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FREDRICH OVERBECK (1789-1869) ACUARELA SOBRE CARTÓN - MUSEOS VATICANOS DECIMOCUARTA ESTACIÓN Jesús es colocado en el sepulcro V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum. Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 50-54 Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado, (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. MEDITACIÓN Primeras luces del sábado. El que era luz del mundo baja al reino de las tinieblas. El cuerpo de Jesús es tragado por la tierra, y con él es tragada toda esperanza. Pero su descendimiento al lugar de los muertos no es para la muerte sino para la vida. Es para reducir a la impotencia al que detentaba el poder sobre la muerte, el diablo (Hb 2, 14), para destruir al último adversario del hombre, la muerte misma (1Co 15, 26), para hacer resplandecer la vida y la inmortalidad (2 Tm 1, 10), para anunciar la buena nueva a los espíritus prisioneros (1 P 3, 19). Jesús se humilla hasta alcanzar a la primera pareja humana, Adán y Eva, aplastados bajo el peso de su culpa. Jesús les tiende la mano, y su rostro se ilumina con la gloria de la resurrección. El primer Adán y el Último se parecen y se reconocen; el primero halla la popia imagen en aquél que un día debía venir a liberarlo junto con todos los demás hijos (Gn 1, 26). Aquel Día ha llegado finalmente. Ahora en Jesús, cada muerte puede, desde aquel momento, desembocar en la vida. ORACIÓN Jesús, Señor rico en misericordia, te has hecho hombre para ser nuestro hermano, y, con tu muerte vencer la muerte. Has descendido a los infiernos para liberar a la humanidad, para hacernos revivir contigo, resucitados llamados a sentarnos en los cielos junto a ti (cf. Ef 2, 4-6). Buen pastor que nos conduces a aguas tranquilas, tómanos de la mano cuando atravesemos las sombras de la muerte (Sal 23, 2-4), a fin de que permanezcamos contigo, para contemplar eternamente tu gloria (Jn 17, 24). Jesús, envuelto en una sábana y colocado en la tumba, esperas que, rodada la piedra, se rompa el silencio de la muerte con el júbilo del aleluya perenne. R /. A ti la alabanza y la gloria por los siglos. Todos: Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo. Quando corpus morietur, fac ut animæ donetur paradisi goria. Amen. El Santo Padre dirige su palabra a los presentes. Al final del discurso el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica: V /. Dominus vobiscum. R /. Et cum spiritu tuo. V /. Sit nomen Domini benedictum. R /. Ex hoc nunc et usque in sæculum. V /. Adiutorium nostrum nomine Domini. R /. Qui fecit cælum et terram. V /. Benedicat vos omnipotens Deus, Pater, et Filius, et, Spiritus Sanctus. R /. Amen. |