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#ViaggioApostolico di Sua Santità Francesco in Thailandia e Giappone (19-26 novembre 2019) - Messaggio sulle Armi Nucleari presso l’Atomic Bomb Hypocenter Park di Nagasaki, 24.11.2019


Messaggio sulle Armi Nucleari presso l’Atomic Bomb Hypocenter Park di Nagasaki

Messaggio del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua araba

Questa mattina, lasciata la Nunziatura Apostolica, il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto all’Aeroporto di Tokyo-Haneda da dove, alle ore 7.45 locali (23.45 ora di Roma di sabato 23 novembre), a bordo di un A321 della All Nippon Airways, è partito per Nagasaki.

Al Suo arrivo all’Aeroporto di Nagasaki, alle 9.20 locali (1.20 ora di Roma), il Papa è stato accolto da alcune Autorità civili ed ecclesiastiche e da due bambini in abito tradizionale che gli hanno offerto dei fiori. Quindi si è trasferito in auto all’Atomic Bomb Hypocenter Park di Nagasaki, situato all’interno del Parco della Pace.

Al Suo arrivo all’Atomic Bomb Hypocenter Papa Francesco è stato accolto dal Governatore e dal Sindaco di Nagasaki. Nei pressi del podio, due vittime hanno offerto al Santo Padre una corona di fiori bianchi che egli ha deposto ai piedi del monumento. Il Papa ha acceso poi una candela e, dopo aver sostato in preghiera silenziosa davanti al Monumento, ha letto il Suo Messaggio sulle Armi Nucleari. Mentre veniva intonato il canto finale, il Santo Padre ha salutato la moglie e il figlio del fotografo Joe O’Donnell, autore dell’immagine simbolo dell’esplosione atomica a Nagasaki. Quindi il Santo Padre si è recato in auto a Nishizaka Hill, luogo in cui, nel 1597, furono giustiziati San Paolo Miki insieme a 25 compagni martiri.

Pubblichiamo di seguito il Messaggio sulle Armi Nucleari che il Papa ha letto nel corso della sua visita all’Atomic Bomb Hypocenter Park di Nagasaki:

Messaggio del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Este lugar nos hace más conscientes del dolor y del horror que los seres humanos somos capaces de infringirnos. La cruz bombardeada y la estatua de Nuestra Señora, recientemente descubiertas en la Catedral de Nagasaki, nos recuerdan una vez más el indescriptible horror sufrido en su propia carne por las víctimas y sus familias.

Uno de los anhelos más profundos del corazón humano es el deseo de paz y estabilidad. La posesión de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva no son la respuesta más acertada a este deseo; es más, parecen continuamente ponerlo a prueba. Nuestro mundo vive la perversa dicotomía de querer defender y garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza, que termina por envenenar las relaciones entre pueblos e impedir todo posible diálogo.

La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total; sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana de hoy y de mañana.

Aquí, en esta ciudad, que es testigo de las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales de un ataque nuclear, serán siempre pocos todos los intentos de alzar nuestra voz contra la carrera armamentista. Esta desperdicia recursos valiosos que podrían, en cambio, utilizarse en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para la protección del ambiente natural. En el mundo de hoy, en el que millones de niños y familias viven en condiciones infrahumanas, el dinero que se gasta y las fortunas que se ganan en la fabricación, modernización, mantenimiento y venta de armas, cada vez más destructivas, son un atentado continuo que clama al cielo.

Un mundo en paz, libre de armas nucleares, es la aspiración de millones de hombres y mujeres en todas partes. Convertir este ideal en realidad requiere la participación de todos: las personas, las comunidades religiosas, la sociedad civil, los Estados que poseen armas nucleares y aquellos que no las poseen, los sectores militares y privados, y las organizaciones internacionales. Nuestra respuesta a la amenaza de las armas nucleares debe ser colectiva y concertada, basada en la construcción ardua pero constante de una confianza mutua que rompa la dinámica de desconfianza actualmente prevaleciente. En 1963, el Papa san Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris, solicitando también la prohibición de las armas atómicas (cf. n. 112), afirmó que «una paz internacional verdadera y constante no puede apoyarse en el equilibrio de las fuerzas militares, sino únicamente en la confianza recíproca» (n. 113).

