reverendísima: 

Me alegra transmitirle el saludo cordial del Sumo Pontífice a los participantes en la 55ª Semana litúrgica nacional, que tendrá lugar del 23 al 27 de agosto en San Giovanni Rotondo.

El tema del encuentro -"Liturgia y santidad"- reviste un significado particular para el camino de la Iglesia en el actual momento histórico, y hace referencia a lo que el Santo Padre escribió en la carta apostólica Novo millennio ineunte, es decir, que todo programa pastoral se ha de elaborar en la perspectiva de la santidad (cf. n. 30).

En realidad, en las celebraciones litúrgicas se hace presente alguno de los aspectos del misterio de Cristo, que puede proporcionar al hombre energía constante y ayuda en su esfuerzo por alcanzar la perfección cristiana. A través de los signos sacramentales bebemos de las fuentes de la salvación, para ser modelados y transformados hasta conformar nuestra vida con la de Cristo. Por consiguiente, la liturgia, al ponernos en contacto con los sagrados misterios, nos invita a tender a la santidad, respondiendo a la llamada evangélica a ser perfectos como es perfecto nuestro Padre que está en los cielos (cf. Mt 5, 48).

"Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación" (1 Ts 4, 3). Repitiendo esa conocida afirmación del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses, el Papa, en la carta apostólica Novo millennio ineunte, recuerda a los creyentes la vocación universal a la santidad. Al respecto, escribe:  "Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos:  "Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor" (Lumen gentium, 40)" (n. 30). Los que han sido santificados en el bautismo deben tender a un "alto grado" de la vida cristiana ordinaria (cf. ib., 31).

Oportunamente el Santo Padre, en la misma carta apostólica, habla luego de la exigencia general de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en la necesidad de redescubrir el arte de la oración y la educación en la oración (cf. ib., 32-34). La liturgia es escuela de santidad, porque ayuda a transformar la existencia en oración, tanto privada como comunitaria. La participación fervorosa, consciente y activa en los misterios que la liturgia celebra une a Cristo y nos hace "recomenzar constantemente desde Cristo".

Es ante todo la Eucaristía la que da el verdadero rostro a la santidad cristiana.  Indicando a la Iglesia el itinerario que ha de seguir en el nuevo milenio, el Papa escribe:  "La participación en  la Eucaristía sea realmente para cada bautizado el centro del domingo:  un deber irrenunciable, que se ha de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente" (ib., 36).

En la Eucaristía se encuentra la fuente de la santidad, el secreto del apostolado y de la nueva evangelización. Por eso, con razón, los obispos de la Iglesia italiana, en su reciente documento "El rostro misionero de las parroquias en un mundo que cambia", recuerdan que el impulso misionero brota de una Iglesia eucarística.

Asimismo, es significativo que la Semana litúrgica nacional se celebre este año en un lugar, San Giovanni Rotondo, que resulta familiar para muchísimas personas gracias a la presencia del padre Pío. En la vida y en el ministerio de este humilde capuchino todo habla del vínculo que une la liturgia, y especialmente los sacramentos de la Eucaristía y la penitencia, con la santidad. En efecto, el secreto de su adhesión total a Cristo se encuentra en la celebración diaria de la Eucaristía y en el constante ministerio del confesionario.

Hablando a los peregrinos congregados en Roma para la beatificación del religioso de Pietrelcina, Juan Pablo II afirmó:  "Sus estigmas, como los de san Francisco, eran obra y signo de la misericordia divina, que mediante la cruz de Cristo redimió al mundo. (...) La celebración eucarística era el centro de toda su jornada, la preocupación casi ansiosa de todas las horas, el momento de mayor comunión con Jesús" (Discurso, 3 de mayo de 1999, nn. 2-3:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de mayo de 1999, p. 7).

Que su ejemplo sea para todos aliento y estímulo a recorrer el mismo camino ascético y espiritual hasta la cumbre de la perfección evangélica.

El Sumo Pontífice, a la vez que desea pleno éxito a los trabajos de la 55ª Semana litúrgica nacional, invoca sobre ellos la protección materna de María santísima y la intercesión de san Pío de Pietrelcina, e imparte de corazón a usted, venerado hermano, al arzobispo de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo, a los relatores y a todos los participantes en el encuentro una bendición apostólica especial.

Con un fraternal saludo, quedo de usted afectísimo en el Señor.



Cardenal Angelo SODANO
Secretario de Estado

 

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