SEXTA ESTACIÓN Jesús no mira la apariencia. Jesús mira el corazón
V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 6 Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. A lo largo del Camino de la Cruz, la piedad popular señala el gesto de una mujer, denso de veneración y delicadeza, casi un rastro del perfume de Betania: Verónica enjuga el rostro de Jesús. En ese rostro, desfigurado por el dolor, Verónica reconoce el rostro transfigurado por la gloria; en el semblante del Siervo sufriente, ella ve al más bello de los hombres. Ésta es la mirada que provoca el gesto gratuito de la ternura y recibe la recompensa de la impronta del Santo Rostro. Verónica nos enseña el secreto de su mirada de mujer, «que mueve al encuentro y ofrece ayuda: ¡ver con el corazón!»[1]. Humilde Jesús, Ven, Espíritu de la Verdad,
Pater noster, qui es in cælis: Quis non posset contristari, [1] Cf. Juan Pablo II, Carta, A vosotras, mujeres (29.6.1995), n. 12. [2] Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 34, 9.
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