Pontifical Council for the Pastoral Care of Migrants and Itinerant People People on the Move N° 94, April 2004, pp. 181-183 Un mensaje de solidaridad para los emigrantes(desde Guatemala)Queridos emigrantes, mujeres y hombres: Al celebrar el segundo Congreso Americano Misionero con el lema "Iglesia en América, Tu Vida es Misión", los Obispos de Guatemala renovamos nuestro cariño y aprecio hacia todos ustedes, nacido de la profunda preocupación por cuantos se han visto forzados a emigrar lejos de su tierra y de su hogar. Sabemos que dejaron su familia y su Patria forzados por la carestía de la vida, pero también por la falta de condiciones necesarias de paz y estabilidad, no pocos también tuvieron que emigrar, al verse amenazados o perseguidos en los años del enfrentamiento armado interno. Al celebrar el Segundo Congreso Americano Misionero, queremos decirles que Ustedes han estado muy presentes en nuestra oración y en nuestras deliberaciones. Conocemos el dolor, la angustia y la soledad que muchas veces les agobian. Queremos manifestarles nuestra solidaridad para que su fe no desfallezca y, tengan animo para alcanzar esos nobles ideales por Ustedes trazados cuando decidieron salir del país. Compartimos con Ustedes la esperanza por una sociedad más justa, humana y fraterna. En nuestro trabajo y ministerio pastoral, hemos puesto un énfasis especial en conocer la realidad que Ustedes y sus familias viven en calidad de emigrantes y descubrir las causas y consecuencias que llevan a las personas a emigrar. Además, queremos generar iniciativas de acogida, apoyo y solidaridad hacia todos Ustedes, quienes, de alguna forma, vivieron y viven en carne propia no solo la experiencia dura del camino que los aleja de su tierra, de su cultura, de sus tradiciones, sino también el drama humano y político de ser emigrantes. Queremos que el Año Santo Misionero que hemos celebrado este año y el Congreso Americano Misionero contribuyan a un auténtico cambio de personas y estructuras, para pasar de una mentalidad individualista, cerrada, que se vuelve contra los emigrantes, a veces de forma discriminatoria, a otra situación más comunitaria, humana, incluyente, abierta al diálogo y solidaria con quienes sufren los vejámenes de las políticas y leyes migratorias cada vez más restrictivas. Ustedes son los primeros en enseñarnos que, a pesar de la intolerancia hacia los emigrantes en este mundo globalizado, la acogida, la apertura y la solidaridad son posibles. Podemos asegurarles que seguiremos fomentando en nuestras diócesis iniciativas de apoyo y solidaridad con todos los emigrantes, en especial con aquellos que se encuentran de paso o ya fueron deportados. Constatamos la responsabilidad que Ustedes contrajeron con sus familias y con Guatemala al enviar regularmente sus ahorros, que aquí los economistas reconocen como remesas familiares. Gracias al trabajo duro y sacrificado de Ustedes, sus familias viven dignamente. Valoramos ese gesto de humanidad y de solidaridad. Sus esfuerzos de superación nos animan a soñar en una Guatemala más justa, en la que se respeten la vida y los derechos humanos y se disfrute la verdadera paz. Hacemos nuestros los reiterados mensajes del Papa Juan Pablo II, que desde el año de 1985, han sido luz que promueve el compromiso pastoral de la Iglesia con y a favor de los emigrantes, refugiados y desplazados. A lo largo de estos años, el Papa sigue exhortando a quienes acompañan con celo pastoral atenderlas cuidadosamente a aquellas personas que viven lejos de su lugar de origen. Nos preocupa que grupos numerosos de emigrantes no tengan todavía la oportunidad de participar en los servicios ordinarios de la pastoral. Sin embargo siguen firmes en su fe y convicciones religiosas, y buscan la manera de acercarse a Dios, Padre misericordioso, a través de la comunidad parroquial del lugar donde han llegado. Con el aliento que nos produce la palabra del Sucesor de Pedro, nos comprometemos a denunciar las injusticias que se cometan contra los emigrantes, ya vengan de los grandes consorcios o de los tratados internacionales. Al mismo tiempo, alentamos a todas aquellas personas o comunidades cristianas a seguir acogiendo con amor a cuantos buscan trabajo lejos de su tierra, porque, como Jesús, podemos reconocer hoy también que, "el que recibe a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me recibeĀ ( Lucas 9, 48) Nosotros, Obispos de Guatemala, expresamos nuestra gratitud a las Iglesias y a los agentes de pastoral que han tenido la misión pastoral de estar cerca de Ustedes y que los acogen y acompañan en sus comunidades. El variado mundo de la movilidad humana es una gracia ofrecida por Dios a la Iglesia para anunciar y encamar los valores del Reino de Dios, que son la vida, la verdad, la justicia y la paz. Que su mano misericordiosa sea la que conduzca la historia hacia un nuevo orden internacional con signos claros de esperanza. Muchas veces hemos recibido de parte de obispos, sacerdotes y agentes de pastoral laicos de Canadá y Estados Unidos la alentadora noticia que ustedes como auténticos misioneros, han fortalecido las Iglesias de esos países hermanos, y participan activamente en la vida pastoral de las parroquias. Nos alegra saber que la fe que recibieron de sus padres, sus tradiciones, el amor a su tierra, la trascendencia de su cultura, permanecen vivas aún en medio de las dificultades, y son capaces de seguir profesando, celebrando y viviendo su fe. Que la fe viva en el Señor Jesús, invocado en la cruz del Santo Cristo de Esquipulas, sea aliento en la vida de toda persona que deja su patria. Que María, Madre nuestra, quien fue obligada a dejar su hogar de Nazaret, les acompañe y que la intercesión del Santo Hermano Pedro los proteja. +Álvaro L. Ramazzini I. Obispo de San Marcos Presidente Pastoral de la Movilidad Humana
+Julio Cabrera Ovalle Obispo de Jalapa Presidente de la Comisión de Misiones Guatemala de la Asunción, Noviembre 2003 |