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Viaggio Apostolico del Santo Padre Francesco in Cile e Perù (15 – 22 gennaio 2018) – Incontro con la popolazione presso l’ “Instituto Jorge Basadre” a Puerto Maldonado, 19.01.2018


Incontro con la popolazione presso l’ “Instituto Jorge Basadre” a Puerto Maldonado

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua polacca

Questa mattina, alle ore 12.00 locali (18.00 ora di Roma), il Santo Padre Francesco ha incontrato la popolazione presso l’“Instituto Jorge Basadre” a Puerto Maldonado.

Dopo gli indirizzi di saluto del Vicario Apostolico, S.E. Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, O.P., e di un catechista, il Papa ha pronunciato il Suo discorso.

Al termine, dopo la benedizione finale, il Santo Padre si è trasferito in auto all’Hogar El Principito.

Pubblichiamo di seguito il discorso che Papa Francesco ha rivolto alla popolazione nel corso dell’incontro:

Discorso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Veo que han venido no sólo de los rincones de esta Amazonia peruana, sino también de los Andes y de otros países vecinos. ¡Qué linda imagen de la Iglesia que no conoce fronteras y en la que todos los pueblos pueden encontrar un lugar! Cuánto necesitamos de estos momentos donde poder encontrarnos y, más allá de la procedencia, animarnos a generar una cultura del encuentro que nos renueva en la esperanza.

Gracias Mons. David, por sus palabras de bienvenida. Gracias Arturo y Margarita por compartir con todos nosotros sus vivencias. Nos decían ellos: «Nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada… pero no somos la tierra de nadie». Gracias por decirlo: no somos tierra de nadie. Y es algo que hay que decirlo con fuerza: ustedes no son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros: los tiene a ustedes.

Esta región está llamada con ese bellísimo nombre: Madre de Dios. No puedo dejar de hacer mención de María, joven muchacha que vivía en una aldea lejana, perdida, considerada también por tantos como «tierra de nadie». Allí recibió el saludo y la invitación más grande que una persona pueda experimentar: ser la Madre de Dios; hay alegrías que sólo las pueden escuchar los pequeños.[1]

Ustedes tienen en María, no sólo un testimonio a quien mirar, sino una Madre y donde hay madre no está ese mal terrible de sentir que no le pertenecemos a nadie, ese sentimiento que nace cuando comienza a desaparecer la certeza de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios. Queridos hermanos, lo primero que me gustaría transmitirles —y lo quiero hacer con fuerza— es que ¡esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre! Y, si hay madre, hay hijos, hay familia y hay comunidad. Y donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente.

Es doloroso constatar cómo hay algunos que quieren apagar esta certeza y volver a Madre de Dios una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar. Por eso nos hace bien repetir en nuestras casas, comunidades y en lo hondo del corazón de cada uno: ¡Esta no es una tierra huérfana! ¡Tiene Madre! Esta buena noticia se va transmitiendo de generación en generación gracias al esfuerzo de tantos que comparten este regalo de sabernos hijos de Dios y nos ayuda a reconocer al otro como hermano.

En varias ocasiones me he referido a la cultura del descarte. Una cultura que no se conforma solamente con excluir, como estábamos acostumbrados a ver, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses; pareciera que el consumismo alienante de algunos no logra dimensionar el sufrimiento asfixiante de otros. Es una cultura anónima, sin lazos y sin rostros, la cultura del descarte. Es una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir. Y la tierra es tratada dentro de esta lógica. Los bosques, ríos y quebradas son usados, utilizados hasta el último recurso y luego dejados baldíos e inservibles. Las personas son tratadas también con esta lógica: son usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles». Esta es la cultura del descarte, se descarta a los chicos, se descarta a los ancianos. Allí, saliendo, cuando hice el recorrido hay una abuela de 97 años, ¿vamos a descartar a la abuela, qué les parece? No, porque la abuela es la sabiduría de un pueblo. ¡Un aplauso a la abuela de 97 años!

Pensando en estas cosas permítanme detenerme en un tema doloroso. Nos acostumbramos a utilizar el término «trata de personas». Al llegar a Puerto Maldonado, en el aeropuerto vi un cartel que me llamó la atención gratamente: “Está atento contra la trata”. Se ve que están tomando conciencia. Pero en realidad deberíamos hablar de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No podemos «naturalizar» la violencia, tomarla como algo natural. No, no se naturaliza la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado, hermanos, y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad.

Varias personas han emigrado hacia la Amazonia buscando techo, tierra y trabajo. Vinieron buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias. Abandonaron sus vidas humildes, pobres pero dignas. Muchas de ellas, por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias, se basaron en el brillo prometedor de la extracción del oro. Pero no olvidemos que el oro se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos.

Los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo. Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos. Los animo a que se sigan organizando en movimientos y comunidades de todo tipo para ayudar a superar estas situaciones; y también a que, desde la fe, se organicen como comunidades eclesiales de vida en torno a la persona de Jesús. Desde la oración sincera y el encuentro esperanzado con Cristo podremos lograr la conversión que nos haga descubrir la vida verdadera. Jesús nos prometió vida verdadera, vida auténtica, vida eterna. No vida ficticia, como las falsas promesas deslumbrantes que, prometiendo vida, terminan llevándonos a la muerte.

Hermanas y hermanos, la salvación no es genérica, no es abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias concretas. Todas las comunidades cristianas tienen que ser reflejo de esa mirada de Dios, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad. Es una manera de hacer visible el Reino de los Cielos, comunidades donde cada uno se sienta parte, se sienta llamado por su nombre e impulsado a ser artífice de vida para los demás.

Tengo esperanza en ustedes… además al recorrer vi muchos chicos y donde hay chicos hay esperanza, gracias. Tengo esperanza en ustedes, en el corazón de tantas personas que quieren una vida bendecida. Han venido a buscarla aquí, a una de las explosiones de vida más exuberante del planeta. Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla, defiéndanla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos.

A María, Madre de Dios y Madre Nuestra nos encomendamos, nos ponemos bajo su protección. Y por favor, no se olviden de rezar por mí, y los invito a todos a rezar a la Madre de

Dios te salve, María

___________________

[1] «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25).

[00063-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari fratelli e sorelle,

Vedo che siete venuti non solo dalle diverse zone di questa Amazzonia peruviana, ma anche dalle Ande e da altri paesi vicini. Che bella immagine della Chiesa, che non conosce frontiere e nella quale tutti i popoli possono trovare il loro spazio! Quanto abbiamo bisogno di questi momenti dove possiamo incontrarci e, al di là delle nostre provenienze, incoraggiarci a dar vita a una cultura dell’incontro che ci rinnova nella speranza.

