Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Viaggio Apostolico del Santo Padre Francesco in Cile e Perù (15 – 22 gennaio 2018) – Incontro con i giovani nel Santuario di Maipú a Santiago, 17.01.2018


Incontro con i giovani nel Santuario di Maipú a Santiago

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua polacca

Questo pomeriggio, alle ore 17.20 locali (21.20 ora di Roma), il Santo Padre Francesco ha incontrato i giovani nel Santuario di Maipú a Santiago.

Dopo l’indirizzo di saluto di un giovane, è stato presentato a Papa Francesco il Simbolo dei giovani per il Sinodo. Quindi i giovani hanno portato la Croce del Cile e hanno offerto al Papa un nastro, segno del sangue versato di Cristo. Il Santo Padre ha collocato il nastro sulla Croce e ha pronunciato un discorso.

Al termine, dopo la benedizione finale, Papa Francesco ha deposto un Rosario alla statua della Virgen del Carmen. Quindi si è trasferito in auto alla Pontificia Università Cattolica del Cile a Santiago.

Pubblichiamo di seguito il discorso che il Santo Padre ha rivolto ai giovani:

Discorso del Santo Padre

Yo también, Ariel, estoy gozoso de estar con ustedes. Gracias por tus palabras de bienvenida en nombre de todos los presentes. Ciertamente estoy agradecido de compartir este tiempo con ustedes que, según leí ahí, “se bajaron del sofá y se pusieron los zapatos”. ¡Gracias! Considero para mí importante encontrarnos y caminar juntos un rato, ¡que nos ayudemos a mirar para adelante! Y creo que también para ustedes es importante. Gracias.

Y me alegra que este encuentro se realice aquí en Maipú. En esta tierra donde, con un abrazo de fraternidad, se fundó la historia de Chile; en este Santuario que se levanta en el cruce de los caminos del Norte y del Sur, que une la nieve y el océano, y hace que el cielo y la tierra tengan un hogar. Hogar para Chile, hogar para ustedes queridos jóvenes, donde la Virgen del Carmen los espera y los recibe con el corazón abierto. Y así como acompañó el nacimiento de esta Nación y acompañó a tantos chilenos a lo largo de estos doscientos años, quiere seguir acompañando los sueños que Dios pone en vuestro corazón: sueños de libertad, sueños de alegría, sueños de un futuro mejor. Esas ganas, como decías vos, Ariel, de «ser protagonistas del cambio». Ser protagonistas. La Virgen del Carmen los acompaña para que sean los protagonistas del Chile que sus corazones sueñan. Y yo sé que el corazón de los jóvenes chilenos sueña, y sueña a lo grande, no solo cuando están un poco curaditos, no, siempre sueñan a lo grande, porque de estas tierras han nacido experiencias que se fueron expandiendo y multiplicando a lo largo de diversos países de nuestro continente. ¿Y quiénes las impulsaron? Jóvenes como ustedes que se animaron a vivir la aventura de la fe. Porque la fe provoca en los jóvenes sentimientos de aventura que invita a transitar por paisajes increíbles, paisajes nada fáciles, nada tranquilos… pero a ustedes les gustan las aventuras y los desafíos, excepto a los que no se llegaron a bajar del sofá. ¡Bájenlos rápido!, así podemos seguir, ustedes que son especialistas, y les ponen los zapatos. Es más, se aburren cuando no tienen desafíos que los estimulen. Esto se ve, por ejemplo, cada vez que sucede una catástrofe natural: tienen una capacidad enorme para movilizarse, que habla de la generosidad de los corazones. Gracias.

Y quise empezar por esta referencia a la Patria porque el camino hacia adelante, los sueños que tienen que ser concretados, el mirar siempre hacia el horizonte, se tienen que hacer con los pies en la tierra, y se empieza con los pies en la tierra de la Patria; y si ustedes no aman a su Patria, yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios. El amor a la Patria es un amor a la madre, la llamamos Madre Patria porque aquí nacimos, pero ella misma como toda madre nos enseña a caminar y se nos entrega para que la hagamos sobrevivir a otras generaciones. Por eso quise empezar con esta referencia de la Madre, de la Madre Patria. Si no son patriotas –no patrioteros–, patriotas, no van a hacer nada en la vida. Quieran a su tierra, chicas y chicos, quieran a su Chile, den lo mejor de ustedes por su Chile.

En mi trabajo como obispo pude descubrir que hay muchas, pero muchas, buenas ideas en los corazones y en las mentes de los jóvenes. Y eso es verdad, ustedes son inquietos, buscadores, idealistas. ¿Saben quién tiene problemas? El problema lo tenemos los grandes, que cuando escuchamos estos ideales, estas inquietudes de los jóvenes, con cara de sabiondos decimos: “Piensa así porque es joven, ya va a madurar”, o peor,“ya se va a corromper”. Y eso es verdad: detrás del “ya va a madurar”, contra las ilusiones y los sueños se esconde el tácito “ya se va a corromper”. ¡Cuidado con eso! Madurar es crecer y hacer crecer los sueños y hacer crecer las ilusiones; no bajar la guardia y dejarse comprar por dos “chirolas”, eso no es madurar. Así que cuando los grandes pensamos eso, no hagan caso.

