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S.P. 42: Libro de las Horas "Borromeo" miniado por Cristoforo de Predis, siglo.XV
Biblioteca Ambrosiana

QUINTA ESTACIÓN
Jesús es juzgado por Pilato
  

V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según san Lucas 23, 13-25

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Así que le castigaré y le soltaré». Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ese; suéltanos a Barrabás!». Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!». Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho este? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré». Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

MEDITACIÓN

Jesús está ahora entre las insignias imperiales, los estandartes, las águilas y las enseñas de la autoridad romana, en el interior de otro palacio del poder, el del gobernador Poncio Pilato, un nombre marginal y olvidado en la historia del imperio de Roma. Y, sin embargo, es un nombre que resuena cada domingo en todo el mundo, precisamente a causa del proceso que se está celebrando ahora: en efecto, los cristianos, en el Credo, proclaman que Cristo «fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato». Por un lado, Pilato encarna a primera vista la brutalidad represiva, hasta el punto de que san Lucas, en una página de su Evangelio, recuerda el día en que no dudó en mezclar en el templo la sangre judía con la de los animales del sacrificio[12]. A él se une también otro poder oscuro e impalpable: la fuerza feroz de las masas, manipuladas por las estrategias de los poderes ocultos que traman en la sombra. El resultado es la decisión de indultar a un rebelde homicida, Barrabás.

Por otro lado, sin embargo, emerge un aspecto diverso de Pilato: parece representar la tradicional equidad e imparcialidad del derecho romano. En efecto, tres veces intenta proponer la absolución de Jesús por insuficiencia de pruebas, conminando al máximo la sanción disciplinaria de la flagelación. Efectivamente, en un análisis serio del proceso, la acusación no se sostenía. Por tanto, como reafirman todos los evangelistas, Pilato manifiesta cierta apertura de espíritu, una disponibilidad que sin embargo progresivamente se decolora y se apaga.

* * *

Entonces, bajo la presión de la opinión pública, Pilato encarna una actitud que parece dominar en nuestros días: la indiferencia, el desinterés, la conveniencia personal. Para vivir tranquilos y buscando el propio beneficio, no se duda en pisotear la verdad y la justicia. La inmoralidad explícita engendra al menos una turbación o una reacción; pero esta es pura amoralidad, que paraliza la conciencia, extingue el remordimiento y embota la mente. La indiferencia es la muerte lenta de la verdadera humanidad.

El resultado es la decisión final de Pilato. Como decían los antiguos latinos, una justicia hipócrita y apática es como una telaraña en la que quedan atrapados y mueren los mosquitos pero que los pájaros desgarran con la fuerza de su vuelo. Jesús, que es uno de los pequeños de la tierra, sin poder decir una palabra, es ahogado por esta red. Y como hacemos a menudo también nosotros, Pilato mira hacia otra parte, se lava las manos y aduce como álibi según el evangelista san Juan[13] la eterna pregunta típica de todo escepticismo y de todo relativismo ético: «¿Qué es la verdad?».

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Quis est homo qui non  fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?


[12] Lucas 13, 1

[13] Juan 18, 38.

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana

  

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