Grazie, Mons. David, per le Sue parole di benvenuto. Grazie, Arturo e Margarita, per aver condiviso con tutti noi le vostre esperienze. Loro ci hanno detto: “Ci viene a visitare in questa terra tanto dimenticata, ferita ed emarginata... però non siamo la terra di nessuno”. Grazie per averlo detto: non siamo terra di nessuno. Ed è una cosa che bisogna dire con forza: voi non siete terra di nessuno. Questa terra ha dei nomi, ha dei volti: ha voi.

Questa regione è chiamata con il bellissimo nome di “Madre de Dios”. Non posso non fare menzione di Maria, giovane ragazza che viveva in un villaggio lontano, sperduto, anch’esso considerato da tanti come “terra di nessuno”. Lì ricevette il saluto e la chiamata più grande che una persona possa sperimentare: essere la Madre di Dio; ci sono gioie che possono essere rivelate solo ai piccoli.[1]

Voi avete in Maria non solo un testimone a cui guardare, ma una Madre, e dove c’è una madre non c’è quel terribile male di sentire che non apparteniamo a nessuno, quel sentimento che nasce quando comincia a scomparire la certezza di appartenere a una famiglia, a un popolo, a una terra, al nostro Dio. Cari fratelli, la prima cosa che mi piacerebbe trasmettervi – e voglio farlo con forza – è che questa non è una terra orfana, è la terra della Madre! E se c’è una madre ci sono figli, c’è famiglia e c’è comunità. E dove c’è madre, famiglia e comunità, non potranno sparire i problemi, ma sicuramente si trova la forza per affrontarli in modo diverso.

E’ doloroso constatare che ci sono alcuni che vogliono spegnere questa certezza e fare di Madre de Dios una terra anonima, senza figli, una terra infeconda. Un luogo facile da commercializzare e da sfruttare. Per questo ci fa bene ripetere nelle nostre case, nelle comunità, nel profondo del cuore di ciascuno: Questa non è una terra orfana! Ha una Madre! Questa buona notizia si va trasmettendo di generazione in generazione, grazie allo sforzo di tanti che condividono questo dono di sapere che siamo figli di Dio, e ci aiuta a riconoscere l’altro come fratello.

In diverse occasioni mi sono riferito alla cultura dello scarto. Una cultura che non si accontenta solo di escludere – come eravamo abituati a vedere –, ma che è avanzata mettendo a tacere, ignorando e rigettando tutto ciò che non serve ai suoi interessi; sembrerebbe che il consumismo alienante di alcuni non riesca a percepire la dimensione della sofferenza soffocante di altri. E’ una cultura anonima, senza legami e senza volti, la cultura dello scarto. Una cultura senza madre, che non vuole altro che consumare. La terra viene trattata secondo questa logica. Le foreste, i fiumi e i torrenti vengono usati, utilizzati fino all’ultima risorsa e poi lasciati inutilizzati e inservibili. Anche le persone sono trattate con questa logica: usate fino allo sfinimento e poi abbandonate come “inservibili”. Questa è la cultura dello scarto: si scartano i bambini, si scartano gli anziani. Lì, uscendo, quando ho fatto il percorso, c’era una nonna di 97 anni: dobbiamo scartare quella nonna? No! Perché la nonna ha la sapienza di un popolo. Un applauso alla nonna di 97 anni!

Pensando a queste cose permettetemi di soffermarmi su un tema doloroso. Ci siamo abituati a utilizzare il termine “tratta di persone”. Arrivando a Puerto Maldonado, nell’aeroporto ho visto un cartello che ha richiamato la mia attenzione positivamente: “Fai attenzione alla tratta!”. Si vede che stanno prendendo coscienza. Ma in realtà dovremmo parlare di schiavitù: schiavitù per il lavoro, schiavitù sessuale, schiavitù per il guadagno. Fa male constatare come in questa terra, che sta sotto la protezione della Madre di Dio, tante donne sono così svalutate, disprezzate ed esposte a violenze senza fine. Non possiamo “normalizzare” la violenza, prenderla come una cosa naturale. No, non si “normalizza” la violenza contro le donne, sostenendo una cultura maschilista che non accetta il ruolo di protagonista della donna nelle nostre comunità. Non ci è lecito guardare dall’altra parte, fratelli, e lasciare che tante donne, specialmente adolescenti, siano “calpestate” nella loro dignità.

Diverse persone sono emigrate verso l’Amazzonia cercando un tetto, una terra e un lavoro. Sono venute a cercare un futuro migliore per sé stesse e per le loro famiglie. Hanno abbandonato la loro vita umile, povera ma dignitosa. Molte di loro, per la promessa che certi lavori avrebbero messo fine a situazioni precarie, si sono basati sul luccichio promettente dell’estrazione dell’oro. Però non dimentichiamo che l’oro può diventare un falso dio che pretende sacrifici umani.

I falsi dei, gli idoli dell’avarizia, del denaro, del potere, corrompono tutto. Corrompono la persona e le istituzioni, e distruggono anche la foresta. Gesù diceva che ci sono demoni che, per essere scacciati, richiedono molta preghiera. Questo è uno di quelli. Vi incoraggio a continuare a organizzarvi in movimenti e comunità di ogni tipo per cercare di superare queste situazioni; e anche a far in modo, a partire dalla fede, di organizzarvi come comunità ecclesiali che vivono intorno alla persona di Gesù. Dalla preghiera sincera e dall’incontro pieno di speranza con Cristo potremo ottenere la conversione che ci faccia scoprire la vita vera. Gesù ci ha promesso vita vera, vita autentica, vita eterna. Non vita fittizia, come le false promesse che abbagliano e che, promettendo vita, finiscono per portarci alla morte.

Sorelle e fratelli, la salvezza non è generica, non è astratta. Il nostro Padre guarda alle persone concrete, con volti e storie concreti, e tutte le comunità cristiane devono essere riflesso di questo sguardo di Dio, di questa presenza che crea legami, genera famiglia e comunità. E’ un modo di rendere visibile il Regno dei Cieli, comunità in cui ciascuno si senta partecipe, si senta chiamato per nome e spinto ad essere artefice di vita per gli altri.

Ho speranza in voi… e facendo il giro ho visto tanti bambini, e dove ci sono bambini c’è speranza. Grazie! Ho speranza in voi, nei cuori di tante persone che desiderano una vita benedetta. Siete venuti a cercarla qui, dove si trova una delle esplosioni di vita più esuberanti del pianeta. Amate questa terra, sentitela vostra. Odoratela, ascoltatela, meravigliatevi di essa. Innamoratevi di questa terra Madre de Dios, impegnatevi per essa e custoditela, difendetela. Non usatela come un mero oggetto che si può scartare, ma come un vero tesoro da godere, da far crescere e da trasmettere ai vostri figli.