Pareciera que en esta “ya va a madurar” de nosotros los grandes, donde parece que les tiráramos una frazada mojada encima para hacerlos callar, se escondiera que madurar es aceptar la injusticia, es creer que nada podemos hacer, que todo siempre fue así: “¿Para qué vamos a cambiar, si siempre fue así, si siempre se hizo así?”. Eso es corrupción. Madurar, la verdadera madurez es llevar adelante los sueños, las ilusiones de ustedes, juntos, confrontándose mutuamente, discutiendo entre ustedes, pero siempre mirando para adelante, no bajando la guardia, no vendiendo esas ilusiones y esas cosas. ¿Está claro? [Responden: ¡Sí!]

Teniendo en cuenta toda esta realidad de los jóvenes es porque se va a realizar lo que… [Se interrumpe porque uno de los presentes se siente mal] Esperemos un minutito que saquen a esta hermana nuestra que se descompuso y la acompañamos con una pequeña oración para que se reponga enseguida. Es por esta realidad de ustedes, los jóvenes, que les quería hacer el anuncio de que he convocado el Sínodo de la fe, del discernimiento en ustedes. Y además el encuentro de jóvenes, porque el Sínodo lo hacemos los obispos: pensamos sobre los jóvenes pero, ya saben, le tengo miedo a los filtros porque a veces las opiniones de los jóvenes para viajar a Roma tienen que hacer varias conexiones y esas propuestas pueden llegar muy filtradas, no por las compañías aéreas sino por los que las transcriben; por eso, antes quiero escuchar a los jóvenes y por eso se hace ese Encuentro de jóvenes, encuentro donde ustedes van a ser los protagonistas, jóvenes de todo el mundo, jóvenes católicos y jóvenes no católicos, jóvenes cristianos y de otras religiones, y jóvenes que no saben si creen o no creen, todos, para escucharlos, para escucharnos directamente, porque es importante que ustedes hablen, que no se dejen callar. A nosotros nos toca el ayudarlos a que sean coherentes con lo que dicen, eso es el trabajo con que los vamos a ayudar. Pero si ustedes no hablan, ¿cómo los vamos a ayudar? Y que hablen con valentía, y que digan lo que sienten. Entonces lo van a poder hacer en esa semana de encuentro previa al Domingo de Ramos, que vendrán delegaciones de jóvenes de todo el mundo, que nos ayudemos a que la Iglesia tenga un rostro joven. Una vez uno, hace poco, me decía: “Yo no sé si hablar de la Santa Madre Iglesia –hablaba de un lugar especial– o de la Santa Abuela Iglesia”. No, no, la Iglesia tiene que tener rostro joven, y eso ustedes tienen que dárnoslo. Pero, claro, un rostro joven real, lleno de vida, no precisamente joven por maquillarse con cremas rejuvenecedoras. No, eso no sirve, sino joven porque desde su corazón se deja interpelar, y eso es lo que nosotros, la Santa Madre Iglesia, hoy necesita de ustedes: que nos interpelen. Después prepárense para la respuesta, pero necesitamos que nos interpelen: la Iglesia necesita que ustedes saquen el carnet de mayores de edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje de decirnos: “Esto me gusta, este camino me parece que es el que hay que hacer, esto no va, esto no es un puente, es una muralla, etcétera”. Que nos digan lo que sienten, lo que piensan y eso lo elaboren entre ustedes en los grupos de ese encuentro, y después eso irá al Sínodo, donde ciertamente habrá una representación de ustedes, pero el Sínodo lo harán los obispos con la representación de ustedes que recogerá a todos. Así que prepárense para ese encuentro y, para los que vayan a ese encuentro, darles sus ideas, sus inquietudes, lo que vayan sintiendo en el corazón. ¡Cuánto necesita de ustedes la Iglesia, y la Iglesia chilena, que nos «muevan el piso», nos ayuden a estar más cerca de Jesús! Eso es lo que les pedimos, que nos muevan el piso si estamos instalados y nos ayuden a estar más cerca de Jesús. Las preguntas de ustedes, el querer saber de ustedes, querer ser generosos, son exigencias para que estemos más cerca de Jesús. Y todos estamos invitados una y otra vez a estar cerca de Jesús. Si una actividad, si un plan pastoral, si este encuentro, no nos ayuda a estar más cerca de Jesús, perdimos el tiempo, perdimos una tarde, horas de preparación: que nos ayuden a estar más cerca de Jesús. Y eso se lo pedimos a quien nos puede llevar de la mano: miramos a la Madre; cada uno en su corazón le diga con las palabras, a ella que es la primera discípula, que nos ayude a estar más cerca de Jesús, desde el corazón, cada uno.

Y déjenme contarles una anécdota. Charlando un día con un joven le pregunté qué es lo que lo ponía de mal humor. “¿A vos qué te pone de mal humor?” –porque el contexto se daba para hacer esa pregunta. Y él me dijo: «Cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet». Le pregunté: «¿Por qué?». Me responde: «Padre, es simple, me pierdo todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar». Esa respuesta me enseñó, me hizo pensar que con la fe nos puede pasar lo mismo. Todos estamos entusiastas, la fe se renueva –que un retiro, que una predicación, que un encuentro, que la visita del Papa–, la fe crece pero después de un tiempo de camino o del «embale» inicial, hay momentos en los que sin darnos cuenta comienza a bajar «nuestro ancho de banda», despacito, y aquel entusiasmo, aquel querer estar conectados con Jesús se empieza a perder, y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esta «conexión», que es la que le da vida a nuestros sueños, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse también sin batería y, como dice esa canción: «El ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aíslan de todo. El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas».[1] ¿Les pasó esto alguna vez? No, no, cada cual se contesta adentro, no quiero hacer pasar vergüenza a los que no les pasó. A mí me pasó.

