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CARTA PASTORAL DEL CARDENAL MARC OUELLET

 

« Doy gracias a mi Dios,
cada vez que me acuerdo de vosotros… » (Plp 1, 3)

 

Estas palabras calurosas de san Pablo me vienen espontáneamente al espíritu, para agradecer a todas las personas que participaron de manera activa y entusiasta en las celebraciones civiles y religiosas, y muy especialmente en el 49o Congreso eucarístico internacional, durante el 400o aniversario de fundación de la ciudad de Quebec en junio 2008.

En este año consagrado a san Pablo, siento hacia ustedes sus mismos sentimientos de gratitud, de alegría y de ternura. El 14 de junio 2009, celebramos la solemnidad del Santo Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, casi exactamente después de un año de la apertura del Congreso, el 15 de junio 2008. A partir de mi Carta pastoral « Acción de gracias por el Congreso eucarístico » (1ero de noviembre 2008), me gustaría retomar con ustedes algunas experiencias del « diluvio de gracias » con el cual hemos sido inundados hace ahora ya cerca de un año y del cual es bueno recordarse.

 

¡Cuántas gracias recibidas!

¡Qué alegría profunda nos queda de la celebración final¡ Ite missa est fué para todos el envío en misión, a fin de compartir esta Presencia vivida en la Eucaristía con todos nuestros hermanos y hermanas en el mundo. Benedicto XVI nos habló directamente de Roma, en el momento de la homilía. Él nos recordó, convocándoles a nuestra Asamblea, los « gigantes » de nuestra historia religiosa, a saber los Jean de Brébeuf, François de Laval, Marie de l’Incarnation et Kateri Tekakwitha, aquellos mismos que nos habían acompañado a lo largo del Congreso. A pesar de la lluvia torrencial, la muchedumbre ha seguido intensamente esta celebración, hasta el fin. Cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos y todos los fieles se dispersaron, felices, colmados, empapados… pero llenos de felicidad por haber celebrado todos juntos esta Statio Orbis, ¡esta Misa sobre el mundo!

 

Evangelizados por el acontecimiento

Numerosos acontecimientos me han impresionado personalmente en estos días del Congreso. Pero desearía sobre todo conocer, todavía hoy, las experiencias que ustedes han vivido en la ocasión de esta gran aventura espiritual. Continuamos cogiendo los frutos y, la onda de esperanza que ha partido del Congreso extiende su vibración al conjunto de la provincia y del país. Numerosos ecos y testimonios nos llegan todavía de casi todas partes. ¡Agradezco a Dios por todas esas gracias compartidas!

 

Misioneros por la vida del mundo

Como los apóstoles, en el tiempo de Jesús, ayer estábamos quizá los peregrinos temerosos y temblorosos, pero ahora el gran Pentecostés eucarístico de junio 2008 nos ha transformado en misioneros por la vida del mundo. ¡Que el impulso recibido en el Congreso canalice nuestras energías apostólicas hacia los más pobres, en un mundo inquieto y sediento de Evangelio! « No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios » (Mt 4,4).

¿Cómo vamos a responder a la aspiración espiritual de nuestros contemporáneos? El Espíritu del Resucitado, que alimenta nuestros corazones por la palabra de Dios y por la Eucaristía, ¿no nos da un Amor divino y humano incomparable a vivir y a compartir? Más allá de un programa social para promover, ¿no hemos en primer lugar de hacer fructificar los dones que hemos recibido y a tender a la santidad? Escuchemos a san Hilario de Poitiers : « Nosotros que hemos recibido por el sacramento del bautismo el nuevo nacimiento, sentimos una gran alegría cuando resentimos en nosotros los primeros toques del Espíritu Santo, cuando se despiertan en nosotros la inteligencia de los misterios, el conocimiento de las profecías, la palabra de sabiduría, los carismas de curación y la dominación de los demonios. Todo ello nos penetra como ondeadas, y poco a poco lo que hemos sembrado se desarrolla en una cosecha abundante. »

« Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos : “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. » (Mt 9, 36-38). Esta palabra nos interpela a todos, discípulos de Jesús, en nuestros diferentes estados de vida. Bautizados en el Espíritu Santo, ofrezcámonos para servir en la viña del Señor.

El Congreso eucarístico internacional ha renovado nuestra acogida del don de Dios. ¡Que la escucha cotidiana de la Palabra y la comunión ferviente al Pan de vida unan nuestros corazones al servicio de una cultura de la vida y de la solidaridad! ¡Podamos derramar generosamente las gracias recibidas y comprometernos seriamente para dar testimonio de la esperanza que nos habita! El amor al pobre, la preocupación por la justicia y la integridad de la creación, la búsqueda de la paz son los signos de la gracia emanando del Corazón eucarístico del Señor.

 

¡Que la Eucaristía permanezca para siempre nuestro lugar de comunión!

Alegrémonos de todas las gracias de conversión, de curación, de reconciliación y de unidad que son el fruto de este Congreso eucarístico internacional sobre nuestro país y sobre el mundo entero. « Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones. » (Ef. 1,15-16).

Pueda el apóstol Pablo alegrarse también de nuestra fe y de nuestra fidelidad al testimonio de los Evangelios : ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón! » (Lc 24, 34). Que este apóstol de fuego, nos dé el ardor y el coraje de anunciar el Evangelio por todo nuestro ser, por nuestra ferviente comunión a Cristo.

Virgen María, servidora de la Palabra y mujer eucarística, estrella de la esperanza, obtennos la gracia de testimoniar del don de Dios por la caridad alegre que se alimenta de adoración : « Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios. » (Lc 24, 52-53).

Continuemos por mil caminos de espiritualidad personal y comunitaria, el gran movimiento eucarístico nacional e internacional que ha encontrado un relevo estimulante en el 400o de Quebec, cuna de la evangelización en América del Norte, ciudad de Dios por siempre eucarística y misionera por la vida del mundo. ¡Rumbo, desde ahora, hacia la próxima etapa, en Irlanda, Dublin 2012!

 

Marc Cardinal Ouellet
Archevêque de Québec

   

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