Ci affidiamo a Maria, Madre di Dio e Madre nostra, e ci poniamo sotto la sua protezione. E per favore, non dimenticatevi di pregare per me. E vi invito tutti a pregare la Madre di Dio.

“Ave Maria…”.

___________________

[1] «Ti rendo lode, Padre, Signore del cielo e della terra, perché hai nascosto queste cose ai sapienti e ai dotti e le hai rivelate ai piccoli» (Mt 11,25).

[00063-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua francese

Chers frères et sœurs,

Je vois que vous êtes venus non seulement des endroits reculés de cette Amazonie péruvienne, mais aussi des Andes et d’autres pays voisins. Quelle belle image de l’Église qui ne connaît pas de frontières et dans laquelle tous les peuples peuvent trouver place! Comme nous avons besoin de ces moments où nous pouvons nous retrouver et, au-delà de la provenance, nous encourager à créer une culture de rencontre qui nous renouvelle dans l’espérance.

Merci à Monseigneur David, pour ses paroles de bienvenue. Merci à Arturo et à Margarita de partager avec nous tous leurs expériences. Ils nous disaient: ‘‘Vous nous visitez sur cette terre, si oubliée, blessée et marginalisée… mais nous sommes la terre de personne’’. Merci de le dire: nous ne sommes la terre de personne. Et c’est quelque chose qu’il faut dire avec force: vous n’êtes la terre de personne. Cette terre a des noms, elle a des visages: elle vous a, vous.

Cette région est désignée par ce très beau nom: Mère de Dieu. Je ne peux m’empêcher de me référer à Marie, jeune fille qui vivait dans un village éloigné, perdu, considéré également par beaucoup comme une ‘‘terre qui n’appartenait à personne’’. C’est là qu’elle a reçu la salutation la plus grande dont une personne puisse faire l’expérience: être Mère de Dieu; il y a des joies que seuls les tout-petits peuvent sentir («Père, Seigneur du ciel et de la terre, je proclame ta louange, ce que tu as caché aux sages et aux savants, tu l’as révélé aux tout-petits» (Mt 11, 25).

Vous avez en Marie, non seulement un témoin à regarder, mais aussi une Mère et là où il y a une mère, il n’y a pas ce pas ce mal terrible de sentir que nous n’appartenons à personne, ce sentiment qui naît quand commence à disparaître la certitude que nous appartenons à une famille, à un peuple, à une terre, à notre Dieu. Chers frères, la première chose que je voudrais vous dire – et je voudrais le faire avec force -, c’est que cette terre n’est pas orpheline, c’est la terre de la Mère! Et s’il y a une mère, il y a des enfants, il y a une famille et il y a une communauté. Et là où il y a une mère, une famille et une communauté, les problèmes peuvent ne pas disparaître, mais il est certain qu’on trouve la force de les affronter d’une manière différente.

Il est regrettable de constater comment certains veulent éteindre cette certitude et transformer Mère de Dieu en une terre anonyme, sans enfants, une terre stérile. Une terre facile à vendre et à exploiter. Mais il nous faut répéter dans nos maisons, dans nos communautés et au plus profond du cœurde chacun : cette terre n’est pas orpheline! Elle a une Mère! Cette bonne nouvelle se transmet de génération en génération grâce à l’effort de nombreuses personnes qui partagent ce cadeau de savoir que nous sommes enfants de Dieu; et cette bonne nouvelle nous aide à reconnaître l’autre comme un frère.

À maintes occasions, je me suis référé à la culture de rejet. Une culture qui ne se contente pas simplement d’exclure, comme nous y sommes habitués, mais qui progresse en faisant taire, en ignorant et en écartant tout ce qui sert pas ses intérêts; il semblerait que le consumérisme asservissant de certains ne parvient pas à percevoir l’ampleur de la souffrance qui asphyxie d’autres. C’est une culture anonyme, sans liens et sans visages, la culture de marginalisation. C’est une culture sans mère qui ne veut que consommer. Et la terre est traitée dans cette logique. Les forêts, les fleuves et les ravins sont usés, utilisés jusqu’à la dernière ressource et ensuite abandonnés, inoccupés et inutiles. Les personnes sont aussi traitées dans cette logique : elles sont exploitées jusqu’à l’épuisement et ensuite abandonnées comme ‘‘inutiles’’. C’est la culture de marginalisation; on marginalise les jeunes, on marginalise les personnes âgées. En circulant un peu, lorsque j’ai fait un tour, j’ai vu une grand-mère de 97 ans. Allons-nous marginaliser la grand-mère? Qu’en pensez-vous? Non, parce que la grand-mère est la sagesse d’un peuple. Des applaudissements pour la grand-mère de 97 ans!

En pensant à ces choses, permettez-moi de m’arrêter sur un thème douloureux. Nous avons coutume d’employer le terme ‘‘traite des personnes’’. En arrivant à Puerto Maldonado, à l’aéroport, j’ai vu une affiche qui a positivement attiré mon attention: ‘‘Faites attention à la traite’’. On voit qu’il y a une prise de conscience. Mais en réalité nous devrions parler d’esclavage: esclavage du travail, esclavage sexuel, esclavage du profit. Il est regrettable de constater à quel point sur cette terre, qui est sous la protection de la Mère de Dieu, de nombreuses femmes sont dévalorisées, méprisées et exposées à d’innombrables violences. Nous ne pouvons pas ‘‘naturaliser’’ la violence, la considérer comme quelque chose de naturel. Non, on ne ‘‘naturalise’’ pas la violence à l’encontre des femmes, en entretenant une culture machiste qui ne prend pas en compte le rôle important de la femme dans nos communautés. Il ne nous est pas permis de regarder de l’autre côté, chers frères, et de permettre que tant de femmes, surtout adolescentes, soient ‘‘bafouées’’ dans leur dignité.

De nombreuses personnes ont émigré vers l’Amazonie en cherchant un toit, une terre et un travail. Elles y sont venues, en quête d’un avenir meilleur pour elles-mêmes et pour leurs familles. Elles ont abandonné leurs vies humbles, pauvres mais dignes. Beaucoup d’entre elles, avec la promesse que certains travaux mettraient fin à leurs situations précaires, se sont laissées attirer par l’éclat prometteur de l’exploitation de l’or. Mais n’oublions pas que l’or peut devenir un faux dieu qui exige des sacrifices humains.

