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Viaggio Apostolico del Santo Padre Francesco in Cile e Perù (15 – 22 gennaio 2018) – Incontro con i popoli dell’Amazzonia nel Coliseo Madre de Dios di Puerto Maldonado, 19.01.2018


Incontro con i popoli dell’Amazzonia nel Coliseo Madre de Dios di Puerto Maldonado

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua polacca

Questa mattina, lasciata la Nunziatura Apostolica, il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto all’Aeroporto – Grupo 8 di Lima da dove, poco prima delle 9.00 ore locali (15.00 ora di Roma) l’aereo della LATAM, con a bordo il Papa, è decollato alla volta di Puerto Maldonado.

Al Suo arrivo all’Aeroporto Internazionale “P. José Aldámiz”, Papa Francesco è stato accolto dal Vicario Apostolico di Puerto Maldonado, S.E. Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, O.P., dal Governatore e dal Sindaco. Erano presenti alcune centinaia di fedeli tra i quali un coro e 150 bambini. Una famiglia di nativi Matsigenka ha consegnato un omaggio floreale al Santo Padre. Infine si è recato in auto al Coliseo Madre de Dios dove, alle ore 10.30 locali (16.30 ora di Roma), ha incontrato circa 4.000 rappresentanti di diversi popoli dell’Amazzonia.

Nel Coliseo, dopo i canti e le danze di benvenuto da parte degli anziani Arambut, il Vicario Apostolico di Puerto Maldonado, S.E. Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, O.P., ha rivolto a Papa Francesco il suo indirizzo di saluto. Quindi, dopo la testimonianza di alcuni rappresentanti dei popoli dell’Amazzonia e la consegna dell’Enciclica Laudato Si’ nelle lingue locali mentre veniva eseguito un canto Machirenga, il Santo Padre ha pronunciato un discorso.

Al termine dell’incontro, dopo lo scambio dei doni, il Papa ha fatto un giro in papamobile tra i fedeli nel campo dell’“Instituto Jorge Basadre” prospiciente il Coliseo dove ha avuto poi luogo l’incontro con la popolazione.

Pubblichiamo di seguito il discorso che il Papa ha rivolto ai rappresentanti dei popoli dell’Amazzonia:

Discorso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Junto a ustedes me brota el canto de san Francisco: «Alabado seas, mi Señor». Sí, alabado seas por la oportunidad que nos regalas con este encuentro. Gracias Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, señor Héctor, señora Yésica y señora María Luzmila por sus palabras de bienvenida y sus testimonios. En ustedes quiero agradecer y saludar a todos los habitantes de Amazonia.

Veo que han venido de los diferentes pueblos originarios de la Amazonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre otros. También veo que nos acompañan pueblos procedentes del Ande que se han venido a la selva y se han hecho amazónicos. He deseado mucho este encuentro. Quise empezar por aquí la visita a Perú. Gracias por vuestra presencia y por ayudarnos a ver más de cerca, en vuestros rostros, el reflejo de esta tierra. Un rostro plural, de una variedad infinita y de una enorme riqueza biológica, cultural, espiritual. Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5).

Permítanme una vez más decir: ¡Alabado seas Señor por esta obra maravillosa de tus pueblos amazónicos y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven!

Este canto de alabanza se entrecorta cuando escuchamos y vemos las hondas heridas que llevan consigo la Amazonia y sus pueblos. Y he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas.

Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.

Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias. Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios».[1] El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.

Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de vuestras bases mismas y de vuestras organizaciones, y propician que sean los propios pueblos originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones de vida, en la salud y educación de sus comunidades. Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme decirles que si, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad, ustedes con su vida son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo. Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común.

La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural.

Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? [...] No nos hagamos los distraídos ni miremos para otra parte. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!».[2]

Cómo no recordar a santo Toribio cuando constataba con gran pesar en el tercer Concilio Limense «que no solamente en tiempos pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto exceso, sino también hoy muchos procuran hacer lo mismo…» (Ses. III, c.3). Por desgracia, después de cinco siglos estas palabras siguen siendo actuales. Las palabras proféticas de aquellos hombres de fe —como nos lo han recordado Héctor y Yésica—, son el grito de esta gente, que muchas veces está silenciada o se les quita la palabra. Esa profecía debe permanecer en nuestra Iglesia, que nunca dejará de clamar por los descartados y por los que sufren.

De esta preocupación surge la opción primordial por la vida de los más indefensos. Estoy pensando en los pueblos a quienes se refiere como «Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario» (PIAV). Sabemos que son los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago de épocas pasadas les obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables. Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez y del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye.

El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores— así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos poseedores absolutos de la creación. Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura. Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos. Son preocupantes las noticias que llegan sobre el avance de algunas enfermedades. Asusta el silencio porque mata. Con el silencio no generamos acciones encaminadas a la prevención, sobre todo de adolescentes y jóvenes, ni tratamos a los enfermos, condenándolos a la exclusión más cruel. Pedimos a los Estados que se implementen políticas de salud intercultural que tengan en cuenta la realidad y cosmovisión de los pueblos, promoviendo profesionales de su propia etnia que sepan enfrentar la enfermedad desde su propia cosmovisión. Y como lo he expresado en Laudato si’, una vez más es necesario alzar la voz a la presión que organismos internacionales hacen sobre ciertos países para que promuevan políticas de reproducción esterilizantes. Estas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas.

La cultura de nuestros pueblos es un signo de vida. La Amazonia, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos. La familia es -como dijo una de ustedes- y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener nuestras culturas. En momentos de crisis pasadas, ante los diferentes imperialismos, la familia de los pueblos originarios ha sido la mejor defensa de la vida. Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único… y débil. Escuchen a los ancianos, por favor. Ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida. No nos olvidemos que «la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal».[3] Y la única manera de que las culturas no se pierdan es que se mantengan en dinamismo, en constante movimiento. ¡Qué importante es lo que nos decían Yésica y Héctor: «queremos que nuestros hijos estudien, pero no queremos que la escuela borre nuestras tradiciones, nuestras lenguas, no queremos olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral»!

La educación nos ayuda a tender puentes y a generar una cultura del encuentro. La escuela y la educación de los pueblos originarios debe ser una prioridad y compromiso del Estado; compromiso integrador e inculturado que asuma, respete e integre como un bien de toda la nación su sabiduría ancestral, y así nos lo señalaba María Luzmila.

Pido a mis hermanos obispos que, como se viene haciendo incluso en los lugares más alejados de la selva, sigan impulsando espacios de educación intercultural y bilingüe en las escuelas y en los institutos pedagógicos y universidades.[4] Felicito las iniciativas que desde la Iglesia Amazónica peruana se llevan a cabo para la promoción de los pueblos originarios: escuelas, residencias de estudiantes, centros de investigación y promoción como el Centro Cultural José Pío Aza, el CAAAP y CETA, novedosos e importantes espacios universitarios interculturales como NOPOKI, dirigidos expresamente a la formación de los jóvenes de las diversas etnias de nuestra Amazonia.

Felicito también a todos aquellos jóvenes de los pueblos originarios que se esfuerzan por hacer, desde el propio punto de vista, una nueva antropología y trabajan por releer la historia de sus pueblos desde su perspectiva. También felicito a aquellos que, por medio de la pintura, la literatura, la artesanía, la música, muestran al mundo su cosmovisión y su riqueza cultural. Muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien, que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharles.

Queridos hermanos de la Amazonia, ¡cuántos misioneros y misioneras se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas! Lo han hecho inspirados en el Evangelio. Cristo también se encarnó en una cultura, la hebrea, y a partir de ella, se nos regaló como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él. No sucumban a los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos.[5] Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo. La Iglesia no es ajena a vuestra problemática y a vuestras vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas. Y al respecto, me dio mucha alegría escuchar que uno de los trozos de Laudato si’ fuera leído por un diácono permanente de vuestra cultura. Ayuden a sus obispos, ayuden a sus misioneros y misioneras, para que se hagan uno con ustedes, y de esa manera dialogando entre todos, puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena. Con este espíritu convoqué el Sínodo para la Amazonia en el año 2019, cuya primera reunión, como Consejo pre-sinodal, será aquí, hoy, esta tarde.

Confío en la capacidad de resiliencia de los pueblos y su capacidad de reacción ante los difíciles momentos que les toca vivir. Así lo han demostrado en los diferentes embates de la historia, con sus aportes, con su visión diferenciada de las relaciones humanas, con el medio ambiente y con la vivencia de la fe.

Rezo por ustedes y por su tierra bendecida por Dios, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Muchas gracias.

Tinkunakama (Quechua: Hasta un próximo encuentro).

_________________

[1] Carta enc. Laudato si’, 146.
[2] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 211.
[3] Carta enc. Laudato si’, 145.
[4] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 530.
[5] Cf. ibíd., 531.

[00062-ES.01] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari fratelli e sorelle!

Qui insieme a voi mi sgorga dal cuore il canto di San Francesco: «Laudato si’, mi’ Signore». Sì, lodato Tu sia per l’opportunità che ci doni con questo incontro. Grazie Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, Signor Héctor, Signora Yésica e Signora María Luzmila per le vostre parole di benvenuto e le vostre testimonianze. In voi desidero ringraziare e salutare tutti gli abitanti dell’Amazzonia.

Vedo che siete venuti dai differenti popoli originari dell’Amazzonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, tra gli altri. Vedo anche che ci accompagnano popoli che vengono dalle Ande e son arrivati nella selva e si sono fatti amazzonici. Ho molto desiderato questo incontro. Ho voluto iniziare da qui la visita in Perù. Grazie per la vostra presenza e perché ci aiutate a vedere più da vicino, nei vostri volti, il riflesso di questa terra. Un volto plurale, di un’infinita varietà e di un’enorme ricchezza biologica, culturale, spirituale. Quanti non abitiamo queste terre abbiamo bisogno della vostra saggezza e delle vostre conoscenze per poterci addentrare, senza distruggerlo, nel tesoro che racchiude questa regione. E risuonano le parole del Signore a Mosè: «Togliti i sandali dai piedi, perché il luogo sul quale tu stai, è suolo santo» (Es 3,5).

Permettetemi di ripetere ancora una volta: Che Tu sia lodato, Signore, per quest’opera meravigliosa dei popoli amazzonici e per tutta la biodiversità che queste terre racchiudono!

Questo canto di lode si spezza quando ascoltiamo e vediamo le profonde ferite che porta con sé l’Amazzonia e i suoi popoli. E ho voluto venire a visitarvi e ascoltarvi, per stare insieme nel cuore della Chiesa, unirci alle vostre sfide e con voi riaffermare un’opzione sincera per la difesa della vita, per la difesa della terra e per la difesa delle culture.

Probabilmente i popoli originari dell’Amazzonia non sono mai stati tanto minacciati nei loro territori come lo sono ora. L’Amazzonia è una terra disputata su diversi fronti: da una parte, il neo-estrattivismo e la forte pressione da parte di grandi interessi economici che dirigono la loro avidità sul petrolio, il gas, il legno, l’oro, le monocolture agro-industriali; dall’altra parte, la minaccia contro i vostri territori viene anche dalla perversione di certe politiche che promuovono la “conservazione” della natura senza tenere conto dell’essere umano e, in concreto, di voi fratelli amazzonici che la abitate. Siamo a conoscenza di movimenti che, in nome della conservazione della foresta, si appropriano di grandi estensioni di boschi e negoziano su di esse generando situazioni di oppressione per i popoli originari per i quali, in questo modo, il territorio e le risorse naturali che vi si trovano diventano inaccessibili. Questa problematica soffoca i vostri popoli e causa migrazioni delle nuove generazioni di fronte alla mancanza di alternative locali. Dobbiamo rompere il paradigma storico che considera l’Amazzonia come una dispensa inesauribile degli Stati senza tener conto dei suoi abitanti.

Considero imprescindibile compiere sforzi per dar vita a spazi istituzionali di rispetto, riconoscimento e dialogo con i popoli nativi; assumendo e riscattando cultura, lingua, tradizioni, diritti e spiritualità che sono loro propri. Un dialogo interculturale in cui voi siate «i principali interlocutori, soprattutto nel momento in cui si procede con grandi progetti che interessano i [vostri] spazi».[1] Il riconoscimento e il dialogo saranno la via migliore per trasformare le antiche relazioni segnate dall’esclusione e dalla discriminazione.

D’altra parte, è giusto riconoscere che esistono iniziative di speranza che sorgono dalle vostre stesse realtà locali e dalle vostre organizzazioni e cercano di fare in modo che gli stessi popoli originari e le comunità siano i custodi delle foreste, e che le risorse prodotte dalla loro conservazione ritornino a beneficio delle vostre famiglie, a miglioramento delle vostre condizioni di vita, della salute e dell’istruzione delle vostre comunità. Questo “buon agire” è in sintonia con le pratiche del “buon vivere” che scopriamo nella saggezza dei nostri popoli. E permettetemi di dirvi che se, da qualcuno, voi siete considerati un ostacolo o un “ingombro”, in verità, voi con la vostra vita siete un grido rivolto alla coscienza di uno stile di vita che non è in grado di misurare i suoi costi. Voi siete memoria viva della missione che Dio ha affidato a tutti noi: avere cura della casa comune.

La difesa della terra non ha altra finalità che non sia la difesa della vita. Conosciamo la sofferenza che alcuni di voi patiscono per le fuoriuscite di idrocarburi che minacciano seriamente la vita delle vostre famiglie e inquinano il vostro ambiente naturale.

Parallelamente, esiste un’altra devastazione della vita che viene provocata con questo inquinamento ambientale causato dall’estrazione illegale. Mi riferisco alla tratta di persone: la mano d’opera schiavizzata e l’abuso sessuale. La violenza contro gli adolescenti e contro le donne è un grido che sale al cielo: «Mi ha sempre addolorato la situazione di coloro che sono oggetto delle diverse forme di tratta di persone. Vorrei che si ascoltasse il grido di Dio che chiede a tutti noi: “Dov’è tuo fratello?” (Gen 4,9). Dov’è il tuo fratello schiavo? [...] Non facciamo finta di niente e non guardiamo dall’altra parte. Ci sono molte complicità. La domanda è per tutti!».[2]

Come non ricordare San Toribio quando constatava con gran dolore nel III Concilio di Lima che «non solo nei tempi passati sono stati fatti a questi poveri tante offese e violenze con tanti eccessi, ma che anche oggi molti continuano a fare le stesse cose» (Sess. III, c. 3). Sfortunatamente, dopo cinque secoli queste parole continuano ad essere attuali. Le parole profetiche di quegli uomini di fede – come ci hanno ricordato Héctor e Yésica – sono il grido di questa gente, che molte volte è costretta al silenzio o a cui hanno tolto la parola. Quella profezia deve rimanere presente nella nostra Chiesa, che non smetterà mai di alzare la voce per gli scartati e per quelli che soffrono.

Da questa preoccupazione deriva l’opzione primordiale per la vita dei più indifesi. Sto pensando ai popoli denominati “Popoli Indigeni in Isolamento Volontario” (PIAV). Sappiamo che sono i più vulnerabili tra i vulnerabili. Il retaggio di epoche passate li ha obbligati a isolarsi persino dalle loro stesse etnie, iniziando una storia di reclusione nei luoghi più inaccessibili della foresta per poter vivere in libertà. Continuate a difendere questi fratelli più vulnerabili. La loro presenza ci ricorda che non possiamo disporre dei beni comuni al ritmo dell’avidità e del consumo. E’ necessario che esistano limiti che ci aiutino a difenderci da ogni tentativo di distruzione di massa dell’habitat che ci costituisce.

Il riconoscimento di questi popoli – che non possono mai essere considerati una minoranza, ma autentici interlocutori – come pure di tutti i popoli originari ci ricorda che non siamo i padroni assoluti del creato. E’ urgente accogliere l’apporto essenziale che offrono a tutta la società, non fare delle loro culture una idealizzazione di uno stato naturale e neppure una specie di museo di uno stile di vita di un tempo. La loro visione del cosmo, la loro saggezza hanno molto da insegnare a noi che non apparteniamo alla loro cultura. Tutti gli sforzi che facciamo per migliorare la vita dei popoli amazzonici saranno sempre pochi. Sono preoccupanti le notizie che giungono sull’avanzare di alcune malattie. Fa paura il silenzio perché uccide. Con il silenzio non diamo vita ad azioni volte alla prevenzione, soprattutto per gli adolescenti e i giovani, né ci curiamo dei malati, condannandoli alla esclusione più crudele. Chiediamo agli Stati che si implementino politiche sanitarie interculturali che tengano conto della realtà e della visione del cosmo dei popoli, formando professionisti della loro stessa etnia che sappiano affrontare la malattia secondo la propria visione del cosmo. E come ho affermato nella Laudato si’, una volta di più è necessario alzare la voce sulla pressione che alcuni organismi internazionali fanno su determinati Paesi perché promuovano politiche di sterilizzazione. Queste si accaniscono in modo più incisivo sulle popolazioni aborigene. Sappiamo che in esse si continua a promuovere la sterilizzazione delle donne, a volte senza che esse ne siano avvertite.

La cultura dei nostri popoli è un segno di vita. L’Amazzonia, oltre ad essere una riserva di biodiversità, è anche una riserva culturale che deve essere preservata di fronte ai nuovi colonialismi. La famiglia è – come ha detto una di voi – ed è sempre stata l’istituzione sociale che più ha contribuito a mantenere vive le nostre culture. In momenti passati di crisi, di fronte ai diversi imperialismi, la famiglia dei popoli originari è stata la migliore difesa della vita. Ci è chiesta una speciale cura per non lasciarci catturare da colonialismi ideologici mascherati da progresso che a poco a poco entrano e dilapidano identità culturali e stabiliscono un pensiero uniforme, unico... e debole. Ascoltate gli anziani, per favore. Essi dispongono di una saggezza che li pone a contatto con il trascendente e fa loro scoprire l’essenziale della vita. Non dimentichiamoci che «la scomparsa di una cultura può essere grave come o più della scomparsa di una specie animale o vegetale»[3]. E l’unico modo per far sì che le culture non si perdano è che si mantengano in dinamismo, in costante movimento. Com’è importante quello che ci dicevano Yésica e Héctor: «Vogliamo che i nostri figli studino, ma non vogliamo che la scuola cancelli le nostre tradizioni, le nostre lingue, non vogliamo dimenticarci della nostra saggezza ancestrale!».

L’educazione ci aiuta a gettare ponti e a generare una cultura dell’incontro. La scuola e l’educazione dei popoli originari dev’essere una priorità e un impegno dello Stato, impegno integrante e inculturato che assuma, rispetti e integri come un bene di tutta la nazione la loro sapienza ancestrale, come ci segnalava María Luzmila.

Chiedo ai miei fratelli Vescovi che, come si sta facendo anche nei luoghi più isolati della selva, continuino a promuovere spazi di educazione interculturale e bilingue nelle scuole e negli istituti pedagogici e universitari.[4] Mi congratulo per le iniziative che vengono prese dalla Chiesa peruviana dell’Amazzonia per la promozione dei popoli originari: scuole, residenze per studenti, centri di ricerca e di promozione come il Centro Culturale José Pío Aza, il CAAAP e il CETA, nuovi e importanti spazi universitari interculturali come NOPOKI, diretti espressamente alla formazione dei giovani delle differenti etnie della nostra Amazzonia.

Mi congratulo anche con tutti quei giovani dei popoli originari che si sforzano di elaborare, dal proprio punto di vista, una nuova antropologia e lavorano per rileggere la storia dei loro popoli dalla loro prospettiva. Inoltre mi congratulo con quelli che, per mezzo della pittura, della letteratura, dell’artigianato, della musica, mostrano al mondo la loro visione del cosmo e la loro ricchezza culturale. Molti hanno scritto e parlato su di voi. E’ bene che adesso siate voi stessi ad autodefinirvi e a mostrarci la vostra identità. Abbiamo bisogno di ascoltarvi.

Cari fratelli dell’Amazzonia, quanti missionari e missionarie si sono impegnati con i vostri popoli e hanno difeso le vostre culture! Lo hanno fatto ispirati dal Vangelo. Anche Cristo si è incarnato in una cultura, quella ebrea, e a partire da quella, si è donato a noi come novità per tutti i popoli in modo che ciascuno, a partire dalla propria identità, si senta autoaffermato in Lui. Non soccombete ai tentativi che ci sono di sradicare la fede cattolica dei vostri popoli.[5] Ogni cultura e ogni visione del cosmo che accoglie il Vangelo arricchisce la Chiesa con la visione di una nuova sfaccettatura del volto di Cristo. La Chiesa non è aliena dalla vostra problematica e dalla vostra vita, non vuole essere estranea al vostro modo di vivere e di organizzarvi. Abbiamo bisogno che i popoli originari plasmino culturalmente le Chiese locali amazzoniche. E a tal proposito, mi ha dato tanta gioia ascoltare che uno dei brani della Laudato si’ è stato letto da un diacono permanente della vostra cultura. Aiutate i vostri Vescovi, aiutate i vostri missionari e le vostre missionarie affinché si uniscano a voi, e in questo modo, dialogando con tutti, possano plasmare una Chiesa con un volto Amazzonico e una Chiesa con un volto indigeno. Con questo spirito ho convocato un Sinodo per l’Amazzonia nell’anno 2019, la cui prima riunione, come Consiglio pre-sinodale, si terrà qui, oggi pomeriggio.

Confido nella capacità di resilienza dei popoli e nella vostra capacità di reazione davanti ai difficili momenti che vi tocca vivere. Lo avete dimostrato nei diversi assalti della storia, con i vostri contributi, con la vostra visione differenziata delle relazioni umane, con l’ambiente e con l’esperienza della fede.

Prego per voi e per la vostra terra benedetta da Dio, e vi chiedo, per favore, di non dimenticarvi di pregare per me.

Grazie!

Tinkunakama (Quechua: al prossimo incontro).

__________________

[1] Lett. enc. Laudato si’, 146.
[2] Esort. ap. Evangelii gaudium, 211.
[3] Lett. enc. Laudato si’, 145.
[4] Cfr V Conferenza Generale del’Episcopato Latino-americano e dei Caraibi, Documento di Aparecida (29 giugno 2007), 530.
[5] Cfr ibid., 531.

[00062-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua francese

Chers frères et sœurs,

Le cantique de saint François: ‘‘Loué sois-tu, mon Seigneur’’ jaillit en moi, comme en vous. Oui, loué sois-tu pour l’opportunité que tu nous donnes à travers cette rencontre! Merci à vous, Monseigneur David Martínez de Aguirre Guinea, Monsieur Héctor, Madame Yésica et Madame María Luzmila pour vos paroles de bienvenue, et pour vos témoignages. En vous, je voudrais remercier et saluer tous les habitants de l’Amazonie.

Je vois que vous provenez des différents peuples autochtones de l’Amazonie : Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre autres. Je constate également que sont présentes avec nous des populations provenant des Andes, venues dans la région forestière et qui sont devenues amazoniennes. J’ai beaucoup désiré cette rencontre. J’ai voulu commencer par ici la visite au Pérou. Merci de votre présence et de nous aider à voir de plus près, dans vos visages, le reflet de cette terre. Un visage pluriel, d’une diversité infinie et d’une énorme richesse biologique, culturelle, spirituelle. Nous qui n’habitons pas ces terres, nous avons besoin de votre sagesse et de votre connaissance pour pouvoir pénétrer, sans le détruire, le trésor que renferme cette région. Et les paroles du Seigneur à Moïserésonnent : «Retire les sandales de tes pieds, car le lieu où tu te tiens est une terre sainte» (Ex 3, 5).

Permettez-moi, une fois encore, de dire: Loué sois-tu Seigneur pour cette œuvre merveilleuse de tes peuples amazoniens et pour toute la biodiversité que ces terres renferment.

Ce cantique de louange s’interrompt quand nous écoutons et voyons les blessures profondes que portent en eux l’Amazonie et ses peuples. Et j’ai voulu venir vous rendre visite et vous écouter, afin que nous soyons unis dans le cœur de l’Église, afin de partager vos défis et de réaffirmer avec vous une option sincère pour la défense de la vie, pour la défense de la terre et pour la défense des cultures.

Probablement, les peuples autochtones amazoniens n’ont jamais été aussi menacés sur leurs territoires qu’ils le sont présentement. L’Amazonie est une terre disputée sur plusieurs fronts: d’une part, le néo-extractivisme et la forte pression des grands intérêts économiques qui convoitent le pétrole, le gaz, le bois, l’or, les monocultures agro-industrielles. D’autre part, la menace visant ses territoires vient de la perversion de certaines politiques qui promeuvent la ‘‘conservation’’ de la nature sans tenir compte de l’être humain et, concrètement, de vous, frères amazoniens qui y habitez. Nous connaissons des mouvements qui, au nom de la conservation de la forêt, accaparent de grandes superficies de terre et en font un moyen de négociation, créant des situations d’oppression des peuples autochtones pour lesquels, le territoire et les ressources naturelles qui s’y trouvent deviennent ainsi inaccessibles. Cette problématique asphyxie vos populations et provoque la migration des nouvelles générations face au manque d’alternatives locales. Nous devons rompre avec le paradigme historique qui considère l’Amazonie comme une réserve inépuisable des États sans prendre en compte ses populations.

Je crois qu’il est indispensable de faire des efforts pour créer des instances institutionnelles de respect, de reconnaissance et de dialogue avec les peuples natifs, en assumant et en sauvegardant la culture, la langue, les traditions, les droits et la spiritualité qui leur sont propres. Un dialogue interculturel dans lequel ils soient «les principaux interlocuteurs, surtout lorsqu’on développe les grands projets qui affectent leurs espaces» (Lett. enc. Laudato si’, n. 146). La reconnaissance et le dialogue seront la meilleure voie pour transformer les relations historiques marquées par l’exclusion et la discrimination.

En contrepartie, il est juste de reconnaître qu’il existe des initiatives porteuses d’espérance qui naissent dans vos propres rangs et dans vos organisations et permettent que les peuples autochtones eux-mêmes ainsi que les communautés soient les gardiens des forêts, et que les ressources produites par la sauvegarde de ces forêts reviennent comme bénéfice à leurs familles, pour l’amélioration de leurs conditions de vie, pour la santé et l’éducation de leurs communautés. Ce ‘‘bien-faire’’ se trouve en syntonie avec les pratiques du ‘‘bien-vivre’’ que nous découvrons dans la sagesse de nos peuples. Et permettez-moi de vous dire que vraiment, pour certains, vous êtes considérés comme un obstacle ou une ‘‘gêne’’; en vérité, par votre vie, vous constituez un cri pour qu’on prenne conscience du mode de vie qui ne parvient pas à limiter ses propres coûts. Vous êtes la mémoire vivante de la mission que Dieu nous a donnée à nous tous: sauvegarder la Maison commune.

La défense de la terre n’a d’autre finalité que la défense de la vie. Nous savons la souffrance que certains d’entre vous endurent à cause des déversements d’hydrocarbures qui menacent sérieusement la vie de vos familles et contaminent votre milieu naturel.

Parallèlement, il existe une autre atteinte à la vie qui est causée par cette contamination environnementale due à l’exploitation minière illégale. Je me réfère à la traite des personnes: la main-d’œuvre esclave ou l’abus sexuel. La violence à l’encontre des adolescents et des femmes est un cri qui parvient au ciel. «La situation de ceux qui font l’objet de diverses formes de traite des personnes m’a toujours attristé. Je voudrais que nous écoutions le cri de Dieu qui nous demande à tous : « Où est ton frère ? » (Gn 4, 9). Où est ton frère esclave ? […] Ne faisons pas semblant de rien. Il y a de nombreuses complicités [et ne regardons pas ailleurs]. La question est pour tout le monde ! » (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, n. 211).

Comment ne pas se souvenir de saint Toribio lorsqu’il dénonçait, très peiné, au 3ème Concile de Lima «que non seulement par le passé on a causé tant de tort à ces pauvres et usé à leur encontre de la force avec tant d’excès, mais qu’aujourd’hui encore beaucoup cherchent à faire de même…» (Ses. III, c. 3). Malheureusement, après cinq siècles ces paroles continuent d’être actuelles. Les paroles prophétiques de ces hommes de foi – comme Héctor et Yésica nous l’ont rappelé –, sont le cri de ces personnes souvent étouffées ou auxquelles on ôte la parole. Cette prophétie doit demeurer dans notre Église, qui ne se lassera jamais de crier pour les marginalisés et pour ceux qui souffrent.

De cette préoccupation naît l’option primordiale pour la vie des plus démunis. Je pense aux peuples désignés comme les ‘‘Peuples Indigènes dans l’Isolement Volontaire’’ (PIIV). Nous savons qu’ils sont les plus vulnérables parmi les vulnérables. Les retards du passé les ont obligés à s’isoler, y compris de leurs propres ethnies; ils se sont engagés dans une histoire de captivité dans des régions les plus inaccessibles de la forêt pour pouvoir vivre libres. Continuez à défendre ces frères les plus vulnérables. Leur présence nous rappelle que nous ne pouvons pas disposer des biens communs au rythme de l’avidité et de la consommation. Il faut des limites qui nous aident à nous prémunir contre toute volonté de destruction massive de l’habitat qui nous conditionne.

La reconnaissance de ces peuples – qui ne peuvent jamais être considérés comme une minorité, mais comme d’authentiques interlocuteurs – et de tous les peuples autochtones nous rappelle que nous ne sommes pas les propriétaires absolus de la création. Il urge de prendre en compte la contribution essentielle qu’ils apportent à la société tout entière, de ne pas faire de leurs cultures l’idéal d’un état naturel ni non plus une espèce de musée d’un genre de vie d’antan. Leur cosmovision, leur sagesse ont beaucoup à nous enseigner, à nous qui n’appartenons pas à leur culture. Tous les efforts que nous déploierons pour améliorer la vie des peuples amazoniens seront toujours insuffisants. Les nouvelles qui parviennent concernant la diffusion de certaines maladies sont préoccupantes. Le silence effraie, car il tue. Par le silence, nous n’engageons pas les actions visant la prévention, surtout des adolescents et des jeunes, ni ne prenons soin des malades, les condamnant à l’exclusion la plus cruelle. Nous demandons aux États d’élaborer des politiques de santé interculturelle qui prennent en compte la réalité et la cosmovision des peuples, en promouvant des professionnels issus de leur propre ethnie qui sachent affronter la maladie à partir de leur cosmovision. Et comme je l’ai affirmé dans Laudato si’, encore une fois, il faut hausser la voix contre la pression que des organismes internationaux exercent sur certains pays pour qu’ils promeuvent des politiques de reproduction visant la stérilisation. Ces politiques visent de manière plus incisive les populations aborigènes. Nous savons qu’on continue d’y promouvoir la stérilisation des femmes, à certaines occasions, à leur insu.

La culture de nos peuples est signe de vie. L’Amazonie, outre qu’elle constitue une réserve de biodiversité, est également une réserve culturelle que nous devons sauvegarder face aux nouveaux colonialismes. La famille est – comme l’a dit l’un d’entre vous – et a toujours été l’institution sociale qui a contribué le plus à maintenir vivantes nos cultures. Aux moments de crise par le passé, face aux différents impérialismes, la famille des peuples autochtones a été le meilleur rempart de la vie. Un effort spécial nous est demandé pour ne pas nous laisser attraper par les colonialismes idéologiques sous le couvert de progrès qui imprègnent peu à peu en dissipant les identités culturelles et en établissant une pensée uniforme, unique… et fragile. Écoutez les personnes âgées, s’il vous plaît! Elles ont une sagesse qui vous met en contact avec ce qui est transcendant et vous fait découvrir l’essentiel de la vie. N’oublions pas que «la disparition d’une culture peut être aussi grave ou plus grave que la disparition d’une espèce animale ou végétale» (Lett. enc. Laudato si’, n. 145). Et la seule manière pour les cultures de ne pas se perdre, c’est d’être dynamiques, toujours en mouvement. Ce que Yésica et Héctor nous ont ditest si important : ‘‘Nous voulons que nos enfants étudient, mais nous ne voulons pas que l’école efface nos traditions, nos langues; nous ne voulons pas oublier la sagesse héritée de nos ancêtres’’!

L’éducation nous aide à construire des ponts et à créer une culture de rencontre. L’école et l’éducation des peuples autochtones doivent être une priorité et un devoir pour l’État; devoir d’intégration et inculturé qui assume, respecte et prend en compte, en tant qu’un bien de la nation tout entière, la sagesse héritée de vos ancêtres; et c’est en ces termes que nous en parlait María Luzmila.

Je demande à mes frères évêques, comme on le fait déjà y compris dans les régions les plus reculées de la forêt, de continuer à promouvoir des espaces d’éducation interculturelle et bilingue dans les écoles et dans les instituts pédagogiques ainsi que dans les universités (cf. 5ème Conférence générale de l’Épiscopat Latino-américain et des Caraïbes, Document d’Aparecida, 29 juin 2007, n. 530). Je salue les initiatives que l’Église amazonienne péruvienne conduit pour la promotion des peuples autochtones: écoles, résidences d’étudiants, centres de recherche et de promotion tels que le Centre Culturel José Pío Aza, le CAAAP et le CETA, des espaces universitaires interculturels novateurs et importants tels que NOPOKI, destinés expressément à la formation des jeunes issus des diverses ethnies de notre Amazonie.

Je salue également tous ces jeunes des peuples autochtones qui s’emploient à élaborer, de votre propre point de vue, une nouvelle anthropologie et œuvrent pour la relecture de l’histoire de vos peuples à partir de votre perspective. Je salue ceux qui, à travers la peinture, la littérature, l’artisanat, la musique, montrent au monde votre cosmovision et votre richesse naturelle. Beaucoup ont écrit et parlé de vous. Il est bon qu’à présent vous vous définissiez vous-mêmes et nous montriez votre identité. Nous avons besoin de vous écouter.

Chers frères de l’Amazonie, que de missionnaires, hommes et femmes, se sont dépensés pour vos peuples et ont défendu vos cultures! Ils l’ont fait, en s’inspirant de l’Évangile. Le Christ s’est incarné aussi dans une culture, la culture juive, et à partir d’elle, il s’est offert à nous comme nouveauté pour tous les peuples, de façon que chacun, à partir de son identité, se retrouve personnellement en lui. Ne succombez pas aux essais, perceptibles, visant à déraciner la foi catholique de vos peuples (cf. ibid., n. 531). Chaque culture et chaque cosmovision qui reçoivent l’Évangile enrichissent l’Eglise par la perception d’une nouvelle facette du visage du Christ. L’Église n’est pas étrangère à votre situation et à vos vies, elle ne veut pas être étrangère à votre mode de vie et à votre organisation. Pour nous, il est nécessaire que les peuples autochtones modèlent culturellement les Églises locales amazoniennes. Et à ce sujet, j’ai été très heureux d’entendre un diacre permanent de votre communauté lire l’un des extraits de Laudato si’. Aidez vos évêques, aidez vos missionnaires, afin qu’ils se fassent l’un d’entre vous, et ainsi en dialoguant ensemble, vous pourrez façonner une Église avec un visage amazonien et une Église avec un visage indigène. C’est dans cet esprit que j’ai convoqué, pour l’année 2019, le Synode pour l’Amazonie dont la première réunion, en guise de Conseil pré-synodal, se tiendra ici, aujourd’hui, cet après-midi.

Je fais confiance à la capacité d’adaptation des peuples et à leur capacité de réaction face aux situations difficiles à affronter. Cela, ils l’ont démontré lors des différentes crises dans l’histoire, par leurs apports, par leur vision spécifique des relations humaines, par leur environnement et par le témoignage de la foi.

Je prie pour vous et pour votre pays béni par Dieu, et je vous demande, s’il vous plaît, de ne pas oublier de prier pour moi.

Merci beaucoup!

Tinkunakama (Quechua: Au revoir!).

[00062-FR.02] [Texte original: Espagnol]

Traduzione in lingua inglese

Dear Brothers and Sisters,

Here with you, I feel welling up within me the song of Saint Francis: “Praise be to you, my Lord!” Yes, praise be to you for the opportunity you have given us in this encounter. Thank you, Bishop David Martínez de Aguirre Guinea, Hector, Yésica and María Luisa, for your words of welcome and for your witness talks. In you, I would like to thank and greet all the inhabitants of Amazonia.

I see that you come from the different native peoples of Amazonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas. Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, and others. I also see that among us are peoples from the Andes who came to the forest and became Amazonians. I have greatly looked forward to this meeting. I wanted to begin my visit to Peru here. Thank you for being here and for helping us to see closer up, in your faces, the reflection of this land. It is a diverse face, one of infinite variety and enormous biological, cultural and spiritual richness. Those of us who do not live in these lands need your wisdom and knowledge to enable us to enter into, without destroying, the treasures that this region holds. And to hear an echo of the words that the Lord spoke to Moses: “Remove the sandals from your feet, for the place on which you are standing is holy ground” (Ex 3:5).

Allow me to say once again: “Praise to you, Lord, for your marvellous handiwork in your Amazonian peoples and for all the biodiversity that these lands embrace!

This song of praise is cut short when we learn about, and see, the deep wounds that Amazonia and its peoples bear. I wanted to come to visit you and listen to you, so that we can stand together, in the heart of the Church, and share your challenges and reaffirm with you a heartfelt option for the defence of life, the defence of the earth and the defence of cultures.

The native Amazonian peoples have probably never been so threatened on their own lands as they are at present. Amazonia is being disputed on various fronts. On the one hand, there is neo-extractivism and the pressure being exerted by great business interests that want to lay hands on its petroleum, gas, wood, gold and forms of agro-industrial monocultivation. On the other hand, its lands are being threatened by the distortion of certain policies aimed at the “conservation” of nature without taking into account the men and women, specifically you, my Amazonian brothers and sisters, who inhabit it. We know of movements that, under the guise of preserving the forest, hoard great expanses of woodland and negotiate with them, leading to situations of oppression for the native peoples; as a result, they lose access to the land and its natural resources. These problems strangle her peoples and provoke the migration of the young due to the lack of local alternatives. We have to break with the historical paradigm that views Amazonia as an inexhaustible source of supplies for other countries without concern for its inhabitants.

I consider it essential to begin creating institutional expressions of respect, recognition and dialogue with the native peoples, acknowledging and recovering their native cultures, languages, traditions, rights and spirituality. An intercultural dialogue in which you yourselves will be “the principal dialogue partners, especially when large projects affecting your land are proposed”.[1] Recognition and dialogue will be the best way to transform relationships whose history is marked by exclusion and discrimination.

At the same time, it is right to acknowledge the existence of promising initiatives coming from your own communities and organizations, which advocate that the native peoples and communities themselves be the guardians of the woodlands. The resources that conservation practices generate would then revert to benefit your families, improve your living conditions and promote health and education in your communities. This form of “doing good” is in harmony with the practices of “good living” found in the wisdom of our peoples. Allow me to state that if, for some, you are viewed as an obstacle or a hindrance, the fact is your lives cry out against a style of life that is oblivious to its own real cost. You are a living memory of the mission that God has entrusted to us all: the protection of our common home.

The defence of the earth has no other purpose than the defence of life. We know of the suffering caused for some of you by emissions of hydrocarbons, which gravely threaten the lives of your families and contaminate your natural environment.

Along the same lines, there exists another devastating assault on life linked to this environmental contamination favoured by illegal mining. I am speaking of human trafficking: slave labour and sexual abuse. Violence against adolescents and against women cries out to heaven. “I have always been distressed at the lot of those who are victims of various kinds of human trafficking. How I wish that all of us would hear God’s cry, ‘Where is your brother?’ (Gen 4:9). Where is your brother or sister who is enslaved? Let us not pretend and look the other way. There is greater complicity than we think. This issue involves everyone!”[2]

How can we fail to remember Saint Turibius, who stated with dismay in the Third Council of Lima “that not only in times past were great wrongs and acts of coercion done to these poor people, but in our own time many seek to do the same…” (Session III, c. 3). Sadly, five centuries later, these words remain timely. The prophetic words of those men of faith – as Hector and Yèsica reminded us – are the cry of this people, which is often silenced or not allowed to speak. That prophecy must remain alive in our Church, which will never stop pleading for the outcast and those who suffer.

This concern gives rise to our basic option for the life of the most defenceless. I am thinking of the peoples referred to as “Indigenous Peoples in Voluntary Isolation” (PIAV). We know that they are the most vulnerable of the vulnerable. Their primitive lifestyle made them isolated even from their own ethnic groups; they went into seclusion in the most inaccessible reaches of the forest in order to live in freedom. Continue to defend these most vulnerable of our brothers and sisters. Their presence reminds us that we cannot use goods meant for all as consumerist greed dictates. Limits have to be set that can help preserve us from all plans for a massive destruction of the habitat that makes us who we are.

The recognition of these people – who can never be considered a minority, but rather authentic dialogue partners – as of all the native peoples, reminds us that we are not the absolute owners of creation. We need urgently to appreciate the essential contribution that they bring to society as a whole, and not reduce their cultures to an idealized image of a natural state, much less a kind of museum of a bygone way of life. Their cosmic vision and their wisdom, have much to teach those of us who are not part of their culture. All our efforts to improve the lives of the Amazonian peoples will prove too little. We hear disturbing reports about the spread of certain diseases. The silence is alarming and deadly. By remaining silent, we fail to work for prevention, especially among adolescents and young people, and to ensure treatment, thus condemning the sick to a cruel ostracism. We call upon states to implement policies of intercultural health that take into account the experience and the worldview of the native people, training professionals from each ethnic group who can deal with the disease in the context of their own worldview. As I pointed out in Laudato Si’, once again we need to speak out against the pressure applied to certain countries by international organizations that promote sterilization policies. These are particularly directed at the native peoples. We know too that the practice of sterilizing women, at times without their knowledge, continues to be promoted.

The culture of our peoples is a sign of life. Amazonia is not only a reserve of biodiversity but also a cultural reserve that must be preserved in the face of the new forms of colonialism. The family is – as one of you said – and always has been, the social institution that has most contributed to keeping our cultures alive. In moments of past crisis, in the face of various forms of imperialism, the families of the original peoples have been the best defence of life. Special care is demanded of us, lest we allow ourselves to be ensnared by ideological forms of colonialism, disguised as progress, that slowly but surely dissipate cultural identities and establish a uniform, single… and weak way of thinking. Please listen to the elderly. They possess a wisdom that puts them in contact with the transcendent and makes them see what is essential in life. Let us not forget that “the disappearance of a culture can be just as serious, or even more serious, than the disappearance of a species of plant or animal”.[3] The one way for cultures not to disappear is for them to keep alive and in constant movement. How important is what Yésica and Hector told us: “We want our children to study, but we don’t want the school to erase our traditions, our languages; we don’t want to forget our ancestral wisdom!”

Education helps us to build bridges and to create a culture of encounter. Schooling and education for the native peoples must be a priority and commitment of the state: an integrated and inculturated commitment that recognizes, respects and integrates their ancestral wisdom as a treasure belonging to the whole nation, as María Luzmila made clear to us.

I ask my brother bishops to continue, as they are doing even in the remotest places in the forest, to encourage intercultural and bilingual education in the schools, in institutions of teacher training, and in the universities.[4] I express my appreciation of the initiatives that the Amazonian Church in Peru helps carry out in favour of the native peoples. These include schools, student residences, centres of research and development like the José Pio Aza Cultural Centre, CAAAP and CETA, and new and important intercultural projects like NOPOKI, aimed expressly at training young people from the different ethnic groups of our Amazonia.

I likewise support all those young men and women of the native peoples who are trying to create from their own standpoint a new anthropology, and working to reinterpret the history of their peoples from their own perspective. I also encourage those who through art, literature, craftsmanship and music show the world your worldview and your cultural richness. Much has been written and spoken about you. It is good that you are now the ones to define yourselves and show us your identity. We need to listen to you.

Dear brothers and sisters of Amazonia, how many missionaries, men and women, have devoted themselves to your peoples and defended your cultures! They did so inspired by the Gospel. Christ himself took flesh in a culture, the Jewish culture, and from it, he gave us himself as a source of newness for all peoples, in such a way that each, in its own deepest identity, feels itself affirmed in him. Do not yield to those attempts to uproot the Catholic faith from your peoples.[5] Each culture and each worldview that receives the Gospel enriches the Church by showing a new aspect of Christ’s face. The Church is not alien to your problems and your lives, she does not want to be aloof from your way of life and organization. We need the native peoples to shape the culture of the local churches in Amazonia. And in this regard, it gave me great joy to hear that one of Laudato Si’s passages was read by a permanent deacon of your own culture. Help your bishops, and help your men and women missionaries, to be one with you, and in this way, by an inclusive dialogue, to shape a Church with an Amazonian face, a Church with a native face. In this spirit, I have convoked a Synod for Amazonia in 2019 whose first meeting, as the pre-Synodal Council, will be held here this afternoon.

I trust in your peoples’ capacity for resilience and your ability to respond to these difficult times in which you live. You have shown this at different critical moments in your history, with your contributions and with your differentiated vision of human relations, with the natural environment and your way of living the faith.

I pray for you, and for this land blessed by God, and I ask you, please, not to forget to pray for me.

Many thanks!

