JUBILEO DE LOS CATEQUISTAS Y PROFESORES DE RELIGIÓN ÁNGELUS Domingo 10 de diciembre de 2000 1. En estos días se recuerda la aprobación, realizada hace cincuenta años, del estatuto de la oficina de la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados. Es una fecha importante para muchos que, obligados a huir de sus propios países a causa de la guerra y de la persecución, han encontrado en este programa protección y asistencia en los diversos continentes. Es importante también para todos los hombres y mujeres que han ofrecido desinteresadamente tiempo, inteligencia y generosa disponibilidad, superando incluso sus deberes de trabajo, para llevar ayuda a esos refugiados, a menudo en situaciones graves y peligrosas. Vaya a ellos el agradecimiento de la comunidad internacional, con el compromiso de proteger su incolumidad y sostener su labor humanitaria también con la necesaria contribución económica. En la solidaridad internacional y en el diálogo político es posible encontrar soluciones para que la acogida de los refugiados no sea demasiado gravosa en algunos países, y hallen en las instituciones y en las estructuras públicas una defensa de sus derechos y de sus libertades fundamentales. 2. Antes de concluir esta solemne celebración, deseo dirigir unas palabras de gratitud y aliento a todos los catequistas y profesores de religión aquí presentes y a cuantos están unidos espiritualmente a nosotros. Gracias, queridos hermanos, por el impulso misionero y por el celo con que os dedicáis a la obra de catequesis y de enseñanza religiosa. Precisamente para animaros a proseguir vuestra actividad con el espíritu misionero que caracteriza esta jornada jubilar, entregaré dentro de poco a cinco parejas de catequistas, en representación de todos los continentes, el Catecismo de la Iglesia católica. Con este gesto quisiera subrayar que, con la variedad de lenguas y culturas, los catequistas están llamados a anunciar al mundo entero la misma verdad: Cristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre. 3. Queridos catequistas de lengua francesa, os saludo cordialmente en este momento en que realizáis un itinerario jubilar. La Iglesia cuenta particularmente con vosotros para dar a conocer a Cristo a los jóvenes, para hacer que lo amen, y para ayudarles a vivir en intimidad con él. Quiera Dios que este jubileo os infunda fuerza y audacia para transmitir incansable y pacientemente el mensaje de salvación. A todos imparto la bendición apostólica. Saludo con afecto a las personas de lengua inglesa que participan en este jubileo de los catequistas y los profesores de religión. Tenéis en la Iglesia la gran tarea y el privilegio de ayudar a transmitir la fe en su plenitud salvífica. Al poner simbólicamente en vuestras manos el Catecismo de la Iglesia católica, deseo invitar a todos los que se dedican a la enseñanza de la fe, especialmente a los padres y a los catequistas, a hacer del Catecismo un recurso familiar y a emplearlo en el hogar, en la parroquia y en la escuela. María, Sede de la sabiduría, os sostenga en vuestro generoso compromiso. Dios os bendiga a vosotros y a vuestras familias. Saludo a los catequistas y a los profesores de religión de los países de lengua alemana. La tarea que se os ha confiado no es sólo enseñar con palabras. La mejor lección que podéis dar a vuestros alumnos es el testimonio de vuestra vida. Quien enseña la fe debe ponerla en práctica. Para esta exigente misión, invoco sobre vosotros la abundante bendición de Dios. Doy mi bienvenida a los catequistas de lengua española que participáis en este jubileo. Os invito a que os constituyáis en maestros de espiritualidad acompañando, con vuestro testimonio personal, toda la vida del cristiano. Comunicad la auténtica sabiduría del Evangelio. Que Jesucristo sea siempre el centro de vuestras catequesis. Mi saludo cordial a todos los catequistas y profesores de religión, que han venido de los países de lengua portuguesa, a quienes entrego, como recuerdo jubilar, el Catecismo de la Iglesia católica, repitiendo a cada uno la orden que dio Dios al profeta Ezequiel: "Come este rollo y ve luego a hablar a tus hermanos" (Ez 3, 1). A vosotros y a vuestros alumnos imparto mi bendición. Saludo cordialmente a los catequistas de Polonia, sacerdotes, religiosas y profesores laicos. La Iglesia os ha confiado la importante tarea de transmitir la enseñanza de Cristo y dar testimonio de su amor salvífico. Ojalá que este encuentro jubilar sea para vosotros tiempo de especial apertura a la luz y a la fuerza del Espíritu Santo, a fin de que, fortalecidos con la gracia, prestéis provechosamente vuestro servicio apostólico en el nuevo milenio. Dios os bendiga a vosotros y a todos los catequistas de Polonia. 4. Al rezar juntos la plegaria del Ángelus, encomendemos una vez más a la Madre de la Iglesia la obra de evangelización en el mundo entero.
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