Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Viaggio Apostolico di Papa Francesco a Panamá in occasione della XXXIV Giornata Mondiale della Gioventù (23-28 gennaio 2019) – Cerimonia di accoglienza e Apertura della GMG nel Campo Santa María La Antigua (Cinta Costera), 24.01.2019


Cerimonia di accoglienza e Apertura della GMG nel Campo Santa María La Antigua (Cinta Costera)

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua polacca

Traduzione in lingua araba

Questo pomeriggio, alle ore 16.30 locali (22.30 ora di Roma), il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto al Campo Santa María La Antigua (Cinta Costera) per la Cerimonia di accoglienza e Apertura della GMG.

Al Suo arrivo, il Papa è stato accolto dall’Arcivescovo di Panamá, S.E. Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A., che lo ha accompagnato sulla papamobile per il giro tra i fedeli. Giunto nei pressi del palco, il Santo Padre è stato accolto da 5 giovani in abiti tradizionali, provenienti dai 5 continenti.

Alle ore 17.00 locali (23.00 ora di Roma), con l’esecuzione dell’inno, ha avuto inizio la cerimonia di apertura della GMG.

Dopo il saluto di benvenuto al Santo Padre da parte dell’Arcivescovo di Panamá e il saluto e il dono al Papa dei 5 giovani, ha avuto luogo una rappresentazione culturale cui ha fatto seguito la presentazione dei Santi Patroni della GMG da parte di giovani provenienti da El Salvador, Perù, Haiti e Messico.

Dopo la lettura di un brano evangelico, il Santo Padre ha pronunciato il Suo discorso.

Quindi, dopo la preghiera dei fedeli in varie lingue, la recita del Pater Noster, la benedizione finale e l’omaggio floreale alla Beata Vergine Maria, Papa Francesco è rientrato alla Nunziatura Apostolica.

Pubblichiamo di seguito il discorso che il Santo Padre ha pronunciato nel corso della cerimonia di apertura della GMG:

Discorso del Santo Padre

Queridos jóvenes, ¡buenas tardes!

¡Qué bueno volver a encontrarnos y hacerlo en esta tierra que nos recibe con tanto color y calor! Juntos en Panamá, la Jornada Mundial de la Juventud es otra vez una fiesta, una fiesta de alegría, de esperanza para la Iglesia toda y, para el mundo, un enorme testimonio de fe.

Me acuerdo que, en Cracovia, algunos me preguntaron si iba a estar en Panamá; les contesté: “Yo no sé, pero Pedro seguro va a estar. Pedro va a estar”. Hoy me alegra decirles: Pedro está con ustedes para celebrar y renovar la fe y la esperanza. Pedro y la Iglesia caminan con ustedes y queremos decirles que no tengan miedo, que vayan adelante con esa energía renovadora y esa inquietud constante que nos ayuda y moviliza a ser más alegres, más disponibles, más “testigos del Evangelio”. Ir adelante no para crear una Iglesia paralela un poco más “divertida” o “cool” en un evento para jóvenes, con algún que otro elemento decorativo, como si a ustedes eso los dejara felices. Pensar así sería no respetarlos y no respetar todo lo que el Espíritu a través de ustedes nos está diciendo.

¡Al contrario! Queremos encontrar y despertar junto a ustedes la continua novedad y juventud de la Iglesia abriéndonos siempre a esa gracia del Espíritu Santo que hace tantas veces un nuevo Pentecostés (cf. Sínodo sobre los Jóvenes, Doc. final, 60). Y eso solo es posible, como lo acabamos de vivir en el Sínodo, si nos animamos a caminar escuchándonos y a escuchar complementándonos, si nos animamos a testimoniar anunciando al Señor en el servicio a nuestros hermanos; que siempre es un servicio concreto, no es un servicio de figuritas, es un servicio concreto. Si nos vamos a caminar, jóvenes –siempre jóvenes como en la historia de América–, pienso en ustedes que empezaron a caminar primero en esta Jornada, los jóvenes de la juventud indígena: fueron los primeros en América y los primeros en caminar en este encuentro. Un aplauso grande, fuerte. Y también, los jóvenes de la juventud descendientes de africanos, también hicieron su encuentro y nos ganaron de mano. Otro aplauso.

Bueno yo sé que llegar hasta aquí no fue fácil. Conozco el esfuerzo y el sacrificio que hicieron para poder participar en esta Jornada. Muchos días de trabajo, de dedicación, encuentros de reflexión y de oración hacen que el camino sea –el mismo camino–la recompensa. El discípulo no es solamente el que llega a un lugar sino el que empieza con decisión, el que no tiene miedo a arriesgar y ponerse a caminar. Si uno se pone a caminar, ese ya es discípulo, si te quedás quieto, perdiste. Empezar a caminar, esa es la mayor alegría del discípulo: estar en camino. Ustedes no tuvieron miedo de arriesgar y de caminar. Y hoy podemos “estar de rumba”, porque esta rumba comenzó hace ya mucho tiempo y en cada comunidad.

Escuchamos recién en la presentación, en las banderas, que venimos de culturas y pueblos diferentes, hablamos lenguas diferentes, usamos ropas diferentes. Cada uno de nuestros pueblos ha vivido historias y circunstancias diferentes. ¡Cuántas cosas nos pueden diferenciar!, pero nada de eso impidió poder encontrarnos, tantas diferencias no impidieron poder encontrarnos y estar juntos, divertirnos juntos, celebrar juntos, confesar a Jesucristo juntos, ninguna diferencia nos paró. Y eso es posible porque sabemos que hay alguien que nos une, que nos hermana. Ustedes, queridos amigos, hicieron muchos sacrificios para poder encontrarse y así se transforman en verdaderos maestros y artesanos de la cultura del encuentro. Ustedes con esto se transforman en maestros y artesanos de la cultura del encuentro, que no es: “Hola, qué tal, chao, hasta pronto”. No, la cultura del encuentro es la que nos hace caminar juntos desde nuestras diferencias pero con un amor, juntos todos en el mismo camino. Ustedes con sus gestos y con sus actitudes, con sus miradas, con los deseos y especialmente con la sensibilidad que tienen desmienten y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar división, esos discursos que se empeñan en excluir o expulsar a los que “no son como nosotros”. Como en varios países de América decimos: “No son Gcu, Gente como uno”. Ustedes desmienten eso, todos somos gente como uno, todos con nuestras diferencias. Y esto porque tienen ese olfato que sabe intuir que «el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior» (Benedicto XVI, Homilía, 25 enero 2006). Lo repito: «El amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior». ¿Saben quién dijo eso? ¿Saben? El Papa Benedicto XVI que está mirando y lo vamos a aplaudir, le mandamos un saludo desde acá. Él nos está mirando por la televisión, un saludo, todos, todos con las manos, al Papa Benedicto. Por el contrario, sabemos que el padre de la mentira, el demonio, siempre prefiere un pueblo dividido y peleado, es el maestro de la división y le tiene miedo a un pueblo que aprende a trabajar juntos. Y este es un criterio para distinguir a la gente: los constructores de puentes y los constructores de muros, esos constructores de muros que sembrando miedos buscan dividir y a broquelear a la gente. Ustedes quieren ser constructores de puentes, ¿qué quieren ser? [Jóvenes responden: “Constructores de puentes”]. Aprendieron bien, me gusta.

Ustedes nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni r que todos piensen lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, eso lo hacen los loros, los papagayos. Encontrarse es animarse a otra cosa, es entrar en esa cultura del encuentro, es un llamado y una invitación a atreverse a mantener vivo y juntos un sueño en común. Tenemos muchas diferencias, hablamos idiomas diferentes, todos nos vestimos diferente pero, por favor, juguemos por tener un sueño en común, y eso sí podemos hacerlo, y eso no nos anula, nos enriquece. Un sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer, en el corazón de cada uno, en el tuyo, en el tuyo, en el tuyo, en el mío, también en el tuyo, lo tatuó a la espera de que encuentre espacio para crecer y para desarrollarse. Un sueño, un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño concreto, que es una persona, que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar cada vez que los escuchamos: «Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes. En eso reconocerán ustedes que son mis discípulos». ¿Cómo se llama el sueño nuestro? [Jóvenes responden: Jesús] No oigo [Jóvenes repiten: Jesús] No oigo [Jóvenes repiten: Jesús].

A un santo de estas tierras –escuchen esto–, a un santo de estas tierras le gustaba decir: «El cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, o de prohibiciones. Así el cristianismo resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo» (cf. S. Oscar Romero, Homilía, 6 noviembre 1977) ¿Lo decimos todos juntos? [Jóvenes repiten: El cristianismo es Cristo]. Otra vez [Jóvenes repiten: El cristianismo es Cristo]. Otra vez [Jóvenes repiten: El cristianismo es Cristo]. Es Cristo, es desarrollar el sueño por el que dio la vida: amar con el mismo amor con que Él nos amó. No nos amó hasta la mitad, no nos amó un cachito, nos amó totalmente, nos llenó de ternura, de amor, dio su vida.

Nos preguntamos: ¿Qué nos mantiene unidos? ¿Por qué estamos unidos? ¿Qué cosa nos mueve a encontrarnos? ¿Saben lo que es lo que los mantiene unidos? Es la seguridad de saber que fuimos amados, que hemos sido amados con un amor entrañable que no queremos y no podemos callar, un amor que nos desafía a responder de la misma manera: con amor, que es el amor de Cristo que nos apremia (cf. 2 Co 5,14).

Fíjense que el amor que nos une es un amor que no “patotea”, que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, una amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado. Es el amor silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega, es el amor que no se pavonea, que no la juega de pavo real, ese amor humilde que se da a los demás siempre con la mano tendida, ese es el amor que nos une hoy a nosotros.

Te pregunto: ¿Creés en este amor? [Jóvenes responden: Sí]. Pregunto otra cosa: ¿Creés que este amor vale la pena? [Jóvenes responden: Sí]. Jesús una vez a uno que le hizo una pregunta y Jesús se la contestó terminó diciendo: “Bueno, si creés andá y hacé lo mismo”. Yo en nombre de Jesús les digo: “Vayan y hagan lo mismo”. No tengan miedo de amar, no tengan miedo de ese amor concreto, de ese amor que tiene ternura, de ese amor que es servicio, de ese amor que gasta la vida.

Y esta fue la misma pregunta y la invitación que recibió María. El ángel le preguntó si quería llevar este sueño en sus entrañas, si quería hacerlo vida, hacerlo carne. María tenía la edad de tantas de ustedes, la edad de tantas chicas como ustedes. Y María dijo: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Cerremos los ojos, todos, y pensemos en María; no era tonta, sabía lo que sentía su corazón, sabía lo que era el amor y respondió: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”. En este momentito de silencio que Jesús les dice a cada uno, a vos, a vos, a vos, a vos: “¿Te animás? ¿Querés?”. Pensá en Maria y contestá: “Quiero servir al Señor, que se haga en mí según tu palabra”. María se animó a decir “sí”. Se animó a darle vida al sueño de Dios. Y esto es lo que hoy nos pregunta: ¿Querés darle carne con tus manos, con tus pies, con tu mirada, con tu corazón al sueño de Dios? ¿Querés que sea el amor del Padre el que te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados, jamás pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar tu corazón?

¿Nos animamos a decirle al ángel, como María: he aquí los siervos del Señor, hágase? No contesten acá, cada uno conteste en su corazón. Hay preguntas que solo se contestan en silencio.

Queridos jóvenes: Lo más esperanzador de esta Jornada no va a ser un documento final, una carta consensuada o un programa a ejecutar. No, eso no va a ser. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una oración. Eso dará esperanza. Con la cara con la cual vuelvan a sus casas, con el corazón cambiado con el cual vuelvan a su casa, con la oración que aprendieron a decir con ese corazón cambiado. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros, vuestra oración y cada uno volverá a casa con la fuerza nueva que se genera cada vez que nos encontramos con los otros y con el Señor, llenos del Espíritu Santo para recordar y mantener vivo ese sueño que nos hace hermanos y que estamos invitados a no dejar que se congele en el corazón del mundo: allí donde nos encontremos, haciendo lo que estemos haciendo, siempre podremos levantar la mirada y decir: Señor, enséñame a amar como tú nos has amado —¿se animan a repetirlo conmigo?—. Señor, enséñame a amar como tú nos has amado. [Jóvenes repiten simultáneamente al Papa]. Otra vez. [Señor, enséñame a amar como tú nos has amado]. Más fuerte, están roncos. [Señor, enséñame a amar como tú nos has amado].

Bueno y como queremos ser buenos y educados no podemos terminar este encuentro sin agradecer. Gracias a todos los que han preparado con mucha ilusión esta Jornada Mundial de la Juventud. Todo esto. Gracias, fuerte. Gracias por animarse a construir y hospedar, por decirle “sí” al sueño de Dios de ver a sus hijos reunidos. Gracias Mons. Ulloa y todo su equipo por ayudar a que Panamá hoy sea no solamente un canal que une mares, sino también canal donde el sueño de Dios siga encontrando cauces para crecer, multiplicarse e irradiarse en todos los rincones de la tierra.

Amigos, amigos y amigas, que Jesús los bendiga, lo deseo de todo corazón. Que Santa María la Antigua los acompañe y los cuide para que seamos capaces de decir sin miedo, como ella: «Aquí estoy. Hágase». Gracias.

[00113-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari giovani, buon pomeriggio!

Che bello ritrovarci, e farlo in questa terra che ci accoglie con tanto colore e tanto calore! Riuniti a Panamá, la Giornata Mondiale della Gioventù è ancora una volta una festa, una festa di gioia e di speranza per la Chiesa intera e, per il mondo, una grande testimonianza di fede.

Mi ricordo che, a Cracovia, alcuni mi chiesero se sarei andato a Panamá, e io risposi: “Io non so, ma Pietro di sicuro ci sarà. Pietro ci sarà”. Oggi sono contento di dirvi: Pietro è con voi per celebrare e rinnovare la fede e la speranza. Pietro e la Chiesa camminano con voi e vogliamo dirvi di non avere paura, di andare avanti con questa energia rinnovatrice e questa desiderio costante che ci aiuta e ci sprona ad essere più gioiosi, più disponibili, più “testimoni del Vangelo”. Andare avanti non per creare una Chiesa parallela un po’ più “divertente” o “cool” in un evento per giovani, con un po’ di elementi decorativi, come se questo potesse lasciarvi contenti. Pensare così sarebbe mancare di rispetto a voi e a tutto quello che lo Spirito attraverso di voi ci sta dicendo.

