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In occasione dell’odierna Giornata Mondiale dell’Alimentazione, che quest’anno ha per tema Le nostre azioni sono il nostro futuro. Un mondo a Fame Zero per il 2030 è possibile, il Santo Padre Francesco invia al Direttore Generale dell’Organizzazione delle Nazioni Unite per l’Alimentazione e l’Agricoltura (F.A.O.), Signor José Graziano da Silva, il messaggio che pubblichiamo di seguito:
Messaggio del Santo Padre
Al muy ilustre Señor
Profesor José Graziano da Silva
Director General de la FAO
1. La celebración anual de la Jornada Mundial de la Alimentación pone en primera línea de la actualidad internacional las necesidades, ansias y esperanzas de millones de personas que carecen del pan cotidiano. Cada vez son más quienes, por desgracia, forman parte de ese número ingente de seres humanos que no tienen nada, o casi nada, que llevarse a la boca. Debería ser al contrario y, sin embargo, las recientes estadísticas son una lacerante evidencia que muestra cómo la solidaridad internacional parece enfriarse. Y, cuando escasea la solidaridad, hoy todos somos conscientes de que las soluciones técnicas y los proyectos, incluso los más elaborados, no son capaces de afrontar la tristeza y amargura de cuantos sufren al no poder alimentarse suficiente y sanamente.
El tema que nos ocupa este año, «Nuestras acciones son nuestro futuro. Un mundo Hambre Cero para el 2030 es posible», viene a ser una acuciante llamada a la responsabilidad de todos los actores que están de acuerdo con los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un rugido para sacarnos del sopor que a menudo nos paraliza e inhibe. Esta no puede ser una Jornada más, contentándonos con recoger información o saciar nuestra curiosidad. Hemos de «tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar» (Enc. Laudato Si’, 19). Por consiguiente, todos estamos invitados, pero en especial la FAO, sus Estados miembros, los organismos e instituciones nacionales e internacionales, la sociedad civil y cuantas personas haya de buena voluntad, a redoblar nuestro ardor para que a nadie falte el alimento necesario, ni en cantidad ni en calidad.
2. Los pobres aguardan de nosotros una ayuda eficaz que los saque de su postración, no meros propósitos, o convenios que, tras estudiar detalladamente las raíces de su miseria, den como fruto únicamente solemnes eventos, compromisos que nunca llegan a materializarse o vistosas publicaciones destinadas solo a engrosar catálogos de bibliotecas. En este siglo XXI, que ha visto considerables adelantos en el campo de la técnica, la ciencia, las comunicaciones y las infraestructuras, tendríamos que sonrojarnos por no haber conseguido los mismos avances en humanidad y solidaridad, y así satisfacer las necesidades primarias de los más desfavorecidos. Tampoco nos podemos quedar tranquilos por haber hecho frente a las emergencias y a las situaciones desesperadas de los menesterosos. Todos estamos llamados a ir más allá. Podemos y debemos hacerlo mejor con los desvalidos. Y para ello hay que pasar a la acción, de modo que desaparezca totalmente el flagelo del hambre. Y esto requiere políticas de cooperación al desarrollo que, como indica la Agenda 2030, estén orientadas hacia las necesidades concretas de los indigentes. Es preciso también una particular atención a los niveles de producción agrícola, el acceso al mercado de alimentos, la participación en las iniciativas y acciones y, sobre todo, el reconocimiento de que, a la hora de tomar decisiones, los países son iguales en dignidad. Es imprescindible asimismo comprender que, cuando se trata de afrontar eficazmente las causas del hambre, no serán las pomposas declaraciones las que extirpen definitivamente esta lacra. La lucha contra el hambre reclama imperiosamente una generosa financiación, la abolición de las barreras comerciales y, sobre todo, el incremento de la resiliencia frente al cambio climático, las crisis económicas y los conflictos bélicos.
3. Uno de los principios que debe guiar nuestra vida y nuestro compromiso es la convicción de que «el tiempo es superior al espacio» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 222), lo cual significa que hemos de impulsar, con claridad, convicción y tenacidad, procesos sostenidos en el tiempo. El futuro no habita en las nubes, sino que se construye al suscitar y acompañar procesos de mayor humanización. Podemos soñar un futuro sin hambre, pero eso solo es legítimo si nos empeñamos en procesos tangibles, relaciones vitales, planes operativos y compromisos reales. La iniciativa Hambre Cero 2030 ofrece un marco propicio para ello y, sin duda, servirá para cumplir el segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, que busca «erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible». Alguno puede decir que aún tenemos doce años por delante para llevarlo a cabo. Y, sin embargo, los pobres no pueden esperar. Su calamitosa situación no lo permite. Por ello debemos actuar de manera urgente, coordinada y sistemática. Una ventaja de estas propuestas es que han sido capaces de plantear metas específicas, objetivos cuantificables e indicadores precisos. Sabemos que hemos de combinar armónicamente una doble vía de atención, con acciones a largo y a corto plazo para hacer frente a las realidades concretas de quienes, a día de hoy, sufren los desgarradores y punzantes zarpazos del hambre y la malnutrición.
4. Si en años pasados las actividades de la FAO y de otras instituciones internacionales han estado caracterizadas por la tensión entre el corto y el largo plazo, por lo que en una misma área podían converger diversos programas e intervenciones, hoy sabemos bien que es igualmente esencial articular los niveles global y local en la respuesta al reto del hambre. En este sentido, la Agenda 2030, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y la iniciativa Hambre Cero exigen a las entidades internacionales, como la FAO, implicar responsablemente a los Estados miembros para que emprendan y lleven a cabo acciones a nivel local. De nada sirven los indicadores globales si la realidad a pie de calle está lejos de ese compromiso. Por este motivo es fundamental que las prioridades y medidas contenidas en los grandes programas calen hondo y se difundan por doquier, para que no haya disociaciones y todos asumamos el reto de combatir el hambre y la miseria de una forma seria y compartida, con una adecuada arquitectura institucional, social y económica que lleve a buen término iniciativas que ofrezcan soluciones viables para que los pobres no sigan sintiéndose preteridos.
5. Tenemos, pues, los instrumentos adecuados y un marco para que las bellas palabras y los buenos deseos se conviertan en un verdadero programa de acción que culmine, efectivamente, con la erradicación del hambre en nuestro mundo. Hacerlo realidad demanda conjunción de esfuerzos, nobleza de corazón y una constante preocupación para hacer propio, con firmeza y resolución, el problema ajeno. Y, sin embargo, como en otras grandes cuestiones que afectan a la humanidad, a menudo nos encontramos con enormes obstáculos en la solución de los problemas, con barreras insoslayables fruto de indecisiones o dilaciones, con la ausencia de vigor de los responsables políticos, muchas veces sumergidos únicamente en intereses electorales o atenazados por miradas sesgadas, perentorias o reducidas. Falta realmente voluntad política. Es preciso querer acabar de verdad con el hambre, lo cual, en definitiva y ante todo, no se realizará sin la convicción ética, común a todos los pueblos y a las diferentes visiones religiosas, que coloca en el centro de cualquier iniciativa el bien integral de la persona, y que consiste en «hacer al otro aquello que quisiéramos para nosotros mismos». Se trata de una acción fundada en la solidaridad entre todas las naciones y de medidas que sean la expresión del sentir de la población.
6. Pasar de las palabras a la acción en la erradicación del hambre no solo requiere decisión política y planes operativos. Es necesario asimismo superar un enfoque reactivo, dando paso a una visión más proactiva. Una mirada superficial y pasajera, en el mejor de los casos, puede suscitar reacciones puntuales. Olvidamos de este modo la dimensión estructural que esconde el drama del hambre: la extrema desigualdad, la mala distribución de los recursos del planeta, las consecuencias del cambio climático o los interminables y sangrientos conflictos que asolan muchas regiones, por mencionar solo algunas de sus principales motivaciones. Necesitamos desarrollar un enfoque más proactivo y más sostenido en el tiempo, necesitamos el aumento de los fondos destinados al fomento de la paz y el desarrollo de los pueblos. Necesitamos acallar las armas y su pernicioso comercio para escuchar la voz de los que lloran desesperados al sentirse abandonados en las orillas de la vida y el progreso. Si de verdad queremos que la población mundial adopte esta perspectiva, resulta imprescindible que la sociedad civil organizada, los medios de comunicación y las instituciones educativas unan sus fuerzas en la dirección correcta. De aquí al 2030 tenemos una docena de años para desplegar una acción vigorosa y consistente; no para dejarnos llevar, a borbotones, por los titulares intermitentes y pasajeros, sino para plantarle cara sin tregua, de la mano de la solidaridad, la justicia y la coherencia, al hambre y las causas que la provocan.
