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ANÓNIMO DEL S. XVI ESMALTE DE LIMOGES SOBRE LÁMINA DE COBRE - MUSEOS VATICANOS UNDÉCIMA ESTACIÓN Jesús promete su Reino al buen ladrón V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum. Lectura del Evangelio según San Lucas. 23, 33-34. 39-43 Cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera", lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y el otro a la izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ¿no eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros! Pero el otro lo increpaba: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos, en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino". Jesús le contestó: "te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso". MEDITACIÓN El lugar de la Calavera, sepulcro de Adán, el primer hombre, patíbulo de Jesús, el hombre nuevo. El madero de la cruz, instrumento de muerte ostentada, arca de perdón concedido. Junto a Jesús, que pasó entre la gente haciendo el bien, dos hombres condenados por haber hecho el mal. Otros dos habían pedido estar uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús, se habían declarado también dispuestos a recibir el mismo bautismo, a beber el mismo cáliz (Mc 10, 38-39). Pero ahora no están aquí, otros les han precedido en el monte Calvario. Uno de ellos invoca a un Mesías que se salve a sí mismo y a los dos, allí y enseguida, el otro se dirige a Jesús, para que se acuerde de él cuando entre en su Reino. Quien comparte los escarnios de la muchedumbre no recibe respuesta, quien reconoce la inocencia de un condenado a muerte consigue una inmediata promesa de vida. ORACIÓN Jesús, amigo de los pecadores y publicanos (Mt 9,11; 11,19; Lc 15, 1-2), tú has venido para salvar no a los justos sino a los pecadores (Mt 9, 13) y has querido darnos la prueba de tu amor "tan grande" (Ef 2, 4 Vulg) y de la abundancia de tu misericordia, aceptando morir por nosotros mientras éramos aún pecadores (Rm 5,8). Vuelve tu mirada de bondad sobre nosotros, y, después de que hayamos gustado la amargura purificadora de la humillación, acógenos en tus brazos, llenos de misericordia paterna, y transforma con tu perdón el barro del pecado en traje de gloria. Jesús, proclamado inocente por un malhechor, compañero de pena: para ti y para tu compañero ha llegado la hora de entrar en el Reino. R /. A ti la alabanza y la gloria por los siglos. Todos: Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo. Sancta mater, istud agas, Crucifixi fige plagas cordi meo valide. |