Al contrario! Vogliamo trovare e risvegliare insieme a voi la continua novità e giovinezza della Chiesa aprendoci sempre a questa grazia dello Spirito Santo che tante volte opera una nuova Pentecoste (cfr Sinodo dedicato ai giovani, Documento finale, 60). E questo è possibile solo se, come abbiamo da poco vissuto nel Sinodo, sappiamo camminare ascoltandoci e ascoltare completandoci a vicenda, se sappiamo testimoniare annunciando il Signore nel servizio ai nostri fratelli; che è sempre un servizio concreto, si intende. Non è un servizio così, “di figurine”: è un servizio concreto. Se ci mettiamo a camminare, giovani, sempre giovani come nella storia dell’America. Penso a voi che avete cominciato a camminare per primi in questa Giornata, voi giovani della gioventù indigena, siete stati i primi in America e i primi a camminare in questo incontro. Un grande applauso, forte! E anche voi giovani discendenti di africani: anche voi avete fatto il vostro incontro e ci avete anticipato. Un altro applauso!

Bene. So che arrivare qui non è stato facile. Conosco gli sforzi, i sacrifici che avete fatto per poter partecipare a questa Giornata. Molti giorni di lavoro e di impegno, incontri di riflessione e di preghiera fanno sì che il cammino stesso sia la ricompensa. Il discepolo non è solamente chi arriva in un posto ma chi incomincia con decisione, chi non ha paura di rischiare e di mettersi a camminare. Se uno si mette a camminare, è già un discepolo. Se rimani fermo, hai perso. Cominciare a camminare, questa è la più grande gioia del discepolo, essere in cammino. Voi non avete avuto paura di rischiare e camminare. E oggi possiamo essere in festa perché questa festa è cominciata già da molto tempo in ogni comunità.

Abbiamo ascoltato poco fa nella presentazione, abbiamo visto dalle bandiere che veniamo da culture e popoli diversi, parliamo lingue diverse, usiamo vestiti diversi. Ognuno dei nostri popoli ha vissuto storie e circostanze diverse. Quante cose ci possono differenziare! Ma nulla di tutto ciò ci ha impedito di incontrarci, tante differenze non hanno impedito di incontrarci e di stare insieme, di divertirci insieme, di celebrare insieme, di confessare Gesù Cristo insieme. Nessuna differenza ci ha fermati. E questo è possibile perché sappiamo che c’è Qualcuno che ci unisce, che ci fa fratelli. Voi, cari amici, avete fatto tanti sacrifici per potervi incontrare e così diventate veri maestri e artigiani della cultura dell’incontro. Voi con questo diventate maestri e artigiani della cultura dell’incontro, che non è “Ciao, come va? Ciao, a presto”. No, la cultura dell’incontro è quella che ci fa camminare insieme con le nostre differenze ma con amore, tutti uniti nello stesso cammino. Voi, con i vostri gesti e i vostri atteggiamenti, coi vostri sguardi, i desideri e soprattutto la vostra sensibilità, voi smentite e screditate tutti quei discorsi che si concentrano e si impegnano nel creare divisione, quei discorsi che cercano di escludere ed espellere quelli che “non sono come noi”. Come in vari Paesi dell’America diciamo: “Non sono GCU [gente como uno, gente come noi]. Voi smentite questo. Tutti sono persone come noi, tutti con le nostre differenze. E questo perché avete quel fiuto che sa intuire che «il vero amore non annulla le legittime differenze, ma le armonizza in una superiore unità» (Benedetto XVI, Omelia, 25 gennaio 2006). Lo ripeto: “Il vero amore non annulla le legittime differenze, ma le armonizza in una superiore unità”. Sapete chi ha detto questo? Sapete? Papa Benedetto XVI, che ci sta guardando, e gli facciamo un applauso, gli mandiamo un saluto da qui! Lui ci sta guardando alla televisione. Un saluto, tutti, tutti con le mani, a Papa Benedetto! Al contrario, sappiamo che il padre della menzogna, il demonio, preferisce sempre un popolo diviso e litigioso. Lui è il maestro della divisione, e ha paura di un popolo che impara a lavorare insieme. E questo è un criterio per distinguere le persone: i costruttori di ponti e i costruttori di muri. I costruttori di muri che seminando paura cercano di dividere e di impaurire le persone. Voi invece volete essere costruttori di ponti. Cosa volete essere? [i giovani rispondono: “Costruttori di ponti!”] Avete imparato bene, mi piace!

Voi ci insegnate che incontrarsi non significa mimetizzarsi, né che tutti pensano la stessa cosa o vivere tutti uguali facendo e ripetendo le stesse cose: questo lo fanno i pappagalli. Incontrarsi vuol dire saper fare un’altra cosa: entrare nella cultura dell’incontro, è una chiamata e un invito ad avere il coraggio di mantenere vivo e insieme un sogno comune. Abbiamo tante differenze, parliamo lingue differenti. Tutti ci vestiamo in modo diverso ma, per favore, puntiamo ad avere un sogno in comune. Questo sì lo possiamo fare. E questo non ci annulla, ci arricchisce. Un sogno grande e un sogno capace di coinvolgere tutti. Il sogno per il quale Gesù ha dato la vita sulla croce e lo Spirito Santo si è riversato e ha marchiato a fuoco il giorno di Pentecoste nel cuore di ogni uomo e di ogni donna, nel cuore di ciascuno, nel tuo, nel tuo, nel tuo…, nel mio, anche nel tuo – lo ha impresso nella speranza che trovi spazio per crescere e svilupparsi. Un sogno, un sogno chiamato Gesù, seminato dal Padre: Dio come Lui, come il Padre, inviato dal Padre con la fiducia che crescerà e vivrà in ogni cuore. Un sogno concreto, che è una Persona, che scorre nelle nostre vene, fa trasalire il cuore e lo fa sussultare ogni volta che ascoltiamo: «Amatevi gli uni gli altri. Come io ho amato voi, così amatevi anche voi gli uni gli altri. Da questo tutti sapranno che siete miei discepoli». Come si chiama il nostro sogno? [i giovani rispondono: “Gesù!”] Non sento… [ripetono: “Gesù!”] Non sento…[più forte: “Gesù!”]

Un santo di queste terre – ascoltate questo – un santo di queste terre amava dire: «Il cristianesimo non è un insieme di verità da credere, di leggi da osservare, o di proibizioni. Il cristianesimo visto così non è per nulla attraente. Il cristianesimo è una Persona che mi ha amato tanto, che desidera e chiede il mio amore. Il cristianesimo è Cristo» (S. Oscar Romero, Omelia, 6 novembre 1977). Lo diciamo tutti insieme? [insieme ai giovani] Il cristianesimo è Cristo. Un’altra volta: Il cristianesimo è Cristo. Un’altra volta: È Cristo! È portare avanti il sogno per cui Lui ha dato la vita: amare con lo stesso amore con cui ci ha amato. Non ci ha amato a metà, non ci ha amato un pochino. Ci ha amato totalmente, ci ha colmati di tenerezza, di amore, ha dato la sua vita.

Ci domandiamo: Che cosa ci tiene uniti? Perché siamo uniti? Che cosa ci spinge ad incontrarci? Sapete che cos’è che ci iene uniti? È la certezza di sapere che siamo stati amati con un amore profondo che non vogliamo e non possiamo tacere; un amore che ci provoca a rispondere nello stesso modo: con amore. È l’amore di Cristo quello che ci spinge (cfr 2 Cor 5,14).

Vedete: un amore che unisce è un amore che non si impone e non schiaccia, un amore che non emargina e non mette a tacere e non tace, un amore che non umilia e non soggioga. È l’amore del Signore, amore quotidiano, discreto e rispettoso, amore di libertà e per la libertà, amore che guarisce ed eleva. È l’amore del Signore, che sa più di risalite che di cadute, di riconciliazione che di proibizione, di dare nuova opportunità che di condannare, di futuro che di passato. È l’amore silenzioso della mano tesa nel servizio e nel donarsi: è l’amore che non si vanta, che non si pavoneggia, l’amore umile, che si dà agli altri sempre con la mano tesa. Questo è l’amore che ci unisce oggi.

Ti chiedo: credi in questo amore? [rispondono: “Sì!”] E faccio un’altra domanda: credi che questo un amore “vale la pena”? Gesù una volta, a una persona che aveva fatto una domanda, alla fine rispose: “Se tu credi questo, va’ e fa’ lo stesso”. Nel nome di Gesù io vi dico: andate e fate lo stesso. Non abbiate paura di amare, non abbiate paura di questo amore concreto, di questo amore che ha tenerezza, di questo amore che è servizio, di questo amore che dà la vita.

E questa è stata la stessa domanda e la chiamata che ha ricevuto Maria. L’angelo le domandò se voleva portare questo sogno nel suo grembo, se voleva renderlo vita, renderlo carne. Maria aveva l’età di tante di voi, l’età di tante ragazze come voi. Disse: «Ecco la serva del Signore: avvenga per me secondo la tua parola» (Lc 1,38). Chiudiamo gli occhi, tutti, e pensiamo a Maria. Non era stupida, sapeva quello che sentiva il suo cuore, sapeva che cos’era l’amore, e ha risposto: «Ecco la serva del Signore: avvenga per me secondo la tua parola». In questo breve momento di silenzio, in cui Gesù dice a ognuno – a te, a te, a te –: “Te la senti? Vuoi?”. Pensa a Maria e rispondi: “Voglio servire il Signore. Avvenga per me secondo la tua parola”. Maria ha saputo dire “sì”. Ha avuto il coraggio di dare vita al sogno di Dio. E questo è quello che oggi ci chiede: Vuoi dare carne con le tue mani, i tuoi piedi, il tuo sguardo, il tuo cuore al sogno di Dio? Vuoi che sia l’amore del Padre ad aprirti nuovi orizzonti e a portarti per sentieri mai immaginati e pensati, sognati o attesi, che rallegrino e facciano cantare e danzare il cuore?

Abbiamo il coraggio di dire all’angelo, come Maria: “Eccoci, siamo i servi del Signore, avvenga per noi…”? Non rispondete adesso, ognuno risponda nel suo cuore. Ci sono domande a cui si risponde solo in silenzio.

Cari giovani, questa Giornata non sarà fonte di speranza per un documento finale, un messaggio concordato o un programma da eseguire. No, non sarà questo. Quello che darà più speranza in questo incontro saranno i vostri volti e una preghiera. Questo darà speranza. Col volto con cui tornerete a casa, col cuore cambiato con cui tornerete a casa, con la preghiera che avete imparato a dire con questo cuore cambiato. La cosa che darà più speranza in questo incontro saranno i vostri volti, la vostra preghiera. E ognuno tornerà a casa con la nuova forza che si genera ogni volta che ci incontriamo con gli altri e con il Signore, pieni di Spirito Santo per ricordare e mantenere vivo quel sogno che ci fa fratelli e che siamo chiamati a non lasciar congelare nel cuore del mondo: dovunque ci troveremo, qualsiasi cosa staremo facendo, potremo sempre guardare in alto e dire: “Signore, insegnami ad amare come tu ci hai amato”. Volete ripeterlo con me? “Signore, insegnami ad amare come tu ci hai amato”. [insieme ai giovani] “Signore, insegnami ad amare come tu ci hai amato”. Più forte, siete rauchi. “Signore, insegnami ad amare come tu ci hai amato”.

Bene. E dato che vogliamo essere buoni e educati, non possiamo terminare questo primo incontro senza ringraziare. Grazie a tutti coloro che hanno preparato con grande entusiasmo questa Giornata Mondiale della Gioventù, tutto questo. Grazie, forte! Grazie per aver avuto il coraggio di costruire e di ospitare, per aver detto “sì” al sogno di Dio di vedere i suoi figli riuniti. Grazie a Mons. Ulloa e a tutti i suoi collaboratori per aver aiutato a far sì che oggi Panamá sia non solo un canale che collega i mari, ma anche un canale in cui il sogno di Dio continua a trovare altri piccoli canali per crescere e moltiplicarsi e irradiarsi in tutti gli angoli della terra.

Amici, amici e amiche, Gesù vi benedica! Ve lo auguro con tutto il cuore. Santa Maria la Antigua vi accompagni e vi protegga, perché possiamo dire senza paura, come lei: «Eccomi. Avvenga di me». Grazie!

[00113-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua francese

Chers jeunes, Bonsoir !

Qu’il est bon de vous retrouver et de le faire sur cette terre qui nous reçoit avec tant de couleur et tant de chaleur ! Les Journées Mondiales de la Jeunesse réunies à Panama sont, une nouvelle fois, une fête de joie et d’espérance pour toute l’Eglise et un énorme témoignage de foi pour le monde.

Je me souviens qu’à Cracovie certains m’avaient demandé si j’irais à Panama et je leur avais répondu : “je ne sais pas, mais Pierre ira sûrement. Pierre ira sûrement”. Aujourd’hui, je suis heureux de vous dire : Pierre est avec vous pour célébrer et renouveler la foi et l’espérance. Pierre et l’Eglise marchent avec vous et nous voulons vous dire de ne pas avoir peur, d’aller de l’avant avec cette énergie rénovatrice et ce souci constant qui nous aide et nous fait bouger pour être plus joyeux, plus disponibles, plus “témoins de l’Evangile”. Aller de l’avant non pas pour créer une église parallèle un peu plus “divertissante” ou “cool” dans un événement pour les jeunes, avec tel ou tel élément décoratif, comme si cela vous suffisait pour vous rendre heureux. Penser ainsi serait ne pas vous respecter et ne pas respecter ce que l’Esprit nous dit à travers vous.

Au contraire ! Nous voulons trouver et réveiller avec vous la continuelle nouveauté et jeunesse de l’Eglise, en nous ouvrant toujours à cette grâce de l’Esprit Saint qui tant de fois accomplit une nouvelle Pentecôte (cf. Synode sur les Jeunes, Doc. Final, n. 60). Cela n’est possible, comme nous venons de le vivre dans le Synode, que si nous osons marcher en nous écoutant et écouter en nous complétant, si nous osons témoigner en annonçant le Seigneur par le service de nos frères ; qui est toujours un service concret, non pas un service de "figurines" : c’est un service concret. Si nous nous mettons en marche, jeunes – toujours jeunes comme dans l’histoire de l’Amérique –, je pense à vous qui avez commencé à marcher en premier pendant ces Journées, vous les jeunes de la jeunesse indigène : Vous avez été les premiers en Amérique et les premiers à marcher durant cette rencontre. Un grand applaudissement, fort ! Et aussi à vous, jeunes d’ascendance africaine : vous avez eu également votre rencontre et vous nous avez devancés : Un autre applaudissement !