7. Estas son, señor Director General, algunas reflexiones que deseo compartir con cuantos no se dejan vencer por la indiferencia y escuchan el grito de los que no disponen de lo mínimo para llevar una existencia digna. Por su parte, la Iglesia católica, en el ejercicio de la misión que su divino Fundador le ha encomendado, batalla cotidianamente en el orbe entero contra el hambre y la malnutrición, de múltiples formas y a través de sus variadas estructuras y asociaciones, recordando que quienes padecen la miseria no son distintos a nosotros. Tienen nuestra misma carne y sangre. Merecen, pues, que una mano amiga los socorra y favorezca, de manera que nadie quede rezagado y en nuestro mundo la fraternidad tome carta de ciudadanía y sea algo más que un eslogan llamativo y sin consistencia real.
Pido al Todopoderoso que esta senda de abrir caminos a acciones concretas y eficaces en aras de un futuro de convivencia serena y constructiva se vea colmada de sus bendiciones, para beneficio nuestro y de las generaciones que nos siguen.
Vaticano, 16 de octubre de 2018
FRANCISCO
[01626-ES.01] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Al Professor. José Graziano da Silva
Direttore Generale della FAO
Illustrissimo Signore,
1. La celebrazione annuale della Giornata Mondiale dell’Alimentazione pone in primo piano nell’attualità internazionale le necessità, le ansie e le speranze di milioni di persone che mancano del pane quotidiano. Sono sempre di più quelli che, purtroppo, fanno parte di quel numero ingente di esseri umani che non hanno nulla, o quasi nulla, da mangiare. Dovrebbe essere il contrario e, tuttavia, le recenti statistiche sono di un’evidenza sconcertante nel mostrare come la solidarietà internazionale sembra raffreddarsi. E, mentre scarseggia la solidarietà, oggi tutti siamo consapevoli del fatto che le soluzioni tecniche e i progetti, compresi i più elaborati, non sono in grado di fronteggiare la tristezza e l’amarezza di quanti soffrono perché non possono nutrirsi in modo sufficiente e sano.
Il tema che affrontiamo quest’anno: “Le nostre azioni sono il nostro futuro. Un mondo a Fame Zero per il 2030 è possibile”, diventa un’urgente chiamata alla responsabilità di tutti gli attori che condividono gli obiettivi dell’Agenda 2030 per lo Sviluppo Sostenibile, un forte appello ad uscire dal torpore che spesso ci paralizza e ci inibisce. Questa non può essere semplicemente una Giornata in più, nella quale ci si accontenta di raccogliere informazioni o di soddisfare la nostra curiosità. Occorre «prendere dolorosa coscienza, osare trasformare in sofferenza personale quello che accade al mondo, e così riconoscere qual è il contributo che ciascuno può portare» (Enc. Laudato si’, 19). Di conseguenza, tutti siamo invitati, in modo speciale la FAO, i suoi Stati membri, gli Organismi e le Istituzioni nazionali e internazionali, come pure la società civile e ogni persona di buona volontà, a raddoppiare i nostri sforzi affinché a nessuno manchi il cibo necessario, in quantità e qualità.
2. I poveri aspettano da noi un aiuto efficace che li tolga dalla loro prostrazione, non solo propositi o convegni che, dopo aver studiato dettagliatamente le cause della loro miseria, abbiano come unico risultato la celebrazione di eventi solenni, impegni che non giungono mai a concretizzarsi o vistose pubblicazioni destinate ad ingrossare i cataloghi delle biblioteche. In questo secolo XXI, che ha registrato notevoli passi avanti nel campo della tecnica, della scienza, delle comunicazioni e delle infrastrutture, dovremmo arrossire per non aver ottenuto gli stessi progressi in umanità e solidarietà, così da soddisfare le necessità primarie dei più svantaggiati. Non possiamo nemmeno rimanere tranquilli per aver fatto fronte alle emergenze e alle situazioni disperate dei bisognosi. Siamo tutti chiamati ad andare oltre. Possiamo e dobbiamo fare meglio con le persone svantaggiate. Perciò occorre passare all’azione, in modo che scompaia totalmente il flagello della fame. E questo richiede politiche di cooperazione allo sviluppo che, come indica l’Agenda 2030, siano orientate verso le necessità concrete degli indigenti. È necessaria anche una particolare attenzione ai livelli di produzione agricola, all’accesso al mercato delle derrate alimentari, alla partecipazione nelle iniziative e nelle azioni e, soprattutto, occorre riconoscere che, nel momento di prendere decisioni, i Paesi hanno uguale dignità. Nello stesso tempo è imprescindibile comprendere che, quando si tratta di affrontare efficacemente le cause della fame, non saranno le solenni dichiarazioni ad estirpare definitivamente questo flagello. La lotta contro la fame reclama imperiosamente un generoso finanziamento, l’abolizione delle barriere commerciali e, soprattutto, l’incremento della resilienza di fronte al cambiamento climatico, le crisi economiche e i conflitti bellici.
3. Uno dei principi che deve guidare la nostra vita e il nostro impegno è la convinzione che «il tempo è superiore allo spazio» (Esort. ap. Evangelii gaudium, 222); il che significa che dobbiamo dare impulso, con chiarezza, convinzione e tenacia, a processi prolungati nel tempo. Il futuro non abita sulle nuvole, ma si costruisce suscitando e accompagnando processi di maggiore umanizzazione. Possiamo sognare un futuro senza fame, ma ciò è legittimo solo se ci impegniamo in processi tangibili, in relazioni vitali, piani operativi e impegni reali. L’iniziativa Fame Zero 2030 offre un quadro propizio per tale impegno e, senza dubbio, servirà a realizzare il secondo degli Obiettivi di Sviluppo Sostenibile dell’Agenda 2030, che mira a «sradicare la fame, ottenere la sicurezza alimentare e il miglioramento della nutrizione e di promuovere l’agricoltura sostenibile». Qualcuno può dire che abbiamo ancora davanti dodici anni per realizzare questo piano. E, tuttavia, i poveri non possono aspettare. La loro situazione calamitosa non lo permette. Perciò è necessario agire in modo urgente, coordinato e sistematico. Un vantaggio di queste proposte è che sono state capaci di stabilire mete specifiche, obiettivi quantificabili e indicatori precisi. Sappiamo che dobbiamo armonizzare una duplice via di attenzione, con azioni a lungo e a breve termine per far fronte alle condizioni concrete di chi, al giorno d’oggi, patisce gli strazianti e affilati artigli della fame e della malnutrizione.
4. Se negli anni passati le attività della FAO e di altre istituzioni internazionali sono state caratterizzate dalla tensione tra i piani a breve e a lungo termine, per cui potevano convergere nella medesima area diversi programmi e interventi, oggi sappiamo bene che è ugualmente essenziale articolare i livelli globale e locale nella risposta alla sfida della fame. In questo senso, l’Agenda 2030, con gli Obiettivi di Sviluppo Sostenibile e l’iniziativa Fame Zero esigono che le organizzazioni internazionali, come la FAO, coinvolgano responsabilmente gli Stati membri perché intraprendano e portino avanti azioni a livello locale. Gli indicatori globali sono inutili se la realtà effettiva sul campo rimane lontana da tale impegno. Per questo motivo è fondamentale che le priorità e le misure contenute nei grandi programmi si radichino e si diffondano ovunque, affinché non vi siano dissociazioni e tutti accettino la sfida di combattere la fame in modo serio e condiviso, con un’adeguata architettura istituzionale, sociale ed economica che porti a buon fine iniziative capaci di offrire soluzioni praticabili, così che i poveri non continuino a sentirsi trascurati.
5. Abbiamo, dunque, gli strumenti adeguati e un quadro di riferimento perché le belle parole e i buoni propositi si trasformino in un vero programma d’azione che culmini, effettivamente, nello sradicamento della fame dal nostro mondo. Farlo diventare realtà richiede unione di sforzi, nobiltà di cuore e preoccupazione costante per far proprio, con fermezza e determinazione, il problema dell’altro. E tuttavia, come in altre grandi problematiche che colpiscono l’umanità, spesso ci imbattiamo in enormi ostacoli nella soluzione dei problemi, con barriere ineluttabili frutto di indecisioni o ritardi, con la mancanza di determinazione dei responsabili politici, tante volte immersi solo negli interessi elettorali o intrappolati da opinioni distorte, perentorie o riduttive. Manca realmente la volontà politica. È necessario volere davvero mettere fine alla fame, e questo, in definitiva e prima di tutto, non si realizzerà senza la convinzione etica, comune a tutti i popoli e alle differenti visioni religiose, che pone al centro di qualsiasi iniziativa il bene integrale della persona e che consiste nel fare all’altro quello che vorremmo fosse fatto a noi stessi. Si tratta di un’azione fondata sulla solidarietà tra tutte le nazioni e di misure che siano l’espressione del sentire della popolazione.
