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Discorso del Santo Padre Francesco alla “Clinton Global Initiative 2023″, 19.09.2023


Pubblichiamo di seguito il discorso che il Santo Padre Francesco ha pronunciato nel pomeriggio di ieri, in collegamento da remoto, alla “Clinton Global Initiative 2023″:

Discorso del Santo Padre

 

Gracias, señor Presidente, por invitarme a su reunión. Muchas gracias.

Es importante difundir una cultura del encuentro, una cultura del diálogo, una cultura de la escucha y de la comprensión.

Es necesario compartir el parecer sobre cómo contribuir al bien común y cómo no dejar de lado a las personas más vulnerables, como los niños, que a través de la Fundación “Bambino Gesù”, están en el origen de nuestro encuentro.

Lo sabemos todos, vivimos en un cambio de época. Sólo juntos podremos salir de él mejores —juntos—. Sólo juntos podremos sanar al mundo del anonimato de la globalización de la indiferencia.

Usted, señor Presidente, se ha referido a los numerosos retos de la actualidad: el cambio climático, las crisis humanitarias que afectan a migrantes y refugiados, el cuidado de los niños y tantos otros.

A estos añadiría uno más, el viento de guerra que sopla en todo el mundo, alimentando —con ese espíritu de guerra— lo que he llamado muchas veces “la tercera guerra mundial a pedacitos”, que ahora nos implica a todos.

Es necesaria una gran y común asunción de responsabilidades. Ningún reto, ningún desafío es demasiado grande si lo afrontamos desde la conversión personal de cada uno de nosotros, desde la aportación que cada uno pueda hacer para superarlo, y desde la conciencia de formar parte de un mismo destino. Ningún reto puede ser afrontado solo, —en solitario—. Sólo juntos lo podremos hacer, como hermanas y hermanos, hijos de Dios.

Por eso animo siempre a todas las mujeres y hombres de buena voluntad —y quiero hacerlo también aquí— y les digo: no se rindan —no se rindan ante las dificultades—; porque las dificultades forman parte de la vida. Y la mejor manera de afrontarlas es buscando siempre el bien común, pero nunca solos, siempre juntos.

En las dificultades puede surgir lo mejor o lo peor de nosotros mismos. Ahí reside el reto, el desafío. Debemos combatir el egoísmo, el narcisismo y la división con la generosidad, la humildad y el diálogo; es siempre mejor la unidad que el conflicto.

Es hora de encontrar el cambio hacia la paz, el cambio hacia la fraternidad. Es hora de que cesen las armas, de que volvamos al diálogo y a la diplomacia. Es hora de que cesen los designios de conquista y de agresión militar. Por eso repito: no a la guerra, —no a la guerra—.

Es hora de trabajar juntos para detener la catástrofe ecológica, antes de que sea demasiado tarde. Por eso he decidido escribir un nuevo documento, ocho años después de la Encíclica Laudato si’.

Detengámonos mientras hay tiempo, por favor, —deténganos mientras hay tiempo—.

Es también hora de afrontar juntos las emergencias migratorias, recordando de que no hablamos de números, sino de personas: hombres, mujeres y niños. Cuando hablamos de migración, pensemos en los ojos de los niños que encontramos en los campos de refugiados. Es hora de pensar en los más pequeños, en los niños, en su educación, en su cuidado.

Como usted sabe, señor Presidente, este encuentro tiene su origen en un pequeño gran proyecto que me interesa mucho. Que tiene que ver con los niños y su salud.

En Italia, en Roma, cerca del Vaticano, hay un hospital muy especial: el Hospital Pediátrico Bambino Gesù. En el mundo se le conoce como el hospital del Papa, pero para mí no es por eso que es “único”. Es evidente que nuestro pequeño gran hospital no puede resolver los problemas de los niños enfermos de todo el mundo; sin embargo, quiere ser una señal, un testimonio de cómo es posible —en medio de tantos esfuerzos— combinar una gran investigación científica, destinada a curar a los niños, con la acogida gratuita de los necesitados. Ciencia y hospitalidad, que rara vez se unen en el mismo ámbito.

Hace tres años —en plena emergencia Covid—, bauticé a dos niñas siamesas, Ervina y Prefina, que estaban unidas por la cabeza, y que fueron separadas por los médicos del Bambino Gesù, en una operación muy complicada; —venían de Centroáfrica, donde probablemente habrían muerto y ahora están bien—; hicieron lo mismo con otras parejas de gemelos y con muchos niños de países pobres. Y todo “pro-bono”.

El hospital acoge a los niños. Por eso aquí en el Vaticano, en nuestro helipuerto, a menudo aterrizan helicópteros con niños traídos de urgencia de varias partes.

En estos terribles meses marcados por la guerra, el Hospital Bambino Gesù ha atendido a más de dos mil pequeños pacientes ucranianos, que huyeron de su país junto con sus padres y familiares.

En el campo de la salud, hoy más que nunca, la primera y más concreta forma de caridad es la ciencia: la capacidad de curar que, sin embargo, debe ser accesible a todos. Así pues, el Bambino Gesù es un signo concreto de la caridad y de la misericordia de la Iglesia.

Existen enfermedades insanables, pero no existen niños incurables. Esto tengámoslo claro, —existen enfermedades insanables, pero no existen niños incurables—.

Este es el sello distintivo del Hospital Bambino Gesù, este es su sueño, que también pueda ser vuestro. Si lo desean.

Gracias señor Presidente, gracias a todos ustedes y les deseo que tengan un buen día. Gracias.

2 respuesta:

Me preocupan ambas cosas, los niños y el cambio climático.

Por favor, sobre el cambio climático actuemos antes de que sea tarde.

[01404-ES.01] [Texto original: Español]

[B0640-XX.01]