Sin conexión, sin la conexión con Jesús, sin esta conexión terminamos ahogando nuestras ideas, ahogando nuestros sueños, ahogando nuestra fe y, claro, nos llenamos de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser— podemos llegar a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo: “¿Para qué te vas a gastar? Mirá –el joven pesimista–: Pasála bien, dejá, todas estas cosas sabemos cómo terminan, el mundo no cambia, tomálo con soda y andá para adelante”. Y quedamos desconectados de la realidad y de lo que está pasando en «el mundo». Y quedamos, sentimos que quedamos, «fuera del mundo», en “mi mundito” donde estoy tranquilo, en mi sofá, ahí. Me preocupa cuando, al perder «señal», muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos: “Pará, vos tenés algo que dar” – “No, mirá, esto es un desastre, yo trato de estudiar, tener un título, casarme, pero basta, no quiero líos, termina todo mal”. Eso es cuando se pierde la conexión. Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie: “Le haces falta a mucha gente y esto pensálo”. Cada uno de ustedes piénselo en su corazón: “Yo le hago falta a mucha gente” Ese pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, «es el consejo del diablo» –“no le hago falta a nadie”–, que quiere hacerte sentir que no vales nada… pero para dejar las cosas como están, por eso te hace sentir que no vales nada, para que nada cambie, porque el único que puede hacer un cambio en la sociedad es el joven, uno de ustedes. Nosotros ya estamos del otro lado. [Otro joven de los presentes se desmaya] Y gracias, entre paréntesis, porque estos desmayos son un signo de lo que están sintiendo muchos de ustedes. ¿Desde qué hora están acá, me lo dicen? [Los jóvenes responden] ¡Gracias! Todos, decía, somos importantes y todos tenemos algo que aportar. Con un “cachitito” de silencio se pregunta cada uno –en serio, mírense en su corazón–: “¿Qué tengo yo para aportar en la vida?”. Y cuántos de ustedes sienten las ganas de decir: “No sé”. ¿No sabés lo que tenés para aportar? Lo tenés adentro y no lo conocés. Apuráte a encontrarlo para aportar. El mundo te necesita, la patria te necesita, la sociedad te necesita, vos tenés algo que aportar, no pierdas la conexión.

Los jóvenes del Evangelio que escuchamos hoy querían esa «señal», buscaban esa señal que los ayudara a mantener vivo el fuego en sus corazones. Esos jóvenes, que estaban ahí con Juan Bautista, querían saber cómo cargar la batería del corazón. Andrés y el otro discípulo —que no dice el nombre, y podemos pensar que ese otro discípulo puede ser cada uno de nosotros— buscaban la contraseña para conectarse con Aquel que es «Camino, Verdad y Vida» (Jn 14,6). A ellos los guió Juan el Bautista. Y creo que ustedes tienen un gran santo que les puede hacer de guía, un santo que iba cantando con su vida: «Contento, Señor, contento». Hurtado tenía una regla de oro, una regla para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. Porque Jesús es ese fuego al cual quien se acerca queda encendido.

Y la contraseña de Hurtado para reconectar, para mantener la señal es muy simple. Seguro que ninguno de ustedes trajo un teléfono, ¿no? Me gustaría que la anotaran en el teléfono, a ver si se animan, yo se las dicto– Hurtado se pregunta –esta es la contraseña–: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Los que pueden, anótenlo: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». «¿Qué haría Cristo en mi lugar, en la escuela, en la universidad, en la calle, en la casa, entre amigos, en el trabajo; frente al que le hacen bullying: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Cuando salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?». Esa es la contraseña, esa es la batería para encender nuestro corazón y encender la fe y encender la chispa en los ojos, que no se les vaya. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y de alegría. Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar; en tantos que son «fomes» y esperan que alguien los invite y los desafíe con algo que valga la pena. Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?». ¿Cargaron la contraseña? [Los jóvenes responden: Sí]. Y la única manera de no olvidarse de la contraseña es usarla, si no va a pasar lo que… –claro, esto es de mi época, no de la de ustedes, pero por ahí saben algo–, lo que les pasó a los tres chiflados en aquel film que arman un asalto, un robo, una caja fuerte, todo pensado, todo, y cuando llegan se olvidaron de la contraseña, se olvidaron de la clave. Si no usan la contraseña se la van a olvidar. ¡Cárguenla en el corazón! ¿Cómo era la contraseña? [Responden: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?»] Esa es la contraseña. ¡Repítanla, pero úsenla, úsenla! ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Y hay que usarla todos los días. Llegará el momento que sela van a saber y llegará el día en que, sin darse cuenta, el corazón de cada uno de ustedes latirá como el corazón de Jesús.

No basta con escuchar alguna enseñanza religiosa o aprender una doctrina; lo que queremos es vivir como Jesús vivió: ¿qué haría Cristo en mi lugar? Traducir Jesús a mi vida. Por eso, los jóvenes del Evangelio le preguntan: «Señor, ¿dónde vives?».[2] Lo escuchamos recién: ¿cómo vives? ¿Yo le pregunto a Jesús? Queremos vivir como Jesús, Él sí que hace vibrar el corazón.