Bien. Je sais que venir jusqu’ici n’a pas été facile. Je sais les efforts et les sacrifices que vous avez faits pour pouvoir participer à ces Journées. Beaucoup de journées de travail et d’engagement, des rencontres de réflexion et de prière ont fait que le chemin est – le même chemin - la récompense. Le disciple n’est pas seulement celui qui arrive en un lieu mais celui qui commence avec décision, celui qui n’a pas peur de risquer et de se mettre en marche. Si quelqu’un se met en marche, il est déjà un disciple, si tu restes immobile, tu as perdu. Commencer à marcher, c’est la plus grande joie du disciple : être en marche. Vous n’avez pas eu peur de risquer et de marcher. Et aujourd’hui nous pouvons “faire la rumba”, car cette rumba a commencé il y a longtemps dans chaque communauté.

Nous avons récemment entendu avec la présentation, avec les drapeaux, que venons de cultures et de peuples différents, nous parlons des langues différentes, nous portons des vêtements différents. Chacun de nos peuples a vécu des histoires et des événements différents. Que de choses peuvent nous différencier ! Mais rien de tout cela n’a empêché de pouvoir nous rencontrer, autant de différences n’ont pas empêché de pouvoir nous rencontrer et d’être réunis, de faire la fête ensemble, de célébrer ensemble, de confesser Jésus-Christ ensemble, aucune différence ne nous a arrêtés. Et cela est possible parce que nous savons qu’il y a quelqu’un qui nous unit, qui nous rapproche. Chers amis, vous avez fait beaucoup de sacrifices afin de pouvoir vous rencontrer et vous devenez ainsi de véritables maîtres et artisans de la culture de la rencontre. Avec cela, vous devenez des maîtres et des artisans de la culture de la rencontre, qui n’est pas de dire :" Salut, comment vas-tu ? Salut, à bientôt". Non la culture de la rencontre est celle qui nous fait marcher ensemble dans nos différences mais avec amour, tous réunis sur le même chemin. Par vos gestes et vos attitudes, par vos regards, par les désirs et surtout par la sensibilité que vous avez, vous refusez et désavouez tous ces discours qui se focalisent et s’efforcent de semer la division, ces discours qui s’emploient à exclure ou à rejeter ceux “qui ne sont pas comme nous”. Comme on dit dans plusieurs pays d’Amérique : " Ils ne sont pas GCU, [des gens comme l’un, des gens comme nous] ". Vous refusez cela, tous nous sommes des gens comme les autres, tous avec nos différences. Et cela parce que vous avez ce flair qui sait pressentir que « L'amour véritable n'efface pas les différences légitimes, mais les harmonise en une unité supérieure » (Benoît XVI, Homélie, 25 janvier 2006). Je le répète : « L’amour véritable n’annule pas les différences légitimes, mais les harmonise en une unité supérieure ». Vous savez qui a dit cela ? Vous le savez ? Le Pape Benoît XVI qui est en train de nous regarder et que nous allons applaudir, à qui nous envoyons un salut depuis ici. Il est en train de nous regarder grâce à la télévision, un salut, tous, tous avec les mains, au Pape Benoît. Au contraire, nous savons que le père du mensonge, le diable, préfère toujours un peuple divisé et qui se dispute, il est le maître de la division et il a peur d’un peuple qui apprend à travailler ensemble. Et cela est un critère pour distinguer les personnes : les constructeurs de ponts et les constructeurs de murs ; les constructeurs de murs qui, en semant la peur, cherchent à diviser et à effrayer les personnes. Vous, vous voulez être des constructeurs de ponts ; qu’est-ce que vous voulez être ? [Les jeunes répondent : " des constructeurs de ponts”]. Vous avez bien appris, ça me plaît.

Vous nous enseignez que se rencontrer ne signifie pas s’imiter, ni penser tous la même chose ou vivre tous de la même manière faisant et répétant les mêmes choses, ça, ce sont les perroquets qui le font. Se rencontrer, c’est être capable d’autre chose, c’est entrer dans cette culture de la rencontre, c’est un appel et une invitation à oser garder vivant et ensemble un rêve commun. Nous avons de nombreuses différences, nous parlons des langues différentes, tous nous sommes différemment habillés, mais, s’il vous plaît, visons un rêve commun, et cela nous pouvons le faire, cela ne nous supprime pas, cela nous enrichit. Un grand rêve et un rêve capable d’abriter tout le monde. Ce rêve pour lequel Jésus a donné sa vie sur la croix et que l’Esprit Saint a répandu et a marqué au feu, le jour de la Pentecôte, dans le cœur de tout homme et de toute femme, dans le cœur de chacun de nous, dans le tien, dans le tien, dans le mien, également dans le tien, il l’a gravé dans l’attente de trouver de la place pour grandir et pour se développer. Un rêve, un rêve appelé Jésus semé par le Père, Dieu comme Lui – comme le Père –, envoyé par le Père, dans la confiance qu’il grandira et vivra en chaque cœur. Un rêve concret, qui est une personne, qui circule dans nos veines, qui fait frissonner le cœur et le fait danser chaque fois que nous l’écoutons : « Aimez-vous les uns les autres. Comme je vous ai aimés, vous aussi aimez-vous les uns les autres. A ceci, tous reconnaîtront que vous êtes mes disciples : si vous avez de l’amour les uns pour les autres » (Jn, 13, 34-35). Comment s’appelle notre rêve ? [Les jeunes répondent : Jésus] Je n’ai pas entendu … [Ils répètent : Jésus] Je n’ai pas entendu… [les jeunes répètent plus fort : Jésus].

Un saint de cette terre – écoutez ça – un saint de cette terre aimait dire : « Le christianisme n’est pas un ensemble de vérités qu’il faut croire, de lois qu’il faut respecter, ou d’interdictions. Le christianisme deviendrait ainsi repoussant. Le christianisme est une Personne qui m’a beaucoup aimé, qui réclame et demande mon amour. Le christianisme c’est le Christ » (cf. Saint Oscar Romero, Homélie, 6 novembre 1977). On le dit tous ensemble ? [Les jeunes répètent : le christianisme c’est le Christ] Une autre fois [les jeunes répètent : le christianisme c’est le Christ] C’est le Christ, c’est réaliser le rêve pour lequel il a donné sa vie : aimer du même amour dont il nous a aimés. Il ne nous a pas aimés à moitié, il ne nous a pas aimés un peu, il nous a aimés totalement, il nous a comblés tendresse, d’amour, il a donné sa vie.

Nous nous demandons : Qu’est-ce qui nous maintient unis ? Pourquoi sommes-nous unis ? Qu’est-ce qui nous pousse à nous rencontrer ? Vous savez ce que c’est, ce qui nous maintient unis ? C’est l’assurance de savoir que nous avons été aimés, que nous avons été aimés d’un amour intime que nous ne pouvons pas ni ne voulons taire, un amour qui nous met au défi de répondre de la même manière : avec amour. C’est l’amour du Christ qui nous presse (cf. 2Co 5, 14).

Vous voyez que l’amour qui nous unit est un amour qui ne “contraint” pas, qui n’écrase pas, c’est un amour qui ne marginalise pas, qui ne réduit pas au silence, un amour qui n’humilie pas ni n’asservit. C’est l’amour du Seigneur, un amour de tous les jours, discret et respectueux, amour de liberté et pour la liberté, amour qui guérit et qui relève. C’est l’amour du Seigneur qui apprend plus à redresser qu’à faire chuter, à réconcilier qu’à interdire, à donner de nouvelles chances qu’à condamner, à regarder l’avenir plus que le passé. C’est l’amour silencieux de la main tendue dans le service et le don de soi, c’est l’amour qui ne se vante pas, qui ne fait pas le paon, cet amour humble qui se donne aux autres toujours avec la main tendue, c’est cela l’amour qui nous unit aujourd’hui.

Je te demande : Crois-tu en cet amour ? [Les jeunes répondent : oui] Je demande autre chose : Crois-tu que cet amour en vaut la peine ? [Les jeunes répondent : oui] Une fois, Jésus, à une personne qui avait posé une question, répond à la fin : Si tu crois, va, et fais de même. Je vous dis au nom de Jésus : Allez, et faites de même. N’ayez pas peur d’aimer, n’ayez pas peur de cet amour concret, de cet amour tendre, de cet amour qui est service, de cet amour qui dépense la vie.

Et ce fut la même demande et la même invitation que reçut Marie. L’ange lui a demandé si elle voulait porter ce rêve dans ses entrailles, si elle voulait le faire vie, le faire chair. Marie avait l’âge de beaucoup d’entre vous, l’âge de beaucoup de filles comme vous. Et Marie a dit : « Voici la servante du Seigneur ; que tout m’advienne selon ta parole » (Lc 1, 38). Fermons les yeux et, tous, pensons à Marie. Elle n’était pas stupide, elle savait ce qu’elle sentait dans son cœur, elle savait ce que c’est l’amour et elle a répondu : « Voici la servante du Seigneur, qu’il me soit fait selon ta parole. En ce court moment de silence, Jésus dit à chacun de vous, à toi, à toi, à toi, à toi, tu oses ? tu veux ? Pense à Marie et réponds : Je veux servir le Seigneur, qu’il me soit fait selon ta parole.  Marie a osé dire “oui”. Elle a osé donner vie au rêve de Dieu. Et : c’est cela qu’il nous demande aujourd’hui : Veux-tu donner au rêve de Dieu chair avec tes mains, avec tes pieds, avec ton regard, avec ton cœur ? Veux-tu que l’amour du Père t’ouvre de nouveaux horizons et te conduise sur des chemins jamais pensés, jamais imaginés, rêvés ni espérés, qui réjouissent et fassent chanter et danser ton cœur ?

Est-ce que nous osons dire à l’ange, comme Marie : Voici les serviteurs du Seigneur, qu’il en soit ainsi ? Ne répondez pas maintenant, chacun répond dans son cœur. Il y a des questions auxquelles on répond seulement en silence.

Chers jeunes : la chose la plus attendue avec espérance de ces Journées ne sera pas un document final, une lettre convenue ou un programme à exécuter. Ce ne sera pas ça. La chose la plus attendue de cette rencontre sera vos visages et une prière. C’est cela qui va donner de l’espérance. Le visage avec lequel vous retournerez à la maison, le cœur transformé avec lequel vous retournerez à la maison, la prière que vous avez apprise à dire avec ce cœur transformé. La chose la plus attendue avec espérance de cette rencontre ce seront vos visages, votre prière et chacun retournera chez lui avec la force nouvelle qui apparait chaque fois que nous nous rencontrons et rencontrons le Seigneur, remplis de l’Esprit Saint pour rappeler et garder vivant ce rêve qui fait de nous des frères et que nous sommes invités à ne pas laisser geler dans le cœur du monde : là où nous nous rencontrons, faisant ce que nous sommes en train de faire, nous pouvons toujours lever les yeux et dire : Seigneur, apprends-moi à aimer comme toi tu nous a aimés – répétez-le avec moi – Seigneur apprend-moi à aimer comme toi tu nous a aimés. [Les jeunes répètent avec le Pape] Une autre fois. [Seigneur apprend-moi à aimer comme toi tu nous as aimés] Plus fort, vous êtes enroués. [Seigneur apprend-moi à aimer comme toi tu nous as aimés].

Bien. Et comme nous voulons être bons et bien élevés, nous ne pouvons pas terminer cette rencontre sans remercier. Merci à tous ceux qui ont préparé avec beaucoup d’enthousiasme ces Journées Mondiales de la Jeunesse, tout cela. Un grand merci. Merci d’oser organiser et accueillir, de dire “oui” au rêve de Dieu de voir ses enfants réunis. Merci Mgr Ulloa et à toute votre équipe pour aider à ce que le Panama soit aujourd’hui non seulement un canal qui unit les mers, mais aussi un canal où le rêve de Dieu continue de trouver des voies pour grandir, se multiplier et se répandre dans tous les recoins de la terre.

Chers amis, Que Jésus vos bénisse, je vous le souhaite de tout cœur. Que Santa Maria la Antigua vous accompagne et vous garde, afin que nous soyons capables de dire sans crainte, comme elle : « Je suis là. Qu’il en soit ainsi ». Merci.

[00113-FR.02] [Texte original: Espagnol]

Traduzione in lingua inglese

Dear Young People, good evening!

How good it is to get together again, this time in a land that receives us with such radiance and warmth!  As we gather in Panama, World Youth Day is once more a celebration, a celebration of joy and hope for the whole Church and, for the world, a witness of faith.

I remember that in Krakow several people asked me if I was going to be in Panama, and I told them: “I don’t know, but certainly Peter will be there. Peter is going to be there”.  Today I am happy to say to you: Peter is with you, to celebrate and renew you in faith and hope.  Peter and the Church walk with you, and we want to tell you not to be afraid, to go forward with the same fresh energy and restlessness that helps make us happier and more available, better witnesses to the Gospel.  To go forward, not to create a parallel Church that would be more “fun” or “cool” thanks to a fancy youth event, as if that were all you needed or wanted.  That way of thinking would respect neither you nor everything that the Spirit is saying through you.

Not at all!  With you, we want to discover and reawaken the Church’s constant freshness and youth, always opening ourselves to this grace of the Holy Spirit that so many times achieves a new Pentecost (cf. SYNOD ON YOUNG PEOPLE, Final Document, 60).  As we experienced at the Synod, this can only happen if, by our listening and sharing, we encourage each other to keep walking and to bear witness by proclaiming the Lord through service to our brothers and sisters, and concrete service at that.  This is not just service to “show off”; it is concrete service.  If we are going to be walking: young people, always young people, as in the history of America.  I am thinking of you who have begun walking for the first time at this Day, you young people from among the indigenous youth, you were the first in America and the first to walk at this meeting.  A big hand, loudly!  And then also you young people descended from Africa: you too had your meeting and got here ahead of us.  Another big hand!