6. Passare dalle parole all’azione nello sradicamento della fame non richiede solo decisione politica e piani operativi. È necessario al tempo stesso superare un approccio reattivo, dando luogo ad una visione proattiva. Uno sguardo superficiale e passeggero, nel migliore dei casi può suscitare reazioni episodiche. In questo modo dimentichiamo la dimensione strutturale che sta dietro il dramma della fame: l’estrema disuguaglianza, la cattiva distribuzione delle risorse del pianeta, le conseguenze dei cambiamenti climatici e gli interminabili e sanguinosi conflitti che devastano molte regioni, per menzionare solo alcune delle principali motivazioni. Abbiamo bisogno di sviluppare un approccio più proattivo e più costante nel tempo, abbiamo bisogno di aumentare i fondi destinati a promuovere la pace e lo sviluppo dei popoli. Abbiamo bisogno di far tacere le armi e il loro pernicioso commercio per ascoltare la voce di quelli che piangono disperati nel sentirsi abbandonati ai margini della vita e del progresso. Se vogliamo veramente che la popolazione mondiale adotti questa prospettiva, risulta imprescindibile che la società civile organizzata, i mezzi di comunicazione e le istituzioni educative uniscano le loro forze nella giusta direzione. Da qui al 2030 abbiamo una dozzina d’anni per svolgere un’azione vigorosa e consistente; non per farci trascinare, a scatti, dagli intermittenti e passeggeri titoli dei giornali, ma per affrontare senza tregua, con le armi della solidarietà, della giustizia e della coerenza, la fame e le cause che la provocano.
7. Queste sono, Signor Direttore Generale, alcune riflessioni che desidero condividere con quanti non si lasciano vincere dall’indifferenza e ascoltano il grido di quanti non dispongono del minimo per condurre un’esistenza dignitosa. Da parte sua la Chiesa Cattolica, nell’esercizio della missione che il suo Divino Fondatore le ha affidato, combatte quotidianamente nel mondo intero contro la fame e la malnutrizione, in molteplici forme e attraverso le sue diverse strutture e associazioni, ricordando che coloro che soffrono la miseria non sono diversi da noi. Hanno la nostra stessa carne e il nostro stesso sangue. Meritano perciò che una mano amica li soccorra e li aiuti, in modo che nessuno venga lasciato indietro e nel mondo la fraternità abbia diritto di cittadinanza e sia qualcosa di più che uno slogan suggestivo e senza reale consistenza.
Chiedo all’Onnipotente che questo percorso, volto ad aprire la strada ad azioni concrete ed efficaci per un futuro di serena e costruttiva convivenza, sia colmo delle sue benedizioni, a beneficio nostro e delle generazioni che ci seguiranno.
Dal Vaticano, 16 ottobre 2018
FRANCESCO
[01626-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
Au Prof. Jose Graziano Da Silva
Directeur General de La FAO
Monsieur,
1. La célébration annuelle de la Journée Mondiale de l’Alimentation porte au-devant de l’actualité internationale les besoins, les angoisses et les espérances de millions de personnes qui manquent du pain quotidien. Ceux qui font partie de ce nombre important d’êtres humains n’ayant rien, ou presque rien, à porter à la bouche sont toujours plus nombreux. Ce devrait être le contraire et pourtant les statistiques récentes sont une évidence déchirante qui montre comment la solidarité internationale semble se refroidir. Et, alors que la solidarité s’effrite, nous sommes tous aujourd’hui conscients que les solutions techniques et les projets, y compris les plus élaborés, ne sont pas en mesure de répondre à la tristesse et à l’amertume de ceux qui souffrent de l’impossibilité de se nourrir suffisamment et sainement.
Le thème qui nous occupe cette année, «Nos actions sont notre avenir. Un monde Faim Zéro pour l’année 2030 est possible», en vient à être un appel pressant à la responsabilité de tous les acteurs qui sont d’accord avec les objectifs de l’Agenda 2030 pour le Développement Durable, un cri pour nous faire sortir de la torpeur qui nous paralyse et nous inhibe. Cette Journée ne peut pas être une de plus; nous ne pouvons pas nous contenter de recueillir des informations ou de satisfaire notre curiosité. Nous devons «prendre une douloureuse conscience, […] oser transformer en souffrance personnelle ce qui se passe dans le monde, et ainsi […] reconnaître la contribution que chacun peut apporter» (Enc. Laudato Si’, n. 19). Par conséquent, nous sommes tous invités, mais surtout la FAO, ses Etats membres, les organismes et les institutions nationales et internationales, la société civile et toutes les personnes de bonne volonté, à redoubler d’ardeur pour que personne ne manque de la nourriture nécessaire, ni en quantité ni en qualité.
2. Les pauvres attendent de nous une aide efficace qui les fasse sortir de leurs prostrations, pas de simples projets, ou des accords qui, après avoir étudié dans les détails les racines de leur misère, ont comme résultat uniquement des événements solennels, des engagements qui n’arrivent jamais à se matérialiser ou de luxueuses publications qui ne sont destinées qu’à grossir des catalogues de bibliothèques. En ce 21ème siècle, qui a vu des progrès considérables dans le domaine de la technique, de la science, des communications et des infrastructures, nous devrions rougir de n’avoir pas obtenu les mêmes avancées en humanité et en solidarité, et ainsi de satisfaire les besoins primordiaux des plus démunis. Nous ne pouvons pas non plus être tranquilles pour avoir fait face aux urgences et aux situations désespérées des pauvres. Nous sommes tous appelés à aller au-delà. Nous pouvons et nous devons faire mieux pour les démunis. Et pour cela, il faut passer à l’action, de façon à ce que disparaisse totalement le fléau de la faim. Et cela demande des politiques de coopération au développement qui, comme l’indique l’Agenda 2030, soient orientées vers les besoins concrets des démunis. Il faut également une attention particulière aux niveaux de la production agricole, à l’accès au marché de nourriture, à la participation aux initiatives et aux actions et, surtout, à la reconnaissance du fait que, au moment de prendre des décisions, les pays sont égaux en dignité. De même, il est indispensable de comprendre que,quand il s’agit d’affronter efficacement les causes de la faim, ce ne seront pas les déclarations pompeuses qui vont éradiquer ce fléau. La lutte contre la faim exige impérativement un financement généreux, l’abolition des barrières commerciales et, surtout, la croissance de la résilience face au changement climatique, aux crises économiques et aux conflits belliqueux.
3. L’un des principes qui doit guider notre vie et notre engagement, c’est la conviction que «le temps est supérieur à l’espace» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, n. 222), ce qui signifie que nous devons promouvoir, avec clarté, conviction et ténacité, des processus soutenus dans le temps. L’avenir n’habite pas dans les nuages mais se construit en suscitant et en accompagnant des processus d’une humanisation croissante. Nous pouvons rêver d’un avenir sans faim, mais cela n’est légitime que si nous nous engageons dans des processus tangibles, dans des relations vitales, dans des plans opérationnels et dans des actions réelles. L’initiative Faim Zéro 2030, offre un cadre propice pour cela et servira sans aucun doute à réaliser le deuxième des Objectifs de Développement Durable de l’Agenda 2030, qui vise à «éradiquer la faim, garantir la sécurité alimentaire et l’amélioration de la nutrition et promouvoir l’agriculture durable». On peut dire que nous avons encore douze ans pour la mener à bon terme. Et cependant, les pauvres ne peuvent pas attendre. Leur situation calamiteuse ne le permet pas. C’est pourquoi nous devons agir de façon urgente, coordonnée et systématique. Un avantage de ces propositions, c’est qu’elles ont été en mesure de prévoir des objectifs spécifiques, des objectifs quantifiables et des indicateurs précis. Nous savons que nous devons conjuguer harmonieusement une double voie d’attention aux réalités concrètes et à ceux qui, aujourd’hui, subissent les attaques déchirantes et lancinantes de la faim ainsi que de la malnutrition.
4. Si les années passées, les activités de la FAO et d’autres institutions internationales ont été marquées par la tension entre le court et le long terme, ce qui faisait que dans un même domaine pouvaient converger divers programmes et interventions, nous le savons bien aujourd’hui, il est également essentiel d’articuler le niveau global et le niveau local dans la réponse au défi de la faim. En ce sens, l’Agenda 2030, avec les Objectifs de Développement Durable, et l’initiative Faim Zéro exigent de la part des entités internationales, comme la FAO, d’impliquer de manière responsable les États membres pour qu’ils entreprennent et conduisent à terme les actions au niveau local. Les indicateurs globaux ne servent à rien si la réalité au niveau de la rue est loin de cet engagement. C’est pourquoi il est fondamental que les priorités et les mesures contenues dans les grands programmes aillent au fond et se répandent partout, pour qu’il n’y ait pas de dissociations et que nous affrontions tous le défi de combattre la faim et la misère d’une manière sérieuse et commune, grâce à une adéquate architecture institutionnelle, sociale et économique qui conduise à bon terme les initiatives offrant des solutions viables afin que les pauvres ne continuent pas de se sentir délaissés.