Hace vibrar el corazón y te pone en el camino del riesgo. Arriesgarse, correr riesgos. Queridos amigos, sean valientes, salgan «al tiro» al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad.

Y vayan con la única promesa que tenemos: en medio del desierto, del camino, de la aventura, siempre habrá «conexión», existirá un «cargador». No estaremos solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús y de su Madre y de una comunidad. Ciertamente una comunidad que no es perfecta, pero eso no significa que no tenga mucho para amar y para dar a los demás. ¿Cómo era la contraseña? [Responden: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?] Está bien, todavía la conservan.

Queridos amigos, queridos jóvenes: «Sean ustedes –se lo pido por favor–, sean ustedes los jóvenes samaritanos que nunca abandonan a nadie tirado en el camino. En el corazón, otra pregunta: “¿Alguna vez abandoné a alguien tirado en el camino? ¿Un pariente, un amigo, amiga…?”. Sean samaritanos, nunca abandonen al hombre tirado en el camino. Sean ustedes los jóvenes cirineos que ayudan a Cristo a llevar su cruz y se comprometen con el sufrimiento de sus hermanos. Sean como Zaqueo, que transformó su enanismo espiritual en grandeza y dejó que Jesús transformara su corazón materialista en un corazón solidario. Sean como la joven Magdalena, apasionada buscadora del amor, que sólo en Jesús encuentra las respuestas que necesita. Tengan el corazón de Pedro, para abandonar las redes junto al lago. Tengan el cariño de Juan, para reposar en Él todos sus afectos. Tengan la disponibilidad de nuestra Madre, la primera discípula, para cantar con gozo y hacer su voluntad».[3]

Queridos amigos, me gustaría quedarme más tiempo. Los que tienen teléfono agárrenlo en la mano, es un signo para no olvidarse de la contraseña. ¿Cuál era la contraseña? [Responden: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?] Así reconectan y no se quedan fuera de banda. Me gustaría quedarme más tiempo. Gracias por el encuentro, gracias por la alegría de ustedes. Gracias, muchas gracias y les pido por favor que no se olviden de rezar por mí.

______________________

[1] La Ley, Aquí.
[2] Jn 1,38.
[3] Card. Raúl Silva Henríquez, Mensaje a los jóvenes (7 octubre 1979).

[00058-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Anch’io, Ariel, sono felice di essere con voi. Grazie per le tue parole di benvenuto a nome di tutti i presenti. Sono davvero grato di poter condividere questo momento con voi che, come ho letto lì [su uno striscione], “siete scesi dal divano e vi siete messi le scarpe”. Grazie! Considero per me molto importante incontrarci, camminare un po’ insieme, che ci aiutiamo a guardare in avanti! E penso che anche per voi è importante. Grazie!

E sono felice che questo incontro si svolga qui a Maipú. In questa terra dove, con un abbraccio di fraternità, è stata fondata la storia del Cile; in questo Santuario che sorge all’incrocio delle strade tra il Nord e il Sud, che unisce la neve e l’oceano, e fa che il cielo e la terra abbiano una casa. Una casa per il Cile, una casa per voi, cari giovani, dove la Vergine del Carmelo vi aspetta e vi accoglie con il cuore aperto. E come accompagnò la nascita di questa nazione e accompagnò tanti cileni nel corso di questi duecento anni, così vuole continuare ad accompagnare quei sogni che Dio pone nel vostro cuore: sogni di libertà, sogni di gioia, sogni di un futuro migliore. Questi desideri, come dicevi tu Ariel, di «essere i protagonisti del cambiamento». Essere protagonisti. La Vergine del Carmelo vi accompagna perché siate i protagonisti del Cile che i vostri cuori sognano. E io so che il cuore dei giovani cileni sogna, e sogna in grande, non solo quando siete un po’ brilli, no, sempre sognate in grande, perché da queste terre sono nate esperienze che si sono allargate e moltiplicate attraverso diversi Paesi del nostro continente. E chi le ha promosse? Giovani come voi che hanno saputo vivere l’avventura della fede. Perché la fede provoca nei giovani sentimenti di avventura, che invita a viaggiare attraverso paesaggi incredibili, per niente facili, per niente tranquilli..., ma a voi piacciono le avventure e le sfide…, tranne a quelli che non sono ancora scesi dal divano: scendete alla svelta!, così possiamo continuare… Voi che siete specialisti, mettetegli le scarpe... Anzi, vi annoiate quando non avete delle sfide che vi stimolano. Questo si vede, ad esempio, ogni volta che succede una catastrofe naturale: avete una enorme capacità di mobilitarvi che parla della generosità dei vostri cuori. Grazie.

E ho voluto iniziare da questo riferimento alla patria, perché il cammino in avanti, i sogni che devono essere realizzati, il guardare sempre all’orizzonte si devono fare con i piedi per terra, e si inizia con i piedi sulla terra della patria. E se voi non amate la vostra patria, io non credo che possiate amare Gesù e che possiate amare Dio. L’amore per la patria è un amore per la madre: la chiamiamo “madre patria” perché qui siamo nati; ma essa stessa, come ogni madre, ci insegna a camminare e si dona a noi perché la facciamo vivere in altre generazioni. Per questo ho voluto iniziare con questo riferimento alla madre, alla madre patria. Se non siete patrioti – non nazionalisti, patrioti – non farete nulla nella vita. Amate la vostra terra, ragazzi e ragazze, amate il vostro Cile! Date il meglio di voi per il vostro Cile.