Now I know getting here was not easy.  I know how much effort and sacrifice you made to participate in this Day.  The many weeks of work and commitment, and encounters of reflection and prayer, have made the journey itself its own reward.  A disciple is not merely someone who arrives at a certain place, but one who sets out decisively, who is not afraid to take risks and keep walking.  If you put your feet on the road, you are already a disciple.  If you stay still, you have lost.  Begin to walk; this is the disciple’s great joy: to keep walking.  You have not been afraid to take risks and to keep journeying.  And today we can celebrate because this celebration began a long time back in our various communities.

We have just heard in the presentation, we saw from the flags that we come from different cultures and peoples, we speak different languages and we wear different clothes.  Each of our peoples has had a different history and lived through different situations.  We are different in so many ways!  But none of it has stopped us from meeting one another, these many differences could not prevent us from meeting up and being together, from having a good time together, from celebrating together, from professing Jesus Christ together.  No difference prevented us.  The reason for this, we know, is that Someone unites us, is a brother to us.  You, dear friends, have made many sacrifices to be able to meet one another and in this way you have become true teachers and builders of the culture of encounter.  By all of this, you become teachers and builders of the culture of encounter, which is not: “Hi, how’s it going?  Bye, see you later”.  No, the culture of encounter is what makes us walk together with our differences but also with love, everyone united on the same journey.  By your actions and your approach, your way of looking at things, your desires and above all your sensitivity, you discredit and defuse the kind of talk that is intent on sowing division, the kind of talk that is intent on excluding or rejecting those who are not “like us”.  As we say in different countries of America: “They are not people like us”.  You discredit this.  Even with our differences, all are people like us.  It is because you have that instinct which knows intuitively that “true love does not eliminate legitimate differences, but harmonizes them in a superior unity” (BENEDICT XVI, Homily, 25 January 2006).  I say it again: “True love does not eliminate legitimate differences, but harmonizes them in a superior unity”.  Do you know who said this?  Do you know?  Pope Benedict XVI, who is watching, and we are going to give him a hand; let’s give him a hand from here!  He is watching us on television.  A big hand, everybody, a big hand for Pope Benedict!  On the other hand, we know that the father of lies, the devil, always prefers people who are divided and quarrelling.  He is the master of division, and he is afraid of people who have learned to work together.  This is a criterion for distinguishing people: those who build bridges and those who build walls.  The builders of walls seek to sow fear and make people afraid.  But you want to be bridge builders!  What do you want to be?  [The young people answer: “Bridge builders!”]  You have learned well; I like that!

You teach us that encountering one another does not mean having to look alike, or think the same way or do the same things: parrots do that.  To encounter means to know how to do something else: to enter into the culture of encounter.  It is a call inviting us together to dare to keep alive a shared dream.  We have many differences, and we speak different languages.  We wear different clothes but, please, let us aim at having a dream in common.  We can do this.  This does not cancel us out but enriches us.  A great dream, a dream that has a place for everyone.  The dream for which Jesus gave his life on the cross, for which the Holy Spirit was poured out on the day of Pentecost and brought fire to the heart of every man and woman, to the heart of each one, to yours and yours and yours, to mine – even in yours he tattooed it in the hope of finding room to grow and flourish.  A dream named Jesus, sown by the Father: God like him – like the Father – sent by the Father in the confidence that it would grow and live in every heart.  A concrete dream who is a person, running through our veins, thrilling our hearts and making them dance whenever we hear the command: “that you love one another; even as I have loved you, that you also love one another.  By this they will know that you are my disciples” (Jn 13:34-35).  What is our dream called?  [The young people answer: “Jesus!”]  I can’t hear you… [They repeat: “Jesus!”]  I can’t hear you… [louder: “Jesus!”].

A saint from these lands – listen to this – a saint from these lands liked to say that, “Christianity is not a collection of truths to be believed, of rules to be followed, or of prohibitions.  Seen that way Christianity puts us off.  Christianity is a person who loved me immensely, who demands and asks for my love.  Christianity is Christ” (cf. Saint Oscar Romero, Homily, 6 November 1977).  Shall we all say it together?  [together with the young people] Christianity is Christ!  One more time: Christianity is Christ!  Once more: …is Christ!  It means pursuing the dream for which he gave his life: loving with the same love with which he loved us.  He did not love us halfway; he did not love us a little bit.  He loved us totally, he filled us with tenderness and love, he gave his life.

We can ask: What keeps us united?  Why are we united?  What prompts us to encounter each other?  Do you know what keeps us united?  It’s the certainty of knowing that we have been loved with a profound love that we neither can nor want to keep quiet about; a love that challenges us to respond in the same way: with love.  It is the love of Christ that urges us on (cf. 2 Cor 5:14).

You see, a love which unites is a love that does not overwhelm or oppress, cast aside or reduce to silence, humiliate or domineer.  It is the love of the Lord, a daily, discreet and respectful love; a love that is free and freeing, a love that heals and raises up.  The love of the Lord has to do more with raising up than knocking down, with reconciling than forbidding, with offering new chances than condemning, with the future than the past.  It is the quiet love of a hand outstretched to serve, a commitment that draws no attention to itself.  It is a love that does not put on airs, a humble love that gives itself to others with an outstretched hand.  This is the love that unites us today.

I ask you: Do you believe in this love?  [They answer: “Yes!”]  Let me ask another question: Is it a love that makes sense?  One time, Jesus answered a person who asked a question by saying: “If you believe this, go and do the same”.  In the name of Jesus, I say to you: “Go and do the same”.  Do not be afraid to love, do not be afraid of this concrete love, of this love which is tender, which is service, which gives life.

This is the same question and invitation that was addressed to Mary.  The angel asked her if she wanted to bear this dream in her womb and give it life, to make it take flesh.  Mary was the age of many of you, the age of many girls like yourselves.  She answered: “Behold, I am the handmaid of the Lord; let it be to me according to your word” (Lk 1:38).  Let’s close our eyes, everybody, and think of Mary.  She was no fool, she knew what her heart felt, she knew what love was and she answered: “Behold, I am the handmaid of the Lord; let it be to me according to your word”.  In this moment of silence, Jesus says to each of you – to you, to you, to you and to you – “Do you feel this?  Do you want this”?  Think of Mary and answer: “I want to serve the Lord.  Let it be done to me according to your word”.  Mary found the courage to say “yes”.  She found the strength to give life to God’s dream.  This is what is asked of us today: Do you want to make God’s dream take flesh with your hands, with your feet, with your gaze, with your heart?  Do you want the Father’s love to open new horizons for you and bring you along paths never imagined or hoped for, dreamt or expected, making our hearts rejoice, sing and dance?

Do we have the courage to say to the angel, as Mary did: “Behold the servants of the Lord; let it be done”?  Don’t answer now; each one has to answer in his or her heart.  These are questions which we can answer only in silence.

Dear young friends, the most hope-filled result of this Day will not be a final document, a joint letter or a programme to be carried out.  The most hope-filled result of this meeting will be your faces and a prayer.  This will give hope: the face with which you return home, the changed heart with which you return home, the prayer you have learned to offer from this changed heart.  What will give hope from this encounter will be your faces and your prayer.  Each of you will return home with the new strength born of every encounter with others and with the Lord.  You will return home filled with the Holy Spirit, so that you can cherish and keep alive the dream that makes us brothers and sisters, and that we must not let grow cold in the heart of our world.  Wherever we may be and whatever we may do, we can always look up and say, “Lord, teach me to love as you have loved us”.  Will you repeat those words with me?  “Lord, teach me to love as you have loved us”.  [The young people repeat with the Pope].  Once more. [“Lord, teach me to love as you have loved us”].  Louder, you are hoarse. [“Lord, teach me to love as you have loved us”].

Now since we want to be good and polite, we cannot conclude this first encounter without giving thanks.  Thank you to all those who have prepared this World Youth Day with so much enthusiasm.  Huge thanks! Thank you for encouraging one another to build up and to welcome, and for saying “yes” to God’s dream of seeing his sons and daughters gathered.  Thank you to Archbishop Ulloa and his team who have helped Panama to be today not only a channel that joins oceans, but also a channel where God’s dream continues to find new streams that enable it to grow, to multiply and to spread to every corner of the earth.

Dear friends, may Jesus bless you! I wish this for you with all my heart.  May Santa Maria Antigua ever accompany you and protect you, so that we can say without fear, as she does: “I am here.  Let it be done”. Thank you!

[00113-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Liebe Jugendliche! Guten Abend!

Was für ein schönes Wiedersehen – in diesem Land, das uns so farbenfroh und warmherzig empfängt! Der Weltjugendtag, der uns hier in Panama zusammenführt, ist wieder einmal ein Fest, ein Fest der Freude und der Hoffnung für die ganze Kirche. Und für die Welt ist er ein großes Zeugnis des Glaubens.

Ich erinnere mich, dass mich in Krakau einige Leute fragten, ob ich nach Panama kommen würde, und ich sagte: „Ich weiß nicht, ob ich da sein werde, aber Petrus wird sicher da sein. Petrus wird da sein.“ Heute freue ich mich, euch sagen zu können: Petrus ist bei euch, um den Glauben und die Hoffnung zu feiern und zu erneuern. Petrus und die Kirche gehen mit euch, und wir wollen euch sagen, dass ihr euch nicht davor fürchten braucht, mit dieser erfrischenden Energie und dieser bleibenden Sehnsucht weiterzumachen, die uns hilft und uns anspornt, freudiger und verfügbarer zu sein – und damit bessere „Zeugen des Evangeliums“. Weitermachen, nicht etwa um auf einer Jugendveranstaltung mit ein paar dekorativen Elementen eine etwas „spaßigere“ oder „coolere“ Parallelkirche zu errichten, als ob euch das glücklich machen könnte. So zu denken, würde bedeuten, euch und alles, was der Geist durch euch sagt, nicht ernst zu nehmen.

Im Gegenteil! Wir wollen gemeinsam mit euch die unablässige Neuheit und Jugendlichkeit der Kirche entdecken und erwecken, indem wir uns immer für diese Gnade des Heiligen Geistes öffnen, der oftmals ein neues Pfingsten bewirkt (vgl. Jugendsynode, Abschlussdokument, 60). Und das ist nur möglich, wenn wir uns, wie vor Kurzem bei der Synode, aufschwingen, voranzuschreiten, indem wir einander zuhören, und zuzuhören, indem wir zusammenkommen. Wir sollten ein Zeugnis geben können, indem wir den Herrn durch den Dienst an unseren Brüdern und Schwestern verkünden; in einem konkreten Dienst, versteht sich. Es ist keine Liebhaberei, sondern ein konkreter Dienst. Wenn wir aufbrechen, junge Freunde – immer jung wie in der Geschichte Amerikas –, denke ich an euch, die ihr als Erste zu diesem Weltjugendtag aufgebrochen seid, denke ich an die Jugend der indigenen Bevölkerung. Ihr ward die Ersten in Amerika und jetzt seid ihr die Ersten, die zu diesem Treffen aufgebrochen sind. Gebt ihnen einen Riesenapplaus! Und ihr jungen Menschen afrikanischer Abstammung, auch ihr habt eure Begegnung schon gehabt und seid uns voraus. Ein weiterer Applaus!

Gut. Ich weiß, dass es nicht einfach war, hierher zu kommen. Ich kenne die Mühen und Opfer, die ihr gebracht habt, um an diesem Ereignis teilnehmen zu können. Viele Tage Arbeit und Einsatz, die Treffen der Reflexion und des Gebets sorgen dafür, dass der Weg selbst sich lohnt. Ein Jünger ist nicht nur der, der etwas erreicht, sondern derjenige, der mit Entschiedenheit anpackt, der keine Angst hat, Risiken einzugehen und sich auf den Weg zu machen. Wenn einer sich auf den Weg macht, ist er schon ein Jünger. Wenn du sitzen bleibst, hast du verloren. Anfangen loszugehen, das ist die größte Freude des Jüngers, unterwegs sein. Ihr hattet keine Angst, Risiken einzugehen und euch auf den Weg zu machen. Und heute können wir feiern, weil dieses Fest schon vor langer Zeit in allen euren Gemeinschaften begonnen hat.

Wir haben soeben der Vorstellung zugehört und haben an den Fahnen gesehen, dass wir aus verschiedenen Kulturen und Völkern kommen, verschiedene Sprachen sprechen und unterschiedliche Kleidung tragen. Jedes unserer Völker hat eine andere Geschichte und andere Verhältnisse erlebt. Wie viele Dinge können uns voneinander unterscheiden! Aber nichts davon hat uns daran gehindert, zusammenzukommen, so viele Unterschiede haben es nicht verhindert, dass wir uns treffen, dass wir beieinander sind, dass wir miteinander vergnügt sind, dass wir miteinander feiern und gemeinsam Jesus Christus bekennen. Kein Unterschied hat uns gestoppt. Und das ist möglich, weil wir wissen, dass es etwas gibt, das uns verbindet, dass es jemanden gibt, der uns zu Brüdern und Schwestern macht. Ihr, liebe Freunde, habt viele Opfer gebracht, um einander begegnen zu können und so werdet ihr wahre Meister und Gestalter der Kultur der Begegnung. Ihr werdet damit zu Meistern und Gestaltern der Kultur der Begegnung, die nicht nur ein „Hallo, wie geht’s?“ und ein „Hallo, bis bald!“ ist. Nein, die Kultur der Begegnung lässt uns gemeinsam losgehen, mit unseren Unterschieden, doch mit Liebe, alle vereint auf dem gleichen Weg. Ihr, mit euren Gesten und eurem Verhalten, mit euren Blicken, Wünschen und vor allem mit eurer Sensibilität widerlegt und entschärft ihr all jene Reden, die darauf bedacht sind, Spaltung hervorzurufen, jene Reden, die mit aller Kraft diejenigen ausschließen und vertreiben wollen, die „nicht wie wir sind“. Wie man in einigen Ländern Amerikas sagt: „Sie sind keine GCU [gente como uno, Menschen wie wir]“. Widersprecht diesen Redensarten! Alle sind sie Menschen wie wir, bei all unseren Unterschieden. Und das liegt daran, dass ihr ein Gespür dafür habt, dass »die wahre Liebe legitime Unterschiede nicht auslöscht, sondern sie in einer höheren Einheit miteinander in Einklang bringt« (vgl. Benedikt XVI., Predigt, 25. Januar 2006). Ich wiederhole: „Die wahre Liebe löscht legitime Unterschiede nicht aus, sondern bringt sie in einer höheren Einheit miteinander in Einklang“. Wisst ihr, wer das gesagt hat? Wisst ihr das? Papst Benedikt XVI., der uns jetzt zuschaut. Geben wir ihm einen Applaus und schicken wir ihm einen Gruß von hier! Er schaut uns am Fernsehen zu. Ein Gruß, alle winken mit den Händen Papst Benedikt zu! Nun, wir wissen, dass der Vater der Lüge, der Teufel, immer ein gespaltenes und streitsüchtiges Volk vorzieht. Er ist der Meister der Spaltung und fürchtet ein Volk, das lernt zusammenzuarbeiten. Und das ist ein Kriterium, um die Menschen zu unterscheiden: diejenigen, die Brücken bauen, und diejenigen, die Mauern errichten. Diejenigen, die Mauern errichten, säen Angst und versuchen, die Menschen zu spalten und einzuschüchtern. Ihr aber wollt Brückenbauer sein. Was wollt ihr sein? [Die Jugendlichen antworten: „Brückenbauer!“]. Ihr habt gut aufgepasst, das freut mich!