Es necesario romper la dinámica de desconfianza que prevale actualmente, y que hace correr el riesgo de conducir al desmantelamiento de la arquitectura internacional de control de las armas. Estamos presenciando una erosión del multilateralismo, aún más grave ante el desarrollo de las nuevas tecnologías de armas; este enfoque parece bastante incongruente en el contexto actual marcado por la interconexión, y constituye una situación que reclama una urgente atención por parte de todos los líderes, así como dedicación también.

La Iglesia Católica, por su parte, está irrevocablemente comprometida con la decisión de promover la paz entre los pueblos y las naciones. Es un deber al que se siente obligada ante Dios y ante todos los hombres y mujeres de esta tierra. Nunca podemos cansarnos de trabajar e insistir con celeridad en apoyo a los principales instrumentos jurídicos internacionales de desarme y no proliferación nuclear, incluido el Tratado sobre la prohibición de armas nucleares. En julio pasado, los obispos de Japón lanzaron un llamado para la abolición de las armas nucleares, y cada agosto la Iglesia nipona celebra un encuentro de oración de diez días por la paz. Que la oración, la búsqueda infatigable en la promoción de acuerdos, la insistencia en el diálogo, sean las “armas” en las que pongamos nuestra confianza y también la fuente de inspiración de los esfuerzos para construir un mundo de justicia y solidaridad que brinde garantías reales para la paz.

Con el convencimiento de que un mundo sin armas nucleares es posible y necesario, pido a los líderes políticos que no se olviden de que las mismas no nos defienden de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo. Es necesario considerar el impacto catastrófico de un uso desde el punto de vista humanitario y ambiental, renunciando al fortalecimiento de un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por doctrinas nucleares. El estado actual de nuestro planeta reclama, por su parte, una reflexión seria sobre cómo todos estos recursos podrían ser utilizados, con referencia a la compleja y difícil implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y alcanzar así objetivos como el desarrollo humano integral. Así lo sugirió ya, en 1964, el Papa san Pablo VI, cuando propuso ayudar a los más desheredados a través de un Fondo Mundial, alimentado con una parte de los gastos militares (cf. Discurso a los periodistas, Bombay, 4 diciembre 1964; Carta enc. Populorum progressio, 26 marzo 1967, 51).

Por todo esto, resulta crucial crear herramientas que aseguren la confianza y el desarrollo mutuo, y contar con líderes que estén a la altura de las circunstancias. Tarea que, a su vez, nos involucra y nos reclama a todos. Nadie puede ser indiferente ante el dolor sufriente de millones de hombres y mujeres que hoy siguen golpeando a nuestras conciencias; nadie puede ser sordo ante el grito del hermano que desde su herida llama; nadie puede ser ciego ante las ruinas de una cultura incapaz de dialogar.

Les pido unirnos en oraciones cada día por la conversión de las conciencias y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y de la fraternidad. Una fraternidad que sepa reconocer y garantizar las diferencias en la búsqueda de un destino común.

Sé que algunos de los aquí presentes no son católicos, pero estoy seguro de que todos podemos hacer nuestra la oración por la paz atribuida a san Francisco de Asís:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:

donde haya odio, ponga yo amor;

donde haya ofensa, ponga yo perdón;

donde haya duda, ponga yo fe;

donde haya desesperación, ponga yo esperanza;

donde haya tinieblas, ponga yo luz;

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

En este lugar de memoria, que nos sobrecoge y no puede dejarnos indiferentes, es aún más significativo confiar en Dios, para que nos enseñe a ser instrumentos efectivos de paz y a trabajar también para no cometer los mismos errores del pasado.

Que ustedes y sus familias, y toda la nación, puedan experimentar las bendiciones de la prosperidad y la armonía social.

[01857-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari fratelli e sorelle!

