PRIMERA ESTACIÓN Jesús calla; custodia en sí la verdad
V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. Lectura del Evangelio según san Juan 18, 37-40 Pilato le dijo: « ¿Entonces, tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?». Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido. Pilato no encuentra en Jesús ningún motivo de condena, y tampoco encuentra en sí mismo la fuerza de oponerse a la condena. Su oído interior permanece sordo a la Palabra de Jesús y no comprende su testimonio de la verdad. «Escuchar la verdad es obedecerla y creer en ella»[1]. Es vivir libremente bajo su guía y darle el propio corazón. Pilato no es libre: está condicionado desde fuera, pero esa verdad que ha escuchado sigue resonando en su interior como un eco que llama a su puerta e inquieta. Así, sale fuera, ante los judíos; «salió otra vez», subraya el texto, casi como un impulso de huir de sí mismo. Y la voz que le llega desde fuera prevalece a la Palabra que está dentro. Aquí se decide la condena de Jesús, la condena de la verdad.
Humilde Jesús, Ven, Espíritu de la Verdad, Todos: Pater noster, qui es in cælis: Stabat Mater dolorosa,
[1] Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 115, 4. [2] De la verdadera religión 39, 72. [3] Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén a 1 P 3, 4.
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