5. Nous avons, en effet, les instruments adéquats et un cadre pour que les belles paroles et les bonnes intentions se transforment en un vrai programme d’action qui aboutisse, effectivement, à l’éradication de la faim dans notre monde. Le réaliser demande une conjonction des efforts, de la noblesse de cœur et une préoccupation constante pour faire sien, de manière ferme et résolue, le problème d’autrui. Et, cependant, comme pour d’autres grandes questions qui affectent l’humanité, souvent nous nous trouvons face à d’énormes obstacles dans la résolution des problèmes, avec des barrières infranchissables, fruit d’indécisions et d’atermoiements, avec le manque de vigueur de la part des responsables politiques, bien des fois submergés uniquement par des intérêts électoraux ou paralysés par des visions biaisées, péremptoires ou étriquées. Il manque réellement la volonté politique. Il faut vouloir en finir vraiment avec la faim, ce qui, en définitive et avant tout, ne se réalisera pas sans la conviction éthique, commune à tous les peuples et aux différentes visions religieuses, qui place au centre de toute initiative le bien intégral de la personne, et qui consiste à «faire à autrui ce que nous souhaiterions pour nous-mêmes». Il s’agit d’une action fondée sur la solidarité entre toutes les nations et sur des mesures qui seront l’expression de ce que ressent la population.
6. Passer des paroles à l’action dans l’éradication de la faim ne requiert pas seulement la décision politique et des plans opérationnels. Il faut également surmonter une approche réactive, en adoptant une vision plus proactive. Un regard superficiel et fugace, dans le meilleur des cas, peut susciter des réactions ponctuelles. Nous oublions ainsi la dimension structurelle que cache le drame de la faim: l’extrême inégalité, la mauvaise distribution des ressources de la planète, les conséquences du changement climatique ou les conflits interminables et sanglants qui frappent beaucoup de régions, pour ne mentionner que quelques-unes de ses causes. Il nous faut développer une approche plus proactive et plus soutenue dans le temps; nous avons besoin d’une augmentation des fonds destinés à la promotion de la paix et du développement des peuples. Nous devons faire taire les armes et leur commerce pernicieux pour écouter la voix de ceux qui pleurent, désespérés, en se sentant abandonnés sur les rivages de la vie et du progrès. Si nous voulons vraiment que la population mondiale adopte cette perspective, il est indispensable que la société civile organisée, les moyens de communication et les institutions éducatives unissent leurs forces dans la bonne direction. D’ici à 2030, nous avons une douzaine d’années pour déployer une action vigoureuse et consistante; non pas pour nous laisser porter à flots par les titres de journaux intermittents et passagers, mais pour combattre sans répit, grâce à la solidarité, à la justice et à la cohérence, la faim ainsi que les causes qui la provoquent.
7. Voilà, Monsieur le Directeur Général, certaines réflexions que je souhaite partager avec ceux qui ne se laissent pas vaincre par l’indifférence et écoutent le cri de ceux qui ne disposent pas du minimum pour conduire une existence digne. Pour sa part, l’Église catholique, dans l’exercice de la mission que son divin Fondateur lui a confiée, combat quotidiennement dans le monde entier contre la faim et la malnutrition, de multiples manières et à travers ses différentes structures et associations, en se souvenant que ceux qui souffrent de la misère ne sont pas différents de nous. Ils ont la même chair et le même sang que nous. Ils méritent, donc, qu’une main amie les secoure et les aide, en sorte que personne ne reste abandonné et que dans notre monde la fraternité ait droit de cité et soit quelque chose de plus qu’un slogan attrayant et sans consistance réelle.
Je demande au Tout-Puissant que cet effort pour ouvrir des voies à des actions concrètes et efficaces en vue d’un avenir de cohabitation sereine et constructive soit comblé de ses bénédictions, à notre bénéfice et au bénéfice des générations futures.
Cité du Vatican, le 16 octobre 2018.
FRANÇOIS
[01626-FR.01] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
To Professor José Graziano da Silva
Director General of the Food and Agriculture Organization
Distinguished Director General,
1. The annual celebration of World Food Day emphasizes, in today’s international context, the needs, yearnings and hopes of millions of persons who lack bread each day. Increasingly, there are more people who sadly make up part of that great number of human beings who have nothing, or almost nothing, to eat. It should be the opposite and yet recent statistics are a painful proof of how international solidarity appears to be cooling. And when solidarity is lacking, everyone today is conscious that technical solutions and projects, including the most developed, are not capable of facing up to the sadness and bitterness of those who are suffering because they cannot feed themselves sufficiently and in a healthy way.
The theme that concerns us this year, Our actions are our future: A Zero Hunger world by 2030 is possible, becomes an urgent call to responsibility on the part of all those actors who are in agreement with the objectives of the 2030 Agenda for Sustainable Development, a rallying cry to wake us from the slumber that often paralyzes and inhibits us. It cannot be just another day, contenting ourselves with amassing information or satisfying our curiosity. We have to “become painfully aware, to dare to turn what is happening to the world into our own personal suffering and thus to discover what each of us can do about it” (Laudato Si΄, 19). As a consequence, we are all invited, especially the FAO, its member States, the national and international organs and institutions, civil society and all persons of good will, to redouble our commitment so that no one lacks the necessary food, neither in quantity nor in quality.
2. The poor expect from us an effective help that takes them out of their misery, not mere propositions or agreements that, after studying in a detailed way the roots of their misery, bear as their fruit only solemn events, pledges that never materialize, or impressive publications destined only to enlarge library catalogues. In this twenty-first century that has seen considerable advances in the field of technology, science, communications and infrastructure, we ought to feel shame for not having achieved the same advances in humanity and solidarity, and so satisfy the primary needs of the most disadvantaged. Neither can we console ourselves simply for having faced emergencies and desperate situations of those most in need. We are all called to go further. We can and we must do better for the helpless. We must move to concrete action, so that the scourge of hunger disappears completely. This requires policies of cooperation for development which, as the 2030 Agenda indicates, are oriented towards the real needs of the poor. It is also necessary to give particular attention to the levels of agricultural production, access to food markets, involvement in initiatives and actions and, above all, to the realization that, when it comes to making decisions, countries are equal in dignity. It is also essential to understand that, when it is a question of effectively confronting the causes of hunger, grandiose declarations will not definitively eradicate this scourge. The struggle against hunger urgently demands generous financing, the abolition of trade barriers and, above all, greater resilience in the face of climate change, economic crises and warfare.
3. One of the principles that must guide our life and our commitment is the conviction that “time is greater than space” (Evangelii Gaudium, 222), which means that we have to drive forward, with clarity, conviction and tenacity, processes sustained over time. The future is not up somewhere in the clouds, but is rather built by promoting and accompanying processes of greater humanization. We can dream of a future without hunger, but this is only reasonable when we engage in tangible processes, vital relations, effective plans and real commitments. The Zero Hunger 2030 initiative offers a favourable framework for this and, without doubt, will serve to fulfill the second of the Sustainable Development Goals of the 2030 Agenda, which seeks “to end hunger, achieve food security and improved nutrition, and promote sustainable agriculture.” Some may say that we still have twelve years ahead in which to carry this out. Nevertheless, the poor cannot wait. Their devastating circumstances do not allow this. That is why we must act in an urgent, coordinated and orderly way. An advantage of these proposals is that they provide specific goals, quantifiable objectives and precise indicators. We know that we have to combine harmoniously two ways of offering assistance, both long-term and short-term actions, in order to deal with the concrete realities of those who, today, suffer the distressing and painful onslaught of hunger and malnutrition.
4. If in past years the activities of the FAO and of other international institutions have been characterized by tension between the long and the short term, so that a variety of programs and interventions could come together in the same area, today we know well that it is equally essential to unite together both the global and the local levels in response to the challenge of hunger. In this sense, the 2030 Agenda, with the Sustainable Development Goals, and the Zero Hunger initiative, require international entities, like the FAO, to engage responsibly the member States so that they can undertake and implement initiatives at the local level. Global indicators are of no use if our commitment does not correspond to the reality on the ground. It is vital, therefore, that the priorities and the measures enshrined in important programs should be firmly established and shared widely, so as to avoid individualistic approaches, facing together and in a determined way the challenge to combat hunger and misery. This must be done in the context of suitable institutional, social and economic support that offers fruitful initiatives and solutions so that the poor do not feel overlooked yet again.
5. We do indeed have the adequate means and framework so that beautiful words and good wishes may become an action plan of substance that leads effectively to the eradication of hunger in our world. To this end we need joint efforts, upright hearts, and persistent concern to firmly and resolutely make the other’s problem one’s own. And yet, as with other pressing issues that affect humanity, we often encounter immense obstacles to solving problems. We find inevitable barriers that are the fruit of indecision or delays, and a lack of enthusiasm on the part of responsible political leaders who are often absorbed purely by electoral concerns or are focused on biased, transitory or limited perspectives. There is a fundamental lack of political will. What is needed is the willingness to end hunger, and this ultimately will not happen without a moral conviction that is shared by all peoples and all religious persuasions, where the integral good of the person is at the heart of all initiatives and consists in “doing to another what we would want done to ourselves.” We are speaking of an action based on solidarity among all nations and of the means that express the disposition of the people.