Ihr zeigt uns, dass Begegnung nicht bedeutet, dass man sich verstellt, und auch nicht, dass man dasselbe denkt oder den gleichen Lebensstil pflegt, indem man dieselben Dinge tut und nachmacht: Das machen die Papageien. Sich begegnen heißt sich anders zu verhalten wissen, in eine Kultur des Miteinanders eintreten. Es ist ein Aufruf und eine Einladung, mit Mut einen gemeinsamen Traum miteinander lebendig zu halten. Wir haben viele Unterschiede und sprechen verschiedene Sprachen. Wir tragen unterschiedliche Sachen, doch bitte richten wir uns darauf aus, einen gemeinsamen Traum zu haben. Das können wir sicher tun! Und das löst uns nicht auf, es bereichert uns. Ein großer Traum; ein Traum, der in der Lage ist, alle miteinzubeziehen. Es ist der Traum, für den Jesus am Kreuz sein Leben hingegeben hat und für den der Heilige Geist sich ergoss und das Pfingstereignis in die Herzen eines jeden Mannes und einer jeden Frau einbrannte, in jedes Herz, in deines und deines und deines … und in mein Herz – auch in dein Herz hat er es eingebrannt in der Hoffnung, dass er Raum findet, um zu wachsen und sich zu entfalten. Ein Traum, ein Traum namens Jesus, der vom Vater ausgesät wurde: Gott wie dieser, wie der Vater und vom Vater ausgesandt im Vertrauen darauf, dass er in jedem Herzen wachse und lebe. Ein konkreter Traum, der ein Mensch ist, der durch unsere Adern fließt, das Herz bewegt und jedes Mal neu bewegt, wenn wir die Worte hören: »Liebt einander! Wie ich euch geliebt habe, so sollt auch ihr einander lieben. Daran werden alle erkennen, dass ihr meine Jünger seid« (Joh 13,34-35). Wie heißt unser Traum? [Die Jugendlichen antworten: „Jesus!“]. Ich verstehe nicht … [Sie wiederholen: „Jesus!“]. Ich kann es nicht verstehen … [Sie antworten lauter: „Jesus!“].

Ein Heiliger von hier – hört zu – ein Heiliger dieser Erde sagte gerne: »Das Christentum ist nicht eine Ansammlung von Wahrheiten, die zu glauben sind, und von Geboten und Verboten, die zu beachten sind. Das Christentum ist so verstanden keineswegs attraktiv. Das Christentum ist eine Person, die mich so sehr geliebt hat und die meine Liebe ersehnt und verlangt. Das Christentum ist Christus« (Oscar Romero, Predigt, 6. November 1977). Sagen wir es gemeinsam? [Zusammen mit den Jugendlichen] Das Christentum ist Christus. Noch einmal: Das Christentum ist Christus. Ein weiteres Mal: Es ist Christus! Es besteht darin, den Traum fortzuführen, für den er sein Leben hingegeben hat, es besteht darin, mit derselben Liebe zu lieben, mit der er uns geliebt hat. Er hat uns nicht nur halb geliebt, er hat uns nicht nur ein bisschen geliebt. Er hat uns total geliebt und uns mit Sanftmut und Liebe überschüttet. Er gab sein Leben.

Wir fragen uns: Was hält uns zusammen? Warum sind wir zusammen? Was bringt uns dazu, zusammenzukommen? Wisst ihr, was uns zusammenhält? Es ist die Gewissheit, dass wir zutiefst geliebt sind, und diese Liebe wollen und können wir nicht verschweigen. Sie bringt uns vielmehr dazu, auf die gleiche Weise zu antworten: mit Liebe. Es ist die Liebe Christi, die uns antreibt (vgl. 2 Kor 5,14).

Schaut: Eine Liebe, die vereint, ist eine Liebe, die sich nicht aufdrängt und die nicht erdrückt, sie grenzt nicht aus, sie bringt nicht zum Schweigen und schweigt auch nicht, sie demütigt nicht und unterwirft nicht. Die Liebe des Herrn ist eine alltägliche Liebe, diskret und respektvoll, sie liebt die Freiheit und sie befreit, sie ist eine Liebe, die heilt und erhebt. Die Liebe des Herrn kennt sich eher mit dem Wiederaufstieg als mit dem Fall aus, mehr mit der Versöhnung als mit Verboten, mehr mit dem Gewähren neuer Möglichkeiten als mit der Verdammnis, mehr mit der Zukunft als mit der Vergangenheit. Es ist die stille Liebe einer dienend und hingebungsvoll ausgestreckten Hand. Es ist eine Liebe, die nicht prahlt, die sich nicht aufplustert, eine demütige Liebe, die sich den anderen schenkt, und zwar immer mit der ausgestreckten Hand. Das ist die Liebe, die uns heute vereint.

Ich frage dich: Glaubst du an diese Liebe? [Sie antworten: Ja!]. Ich stelle eine weitere Frage: Glaubst du, dass diese Liebe „sich lohnt“? Jesus hat diese Frage einmal einem Menschen gestellt und dann am Schluss gesagt: „Wenn du das glaubst, geh und mache es ebenso“. Im Namen Jesu sage ich euch: Geht und macht es ebenso. Habt keine Furcht zu lieben, fürchtet euch nicht vor dieser konkreten Liebe, dieser Liebe voll von Zärtlichkeit, dieser Liebe, die Dienst ist, dieser Liebe, die das Leben schenkt.

Und das ist die Frage und der Ruf, die an Maria ergingen. Der Engel fragte sie, ob sie diesen Traum in ihrem Schoß tragen, ob sie ihm Leben schenken, ihm zu einem leibhaftigen Menschen machen wolle. Maria hatte das gleiche Alter wie viele von euch hier, wie viele von euch Mädchen. Sie sprach: »Siehe, ich bin die Magd des Herrn; mir geschehe, wie du es gesagt hast« (Lk 1,38). Schließen wir alle die Augen und denken wir an Maria. Sie war nicht dumm, Sie war sich dessen bewusst, was sie in ihrem Herzen spürte. Sie wusste, was Liebe ist und sie hat geantwortet: »Siehe, ich bin die Magd des Herrn; mir geschehe, wie du es gesagt hast«. In diesem kurzen Augenblick der Stille, in dem Jeus zu jedem sagt – zu dir und zu dir und zu dir … – „Fühlst du dich danach? Willst du?“ Denk an Maria und antworte: „Ich will dem Herrn dienen. Mir geschehe, wie du gesagt hat.“ Maria vermochte „Ja“ zu sagen. Sie hatte den Mut, den Traum Gottes mit Leben zu erfüllen. Willst du den Traum Gottes mit deinen Händen und Füßen, mit deinem Blick und deinem Herzen wirklich werden lassen? Möchtest du, dass die Liebe des Vaters dir neue Horizonte eröffnet und dich auf Pfaden führt, die du dir nie vorgestellt und erdacht hättest, die du dir nie erträumt oder von denen du nie erwartet hättest, dass sie dein Herz so erfreut singen und tanzen ließen?

Haben wir den Mut, wie Maria zum Engel zu sagen: „Siehe, wir sind Knechte und Mägde des Herrn, uns geschehe...“? Antwortet jetzt nicht, jeder antworte in seinem Herzen. Es gibt Fragen, auf die man nur in der Stille antwortet.

Liebe Jugendliche, dieser Weltjugendtag wird nicht zu einer Quelle der Hoffnung durch ein Abschlussdokument, durch eine Übereinkunft oder ein Programm. Nein, das wird es nicht sein. Was mehr Hoffnung gibt bei dieser Begegnung, sind eure Gesichter und ein Gebet. Das wird Hoffnung geben. Mit dem Gesicht, mit dem ihr nach Hause zurückkehrt, mit dem verwandelten Herzen, mit dem ihr nach Hause kommt und mit dem Gebet, was ihr mit diesem verwandelten Herzen gelernt habt. Das, was mehr Hoffnung bei diesem Treffen bringen wird, werden eure Gesichter und euer Gebet sein. Und jeder wird mit dieser neuen Kraft nach Hause zurückkehren, die immer dann entsteht, wenn wir uns mit anderen und mit dem Herrn treffen, erfüllt vom Heiligen Geist, um jenen Traum zu erinnern und am Leben zu erhalten, der uns zu Brüdern und Schwestern macht und den wir – das ist unsere Berufung – im Herzen der Welt nicht erstarren lassen wollen: Egal wo wir sein werden, egal was wir tun werden, immer können wir nach oben schauen und sagen: „Herr, lehre mich so zu lieben, wie du uns geliebt hast.“ Wollen wir das gemeinsam wiederholen? „Herr, lehre mich so zu lieben, wie du uns geliebt hast“. [Zusammen mit den Jugendlichen] „Herr, lehre mich so zu lieben, wie du uns geliebt hast“. Lauter, ihr seid heiser. „Herr, lehre mich so zu lieben, wie du uns geliebt hast“.

Schön. Und da wir gut und wohlerzogen sein wollen, können wir diese erste Zusammenkunft nicht beenden ohne zu danken. Danke allen, die diesen Weltjugendtag mit großer Begeisterung vorbereitet haben, all dies hier. Danke, großartig! Danke, dass ihr den Mut hattet, alles herzurichten und Gäste aufzunehmen, dass ihr „Ja“ gesagt habt zu dem Traum Gottes, seine Söhne und Töchter vereint zu sehen. Danke an Erzbischof Ulloa und alle seine Mitarbeiter, die dazu beigetragen haben, dass Panama heute nicht nur ein Kanal ist, der die Meere verbindet, sondern auch ein Kanal, in dem der Traum Gottes weitere kleine Kanäle findet, um zu wachsen, sich weiter zu verzweigen und in alle Ecken der Erde auszustrahlen.

Liebe Freunde, Freundinnen und Freunde, Jesus segne euch! Das wünsche ich euch von ganzem Herzen. Unsere Liebe Frau von Antigua begleite euch und behüte euch, auf dass wir wie sie ohne Angst sagen können: »Hier bin ich, so soll mir geschehen«. Danke!

[00113-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua portoghese

Queridos jovens, boa tarde!

Que bom é encontrar-nos de novo, e fazê-lo nesta terra que nos acolhe com tantas cores e tanto calor! Reunidos no Panamá, a Jornada Mundial da Juventude é mais uma vez uma festa, uma festa de alegria e esperança para toda a Igreja e, para o mundo, um grande testemunho de fé.

Lembro-me que, em Cracóvia, alguns perguntaram-me se estaria presente no Panamá, tendo-lhes respondido: «Eu, não sei; mas Pedro estará lá certamente. Pedro estará…» Alegra-me poder-vos dizer hoje: Pedro está convosco, para celebrar e renovar a fé e a esperança. Pedro e a Igreja caminham convosco e queremos dizer-vos que não tenhais medo, que prossigais com esta energia renovadora e esta inquietação constante que nos ajuda e impele a ser mais alegres, mais disponíveis, mais «testemunhas do Evangelho». Prossegui, não para criar uma Igreja paralela, um pouco mais «jovial» e «atrevida» numa modalidade para jovens, com alguns elementos decorativos, como se isso pudesse deixar-vos contentes. Pensar assim seria faltar ao respeito devido a vós e a tudo aquilo que o Espírito, por vosso intermédio, nos tem vindo a dizer.

Ao contrário, queremos descobrir e despertar, juntamente convosco, a novidade incessante e a juventude da Igreja, abrindo-nos sempre a esta graça do Espírito Santo que tantas vezes realiza um novo Pentecostes (cf. Sínodo dedicado aos jovens, Documento final, 27/X/2018, 60). Isto só é possível, se, como há pouco vivemos no Sínodo, soubermos caminhar escutando-nos e escutar completando-nos uns aos outros, se soubermos testemunhar anunciando o Senhor no serviço aos nossos irmãos; que, naturalmente, é sempre um serviço concreto. Não se trata dum serviço em banda desenhada: é um serviço concreto. Se começarmos a caminhar, jovens, sempre jovens como na história da América... Penso naqueles de vós que começaram primeiro a caminhar nesta Jornada: vós, jovens da juventude indígena, fostes os primeiros na América e os primeiros a caminhar neste encontro. Um grande aplauso, forte! E ainda vós, jovens descendentes de africanos: também vós fizestes o vosso encontro, antecipando-vos a nós. Outro aplauso!

Bem! Sei que, para chegar aqui, não foi fácil. Conheço os esforços, os sacrifícios que fizestes para poderdes participar nesta Jornada. Muitos dias de trabalho e dedicação, encontros de reflexão e oração, cuja recompensa é o próprio caminho. O discípulo não é apenas aquele que chega a um lugar, mas quem começa com decisão, quem não tem medo de arriscar e pôr-se a caminho. Se alguém se põe a caminhar, já é um discípulo. Se ficas parado, perdeste… Começar a caminhar, estar a caminho: esta é a alegria maior do discípulo. Vós não tendes medo de arriscar e caminhar. Se hoje podemos estar em festa, é porque esta festa já começou há muito tempo em cada comunidade.

