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Sor Marie Claire Naidu - Segunda mitad del siglo XX
Iglesia de la Asunción de la Santísima Virgen María
Bangalore (India)

DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y puesto en el sepulcro
   

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según san Marcos 15, 46

José de Arimatea, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.

MEDITACIÓN

Las tragedias nos hacen reflexionar. Un tsunami nos dice que la vida se ha de tomar en serio. Hiroshima y Nagasaki son lugares de peregrinación. Cuando la muerte golpea de cerca nos asomamos a otro mundo. Entonces nos liberamos de los espejismos y tenemos la percepción de una realidad más profunda. Antiguamente la gente en India rezaba así:  «Condúceme de lo irreal a lo real, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad» (Brihadaranyaka Upanishads, 1 de marzo de 1928).

Cuando Jesús dejó esta tierra, los cristianos comenzaron a mirar atrás y a comprender su vida y su misión. Llevaron su mensaje a los confines de la tierra. Este mensaje es el mismo Jesucristo, que es «fuerza y sabiduría de Dios» (1 Co 1, 24). Dice que la realidad es Cristo (cf. Col 2, 17) y que nuestro destino definitivo es estar con él (cf. Flp 1, 23).

ORACIÓN

Señor Jesús, mientras caminamos con pena por el fatigoso camino de la vida, ayúdanos a tener una idea de nuestro destino definitivo. Y cuando finalmente atravesemos el último umbral, sepamos que «no habrá ya muerte ni pena ni queja ni dolor» (Ap 21, 4), y que Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos.

Esta es la buena nueva que deseamos anunciar «de una  u  otra  manera» (Flp 1, 18),  también  en los lugares  donde  Cristo  no ha sido conocido nunca (cf. Rm 15, 20). Por esto nos comprometemos a fondo (cf. Hch 20, 35; Rm 12, 8), «trabajando día y noche» (1 Ts 2, 9) hasta el agotamiento (cf. 1 Co 4, 12). Señor, haznos mensajeros eficaces de la buena nueva.

«Yo sé que mi Redentor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios» (Jb 19, 25-26).

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Quando corpus morietur,
fac ut animæ donetur
paradisi goria. Amen.

 

 

El Santo Padre dirige su palabra a los presentes.

Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:

BENDICIÓN

V.  Dominus vobiscum.
R. 
Et cum spiritu tuo.

V. Sit nomen Domini benedictum.
R. 
Ex hoc nunc et usque in sæculum.

V. Adiutorium nostrum nomine Domini.
R. 
Qui fecit cælum et terram.

V. Benedicat vos omnipotens Deus,
 Pater, et Filius, et Spiritus Sanctus.

R. Amen.

 

© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana

           

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