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OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
DEL SUMO PONTÍFICE

VÍA CRUCIS
EN EL COLISEO

PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI

VIERNES SANTO 2012

MEDITACIONES DE

Danilo y Anna María Zanzucchi

Movimiento de los Focolares
Iniciadores del Movimiento «Familias Nuevas»

INTRODUCCIÓN

Jesús dice: «Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga». Es una invitación que vale para todos, casados o solteros, jóvenes, adultos y ancianos, ricos y pobres, de una u otra nacionalidad. Vale también para cada familia, para cada uno de sus miembros o para la pequeña comunidad en su totalidad.

Antes de entrar en su Pasión final, Jesús, en el Huerto de los Olivos, abandonado por los apóstoles adormecidos, tuvo miedo de lo que le esperaba y, dirigiéndose al Padre, suplicó: «Si es posible, que pase de mí este cáliz». Pero añadiendo de inmediato: «No se haga mi voluntad sino la tuya».

En aquel momento dramático y solemne se percibe una profunda enseñanza para todos los que se han puesto a seguirle. Como todo cristiano, cada familia tiene también su via crucis: enfermedades, muertes, apuros económicos, pobreza, traiciones, comportamientos inmorales de uno u otro, discordias con los familiares, calamidades naturales.

Pero, en este camino de dolor, todo cristiano, toda familia puede fijar la mirada en Jesús, Hombre-Dios.

Revivamos juntos la última experiencia de Jesús en la tierra, acogida por las manos del Padre: una experiencia dolorosa y sublime, en la que Jesús ha condensado el ejemplo y la enseñanza más preciosa para vivir nuestra vida en plenitud, según el modelo de su vida.

ORACIÓN INICIAL

El Santo Padre:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

El lector:
Oremos.

Breve pausa de silencio.

Jesús,

en la hora en la que recordamos tu muerte,
queremos fijar nuestra mirada de amor
en los indecibles tormentos que has padecido.

Tormentos condensados en aquel grito misterioso
lanzado en la cruz antes de expirar:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Jesús, pareces un Dios eclipsado en el horizonte:
el Hijo sin Padre,
el Padre privado del Hijo.

Aquel grito humano-divino tuyo,
que desgarró el aire en el Gólgota,
nos interroga y asombra todavía hoy,
nos muestra que algo inaudito ha ocurrido.

Algo salvífico:
de la muerte ha brotado la vida,
de las tinieblas, la luz,
de la extrema división, la unidad.

La sed de configurarnos contigo
nos lleva a reconocerte abandonado,
donde quiera que sea, de cualquier modo:
en los dolores personales y en los colectivos,
en las miserias de tu Iglesia y en las noches de la humanidad,
para injertar tu vida siempre y en todo lugar,
para propagar tu luz, establecer tu unidad.

Hoy, como entonces,
sin tu abandono,
no habría Pascua.

R/. Amén.

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana

 

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