Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Incontro del Santo Padre Francesco con i Partecipanti alla 42ma Sessione del Consiglio dei Governatori del Fondo Internazionale per lo Sviluppo Agricolo (IFAD), Agenzia delle Nazioni Unite a Roma, 14.02.2019


 

Discorso del Santo Padre al Consiglio dei Governatori dell’IFAD

Saluto del Santo Padre a un gruppo di rappresentanti delle popolazioni indigene

Saluto del Santo Padre al personale dell’IFAD

 

Alle ore 8.50 di questa mattina, il Santo Padre Francesco si è recato alla Sede della FAO in Roma, per l’Incontro con i Partecipanti alla cerimonia di apertura della 42ma Sessione del Consiglio dei Governatori del Fondo Internazionale per lo Sviluppo Agricolo (IFAD).

Al suo arrivo, il Papa è stato accolto dal Presidente dell’IFAD, Gilbert F. Houngbo. Quindi, dopo la Firma del Libro d’Onore e lo scambio dei doni, ha raggiunto la Sala dove ha avuto luogo la cerimonia di apertura.

Nel corso della visita, dopo aver rivolto un Discorso al Consiglio dei Governatori nella sessione di apertura dei lavori, il Papa ha salutato un gruppo di rappresentanti delle popolazioni indigene e rivolto un indirizzo di saluto al personale dell’IFAD. Alle 10.50 il Santo Padre ha lasciato la sede della FAO in Roma ed ha fatto rientro in Vaticano.

Riportiamo di seguito i testi dei discorsi che il Papa ha pronunciato nel corso della visita:

Discorso del Santo Padre al Consiglio dei Governatori dell’IFAD

Señor Presidente del FIDA,
Señores Jefes de Estado,
Señor Presidente del Consejo de Ministros de Italia,
Señores Ministros,
Señores Delegados y Representantes Permanentes de los Estados miembros,
Señoras y señores:

He aceptado con gusto la invitación que usted me ha dirigido, señor Presidente, en nombre del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), para esta ceremonia de apertura de la cuadragésima segunda sesión del Consejo de Gobernadores de esta Organización intergubernamental.

Mi presencia desea traer a esta Sede los anhelos y necesidades de la multitud de hermanos nuestros que sufren en el mundo. Me gustaría que pudiéramos mirar sus rostros sin sonrojarnos, porque finalmente su clamor ha sido escuchado y sus preocupaciones atendidas. Ellos viven situaciones precarias: el aire está viciado, los recursos naturales esquilmados, los ríos contaminados, los suelos acidificados; no tienen agua suficiente para ellos mismos ni para sus cultivos; sus infraestructuras sanitarias son muy deficientes, sus viviendas escasas y defectuosas.

Y estas realidades se prolongan en el tiempo cuando, por otra parte, nuestra sociedad ha alcanzado grandes logros en otros ámbitos del saber. Esto quiere decir que estamos ante una sociedad que es capaz de avanzar en sus propósitos de bien; y también vencerá la batalla contra el hambre y la miseria, si se lo plantea con seriedad. Estar decididos en esta lucha es primordial para que podamos escuchar —no como un eslogan sino de verdad—: “El hambre no tiene presente ni futuro. Solo pasado”. Para esto, es necesario la ayuda de la comunidad internacional, de la sociedad civil y de cuantos poseen recursos. Las responsabilidades no se evaden, pasándolas de unos a otros, sino que se van asumiendo para ofrecer soluciones concretas y reales. Son éstas las soluciones concretas y reales las que debemos pasar de unos a otros.

La Santa Sede siempre ha alentado los esfuerzos desplegados por las agencias internacionales para afrontar la pobreza. Ya en diciembre de 1964 san Pablo VI, pidió en Bombay y posteriormente reiteró en otras circunstancias, la creación de un Fondo mundial para combatir la miseria y dar un impulso decisivo a la promoción integral de las zonas más depauperadas de la humanidad (cf. Discurso a los participantes en la Conferencia Mundial sobre la Alimentación, 9 noviembre 1974). Y desde entonces, sus sucesores no hemos cesado de animar e impulsar iniciativas semejantes, uno de cuyos ejemplos más notorios es el FIDA.