Como ouvimos há pouco na apresentação e constatamos pelas bandeiras que desfilavam, vimos de culturas e povos distintos, falamos línguas diferentes, vestimos roupas diversas. Cada um dos nossos povos viveu histórias e circunstâncias distintas. Quantas coisas podem diferenciar-nos! Mas nada disso impediu de nos encontrarmos; tantas diferenças não impediram de nos encontrarmos e estarmos juntos, de nos alegrarmos juntos, de celebrarmos juntos, de confessarmos Jesus Cristo juntos. Nenhuma diferença nos deteve. Isto é possível, porque sabemos que há Alguém que nos une, que nos faz irmãos. Vós, queridos amigos, fizestes muitos sacrifícios para vos poderdes encontrar, tornando-vos assim verdadeiros mestres e artesãos da cultura do encontro. Com isso, tornastes-vos mestres e artesãos da cultura do encontro, que não é «Olá! Como estás? Adeus, até breve». Não, a cultura do encontro é aquela que nos faz caminhar juntos com as nossas diferenças, mas com amor, todos unidos no mesmo caminho. Vós, com os vossos gestos e atitudes, com as vossas perspetivas, desejos e sobretudo a vossa sensibilidade, desmentis e refutais certos discursos que se concentram e empenham em semear divisão, aqueles discursos que procuram excluir e expulsar quantos «não sejam como nós». Como dizemos em vários países da América: «Não são um GCU [gente como um (que eu conheço), gente como nós]. Vós desmentis isto. Todos são pessoas como nós, cada qual com as próprias diferenças. Assim é, porque tendes um olfato capaz de intuir que «o amor verdadeiro não anula as diferenças legítimas, mas harmoniza-as numa unidade superior» (Bento XVI, Homilia, 25/I/2006). Repito-o: «O amor verdadeiro não anula as diferenças legítimas, mas harmoniza-as numa unidade superior». Sabeis quem disse isto? Sabeis ou não? O Papa Bento XVI, que está a acompanhar-nos. Façamos-lhe um aplauso. Mandemos-lhe daqui uma saudação! Ele está a ver-nos na televisão. Uma saudação (todos, todos com as mãos) para o Papa Bento! Entretanto sabemos que o pai da mentira, o demónio, prefere sempre o contrário: um povo dividido e litigioso. Ele é o mestre da divisão e tem medo de um povo que aprenda a trabalhar em conjunto. E isto é um critério para distinguir as pessoas: os construtores de pontes e os construtores de muros. Os construtores de muros que, semeando medo, procuram dividir e amedrontar as pessoas. Mas vós quereis ser construtores de pontes. Que quereis ser? [os jovens respondem: «Construtores de pontes!»] Aprendestes bem, gostei!

Vós ensinais-nos que encontrar-se não significa mimetizar-se, pensar todos a mesma coisa, viver todos de forma igual fazendo e repetindo as mesmas coisas. Isto, fazem-no os papagaios. Encontrar-se significa saber fazer outra coisa: entrar na cultura do encontro é apelo e convite a termos a coragem de manter vivo e em conjunto um sonho comum. Entre nós, há tantas diferenças, falamos línguas diferentes. Todos nos vestimos de forma diferente, mas, por favor, procuremos ter um sonho em comum. Isto, podemos fazê-lo. E isto não nos aniquila, mas enriquece. Um sonho grande, um sonho capaz de envolver a todos. O sonho, pelo qual Jesus deu a vida na cruz e o Espírito Santo, no dia de Pentecostes, foi derramado e gravado a fogo no coração de cada homem e mulher, no coração de cada um, no deste, no daquele, no daqueloutro…, no meu, também no teu gravou-o com a esperança de aí encontrar espaço para crescer e desenvolver-Se. Um sonho, um sonho chamado Jesus, semeado pelo Pai: Deus como Ele, como o Pai, enviado pelo Pai com a confiança que crescerá e viverá em todo o coração. Um sonho concreto, que é uma Pessoa, que corre nas nossas veias, faz exultar e dançar de alegria o coração sempre que escutamos o mandamento que Jesus nos deu: «Que vos ameis uns aos outros; que vos ameis uns aos outros assim como Eu vos amei. Por isto é que todos conhecerão que sois meus discípulos». Como se chama o nosso sonho? [os jovens respondem: «Jesus!»] Não ouço… [repetem: «Jesus!»] Não ouço… Mais forte! [repetem mais forte: «Jesus!»].

Um santo destas terras – ouvi isto – um santo destas terras gostava de dizer: «O cristianismo não é um conjunto de verdades para se acreditar, nem de leis para se observar nem de proibições. O cristianismo, visto assim, seria muito repugnante. O cristianismo é uma Pessoa que me amou tanto, que deseja e pede o meu amor. O cristianismo é Cristo» (Santo Óscar Romero, Homilia, 6/XI/1977) Podemos repetir todos juntos? [juntamente com os jovens] O cristianismo é Cristo. Outra vez: O cristianismo é Cristo. Mais uma vez: É Cristo! É continuar o sonho pelo qual Ele deu a vida: amar com o mesmo amor com que Ele nos amou. Não nos amou a meias, não nos amou um pouco… Amou-nos totalmente, cumulou-nos de ternura, de amor; deu a sua vida.

Perguntemo-nos: O que é que nos mantém unidos? Por que é que estamos unidos? Que nos impele a encontrar-nos? Sabeis o que nos mantem unidos? É a certeza de saber que fomos amados com um amor cativante que não queremos nem podemos calar; um amor que nos desafia a responder da mesma maneira: com amor. O que nos impele é o amor de Cristo (cf. 2 Cor 5, 14).

Olhai! Um amor que une é um amor que não se impõe nem esmaga, um amor que não marginaliza nem obriga a estar calado nem silencia, um amor que não humilha nem subjuga. É o amor do Senhor: amor diário, discreto e respeitador, amor feito de liberdade e para a liberdade, amor que cura e eleva. É o amor do Senhor, que se entende mais de levantamentos que de quedas, de reconciliação que de proibições, de dar nova oportunidade que de condenar, de futuro que de passado. É o amor silencioso da mão estendida no serviço e na doação; é o amor que não se vangloria nem se pavoneia, é o amor humilde que se dá aos outros sempre com a mão estendida. Tal é o amor que nos une hoje.

Pergunto: acreditas tu neste amor? [respondem: «Sim!»] E faço outra pergunta: acreditas que este amor vale a pena? Uma vez Jesus, respondendo a uma pessoa que O interrogara, terminou dizendo: «Se acreditas que é assim, vai e faz o mesmo». Em nome de Jesus, eu digo-vos: Ide e fazei o mesmo. Não tenhais medo de amar, não tenhais medo deste amor concreto, deste amor que tem ternura, deste amor que é serviço, deste amor que dá a vida.

E esta foi a mesma pergunta e a chamada que recebeu Maria. O anjo perguntou-Lhe se queria trazer este sonho no seu ventre, se queria fazê-lo vida, fazê-lo carne. Maria tinha a idade de muitos de vós, a idade de tantas jovens como vós. Ela respondeu: «Eis a serva do Senhor, faça-se em Mim segundo a tua palavra» (Lc 1, 38). Fechemos nossos olhos, todos nós, e pensemos em Maria. Ela não era estúpida, sabia o que sentia o seu coração, sabia o que era o amor, e respondeu: «Eis a serva do Senhor, faça-se em Mim segundo a tua palavra». Nestes breves momentos de silêncio, em que Jesus diz a cada um – a este, àquele, àqueloutro –: «Estás disposto? Queres?» Pensa em Maria e responda: «Quero servir o Senhor. Faça-se em mim segundo a tua palavra». Maria soube dizer «sim». Teve a coragem de dar vida ao sonho de Deus. E o mesmo nos é pedido a nós hoje: queres encarnar com as tuas mãos, os teus pés, o teu olhar, o teu coração o sonho de Deus? Queres que seja o amor do Pai a abrir-te novos horizontes e levar-te por sendas nunca imaginadas nem pensadas, sonhadas ou esperadas, que alegrem e façam cantar e dançar o coração?

Temos a coragem de responder ao anjo, como Maria, «eis-nos aqui, somos os servos do Senhor, faça-se em nós…»? Agora não respondais; cada qual responda no seu coração. Há perguntas a que se responde apenas em silêncio.

Queridos jovens, esta Jornada não se revelará fonte de esperança por um documento final, uma mensagem consensual ou um programa a aplicar. Não será por isso. Aquilo que dará mais esperança neste encontro serão os vossos rostos e uma oração. Isto dará esperança... o rosto com que voltardes para casa, o coração transformado com que regressardes a casa, a oração que tiverdes aprendido a dizer com esse coração transformado. O que dará mais esperança neste encontro serão os vossos rostos, a vossa oração! E cada um regressará a casa com aquela força nova que se gera sempre que nos encontramos com os outros e com o Senhor, cheios do Espírito Santo para lembrar e manter vivo aquele sonho que nos faz irmãos e que somos convidados a não deixar congelar no coração do mundo: onde quer que nos encontremos, a fazer seja o que for, sempre poderemos olhar para o alto e dizer: «Senhor, ensinai-me a amar como Vós nos amastes». Quereis repeti-lo comigo? «Senhor, ensinai-me a amar como Vós nos amastes». [juntamente com os jovens] «Senhor, ensinai-me a amar como Vós nos amastes». Mais forte! Estais roucos? «Senhor, ensinai-me a amar como Vós nos amastes».

Pois bem! Dado que queremos ser bons e educados, não podemos terminar este primeiro encontro sem agradecer. Obrigado a todos aqueles que prepararam, com grande entusiasmo, esta Jornada Mundial da Juventude, tudo isto. Um grande obrigado! Obrigado por terem tido a coragem de construir e hospedar, por terem dito «sim» ao sonho de Deus que é ver os seus filhos reunidos. Obrigado ao Arcebispo D. Ulloa e todos os seus colaboradores por terem ajudado a fazer com que hoje o Panamá não seja apenas um canal que une mares, mas também canal onde o sonho de Deus continua a encontrar pequenos canais para crescer e multiplicar-se irradiando-se por todos os cantos da terra.

Amigos – amigos e amigas –, que Jesus vos abençoe! Vo-lo desejo com todo o coração. Que Santa Maria la Antigua vos acompanhe e proteja, para podermos dizer, sem medo, como Ela: «Eis-me aqui. Faça-se em mim». Obrigado!

[00113-PO.02] [Texto original: Espanhol]

Traduzione in lingua polacca

Drodzy młodzi, dobry wieczór!

Jak dobrze spotkać się znowu i uczynić to na tej ziemi, która nas gości wieloma barwami i z wielką serdecznością! Światowe Dni Młodzieży dotarłszy do Panamy znowu są świętem, świętem radości i nadziei dla całego Kościoła, a dla świata wielkim świadectwem wiary.

Pamiętam, że w Krakowie niektórzy pytali mnie, czy zamierzam być w Panamie, a ja odpowiedziałem im: „Nie wiem, ale Piotr na pewno tam będzie. Piotr tam będzie”. Dzisiaj mówię wam z radością: Piotr jest z wami, aby świętować i odnowić wiarę i nadzieję. Piotr i Kościół idą z wami i chcą wam powiedzieć, byście się nie lękali, byście szli naprzód z tą odnawiającą energią i stałym pragnieniem, które nam pomagają i mobilizują do bycia bardziej radosnymi i bardziej dyspozycyjnymi, do bycia bardziej „świadkami Ewangelii”. Iść naprzód, nie po to, aby tworzyć jakiś Kościół paralelny, bardziej „rozrywkowy” czy „cool” w wydarzeniu dla młodych, z jakimiś elementami dekoracyjnymi, jakby to miało uczynić was szczęśliwymi. Myślenie w ten sposób byłoby brakiem szacunku dla was i tego wszystkiego, co Duch mówi nam poprzez was.

Wręcz przeciwnie! Chcemy odkryć i rozbudzić wraz z wami nieustanną nowość i młodość Kościoła, otwierając się nieustannie na tę łaskę Ducha Świętego, działającą wiele razy, na nową Pięćdziesiątnicę (por. Synod poświęcony młodzieży, Dokument końcowy, 60). A jest to możliwe tylko pod warunkiem, że podobnie, jak to przeżyliśmy już niedawno na Synodzie, potrafimy iść, słuchając siebie i słuchać, uzupełniając się nawzajem, jeśli potrafimy dawać świadectwo, głosząc Pana w służbie naszym braciom; jest to zawsze rzecz jasna konkretna służba. Nie jest to służba „jak z obrazków reklamowych”: jest to służba konkretna - jeśli będąc młodymi wyruszamy w drogę, zawsze młodzi jak w dziejach Ameryki. Myślę o was, którzy jako pierwsi podążaliście w tym Dniu, młodych należących do rdzennych ludów, byliście pierwsi w Ameryce i pierwsi, którzy przeszli drogę na tym spotkaniu. Wielkie brawa, mocne! A także i wy młodzi potomkowie Afrykańczyków: wy też się spotkaliście i poprzedziliście nas. Kolejne brawa!

Wiem, że dotarcie tutaj nie było łatwe. Wiem o wysiłkach, ofiarach, jakie podjęliście, aby móc uczestniczyć w tym Dniu. Wiele dni pracy i poświęcenia, spotkania refleksji i modlitwy sprawiają, że sama pielgrzymka stanowi nagrodę. Uczeń to nie tylko ten, który przybywa na dane miejsce, ale ten, który zaczyna zdecydowanie, który nie boi się podjąć ryzyka i wyruszyć w drogę. Jeżeli ktoś wyrusza w drogę, już jest uczniem. Jeśli stoisz w miejscu, przegrałeś. Trzeba zacząć iść, to jest największą radością ucznia. Nie baliście się zaryzykować i iść. A dzisiaj możemy tańczyć, bo to święto zaczęło się dawno temu w każdej ze wspólnot.

