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OFICINA DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE VÍA CRUCIS EN EL COLISEO PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE BENEDICTO XVI VIERNES SANTO 2009 MEDITACIONES Y ORACIONES DE Su Excelencia Reverendísima Monseñor THOMAS MENAMPARAMPIL, S.D.B Arzobispo de Guwahati (India) INTRODUCCIÓN El Santo Padre: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén. MEDITACIÓN Queridos hermanos y hermanas, hemos venido a cantar juntos un "himno de esperanza". Queremos decirnos a nosotros mismos que no todo está perdido en los momentos de dificultad. Cuando las malas noticias se suceden, nos oprime la ansiedad. Cuando la desgracia nos afecta más de cerca, nos desanimamos. Cuando una calamidad hace de nosotros sus víctimas, la confianza en nosotros mismos se tambalea y nuestra fe es puesta a prueba. Pero no todo está perdido aún. Como Job, estamos en búsqueda de sentido (cf. Jb 1, 13 2, 10). En este esfuerzo tenemos un ejemplo: "Abraham creyó contra toda esperanza" (Rm 4, 18). En verdad, en tiempos difíciles no vemos ningún motivo para creer y esperar. Y sin embargo creemos. Y sin embargo esperamos. Esto puede suceder en la vida de cada uno de nosotros. Esto sucede en el más amplio contexto social. Con el Salmista nos preguntamos: "¿Por qué, alma mía, desfalleces, y te agitas por mí? Espera en Dios" (Sal 42, 6). Renovemos y reforcemos nuestra fe, y sigamos confiando en el Señor. Porque él salva a aquellos que han perdido toda esperanza (cf. Sal 34, 19). Y esta esperanza, al final, no defrauda (cf. Rm 5, 5). Es verdaderamente en Cristo en quien comprendemos el pleno significado del sufrimiento. Durante esta meditación, mientras contemplemos con angustia el aspecto doloroso del sufrimiento de Jesús, también prestaremos atención a su valor redentor. Según el proyecto de Dios, el "Mesías tenía que sufrir (Hch 3, 18; 26, 23), y estos sufrimientos debían ser por nosotros (1 P 2, 21). La conciencia de esto nos llena de una viva esperanza (1 P 1, 3). Y esta esperanza nos mantiene alegres y constantes en la tribulación (Rm 12, 12). Un camino de fe y de esperanza es un largo camino espiritual, atento al más profundo plan de Dios en los procesos cósmicos y en los acontecimientos de la historia humana. Porque bajo la superficie de calamidades naturales, guerras, revoluciones y conflictos de todo tipo, hay una presencia silenciosa, hay una acción divina dirigida. Él permanece escondido en el mundo, en la sociedad, en el universo. La ciencia y la tecnología revelan las maravillas de su grandeza y de su amor: "Sin lenguaje, sin palabras, sin que se oiga su voz, a toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su mensaje" (Sal 19, 3). Él respira esperanza. Revela sus planes a través de su "Palabra", mostrando cómo saca el bien del mal, sea en los pequeños acontecimientos de nuestra vida personal, sea en los grandes acontecimientos de la historia humana. Su "Palabra" muestra la "gloriosa riqueza" del plan de Dios, que dice que él nos libra de nuestros pecados y que Cristo "es en vosotros, esperanza de la gloria" (Col 1, 27). Que este mensaje de esperanza resuene desde Huang-He hasta Colorado, desde el Himalaya hasta los Alpes y los Andes, desde el Missisipi hasta el Brahmaputra. Dice: "Sed fuertes, mantened firme el corazón, vosotros que esperáis en el Señor" (Sal 31, 25). Oración El Santo Padre: Oremos. Breve pausa de silencio. Mira, Dios omnipotente, a la humanidad agotada por su debilidad mortal, y haz que recobre la vida por la pasión de tu único Hijo. Él es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. R. Amén. © Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana |