Reunidos en Manila para celebrar el IV Encuentro mundial de las familias, nosotros, los participantes en el Congreso teológico-pastoral, que tuvo lugar antes del Encuentro, saludamos ante todo a nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, el Papa de la familia, que presidió los Encuentros anteriores, realizados respectivamente en Roma y en Río de Janeiro. Ahora, ha enviado otro líder mundial en la lucha en favor de la familia, el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo pontificio para la familia, como su legado personal a este Encuentro mundial.
Estamos celebrando a la familia cristiana como "buena nueva para el tercer milenio", pero ¿dónde podemos encontrar una "buena nueva" en los primeros años de este nuevo milenio? Muchas personas, ante las amenazas del terrorismo, la guerra, el hambre y la inseguridad económica, viven con miedo. Este miedo lo sienten frecuentemente las familias; sin embargo, es precisamente en el seno de la familia donde podemos encontrar la "buena nueva" de un amor que vence el miedo y trae esperanza al mundo.
Afirmamos que la familia cristiana en sí misma es una gran portadora de la buena nueva de Jesucristo para este milenio. Es verdaderamente un agente de evangelización (cf. Familiaris consortio, 52). Además, la familia cristiana, más que simple objeto de la solicitud pastoral de la Iglesia, es también uno de los agentes de evangelización más eficaces de la Iglesia (cf. Ecclesia in Asia, 46).
La esperanza de Cristo puede ofrecer una visión para el futuro, pues brilla a través de la familia en algunos sectores específicos.
1. Buena nueva para la vida
Como santuario de la vida, la familia dice "sí" a la vida. Cada persona y cada familia, a través de la cual pasa la vida (cf. ib.), son simplemente administradoras de la vida y tienen la responsabilidad de protegerla y promoverla desde su inicio hasta su fin. Las personas cuya vida se ve amenazada encuentran alivio, seguridad y cuidado amoroso en el seno de la familia. Por consiguiente, las familias son testigos de Cristo y misioneras de amor y de vida (cf. Familiaris consortio, 54).
Una vez más, reafirmamos el derecho inalienable de todos los seres humanos a la vida. Así, exhortamos a todos los políticos a defender la vida humana desde su inicio, en la concepción, hasta su muerte natural. Pedimos a los legisladores, en particular, que respondan positivamente a la reciente Nota de la Congregación para la doctrina de la fe sobre sus responsabilidades de cristianos y ciudadanos. Las prácticas contrarias a la vida, como el aborto, la experimentación con embriones, la clonación y la eutanasia no pueden tolerarse en ninguna sociedad libre que defienda a la familia.
2. Buena nueva para la sociedad
Una sociedad justa depende del bienestar de su comunidad básica, de su célula vital esencial, la familia. Con todo, hoy en día graves problemas éticos y sociales afligen a numerosas familias. Nuestras principales preocupaciones son:
- Las familias divididas y debilitadas, cuando sus miembros se ven obligados a emigrar por motivos de trabajo.
- La plaga del divorcio.
- La promoción de "matrimonios" entre personas del mismo sexo, que minan a la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer.
- La difusión de las uniones "de hecho".
- La ideología feminista contraria a la familia.
- Los efectos negativos de la globalización, especialmente en los países en vías de desarrollo.
- El abuso de droga y alcohol.
- La difusión del sida y la aparición de otras enfermedades.
La visión de una sociedad favorable a la familia exige a las familias mismas tomar la iniciativa, luchar en favor de políticas sociales y de una legislación que promueva y proteja los derechos de la familia, una justa distribución de los recursos y la ayuda a las personas más vulnerables y necesitadas.
3. Buena nueva para los pobres
Afirmamos nuestra solidaridad con las familias pobres. Con mucha frecuencia, son precisamente las familias pobres las que manifiestan una increíble determinación y energías para afrontar los desafíos (cf. Familiaris consortio, 43).
Educar para la paternidad responsable, con la ayuda de medidas económicas y legislativas adecuadas, contribuye de forma eficaz a la lucha contra la pobreza que, en muchos casos, es humillante. Rechazamos con firmeza la práctica del control demográfico, promovido por agencias internacionales, gubernamentales o particulares. Las familias pobres sufren el influjo de los programas y de las políticas de control demográfico, que absorben grandes cantidades de dinero para promover el aborto, la esterilización y la anticoncepción. Exhortamos a los gobiernos a que fomenten políticas concretas que favorezcan a las familias pobres en los ámbitos de la salud, la educación, la reforma agraria, el empleo y la vivienda.
Proponemos como una auténtica alternativa al control demográfico, que no corresponde a la verdad sobre el hombre y la mujer, la regulación natural de la fertilidad, que no sólo ayuda a los esposos a distanciar los nacimientos de una manera moralmente sana y con salud, sino también lleva al marido y a la mujer a la participación mutua y la igualdad.
4.Buena nueva para los jóvenes
Los niños y los jóvenes se han reunido para celebrar y profundizar en su fe en un Congreso de hijos e hijas, que se organizó paralelamente a este Congreso teológico-pastoral. Con alegría reconocemos su papel vital como miembros integrantes de nuestras familias y como miembros activos de la Iglesia viva.