Les faux dieux, les idoles de l’avarice, de l’argent, du pouvoir corrompent tout. Ils corrompent la personne et les institutions; ils détruisent les forêts également. Jésus disait qu’il y a des démons qui, pour être expulsés, exigent beaucoup de prière. En voilà un! Je vous encourage à continuer de vous organiser en mouvements et en communautés de tout genre pour aider à surmonter ces situations; et également pour que, dans une optique de foi, vous vous organisiez comme des communautés ecclésiales de vie autour de la personne de Jésus. Avec la prière sincère et la rencontre avec le Christ fondée sur l’espérance, nous pourrons parvenir à la conversion qui nous fasse découvrir la vraie vie. Jésus nous a promis la vraie vie, la vie authentique, la vie éternelle. Pas une vie fictive, comme les fausses promesses éblouissantes qui, promettant la vie, nous conduisent finalement à la mort.

Chers frères et sœurs, le salut n’est pas générique, il n’est pas abstrait. Notre Père regarde les personnes concrètes, avec leurs visages et leurs histoires concrètes. Toutes les communautés chrétiennes doivent être le reflet de ce regard de Dieu, de cette présence qui crée des liens, qui crée une famille et une communauté. Des communautés, où chacun se sent partie prenante, se sent appelé par son nom et encouragé à être artisan d’une vie pour les autres, sont une manière de rendre visible le Royaume des cieux.

Je fonde mon espoir sur vous; par ailleurs, en circulant, j’ai vu de nombreux jeunes; et là où il y a des jeunes, il y a de l’espérance, merci! Je fonde mon espoir sur vous, sur le cœur de tant de personnes qui désirent une vie bénie. Elles sont venues la chercher ici, auprès de l’un des déploiements de vie les plus exubérants de la planète. Aimez cette terre, en la sentant vôtre. Flairez-la, écoutez-la, émerveillez-vous-en! Tombez amoureux de cette terre Mère de Dieu, engagez-vous et sauvegardez-la, défendez-la ! Ne l’utilisez pas comme un simple objet jetable, mais comme un vrai trésor dont il faut jouir, à faire prospérer et à transmettre à vos enfants.

Nous nous recommandons à Marie, Mère de Dieu et notre Mère; nous nous mettons sous sa protection. Et s’il vous plaît, n’oubliez pas de prier pour moi; et je vous invite tous à prier la Mère de Dieu.

Je vous salue, Marie…

[00063-FR.02] [Texte original: Espagnol]

Traduzione in lingua inglese

Dear Brothers and Sisters,

I see that you have come not only from the far reaches of the Peruvian Amazon, but also from the Andes and neighbouring countries. What a beautiful image of the Church without borders, where all peoples have a place! How much we need moments like these, to be together and, regardless of our place of origin, to inspire us to build a culture of encounter that renews us in hope.

I thank Bishop David for his words of welcome. I also thank Arturo and Margarita for sharing their experiences with us. They said: “You are visiting a land that is mostly forgotten, wounded and marginalized… but we are not a no man’s land”. Thank you for saying this: we are not a no man’s land. It is something that needs to be emphasized. You are not a no man’s land. This land has names. It has faces. It has you.

This area has a beautiful name: Madre de Dios, Mother of God. How can I not speak of Mary, a young woman who lived in a remote, isolated village, also considered by many to be a “no man’s land”. There she received the greatest greeting and invitation imaginable: to be the Mother of God. There are joys that only little ones can hear (cf. Mt 11:25).

You have in Mary not only an example to whom you can look, but also a Mother. Wherever there is a mother, we don’t have that terrible feeling of belonging to no one, that takes hold when our sense of belonging to a family, to a people, to a land, to our God, begins to fade. Dear brothers and sisters, this is the first thing I would like to say, and I want to say it loud and clear: This is not a land of orphans, but a land that has a Mother! And if it has a mother, it has sons and daughters, a family, a community. Where there is a mother, a family and a community, problems may not disappear, but we certainly find the strength to confront them differently.

It is painful to think that some want to reject this certainty and make Madre de Dios a nameless land, without children, a barren land. A place easy to commercialize and exploit. That is why it is good for us to repeat in our homes and communities, and in the depths of each of our hearts: This is not a land of orphans! It has a Mother! This good news has been passed on from generation to generation thanks to the efforts of so many who share this gift of knowing that we are God’s children and who help us to know one another as brothers and sisters.

On a number of occasions, I have spoken of the throwaway culture. A culture that is not satisfied with exclusion, as we have grown accustomed to observe, but advances by silencing, ignoring and throwing out everything that does not serve its interests; as if the alienating consumerism of some is completely unaware of the desperate suffering of others. It is an anonymous culture, without bonds, without faces, a throwaway culture. It is a motherless culture that only wants to consume. The earth is treated in accordance with this logic. Forests, rivers and streams are exploited mercilessly, then left barren and unusable. Persons are also treated in the same way: they are used until someone gets tired of them, then abandoned as “useless”. This is the throwaway culture, it throws away children, it throws away the elderly. As I was being driven around the crowd, there was an elderly lady, 97 years of age. Should we throw away that grandmother? What do you think? No, because she is a grandmother full of the wisdom of her people. Let us applaud the 97-year-old grandmother!

Speaking of these things, allow me to bring up another painful subject. We become accustomed to using the term “human trafficking”. Upon arriving at Puerto Maldonado, at the airport I saw a sign that struck me: “Be on the watch for human trafficking”. This is a sign of growing awareness. But in truth we should speak of slavery: slavery for work, sexual slavery, slavery for profit. It is painful to see how in this land, which is under the protection of the Mother of God, so many women are devalued, denigrated and exposed to endless violence. Violence cannot be seen as “normal”. Violence against women cannot be treated as “normal”, maintaining a culture of machismo blind to the leading role that women play in our communities. It is not right for us, brothers and sisters, to look the other way and let the dignity of so many women, especially young women, be trampled upon.

Many people have immigrated to Amazonia in search of housing, land and work. They come in search of a better future for themselves and their families. They abandon poor, yet worthy lives. Many of them, in the hope that certain jobs will bring an end to their precarious situations, are drawn by the promising allure of gold mining. But let us not forget that gold can turn into a false god which demands human sacrifices.

False gods, the idols of avarice, money and power, corrupt everything. They corrupt people and institutions, and they ruin the forest. Jesus said that there are demons that require much prayer to expel. This is one of them. I encourage you to continue organizing into movements and communities of every kind in order to help overcome these situations. I likewise encourage you to gather, as people of faith and vibrant ecclesial communities, around the person of Jesus. Through heartfelt prayer and hope-filled encounter with Christ, we will be able to attain the conversion that leads us to true life. Jesus promised us true life, authentic life, eternal life. Not a make-believe life, like the one offered by all those dazzling false promises; they promise life but end up leading us to death.

Brothers and sisters, salvation is not something generic, it is not abstract. Our Father looks at real people, with real faces and concrete histories. Every Christian community must be a reflection of that gaze, that presence that creates bonds and generates family and community. It is a way of making visible the kingdom of heaven, in communities where everyone feels a part of the whole, where they feel called by name and encouraged to be a builder of life for others.

