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Lettera del Santo Padre Francesco ai Vescovi del Cile a seguito del report consegnato da S.E. Mons. Charles J. Scicluna, 11.04.2018


Lettera del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

 

Pubblichiamo di seguito la Lettera che il Santo Padre Francesco ha inviato ai Vescovi del Cile a seguito del report consegnato da S.E. Mons. Charles J. Scicluna, Arcivescovo di Malta:

Lettera del Santo Padre

A los Señores Obispos de Chile.

Queridos hermanos en el episcopado:

La recepción durante la semana pasada de los últimos documentos que completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el 20 de marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con Ustedes la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena.

Sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible. Por ello, en este 2º domingo de Pascua, en el día de la misericordia, les ofrezco esta reflexión con el deseo de que cada uno de Ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las últimas semanas, a fin de que sea el Espíritu quien nos guíe con su don y no nuestros intereses o, peor aún, nuestro orgullo herido.

A veces cuando tales males nos arrugan el alma y nos arrojan al mundo flojos, asustados y abroquelados en nuestros cómodos “palacios de invierno”, el amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos avergüenzan presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y tenemos la tentación de dudar de la victoria pascual del Resucitado, creo que como Santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la pretensión de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon de los labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20).

Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia.

Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S.E. Mons. Charles Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro País contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia.

El mismo más sentido y cordial agradecimiento lo debemos expresar como pastores a los que con honestidad, valentía y sentido de Iglesia solicitaron un encuentro con mis enviados y les mostraron las heridas de su alma. Mons. Scicluna y el Rev. Bertomeu me han referido cómo algunos obispos, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a la parroquia Holy Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en Providencia, con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían.

Por otra parte, los días posteriores a dicha misión especial han sido testigos de otro hecho meritorio que deberíamos tener bien presente para otras ocasiones, pues no solo se ha mantenido el clima de confidencialidad alcanzado durante la Visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación de convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto, quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes.

Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza.

Teniendo en cuenta todo esto les escribo a Ustedes, reunidos en la 115ª asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia.

Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al Secretario de la Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades.

En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas.

Permaneced en mí (Jn 15,4): estas palabras del Señor resuenan una y otra vez en estos días. Hablan de relaciones personales, de comunión, de fraternidad que atrae y convoca. Unidos a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a injertar en vuestra oración de los próximos días una magnanimidad que nos prepare para el mencionado encuentro y que luego permita traducir en hechos concretos lo que habremos reflexionado. Quizás incluso también sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos en los “universales”. Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos convertir.

A la espera de Vuestras noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, que publique la presente con la mayor celeridad posible, les imparto mi bendición y les pido por favor que no dejen de rezar por mí.

Vaticano, 8 de abril de 2018

FRANCISCO

[00578-ES.01] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Ai Signori Vescovi del Cile.

Cari fratelli nell' episcopato, La ricezione, la scorsa settimana, degli ultimi documenti che completano il rapporto che mi hanno consegnato i miei due inviati speciali in Cile il 20 marzo 2018, per un totale di oltre 2.300 pagine, mi muove a scrivervi questa lettera. Vi assicuro della mia preghiera e voglio condividere con voi la convinzione che le difficoltà presenti sono anche un' occasione per ristabilire la fiducia nella Chiesa, fiducia infranta dai nostri errori e peccati, e per risanare alcune ferite che non smettono di sanguinare nell' insieme della società cilena.

Senza la fede e senza la preghiera, la fraternità è impossibile. Perciò, in questa ii domenica di Pasqua, nel giorno della misericordia, vi offro questa riflessione con l' auspicio che ognuno di voi mi accompagni nell' itinerario interiore che sto percorrendo nelle ultime settimane, affinché sia lo Spirito a guidarci con il suo dono e non i nostri interessi o, peggio ancora, il nostro orgoglio ferito.
A volte, quando simili mali ci deturpano l' anima e ci gettano nel mondo deboli, impauriti, arroccati nei nostri comodi palazzi d' inverno, l' amore di Dio ci viene incontro e purifica le nostre intenzioni per amare come uomini liberi, maturi e critici.

Quando i mezzi di comunicazione ci mettono in imbarazzo presentando una Chiesa quasi sempre in novilunio, privata della luce del Sole di giustizia (sant' Ambrogio, Hexameron iv, 8, 32) e abbiamo la tentazione di dubitare della vittoria pasquale del Risorto, credo che come san Tommaso non dobbiamo temere il dubbio (Gv 20, 25), ma temere la pretesa di voler vedere senza fidarci della testimonianza di quanti hanno ascoltato dalle labbra del Signore la promessa più bella (Mt 28, 20).
Oggi vi chiedo di parlare non di certezze, ma dell' unica cosa che il Signore ci dona di sperimentare ogni giorno: la gioia, la pace, il perdono dei nostri peccati e l' azione della Sua grazia.