Nel mio lavoro come vescovo, ho potuto scoprire che ci sono molte, ma veramente molte buone idee nei cuori e nelle menti dei giovani. E’ vero, voi siete inquieti, cercatori, idealisti. Sapete chi ha problemi? Il problema l’abbiamo noi adulti, quando ascoltiamo questi ideali, queste inquietudini dei giovani, e con la faccia da sapientoni diciamo: “Pensa così perché è giovane; presto maturerà”, o peggio: “si corromperà”. E è così, dietro il “presto maturerà”, contro queste illusioni e sogni, si nasconde il tacito “presto si corromperà”. Attenti a questo! Maturare vuol dire crescere e far crescere i sogni e far crescere le aspirazioni, non abbassare la guardia e lasciarsi comprare per due soldi, questo non è maturare. Quindi, quando noi adulti pensiamo questo, non ascoltateci. Sembra che in questo “presto maturerà” detto da noi grandi, sembra che vi buttiamo addosso una coperta bagnata per farvi tacere, sembra nascondersi il fatto che maturare voglia dire accettare le ingiustizie, credere che non possiamo fare nulla, che tutto è sempre stato così: “Perché dobbiamo cambiare, se è sempre stato così, se si è sempre fatto così?” Questo è corruzione. Maturare, la vera maturità significa portare avanti i sogni, le vostre aspirazioni, insieme, confrontandosi reciprocamente, discutendo tra di voi, ma sempre guardando avanti, non abbassando la guardia, non vendendo queste aspirazioni. E’ chiaro? [gridano: “Sì!”]

Tenendo conto di tutta questa realtà dei giovani, ecco perché si sta realizzando… [si interrompe perché una ragazza si sente male]… Aspettiamo un minutino che prendano questa nostra sorella che si è sentita male e la accompagniamo con una piccola preghiera perché si rimetta subito… Per questa realtà di voi giovani, vorrei annunciarvi che ho convocato il Sinodo sulla fede e il discernimento in voi giovani, e inoltre l’Incontro dei giovani. Perché il Sinodo lo facciamo noi vescovi, riflettendo sui giovani, ma, sapete, io ho paura dei filtri, perché a volte le opinioni dei giovani per arrivare a Roma devono passare attraverso varie connessioni e queste proposte possono arrivare molto filtrate, non dalle compagnie aeree, ma da quelli che le trascrivono. Per questo voglio ascoltare i giovani, e per questo si fa questo Incontri dei giovani, incontro in cui voi sarete protagonisti: giovani di tutto il mondo, giovani cattolici e giovani non cattolici; giovani cristiani e di alte religioni; e giovani che non sanno se credono o non credono: tutti. Per ascoltarli, per ascoltarci, direttamente, perché è importante che voi parliate, che non vi lasciate mettere a tacere. A noi spetta aiutarvi perché siate coerenti con quello che dite, questo è il lavoro con cui vi possiamo aiutare; ma se voi non parlate, come potremo aiutarvi? E parlate con coraggio, e dite quello che pensate. Questo dunque lo potrete fare nella settimana di incontro prima della Domenica delle Palme, in cui verranno [a Roma] delegazioni di giovani da tutto il mondo, per aiutarci a far sì che la Chiesa abbia un volto giovane.

Una volta, recentemente, una persona mi ha detto: “Io non so se parlare della Santa Madre Chiesa – parlava di un luogo specifico – o della Santa Nonna Chiesa!”. No, no, la Chiesa deve avere un volto giovane, e in questo voi ci dovete aiutare. Però, naturalmente, un volto giovane reale, pieno di vita, non giovane perché truccato con creme che ringiovaniscono, no, questo non serve, ma giovane perché dal profondo del cuore si lascia interpellare. Ed è questo di cui noi, la Santa Madre Chiesa, oggi ha bisogno da parte vostra: che ci interpelliate. E poi, preparatevi per la risposta; ma noi abbiamo bisogno che ci interpelliate, la Chiesa ha bisogno che voi diventiate maggiorenni, spiritualmente maggiorenni, e abbiate il coraggio di dirci: “Questo mi piace; questa strada mi sembra sia quella da fare; questo non va bene, questo non è un ponte ma è un muro”, e così via. Diteci quello che sentite, quello che pensate, e questo elaboratelo tra di voi nei gruppi di questo incontro, e poi questo andrà al Sinodo, dove certamente ci sarà una vostra rappresentanza, ma il Sinodo lo faranno i vescovi con la vostra rappresentanza, che raccoglierà tutti. E quindi preparatevi a questo incontro, e a quelli che andranno a questo incontro date le vostre idee, le vostre aspettative, quello che sentite nel cuore. Quanto ha bisogno di voi la Chiesa, e la Chiesa cilena, per “scuoterci” e aiutarci ad essere più vicini a Gesù! Questo è ciò che vi chiediamo: di scuoterci se siamo statici, di aiutarci a essere più vicini a Gesù. Le vostre domande, il vostro voler sapere, voler essere generosi esigono da noi che siamo più vicini a Gesù. Tutti siamo chiamati, sempre di nuovo, ad essere vicini a Gesù. Se un’attività, un piano pastorale, se questo incontro non ci aiuta a essere più vicini a Gesù, abbiamo perso tempo, abbiamo perso un pomeriggio, ore di preparazione. Aiutateci a essere più vicini a Gesù. E questo lo chiediamo a chi ci può condurre per mano. Guardiamo alla Madre [rivolto alla statua della Vergine]: ognuno nel proprio cuore le dica con le sue parole, a lei che è la prima discepola, che ci aiuti a essere più vicini a Gesù. Dal cuore, ognuno personalmente.