I have hope in you…moreover, going round I saw may young persons and where there is youth, there we see hope. I have hope in you. Thank you. in the hearts of all those people who seek a blessed life. You have come to seek that life here, amid one of the most exuberant explosions of life on our planet. Love this land, realize that it belongs to you. Breathe it in, listen to it, marvel at it. Fall in love with this land called Madre de Dios, commit yourself to it and care for it and defend it. Do not use this land as a mere disposable object, but as a genuine treasure to be enjoyed, cultivated and entrusted to your children.

Let us commend ourselves to Mary, the Mother of God and our Mother, and place ourselves under her protection. Please, don’t forget to pray for me. I now invite you to pray together to the Mother of God.

Hail Mary…

[00063-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Liebe Brüder und Schwestern,

ich sehe, dass ihr nicht nur von allen Enden dieses peruanischen Amazonastieflands gekommen seid, sondern auch aus den Anden und anderen umliegenden Ländern. Was für ein schönes Bild der Kirche, die keine Grenzen kennt und in der alle Völker einen Platz finden können! Wie sehr brauchen wir diese Momente, wo wir einander begegnen und uns ermutigen können, über unsere jeweilige Herkunft hinaus eine Kultur der Begegnung zu schaffen, die uns in der Hoffnung erneuert.

Ich danke Bischof David für seine Begrüßung. Mein Dank geht auch an Arturo und Margarita, dass sie ihre Erfahrungen mit uns allen geteilt haben. Sie hatten uns gesagt: »Er besucht uns in diesem so vergessenen, verwundeten und an den Rand gedrängten Land ... aber wir sind kein Niemandsland.« Danke für dieses Wort: Wir sind kein Niemandsland. Und es ist etwas, das nachdrücklich gesagt werden muss: Ihr seid kein Niemandsland. Dieses Land hat Namen, es hat Gesichter: Es hat euch.

Diese Region trägt diesen schönen Namen: Madre de Dios – Mutter Gottes. Ich kann nicht umhin, Maria zu erwähnen, ein junges Mädchen, das in einem abgelegenen, verlorenen Dorf lebte, das von vielen auch als „Niemandsland“ angesehen wurde. Dort empfing sie den erhabensten Gruß und den bedeutendsten Ruf, den eine Person erhalten konnte: die Mutter Gottes zu sein; es gibt Freuden, die nur die Kleinen wahrnehmen können.[1]

Ihr habt in Maria nicht nur ein anschauliches Beispiel, sondern eine Mutter. Und dort, wo es eine Mutter gibt, gibt es nicht das schreckliche Gefühl, zu niemandem zu gehören, ein Gefühl, das uns befällt, wenn die Gewissheit verblasst, zu einer Familie, zu einem Volk, zu einem Land, zu unserem Gott zu gehören. Liebe Brüder und Schwestern, das erste, was ich euch mitteilen möchte – und ich möchte es nachdrücklich tun – ist folgendes: Dies ist kein verwaistes Land, es ist das Land der Mutter! Und wenn es eine Mutter gibt, dann gibt es Kinder, dann gibt es eine Familie, dann gibt es eine Gemeinschaft. Und wo es eine Mutter, eine Familie und eine Gemeinschaft gibt, werden die Probleme zwar nicht verschwinden, aber es gibt sicher die Kraft, ihnen auf andere Weise zu begegnen.

Es ist schmerzlich festzustellen, wie so mancher diese Gewissheit auslöschen und Madre de Dios zu einem anonymen Land, ohne Kinder, zu einem unfruchtbaren Land machen will. Zu einem Ort, der einfach vermarktet und ausgebeutet werden kann. Deshalb ist es gut, dass wir in unseren Häusern, Gemeinschaften, in der Tiefe eines jeden Herzens wiederholen: Dies ist kein verwaistes Land! Es hat eine Mutter! Diese gute Nachricht wird von Generation zu Generation weitergegeben dank der Bemühungen so vieler, dieses Geschenk mit uns zu teilen, sich als Kinder Gottes zu begreifen und einander zu helfen, den anderen als Bruder oder Schwester anzuerkennen.

Ich habe mehrfach auf die Wegwerfkultur hingewiesen. Eine Kultur, die sich nicht nur damit begnügt auszuschließen – so wie wir es zu sehen gewohnt waren –, sondern dazu übergegangen ist, zum Schweigen zu bringen, zu ignorieren und abzulehnen, was nicht ihren Interessen dient; der entfremdende Konsumismus mancher kann scheinbar das erdrückende Leiden der anderen nicht ermessen. Es ist eine anonyme Kultur ohne Bindungen und ohne Gesichter, die Wegwerfkultur. Eine Kultur ohne Mutter, die nur konsumieren will. Mit der Erde wird nach dieser Logik umgegangen. Wälder, Flüsse und Bäche werden bis zu den letzten Ressourcen genutzt und dann brach und unbrauchbar zurückgelassen. Auch Menschen werden nach dieser Logik behandelt: Sie werden bis zur Erschöpfung ausgenutzt und dann als „unbrauchbar“ fallengelassen. Dies ist die Wegwerfkultur: man entledigt sich der Kinder, man entledigt sich der alten Menschen. Beim Rausgehen, als ich die Rundfahrt machte, war eine Großmutter von 97 Jahren da: Dürfen wir diese Großmutter aussondern? Nein! Denn die Großmutter besitzt die Weisheit eines Volkes. Einen Applaus für die Großmutter mit 97 Jahren!

Wenn ich über diese Dinge nachdenke, erlaubt mir, bei einem schmerzhaften Thema innezuhalten. Wir haben uns daran gewöhnt, den Begriff „Menschenhandel“ zu verwenden. Als ich in Puerto Maldonado ankam, habe ich am Flughafen eine Tafel gesehen, die auf positive Weise meine Aufmerksamkeit geweckt hat: „Vorsicht vor Menschenhandel!“ Man kommt offensichtlich zur Erkenntnis. Aber in Wirklichkeit sollten wir von Sklaverei sprechen: Sklaverei für Arbeit, sexuelle Sklaverei, Sklaverei für Profit. Es tut weh zu sehen, wie in diesem Land, das unter dem Schutz der Mutter Gottes steht, so viele Frauen derart entwertet, verachtet und endloser Gewalt ausgesetzt werden. Gewalt dürfen wir nicht als „normal“ ansehen und als etwas Natürliches erachten. Nein, Gewalt gegen Frauen darf man nicht als „normal“ ansehen, während eine Machokultur aufrechterhalten wird, die nicht die zentrale Rolle von Frauen in unseren Gemeinschaften anerkennt. Es ist uns nicht erlaubt, liebe Brüder und Schwestern, wegzuschauen und zuzulassen, dass auf der Würde so vieler Frauen, besonders der jüngeren, „herumgetrampelt“ wird.