Esta 42 sesión del Consejo de Gobernadores del FIDA sigue en esta lógica y tiene ante ella un trabajo fascinante y crucial: crear posibilidades inéditas, despejar vacilaciones y poner a cada pueblo en condiciones de afrontar las necesidades que lo afligen. La comunidad internacional, que elaboró la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, necesita dar pasos ulteriores para la consecución real de los 17 objetivos que la conforman. A este respecto, la aportación del FIDA resulta imprescindible para poder cumplir los dos primeros objetivos de la Agenda, los referidos a la erradicación de la pobreza, la lucha contra el hambre y la promoción de la soberanía alimentaria. Y nada de ello será posible sin lograr el desarrollo rural, un desarrollo del que viene hablándose desde hace tiempo pero que no termina de concretarse. Y resulta paradójico que buena parte de los más de 820 millones de personas que sufren hambre y malnutrición en el mundo viva en zonas rurales, esto es paradójico, y se dedique a la producción de alimentos y sea campesina. Además, el éxodo del campo a la ciudad es una tendencia global que no podemos obviar en nuestras consideraciones.

El desarrollo local, por lo tanto, tiene valor en sí mismo y no en función de otros objetivos. Se trata de lograr que cada persona y cada comunidad pueda desplegar sus propias capacidades de un modo pleno, viviendo así una vida humana digna de tal nombre. Ayudar a desplegar esto, pero no de arriba hacia abajo, sino con ellos y para ellos –“pour et avec”– dijo el Señor Presidente.

Exhorto a cuantos tienen responsabilidad en las naciones y en los organismos intergubernamentales, así como a quienes pueden contribuir desde el sector público y privado, a desarrollar los cauces necesarios para que puedan implementarse las medidas adecuadas en las regiones rurales de la tierra, para que puedan ser artífices responsables de su producción y progreso.

Los problemas que signan negativamente el destino de muchos hermanos nuestros en la hora presente no podrán resolverse en forma aislada, ocasional o efímera. Hoy más que nunca hemos de sumar esfuerzos, lograr consensos, estrechar vínculos. Los retos actuales son tan intrincados y complejos que no podemos seguir afrontándolos de forma ocasional, con resoluciones de emergencia. Habría que otorgar protagonismo directo a los propios afectados por la indigencia, sin considerarlos meros receptores de una ayuda que puede acabar generando dependencias. Y cuando un pueblo se acostumbra a depender, no se desarrolla. Se trata de afirmar siempre la centralidad de la persona humana, recordando que «los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local» (Carta enc. Laudato si’, 144), que es original siempre. Y en este sentido, y como viene ocurriendo en los últimos años, el FIDA ha conseguido mejores resultados a través de una mayor descentralización, impulsando la cooperación sur-sur, diversificando las fuentes de financiación y los modos de actuación, promoviendo una acción basada en las evidencias y que, a la vez, genera conocimiento. Los animo fraternalmente a continuar por este camino, que es humilde, pero es el justo. Un camino que debe redundar siempre en la mejora de las condiciones de vida de las personas más menesterosas.

Finalmente, comparto con ustedes unas reflexiones más específicas en torno a la temática “Innovaciones e iniciativas empresariales en el mundo rural”, que guía esta sesión del Consejo de Gobernadores del FIDA. Es necesario apostar por la innovación, la capacidad de emprendimiento, el protagonismo de los actores locales y la eficiencia de los procesos productivos para lograr la transformación rural con vistas a erradicar la desnutrición y a desarrollar de forma sostenible el medio campesino. Y en ese contexto, es necesario fomentar una “ciencia con conciencia” y poner la tecnología realmente al servicio de los pobres. Por otra parte, las nuevas tecnologías no deben contraponerse a las culturas locales y a los conocimientos tradicionales, sino complementarlos y actuar en sinergia con los mismos.