6. To pass from words to action in order to eradicate hunger requires not only political decision-making and effective planning. It is likewise necessary to overcome a reactive approach by allowing room for a more proactive vision. A superficial and fleeting view, in the best of cases, can provoke instant reactions. In this way we overlook the structural aspects that shroud the tragedy of hunger: extreme inequality, poor distribution of the world’s resources, consequences of climate change and the interminable and bloody conflicts which ravage many regions, to mention only some of its causes. We need to develop an approach that is more proactive and more sustained over time, we need an increase of funds destined to foster peace and the development of peoples. We need to suppress weaponry and the deadly arms trade in order to hear the voice of those who cry desperately, seeing themselves abandoned on the peripheries of life and progress. If we really want the world’s population to adopt this perspective, it is imperative that civil society, media and educational institutions join forces in the right direction. From now until 2030 we have 12 years to set up initiatives that are vigorous and consistent; not giving in to occasional spurts or intermittent and fleeting headlines, but rather facing up unremittingly to hunger and its causes in a spirit of solidarity, justice and consistency.
7. These, Director General, are some reflections that I wish to share with those men and women who do not allow themselves to succumb to indifference; who hear the cry of those who do not have the minimum needed to lead a dignified life. For her part, the Catholic Church, in the exercise of the mission with which her divine Founder has entrusted her, struggles daily throughout the world against hunger and malnutrition in multiple ways and through her various structures and associations, remembering that those who suffer from misery are not different from us. They share our flesh and blood. They deserve, then, a friendly hand to help and support them, in such a way that no one is left behind, so that in our world fraternal solidarity may boast its own identity card and citizenship, beyond any flashy slogans void of substance.
I pray to the Almighty that this journey of pioneering and favouring concrete actions for a future marked by peaceful and fruitful coexistence may be filled with his blessings, for our good and the good of the generations to come.
From the Vatican, 16 October 2018
FRANCIS
[01626-EN.01] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua tedesca
An Prof. José Graziano da Silva
Generaldirektor der FAO
Sehr geehrter Herr Generaldirektor,
1. das jährliche Begehen des Welternährungstages stellt die Bedürfnisse, Sehnsüchte und Hoffnungen von Millionen Menschen, denen das tägliche Brot fehlt, an die Spitze der internationalen Nachrichten. Jedes Mal werden es mehr, die unglücklicherweise zu dieser gewaltigen Zahl von Menschen gehören, die nichts oder fast nichts haben, was sie in den Mund nehmen können. Es sollte gerade umgekehrt sein; doch sind die jüngsten Statistiken ein erschütternder Beweis dafür, wie die internationale Solidarität zu erkalten scheint. Und wir sind uns heute alle bewusst, dass, wenn es an Solidarität mangelt, die technischen Lösungen und Projekte, selbst die ausgefeiltesten, nicht in der Lage sind, der Traurigkeit und Bitterkeit derjenigen abzuhelfen, die darunter leiden, sich nicht ausreichend und gesund ernähren zu können.
Das Thema, das uns in diesem Jahr beschäftigt, "Unsere Handlungen sind unsere Zukunft. Eine Welt mit Null Hunger bis 2030 ist möglich”, wird zu einem dringenden Aufruf an die Verantwortung aller Akteure, die der Agenda 2030 für nachhaltige Entwicklung zustimmen; es wird zu einem Heulen, um uns aus der Schläfrigkeit herauszureißen, die uns oft lähmt und hemmt. Dies darf kein weiterer Jahrestag sein, an dem wir uns mit dem Sammeln von Informationen oder der Befriedigung unserer Neugierde begnügen. Es gilt, "das, was der Welt widerfährt, schmerzlich zur Kenntnis zu nehmen, zu wagen, es in persönliches Leiden zu verwandeln, und so zu erkennen, welches der Beitrag ist, den jeder Einzelne leisten kann" (Enz. Laudato si’, 19). Deshalb sind wir alle eingeladen, aber vor allem die FAO, ihre Mitgliedsstaaten, die nationalen und internationalen Organisationen und Institutionen, die Zivilgesellschaft und die vielen Menschen guten Willens, unseren Eifer zu verdoppeln, damit es niemandem an der notwendigen Nahrung fehlt, weder an Menge noch an Qualität.
2. Die Armen erwarten von uns eine wirkungsvolle Hilfe, die sie aus ihrer Entkräftung herausholt, nicht bloße Absichten oder Zusammenkünfte, die nach einem genauen Studium der Wurzeln ihres Elends als Ergebnis nur feierliche Veranstaltungen haben oder Verpflichtungen, die nie verwirklicht werden, oder prächtige Veröffentlichungen, die nur dazu bestimmt sind, Bibliothekskataloge anschwellen zu lassen. In diesem 21. Jahrhundert, das beträchtliche Errungenschaften im Bereich von Technologie, Wissenschaft, Kommunikation und Infrastruktur aufzuweisen hat, müssten wir darüber erröten, weil wir nicht die gleichen Fortschritte in Bezug auf Menschlichkeit und Solidarität erzielt haben, um so die primären Bedürfnisse der am meisten Benachteiligten zu befriedigen. Ebenso wenig können wir uns damit beruhigen, dass wir uns den Notfällen und den verzweifelten Situationen der Bedürftigen gestellt haben. Wir sind alle dazu berufen, darüber hinauszugehen. Wir können und müssen es besser machen gegenüber den Hilflosen. Wir müssen zum Handeln übergehen, damit die Geißel des Hungers vollständig verschwindet. Und dazu bedarf es einer Politik der Entwicklungszusammenarbeit, die sich, wie in der Agenda 2030 vorgesehen, an den konkreten Bedürfnissen der Notleidenden orientiert. Besondere Aufmerksamkeit muss auch dem Niveau der landwirtschaftlichen Produktion, dem Zugang zum Nahrungsmittelmarkt, der Teilnahme an Initiativen und Aktionen gewidmet werden, und insbesondere ist anzuerkennen, dass die Länder – wenn es um Beschlussfassungen geht – die gleiche Würde haben. Wenn es darum geht, die Ursachen des Hungers effektiv zu bekämpfen, muss man begreifen, dass es nicht die pompösen Erklärungen sein werden, die diese Geißel endgültig beseitigen. Der Kampf gegen den Hunger fordert dringend eine großzügige Finanzierung, die Abschaffung von Handelshemmnissen und vor allem eine höhere Sicherheit angesichts von Klimawandel, Wirtschaftskrisen und bewaffneten Konflikten.
3. Eines der Prinzipien, die unser Leben und unser Engagement leiten muss, ist die Überzeugung, "die Zeit ist mehr wert als der Raum" (Apost. Schreiben Evangelii gaudium, 222), was bedeutet, dass wir mit Klarheit, Überzeugung und Beharrlichkeit nachhaltige Prozesse über die Zeit vorantreiben müssen. Die Zukunft wohnt nicht in den Wolken, sondern sie wird aufgebaut durch das Hervorbringen und Begleiten von Prozessen größerer Humanisierung. Wir können von einer Zukunft ohne Hunger träumen, aber das ist nur legitim, wenn wir greifbare Prozesse, lebenswichtige Beziehungen, operative Pläne und echte Verpflichtungen eingehen. Die Initiative Null Hunger 2030 bietet hierfür einen günstigen Rahmen und wird ohne Zweifel dazu dienen, das zweite der Ziele für nachhaltige Entwicklung der Agenda 2030 zu erreichen, das darauf abzielt, "den Hunger zu beenden, Ernährungssicherheit und eine bessere Ernährung zu erreichen und eine nachhaltige Landwirtschaft zu fördern”. Jemand könnte sagen, dass wir noch zwölf Jahre vor uns haben, um es zu vollenden. Und dennoch können die Armen nicht warten. Ihre katastrophale Situation erlaubt es nicht. Deshalb müssen wir vordringlich, koordiniert und systematisch handeln. Ein Vorteil dieser Vorschläge besteht darin, dass sie spezifische Zwecke, quantifizierbare Ziele und präzise Indikatoren festlegen konnten. Wir wissen, dass wir einen zweifachen Ansatz mit langfristigen und kurzfristigen Maßnahmen harmonisch kombinieren müssen, um den konkreten Realitäten derjenigen zu begegnen, die bis heute die herzzerreißenden und bitteren Folgen von Hunger und Mangelernährung erleiden.
4. Während in den vergangenen Jahren die Aktivitäten der FAO und anderer internationaler Institutionen durch die Spannung zwischen kurzen und langen Zeitrahmen gekennzeichnet waren, so dass im selben Bereich verschiedene Programme und Interventionen zusammenlaufen konnten, wissen wir heute gut, dass es ebenso wichtig ist, die globale und lokale Ebene in der Antwort auf die Herausforderung des Hungers zu vereinen. In diesem Sinne fordert die Agenda 2030 mit den Zielen nachhaltiger Entwicklung und der Initiative Null Hunger die internationalen Organisationen, wie die FAO, auf, die Mitgliedstaaten verantwortungsvoll einzubinden, um Maßnahmen auf lokaler Ebene anzugehen und durchzuführen. Globale Indikatoren sind nutzlos, wenn die Realität auf der Straße weit von diesen Verabredungen entfernt ist. Aus diesem Grund ist es wesentlich, dass die in den großen Programmen enthaltenen Prioritäten und Maßnahmen tief greifen und überall verbreitet werden, so dass keine Spaltungen entstehen und wir alle die Herausforderung annehmen, den Hunger und die Armut in einer ernsthaften und gemeinschaftlichen Weise zu bekämpfen. Dies soll mit einer angemessenen institutionellen, sozialen und wirtschaftlichen Architektur geschehen, die diejenigen Initiativen erfolgreich zu Ende bringt, welche tragfähige Lösungen bieten, damit sich die Armen nicht weiterhin verlassen fühlen.
5. Wir haben also die geeigneten Instrumente und einen Rahmen, damit die schönen Worte und wohlmeinenden Wünsche sich in ein wahres Aktionsprogramm verwandeln, das tatsächlich mit der Beseitigung des Hungers in unserer Welt gipfeln soll. Um es Wirklichkeit werden zu lassen, bedarf es einer Kombination von Anstrengungen, Adel des Herzens, und einem ständigen Trachten danach, sich das fremde Problem mit Festigkeit und Entschlossenheit zu Eigen zu machen. Jedoch wie bei den anderen wichtigen Themen, die die Menschheit betreffen, finden wir uns oft vor enormen Hindernissen bei der Lösung von Problemen wieder, vor unumgänglichen Barrieren, die Frucht von Unentschlossenheit oder Verzögerungen sind, vor der mangelnden Kraft der politischen Entscheidungsträger, die oft einzig in Wahlinteressen versunken oder von einseitigen, übereilten oder begrenzten Sichtweisen in Beschlag genommen sind. Es fehlt wirklich an einem politischen Willen. Es ist notwendig, wirklich den Hunger beenden zu wollen. Das wird sich definitiv und in erster Linie nicht ohne die allen Völkern und den verschiedenen religiösen Bekenntnissen gemeinsame ethische Überzeugung verwirklichen lassen, die in das Zentrum jeglicher Initiative das Wohlergehen der Person stellt und darin besteht, "dem anderen das zu tun, was wir für uns selbst wollen". Es handelt sich um ein Handeln, das sich auf die Solidarität unter allen Nationen gründet und auf Maßnahmen beruht, die Ausdruck des Empfindens der Bevölkerung sind.
6. Zur Beendigung des Hungers von Worten zu Taten überzugehen erfordert nicht nur politische Entscheidungen und operative Pläne. Es ist genauso notwendig, eine reaktive Herangehensweise zu überwinden, um einer proaktiveren Vision Platz zu machen. Ein oberflächlicher und vorübergehender Ansatz kann im besten Fall zu punktuellen Reaktionen führen. Wir vergessen auf diese Weise die strukturelle Dimension, die das Drama des Hungers verdeckt: die extreme Ungleichheit, die schlechte Verteilung der Ressourcen des Planeten, die Folgen des Klimawandels oder die endlosen und blutigen Konflikte, die viele Regionen heimsuchen, um nur einige ihrer wichtigsten Gründe zu nennen. Wir müssen eine über die Zeit proaktivere und nachhaltigere Herangehensweise entwickeln, wir müssen die Mittel für die Förderung des Friedens und die Entwicklung der Völker aufstocken. Wir müssen die Waffen und ihren verderblichen Handel zum Schweigen bringen, um die Stimme derjenigen zu hören, die verzweifelt weinen, weil sie sich an den Rändern des Lebens und des Fortschritts zurückgelassen fühlen. Wenn wir wirklich wollen, dass die Weltbevölkerung diese Sichtweise annimmt, ist es unumgänglich, dass die organisierte Zivilgesellschaft, die Medien und die Bildungseinrichtungen ihre Kräfte in der richtigen Richtung hin vereinen. Von hier bis zum Jahr 2030 haben wir ein Dutzend Jahre Zeit für die Entfaltung eines energischen und konsequenten Handelns; nicht für ein Treibenlassen im Strudel der wechselnden und flüchtigen Schlagzeilen, sondern um dem Hunger und den Ursachen, die ihn hervorrufen, die Stirn zu bieten ohne Unterlass, Hand in Hand mit Solidarität, Gerechtigkeit und Kohärenz.
7. Dies sind, Herr Generaldirektor, einige Überlegungen, die ich mit denen teilen möchte, die sich nicht von Gleichgültigkeit überwältigen lassen und auf den Schrei derjenigen hören, die nicht über das Minimum verfügen, um eine würdevolle Existenz zu führen. Die katholische Kirche ihrerseits kämpft täglich in der ganzen Welt in Ausübung der Mission, die ihr von ihrem göttlichen Gründer anvertraut wurde, in verschiedenster Form und durch ihre vielfältigen Strukturen und Vereinigungen gegen Hunger und Mangelernährung, und erinnert daran, das diejenigen, die Not leiden, nicht von uns verschieden sind. Sie haben unser gleiches Fleisch und Blut. Sie verdienen also, dass eine freundliche Hand ihnen hilft und sie unterstützt, so dass niemand zurückgelassen wird und in unserer Welt die Brüderlichkeit zum Personalausweis wird, und zu mehr als einem markanten Slogan ohne echte Konsistenz.
Ich bitte den Allmächtigen, dass dieser Pfad, um Wege zu eröffnen, die zu konkreten und wirksamen Handlungen führen im Interesse einer Zukunft eines friedlichen und konstruktiven Zusammenlebens, mit seinen Segnungen erfüllt wird, zu unserem Nutzen und zu dem der Generationen die uns folgen.
Vatikan, 16. Oktober 2018
FRANZISKUS
[01626-DE.01] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua portoghese
Ao Prof. José Graziano da Silva
Diretor Geral da FAO
Ilustríssimo Senhor!
1. A celebração anual do Dia Mundial da Alimentação traz à ribalta da atualidade internacional as necessidades, ansiedades e esperanças de milhões de pessoas que carecem do pão quotidiano. Infelizmente, não cessa de aumentar o número imenso de seres humanos que não têm nada, ou quase nada, para levar à boca. Deveria ser o contrário, mas as estatísticas recentes mostram, com evidência desconcertante, como parece resfriar a solidariedade internacional. E, quando falta a solidariedade, todos estamos cientes hoje de que as soluções técnicas e os projetos, mesmo os mais elaborados, não são capazes de enfrentar a tristeza e a amargura de quem sofre por não conseguir alimentar-se de maneira suficiente e saudável.
O tema de que nos ocupamos este ano – «As nossas ações são o nosso futuro. Um mundo com Fome Zero em 2030 é possível» – torna-se um apelo urgente à responsabilidade de todos os atores que compartilham os objetivos da Agenda 2030 para o Desenvolvimento Sustentável, um grito para nos tirar do torpor que frequentemente nos paralisa e inibe. Este não pode ser simplesmente mais um Dia, contentando-nos com recolher informações ou satisfazer a nossa curiosidade. Devemos «tomar dolorosa consciência, ousar transformar em sofrimento pessoal aquilo que acontece ao mundo e, assim, reconhecer a contribuição que cada um lhe pode dar» (Carta enc. Laudato si’, 19). Por conseguinte, somos convidados todos, mas de modo especial a FAO, os seus Estados-membros, os organismos e instituições nacionais e internacionais, bem com a sociedade civil e todas as pessoas de boa vontade, a redobrar os nossos esforços para que a ninguém falte, em quantidade e qualidade, o alimento necessário.
2. De nós, os pobres esperam uma ajuda eficaz que os tire da sua prostração, e não meros propósitos ou convénios que, depois de estudar detalhadamente as causas da sua miséria, tenham como único resultado a celebração de eventos solenes, compromissos que nunca se concretizam ou vistosas publicações destinadas a engrossar os catálogos das bibliotecas. Neste século XXI, que registou avanços consideráveis nos campos da tecnologia, da ciência, das comunicações e das infraestruturas, deveríamos corar de vergonha por não ter obtido idênticos avanços em humanidade e solidariedade que nos levem a satisfazer as necessidades primárias dos mais desfavorecidos. Também não podemos ficar tranquilos por ter enfrentado as emergências e as situações desesperadas dos necessitados. Todos somos chamados a ir mais longe. Podemos e devemos fazer melhor com os desvalidos. Para isso, é preciso passar à ação, de modo que desapareça completamente o flagelo da fome. Isto requer políticas de cooperação no desenvolvimento que estejam, como indica a Agenda 2030, orientadas para as necessidades concretas dos indigentes. É necessário também uma atenção particular aos níveis de produção agrícola, ao acesso ao mercado dos produtos alimentares, à participação nas iniciativas e ações e sobretudo é preciso reconhecer que, na hora de tomar decisões, os países possuem igual dignidade. Ao mesmo tempo é essencial compreender que, quando se trata de enfrentar eficazmente as causas da fome, não são as solenes declarações que farão erradicar definitivamente este flagelo. A luta contra a fome reclama imperiosamente um financiamento generoso, a abolição das barreiras comerciais e sobretudo o aumento da resiliência face às alterações climáticas, às crises económicas e aos conflitos armados.