Verschiedene Menschen sind auf der Suche nach einem Obdach, nach Land und Arbeit in das Amazonastiefland ausgewandert. Sie suchten nach einer besseren Zukunft für sich und ihre Familien. Sie haben ihr bescheidenes, armes, aber würdiges Leben aufgegeben. In der Hoffnung, dass bestimmte Arbeiten ihre prekäre Situation beenden würden, haben viele von ihnen auf das verheißungsvolle Funkeln des Goldschürfens gesetzt. Aber, vergessen wir nicht, dass Gold zu einem falschen Gott werden kann, der Menschenopfer fordert.

 Die falschen Götter, die Götzen der Gier, des Geldes, der Macht verderben alles. Sie verderben die Menschen und die Institutionen und sie zerstören auch den Wald. Jesus sagte, dass es Dämonen gibt, deren Austreibung viel Gebet verlangt. Dies ist einer von ihnen. Ich ermutige euch, euch weiterhin in Bewegungen und Gemeinschaften aller Art zu organisieren, um angesichts dieser Situationen Abhilfe zu schaffen und sie zu überwinden; ich ermutige euch ebenso, euch aus dem Glauben heraus als lebendige kirchliche Gemeinschaften um die Person Jesu zu scharen. Vom aufrichtigen Gebet und der hoffnungsvollen Begegnung mit Christus werden wir die Umkehr erlangen können, die uns das wahre Leben entdecken lässt. Jesus hat uns das wahre Leben, das authentische Leben, das ewige Leben versprochen. Kein fiktives Leben, wie die schillernden falschen Versprechen, die Leben verheißen und uns schlussendlich in den Tod führen.

Liebe Schwestern und Brüder, Erlösung ist nicht generisch und nicht abstrakt. Unser Vater schaut auf konkrete Menschen mit konkreten Gesichtern und Geschichten. Alle christlichen Gemeinschaften müssen diese Sichtweise Gottes, diese Gegenwart widerspiegeln, die Bindungen schafft, die Familie und Gemeinschaft bildet. Es ist eine Möglichkeit, das Himmelreich sichtbar zu machen – Gemeinschaften, in denen sich jeder zugehörig fühlt, sich bei seinem Namen gerufen und angespornt fühlt, an der Gestaltung des Lebens für die anderen mitzuwirken.

Ich setze Hoffnung in euch… und als ich die Rundfahrt machte habe ich viele Kinder gesehen, und wo es Kinder gibt, da gibt es Hoffnung. Danke! Ich setze Hoffnung in euch, in die Herzen so vieler Menschen, die ein gesegnetes Leben wollen. Ihr seid hier, um nach einem Ausbruch an Lebensfülle auf dem Planeten zu suchen. Liebt dieses Land, betrachtet es als eures. Riecht es, hört es, staunt darüber. Verliebt euch in dieses Land namens Madre de Dios, engagiert euch und kümmert euch darum, verteidigt es. Benutzt es nicht als einfaches Einwegobjekt, sondern als echten Schatz, um es zu genießen, wachsen zu lassen und an eure Kinder weiterzugeben.

Vertrauen wir uns Maria, der Mutter Gottes und unserer Mutter an, stellen wir uns unter ihren Schutz. Und bitte vergesst nicht, für mich zu beten. Und ich lade euch alle ein, zur Mutter Gottes zu beten.

            Gegrüßet seist du, Maria,

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[1] »Ich preise dich, Vater, Herr des Himmels und der Erde, weil du das vor den Weisen und Klugen verborgen und es den Unmündigen offenbart hast« (Mt 11,25).

[00063-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua portoghese

Queridos irmãos e irmãs!

Vejo que viestes não só das diversas regiões desta Amazónia peruana, mas também dos Andes e doutros países vizinhos. Como é linda a imagem da Igreja que não conhece fronteiras e onde todos os povos podem encontrar o seu espaço! Como precisamos destes momentos em que podemos encontrar-nos e, independentemente da proveniência, encorajar-nos a gerar uma cultura do encontro que nos renova na esperança.

Obrigado, D. David, pelas suas palavras de boas-vindas. Obrigado, Arturo e Margarita, por terdes partilhado as vossas experiências com todos nós. Eles disseram-nos: «Visita-nos nesta terra tão esquecida, ferida e marginalizada... mas não somos terra de ninguém». Obrigado por no-lo terdes dito: não somos terra de ninguém. É algo que é preciso dizer com força: vós não sois terra de ninguém. Esta terra tem nomes, tem rostos: tem-vos a vós.

A região é designada com o nome muito belo de «Madre de Dios [Mãe de Deus]». Não posso deixar de fazer menção de Maria, jovem mulher que vivia numa aldeia remota, perdida, considerada também por muitos como «terra de ninguém». Lá recebeu Ela a saudação e o convite maior que uma pessoa possa experimentar: ser a Mãe de Deus; há alegrias que só as podem escutar os pequeninos.[1]

Vós tendes em Maria, não só uma testemunha para quem olhar, mas uma Mãe e, onde houver uma mãe, não existe esse mal terrível de sentir que não pertencemos a ninguém, esse sentimento que nasce quando começa a desaparecer a certeza de pertencer a uma família, a um povo, a uma terra, ao nosso Deus. Queridos irmãos, a primeira coisa que gostaria de vos transmitir – e quero fazê-lo com força – é que esta não é uma terra órfã, é a terra da Mãe! E, se há uma mãe, há filhos, há família e há comunidade. E onde há mãe, família e comunidade, os problemas poderão não desaparecer, mas certamente encontra-se força para os enfrentar de maneira diferente.

É triste constatar que há alguns que querem apagar esta certeza e tornar a Madre de Dios uma terra anónima, sem filhos, uma terra infecunda. Um lugar que se deixe facilmente vender e explorar. Por isso, faz-nos bem repetir nas nossas casas, nas comunidades, no mais fundo do coração de cada um: esta não é uma terra órfã! Tem uma Mãe! Esta boa notícia é transmitida de geração em geração, graças ao esforço de muitos que partilham este dom de saber que somos filhos de Deus, e ajuda-nos a reconhecer o outro como irmão.