Los animo a todos ustedes, aquí presentes, y a los que trabajan de forma habitual en el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, para que sus trabajos, desvelos y deliberaciones sean en beneficio de los descartados –en esta cultura del descarte– en beneficio de las víctimas de la indiferencia y del egoísmo; y así podamos ver la derrota total del hambre y una copiosa cosecha de justicia y prosperidad. Muchas gracias.

[00257-ES.02] [Texto original: Español]

Saluto del Santo Padre a un gruppo di rappresentanti delle popolazioni indigene

Estimadas amigas y amigos:

Agradezco a la señora Myrna Cunningham sus amables palabras y me alegra saludar a quienes, coincidiendo con las sesiones del Consejo de Gobernadores, han celebrado la cuarta reunión mundial del Foro de los pueblos indígenas, convocada por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). El tema de sus trabajos ha sido “fomentar los conocimientos y las innovaciones de los pueblos originarios en pro de la resiliencia al cambio climático y el desarrollo sostenible”.

La presencia de todos ustedes aquí muestra que las cuestiones ambientales son de extrema importancia y nos invita a dirigir nuevamente la mirada a nuestro planeta, herido en muchas regiones por la avidez humana, por conflictos bélicos que engendran un caudal de males y desgracias, así como por las catástrofes naturales que dejan a su paso penuria y devastación. No podemos seguir ignorando estos flagelos, respondiendo a ellos desde la indiferencia o la insolidaridad o posponiendo las medidas que eficazmente los tienen que afrontar. Por el contrario, solo un vigoroso sentido de fraternidad fortalecerá nuestras manos para socorrer hoy a quienes lo precisan y abrir la puerta del mañana a las generaciones que vienen detrás de nosotros.

Dios creó la tierra para beneficio de todos, para que fuera un espacio acogedor en el que nadie se sintiera excluido y todos pudiéramos encontrar un hogar. Nuestro planeta es rico en recursos naturales. Y los pueblos originarios, con su copiosa variedad de lenguas, culturas, tradiciones, conocimientos y métodos ancestrales, se convierten para todos en una llamada de atención que pone de relieve que el hombre no es el propietario de la naturaleza, sino solamente el gerente, aquel que tiene como vocación velar por ella con esmero, para que no se pierda su biodiversidad, y el agua pueda seguir siendo sana y cristalina, el aire puro, los bosques frondosos y el suelo fértil.

Los pueblos indígenas son un grito viviente a favor de la esperanza. Ellos nos recuerdan que los seres humanos tenemos una responsabilidad compartida en el cuidado de la “casa común”. Y si determinadas decisiones tomadas hasta ahora la han estropeado, nunca es demasiado tarde para aprender la lección y adquirir un nuevo estilo de vida. Se trata de adoptar una manera de proceder que, dejando atrás planteamientos superficiales y hábitos nocivos o explotadores, supere el individualismo atroz, el consumismo convulsivo y el frío egoísmo. La tierra sufre y los pueblos originarios saben del diálogo con la tierra, saben lo que es escuchar la tierra, ver la tierra, tocar la tierra. Saben el arte del bien vivir en armonía con la tierra. Y eso lo tenemos que aprender quienes quizás estemos tentados en una suerte de ilusión progresista a costillas de la tierra. No olvidemos nunca el dicho de nuestros abuelos: “Dios perdona siempre, los hombres perdonamos algunas veces, la naturaleza no perdona nunca”. Y lo estamos viendo, por el maltrato y la explotación. A ustedes, que saben dialogar con la tierra, se les confía el transmitirnos esta sabiduría ancestral.

Si unimos fuerzas y, en espíritu constructivo, entablamos un diálogo paciente y generoso, terminaremos tomando mayor conciencia de que tenemos necesidad los unos de los otros; de que una actuación dañina con el entorno que nos rodea repercute negativamente también en la serenidad y fluidez de la convivencia, que a veces no fue convivencia sino destrucción; de que los indigentes no pueden seguir padeciendo injusticias y los jóvenes tienen derecho a un mundo mejor que el nuestro y aguardan de nosotros respuestas convincentes.

