CUARTA ESTACIÓN Junto a la cruz de Jesús la madre «está»:
V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. Lectura del Evangelio según san Juan 19, 25 - 27 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. San Juan nos dice que la Madre estaba junto a la cruz de Jesús, pero ningún evangelista nos habla directamente de un encuentro entre los dos. En realidad, en este estar de la Madre se concentra la expresión más densa y alta del encuentro. En la aparente pasividad del verbo estar vibra la íntima vitalidad de un dinamismo. Es el dinamismo intenso de la oración, que se ensambla con su sosegada pasividad. Orar es dejarse envolver por la mirada amorosa y franca de Dios, que nos descubre a nosotros mismos y nos envía a la misión. En la oración auténtica, el encuentro personal con Jesús nos hace madre y discípulo amado, genera vida y trasmite amor. Dilata el espacio interior de la acogida y entreteje lazos místicos de comunión, confiándonos el uno al otro y abriendo el tú al nosotros de la Iglesia. Humilde Jesús, Ven, Espíritu de la Verdad,
Todos: Pater noster, qui es in cælis: Quæ mærebat et dolebat [1] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 118, Sermón 29, 1.
© Copyright 2011- Libreria Editrice Vaticana
|
|