Já, em várias ocasiões, me referi à cultura do descarte. Uma cultura que não se contenta apenas com excluir – como estávamos habituados a pensar –, mas que cresceu silenciando, ignorando e rejeitando tudo o que não serve aos seus interesses; parece que o consumismo alienante de alguns não consegue perceber a dimensão do sofrimento sufocante de outros. A cultura do descarte é uma cultura anónima, sem laços, nem rostos. Uma cultura sem mãe, que só quer consumir. A terra é tratada dentro desta lógica. As florestas, os rios e as torrentes são aproveitados, utilizados até ao último recurso, e depois deixados como baldios e inúteis. As próprias pessoas são tratadas com esta lógica: são usadas até ao exaurimento e depois deixadas como «inúteis». Esta é a cultura do descarte: descartam-se as crianças, descartam-se os idosos. Lá, na saída, quando fiz o percurso, havia uma avó de 97 anos: devemos descartar aquela avó? Não! Porque a avó tem a sabedoria dum povo. Um aplauso para a avó de 97 anos!

A propósito, permiti que me detenha num assunto doloroso. Habituamo-nos a usar a expressão «tráfico de pessoas». Quando cheguei a Puerto Maldonado, vi no aeroporto um cartaz que me impressionou positivamente: «Atenção ao tráfico de pessoas». É sinal de que se está a tomar consciência. Mas, na realidade, deveríamos falar de escravatura: escravatura laboral, escravatura sexual, escravatura para fim de lucro. É triste constatar como, nesta terra que está sob a proteção da Mãe de Deus, muitas mulheres sejam tão desvalorizadas, desprezadas e sujeitas a violências sem fim. Não podemos «olhar como normal» a violência, tomá-la como uma coisa natural. Não, não se «considere normal» a violência contra as mulheres, mantendo uma cultura machista que não aceita o papel de protagonista da mulher nas nossas comunidades. Não nos é lícito virar cara para o outro lado, irmãos, e deixar que tantas mulheres, especialmente adolescentes, sejam «espezinhadas» na sua dignidade.

Várias pessoas emigraram para a Amazónia à procura de teto, terra e trabalho. Vieram à procura dum futuro melhor para elas mesmas e sua família. Abandonaram a sua vida humilde, pobre, mas digna. Muitas delas, com a promessa de que certos trabalhos poriam termo a situações precárias, basearam-se no brilho promissor da extração do ouro. Mas não esqueçamos que o ouro se pode tornar num falso deus, que pretende sacrifícios humanos.

Os falsos deuses, os ídolos da avareza, do dinheiro, do poder corrompem tudo. Corrompem a pessoa e as instituições; e destroem também a floresta. Jesus dizia que há demónios que, para serem expulsos, se requer muita oração. Este é um deles. Encorajo-vos a continuar a organizar-vos em movimentos e comunidades de todos os tipos, para procurar superar estas situações; e também a organizar-vos, a partir da fé, como comunidades eclesiais que vivem ao redor da pessoa de Jesus. A partir da oração sincera e do encontro cheio de esperança com Cristo, poderemos obter a conversão que nos faça descobrir a vida verdadeira. Jesus prometeu-nos vida verdadeira, vida autêntica, vida eterna; não vida fictícia, como as falsas promessas que encandeiam e que, prometendo vida, acabam por nos levar à morte.

Irmãs e irmãos, a salvação não é genérica, não é abstrata. O nosso Pai vê pessoas concretas, com rosto e história concretos; e todas as comunidades cristãs devem ser reflexo deste olhar de Deus, desta presença que cria laços, gera família e comunidade. É uma maneira de tornar visível o Reino dos Céus, comunidade onde cada um se sinta participante, se sinta chamado pelo seu nome e incentivado a ser artífice de vida para os outros.

Tenho esperança em vós… Ao efetuar o giro vi tantas crianças e, onde há crianças, há esperança. Obrigado! Tenho esperança em vós, no coração de tantas pessoas que desejam uma vida abençoada. Viestes procurá-la aqui, onde se encontra uma das explosões de vida mais exuberantes do planeta. Amai esta terra, senti-a vossa. Odorai-a, ouvi-a, maravilhai-vos com ela. Enamorai-vos desta terra Madre de Dios, comprometei-vos a salvaguardá-la, a defendê-la. Não a useis como mero objeto que se pode descartar, mas como um verdadeiro tesouro a desfrutar, fazer crescer e transmitir aos vossos filhos.

Encomendemo-nos a Maria, Mãe de Deus e Mãe Nossa, e coloquemo-nos sob a sua proteção. E, por favor, não vos esqueçais de rezar por mim. Agora convido-vos todos a rezar à Mãe de Deus:

«Ave Maria…»

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[1] «Bendigo-te, ó Pai, Senhor do Céu e da Terra, porque escondeste estas coisas aos sábios e aos entendidos e as revelaste aos pequeninos» (Mt 11, 25).

[00063-PO.02] [Texto original: Espanhol]

Traduzione in lingua polacca

Drodzy bracia i siostry,

Widzę, że przybyliście nie tylko z różnych obszarów tej peruwiańskiej Amazonii, ale także z Andów i innych sąsiednich krajów. Jaki to piękny obraz Kościoła, który nie zna granic i w którym wszystkie narody mogą znaleźć swoją przestrzeń! Jakże bardzo potrzebujemy tych chwil, w których możemy się spotkać i, niezależnie od tego, skąd pochodzimy, wspierać się nawzajem w budowaniu kultury spotkania, która nas odnawia w nadziei.

Dziękuję, biskupie Davidzie, za słowa powitania. Dziękuję, Arturo i Margaricie za podzielenie się z nami wszystkimi waszymi doświadczeniami. Oni powiedzieli nam: „Przybywa, by nas odwiedzić w tej ziemi tak zapomnianej, zranionej i zmarginalizowanej... ale nie jesteśmy ziemią niczyją”. Dziękuję, że to powiedzieliście: nie jesteśmy ziemią niczyją. Jest to jest coś, o czym trzeba powiedzieć zdecydowanie: wy nie jesteście ziemią niczyją. Ta ziemia ma imiona, ma twarze: ma was.

Region ten nazywa się bardzo pięknie: „Madre de Dios” [Matka Boża]. Nie mogę nie wspomnieć o Maryi, młodej dziewczynie, która mieszkała w odległej, zagubionej wiosce, uważanej przez wielu za „ziemię niczyją”. Tam otrzymała pozdrowienie i największe powołanie, jakiego może doświadczyć człowiek: być Matką Boga; istnieją radości, które mogą zostać objawione tylko maluczkim[1].

Macie w Maryi nie tylko świadka, na którego trzeba spoglądać, ale Matkę, a tam, gdzie jest matka, nie ma tego straszliwego bólu, gdy czujemy, że nie należymy do nikogo, tego uczucia, które rodzi się, gdy zaczyna zanikać pewność przynależności do rodziny, do pewnego ludu, ziemi, do naszego Boga. Drodzy bracia, pierwszą rzeczą, którą chciałbym wam przekazać – i chcę to uczynić z całą mocą – jest ta, że nie jest to ziemia osierocona, jest to ziemia Matki! A jeśli jest matka, to są i dzieci, jest rodzina, jest wspólnota. I tam, gdzie jest matka, rodzina i wspólnota, nie mogą zniknąć problemy, ale na pewno jest siła, by stawić im czoło w inny sposób.