E permettetemi di raccontarvi un aneddoto. Parlando un giorno con un giovane gli ho chiesto che cosa potesse metterlo di cattivo umore: “Che cosa ti mette di cattivo umore?” - perché il contesto era tale per poter fare questa domanda. E lui mi ha detto: “!Quando al cellulare si scarica la batteria o quando perdo il segnale internet”. Gli ho chiesto: “Perché?”. Mi ha risposto: “Padre, è semplice, mi perdo tutto quello che succede, resto fuori dal mondo, come appeso. In quei momenti, vado di corsa a cercare un caricabatterie o una rete wi-fi e la password per riconnettermi”. Quella risposta mi ha insegnato, mi ha fatto pensare che con la fede può succederci la stessa cosa. Siamo tutti entusiasti, la fede si rinnova – un ritiro, una predica, un incontro, la visita del Papa – la fede cresce, ma dopo un primo tempo di cammino e di slancio iniziale, ci sono momenti in cui, senza accorgerci, comincia a calare la nostra “larghezza di banda”, a poco a poco, e quell’entusiasmo, quel voler rimanere connessi con Gesù si incomincia a perdere, e iniziamo a restare senza connessione, senza batteria, e allora ci prende il cattivo umore, diventiamo sfiduciati, tristi, senza forza, e incominciamo a vedere tutto negativo. Quando rimaniamo senza questa “connessione” che è quella che dà vita ai nostri sogni, il cuore inizia a perdere forza, a restare anch’esso senza carica e, come dice quella canzone, «il rumore intorno e la solitudine della città ci isolano da tutto. Il mondo che si capovolge cerca di immergermi in esso annegando le mie idee»[1]. Vi è successo qualche volta? Ognuno risponda dentro di sé…, non voglio far vergognare quelli a cui non è successo… A me è successo.

Senza connessione, senza la connessione con Gesù, senza questa connessione finiamo per annegare le nostre idee, annegare i nostri sogni, annegare la nostra fede e dunque ci riempiamo di malumore. Da protagonisti – quali siamo e vogliamo essere – possiamo arrivare a pensare che è lo stesso fare qualcosa o non farlo. “Ma perché perdi tempo? – dice il giovane pessimista – divertiti, lascia perdere, tutte queste cose sappiamo come vanno a finire, il mondo non cambia, prendilo come viene a vai avanti…”. E rimaniamo disconnessi da ciò che sta accadendo nel “mondo”. E restiamo, sentiamo che restiamo “fuori dal mondo”, nel mio piccolo mondo dove sto tranquillo, lì, sul mio divano… Mi preoccupa quando, perdendo il “segnale”, molti pensano di non avere niente da dare e rimangono come persi. “Su, tu hai qualcosa da dare!” – “No, no, questo è un disastro… Io cerco di studiare, prendere un diploma, sposarmi, e poi basta, non voglio problemi, tanto tutto finisce male…”. Questo è quando si perde la connessione. Non pensare mai che non hai niente da dare o che non hai bisogno di nessuno. Molta gente ha bisogno di te, pensaci. Ognuno di voi lo pensi nel suo cuore: molta gente ha bisogno di me. Quel pensiero, come amava dire Hurtado, «è il consiglio del diavolo» - “nessuno ha bisogno di me” -, che vuole farti credere che non vali nulla... ma per lasciare le cose come stanno. Per questo ti fa credere che non vali niente: perché nulla cambi. Perché l’unico che può fare un cambiamento nella società è il giovane, uno di voi. Noi, siamo già “dall’altra parte”… [Un altro giovane sviene] Grazie, tra parentesi, perché questi svenimenti sono segno di quello che provano molti di voi… Da quanto tempo siete qui? Me lo dite? [alcuni rispondono] Grazie! Tutti, dicevo, siamo importanti e tutti abbiamo qualcosa da dare… con un momentino di silenzio ognuno di voi si può chiedere, seriamente, nel proprio cuore: “Che cosa ho io da dare nella vita?”. E quanti di voi hanno voglia di dire: “Non lo so”. Non sai che cosa hai da dare? Lo hai dentro e non lo conosci. Cerca di trovarlo in fretta per darlo. Il mondo ha bisogno di te, la patria ha bisogno di te, la società ha bisogno di te. Tu hai qualcosa da dare. Non perdere la connessione.

I giovani del Vangelo che abbiamo ascoltato oggi volevano quel “segnale, cercavano quel segnale che li aiutasse a mantenere vivo il fuoco nei loro cuori. Quei giovani, che stavano con Giovanni il Battista, volevano sapere come caricare la batteria del cuore. Andrea e l’altro discepolo – che non dice il nome, e possiamo pensare che quell’altro discepolo può essere ognuno di noi – cercavano la password per connettersi con Colui che è «Via, Verità e Vita» (Gv 14,6). Erano guidati da Giovanni il Battista. E penso che voi abbiate un grande santo che può guidarvi, un santo che cantava con la sua vita: «Contento, Signore, contento!». Hurtado aveva una regola d’oro, una regola per accendere il suo cuore con quel fuoco capace di mantenere viva la gioia. Perché Gesù è quel fuoco che infiamma chi gli si avvicina.

