DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Lectura del Evangelio según San Mateo. 27, 57-60 Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
Con la piedra que cierra la entrada del sepulcro, parece que todo haya acabado realmente. ¿Pero podía quedar prisionero de la muerte el Autor de la vida? Por eso, el sepulcro de Jesús, desde entonces hasta hoy, no sólo se ha convertido en el objeto de la más conmovedora devoción, sino que también ha provocado la más profunda división de las inteligencias y de los corazones: aquí se divide el camino que separa a los que creen en Cristo de los que, por el contrario, no creen en él, aunque a menudo lo consideren un hombre maravilloso. Efectivamente, aquel sepulcro quedó vacío muy pronto y jamás se ha podido encontrar una explicación convincente de por qué quedó vacío, excepto la que dieron María Magdalena, Pedro y los otros Apóstoles, los testigos de Jesús resucitado de entre los muertos. Ante el sepulcro de Jesús detengámonos en oración, pidiendo a Dios esos ojos de la fe que nos permitan unirnos a los testigos de la resurrección. Así, el camino de la cruz se convertirá también para nosotros en fuente de vida.
Pater noster, qui es in cælis: Quando corpus morietur,
DISCURSO DEL SANTO PADRE El Santo Padre dirige su palabra a los presentes. Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:
V/. Sit nomen Domini benedictum. V/. Adiutorium nostrum in nomine Domini. V/. Benedicat vos omnipotens Deus,
CANTO R. Crux fidelis, inter omnes arbor una nobilis, 1. Pange, lingua, gloriosi prœlium certaminis, 2. De parentis protoplasti fraude factor condolens,
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