3. Um dos princípios que deve guiar a nossa vida e o nosso compromisso é a convicção de que «o tempo é superior ao espaço» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 222), o que significa que devemos dar impulso, com clareza, convicção e tenacidade, a processos prolongados no tempo. O futuro não habita nas nuvens, mas constrói-se suscitando e acompanhando processos de maior humanização. Podemos sonhar um futuro sem fome, mas isso só é legítimo se nos envolvermos em processos tangíveis, relações vitais, planos operativos e compromissos reais. Para tal envolvimento, a iniciativa Fome Zero 2030 oferece um quadro propício e servirá, sem dúvida, para realizar o segundo dos Objetivos de Desenvolvimento Sustentável da Agenda 2030, que visa «erradicar a fome, obter a segurança alimentar e a melhoria da nutrição, e promover a agricultura sustentável». Alguém poderia observar que ainda temos à nossa frente doze anos para realizar este plano. Mas, os pobres não podem esperar; não o permite a sua situação calamitosa. Por isso, é necessário agir de modo urgente, coordenado e sistemático. Uma vantagem destas propostas é ter conseguido estabelecer metas específicas, objetivos quantificáveis e indicadores precisos. Sabemos que é necessário harmonizar uma dupla via de atenção, ou seja, ações a longo prazo e a curto prazo, para enfrentar as condições concretas daqueles que, hoje, padecem as dilacerantes e pungentes aguilhoadas da fome e da malnutrição.
4. Se, nos anos passados, as atividades da FAO e doutras instituições internacionais estiveram caraterizadas pela tensão entre os planos a curto e a longo prazo, podendo convergir, na mesma área, vários programas e intervenções, hoje sabemos que é igualmente essencial articular os níveis global e local na resposta ao desafio da fome. Neste sentido, a Agenda 2030, com os Objetivos de Desenvolvimento Sustentável, e a iniciativa Fome Zero exigem que as organizações internacionais, como a FAO, envolvam responsavelmente os Estados-membros a fim de empreenderem e levarem a cabo ações a nível local. Os indicadores globais são inúteis, se a realidade efetiva no terreno estiver longe desse compromisso. Por esta razão, é fundamental que as prioridades e medidas contidas nos grandes programas se enraízem e difundam por toda a parte, a fim de que não haja dissociações mas todos aceitem o desafio de combater a fome e a miséria de forma séria e compartilhada, com uma adequada arquitetura institucional, social e económica que leve a bom termo iniciativas capazes de oferecer soluções praticáveis, de modo que os pobres não continuem a sentir-se transcurados.
5. Temos, portanto, os instrumentos adequados e um quadro de referimento para que as belas palavras e os bons propósitos se transformem num verdadeiro programa de ação que culmine, efetivamente, na erradicação da fome no nosso mundo. Para o tornar realidade, requer-se união de esforços, nobreza de coração e constante preocupação por assumir, com firmeza e determinação, o problema do outro. E todavia, à semelhança de outras problemáticas sérias que afetam a humanidade, muitas vezes embatemos em enormes obstáculos na solução dos problemas, com barreiras inelutáveis fruto de indecisões ou atrasos, com a falta de determinação dos responsáveis políticos, muitas vezes mergulhados apenas em interesses eleitorais ou insidiados por opiniões vesgas, perentórias ou mesquinhas. Falta realmente vontade política. É preciso querer de verdade acabar com a fome, mas isto não acontecerá se, em última instância e antes de tudo, não houver a convicção ética, comum a todos os povos e às diferentes visões religiosas, que coloca no centro de qualquer iniciativa o bem integral da pessoa e que consiste em fazer ao outro aquilo que gostaríamos que nos fosse feito a nós. Trata-se de uma ação fundada na solidariedade entre todas as nações e de medidas que traduzam o sentir da população.
6. Passar das palavras à ação na erradicação da fome não requer apenas decisão política e planos operacionais; é necessário também superar uma abordagem reativa, para passar a uma visão proativa. Um olhar superficial e passageiro pode, no melhor dos casos, suscitar reações pontuais. Esquecemos assim a dimensão estrutural que o drama da fome esconde: a desigualdade extrema, a má distribuição dos recursos do planeta, as consequências das mudanças climáticas ou os infindáveis e sangrentos conflitos que devastam muitas regiões, para mencionar apenas algumas das suas principais motivações. Precisamos de desenvolver uma abordagem mais proativa e mais constante no tempo, precisamos de aumentar os fundos destinados à promoção da paz e do desenvolvimento dos povos. Precisamos de silenciar as armas e seu pernicioso comércio, para escutar a voz daqueles que choram desesperados por se sentir abandonados à margem da vida e do progresso. Se queremos verdadeiramente que a população mundial adote esta perspetiva, é essencial que a sociedade civil organizada, os meios de comunicação e as instituições educacionais unam as suas forças na justa direção. Daqui a 2030, temos uma dúzia de anos para desenvolver uma ação vigorosa e consistente; não para nos deixarmos arrastar, aos solavancos, pelos títulos intermitentes e passageiros dos jornais, mas para enfrentar sem tréguas, de mãos dadas com a solidariedade, a justiça e a coerência, a fome e as causas que a provocam.
7. Estas são, Senhor Diretor Geral, algumas reflexões que desejo partilhar com aqueles que não se deixam vencer pela indiferença e escutam o grito de quantos não dispõem do mínimo para uma existência digna. Por sua parte, a Igreja Católica, no exercício da missão que lhe confiou o seu Fundador Divino, combate diariamente no mundo inteiro contra a fome e a malnutrição, de múltiplas formas e através das suas variadas estruturas e associações, lembrando que aqueles que sofrem a miséria não são diferentes de nós. Têm a mesma carne e sangue que nós. Por isso, merecem que uma mão amiga os socorra e ajude, de modo que ninguém seja deixado para trás e, no nosso mundo, a fraternidade tenha direito de cidadania e seja algo mais que um slôgane sugestivo, sem consistência real.
Peço ao Todo-Poderoso que este percurso, visando abrir a estrada para ações concretas e eficazes em ordem a um futuro de convivência serena e construtiva, seja cumulado das suas bênçãos, para benefício nosso e das gerações vindouras.
Vaticano, 16 de outubro de 2018.
FRANCISCUS
[01626-PO.01] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua polacca
Do prof. José Graziano da Silva
Dyrektora Generalnego FAO
Szanowny Panie:
1. Doroczne obchody Światowego Dnia Żywności stawiają na pierwszym miejscu wśród bieżących potrzeb międzynarodowych, aspiracje i nadzieje milionów ludzi, którym brakuje chleba powszedniego. Niestety nieustannie przybywa ludzi, którzy nie mają nic lub prawie nic do jedzenia. Powinno być odwrotnie, ale najnowsze statystyki są bulwersującym dowodem, wskazującym, że międzynarodowa solidarność zdaje się stygnąć. I kiedy brakuje solidarności, to jesteśmy dziś wszyscy świadomi, że rozwiązania i projekty techniczne, nawet najbardziej wyszukane, nie są w stanie poradzić sobie ze smutkiem i goryczą tych, którzy cierpią, ponieważ nie mogą odżywiać się w sposób dostateczny i zdrowy.
Temat, przed którym stajemy w tym roku: „Nasze działania są naszą przyszłością. Świat bez głodu w roku 2030 jest możliwy”, staje się naglącym apelem o odpowiedzialność wszystkich podmiotów, które zgadzają się z celami Agendy 2030 na rzecz zrównoważonego rozwoju, stanowczym apelem, by wyjść z odrętwienia, które często nas paraliżuje i hamuje. To nie może być jedynie jakiś kolejny dzień, gdy zadowalamy się nagromadzeniem informacji lub zaspokojeniem naszej ciekawości. Musimy „uświadomić sobie z bólem, odważyć się, by przemienić w osobiste cierpienie to, co się dzieje na świecie, a tym samym rozeznać, jaki wkład może wnieść każdy z nas” (Enc. Laudato si’ 19). Dlatego wszyscy jesteśmy zaproszeni, ale przede wszystkim FAO, jej państwa członkowskie, agencje, instytucje narodowe i międzynarodowe, a także społeczeństwo obywatelskie i każdy człowiek dobrej woli do podwojenia naszych wysiłków, żeby nikomu nie zabrakło niezbędnego pożywienia co do ilości i jakości.