Tinkunakama (Quechua: Until we meet again)

_______________________

[1] Encyclical Letter Laudato Si’, 146.
[2] Apostolic Exhortation Evangelii Gaudium, 211.
[3] Encyclical Letter Laudato Si’, 145.
[4] Cf. FIFTH GENERAL CONFERENCE OF THE LATIN AMERICA AND CARIBBEAN BISHOPS, Aparecida Document (29 June 2007), 530.
[5] Cf. ibid., 531

[00062-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Liebe Brüder und Schwestern,

da ich mit euch zusammen bin, steigt der Gesang des heiligen Franziskus in meinem Herzen auf: »Gelobt seist du, mein Herr!« Ja, gelobt seist du für die Gelegenheit, die du uns mit dieser Begegnung schenkst. Danke, Bischof David Martínez de Aguirre Guinea, Herr Héctor, Frau Yésica und Frau María Luzmila, für eure Willkommensworte und eure Zeugnisse. In euch möchte ich allen Bewohnern Amazoniens danken und sie grüßen.

Ich sehe, dass ihr von den verschiedenen autochthonen Völkern Amazoniens gekommen seid: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, unter anderen. Ebenso sehe ich, dass uns Völker begleiten, die aus den Anden stammend hier in den Urwald gekommen und zu Völkern Amazoniens geworden sind. Ich habe diese Begegnung sehr ersehnt. Ich wollte von hier aus meinen Besuch in Peru beginnen. Danke für eure Präsenz und dafür, dass ihr mir uns helft, aus größerer Nähe, in euren Gesichtern, den Widerschein dieser Region zu sehen. Ein vielfältiges Angesicht, von unendlicher Varietät und von einem enormen biologischen, kulturellen, spirituellen Reichtum. Wir, die wir nicht in diesen Gebieten leben, brauchen eure Weisheit und euer Wissen, um ohne Zerstörung in den Schatz eintreten zu können, den diese Region in sich birgt; und die Worte des Herrn an Mose hallen wider: »Leg deine Schuhe ab; denn der Ort, wo du stehst, ist heiliger Boden« (Ex 3,5).

Erlaubt mir, noch einmal zu sagen: Gelobt seist du, Herr, für dieses wunderbare Werk deiner Völker Amazoniens und für all die Biodiversität, die diese Gebiete beinhalten!

Dieser Lobgesang kommt ins Stocken, wenn wir von den tiefen Wunden hören und sie sehen, die Amazonien und seine Völker tragen. Und ich wollte euch besuchen kommen und euch zuhören, um gemeinsam im Herzen der Kirche zu sein, uns mit euch in euren Herausforderungen zu vereinen und mit euch eine aufrichtige Option für die Verteidigung des Lebens, die Verteidigung der Erde und die Verteidigung der Kulturen zu bekräftigen.

Wahrscheinlich waren die autochthonen Völker Amazoniens in ihren Territorien nie derart bedroht, wie sie es heute sind. Die Amazonasregion ist ein von verschiedenen Fronten aus umstrittenes Gebiet: auf der einen Seite der Neo-Extraktivismus und der starke Druck durch große ökonomische Interessen, die ihre Gier auf Erdöl, Gas, Holz, Gold und industrielle landwirtschaftliche Monokulturen richten. Auf der anderen Seite kommt die Bedrohung für eure Gebiete auch durch die Perversion gewisser politischer Richtungen, die die „Bewahrung“ der Natur fördern, ohne das menschliche Wesen und konkret euch Brüder und Schwestern Amazoniens zu berücksichtigen, die ihr in diesen Gebieten wohnt. Wir wissen von Bewegungen, die im Namen der Bewahrung des Urwalds große Waldgebiete aufkaufen und mit ihnen handeln und so Situationen der Unterdrückung der autochthonen Völker erzeugen, für die auf diese Weise das Territorium und die natürlichen Ressourcen unzugänglich werden. Diese Problematik erstickt eure Völker und verursacht die Migration der neuen Generationen angesichts des Fehlens lokaler Alternativen. Wir müssen mit dem historischen Paradigma brechen, welches das Amazonasgebiet als ein unerschöpfliches Vorratslager der Staaten betrachtet, ohne seine Bewohner zu berücksichtigen.

Ich betrachte es als unerlässlich, Anstrengungen zu unternehmen, um institutionelle Räume des Respekts, der Anerkennung und des Dialogs mit den indigenen Völkern zu schaffen; und so die ihnen eigene Kultur, Sprache, Traditionen, Rechte und Spiritualität aufzugreifen und zu retten. Einen interkulturellen Dialog, in dem ihr die »wesentlichen Ansprechpartner seid, vor allem wenn man mit großen Projekten vordringt, die eure Gebiete einbeziehen.«[1] Die Anerkennung und der Dialog ist sind wohl der bessere Weg, um die historischen, von Ausschluss und Diskriminierung geprägten Beziehungen umzugestalten.

Auf der anderen Seite ist es richtig anzuerkennen, dass es hoffnungsvolle Initiativen gibt, die von euren lokalen Gegebenheiten selbst und von euren Organisationen ausgehen und es begünstigen, dass die autochthonen Völker und Gemeinschaften selbst die Hüter der Wälder sind und dass die durch deren Erhalt geschaffenen Ressourcen dem Wohl eurer Familien, der Verbesserung eurer Lebensbedingungen und der Gesundheit und Ausbildung eurer Gemeinschaften zugutekommen. Dieses „gute Handeln“ geht in Einklang mit den Praktiken des „guten Lebens“, das wir in der Weisheit unserer Völker entdecken. Wenn auch einige euch als Hindernis oder „Störenfried“ betrachten, möchte ich euch sagen, dass ihr mit eurem Leben in Wahrheit in die Gewissen derer schreit, die einem Lebensstil folgen, der es nicht schafft, die eigenen Kosten zu bemessen. Ihr seid lebendige Erinnerung an die Sendung, die Gott uns allen anvertraut hat: das „gemeinsame Haus“ zu bewahren.

Die Verteidigung des Landes hat keine andere Zielsetzung als die Verteidigung des Lebens. Wir wissen um das Leiden, das einigen von euch durch die Erdöllecks widerfährt, die das Leben eurer Familien ernsthaft bedrohen und euren natürlichen Lebensraum vergiften.

Parallel dazu gibt es eine weitere Verwüstung des Lebens, die mit dieser Umweltvergiftung durch den illegalen Bergbau einhergeht. Ich beziehe mich auf den Menschenhandel: die Sklavenarbeit oder den sexuellen Missbrauch. Die Gewalt gegenüber Jugendlichen und gegenüber Frauen ist ein Klageschrei, der zum Himmel steigt: »Immer hat mich die Situation derer mit Schmerz erfüllt, die Opfer der verschiedenen Formen von Menschenhandel sind. Ich würde mir wünschen, dass man den Ruf Gottes hörte, der uns alle fragt: „Wo ist dein Bruder?“ (Gen 4,9). Wo ist dein Bruder, der Sklave? […] Tun wir nicht, als sei alles in Ordnung« und schauen wir nicht auf die andere Seite! »Es gibt viele Arten von Mittäterschaft. Die Frage geht alle an!«.[2]

Wie sollte man nicht an den heiligen Turibio von Mongrovejo erinnern, als er mit großem Schmerz beim dritten Konzil von Lima feststellte, »dass nicht nur in vergangenen Zeiten diesen Armen so viel an Unrecht und Gewalt mit so großem Exzess angetan wurde, sondern auch heute viele versuchen, das gleiche zu tun …« (Ses. III, c.3). Leider sind diese Worte fünf Jahrhunderte später immer noch aktuell. Die prophetischen Worte jener Männer des Glaubens – wie es uns Héctor und Yésica in Erinnerung gerufen haben – sind der Schrei dieses Volkes, das viele Male zum Schweigen gebracht wurde oder denen das Wort entzogen wurde. Diese Prophetie muss in unserer Kirche fortdauern, die nie aufhören wird, für die Ausgeschlossenen und die, die leiden, die Stimme zu erheben.

Aus dieser Sorge geht die vorrangige Option für das Leben der Wehrlosesten hervor. Ich denke an die Völker, auf die sie sich unter der Bezeichnung „Indigene Völker in Freiwilliger Isolation“ („Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario“, PIAV) bezieht. Wir wissen, dass sie die Verwundbarsten unter den Verwundbaren sind. Der Rückstand vergangener Epochen zwang sie dazu, sich sogar von den eigenen Volksgruppen zurückzuziehen, sie machten sich auf zu einer Geschichte der Gefangenschaft an den unzugänglichsten Orten des Urwaldes, um in Freiheit leben zu können. Setzt die Verteidigung dieser am meisten verwundbaren Brüder und Schwestern weiter fort! Ihre Präsenz erinnert uns daran, dass wir über die Gemeingüter nicht im Rhythmus der Gier und des Konsums verfügen können. Es ist notwendig, dass es Grenzen gibt, die uns helfen, uns vor jedem Versuch massiver Zerstörung des natürlichen Lebensraums, der uns zu Erben einsetzt, zu bewahren.

Die Anerkennung dieser Völker – die niemals als eine Minderheit betrachtet werden können, sondern als authentische Gesprächspartner – sowie aller indigener Völker erinnert uns daran, dass wir nicht die absoluten Herren der Schöpfung sind. Es ist dringend notwendig, den wesentlichen Beitrag anzunehmen, den sie der ganzen Gesellschaft anbieten, und nicht ihre Kulturen zu einer Idealisierung eines Naturzustandes oder zu einer Art Museum eines Lebensstils von ehemals zu machen. Ihre Weltanschauung, ihre Weisheit haben uns, die wir nicht zu ihrer Kultur gehören, vieles zu lehren. Alle Anstrengungen, die wir unternehmen, um das Leben der Völker Amazoniens zu verbessern, werden immer zu wenige sein. Die Nachrichten, die über die Ausbreitung einiger Krankheiten eintreffen, sind besorgniserregend. Das Schweigen darüber ist erschreckend, denn es tötet. Mit Schweigen ergreifen wir weder Präventivmaßnahmen – insbesondere zugunsten Jugendlicher und junger Menschen –, noch kümmern wir uns um die Kranken, sondern verurteilen sie so zur grausamsten Ausgrenzung. Wir fordern die Staaten auf, eine interkulturelle Gesundheitspolitik durchzuführen, welche die Realität und die Vision des Kosmos der Menschen berücksichtigt, indem sie Fachleute der eigenen Volksgruppe fördert, die es verstehen, der Krankheit von ihrer eigenen Weltanschauung her gegenüberzutreten. Und wie ich es in Laudato si’ zum Ausdruck gebracht habe, ist es einmal mehr notwendig, unsere Stimme zu erheben gegen den Druck, den internationale Organisationen auf bestimmte Länder ausüben, damit diese eine Politik der sterilisierenden Reproduktion fördern. Diese wüten in einer noch einschneidenderen Weise in den einheimischen Populationen. Wir wissen, dass unter ihnen die Sterilisation von Frauen weiterhin gefördert wird, manchmal ohne das Wissen der Frauen selbst.

Die Kultur unserer Völker ist ein Lebenszeichen. Die Amazonasregion ist nicht nur ein Reservat der Artenvielfalt, sondern sie ist auch ein kulturelles Reservat, das angesichts der neuen Kolonialismen erhalten werden muss. Die Familie ist – wie eine von euch gesagt hat – und war immer die soziale Institution, die am meisten dazu beigetragen hat, unsere Kulturen am Leben zu erhalten. In Zeiten vergangener Krisen, angesichts der verschiedenen Imperialismen, war die Familie der autochthonen Völker die beste Verteidigung des Lebens. Wir sind aufgefordert, besonders darauf zu achten, nicht von als Fortschritt verkleideten ideologischen Kolonialismen gefangen zu werden, die nach und nach eindringen und kulturelle Identitäten verpassen und eine uniforme, einzige ... und schwache Denkweise etablieren. Hört auf die Alten, bitte. Sie haben eine Weisheit, die sie in Kontakt mit dem Transzendenten bringt und die das Wesentliche des Lebens entdecken lässt. Vergessen wir nicht, dass »das Verschwinden einer Kultur genauso schwerwiegend sein kann wie das Verschwinden einer Tier- oder Pflanzenart, oder sogar noch gravierender«.[3] Und die einzige Weise, wie die Kulturen nicht verloren gehen, besteht darin, dass sie in Dynamik, in ständiger Bewegung bleiben. Wie wichtig ist das, was Yésica und Héctor uns gesagt haben: »Wir wollen, dass unsere Kinder lernen, aber wir wollen nicht, dass die Schule unsere Traditionen, unsere Sprachen auslöscht, wir wollen unsere uralte Weisheit nicht vergessen!«

Die Bildung hilft uns, Brücken zu bauen und eine Kultur der Begegnung hervorzubringen. Die Schule und die Erziehung der autochthonen Völker müssen für den Staat eine Priorität und ein verpflichtendes Engagement sein; ein integratives und inkulturiertes Engagement, das ihre uralte Weisheit als ein Gut der gesamten Nation aufnimmt, respektiert und integriert, wie uns María Luzmila aufgezeigt hat.

Ich bitte meine Mitbrüder im Bischofsamt, dass sie – wie es in den entlegensten Gebieten des Urwaldes bereits praktiziert wird – die Schaffung von Räumen der interkulturellen und zweisprachigen Erziehung in Schulen und in den pädagogischen Instituten und Universitäten weiter vorantreiben.[4] Ich beglückwünsche die Initiativen, die von der Kirche der peruanischen Amazonasregion zur Förderung der autochthonen Völker bereits unternommen werden: Schulen, Studentenwohnheime, Forschungs- und Förderzentren wie das „Kulturzentrum José Pío Aza“, das „Amazonische Zentrum für Anthropologie und Praktische Anwendung“ (CAAAP) und das „Zentrum für Theologische Studien Amazoniens“ (CETA), innovative und wichtige interkulturelle universitäre Räume wie das bilinguale Programm „NOPOKI“ der Katholischen Universität Sedes Sapientiae in Atalaya, die speziell auf die Ausbildung junger Menschen aus den verschiedenen ethnischen Gruppen unserer Amazonasregion ausgerichtet sind.

Ich gratuliere auch all jenen jungen Menschen aus den autochthonen Völkern, die sich bemühen, eine neue Anthropologie – aus ihrer eigenen Sicht heraus – zu schaffen, und die daran arbeiten, die Geschichte ihrer Völker aus ihrer Perspektive neu zu lesen. Ich gratuliere auch denjenigen, die durch die Malerei, die Literatur, das Kunsthandwerk und die Musik der Welt ihre Weltanschauung und ihren kulturellen Reichtum aufzeigen. Viele haben über euch geschrieben und geredet. Es ist gut, dass ihr selbst nun diejenigen seid, die sich selbst beschreiben und uns ihre Identität zeigen. Wir haben es nötig, auf euch zu hören.

Liebe Brüder und Schwestern Amazoniens, wie viele Missionare haben sich für eure Völker eingesetzt und haben eure Kulturen verteidigt! Sie haben es inspiriert vom Evangelium getan. Auch Christus wurde Mensch in einer Kultur – der hebräischen –, und von ihr aus schenkte er sich als Neuheit allen Völkern, so dass jeder Einzelne – von seiner eigenen Identität her – sich in ihm selbstbestätigt fühlen möge. Unterliegt nicht den Versuchen, den katholischen Glauben eurer Völker mit den Wurzeln herauszureißen.[5] Jede Kultur und jede Weltanschauung, die das Evangelium empfängt, bereichert die Kirche mit dem Anblick einer neuen Facette des Antlitzes Christi. Die Kirche bleibt nicht unbeteiligt gegenüber eurer Problematik und eurem Leben, sie will eurer Lebensweise und Organisationsform nicht fern sein. Wir brauchen es notwendig, dass die autochthonen Völker die Ortskirchen Amazoniens kulturell gestalten. Und in dieser Hinsicht hat es mich sehr gefreut zu hören, dass einer der Abschnitte von Laudato si’ von einem ständigen Diakon eurer Kultur gelesen wurde. Helft euren Bischöfen, helft euren Missionaren und euren Missionarinnen, damit sie mit euch eins werden und auf diese Weise im Dialog aller miteinander eine Kirche mit amazonischem Gesicht und eine Kirche mit indigenem Gesicht herausbilden können. In diesem Sinne habe ich für das Jahr 2019 eine Synode für Amazonien einberufen, deren erstes Treffen als präsynodale Beratung hier heute Nachmittag stattfinden wird.

Ich vertraue auf die Widerstandsfähigkeit der Völker und ihre Fähigkeit, auf die schwierigen Zeiten zu reagieren, in denen sie leben müssen. Dies habt ihr in den verschiedenen Stürmen der Geschichte gezeigt: mit euren Beiträgen, mit eurer differenzierten Sicht der menschlichen Beziehungen, mit der Umwelt und mit dem Leben des Glaubens.

Ich bete für euch und für euer von Gott gesegnetes Land, und ich ersuche euch, vergesst bitte nicht, für mich zu beten.

Vielen Dank.

Tinkunakama. (In Quechua: Bis zur nächsten Begegnung.)

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[1] Vgl. Enzyklika Laudato si’, 146.
[2] Apostolisches Schreiben Evangelii gaudium, 211.
[3] Enzyklika Laudato si’, 145.
[4] Vgl. Schlussdokument der 5. Generalversammlung des Episkopats von Lateinamerika und der Karibik in Aparecida (29. Juni 2007), 530.
[5] Vgl. ebd., 531.

[00062-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua portoghese

Queridos irmãos e irmãs!

Aqui, junto de vós, brota do meu coração o cântico de São Francisco: «Louvado sejais, meu Senhor». Sim, louvado sejais pela oportunidade que nos dais de termos este encontro. Obrigado D. David Martínez de Aguirre Guiné, senhor Héctor, senhora Yésica e senhora Maria Luzmila pelas vossas palavras de boas-vindas e pelos vossos testemunhos. Em vós, quero agradecer e saudar todos os habitantes da Amazónia.

Vejo que viestes dos diferentes povos originários da Amazónia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampis, entre outros. Vejo também que nos acompanham povos originários dos Andes que chegaram à floresta e se fizeram amazónicos. Muito desejei este encontro. Quis começar daqui a visita ao Perú. Obrigado pela vossa presença e por nos ajudardes a ver mais de perto, nos vossos rostos, o reflexo desta terra. Um rosto plural, duma variedade infinita e duma enorme riqueza biológica, cultural e espiritual. Nós, que não habitamos nestas terras, precisamos da vossa sabedoria e dos vossos conhecimentos para podermos penetrar – sem o destruir – no tesouro que encerra esta região, ouvindo ressoar as palavras do Senhor a Moisés: «Tira as tuas sandálias dos pés, porque o lugar em que estás é uma terra santa» (Ex 3, 5).

Deixai-me dizer mais uma vez: Louvado sejais, Senhor, por esta obra maravilhosa dos povos amazónicos e por toda a biodiversidade que estas terras contêm!

Este cântico de louvor esboroa-se quando ouvimos e vemos as feridas profundas que carregam consigo a Amazónia e os seus povos. Quis vir visitar-vos e escutar-vos, para estarmos juntos no coração da Igreja, solidarizarmo-nos com os vossos desafios e, convosco, reafirmarmos uma opção sincera em prol da defesa da vida, defesa da terra e defesa das culturas.

Provavelmente, nunca os povos originários amazónicos estiveram tão ameaçados nos seus territórios como o estão agora. A Amazónia é uma terra disputada em várias frentes: por um lado, a nova ideologia extrativa e a forte pressão de grandes interesses económicos cuja avidez se centra no petróleo, gás, madeira, ouro e monoculturas agroindustriais; por outro, a ameaça contra os vossos territórios vem da perversão de certas políticas que promovem a «conservação» da natureza sem ter em conta o ser humano, nomeadamente vós irmãos amazónicos que a habitais. Temos conhecimento de movimentos que, em nome da conservação da floresta, se apropriam de grandes extensões da mesma e negoceiam com elas gerando situações de opressão sobre os povos nativos, para quem, assim, o território e os recursos naturais que há nele se tornam inacessíveis. Este problema sufoca os vossos povos, e causa a migração das novas gerações devido à falta de alternativas locais. Devemos romper com o paradigma histórico que considera a Amazónia como uma despensa inesgotável dos Estados, sem ter em conta os seus habitantes.

Considero imprescindível fazer esforços para gerar espaços institucionais de respeito, reconhecimento e diálogo com os povos nativos, assumindo e resgatando a cultura, a linguagem, as tradições, os direitos e a espiritualidade que lhes são próprios. Um diálogo intercultural, no qual sejais «os principais interlocutores, especialmente quando se avança com grandes projetos que afetam os [vossos] espaços».[1] O reconhecimento e o diálogo serão o melhor caminho para transformar as velhas relações marcadas pela exclusão e a discriminação.

Em contrapartida, é justo reconhecer a existência de esperançosas iniciativas que surgem das vossas próprias realidades locais e das vossas organizações, procurando fazer com que os próprios povos originários e as comunidades sejam os guardiões das florestas e que os recursos produzidos pela sua conservação revertam em benefício das vossas famílias, na melhoria das vossas condições de vida, da saúde e da instrução das vossas comunidades. Este «bom agir» está em sintonia com as práticas do «bom viver», que descobrimos na sabedoria dos nossos povos. Seja-me permitido dizer que se, para alguns, sois considerados um obstáculo ou um «estorvo», a verdade é que vós, com a vossa vida, sois um grito lançado à consciência dum estilo de vida que não consegue medir os custos do mesmo. Vós sois memória viva da missão que Deus nos confiou a todos: cuidar da Casa Comum.

A defesa da terra não tem outra finalidade senão a defesa da vida. Conhecemos o sofrimento que suportam alguns de vós por causa de derrames de hidrocarbonetos que ameaçam seriamente a vida das vossas famílias e poluem o vosso ambiente natural.

Paralelamente, há outra devastação da vida que está associada com esta poluição ambiental causada pela extração ilegal. Refiro-me ao tráfico de pessoas: o trabalho escravo e o abuso sexual. A violência contra os adolescentes e contra as mulheres é um grito que chega ao céu. «Sempre me angustiou a situação das pessoas que são objeto das diferentes formas de tráfico. Quem dera que se ouvisse o grito de Deus, perguntando a todos nós: “Onde está o teu irmão?” (Gn 4, 9). Onde está o teu irmão escravo? (…) Não nos façamos de distraídos [olhando para o ouro lado]! Há muita cumplicidade... A pergunta é para todos!»[2]

Como não lembrar São Toríbio quando constatava, com grande pesar, no III Concílio Limense que «não só nos tempos passados se fizeram a estes pobres tantos agravos e violências com tantos excessos, mas ainda hoje muitos continuam a fazer as mesmas coisas» (III Sessão, c. 3). Infelizmente, depois de cinco séculos, estas palavras continuam a ser atuais. As palavras proféticas daqueles homens de fé – como nos lembraram Héctor e Yésica – são o grito destas pessoas, muitas vezes constrangidas ao silêncio ou a quem tiraram a palavra. Esta profecia deve continuar presente na nossa Igreja, que nunca cessará de levantar a voz pelos descartados e os que sofrem.

Desta preocupação deriva a opção primordial pela vida dos mais indefesos. Penso nos povos referidos como «Povos Indígenas em Isolamento Voluntário» (PIAV). Sabemos que são os mais vulneráveis dos vulneráveis. A herança de épocas passadas obrigou-os a isolar-se até das suas próprias etnias, começando uma história de reclusão nos lugares mais inacessíveis da floresta para poderem viver em liberdade. Continuai a defender estes irmãos mais vulneráveis. A sua presença recorda-nos que não podemos dispor dos bens comuns ao ritmo da avidez e do consumo. É necessário haver limites que nos ajudem a defender-nos de toda a tentativa de destruição maciça do habitat que nos constitui.

O reconhecimento destes povos – que não podem jamais ser considerados uma minoria, mas autênticos interlocutores –, bem como de todos os povos indígenas, lembra-nos que não somos os donos absolutos da criação. É urgente acolher o contributo essencial que oferecem à sociedade inteira, não fazer das suas culturas uma idealização dum estado natural nem uma espécie de museu dum estilo de vida de outrora. A sua visão do mundo, a sua sabedoria têm muito para nos ensinar a nós que não pertencemos à sua cultura. Todos os esforços que fizermos para melhorar a vida dos povos amazónicos serão sempre poucos. São preocupantes as notícias que chegam sobre a difusão de algumas doenças. Assusta o silêncio, porque mata. Com o silêncio, não geramos ações tendentes à prevenção, sobretudo para os adolescentes e os jovens, nem nos ocupamos dos doentes, condenando-os à exclusão mais cruel. Pedimos aos Estados que se implementem políticas de saúde interculturais, que tenham em conta a realidade e a cosmovisão dos povos, formando profissionais da sua própria etnia que saibam enfrentar a doença a partir da sua visão do cosmos. Mais uma vez, como expressei na Laudato si’, é necessário levantar a voz contra a pressão que alguns organismos internacionais fazem em certos países para promover políticas de esterilização. Estas encarniçam-se de modo mais incisivo sobre as populações aborígenes. Sabemos que nelas se continua a promover a esterilização das mulheres, às vezes sem conhecimento delas próprias.

A cultura dos nossos povos é um sinal de vida. A Amazónia, além de constituir uma reserva da biodiversidade, é também uma reserva cultural que deve ser preservada face aos novos colonialismos. A família é – como disse uma de vós –, e sempre foi, a instituição social que mais contribuiu para manter vivas as nossas culturas. Em períodos de crises passadas, face aos diferentes imperialismos, a família dos povos indígenas foi a melhor defesa da vida. Exige-se-nos um cuidado especial para não nos deixarmos prender por colonialismos ideológicos mascarados de progresso, que entram pouco a pouco delapidando identidades culturais e estabelecendo um pensamento uniforme, único e… débil. Escutai os idosos, por favor. Têm uma sabedoria que os põe em contacto com o transcendente e faz-lhes descobrir o essencial da vida. Não esqueçamos que «o desaparecimento duma cultura pode ser tanto ou mais grave do que o desaparecimento duma espécie animal ou vegetal».[3] E a única maneira de as culturas não se perderem é manter-se dinâmicas, em constante movimento. Como é importante o que nos diziam Yésica e Héctor: «Queremos que os nossos filhos estudem, mas não queremos que a escola cancele as nossas tradições, as nossas línguas, não queremos esquecer-nos da nossa sabedoria ancestral»!

A educação ajuda-nos a lançar pontes e a gerar uma cultura do encontro. A escola e a educação dos povos nativos devem ser uma prioridade e um compromisso do Estado; compromisso integrador e inculturado que assuma, respeite e integre como um bem de toda a nação a sua sabedoria ancestral. Assim no-lo assinalava Maria Luzmila.

Peço aos meus irmãos bispos que, como já se está a fazer mesmo nos lugares mais remotos da floresta, continuem a promover espaços de educação intercultural e bilingue nas escolas e nos institutos pedagógicos e universidades.[4] Congratulo-me com as iniciativas tomadas pela Igreja peruana da Amazónia para a promoção dos povos nativos: escolas, residências para estudantes, centros de pesquisa e promoção, como o Centro Cultural José Pío Aza, o CAAAP e o CETA, inovadores e importantes espaços universitários interculturais como NOPOKI, voltados expressamente para a formação dos jovens das diferentes etnias da nossa Amazónia.

Congratulo-me também com todos os jovens dos povos nativos que se esforçam por elaborar, do seu próprio ponto de vista, uma nova antropologia e trabalham por reler a história dos seus povos a partir da sua perspetiva. Congratulo-me também com aqueles que, através da pintura, literatura, artesanato, música, mostram ao mundo a sua cosmovisão e a sua riqueza cultural. Muitos escreveram e falaram sobre vós. É bom que agora sejais vós próprios a autodefinir-vos e a mostrar-nos a vossa identidade. Precisamos de vos escutar.

Queridos irmãos da Amazónia, quantos missionários e missionárias se comprometeram com os vossos povos e defenderam as vossas culturas! Fizeram-no, inspirados no Evangelho. Cristo também Se encarnou numa cultura, a hebraica, e a partir dela ofereceu-Se-nos como novidade a todos os povos, para que cada um, a partir da respetiva identidade, se sinta autoafirmado n’Ele. Não sucumbais às tentativas em ato para desarraigar a fé católica dos vossos povos.[5] Cada cultura e cada cosmovisão que recebe o Evangelho enriquecem a Igreja com a visão duma nova faceta do rosto de Cristo. A Igreja não é alheia aos vossos problemas e à vossa vida, não quer ser estranha ao vosso modo de viver e de vos organizardes. Precisamos que os povos indígenas plasmem culturalmente as Igrejas locais amazónicas. E, a propósito, encheu-me de alegria ouvir um dos textos da Laudato si’ ser lido por um diácono permanente da vossa cultura. Ajudai os vossos bispos, ajudai os vossos missionários e as vossas missionárias a fazerem-se um só convosco e assim, dialogando com todos, podeis plasmar uma Igreja com rosto amazónico e uma Igreja com rosto indígena. Com este espírito, convoquei um Sínodo para a Amazónia no ano de 2019, cuja primeira reunião do Conselho Pré-Sinodal se realizará, aqui, hoje de tarde.

Confio na capacidade de resistência dos povos e na vossa capacidade de reação perante os momentos difíceis que vos toca viver. Assim o tendes demonstrado nas diferentes batalhas da história, com as vossas contribuições, com a vossa visão diferenciada das relações humanas, com o meio ambiente e com a vivência da fé.

Rezo por vós e pela vossa terra abençoada por Deus, e peço-vos, por favor, para não vos esquecerdes de rezar por mim.

Muito obrigado.

Tinkunakama [(língua quéchua) Até ao próximo encontro].

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[1] Francisco, Carta enc. Laudato si’, 146.
[2] Francisco, Exort. ap. Evangelii gaudium, 211.
[3] Francisco, Carta enc. Laudato si’, 145.
[4] Cf. V Conferência Geral do Episcopado Latino-Americano e do Caribe, Documento de Aparecida (29/VI/2007), 530.
[5] Cf. ibid., 531.

[00062-PO.02] [Texto original: Espanhol]

Traduzione in lingua polacca

Drodzy bracia i siostry!

W tym miejscu wraz z wami płynie z mego serca pieśń św. Franciszka: „Pochwalony bądź Panie mój”. Bądź pochwalony za możliwości, jakie nam dajesz wraz z tym spotkaniem. Dziękuję biskupowi Davidowi Martínez De Aguirre Guinea, panu Hectorowi i paniom Yesica i Maria Luzmila za słowa powitania i za świadectwa. W was pragnę podziękować i pozdrowić wszystkich mieszkańców Amazonii.

Widzę, że przybyliście z różnych pierwotnych ludów Amazonii: między innymi – Harakmbut, Ese´Ejas, Matsigenka, Yines, Shipibo, Asháninka, Yanesha, Kakinte, Nahua, Yaminawá, Kaxinawá, Madija, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Keczua, Witoto, Shawi, Achuar, Bora, Aguaruna, Wampi. Widzę, że towarzyszą nam również ludy, które pochodzą z Andów, przybyły do puszczy i stały się amazońskimi. Bardzo pragnąłem tego spotkania. Chciałem rozpocząć tutaj moją wizytę w Peru. Dziękuję za waszą obecność i za to, że pomagacie nam widzieć bardziej z bliska, w waszych twarzach odbicie tej ziemi. Jest to oblicze pluralistyczne, nieskończonej różnorodności i ogromnego bogactwa biologicznego, kulturowego, duchowego. My, którzy nie zamieszkujemy tych ziem, potrzebujemy waszej mądrości i wiedzy, aby móc zasmakować, nie niszcząc, skarbu, jaki zawiera ten region. I rozbrzmiewają słowa Pana do Mojżesza: „Zdejm sandały z nóg, gdyż miejsce, na którym stoisz, jest ziemią świętą” (Wj 3,5).

Pozwólcie, że powtórzę jeszcze raz: Pochwalony bądź Panie za to wspaniałe dzieło ludów amazońskich i za całą różnorodność biologiczną, jaką zawierają te ziemie!

Ta pieśń pochwalna załamuje się, gdy słyszymy i widzimy głębokie rany, jakie niesie ze sobą Amazonia i jej ludy. Chciałem przybyć, aby was nawiedzić i wysłuchać, aby być razem w sercu Kościoła, aby zjednoczyć się z waszymi wyzwaniami oraz wraz z wami potwierdzić raz jeszcze szczerą opcję na rzecz obrony życia, na rzecz obrony ziemi i na rzecz obrony kultur.

Prawdopodobnie pierwotne ludy Amazonii nigdy nie były tak zagrożone na swoich terytoriach, jak ma to miejsce obecnie. Amazonia jest terenem spornym na kilku frontach: z jednej strony nowa fala przemysłu wydobywczego i silna presja dużych przedsiębiorstw, które kierują swoją zachłanność ku ropie naftowej, gazowi, drewnu, złotu, monokulturom rolno-przemysłowym. Z drugiej strony zagrożenie dla waszych terytoriów pochodzi także z wypaczenia niektórych polityk, które promują „ochronę” natury, nie biorąc pod uwagę człowieka, a mianowicie was, amazońskich braci, którzy je zamieszkujecie. Zdajemy sobie sprawę z ruchów, które w imię ochrony puszczy zawłaszczają duże połacie lasów i nimi handlują, tworząc sytuacje ucisku dla rdzennych ludów, dla których w ten sposób znajdujące się tam grunty i zasoby naturalne stają się niedostępne. Ten problem dławi wasze ludy i powoduje migrację młodszego pokolenia w obliczu braku alternatyw lokalnych. Musimy przełamać stary model, który uważa Amazonię za niewyczerpany magazyn państw, nie biorąc pod uwagę jej mieszkańców.

Uważam za niezbędne podejmowanie wysiłków w celu stworzenia instytucjonalnych przestrzeni szacunku, uznania i dialogu z ludami rdzennymi, zakładając i ratując właściwe im kulturę, język, tradycję, prawa i duchowość. Chodzi o dialog międzykulturowy, w którym jesteście „głównymi partnerami, zwłaszcza, gdy chodzi o duże projekty dotyczące waszych terenów”[1]. Uznanie i dialog będą najlepszym sposobem na przekształcenie dawnych relacji, naznaczonych wykluczeniem i dyskryminacją.

Z drugiej strony należy uznać, że istnieją inicjatywy nadziei wypływające z waszych instytucji lokalnych i waszych organizacji. Starają się one sprawić, aby same ludy pierwotne i wspólnoty były strażnikami lasów, oraz aby środki wytwarzane przez ich ochronę zwracały się z korzyścią dla waszych rodzin, by poprawić wasze warunki życia, zdrowia i edukację waszych wspólnot. To „dobre działanie” współbrzmi z praktykami „dobrego życia”, które znajdujemy w mądrości naszych ludów. I pozwólcie, że wam powiem, iż jeżeli przez niektórych jesteście uważani za przeszkodę lub „zawadę”, w rzeczywistości poprzez wasze życie jesteście krzykiem skierowanym ku takiemu stylowi życia, który nie jest w stanie zmierzyć własnych kosztów. Jesteście żywą pamięć o misji, którą Bóg powierzył nam wszystkim: troszczyć się o wspólny dom.

Obrona ziemi nie ma innego celu niż obrona życia. Znamy cierpienie, jakie niektórzy z was znoszą z powodu emisji węglowodorów, które poważnie zagrażają życiu waszych rodzin i zanieczyszczają środowisko naturalne.

Równolegle istnieje inne niszczenie życia, które jest wywołane przez zanieczyszczenie środowiska spowodowane nielegalnym wydobyciem. Mam na myśli handel ludźmi: zniewoloną siłę roboczą i wykorzystywanie seksualne. Przemoc wobec nastolatków i kobiet jest wołaniem, które wznosi się do nieba: „Zawsze bolała mnie sytuacja ofiar różnych form handlu ludźmi. Chciałbym, żeby usłyszano wołanie Boga, pytającego nas wszystkich: «Gdzie jest twój brat?» (Rdz 4, 9). Gdzie jest twój brat niewolnik? [...] Nie udawajmy, że nic nie wiemy i nie odwracajmy głowy. Istnieje wiele form współudziału w przestępstwie. Jest to pytanie skierowane do wszystkich!”[2].

Jakże nie przypomnieć św. Turybiusza, gdy z wielkim smutkiem stwierdzał na III Synodzie w Limie, że „nie tylko w czasach minionych zadano tym biedakom wiele zniewag i przemocy, z wieloma wykroczeniami, ale także i dziś wielu nadal czyni to samo” (Sesja III, ust. 3). Niestety, po pięciu wiekach słowa te nadal są aktualne. Prorocze słowa tych ludzi wiary – jak przypomnieli Hector i Yesica – są krzykiem tego ludu, który często zmuszony jest do milczenia lub któremu odebrano możliwość wypowiedzi. Proroctwo to musi pozostać obecne w naszym Kościele, który nigdy nie przestanie upominać się o los odrzuconych i cierpiących.

Z tej troski wypływa pierwotna opcja na rzecz życia najbardziej bezbronnych. Myślę o ludach nazywających się „Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV)” [Ludy Pierwotne w Dobrowolnej Izolacji]. Wiemy, że są najbardziej podatne na zagrożenia spośród zagrożonych. Doświadczenie czasów minionych zmusiło je do izolowania się nawet od własnych grup etnicznych, rozpoczynając dzieje odosobnienia w najbardziej niedostępnych miejscach puszczy, aby mogły żyć w wolności. Nadal brońcie tych najbardziej bezbronnych braci. Ich obecność przypomina nam, że nie jesteśmy absolutnymi panami całego stworzenia i że nie możemy rozporządzać dobrami wspólnymi w rytmie zachłanności i konsumpcji. Trzeba, aby istniały ograniczenia, które pomogłoby nam bronić się przed każdą próbą masowego zniszczenia ostoi, która nas konstytuuje.

Uznawanie tych ludów – które nigdy nie mogą być traktowane jako mniejszość, ale autentyczni partnerzy – jak również wszystkich ludów pierwotnych, przypomina nam, że nie jesteśmy absolutnymi panami stworzenia. Pilnie należy przyjąć istotny wkład, jaki ofiarowują całemu społeczeństwu, nie czynić z ich kultur idealizacji stanu naturalnego, a także swego rodzaju muzeum stylu życia z przeszłości. Ich wizja wszechświata, ich mądrość mogą nas, nie należących do ich kultury, wiele nauczyć. Wszystkie wysiłki, które podejmujemy w celu poprawy życia ludności amazońskiej, będą zawsze mizerne. Budzą niepokój wieści o postępach niektórych chorób. Przeraża milczenie, bo zabija. Milcząc nie powodujemy działań mających na celu zapobieganie, zwłaszcza w odniesieniu do nieletnich i młodzieży, ani nie leczymy chorych, skazując ich na najbardziej okrutne wykluczenie. Prośmy władze państwowe o wdrożenie międzykulturowych polityk zdrowotnych, które uwzględniałyby rzeczywistość i światopogląd ludów, kształcąc profesjonalistów z ich własnej grupy etnicznej, którzy potrafiliby zmierzyć się z chorobą zgodnie z własną wizją wszechświata. I jak to wyraziłem w Laudato si', po raz kolejny konieczne jest nasze podniesienie głosu w sprawie nacisków, jakie niektóre organizacje międzynarodowe wywierają w pewnych krajach, aby promowały politykę sterylizacji. Nękają one bardziej zdecydowanie rdzennych mieszkańców. Wiemy, że jest w nich nadal promowana sterylizacja kobiet, czasami bez uprzedzenia.

Kultura naszych ludów jest znakiem życia. Amazonia, oprócz tego, że jest zasobem bioróżnorodności, jest także zasobem kulturowym, który musi zostać zachowany w obliczu nowych kolonializmów. Rodzina – jak powiedziała jedna z was – jest i zawsze była instytucją społeczną, która najbardziej przyczyniła się do utrzymania naszych kultur przy życiu. W minionych chwilach kryzysu, w obliczu różnych imperializmów, rodzina ludów pierwotnych była najlepszą obroną życia. Wymagana jest od nas szczególna ostrożność, aby nie dać się zniewolić kolonializmom ideologicznym, udającym postęp, które stopniowo wchodzą i niszczą tożsamości kulturowe oraz ustanawiają mentalność jednolitą, dominującą… a słabą. Posłuchajcie starszych, proszę. Mają mądrość, która wprowadza ich w kontakt z transcendencją i sprawia, że odkrywają podstawowe zasady życia. Nie zapominajmy, że „Zanik pewnej kultury może być równie albo jeszcze bardziej poważny jak wyginięcie gatunku zwierząt lub roślin”[3]. A jedynym sposobem, by sprawić, żeby kultury się nie zatraciły, jest to, aby trwały w dynamizmie, w ciągłym ruchu. Jakże ważne są słowa Yésicy i Héctora: „Chcemy, aby nasze dzieci się uczyły, ale nie chcemy, aby szkoła wyeliminowała nasze tradycje, nasze języki, nie chcemy zapominać o mądrości naszych przodków!”.

Edukacja pomaga nam budować mosty i tworzyć kulturę spotkania. Szkoła i edukacja ludów pierwotnych musi być priorytetem i obowiązkiem państwa, integrującym i inkulturowanym, który przyjmuje, szanuje i włącza mądrość ich przodków jako dobro całego narodu, jak wskazała nam María Luzmila.

Proszę moich braci biskupów aby, tak jak to się czyni nawet w najbardziej odizolowanych miejscach puszczy, nadal krzewili przestrzenie edukacji międzykulturowej i dwujęzycznej w szkołach oraz w instytutach pedagogicznych i uniwersyteckich[4]. Gratuluję inicjatyw podjętych przez peruwiański Kościół Amazonii w celu promocji ludów pierwotnych: szkół, domów studenckich, ośrodków badań naukowych i promocji, takich jak Centrum Kultury José Pío Aza, CAAAP i CETA, nowych i ważnych międzykulturowych przestrzeni uniwersyteckich, takich jak NOPOKI, wyraźnie ukierunkowanych na kształcenie młodych ludzi z różnych grup etnicznych naszej Amazonii.

Gratuluję również, wraz z wami wszystkimi, tym ludziom młodym z ludów pierwotnych, którzy usiłują wypracować, z ich punktu widzenia, nową antropologię i pracują nad ponownym odczytaniem historii swoich ludów z ich perspektywy. Gratuluję również tym, którzy za pomocą malarstwa, literatury, muzyki, rzemiosła, ukazują światu swoją wizję wszechświata i swoje bogactwo kulturowe. Wielu o was napisało i powiedziało. Dobrze, że teraz wy sami określacie siebie i ukazujecie nam swoją tożsamość. Potrzebujemy tego, żeby was wysłuchać.

Drodzy bracia z Amazonii, jakże wielu misjonarzy i misjonarek zaangażowało się w wasze ludy i broniło waszych kultur! Czynili to zainspirowani Ewangelią. Także Chrystus przyjął ciało w pewnej kulturze, w kulturze żydowskiej, i na jej podstawie dał się nam jako nowość dla wszystkich ludów, aby każdy, na fundamencie swojej własnej tożsamości, poczuł się w Nim samozrealizowany. Nie ulegajcie pojawiającym się próbom wykorzenienia wiary katolickiej waszych ludów[5]. Każda kultura i każda wizja wszechświata, która przyjmuje Ewangelię, ubogaca Kościół wizją nowego aspektu oblicza Chrystusa. Kościół nie jest obcy waszym problemom i waszemu życiu, nie chce być obcy waszemu sposobowi życia i organizowania się. Potrzebujemy, aby ludy pierwotne kształtowały kulturowo lokalne Kościoły amazońskie. Odnośnie do tego, sprawiło mi wielką radość wysłuchanie jednego z fragmentów Laudato si’ odczytanych przez stałego diakona z waszej kultury. Pomóżcie waszym biskupom, pomóżcie waszym misjonarzom i misjonarkom, aby łączyli się z wami i w ten sposób, prowadząc dialog ze wszystkimi, mogli kształtować Kościół o obliczu amazońskim oraz Kościół o obliczu rodzimym. W tym duchu zwołałem Synod dla Amazonii w roku 2019, którego pierwsze zebranie, jako posiedzenie Rady przed-synodalnej, odbędzie się tutaj, dziś po południu.

Ufam w zdolność ludów do odporności i w waszą zdolność reagowania w obliczu chwil trudnych, jakie musicie przeżywać. Ukazaliście to w różnych próbach dziejowych poprzez wasz wkład, z waszą zróżnicowaną wizją ludzkich relacji ze środowiskiem oraz doświadczeniem wiary.

Modlę się za was, za waszą ziemię pobłogosławioną przez Boga, i proszę was bardzo, abyście nie zapomniali modlić się za mnie.

Dziękuję!

Tinkunakama (Keczua: do kolejnego spotkania).

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[1] Enc. Laudato si’, 146.
[2] Adhort. ap. Evangelii gaudium, 211.
[3] Enc. Laudato si’, 145.
[4] Por. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 530.
[5] Por. tamże, 531.

[00062-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]

[B0044-XX.02]