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LA EUCARISTÍA SE CONVIRTIÓ
EN LA FUENTE Y LA CUMBRE DE MI VIDA CRISTIANA

Señor José H. Prado Flores
 

 

Mi vida era así: light y sin calorías

Mi vida cristiana era monótona: católico por tradición, acostumbrado a la mediocridad: misa de rutina o por obligación y algunas devociones. Conocía la fe, estudié filosofía, teología y Biblia, pero lo tenía todo únicamente en la cabeza: frío, y con cero calorías. Cero calorías. Trabajaba en la viña del Señor, pero no conocía al Viñador; y por lo tanto, sólo trasmitía doctrina y repetía lo que yo había estudiado, leído o escuchado; pero no comunicaba el poder de la Palabra de Dios. Hasta enseñaba exégesis, hermenéutica y lenguas bíblicas en un Instituto de Biblia. La Biblia que enseñaba, me interesaba, pero no la amaba. Sabía de memoria textos y citas, pero no había bajado a mi corazón.

Mi fe era de católico light: baja en calorías. O mejor, con cero calorías. Era como un steak congelado, que sí, tiene las mismas cualidades y proteínas que un churrasco argentino, pero que nadie podía comer; era lógico, porque ni yo lo podía digerir.

¡Cuántas veces hemos querido que la gente se coma nuestro steak congelado! Nuestras conferencias son tan sólidas que hasta las tenemos que escribir y leer para trasmitirlas.

 

Control y no poder

En mi Bautismo yo había recibido, sí, el Espíritu Santo; y en mi Confirmación el mandato de anunciar a Jesús, pero en vez de manifestarse el poder del viento huracanado de Pentecostés, yo tenía, como muchos, un control para moderar y manejar al Espíritu que había inspirado las Escrituras. Había convertido el viento huracanado de Pentecostés en aire acondicionado que manejaba a mi comodidad y necesidad.

Hay personas que creen que en el Bautismo recibieron un control, y no un poder, que nunca usan porque, tal vez como los discípulos de Éfeso, “ni siquiera han experimentado que existe el Espíritu Santo” (Cf Hech 19, 2).

Hasta que un día, bendito día, el fuego del Espíritu hizo arder mi corazón con la Palabra de Dios. Entonces, los demás, motivados por el olor de la carne en la parrilla, comenzaron a decir: “¡Aquí hay fiesta, aquí hay fiesta!”.

Entonces decidí dejarme seducir y arrastrar por el viento impetuoso, que no sabemos de dónde viene ni adónde va (Jn 3, 8).2

 

Ejemplo: la provincia de Alberta, en Canadá

Era una de las provincias más pobres del país. Mucha gente emigraba a otras provincias para trabajar y los jóvenes para estudiar. Pero un día, se descubrió un inmenso manto petrolífero en el subsuelo de Alberta. Así, la provincia se transformó en una mina de oro negro, y hoy es una de las provincias más ricas de Canadá. Nadaban en un mar de petróleo, pero no lo sabían. Tenían una gran riqueza, pero vivian como pobres. A muchos católicos les ha pasado lo mismo. Tienen, no en el subsuelo sino en el corazón, el Espíritu Santo, pero no viven como hijos con derecho a la herencia.

 

Camino de Emaus

Mi vida la puedo resumir como el camino de Jerusalén a Meaux, y luego de Emaús a Jerusalén. Caminaba triste y hasta un tanto decepcionado, decepcionado hasta de Dios, en este valle de lágrimas, creyendo que el dolor y la tristeza eran lo que identificaba la vida de un cristiano. Mi religión era la religión de la cruz, en vez de la religión del poder de la cruz. Conocía las Escrituras, que había estudiado y era hasta maestro de Biblia y lenguas bíblicas, pero no reconocía a Jesús, no había tenido un encuentro personal con el Resucitado. Claro que sabía hablar muy bien de Jesús, como los discípulos de Emaús, que hasta dieron una cátedra de cristología a Jesús resucitado, pero cuando tenían que referirse a la resurrección, sólo repetían lo que las mujeres decían que los ángeles habían dicho. Eran testigos de la muerte y reporteros de la resurrección. Yo también, era testigo de la muerte de Jesús, pero un simple reportero de su resurrección: un simple reportero que repite lo que los corresponsales (teólogos, escrituristas y catequistas) le han informado, porque yo mismo no tenía experiencia del poder de la Resurrección de Cristo Jesús.

Así como Jesús hizo arder su corazón con las Escrituras, así también en mi vida, Jesús: con el poder de su Espíritu, me reveló secretos de la Escritura, y las Escrituras me internaron en el misterio de Jesús. Bajó a mi corazón lo que tenía en mi mente.

Cuando arde el corazón con el fuego de la Palabra de Dios, cuando has sido seducido por Jesús, Palabra de Dios, no se puede dejar de hablar de lo que has visto y oído; entonces pasé de maestro a testigo, gracias al Espíritu Santo que cambió mi corazón de piedra en un corazón de carne.

Gracias a la Palabra, pero Palabra incendiada, como los discípulos de Emaús, se me abrieron los ojos, valoré la fracción del Pan, y la Eucaristía se convirtió en la fuente y la cumbre de mi vida cristiana, de mi fe y de mi ministerio. Pero una Eucaristía con sus dos dimensiones: liturgia de la Palabra, donde Jesús mismo explica las Escrituras y las Escrituras explican a Jesús y liturgia eucarística, donde compartimos el pan vivo que es el cuerpo y la sangre de Jesús. Así como los discípulos de Emaús, que tenían un velo en los ojos que les impedía reconocer a Jesús, también yo necesité una cirugía mayor para que se derritieran las cataratas de mis ojos y reconociera a Jesús como el único Salvador y Señor. Inmediatamente después, emprendí el camino para dar testimonio¡ ¡Verdaderamente el Señor ha resucitado! Ya no era reportero, era testigo.

