Sor Marie Claire Naidu - Segunda mitad del siglo XX Iglesia de la Asunción de la Santísima Virgen María Bangalore (India) UNDÉCIMA ESTACIÓN Jesús promete su reino al buen ladrón V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum. Del Evangelio según san Lucas 23, 39-43 Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, este nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso». MEDITACIÓN No es la elocuencia la que convence y convierte. En el caso de Pedro, es una mirada de amor; en el caso del buen ladrón, es la serenidad sin resentimiento en el sufrimiento. La conversión se produce como un milagro. Dios abre tus ojos. Tú reconoces su presencia y su acción. Te rindes. Optar por Cristo siempre es un misterio. ¿Por qué se hace una opción definitiva por Cristo, a pesar de la perspectiva de las dificultades o de la muerte? ¿Por qué florecen los cristianos en los lugares de persecución? No lo sabremos nunca. Pero sucede continuamente. Si una persona que ha abandonado la fe encuentra el auténtico rostro de Cristo, quedará conmocionada por lo que ve realmente y podría rendirse, como Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20, 28). Es un privilegio desvelar el rostro de Cristo a las personas. Es una alegría aún más grande descubrirlo o redescubrirlo. «Sí, Señor, tu rostro busco. No me ocultes tu rostro» (Sal 27, 8). ORACIÓN Señor, hoy te grito en lágrimas: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino» (Lc 23, 42). Yo anhelo con confianza este reino. Es la morada eterna que has preparado para todos aquellos que te buscan con corazón sincero. «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, Dios preparó para los que le aman» (1 Co 2, 9). ¡Ayúdame, Señor, mientras avanzo con fatiga por el camino hacia mi eterno destino. Disipa la oscuridad a lo largo de mi camino y mantén mis ojos levantados hacia lo alto! «Guíame, oh Luz amable, entre las tinieblas que me rodean. Guíame tú. La noche es oscura y estoy lejos de casa. Guíame tú. Apoya mi camino; no te pido ver el horizonte lejano; me basta un paso tras otro» (John Henry Newman, Libro de oraciones). Todos: Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo. Sancta mater, istud agas, Crucifixi fige plagas cordi meo valide. © Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana |