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JOSEPH FÜHRICH (1800-1876)
VÍA CRUCIS 1844-46
IGLESIA DE SAN JUAN NEPOMUCENO - VIENA

SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús
cae por segunda vez

 

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del libro de los Salmos. 41, 6 - 10

Mis enemigos me desean lo peor: “A ver si se muere, y se acaba su apellido”. El que viene a verme, habla con fingimiento, disimula su mala intención , y, cuando sale afuera, la dice. Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros: “Padece un mal sin remedio, se acostó para no levantarse”. Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.


MEDITACIÓN

Jesús cae de nuevo bajo el peso de la cruz. Cierto que estaba agotado físicamente, pero estaba también herido mortalmente en su corazón. Pesaba sobre él el rechazo de los que, desde el principio, se habían opuesto obstinadamente a su misión. Pesaba el rechazo que, al final, le había mostrado aquel pueblo que parecía estar lleno de admiración e incluso de entusiasmo por él. Por eso, mirando a la ciudad santa que tanto amaba, Jesús había exclamado: “¡Jerusalén, Jerusalén, … cuántas veces quise reunir a tus hijos a la manera que la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste!” (Mt 23, 37). Pesaba terriblemente la traición de Judas, el abandono de los discípulos en el momento de la prueba suprema, pesaba en particular la triple negación de Pedro.

Sabemos bien que pesaba también sobre él la masa innumerable de nuestros pecados, de las culpas que acompañan a la humanidad a lo largo de los milenios.

Por eso, supliquemos a Dios, con humildad, pero también con confianza: ¡Padre rico en misericordia, ayúdanos a no hacer todavía más pesada la cruz de Jesús! En efecto, como escribió Juan Pablo II, de quien esta noche se celebra el quinto aniversario de su muerte: “el límite impuesto al mal, del que el hombre es artífice y víctima, es en definitiva la Divina Misericordia” (Memoria e identità, p. 70).


Todos
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Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Pro peccatis suae gentis
vidit Iesum in tormentis
et flagellis subditum.

© Copyright 2010 - Libreria Editrice Vaticana

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