Questo luogo ci rende più consapevoli del dolore e dell’orrore che come esseri umani siamo in grado di infliggerci. La croce bombardata e la statua della Madonna, recentemente scoperta nella Cattedrale di Nagasaki, ci ricordano ancora una volta l’orrore indicibile subito nella propria carne dalle vittime e dalle loro famiglie.

Uno dei desideri più profondi del cuore umano è il desiderio di pace e stabilità. Il possesso di armi nucleari e di altre armi di distruzione di massa non è la migliore risposta a questo desiderio; anzi, sembrano metterlo continuamente alla prova. Il nostro mondo vive la dicotomia perversa di voler difendere e garantire la stabilità e la pace sulla base di una falsa sicurezza supportata da una mentalità di paura e sfiducia, che finisce per avvelenare le relazioni tra i popoli e impedire ogni possibile dialogo.

La pace e la stabilità internazionale sono incompatibili con qualsiasi tentativo di costruire sulla paura della reciproca distruzione o su una minaccia di annientamento totale; sono possibili solo a partire da un’etica globale di solidarietà e cooperazione al servizio di un futuro modellato dall’interdipendenza e dalla corresponsabilità nell’intera famiglia umana di oggi e di domani.

Qui, in questa città, che è testimone delle catastrofiche conseguenze umanitarie e ambientali di un attacco nucleare, non saranno mai abbastanza i tentativi di alzare la voce contro la corsa agli armamenti. Questa infatti spreca risorse preziose che potrebbero invece essere utilizzate a vantaggio dello sviluppo integrale dei popoli e per la protezione dell’ambiente naturale. Nel mondo di oggi, dove milioni di bambini e famiglie vivono in condizioni disumane, i soldi spesi e le fortune guadagnate per fabbricare, ammodernare, mantenere e vendere le armi, sempre più distruttive, sono un attentato continuo che grida al cielo.

Un mondo in pace, libero da armi nucleari, è l’aspirazione di milioni di uomini e donne in ogni luogo. Trasformare questo ideale in realtà richiede la partecipazione di tutti: le persone, le comunità religiose, le società civili, gli Stati che possiedono armi nucleari e quelli che non le possiedono, i settori militari e privati e le organizzazioni internazionali. La nostra risposta alla minaccia delle armi nucleari dev’essere collettiva e concertata, basata sull’ardua ma costante costruzione di una fiducia reciproca che spezzi la dinamica di diffidenza attualmente prevalente. Nel 1963, il Papa San Giovanni XXIII nell’Enciclica Pacem in terris, chiedendo pure la proibizione delle armi atomiche (cfr n. 60), affermò che una vera e duratura pace internazionale non può poggiare sull’equilibrio delle forze militari, ma solo sulla fiducia reciproca (cfr n. 61).

È necessario rompere la dinamica della diffidenza che attualmente prevale e che fa correre il rischio di arrivare allo smantellamento dell’architettura internazionale di controllo degli armamenti. Stiamo assistendo a un’erosione del multilateralismo, ancora più grave di fronte allo sviluppo delle nuove tecnologie delle armi; questo approccio sembra piuttosto incoerente nell’attuale contesto segnato dall’interconnessione e costituisce una situazione che richiede urgente attenzione e anche dedizione da parte di tutti i leader.

La Chiesa Cattolica, da parte sua, è irrevocabilmente impegnata nella decisione di promuovere la pace tra i popoli e le nazioni: è un dovere per il quale si sente obbligata davanti a Dio e davanti a tutti gli uomini e le donne di questa terra. Non possiamo mai stancarci di lavorare e di insistere senza indugi a sostegno dei principali strumenti giuridici internazionali di disarmo e non proliferazione nucleare, compreso il Trattato sul divieto delle armi nucleari. Nel luglio scorso, i vescovi del Giappone hanno lanciato un appello per l’abolizione delle armi nucleari, e in ogni mese di agosto la Chiesa giapponese celebra un incontro di preghiera di dieci giorni per la pace. Possano la preghiera, la ricerca instancabile per la promozione di accordi, l’insistenza sul dialogo essere le “armi” in cui riponiamo la nostra fiducia e anche la fonte di ispirazione degli sforzi per costruire un mondo di giustizia e solidarietà che fornisca reali garanzie per la pace.