Gracias a todos ustedes por el tesón con que afirman que la tierra no está únicamente para explotarla sin miramiento alguno, también para cantarle, cuidarla, acariciarla. Gracias por alzar su voz para aseverar que el respeto debido al medio ambiente debe ser siempre salvaguardado por encima de intereses exclusivamente económicos y financieros. La experiencia del FIDA, su competencia técnica, así como los medios de los que dispone, prestan un valioso servicio para roturar caminos que reconozcan que «un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso» (Carta enc. Laudato si’, 194).

Y, en el imaginario colectivo nuestro, también hay un peligro: los pueblos así llamados civilizados “somos de primera” y los pueblos así llamados originarios o indígenas “somos de segunda”. No. Es el gran error de un progreso desarraigado, desmadrado de la tierra. Es necesario que ambos pueblos dialoguen. Hoy urge un “mestizaje cultural” donde la sabiduría de los pueblos originarios pueda dialogar al mismo nivel con la sabiduría de los pueblos más desarrollados, sin anular. “Mestizaje cultural” sería la meta hacia la cual tenemos que seguir con la misma dignidad.

Mientras los animo a seguir adelante, suplico a Dios que no deje de acompañar con sus bendiciones a vuestras comunidades y a quienes en el FIDA trabajan por tutelar a cuantos viven en las zonas rurales y más pobres del planeta, pero más ricas en la sabiduría de convivir con la naturaleza.

Muchas gracias.

[00258-ES.02] [Texto original: Español]

Saluto del Santo Padre al personale dell’IFAD

Signore e Signori,

potrei parlare in spagnolo, che è una delle lingue ufficiali, ma preferisco usare l’italiano, perché è sicuramente meglio per voi tutti.

Ringrazio il Signor Presidente dell’IFAD per la sua attenzione, per la sua cortesia, e sono contento di potermi incontrare con voi, che lavorate ogni giorno per questa importante istituzione delle Nazioni Unite. Voi siete al servizio dei più poveri della terra: persone che, in maggioranza, vivono in zone rurali, in regioni lontane dalle grandi città, spesso in condizioni difficili e penose. A tutti voi qui presenti, come pure ai vostri colleghi ai quali non è stato possibile essere tra noi – siete tanti che lavorate qui! –, rivolgo un saluto cordiale.

Pensando a voi, mi vengono in mente due semplici parole. La prima, che scaturisce dal cuore, è “grazie”. Ringrazio Dio per il vostro lavoro al servizio di una causa tanto nobile quale la lotta contro la fame e la miseria nel mondo. Grazie perché andate controcorrente: la tendenza di oggi vede il rallentamento della riduzione della povertà estrema e l’aumento della concentrazione della ricchezza nelle mani di pochi. Pochi hanno troppo e troppi hanno poco. Pochi hanno troppo e troppi hanno poco, questa è la logica di oggi. Molti non hanno cibo e vanno alla deriva, mentre pochi annegano nel superfluo. Questa perversa corrente di disuguaglianza è disastrosa per il futuro dell’umanità. Grazie quindi perché voi pensate e agite controcorrente. E grazie anche per il vostro lavoro silenzioso, spesso nascosto – direi anche alcune volte noioso –: nascosto come le radici di un albero, non si vedono, ma da lì proviene la linfa che nutre tutta la pianta. Forse non ricevete molti riconoscimenti né onorificenze, ma Dio vede tutto, conosce l’abnegazione e la professionalità – sottolineo la parola professionalità –, apprezza le ore che trascorrete sollecitamente in ufficio e i sacrifici che ciò comporta. Dio, non scorda mai il bene e sa ricompensare chi è buono e generoso.