E la password di Hurtado per riconnettersi, per mantenere il segnale era molto semplice… Di sicuro nessuno di voi ha portato il telefono… vediamo… Mi piacerebbe che la appuntaste sui vostri cellulari. Se volete, io ve la detto. Hurtado si domanda – e questa è la password –: “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”. Chi può se la segni. “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”. Cosa farebbe Cristo al mio posto a scuola, all’università, per strada, a casa, cogli amici, al lavoro; davanti a quelli che fanno i bulli: “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”. Quando andate a ballare, quando fate sport o andate allo stadio: “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”. Questa è la password.. Questa è la carica per accendere il nostro cuore, accendere la fede e la scintilla nei nostri occhi. Che non vada via. Questo è essere protagonisti della storia. Occhi scintillanti perché abbiamo scoperto che Gesù è fonte di vita e di gioia. Protagonisti della storia, perché vogliamo contagiare quella scintilla in tanti cuori spenti, opachi, che hanno dimenticato cosa significa sperare; in tanti che sono apatici e aspettano che qualcuno li inviti e li provochi con qualcosa che valga la pena. Essere protagonisti è fare ciò che ha fatto Gesù. Lì dove sei, con chiunque ti trovi e a qualsiasi ora: “Cosa farebbe Gesù al mio posto?”. Avete memorizzato la password? [rispondono: “Sì!”] E l’unico modo per non dimenticare la password è usarla, altrimenti ci succede – chiaramente è più per quelli della mia età, non della vostra, però così lo sapete – quello capitò a quei tre pazzi di quel film che fanno un colpo, una rapina a una cassaforte, tutto studiato, e quando arrivano… si sono dimenticati la combinazione, si sono dimenticati la chiave. Se non usate la password la dimenticherete. Memorizzatela nel cuore! Com’era la password? [rispondono: “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”]… Non si sente bene in spagnolo… Com’era? [la ripetono] Questa è la password. Ripetetela, ma usatela, usatela! Cosa farebbe Cristo al mio posto? E bisogna usarla tutti i giorni. Verrà il momento in cui la saprete a memoria; e verrà il giorno in cui, senza che ve ne rendiate conto, arriverà il giorno in cui, senza rendervene conto, il cuore di ognuno di voi batterà come il cuore di Gesù.

Non basta ascoltare un insegnamento religioso o imparare una dottrina; quello che vogliamo è vivere come Gesù ha vissuto. Cosa farebbe Cristo al mio posto? Tradurre Gesù nella mia vita. Per questo i giovani del Vangelo gli chiedono: «Signore, dove abiti?»[2] - lo abbiamo ascoltato poco fa -, come vivi? Io lo chiedo a Gesù? Vogliamo vivere come Gesù, questo sì che fa vibrare il cuore.

Fa vibrare il cuore e ti mette sulla strada del rischio. Correre il rischio, rischiare. Cari amici, siate coraggiosi, andate spediti incontro ai vostri amici, a quelli che non conoscete o che si trovano in un momento difficile.

E andate con l’unica promessa che abbiamo: in mezzo al deserto, alla strada, all’avventura, ci sarà sempre la “connessione”, esisterà un “caricabatterie”. Non saremo soli. Sempre godremo della compagnia di Gesù e di sua Madre e di una comunità. Certamente una comunità che non è perfetta, ma ciò non significa che non abbia molto da amare e da offrire agli altri. Com’era la password? [rispondono: “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”] Bene, la ricordate ancora.

Cari amici, cari giovani, «siate voi – ve lo chiedo per favore – siate voi i giovani samaritani che non lasciano mai nessuno a terra lungo la strada. Nel cuore, un’altra domanda: qualche volta ho lasciato qualcuno a terra per la strada? Un parente, un amico, un’amica…? Siate samaritani, non abbandonate mai l’uomo a terra lungo la strada. Siate i giovani cirenei che aiutano Cristo a portare la sua croce e condividono la sofferenza dei fratelli. Siate come Zaccheo che trasformò il suo nanismo spirituale in grandezza e lasciò che Gesù trasformasse il suo cuore materialista in un cuore solidale. Siate come la giovane Maddalena, appassionata cercatrice dell’amore, che solo in Gesù trova le risposte di cui ha bisogno. Abbiate il cuore di Pietro, per lasciare le reti in riva al lago. Abbiate l’affetto di Giovanni, per riporre in Gesù tutti i vostri affetti. Abbiate la disponibilità di nostra Madre, la prima discepola, per cantare con gioia e fare la sua volontà»[3].

Cari amici, mi piacerebbe rimanere più a lungo. Quelli che hanno il telefono, lo prendano in mano: è un segno, per non dimenticarsi della password. Qual era la password? [rispondono: “Cosa farebbe Cristo al mio posto?”]. E così vi riconnettete e non rimanete senza campo. Mi piacerebbe rimanere di più. Grazie per questo incontro e per la vostra gioia. Grazie! E vi chiedo per favore di non dimenticarvi di pregare per me.