Nella convinzione che un mondo senza armi nucleari è possibile e necessario, chiedo ai leader politici di non dimenticare che queste non ci difendono dalle minacce alla sicurezza nazionale e internazionale del nostro tempo. Occorre considerare l’impatto catastrofico del loro uso dal punto di vista umanitario e ambientale, rinunciando a rafforzare un clima di paura, diffidenza e ostilità, fomentato dalle dottrine nucleari. Lo stato attuale del nostro pianeta richiede, a sua volta, una seria riflessione su come tutte queste risorse potrebbero essere utilizzate, con riferimento alla complessa e difficile attuazione dell’Agenda 2030 per lo sviluppo sostenibile, e quindi raggiungere obiettivi come lo sviluppo umano integrale. È quanto già suggerì, nel 1964, il Papa San Paolo VI, quando propose di aiutare i più diseredati attraverso un Fondo Mondiale, alimentato con una parte delle spese militari (cfr Discorso ai giornalisti, Mumbai, 4 dicembre 1964; Enc. Populorum progressio, 26 marzo 1967, 51).

Per tutto questo, risulta cruciale creare strumenti che garantiscano la fiducia e lo sviluppo reciproco e poter contare su leader che siano all’altezza delle circostanze. Compito che, a sua volta, ci coinvolge e ci interpella tutti. Nessuno può essere indifferente davanti al dolore di milioni di uomini e donne che ancor oggi continua a colpire le nostre coscienze; nessuno può essere sordo al grido del fratello che chiama dalla sua ferita; nessuno può essere cieco davanti alle rovine di una cultura incapace di dialogare.

Vi chiedo di unirci in preghiera ogni giorno per la conversione delle coscienze e per il trionfo di una cultura della vita, della riconciliazione e della fraternità. Una fraternità che sappia riconoscere e garantire le differenze nella ricerca di un destino comune.

So che alcuni dei presenti qui non sono cattolici, ma sono sicuro che tutti possiamo fare nostra la preghiera per la pace attribuita a San Francesco d’Assisi:

Signore, fa’ di me uno strumento della tua pace:
dov’è odio, ch’io porti l’amore;
dov’è offesa, ch’io porti il perdono;
dov’è dubbio, ch’io porti la fede;
dov’è disperazione, ch’io porti la speranza;
dove sono le tenebre, ch’io porti la luce;
dov’è tristezza, ch’io porti la gioia.

In questo luogo di memoria, che ci impressiona e non può lasciarci indifferenti, è ancora più significativo confidare in Dio, perché ci insegni ad essere strumenti efficaci di pace e a lavorare per non commettere gli stessi errori del passato.

Che voi e le vostre famiglie, e l’intera Nazione, possiate sperimentare le benedizioni della prosperità e dell’armonia sociale!

[01857-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua araba

الزيارة الرسولية إلى اليابان

كلمة قداسة البابا فرنسيس

حول الأسلحة النوويّة

ناغازاكي، النصب التذكاري للسلام

24 نوفمبر/تشرين الثاني 2019

أيّها الإخوة والأخوات الأعزّاء!

إن هذا المكان يزيدنا وعيًا بالألم والذعر الذي يمكن أن نلحقه ببعضنا البعض كبشر. فالصليب الذي تضرّر من جرّاء القصف، وتمثال العذراء الذي تمّ اكتشافه مؤخّرًا في كاتدرائية ناغازاكي، يذكّراننا مجدّدًا بالرعب الفظيع الذي أصاب أجساد الضحايا وأجساد أقاربهم.

