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FORMELLE (2009)
BENEDETTO PIETROGRANDE (MILÁN 1928 - )
CAPILLA DEL CENTRO DEL MOVIMIENTO DE LOS FOCOLARES
ROCCA DI PAPA (ROMA)

OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él

 

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
 

Lectura del Evangelio según san Lucas 23, 27 – 28

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos».

Entre la multitud que lo seguía hay un grupo de mujeres de Jerusalén, lo conocen. Viéndolo en aquellas condiciones, se confunden entre la multitud y suben hacia el  Calvario. Lloran.

Jesús las ve, percibe su sentimiento de piedad. Y también en aquel trágico momento quiere dejar una palabra que supera la simple piedad. Quiere que en ellas, en nosotros, no haya sólo conmiseración sino conversión del corazón, esa conversión de reconocer el error, de pedir perdón, de reiniciar una vida nueva.

Jesús, cuantas veces por cansancio o inconsciencia,
por egoísmo o temor,
cerramos los ojos y no queremos afrontar la realidad.
Sobre todo, no nos implicamos personalmente,
no nos comprometemos en la participación profunda y activa
en la vida y las necesidades de nuestros hermanos, cercanos y lejanos.
Continuamos a vivir cómodamente,
reprobamos el mal y quien lo hace,
pero no cambiamos nuestra vida
y no arriesgamos personalmente para que las cosas cambien,
el mal sea abatido y se haga justicia.

Con frecuencia las situaciones no mejoran porque no nos esforzamos en hacerlas cambiar. Nos hemos retirado sin hacer mal a nadie, pero también quizás sin hacer el bien que habríamos podido y debido hacer. Y tal vez alguno paga por nosotros, por nuestro abandono.

Jesús, que tus palabras nos despierten,
nos den un poco de esa fuerza
que mueve a los testigos del evangelio,
tantas veces hasta mártires, padres, madres o hijos que,
uniendo su sangre a la tuya,
han abierto y abren también hoy
el camino hacia el bien en el mundo.

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Eia mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.

 

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana

 

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