Dal vostro lavoro traggono beneficio molte persone bisognose e svantaggiate, che sopravvivono con tante sofferenze nelle periferie del mondo. Per svolgere bene questo tipo di servizio, bisogna unire alla competenza una particolare sensibilità umana. Perciò vorrei consigliarvi di coltivare sempre la vita interiore e i sentimenti che dilatano il cuore e nobilitano le persone e i popoli. Sono tesori che valgono più di ogni bene materiale. Allargare il cuore. Grazie anche al vostro apporto si possono realizzare progetti che aiutano bambini disagiati – sono tanti nel mondo, tanti! – donne, famiglie intere. Molte belle iniziative si portano avanti con il vostro sostegno. Vi ringrazio dunque per questo lavoro, e lo faccio anche a nome di tanti poveri che servite.

La seconda parola che vorrei dirvi, dopo il “grazie”, è “avanti!”. Significa proseguire con rinnovato impegno questa vostra opera, senza stancarvi, senza perdere la speranza, senza cedere alla rassegnazione pensando che sia solo una goccia nel mare. Madre Teresa diceva: “Sì, è una goccia nel mare, ma con quella goccia il mare è diverso”. Il segreto consiste nel custodire e alimentare motivazioni alte. In questo modo, si vincono i pericoli del pessimismo, della mediocrità e dell’abitudinarietà, e si riesce a mettere entusiasmo in quello che si fa giorno per giorno, anche nelle cose piccole, le cose che io non vedo come finiranno. La parola “entusiasmo” è molto bella: possiamo intenderla anche come “mettere Dio in quello che si fa” – viene da lì: en-theos, entusiasmo, mettere Dio in quello che si fa. Perché Dio non si stanca mai di fare il bene, non si stanca mai di ricominciare. Ognuno di noi ne ha esperienza: quante volte abbiamo ricominciato nella nostra vita! E questo è bello. Non si stanca mai di dare una speranza. Egli è la chiave per non stancarsi. E pregare –per chi può pregare – aiuta a ricaricare le batterie con energia pulita. Ci fa bene chiedere al Signore che lavori al nostro fianco. E la persona che non può pregare perché non è credente deve allargare il cuore e desiderare il bene. Come dicono gli adolescenti: “mandare buone onde”, desiderare il bene degli altri. È un modo di pregare per coloro che non hanno la fede e non sono credenti ma possono fare così.

Inoltre, in ogni documento che trattate, vi consiglio di cercare un volto. Questo è importante: dietro ognuna delle carte c’è un volto, dieci volti, tanti volti… Cercate un volto: i volti delle persone che stanno dietro quelle carte. Mettersi nei loro panni per capire meglio la loro situazione… È importante non rimanere in superficie, ma cercare di entrare nella realtà per intravedervi i volti e raggiungere il cuore delle persone. Sono lontanissime ma sono “trascritte” qui. Allora il lavoro diventa un prendersi a cuore gli altri, le vicende, le storie di tutti.

E un’ultima cosa: ricordiamo quanto diceva San Giovanni della Croce: «L’anima che cammina nell’amore non annoia gli altri, né stanca sé stessa» (Parole di amore e di luce, 96). Per andare avanti c’è bisogno di amare. La domanda da porsi non è “quanto mi pesano queste cose che dovrò fare?”, ma “quanto amore metto in queste cose che ora faccio”? Chi ama ha la fantasia per scoprire soluzioni dove altri vedono solo problemi. Chi ama aiuta l’altro secondo le sue necessità e con creatività, non secondo idee prestabilite o luoghi comuni. È un creatore: l’amore ti porta a creare, è sempre avanti.

Entusiasmo, cercare i volti, amare: così si può andare avanti, e così incoraggio anche voi ad andare avanti, giorno per giorno.

Dio benedica voi, i vostri cari e il lavoro che svolgete nell’IFAD a beneficio di molti, per sconfiggere la gravissima piaga che è la fame nel mondo. E anch’io chiedo qualcosa: vi chiedo per favore di non dimenticarvi di pregare per me, o almeno di mandarmi dei buoni pensieri. Grazie!

[00259-IT.02] [Testo originale: Italiano]

[B0127-XX.02]