2. Ubodzy oczekują od nas skutecznej pomocy, która wyciągnęłaby ich z upokorzenia, a nie tylko postanowień czy kongresów, które po dokładnym zbadaniu przyczyn ich nędzy miałyby jako jedyny swój skutek uroczyste wydarzenia, zobowiązania, które nigdy się nie zmaterializują, lub efektowne publikacje przeznaczone jednie, by powiększać katalogi biblioteczne. W tym XXI wieku, który odnotował znaczny postęp w dziedzinie techniki, nauki, środków przekazu i infrastruktury, powinniśmy rumienić się ze wstydu, nie osiągnąwszy tego samego postępu w dziedzinie humanizmu i solidarności, aby zaspokoić podstawowe potrzeby osób znajdujących się w najtrudniejszej sytuacji. Nie możemy też być spokojni, że stawiliśmy czoła sytuacjom kryzysowym i rozpaczliwemu położeniu potrzebujących. Wszyscy jesteśmy wezwani, by pójść dalej. Możemy i musimy lepiej radzić sobie z osobami znajdującymi się w trudnej sytuacji. Dlatego trzeba przejść do działania, tak aby całkowicie zniknęła plaga głodu. A to wymaga polityki współpracy na rzecz rozwoju, która, jak wskazano w Agendzie 2030, byłaby ukierunkowana na konkretne potrzeby ubogich. Konieczna jest także szczególna wrażliwość na poziomie produkcji rolnej, dostępu do rynku żywności, udziału w inicjatywach i działaniach, a przede wszystkim uznanie, że przy podejmowaniu decyzji kraje są równe pod względem godności. Jednocześnie konieczne jest też zrozumienie, że co się tyczy skutecznego radzenia sobie z przyczynami głodu, to nie zlikwidują ostatecznie tej plagi pompatyczne deklaracje. Walka z głodem wymaga bezwzględnie szczodrego finansowania, zniesienia barier handlowych, a przede wszystkim zwiększenia odporności na zmiany klimatu, kryzysy gospodarcze i konflikty zbrojne.
3. Jedną z zasad, które powinny kierować naszym życiem i naszym zaangażowaniem jest przekonanie, że „czas przewyższa przestrzeń” (por. Adhort. ap. Evangelii gaudium, 222), co oznacza, żepowinniśmy pobudzić w sposób jasny, niezłomny i z pełnym przekonaniem procesy zachodzące w czasie. Przyszłość nie jest w chmurach, lecz jest budowana przez pobudzanie i towarzyszenie procesom większej humanizacji. Możemy marzyć o przyszłości bez głodu, ale jest to uzasadnione tylko wtedy, gdy angażujemy się w wymierne procesy, życiodajne relacje, plany działania i realne zobowiązania. Inicjatywa Zero Głodu 2030 daje odpowiednie ramy dla takiego zaangażowania i niewątpliwie będzie służyła realizacji drugiego z Celów Zrównoważonego Rozwoju Agendy 2030, która ma na celu „wyeliminowanie głodu, osiągnięcie bezpieczeństwa żywnościowego i lepsze odżywianie oraz promowanie zrównoważonego rolnictwa”. Może ktoś powiedzieć, że na zrealizowanie tego planu mamy jeszcze przed sobą dwanaście lat. A jednak ubodzy nie mogą czekać. Nie pozwala na to ich tragiczna sytuacja. Dlatego musimy działać w sposób pilny, skoordynowany i systematyczny. Zaletą tych propozycji jest to, że były w stanie wyznaczyć konkretne, wymierne cele i precyzyjne wskaźniki. Wiemy, że musimy harmonijnie połączyć dwukierunkowe działania długo i krótkoterminowe, aby stawić czoła konkretnej sytuacji tych, którzy po dziś dzień doznają potwornych i rozdzierających ciosów głodu i niedożywienia.
4. O ile w latach minionych działalność FAO oraz innych instytucji międzynarodowych cechowało napięcie między planami krótko i długo terminowymi, i dlatego na tym samym obszarze mogły zbiegać się różne programy i działania, to dziś wiemy, że równie konieczne jest wyartykułowanie poziomu globalnego i lokalnego w odpowiedzi na wyzwanie głodu. W tym sensie, Agenda 2030, wraz z Celami Zrównoważonego Rozwoju i inicjatywa Zero Głodu wymagają, aby organizacje międzynarodowe, takie jak FAO, odpowiedzialnie angażowały państwa członkowskie do podjęcia i prowadzenia działań na szczeblu lokalnym. Wskaźniki globalne są bezużyteczne, jeśli rzeczywistość faktyczna w terenie jest daleka od tego zobowiązania. Z tego względu kluczowym zadaniem jest, by priorytety i środki zawarte w wielkich programach zakorzeniały i rozprzestrzeniały się wszędzie głęboko, aby nie było rozdzielenia i wszyscy akceptowali wyzwanie walki z głodem i ubóstwem w sposób poważny i wspólny, z odpowiednią strukturą instytucjonalną, społeczną i gospodarczą, która doprowadzi do realizacji inicjatyw, mogących przedstawiać realne rozwiązania, aby ubodzy nie czuli się nadal zaniedbani.
5. Mamy zatem odpowiednie narzędzia i punkt odniesienia, aby piękne słowa i dobre postanowienia zamieniły się w prawdziwy program działań prowadzących rzeczywiście do wykorzenienia głodu w naszym świecie. Doprowadzenie do jego realizacji wymaga połączenia wysiłków, szlachetności serca i ciągłej troski o to, aby z determinacją i stanowczo swoim uczynić problem drugiej osoby. A jednak, podobnie jak w innych istotnych kwestiach dotykających ludzkości, często napotykamy ogromne przeszkody w rozwiązywaniu problemów z niemożliwymi do uniknięcia barierami, będącymi owocem niezdecydowania lub opieszałości; z brakiem stanowczości decydentów politycznych, wielokrotnie zanurzonych jedynie w interesach wyborczych lub uwięzionych przez poglądy zwodnicze, nieodwołalne czy też ograniczone. Brakuje prawdziwej woli politycznej. Konieczna jest prawdziwa chęć położenia kresu klęsce głodu, lecz w ostatecznym rachunku nie dokona się to bez przekonania etycznego, wspólnego dla wszystkich ludzi i dla różnych poglądów religijnych, co stawia w centrum każdej inicjatywy integralne dobro osoby i polega na czynieniu drugiemu tego, co sami chcemy, by nam uczyniono. Chodzi o działanie oparte na solidarności między wszystkimi narodami i o środki, które byłyby wyrazem uczuć ludzkości.
6. Przejście od słów do czynów w celu wyeliminowania głodu wymaga nie tylko decyzji politycznej i planów działania. Konieczne jest równocześnie przezwyciężenie podejścia biernego, przechodząc do wizji bardziej proaktywnej. Spojrzenie powierzchowne i przelotne może w najlepszym razie wywołać reakcje doraźne. Zapominamy w ten sposób o wymiarze strukturalnym, który stoi za dramatem głodu; wymieńmy tylko niektóre z głównych motywów: skrajne nierówności, zły podział zasobów planety, konsekwencje zmian klimatycznych i niekończących się krwawych konfliktów, niszczących wiele regionów. Musimy wypracować podejście bardziej proaktywne i bardziej trwałe, musimy zwiększyć fundusze przeznaczone na promowanie pokoju i rozwój narodów. Musimy uciszyć broń i jej zgubny handel, aby wsłuchać się w głos tych, którzy rozpaczliwie płaczą, czując się opuszczonymi, na marginesie życia i postępu. Jeśli naprawdę chcemy, aby ludność świata przyjęła tę perspektywę konieczne jest, aby zorganizowane społeczeństwo obywatelskie, media i instytucje edukacyjne połączyły siły we właściwym kierunku. Do 2030 roku mamy kilkanaście lat na rozwinięcie działań energicznych i konsekwentnych, aby nie dać się ponieść w zrywie błyskotliwym krótkotrwałym nagłówkom dzienników, ale by nieustannie z bronią solidarności, sprawiedliwości i konsekwencji, stawić czoła głodowi i powodującym go przyczynom.
7. Panie Dyrektorze Generalny, są to pewne refleksje, którymi pragnę podzielić się z tymi, którzy nie ulegają obojętności i słyszą krzyk ludzi, którzy nie posiadają minimum na prowadzenie godnej egzystencji. Kościół katolicki ze swej strony, wypełniając misję powierzoną mu przez jego boskiego Założyciela, codziennie walczy z głodem i niedożywieniem, w różnych formach i poprzez swoje różne struktury i stowarzyszenia, przypominając, że cierpiący z powodu nędzy nie różnią się od nas. Mają to samo ciało i tę samą krew, jak my. Zasługują więc na to, aby spieszyła im na ratunek pomocna dłoń, żeby nikt nie był pomijany, a w naszym świecie braterstwo miało prawo obywatelstwa i było czymś więcej niż sugestywnym sloganem, bez realnych konsekwencji.
Proszę Wszechmocnego Boga, aby ta droga otwierania ścieżek do konkretnych i skutecznych działań na rzecz przyszłości pokojowego i konstruktywnego współistnienia, była pełna Jego błogosławieństwa, dla dobra naszego i następnych pokoleń.
Watykan, 16 października 2018 r.
FRANCISZEK
[01626-PL.01] [Testo originale: Spagnolo]
[B0756-XX.01]