إن إحدى أعمق رغبات القلب البشري هو الرغبة في السلام والاستقرار. ولا يشكّل امتلاكُ الأسلحة النووية وغيرها من أسلحة الدمار الشامل أفضلَ استجابة لهذه الرغبة؛ لا بل يبدو أنه يبتليها على الدوام. يعيش عالمنا اليوم انقسامًا شاذًّا في إرادته أن يدافع عن الاستقرار والسلام ويضمنهما على أساس أمان زائف يرتكز على عقلية الخوف وانعدام الثقة التي تؤدّي إلى إفساد العلاقات بين الشعوب ومنع أيّ حوار ممكن.

إن السلام والاستقرار الدولي يتعارضان مع أيّ محاولة لبناء علاقات على أسس الخوف من تدمير متبادل أو على التهديد بإبادة تامّة؛ فلا يمكن تحقيقهما إلّا من خلال أخلاقيّات عالميّة من التضامن والتعاون في خدمة مستقبل يرتكز على الاعتماد المتبادل والمسؤولية المشتركة في الأسرة البشرية بأكملها اليوم كما في الغد.

إن محاولات رفع الصوت ضدّ سباق التسلّح لن تكون أبدًا كافية في هذه المدينة، التي تشهد على العواقب الإنسانية والبيئية الكارثية لهجوم نووي. والتسلّح في الواقع يهدر الموارد الثمينة التي يمكن استخدامها عوضًا عن ذلك، لصالح التنمية المتكاملة للشعوب وحماية البيئة الطبيعية. إن الأموال التي تُنفق والثروات المكتسبة من تصنيع الأسلحة –وقدرتها على التدمير هي في ازدياد دائم- وتحديثها وصيانتها وبيعها، في عالم اليوم، حيث يعيش ملايين الأطفال والأسر في ظروف غير إنسانية، تشكّل جريمة مستمرّة يطال صراخها السماء.

طموح ملايين الرجال والنساء في كلّ مكان هو عالم يسوده السلام، وخالي من الأسلحة النووية. وتحقيق هذا الطموح يتطلّب مشاركة الجميع: الأشخاص، والجماعات الدينية، والمجتمعات المدنية، والدول التي تمتلك أسلحة نووية، وتلك التي لا تمتلكها، والقطاعين العسكري والخاص، والمنظّمات الدولية. يجب أن يكون ردّنا على تهديد الأسلحة النووية جماعيًّا ومتضافرًا، يرتكز على البناء الشاقّ والمستمرّ لثقة متبادلة تكسر ديناميكية الريب السائدة حاليًّا. وقد أكّد البابا القدّيس يوحنا الثالث والعشرون، عام 1963، في الرسالة العامة السلام على الأرض، مطالبًا أيضًا بحظر الأسلحة النووية (را. عدد 60)، أن السلام الدولي الحقيقي والدائم لا يمكن أن يرتكز على توازن القوّات العسكرية، إنما على الثقة المتبادلة وحدها (را. عدد 61).

من الضروري إذًا كسر ديناميكية الريب التي تسود حاليًا والتي قد تقود إلى خطر تفكيك الهيكليّة الدولية لمنع انتشار الأسلحة. إننا نشهد تآكلَ تعدّدية الأطراف، وهذا أكثر خطورة إزاء تطوّر التقنيّات الأسلحة الجديدة؛ هذا النهج يبدو بالأحرى غير متناسق في السياق الحالي الذي يتميّز بالترابط، ويشكّل وضعًا يتطلّب اهتمامًا وتفانيًا عاجلين من جانب جميع القادة.

أمّا الكنيسة الكاثوليكية، من جانبها، فهي ملتزمة بشكل نهائي بقرار تعزيز السلام بين الشعوب والأمم: واجبٌ تشعر أنها ملزَمَة به أمام الله وأمام جميع رجال ونساء هذه الأرض. لا يمكننا أبدًا أن نكلّ من العمل والإصرار، وبشكل ملحّ، على دعم المواد التشريعية الدولية الرئيسية لنزع السلاح النووي وعدم انتشاره، بما في ذلك معاهدة عدم انتشار الأسلحة النووية. وقد أطلق أساقفة اليابان، في شهر يوليو/تموز الماضي، نداءً لحظر الأسلحة النووية، وتحتفل الكنيسة اليابانية كذلك، في شهر أغسطس/آب من كلّ عام، بلقاءِ صلاةٍ من أجل السلام لمدّة عشرة أيام. عسى أن تكون الصلاة، والبحث الدؤوب لتعزيز الاتّفاقيات، والإصرار على الحوار، "الأسلحة" التي نضع فيها ثقتنا وأيضًا مصدر الإلهام للجهود المبذولة لبناء عالمٍ من العدالة والتضامن يوفّر ضمانات حقيقيّة للسلام.

