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Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People People on the Move N° 99, December 2005 Domingo del Mar - 10 de Julio de 2005 Mensaje del Consejo Pontificio Al celebrar el Domingo del Mar, también este año nuestros corazones y pensamientos se dirigen a todos los marineros, pescadores, personal y pasajeros de cruceros, trabajadores del puerto, a la gente de las competiciones marinas y del yatching, y a sus familias. En esta ocasión recordamos la deuda que nuestra sociedad tiene con estos trabajadores, en cuanto dependemos de ellos para asegurar el transporte para casi todo lo que usamos y consumimos, para recibir alimentos del mar o para alegrar nuestras vidas. De hecho, más de 90% del mercado e intercambio comercial entre naciones es hecho a través del mar. Esto exige una enorme cantidad de valor, capacidad, sacrificio y profesionalismo, pero la gran mayoría de marineros consideran que su gran contribución al mundo de la economía no es ni reconocido ni retribuido justamente. A pesar, pues, de los esfuerzos de agencias como la OIM, la OIT y la FAO y de las protestas de muchos sindicatos y ONGs, existen todavía muchas situaciones no resueltas que afectan la vida y dignidad especialmente de los marineros y pescadores. Los sufrimientos en especial de tales personas itinerantes están causados en gran parte por la violación de los derechos humanos, a pesar del hecho de que la sociedad tiene la obligación de crear las condiciones adecuadas, también en relación con todos ellos, para vivir pacifica y decentemente. Con todo, recientemente hemos sido testigos del aumento de injustificadas detenciones y de una criminalización de marineros. Hemos recibido también muchos informes por parte de nuestros capellanes y agentes pastorales quejándose de que el acceso a las tripulaciones de los barcos, incluso cuando es por motivos pastorales, está resultando más y más difícil. El año pasado, a pesar de numerosas protestas también por causa de la restricción impuesta a los marineros de bajar al puerto, no parece que tal situación haya mejorado mucho. Estamos todos más y más convencidos de que el HIV/SIDA representa una catástrofe humana a larga escala y debemos admitir que marineros y pescadores, y otras categorías similares, que viajan a través del mundo, enfrentan, como comunidad, graves riesgos. Por consecuencia, en lo que concierne a esta pandemia, es nuestro deber estar conscientes del problema y combatirlo. Por esto queremos invitar al Apostolado del Mar de todo el mundo a comprometerse resueltamente, en conformidad con las enseñanzas morales de la Iglesia, en la formación de las personas interesadas, y a encarar la discriminación y marginación, allí donde exista, en relación a aquellos que padecen por causa del HIV/SIDA. Efectivamente debemos mostrarles una solidaridad firme. El Papa Juan Pablo II habló también varias veces contra el trato discriminatorio a las personas que padecen del HIV/SIDA, declarando una vez. Dios os ama a todos sin distinción, sin límite. El ama a aquellos de vosotros que están enfermos, a aquellos que padecen del SIDA. El ama a los amigos y familiares de los enfermos y a los que cuidan de ellos. El ama a todos con un amor incondicional y eterno (Discurso en la Basílica de la Misión Dolores, San Francisco, 17 de Septiembre de 1987). Entre otras cosas, debemos también recordar que el concepto fair trade (comercio equitativo) está progresando, lentamente pero con seguridad, en muchas partes del mundo y un creciente número de consumidores está siendo sensibilizado a ello. Dado, pues, que el transporte por mar es una parte esencial del comercio internacional, ¿no ha llegado ya el tiempo de extender la noción de fair trade al transporte marítimo, al mundo de la pesca y a otras categorías similares? En este día, me gustaría renovar frente a la gente del mar el decidido compromiso de solidaridad de la Iglesia con ellos y con sus familias. Felicito a los capellanes, agentes pastorales y voluntarios por su compromiso. Que seamos guiados siempre por aquellas palabras del apóstol Pablo: No dejes vencerte por el mal; antes vence el mal a fuerza del bien (Rom. 12:21). Es un pasaje de la Sagrada Escritura repetido frecuentemente por el Papa Juan Pablo II. Que Nuestra Señora Stella Maris sea siempre nuestro modelo y nuestra brújula, que Ella interceda por nosotros para que podamos sentirnos protegidos de todo riesgo y peligro. ¡Dios bendiga y proteja a todos! Cardenal Stephen Fumio Hamao Presidente + Arzobispo Agostino Marchetto Secretario |