A tale proposito, voglio esprimere la mia gratitudine a S.E. Monsignor Charles Scicluna, Arcivescovo di Malta, e al Reverendo Jordi Bertomeu Farnós, officiale della Congregazione per la Dottrina della Fede, per il loro ingente lavoro di ascolto sereno ed empatico delle 64 testimonianze che hanno raccolto di recente sia a New York sia a Santiago del Cile. Li ho inviati ad ascoltare dal cuore e con umiltà.

In seguito, quando mi hanno consegnato il rapporto e, in particolare, la loro valutazione giuridica e pastorale delle informazioni raccolte, hanno riconosciuto dinanzi a me di essersi sentiti sopraffatti dal dolore di tante vittime di gravi abusi di coscienza e di potere e, in particolare, degli abusi sessuali commessi contro minorenni da diversi consacrati del vostro Paese, che sono stati negati al momento e che hanno rubato loro l' innocenza.

Lo stesso sentito e cordiale ringraziamento lo dobbiamo esprimere come pastori a quanti, con onestà, coraggio e senso di Chiesa, hanno chiesto un incontro con i miei inviati e hanno mostrato loro le ferite della propria anima. Monsignor Scicluna e il Reverendo Bertomeu mi hanno riferito che alcuni vescovi, sacerdoti, diaconi, laici e laiche di Santiago e di Osorno sono andati alla parrocchia Holy Name di New York o alla sede di Sotero Sanz, a Providencia, con una maturità, un rispetto e un'amabilità che impressionavano.

Inoltre, nei giorni successivi alla missione speciale, sono stati testimoni di un altro fatto meritevole che dovremmo tenere ben presente per altre occasioni, poiché non solo si è mantenuto il clima di confidenzialità creatosi durante la Visita, ma in nessun momento si è ceduto alla tentazione di trasformare quella delicata missione in un circo mediatico. A tale proposito, voglio ringraziare le diverse organizzazioni e i mezzi di comunicazione per la loro professionalità nel trattare questo caso tanto delicato, rispettando il diritto dei cittadini all' informazione e la buona reputazione dei dichiaranti.
Ora, dopo una lettura attenta degli atti di tale missione speciale, credo di poter affermare che tutte le testimonianze raccolte parlano in modo scarno, senza additivi né edulcoranti, di molte vite crocifisse e vi confesso che ciò mi causa dolore e vergogna.

Tenendo conto di tutto questo, scrivo a voi, riuniti nella 115ª assemblea plenaria, per sollecitare umilmente la vostra collaborazione e assistenza nel discernimento delle misure che dovranno essere adottate a breve, medio e lungo termine per ripristinare la comunione ecclesiale in Cile, al fine di riparare per quanto possibile allo scandalo e ristabilire la giustizia.

Intendo convocarvi a Roma per dialogare sulle conclusioni della suddetta visita e sulle mie conclusioni.

Ho pensato a questo incontro come a un momento fraterno, senza pregiudizi né idee preconcette, con il solo scopo di far risplendere la verità nelle nostre vite. Per la data, chiedo al segretario della Conferenza episcopale di farmi conoscere le possibilità.

Per quanto mi riguarda, riconosco, e voglio che lo trasmettiate fedelmente, che sono incorso in gravi errori di valutazione e percezione della situazione, in particolare per mancanza di informazioni veritiere ed equilibrate. Fin da ora chiedo scusa a tutti quelli che ho offeso e spero di poterlo fare personalmente, nelle prossime settimane, negli incontri che avrò con rappresentanti delle persone intervistate.

Rimanete in me (Gv 15, 4): queste parole del Signore risuonano continuamente in questi giorni. Parlano di rapporti personali, di comunione, di fraternità che attrae e convoca. Uniti a Cristo come i tralci alla vite, vi invito a innestare nella vostra preghiera dei prossimi giorni una magnanimità che ci prepari al suddetto incontro e che ci permetta poi di tradurre in atti concreti ciò su cui avremo riflettuto. Forse sarebbe addirittura opportuno mettere la Chiesa in Cile in stato di preghiera. Ora più che mai non possiamo ricadere nella tentazione della verbosità e di restare in temi universali. In questi giorni, guardiamo a Cristo. Guardiamo alla sua vita e ai suoi gesti, specialmente quando si mostra compassionevole e misericordioso con quanti hanno sbagliato. Amiamo la verità, chiediamo la saggezza del cuore e lasciamoci convertire.

In attesa di vostre notizie e, chiedendo a S.E. Monsignor Santiago Silva Retamales, Presidente della Conferenza Episcopale del Cile, di pubblicare la presente missiva il più presto possibile, vi imparto la mia benedizione e vi chiedo per favore di non smettere di pregare per me.

Vaticano, 8 aprile 2018.

FRANCESCO

[00578-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0267-XX.02]