Dopiero co usłyszeliśmy podczas prezentacji, widzieliśmy po flagach, że pochodzimy z różnych kultur i narodów, mówimy różnymi językami, nosimy różne szaty. Każdy z naszych narodów przeżył różne historie i sytuacje. Wiele rzeczy może nas rozróżnić, ale nic z tego nie powstrzymało nas od spotkania, wiele różnic nie przeszkodziło nam, by się spotykać i być razem, bawić się razem, świętować razem, wyznając razem Jezusa Chrystusa. Nic nas nie powstrzymało. Jest to możliwe, ponieważ wiemy, że jest Ktoś, kto nas jednoczy, czyni nas braćmi. Wy, drodzy przyjaciele, podjęliście wiele wyrzeczeń, abyście mogli się spotkać i stać się w ten sposób prawdziwymi mistrzami i budowniczymi kultury spotkania. Dzięki temu stajecie się mistrzami i budowniczymi kultury spotkania, która nie jest „Cześć, jak się masz? Cześć, do zobaczenia wkrótce”. Nie, kultura spotkania jest tym, co sprawia, że kroczymy razem z naszymi różnicami, ale z miłością, wszyscy zjednoczeni na tej samej drodze. Waszymi gestami i postawami, waszymi spojrzeniami, pragnieniami a nade wszystko waszą wrażliwością zaprzeczacie i podważacie wszystkie te wypowiedzi, które koncentrują się i starają się stwarzać podziały, te wypowiedzi, które starają się wykluczać i eliminować tych, którzy „nie są tacy, jak my”. Jak w różnych krajach Ameryki mówimy „Nie są ludźmi GCU [ludźmi jak my]. Zaprzeczajcie temu. Wszyscy są ludźmi takimi jak my, wszyscy, z naszymi różnicami. A dzieje sią tak dlatego, że wyczuwacie, iż „prawdziwa miłość nie znosi słusznych różnic, ale łączy je harmonijnie w wyższą jedność” (Benedykt XVI, Homilia 25 stycznia 2006; w: L’Osservatore Romano, wyd. pl. n. 3(281)/2006, s. 29.). Powtarzam: „prawdziwa miłość nie znosi słusznych różnic, ale łączy je harmonijnie w wyższą jedność”. Czy wiecie, kto to powiedział? Wiecie? Papież Benedykt XVI, który na nas patrzy, a i my skierujmy do niego nasze brawa, posyłamy mu stąd pozdrowienia! Patrzy na nas w telewizji. Wszyscy pozdrówmy rękoma Papieża Benedykta! Wręcz przeciwnie, wiemy, że ojciec kłamstwa, diabeł zawsze woli lud podzielony i kłótliwy. Jest on mistrzem podziału i boi się ludu, którzy uczy się pracować razem. To jest kryterium służące odróżnieniu osób: budowniczych mostów od budowniczych murów. Budowniczowie murów, którzy sieją strach, próbują dzielić i zastraszyć ludzi. Natomiast wy chcecie być budowniczymi mostów. Kim chcecie być? [młodzi ludzie odpowiadają: „budowniczymi mostów!”]. Dobrze się nauczyliście, to mi się podoba!

Uczycie nas, że spotkanie nie oznacza naśladowania jedni drugich, ani też, aby wszyscy myśleli w ten sam sposób, czy też życia w taki sam sposób i powtarzania tych samych rzeczy: tak czynią papugi. Spotkać się, to znaczy umieć czynić coś innego: wejść w kulturę spotkania, jest to powołanie i zaproszenie, by mieć odwagę podtrzymywania razem wspólnego marzenia. Wiele rzeczy nas różni, mówimy różnymi językami. Wszyscy ubieramy się inaczej, ale, proszę was, dążymy do wspólnego marzenia. Tak, to możemy uczynić. I to nas nie przekreśla, lecz wzbogaca. Marzenie wspaniałe, marzenie zdolne do zaangażowania wszystkich. Marzenie, dla którego Jezus oddał swoje życie na krzyżu, a Duch Święty zstąpił i naznaczył je ogniem w dniu Pięćdziesiątnicy w sercu każdego mężczyzny i kobiety, w sercu każdego, w twoim i moim sercu, także i twoim, w oczekiwaniu, że znajdzie miejsce, by się rozwijać i wzrastać. Marzenie to nazywa się Jezus, jest zasiane przez Ojca: Bóg, tak jak On, jak Ojciec, posłany przez Ojca z ufnością, że będzie wzrastać i żyć w każdym sercu. Jest to marzenie konkretne, które jest Osobą, które płynie w naszych żyłach, wstrząsa sercem i sprawia, że tańczy za każdym razem, kiedy słyszymy: „Miłujcie się wzajemnie, jak Ja was umiłowałem. Po tej miłości, którą będziecie mieć jedni do drugich, wszyscy poznają, żeście uczniami moimi”. Jak się nazywa nasze marzenie? [młodzi ludzie odpowiadają: „Jezus!"] Nie słyszę... [powtarzają: „Jezus!”] Nie słyszę... [silniej: „Jezus!”]

Pewien święty pochodzący z tych krajów - słuchajcie uważnie – święty z tych krajów - lubił mówić: „Chrześcijaństwo nie jest zespołem prawd, w które należy wierzyć, prawami, które należy przestrzegać lub zakazami. Chrześcijaństwo postrzegane w ten sposób jest odpychające. Chrześcijaństwo to osoba, która mnie bardzo umiłowała, która pragnie i prosi o moją miłość. Chrześcijaństwo to Chrystus” (por. S. Oscar Romero, Homilía, 6 noviembre 1977). Czy powiemy to wszyscy razem? [razem z młodzieżą] Chrześcijaństwo to Chrystus. Jeszcze raz: Chrześcijaństwo to Chrystus. Jeszcze raz: to Chrystus! To rozwijanie marzenia, za które oddał On życie: miłować z tą samą miłością, z jaką On nas umiłował. Nie pokochał nas w połowie, nie umiłował nas tylko trochę. Umiłował nas całkowicie, napełnił nas czułością, miłością, oddał za nas swe życie.

Zadajemy sobie pytanie: Co nas utrzymuje w jedności? Dlaczego jesteśmy zjednoczeni? Co nas pobudza do spotkania? Czy wiecie, co nas jednoczy? To pewność wypływająca ze świadomości, że zostaliśmy umiłowani serdeczną miłością, której nie chcemy i nie możemy przemilczeć, to miłość, która wzywa nas, abyśmy odpowiedzieli w ten sam sposób: miłością. To miłość Chrystusa nas przynagla (por. 2 Kor 5,14).

Widzicie: miłość, która jednoczy jest miłością, która się nie narzuca ani nie przytłacza, miłość, która nie marginalizuje ani nie ucisza i nie milczy, miłość, która nie upokarza ani nie zniewala. Jest to miłość Pana, miłość codzienna, dyskretna i respektująca, miłość wolności i dla wolności, miłość, która leczy i uwzniośla. To miłość Pana, która wie więcej o powstaniach niż upadkach, o pojednaniu niż zakazach, o dawaniu nowej szansy niż potępieniu, o przyszłości niż przeszłości. Jest to milcząca miłość pomocnej ręki w służbie i dawaniu siebie, to miłość, która się nie pyszni, która się nie puszy, pokorna miłość, która daje się innym zawsze z wyciągniętą ręką. To jest miłość, która nas dzisiaj jednoczy.

Pytam cię: Czy wierzysz w tę miłość? [odpowiadają: „tak!”]. I zadam inne pytanie: czy wierzysz, że ta miłość jest warta zachodu? Pewnego razu Jezus osobie, która zadała pytanie, odpowiedział w końcu: „Jeśli w to wierzysz, idź i czyń podobnie”. W imieniu Jezusa mówię wam: idźcie i czyńcie podobnie. Nie lękajcie się kochać, nie lękajcie się tej konkretnej miłości, tej miłości, która ma czułość, tej miłości, która jest służbą, tej miłości, która daje życie.

Było to to samo pytanie i to samo powołanie, jakie otrzymała Maryja. Anioł zapytał ją, czy chce nieść to marzenie w swoim łonie i czy chce uczynić je żywym, uczynić je ciałem. Maryja była w wieku wielu z was, wieku wielu dziewcząt takich, jak wy. Powiedziała: „Oto Ja służebnica Pańska, niech Mi się stanie według twego słowa!” (Łk 1,38). Zamknijmy wszyscy oczy i pomyślmy o Maryi. Nie była głupia, wiedziała, co czuło jej serce, wiedziała, czym jest miłość i odpowiedziała: „Oto Ja służebnica Pańska, niech Mi się stanie według twego słowa!”. W tej krótkiej chwili milczenia, w której Jezus mówi każdemu - tobie, tobie, tobie: „Czy słyszysz to? Czy chcesz?”. Pomyśl o Maryi i odpowiedz: „Chcę służyć Panu. Niech mi się stanie według Twego słowa”. Maryja potrafiła powiedzieć „tak”. Odważyła się dać życie marzeniu Boga. O to właśnie pyta nas dzisiaj: Czy chcesz nadać ciało twoimi rękoma, twoimi stopami, oczyma, sercem marzeniu Boga? Czy chcesz, aby miłość Ojca otworzyła Tobie nowe perspektywy i prowadziła drogami, jakich nigdy sobie nie wyobrażałeś i o jakich nie myślałeś, nie marzyłeś ani nie oczekiwałeś, które radują i sprawiają, że serce śpiewa i tańczy?

Czy mamy odwagę, by powiedzieć aniołowi, jak Maryja: oto my, słudzy Pana, nich nam się stanie…? Nie odpowiadajcie w tej chwili, niech każdy odpowie w swoim sercu. Są takie pytania, na które odpowiada się wyłączenie w milczeniu.

Drodzy młodzi: ten Dzień nie będzie źródłem nadziei z powodu dokumentu końcowego, uzgodnionego przesłania czy programu do realizacji. Nie, to nie będzie to. Tym, co da najwięcej nadziei w tym spotkaniu, będą wasze twarze i modlitwa. To da nadzieję. Z twarzą, z którą powrócicie do domu, z sercem przemienionym, z którym powrócicie do domu, z modlitwą, której nauczyliście się odmawiać z tym przemienionym sercem. Tym, co da najwięcej nadziei na tym spotkaniu, będą wasze twarze, wasza modlitwa. I każdy powróci do domu z nową siłą, która rodzi się za każdym razem, gdy spotykamy się z innymi i z Panem, napełnieni Duchem Świętym, aby pamiętać i podtrzymywać to marzenie, które czyni nas braćmi. Jesteśmy powołani, abyśmy nie pozwolili na jego zamrożenie w sercu świata: gdziekolwiek się znajdziemy, niezależnie od tego, co będziemy czynili, będziemy mogli spojrzeć w górę i powiedzieć: „Panie, naucz mnie kochać tak, jak Ty nas umiłowałeś”. Czy chcecie to powtórzyć wraz ze mną?: „Panie, naucz mnie kochać tak, jak Ty nas umiłowałeś”. [razem z młodzieżą] „Panie, naucz mnie kochać tak, jak Ty nas umiłowałeś”. Silniej, czy ochrypliście. „Panie, naucz mnie kochać tak, jak Ty nas umiłowałeś”.

Dobrze, a biorąc pod uwagę, że chcemy być dobrzy i dobrze wychowani, nie możemy zakończyć tego pierwszego spotkania bez podziękowań. Dziękuję wszystkim, którzy z wielkim entuzjazmem przygotowali ten Światowy Dzień Młodzieży, to wszystko. Dziękuję, mocno. Dziękuję za odwagę, by budować i gościć, za powiedzenie „tak” Bożemu marzeniu, żeby widzieć swoje zjednoczone dzieci. Dziękuję arcybiskupowi José Ulloa i całemu jego zespołowi za dopomożenie w sprawieniu, aby dzisiaj Panama była nie tylko kanałem łączącym morza, ale także kanałem, w którym marzenie Boga stale znajduje inne małe kanały, aby wzrastać, pomnażać się i promieniować we wszystkich zakątkach świata.

Przyjaciele, niech Jezus was błogosławi! Życzę wam tego z całego serca. Niech Matka Boża Starsza (Santa Maria la Antigua), niech będzie z wami, niech was chroni, abyśmy jak Ona mogli mówić bez lęku: „Oto jestem. Niech mi się stanie”. Dziękuję!

[00113-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua araba

أيّها الشبيبة الأعزّاء، مساء الخير!

كم هو جميل أن نلتقي، وأن نلتقي في هذه الأرض التي تستقبلنا بحرارة وبكثير من الألوان! إن اليوم العالمي للشبيبة الذي يعقد في بنما، هو مجدّدا عيد، عيد فرح ورجاء بالنسبة للكنيسة بأسرها، وشهادة عظيمة للإيمان بالنسبة للعالم.

أذكر أنه قد سألني البعض في كراكوف، إذا كنت سأذهب إلى بنما، وأجبتهم: "انا لا أعرف، ولكن بطرس سوف يكون هناك بالتأكيد. بطرس سيكون هناك". يسعدني اليوم أن أقول لكم: بطرس معكم للاحتفال بالإيمان والرجاء ولتجديدهما. بطرس والكنيسة يسيران معكم، ونريد أن نقول لكم ألّا تخافوا، وأن تمضوا قدمًا بهذه الطاقة المتجدّدة وهذه الرغبة المستمرّة التي تساعدنا وتشجّعنا على أن نكون أكثر بهجة وأكثر استعدادًا، أكثر "شهودًا للإنجيل". نمضي قدمًا لكن ليس بهدف إنشاء كنيسة موازية "أكثر تسلية" أو "رائعة" عبر حدث للشبيبة، مع بعض عناصر التزين، كما لو كان ذلك يستطيع أن يسعدكم. إن التفكير بهذه الطريقة يعني التقليل من احترامكم ومن احترام كلّ ما يقوله لنا الروح القدس من خلالكم.

على العكس! إننا نريد أن نسترجع ونوقظ برفقتكم حداثة الكنيسة المستمرّة وشبابها من خلال انفتاحنا دومًا على نعمة الروح القدس هذه التي غالبًا ما تصنع عَنصرة جديدة (را. السينودس حول الشبيبة، الوثيقة الختامية، عدد 60). وهذا يكون ممكنًا فقط إذا عرفنا، كما عشنا مؤخّرًا في السينودس، كيف نسير ونحن نصغي إلى بعضنا البعض، وكيف نصغي ونحن نكمّل بعضنا البعض، وإذا استطعنا أن نشهد، إذ نبشّر بالربّ عبر خدمة إخوتنا؛ أي التي هي دومًا خدمة ملموسة. ليست خدمة "ظاهريّة": إنما خدمة ملموسة. إذا بدأنا بالسير، شبّان، دائما شبّان، كما هو الحال في تاريخ أمريكا. أفكّر فيكم أنتم الذين بدأتم بالسير أوّلا في هذا اليوم العالمي، أنتم شبيبة السكّان الأصليين، كنتم الأوائل في أمريكا، وأنتم أوّل من سار في هذا اللقاء. تصفيق كبير، قويّ! وأنتم أيضًا أيها الشبيبة أحفاد الأفارقة: أنتم أيضًا قد اجتمعتم وسبقتمونا. تصفيق آخر!