 

Conversión: de maestro a testigo

Mi conversión la puedo resumir en dos fases y dos frases: primero, de justo a hijo: Yo no cometía pecados escandalosos y mi vida era regida por la moral cristiana, así que yo pensaba que ni necesitaba conversión. Sin embargo, la conversión más profunda no es la de pecador a justo, sino la de justo a hijo. La conversión más difícil no es la de pecador a justo, sino la de fariseo a hijo y heredero... y si Dios me convirtió a mí, puede convertir a cualquiera.

En segundo lugar, mi conversión fue de maestro a testigo, de maestro de Biblia a testigo de la Palabra, que ha sido incendiado por el fuego de las Escrituras. Yo ya no era maestro de Biblia sino la voz de la Palabra de salvación. La simple voz. Ya no me limitaba a transmitir lo que había leído o estudiado. Ahora ya no podía dejar de hablar de lo que había visto y oído.

 

Frutos

Con esa gasolina nueva de un corazón incendiado con el fuego de la Palabra, y dejando de controlar el viento huracanado de Pentecostés, comenzamos en 1980 una Escuela de Evangelización, llamada “San Andrés”, que forma a nuevos evangelizadores para la Nueva Evangelización. Se llama “San Andrés” porque busca a Pedros, para llevárselos a Jesús y sirvan, prediquen y amen a Jesús, más y mejor que nosotros mismos. Hemos encontrado a muchos, muchos Pedros, en el mundo entero.

Hoy, existen más de 2000 Escuelas de Evangelización en 61 países que comparten la misma visión y programa de formación. Aquí en Québec se han desarrollado maravillosamente, porque mi hermano en el Bautismo, el Sr. Arzobispo, Cardenal Ouellet, es un enamorado de la Palabra de Dios: por algo el Papa lo nombró relator del próximo sínodo sobre la Palabra. Él nos ha abierto la puerta que estábamos buscando.

Nuestra meta no es formar teólogos ni catequistas, sino evangelizadores enamorados de Jesús-Palabra, que no puedan dejar de hablar de lo que han visto y oído. El carisma de nuestras escuelas es la metodología, una metodología simple pero eficaz, para aprender, para enseñar y para enseñar a enseñar.

Mi sueño: una Escuela de Evangelización en cada parroquia de la Iglesia Católica. Que la parroquia no se reduzca a un centro de culto, sino fuente de la Palabra de Dios, que es viva y eficaz: espíritu y vida – Pneuma kai Zoé (Heb 4, 12: Jn 6, 63)

 

Costa Rica: el secreto de Pablo

Daba el curso del secreto del éxito pastoral de San Pablo, en San José, en Costa Rica. Al final, el coordinador me preguntó: “Ya descubrimos el secreto de San Pablo, pero, ¿cuál es el secreto de Pepe Prado?” Mi secreto, respondí inmediatamente, es la Palabra de Dios, que ya no está fría como antes estaba en mi cabeza, sino que es como un fuego prendido en mis huesos, que no puedo ni quiero controlar, sino que soy arrastrado por el viento huracanado de Pentecostés. La Palabra me ha seducido y yo me he dejado seducir. La Palabra, aparte de estar en la mente, está en mi corazón. Palabra encendida, que incendia; porque sólo los motivados motivan, y sólo los testigos testifican con poder.

 

El Espíritu Santo inspira la Escritura y la Escritura expira Espíritu Santo

El Espíritu Santo que habló por los profetas, inspiró la Santa Escritura. La Biblia está preñada no sólo por el Espíritu. La Biblia, como María, esta embarazada del Espíritu Santo, con el Ruaj divino. Pero la Biblia también expira Espíritu Santo: San Pablo afirma que “los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Nueva de la Salvación, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Ef. 1, 13). ¿Quiénes fueron sellados y tatuados por el Espiritu Santo? Los que escucharon la Palabra de Dios.

Cuando se proclama la Palabra, la Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación (Rom 1, 16), irrumpe el viento huracanado en la comunidad, como sucedió en la casa de Cornelio, en Cesarea, cuando Pedro predicaba, y antes de que terminara su discurso, cayó intempestivamente el Espíritu sobre los que escuchaban la Palabra (Hech 10, 44). ¿Cuántas veces ha caído el Espiritu Santo mientras predicamos o enseñamos?

Cito a un buen amigo, el obispo colombiano Alfonso Uribe Jaramillo que preguntaba: ¿Por qué Pedro con un discurso convirtió a tres mil personas, y nosotros con tres mil discursos no convertimos a nadie? Yo, antes, con mi control trataba de dirigir al Espíritu. Yo había amarrado al Espíritu. Quería controlarlo. Pero gracias a Dios, seducido por la Palabra, dejé de intentar controlar al Espíritu y solté el globo, para que el Ruaj de Dios soplara como quisiera, aunque yo no supiera de dónde venía ni adónde iba.

Cada uno de ustedes tiene un globo que simboliza la Palabra de Dios. Ínflenlo para significar que la Palabra de Dios está inspirada por el Espíritu, llena del Ruaj de Dios. Ínflenlo, para no olvidar que la Palabra está embarazada del Espíritu Santo, como Maria, la madre de la Palabra que se hizo carne. Ahora, tienen una opción que cada uno va a tomar: o lo atas, para simbolizar que quieres controlarlo, que es sólo para las fiestas, un simple adorno o un vitral de tu parroquia. O lo sueltas, para que vaya adonde quiera, como quiera y cuando quiera.Tú decides. Lo peor sería que simplemente lo guardaras en un librero. Tú decides: amárralo o suéltalo...

 

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