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Sor ELENA MARIA MANGANELLI, O.S.A.
VIA CRUCIS
LECCETO (SIENA) 2011

PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte

Jesús calla; custodia en sí la verdad

 

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/.Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
 

Lectura del Evangelio según san Juan 18, 37-40

Pilato le dijo: « ¿Entonces, tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?».

Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.

Pilato no encuentra en Jesús ningún motivo de condena, y tampoco encuentra en sí mismo la fuerza de oponerse a la condena.

Su oído interior permanece sordo a la Palabra de Jesús y no comprende su testimonio de la verdad. «Escuchar la verdad es obedecerla y creer en ella»[1]. Es vivir libremente bajo su guía y darle el propio corazón.

Pilato no es libre: está condicionado desde fuera, pero esa verdad que ha escuchado sigue resonando en su interior como un eco que llama a su puerta e inquieta.

Así, sale fuera, ante los judíos; «salió otra vez», subraya el texto, casi como un impulso de huir de sí mismo. Y la voz que le llega desde fuera prevalece a la Palabra que está dentro.

Aquí se decide la condena de Jesús, la condena de la verdad.

 

Humilde Jesús,
también nosotros nos dejamos condicionar por lo que está fuera.
Ya no sabemos escuchar la voz sutil,
exigente y liberadora, de nuestra conciencia
que dentro llama e invita amorosamente:
«No salgas fuera, entra dentro de ti mismo:
porque en tu hombre interior reside la verdad»[2].

Ven, Espíritu de la Verdad,
ayúdanos a encontrar en el «hombre escondido
en el fondo de nuestro corazón»[3]
el rostro santo del Hijo
que nos renueva en la semejanza divina.

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Stabat Mater dolorosa,
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

 


[1] Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 115, 4.

[2] De la verdadera religión 39, 72.

[3] Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén a 1 P 3, 4.

 

© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana

 

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