Reafirmamos los derechos y la dignidad de todos los niños. Nunca se les debe descuidar o abandonar en la calle. Al contrario, se les debe proteger, especialmente cuando se ven amenazados por la explotación mediante la prostitución, la pornografía, el trabajo infantil, el tráfico de drogas, la adopción homosexual y la "educación sexual" inmoral. Una nueva amenaza contra los niños es el uso incorrecto de Internet, cuando se introduce en la vida familiar y mina los derechos y deberes de los padres.
Los niños representan la "corona del matrimonio", la verdadera riqueza de la humanidad. El lugar natural para su educación es la familia. En esta comunidad de vida y de amor es donde se forman como miembros de la Iglesia de Cristo. En ella, honrando y amando a sus padres, pueden enriquecer la vida de todos los miembros de la familia más amplia.
5. Buena nueva para el mundo
La familia cristiana, al transmitir la buena nueva de Jesucristo, alcanza a todos los pueblos. Es el lugar "donde la verdad del Evangelio es regla de vida y don que los miembros de la familia dan a la comunidad más amplia" (Ecclesia in Asia, 46).
La familia cumple su misión en numerosas y diferentes culturas en todo el mundo, pero el futuro de la humanidad se fragua siempre en la familia. Por consiguiente, hacemos un llamamiento a fin de que se realicen estrategias más creativas con vistas a la evangelización, de manera especial teniendo en cuenta los rápidos cambios culturales. Además, destacamos la necesidad de respetar las culturas de las poblaciones indígenas, cuyos valores familiares muchas veces preparan el camino para la palabra de Dios.
Cada "iglesia doméstica" es una ciudadela de la fe, no sólo en las sociedades secularizadas, sino también en los países donde los cristianos aún sufren a causa de su fe. Expresamos nuestra solidaridad con las familias cristianas perseguidas, donde la libertad religiosa es ignorada o conculcada por la violencia y la discriminación.
La familia está llamada a ser una comunidad de paz. Por eso, expresamos nuestra solidaridad con las familias que viven en naciones y regiones amenazadas por la guerra, donde las familias afrontan la perspectiva de ser víctimas inocentes de los diversos conflictos.
6. Buena nueva para la Iglesia
Al ser la más pequeña de las comunidades cristianas, la "iglesia doméstica" constituye la célula viva de toda la Iglesia y ofrece una visión de evangelización y crecimiento espiritual dentro de la Iglesia.
Exhortamos a todos los responsables de la planificación pastoral a poner a la familia como una de las prioridades, a trazar la visión y el plan pastoral de cada diócesis y parroquia centrado en la familia. La familia no es meramente un sujeto pasivo de evangelización o de solicitud pastoral, sino que ha de ser también un sujeto activo, un auténtico protagonista de la misión de Cristo en su Iglesia.
La familia necesita recobrar el sentido de que es un "misterio". Una espiritualidad más profunda de la familia deriva de la palabra de Dios y de la sagrada Eucaristía. Alimentadas por la Palabra, las familias son atraídas al sacrificio y al banquete del misterio pascual de Cristo. Aquí, el amor abnegado de Jesucristo, Esposo de la Iglesia, motiva el amor nupcial y familiar.
Reconocemos y valoramos el papel que desempeñan los nuevos movimientos religiosos, que se caracterizan por su compromiso en favor de la familia. Ardiendo por la fuerza del Espíritu Santo, con sus espiritualidades distintivas, los movimientos pueden mostrarnos cómo evangelizar en la familia y a través de ella.
La familia católica sale al encuentro de los demás cristianos y miembros de otras religiones. La unión de la familia puede inspirar el camino ecuménico de la unidad de los cristianos y del diálogo interreligioso. Afirmamos la necesidad de una cooperación más efectiva entre los cristianos y las personas de buena voluntad, para afrontar los desafíos que se plantean a todas las familias. Nos han honrado con su presencia algunos representantes de otras Iglesias y movimientos eclesiales, que han participado en este Encuentro mundial, compartiendo con nosotros la misma visión de la familia cristiana, como portadora de la buena nueva.
Por último, agradecemos al Santo Padre Juan Pablo II sus directrices y su aliento. Asimismo, expresamos nuestra gratitud al arzobispo de Manila, cardenal Jaime Sin, que nos ha acogido a todos aquí, y al Consejo pontificio para la familia y a la Conferencia episcopal de Filipinas, por haber organizado este Encuentro mundial.
Viviendo en unión y con amor abnegado, las familias cristianas reflejan a Dios, la santísima Trinidad. Fue en una familia donde el Hijo se encarnó en nuestro mundo, por la fuerza del Espíritu Santo. Contemplando este misterio, encomendamos confiadamente a todas nuestras familias a la amorosa protección de María, Reina de la familia, y a san José, su esposo. Oramos para que la buena nueva de Jesucristo, que las familias cristianas difunden con su testimonio y su palabra, aleje el miedo y traiga la esperanza a este mundo.