إيمانًا بأن عالمًا خالٍ من الأسلحة النووية هو أمر ممكن وضروريّ، أطلب من الزعماء السياسيّين ألّا ينسوا أن الأسلحة لا تحمينا من التهديدات التي يتعرّض لها الأمن القوميّ والدوليّ في عصرنا. فمن الضروريّ النظر في العواقب المأساويّة لاستخدامها من وجهة النظر الإنسانيّة والبيئية، والتوقّف عن تعزيز مناخٍ من الخوف والشكّ والعداء تنمّيه النظريات التي تدعم استخدام الطاقة النووية. تتطلّب الحالة الراهنة لكوكبنا، بدورها، تفكيرًا جادًّا في كيفيّة استخدام جميع هذه الموارد، مع الإشارة إلى تعقيد وصعوبة تنفيذ خطّة التنمية المستدامة لعام 2030، وبالتالي تحقيق أهدافٍ مثل هدف التنمية البشرية المتكاملة. هذا ما طرحه البابا بولس السادس في عام 1964، عندما اقترح مساعدة الأكثر حرمانًا عبر صندوق عالمي، يموّله جزء من النفقات العسكريّة (را. كلمة البابا للصحفيين، مومباي، 4 ديسمبر/كانون الأوّل 1964؛ الرسالة العامة ترقّي الشعوب، 26 مارس/آذار 1967، 51).

لهذه الأسباب، من الضروريّ إنشاء أدوات تضمن الثقة والتنمية المتبادلة والقدرة على الاعتماد على قادة يكونون على مستوى هذه الظروف. إنها مهمّة تُشرِكنا بدورها، وتستحثّنا جميعًا. فلا يمكن لأحد أن يكون غير مبالٍ بألم ملايين الرجال والنساء، ألمٌ ما زال حتى اليوم يؤلم ضمائرنا؛ لا يمكن لأحد أن يتجاهل نداء الأخ الذي يصرخ من جرحه؛ لا يمكن لأحد أن يتغاضى عن أنقاض ثقافة غير قادرة على الحوار.

أطلب منكم أن نتحدّ في الصلاة كلّ يوم من أجل توبة الضمائر وانتصار ثقافة الحياة والمصالحة والأخوّة. أخوّة تعرف كيف تعترف بالاختلافات وتضمنها ضمن البحث عن مصير مشترك.

أعلم أن بعض الحاضرين هنا ليسوا كاثوليك، لكنني متأكّد من أنه يمكننا جميعًا أن نتبنّى الصلاة من أجل السلام المنسوبة إلى القدّيس فرنسيس الأسيزي:

يا ربّ استعملني لسلامِكَ،

فأضع الحبَّ حيثُ البغض، والمغفرة حيثُ الإســاءَة،

والاتّفاق حـيثُ الخِلاف، والحقيقةَ حيثُ الضــلال،

والإيمـانَ حيـثُ الشَّك، والـرجـاءَ حيثُ الـيأس،

والنورَ حـيثُ الـظـلام، والــفـرحَ حيثُ الكآبة.

في مكان الذكرى هذا، الذي يدهشنا ولا يمكن أن يتركنا غير مبالين، من المهمّ أن نضع ثقتنا بالله، كي يعلّمنا أن نكون أدوات سلام فعّالة، وأن نعمل على تجنّب ارتكاب نفس أخطاء الماضي.

أتمنّى لكم ولعائلاتكم وللأمة بأكملها التنعّم ببركات الازدهار والتناغم الاجتماعي!

[01857-AR.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0916-XX.02]