Z bólem stwierdzamy, że niektórzy pragną zgasić tę pewność i sprawić, by Madre de Dios była ziemią anonimową, bez dzieci, krainą bezowocną, miejscem łatwym do komercjalizacji i wyzysku. Dlatego warto, abyśmy powtarzali w naszych domach, we wspólnotach, w głębi serca każdego: To nie jest kraina osierocona! Ma Matkę! Ta dobra nowina jest przekazywana z pokolenia na pokolenie, dzięki wysiłkom wielu, którzy dzielą ten dar świadomości, że jesteśmy dziećmi Boga, pomagający nam uznać drugiego za brata.

Przy różnych okazjach mówiłem o kulturze odrzucenia. Kulturze, która nie zadowala się jedynie wykluczaniem – do tego widoku zdążyliśmy się przyzwyczaić – ale która parła naprzód poprzez wyciszanie, ignorowanie i odrzucanie wszystkiego, co nie służy jej interesom. Wydaje się, że konsumpcjonizm alienujący niektórych ludzi nie potrafi dostrzec wymiaru duszącego cierpienia innych. Jest to kultura anonimowa, bez więzi, bez twarzy, kultura odrzucenia. Kultura bez matki, która nie chce niczego więcej niż konsumować. Ziemia jest traktowana zgodnie z tą logiką. Wykorzystywane są lasy, rzeki i strumienie, wyzyskiwane do ostateczności, a następnie pozostawiane odłogiem i niezdatne do użytku. Według tej logiki traktowani są również ludzie: używani aż do wyczerpania, a następnie porzucani jako „bezużyteczni”. To jest kultura odrzucenia: są odrzucane dzieci, są odrzucani starzy. Tam, wychodząc, na drodze przejścia była babcia mająca 97 lat: mamy odrzucić tę staruszkę? Nie! Bo babcia ma mądrość ludu. Wznieśmy aplauz dla dziewięćdziesięciosiedmioletniej babci!

Myśląc o tych rzeczach, pozwólcie, że skupię się na temacie bolesnym. Przyzwyczailiśmy się używać terminu „handel ludźmi”. Kiedy przybyłem do Puerto Maldonado, na lotnisku widziałem plakat, który pozytywnie zwrócił moją uwagę: „Uważaj na handel [ludźmi]!” Widać, że rośnie świadomość. Ale w rzeczywistości powinniśmy mówić o niewolnictwie: niewolnictwie pracy, niewolnictwie seksualnym, niewolnictwie, dla zysku. Z bólem zauważamy, że na tej ziemi, która znajduje się pod opieką Matki Bożej, wiele kobiet jest w ten sposób pozbawionych wartości, pogardzanych i narażonych na niekończącą się przemoc. Przemocy nie możemy „znormalizować”, nie możemy uważać jej za rzecz naturalną. Nie, nie można „znormalizować” przemocy wobec kobiet, wspierając kulturę macho, która nie akceptuje roli kobiet jako czynnych uczestniczek w naszych wspólnotach. Nie możemy odwracać głowy, bracia, i pozwolić, aby tak wiele kobiet, zwłaszcza nastoletnich, było znieważanych w ich godności.

Różne osoby wyemigrowały do Amazonii szukając dachu, ziemi i pracy. Przybyli, aby szukać lepszej przyszłości dla siebie i swoich rodzin. Porzucili swoje życie skromne, biedne, ale godne. Wiele z nich, z powodu obietnicy, że pewne prace położą kres niestabilnym sytuacjom, opierały się na obiecującym blasku wydobycia złota. Ale nie zapominajmy, że złoto może stać się fałszywym bożkiem, który domaga się ludzkich ofiar.

Fałszywi bogowie, bożki chciwości, pieniędzy, władzy, wszystko niszczą. Demoralizują osobę i instytucje, a także niszczą puszczę. Jezus powiedział, że aby wyrzucić pewne demony, trzeba wiele modlitwy. To jest jeden z nich. Zachęcam was, abyście nadal  organizowali się w ruchy i wszelkiego rodzaju wspólnoty, żeby spróbować przezwyciężyć te sytuacje. Starajcie się także, wychodząc od wiary organizować się jako wspólnoty kościelne, które żyją wokół osoby Jezusa. Ze szczerej modlitwy i pełnego nadziei spotkania z Chrystusem możemy zyskać nawrócenie, które pozwoli nam odkryć prawdziwe życie. Jezus obiecał nam prawdziwe życie, życie autentyczne, życie wieczne. Nie życie fikcyjne, jak fałszywe obietnice, które olśniewają i które, obiecując życie, prowadzą nas ku śmierci.

Siostry i bracia, zbawienie nie jest ogólnikowe, nie jest abstrakcyjne. Nasz Ojciec patrzy na konkretnych ludzi, z konkretnymi twarzami i historiami, a wszystkie wspólnoty chrześcijańskie muszą być odbiciem tego Bożego spojrzenia, tej obecności, która tworzy więzi, rodzi rodzinę i wspólnotę. Jest to sposób na uczynienie widzialnym Królestwa niebieskiego, wspólnoty, w której każdy czuje się uczestnikiem, czuje się powołany po imieniu i pobudzany, aby być twórcą życia dla innych.

Pokładam w was nadzieję… po drodze widziałem wiele dzieci, a gdzie są dzieci, tam jest nadzieja. Dziękuję! Pokładam w was nadzieję, w sercach wielu osób, które pragną życia błogosławionego. Przyszliście, by poszukiwać jej tutaj, gdzie znajduje się jedna z najbardziej bujnych erupcji życia na planecie. Miłujcie tę ziemię, czujcie, że jest wasza. Powąchajcie ją, posłuchajcie jej, podziwiajcie ją. Bądźcie zakochani w tej ziemi Madre de Dios, angażujcie się i strzeżcie jej, brońcie jej. Nie używajcie jej jak zwykłego przedmiotu, który można odrzucić, ale jako prawdziwego skarbu, którym można się cieszyć, uprawiać i przekazywać waszym dzieciom.

Powierzmy się Maryi, Matce Bożej i naszej Matce, i oddajmy się pod Jej opiekę. I proszę, nie zapomnijcie się za mnie modlić. Wszystkich was zapraszam do modlitwy do Matki Bożej.

„Zdrowaś Maryjo…”

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[1] „Wysławiam Cię, Ojcze, Panie nieba i ziemi, że zakryłeś te rzeczy przed mądrymi i roztropnymi, a objawiłeś je prostaczkom” (Mt 11,25).

[00663-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]

[B0045-XX.02]