حسنًا. أعلم أن الوصول إلى هنا لم يكن سهلاً. أنا أعرف الجهود والتضحيات التي قدّمتموها كي تشاركوا في هذا اليوم. أيام كثيرة من العمل والالتزام، واجتماعات للتفكير والصلاة تجعل من هذه المسيرة نفسها هي المكافأة. التلميذ ليس فقط ذلك الذي يصل إلى مكان ما، إنما ذاك الذي يبدأ بعزم، ذاك الذي لا يخاف من المخاطرة ومن السير. إذا بدأ المرء في السير، فهو بالفعل تلميذ. وإذا بقيتَ ساكنًا، فقد خسرتَ. إبدأ في السير، فهذا هو الفرح الأعظم للتلميذ: أن يكون في مسيرة. أنتم لم تخافوا من المخاطرة ومن السير. واليوم يمكننا أن نحتفل، لأن هذا العيد قد بدأ منذ فترة طويلة في كلّ جماعة.

لقد سمعنا منذ لحظة في العرض التقديمي، ورأينا من الأعلام أننا نأتي من ثقافات وشعوب مختلفة، ونرتدي ملابس مختلفة. وقد عاش كلّ شعب من شعوبنا تواريخ وظروف مختلفة. كم من الأشياء يمكن أن تميّزنا! لكن لم يستطع أيّ شيء من كلّ هذه الأمور أن يمنعنا من اللقاء، ولم تمنعنا العديد من الاختلافات من أن نلتقي وأن نجتمع معًا، ونستمتع معًا، ونحتفل معًا، ونعترف بيسوع المسيح معًا. لم يعيقنا أيّ اختلاف. وهذا ممكن لأننا نعرف أن هناك مَن يوحّدنا، ويجعلنا إخوة. لقد قدّمتم، يا أصدقائي الأعزاء، الكثيرَ من التضحيات حتى تتمكّنوا من أن تلتقوا، وأصبحتم بالتالي معلّمين حقيقيّين وحرفيّين حقيقيين لثقافة اللقاء. وأنتم، أصبحتم بالتالي معلّمين حقيقيّين وحرفيّين حقيقيين لثقافة اللقاء، التي ليست "مرحبًا، كيف حالك؟ مرحبًا، إلى اللقاء". كلّا، إن ثقافة اللقاء هي التي تجعلنا نسير جنبًا إلى جنب مع اختلافاتنا ولكن بمحبّة، متّحدين في المسيرة نفسها. أنتم، عبر أعمالكم ومواقفكم، عبر نظراتكم ورغباتكم، وقبل كلّ شيء، عبر حساسيّتكم، تنفون وترفضون كلّ تلك الخطابات التي تركّز على خلق الانقسامات، تلك الخطابات التي تحاول استبعاد أولئك الذين "ليسوا مثلنا" وطردهم. وكما هو الحال في العديد من بلدان أمريكا، نقول: "إنهم ليسوا مثلنا". أنتم ترفضون هذا. كلّهم مثلنا، كلّهم، مع اختلافاتنا. وهذا لأنكم تملكون هذا الحسّ الذي يعرف أن "المحبّة الحقيقية لا تلغي الاختلافات المشروعة، بل تنسّقها في وحدة أسمى" (بندكتس السادس عشر، عظة، 25 يناير/كانون الثاني 2019). أكرّر: "المحبّة الحقيقية لا تلغي الاختلافات المشروعة، بل تنسّقها في وحدة أسمى". أتعرفون من قال هذا؟ أتعرفون؟ البابا بندكتس السادس عشر، الذي يتابعنا الآن، نصفّق له، نرسل له تحيّة من هنا! إنه يتابعنا عبر التلفزيون. تحيّة، جميعنا، جميعنا بالأيدي، للبابا بندكتس! وعلى العكس، نحن نعلم أن أب الكذب، الشيطان، يفضّل على الدوام شعبًا مقسمًا ومتخاصمًا. إنه سيّد التقسيم، ويخاف من الشعب الذي يعرف كيف يعمل بتضامن. وهذا معيار لتمييز الناس: بناة الجسور وبناة الجدران. يحاول بناة الجدران الذين يزرعون الخوف أن يقسّموا الناس ويخيفوهم. أما أنتم فتريدون أن تكونوا بناة جسور. ماذا تريدون أن تكونوا؟ [يجيب الشبيبة: "بناة جسور!"] لقد تعلّمتم جيّدا، وهذا يطيب لي!

أنتم تعلّموننا أن اللقاء لا يعني التمويه، أو التفكير في نفس الشيء أو العيش بنفس الطريقة، من خلال القيام بالأشياء نفسها وتكرارها: هذا ما يصنعه الببغاوات. اللقاء مع الآخر يعني القيام بأمور أخرى: الدخول في ثقافة اللقاء، إنها دعوة إلى التحلّي بالشجاعة كيما نُبقي سويّا على الحلم المشترك حيًّا. لدينا الكثير من الاختلافات، ونحن نتكلّم لغات مختلفة. كلّنا نرتدي ملابس مختلفة ولكن، من فضلكم، لنهدف إلى تحقيق حلم مشترك. يمكننا القيام بذلك. وهذا لا يلغينا، بل يغنينا. حلم عظيم، وحلم قادر على إشراك الجميع. الحلم الذي من أجله بذل يسوع حياته على الصليب، وحلّ الروح القدس، وطبع بالنار يوم العنصرة في قلب كلّ رجل وكلّ امرأة، في قلب كلّ شخص، في قلبك، وقلبك، وقلبك... وفي قلبي، وأيضًا في قلبك، لقد طبعه على رجاء أن يجد مجالًا لينمو ويتطوّر. حلم، حلم يُدعى يسوع، زرعه الآب، إله مثله، مثل الآب، مرسل من الآب مع اليقين أنه سوف ينمو ويحيا في كلّ قلب. حلم، حلم ملموس، هو شخص، يسير في عروقنا، ويبهج القلب ويجعله يتهلّل كلّ مرّة نسمع فيها: "أَحِبُّوا بَعضُكم بَعضاً. كما أَحبَبتُكم أَحِبُّوا أَنتُم أَيضاً بَعَضُكم بَعْضاً. إذا أَحَبَّ بَعضُكُم بَعضاً عَرَف النَّاسُ جَميعاً أَنَّكُم تَلاميذي" (يو 13، 34- 35). ما هو اسم حلمنا؟ [قال الشبيبة: "يسوع!"] لم أسمع ... [كرّروا: "يسوع!"] لم أسمع ... [أقوى: "يسوع!"]

كان قدّيس من هذه الأرض –اسمعوا هذا- كان قدّيس من هذه الأرض يحبّ أن يقول: "إن المسيحيّة ليست مجموعة من الحقائق يجب الإيمان بها، أو قوانين يجب مراعاتها، أو محظورات. فالمسيحية لا تكون جذّابة إذا نظرنا إليها بهذه الطريقة. المسيحيّة هو شخص أحبّني كثيرًا، ويتوق إلى محبّتي ويطلبها. المسيحية هي المسيح" (القدّيس أوسكار روميرو، عظة، 6 نوفمبر/تشرين الثاني 1977)؛ نقوله كلّنا معًا؟ [مع الشبيبة] المسيحية هي المسيح. مرّة أخرى: المسيحية هي المسيح. مرّة أخرى: هي المسيح! هي أن نمضي قدمًا بالحلم الذي بذل حياته من أجله: أن نحبّ بالمحبّة نفسها التي أحبّنا بها. لم يحبّنا بعض الشيء، ولم يحبّنا قليلاً. بل أحبّنا تمامًا، ملأنا بالحنان، وبالحبّ، لقد وهب حياته.

نسأل أنفسنا: ما الذي يبقينا متّحدين؟ لماذا نحن متّحدين؟ ما الذي يدفعنا للالتقاء؟ أتعلمون ما الذي يبقينا متّحدين؟ إنه اليقين بمعرفة أنه قد أحبّنا محبّة عميقة، لا نريد ولا نستطيع إسكاتها؛ محبّة تحثّنا على الإجابة بنفس الطريقة: بالمحبّة. محبّة المسيح هي التي تدفعنا (را. 2 قور 5، 14).

ترون: المحبّة التي تجمع هي محبّة لا تفرض نفسها ولا تسحق، محبّة لا تهمّش ولا تسكِت، محبّة لا تذلّ ولا تُخضع. إنها محبّة الربّ، محبّة يوميّة، كتومة وتحترم، محبّة حرّية ومحبّة للحرّية، محبّة تشفي وترفع. إنها محبّة الربّ، التي تعرف النهوض أكثر من السقوط، والمصالحة أكثر من الحظر، وإعطاء الفرص الجديدة أكثر من الإدانة، والمستقبل أكثر من الماضي. إنها المحبّة الصامتة لليد الممدودة في الخدمة وفي هبة الذات: إنها المحبّة التي لا تتباهى، والتي لا تتعجرف، المحبّة المتواضعة، التي تهب ذاتها دومًا للآخرين بيدٍ ممدودة. هذه هي المحبّة التي تجمعنا اليوم.

أسألك: هل تؤمن بهذه المحبّة؟ [يجيبون: "نعم!"]  أطرح سؤالًا آخر: هل تعتقد أن هذه المحبّة "تستحقّ العناء"؟ لقد طرح شخص مرّة سؤالًا على يسوع فأجابه في النهاية: "إذا كنت تؤمن بهذا، اِذْهَبْ فاعمَلْ أَنتَ أَيضاً مِثْلَ ذلك". باسم يسوع أقول لكم: اِذْهَبوا فاعمَلوا أَنتم أَيضاً مِثْلَ ذلك. لا تخافوا من المحبّة، لا تخافوا من هذه المحبّة الملموسة، من هذه المحبّة الحنونة، من هذه المحبّة التي هي خدمة، هذه المحبّة التي تعطي الحياة.

وهذا هو السؤال نفسه والدعوة نفسها التي تلقتّها مريم. سألها الملاك عمّا إذا أرادت أن تحمل هذا الحلم في حشاها، وإذا أرادت أن تعطيه الحياة، أن تعطيه جسدًا. كانت مريم في عمر العديد منكم، عمر العديد من الفتيات مثلكن. قَالَتْ: «أَنا أَمَةُ الرَّبّ فَليَكُنْ لي بِحَسَبِ قَوْلِكَ» (لو 1، 38). لنغلق عيوننا، جميعًا، ونفكّر في مريم. لم تكن غبيّة، كانت تعرف ما يشعر به قلبها، تعرف ما هي المحبّة، فأجابت: "أَنا أَمَةُ الرَّبّ فَليَكُنْ لي بِحَسَبِ قَوْلِكَ". في لحظة الصمت الوجيزة هذه، التي يقول فيها يسوع للجميع -لك، ولك، ولك: "هل لديك القدرة؟ هل ترغب في ذلك؟". فكّر في مريم وأجِب: "أريد أن أخدم الربّ. فَليَكُنْ لي بِحَسَبِ قَوْلِكَ". لقد عرفت مريم كيف تقول "نعم". كانت شجاعة فأعطت الحياة لحلم الله. وهذا ما يسألنا اليوم: هل تريد أن تعطى الحياة لهذا الحلم؟ هل تريد أن تعطي حلم الله جسدًا، بيديك، بقدميك، بنظرتك، بقلبك؟ هل تريد من محبّة الآب أن تفتح لك آفاقا جديدة وأن تقودك في دروب لم تتخيّلها يومًا ولم تفكّر بها أو تحلمها أو تتوقّعها، دروب تُبهِج وتجعل القلب يغنّي ويرقص؟

هل لدينا الشجاعة لنقول للملاك، مثل مريم: "نحن خدم الربّ، فليكن لنا ..."؟ لا تجيبوا الآن، كلّ منكم يجيب في قلبه. هناك أسئلة يجب الإجابة عليها بصمت فقط.

أيّها الشبيبة الأعزّاء، لن يكون هذا اليوم مصدرَ رجاءٍ لوثيقة نهائيّة أو رسالة متّفق عليها أو برنامج يجب اتّباعه. كلّا، لن يكون هذا. ما سيعطي المزيد من الرجاء في هذا اللقاء إنما هي وجوهكم وصلاتكم. هذا ما سيعطي الرجاء. الوجه الذي ستعودون به إلى البيت، تغيّر القلب الذي ستعودون به إلى المنزل، الصلاة التي تتلونها بهذا القلب المتغيّر. الأمر الذي سيعطي المزيد من الرجاء في هذا اللقاء سيكون وجهكم، وصلاتكم. سوف يعود كلّ واحد إلى بيته مع القوّة الجديدة التي تولد في كلّ مرّة نلتقي فيها بالآخرين وبالربّ، مملوئين بالروح القدس كي نتذكّر ذلك الحلم ونبقي عليه حيًّا، الحلم الذي يجعلنا إخوة، والذي نحن مدعوّين لألّا نتركه يبرد في قلب العالم: أينما وجدنا، وفي أيّ عمل نقوم به، يمكننا دائما أن ننظر ونقول: "يا ربّ، علّمني أن أحبّ كما أنت أحببتنا". هل تريدون تكراره معي؟ "يا ربّ، علّمني أن أحبّ كما أنت أحببتنا". [مع الشبيبة] "يا ربّ، علّمني أن أحبّ كما أنت أحببتنا". أقوى، صوتكم أجش. "يا ربّ، علّمني أن أحبّ كما أنت أحببتنا".

حسنًا. وبما أننا نريد أن نكون صالحين ومهذّبين، لا يمكننا اختتام هذا اللقاء الأوّل دون تقديم الشكر. شكرًا لجميع الذين أعدّوا بحماس كبير هذا اليوم العالمي للشبيبة، كلّ هذا. شكرًا، بقوّة! أشكركم على شجاعتكم في البناء وفي الاستضافة، وفي قولكم "نعم" لحلم الله بأن يرى أبناءه مجتمعين معًا. شكرًا لمونسنيور أُلّووا ولجميع معاونيه، الذين ساعدوا في العمل على ألّا تكون بنما قناة تربط بين البحار فحسب، بل أيضًا قناة حيث ما زال حلم الله يجد قنوات صغيرة أخرى كي ينمو ويتكاثر ويشعّ في جميع أنحاء الأرض.

أيّها الأصدقاء والصديقات، ليبارككم الربّ يسوع! أتمنّاه لكم من كلّ قلبي. ولترافقكم القدّيسة ماريا أنتيغوا وتحميكم، كيما نستطيع أن نقول بدون خوف، مثلها: "أنا أمة الربّ. فليكن لي...».

شكرًا!

[00113-AR.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0061-XX.02]