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INTERVENCIÓN DE MONS. RINO PASSIGATO,
JEFE DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE,
EN LA VIII CONFERENCIA REGIONAL DE LA MUJER
DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Lima, 8-10 de febrero de 2000



1. La Delegación de la Santa Sede desea, ante todo, expresar su viva gratitud al Gobierno del Perú por la hospitalidad brindada y a la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) por la invitación a participar, como Observador, en la “VIII Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe”, que se está celebrando durante estos días en Lima. La Santa Sede tiene gran interés en los temas propuestos en la agenda de trabajo: “Equidad de género para América Latina y el Caribe en el umbral del siglo XXI” y “Derechos humanos y paz para América Latina y el Caribe en el umbral del siglo XXI”.

2. La Santa Sede siempre ha apoyado y sigue apoyando todos los esfuerzos encaminados a la promoción, a la efectiva y pacífica actuación y a la defensa de los derechos de la mujer en la sociedad latinoamericana y del Caribe, así como de otras partes del mundo. Profundamente convencida de que los derechos humanos tiene su fundamento en la dignidad de la persona, la Iglesia Católica enseña constantemente, aún hoy, al iniciarse el tercer milenio, que los hombres y las mujeres, creados por Dios “a su imagen y semejanza”, son iguales en cuanto a su dignidad personal y se complementan en su diversidad.

3. Esta complementariedad, que es igual en la diversidad, hace que los hombres y las mujeres, en el pleno respeto de su particularidad, gozando de idénticos derechos personales, tengan también su “rol” complementario tanto en la vida familiar como en la social. Para esto se pueda realizar es necesario que la sociedad y específicamente los Estados garanticen con instrumentos adecuados –legales y administrativos– que todos los ciudadanos –sin discriminación alguna– puedan expresar realmente sus derechos, especialmente el derecho a la vida y al respeto desde la concepción hasta la muerte natural, el derecho a nacer en una familia estable, a una sana y suficiente alimentación, a la salud, a la educación, al trabajo, a la realización de su vocación personal, a la protección contra toda forma de violencia (física, sexual, psicológica, moral), a la salvaguardia de su dignidad, a la libertad de conciencia y de fe religiosa.

4. La Santa Sede, en conformidad con su naturaleza y misión particular, reafirmando las posiciones y reservas expresadas de manera inequívoca y constante en anteriores foros internacionales –particularmente en la Conferencia Internacional sobre la Población y Desarrollo (Cairo, 5-13/IX/1994), y en la Conferencia Mundial sobre la Mujer (Pekín, 4-15/IX/1995)–, a tiempo de alegrarse por los avances realizados en la región a favor de la mujer, denuncia como graves atentados y violaciones inaceptables a la dignidad de la mujer, las varias formas de violencia y de abuso que se cometen en los hogares y en los centros de trabajo, en la calle, en las escuelas y en los medios de comunicación social: prostitución, violación, pornografía y otras formas de abuso, donde las mujeres y niñas se ven innoblemente despojadas de su dignidad personal y “brutalizadas”.

5. La delegación, que me honro en presidir, siente realmente el deber de denunciar también los graves abusos perpetrados contra la dignidad y la integridad de la mujer en aquellos hospitales y centros de salud, públicos y privados, que practican formas antinaturales y abiertamente ofensivas de control obligatorio de la natalidad, incluso hasta la esterilización forzada y el aborto, negando, así, el derecho a una opción libre e informada y ofendiendo gravemente, no sólo la conciencia de estas mujeres, en su gran mayoría formadas dentro de la fe y la moral cristiana, sino también la sensibilidad de personas profundamente respetuosas de los valores recibidos y practicados ininterrumpidamente por miles de generaciones, educadas para vivir en profunda y total armonía con la ley de la naturaleza.

6. Parece paradójico que en un mundo en el que cada día creciendo más la sensibilidad por el respeto a la naturaleza, entendido como “ecología”, algunos grupos e individuos puedan atropellar tan gravemente la naturaleza, violando la integridad y la dignidad de la expresión más alta y perfecta de la creación, que es la persona humana, o abogando como derechos aquellos comportamientos no naturales y rechazados por el sentido común y la sabiduría milenaria de los antiguos y originarios pobladores de estas regiones que, en cambio, han acogido con gozo y verdadero sentido de liberación el mensaje y el estilo de vida propuesto por el Evangelio de Jesucristo, como ideal y modelo de dignidad y garantía de auténtica nobleza de la persona humana, a la que se le ha revelado su exaltante relación con la dignidad y la nobleza infinitas de Dios Creador y Padre de todos los seres humanos, varones y mujeres. La Santa Sede ve con profunda preocupación el tratamiento de la sexualidad humana, en particular en referencia a los adolescentes, por la banalización del tema y el enfoque del mismo, desprovisto de los valores inmanentes a la dignidad de la persona, así como aquellos programas académicos de educación sexual que no contemplan las diferencias individuales ni las necesidades reales de niños y jóvenes, incentivándolos a una actividad sexual de inicio cada vez más precoz, cuyos resultados se lamentan luego. Presentar la anticoncepción artificial como “más moderna”, es minimizar los riesgos de su utilización para el organismo adolescente. La Delegación de la Santa Sede quiere recordar que la castidad es un valor que hay que inculcar sobre todo en la educación de los niños, adolescentes y jóvenes de ambos sexos; educación de la que los padres son los primeros responsables y a quienes nadie tiene el derecho de sustituirse sin correr el riesgo de crear una brecha entre padres e hijos que contraría el sentido de familia tradicional en los países de la región y el verdadero sentir de su gente.

7. La delegación de la Santa Sede, consciente de interpretar a todos los que profesan la fe católica en Latino América y el Caribe, hace votos para que el nombre de la gloriosa ciudad de Lima, ilustrado por el ejemplo y la vida de mujeres y varones de gran nobleza y estatura moral, en su historia milenaria, antes y después de la llegada de los europeos y del cristianismo, sea recordado y ensalzado por las sabias y valiosas resoluciones tomadas estos días para la promoción y la defensa de la dignidad de las mujeres y niñas de América Latina y del Caribe, para la promoción y salvaguardia de los derechos humanos y de la paz de todos los habitantes de la región al empezar el tercer Milenio.

 

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