___________________

[1]La Ley, Aquí.
[2] Gv 1,38.
[3] Card. Raúl Silva Henríquez, Mensaje a los jóvenes (7 ottobre 1979).

[00058-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua francese

Ariel, moi aussi, je suis heureux d’être avec vous. Merci pour tes paroles de bienvenue au nom de tous ceux qui sont présents. Je suis vraiment reconnaissant de partager ce temps avec vous qui, comme je l’ai lu ici, “ont quitté le divan et ont mis leurs chaussures”. Merci! C’est pour moi important de nous rencontrer et de marcher ensemble un moment, de nous aider à regarder en avant! Je crois que, pour vous aussi, c’est important. Merci.

Je suis heureux que cette rencontre se déroule ici, à Maipú. Sur cette terre où, dans une étreinte de fraternité, l’histoire du Chili a été fondée; en ce sanctuaire qui se dresse à la croisée des chemins du Nord et du Sud, qui unit la neige et l’océan, et qui fait que le ciel et la terre ont un foyer. Un foyer pour le Chili, un foyer pour vous, chers jeunes, où Notre-Dame du Carmel vous attend et vous reçoit le cœur ouvert. Et tout comme elle a accompagné la naissance de cette nation et comme elle a accompagné tant de Chiliens durant ces deux cents ans, elle veut continuer à accompagner les rêves que Dieu met dans vos cœurs: rêves de liberté, rêves de joie, rêves d’un avenir meilleur. Ce désir, comme tu le disais Ariel, d’‘‘être protagonistes du changement’’. Etre des protagonistes. Notre-Dame du Carmel vous accompagne pour que vous soyez les protagonistes du Chili dont rêvent vos cœurs. Et je sais que le cœur des jeunes Chiliens rêve, et rêve grand, pas seulement quand ils sont un peu gris, non, toujours ils rêvent grand, parce que de ces terres sont nées des expériences qui progressivement se sont étendues et multipliées dans différents pays de notre continent. Et qui les a impulsées? Des jeunes comme vous qui ont voulu vivre l’aventure de la foi. Parce que la foi provoque chez les jeunes des sentiments d’aventure qui invite à passer par des paysages incroyables, des paysages pas du tout faciles, pas du tout tranquilles… mais vous aimez les aventures et les défis; sauf ceux qui n’ont pas réussi à quitter le divan. Quittez-le vite! Comme ça nous pouvons continuer; vous qui êtes des spécialistes, mettez-leur les chaussures. Mieux, vous vous ennuyez quand il n’y a pas de défis qui vous stimulent. Cela se voit, par exemple, chaque fois que se produit une catastrophe naturelle: vous avez une capacité énorme de vous mobiliser qui traduit la générosité de vos cœurs. Merci.

Et j’ai voulu commencer par cette référence à la patrie parce que le chemin qui est devant, les rêves que vous voulez concrétiser, le regard toujours vers l’horizon, doivent se faire avec les pieds sur la terre, en commençant par les pieds sur la terre de la patrie; et si vous n’aimez pas votre patrie, je ne crois pas que vous parviendrez à aimer Jésus ni que vous parviendrez à aimer Dieu. L’amour de la patrie est un amour pour la mère, nous l’appelons la Mère Patrie parce nous y sommes nés; mais, à la manière de toutes les mères, elle nous apprend à marcher, et elle se donne à nous pour que nous la fassions survivre dans les autres générations. C’est pourquoi j’ai voulu commencer par cette référence à la Mère, la Mère Patrie. Si vous n’êtes pas des patriotes – non pas des nationalistes – des patriotes, vous ne ferez rien dans la vie. Garçons et filles, aimez votre terre, aimez votre Chili, donnez le meilleur de vous-même pour votre Chili.

Dans mon travail d’évêque, j’ai pu découvrir qu’il y a beaucoup, mais beaucoup, de bonnes idées dans les cœurs et dans les esprits des jeunes. Et c’est vrai, vous êtes préoccupés, en quête, idéalistes. Vous savez quel est le problème? Le problème, c’est nous les grands qui, lorsque nous écoutons ces idéaux, ces préoccupations des jeunes, avec une tête de je-sais-tout, disons: ‘‘Il pense comme ça parce qu’il est jeune, il va mûrir, ou pire, il va se corrompre. Et c’est vrai, derrière le “il va mûrir” contre les aspirations et les rêves, se cache le tacite “il va se corrompre”. Attention à cela. Mûrir c’est grandir et faire grandir les rêves et faire grandir les aspirations, non pas baisser la garde et se laisser acheter pour deux sous. Cela n’est pas mûrir. Lorsque nous, les grands, pensons cela, n’en tenez pas compte. Il semblerait que dans cette parole “il va mûrir”, dite par nous les grands - où il semble que l’on vous mette dessus une couverture mouillée pour vous faire taire - se cache le fait que mûrir ce soit accepter l’injustice, croire que nous ne pouvons rien faire, que tout a toujours été comme ça. “Pourquoi devons-nous changer si ça a toujours été comme ça, si ça s’est toujours fait comme ça?” C’est cela la corruption. Mûrir, le vrai mûrissement, c’est faire avancer vos rêves, vos aspirations, ensemble, en vous confrontant mutuellement, en discutant entre vous, mais en regardant toujours devant, non pas en baissant la garde, non pas en vendant ces aspirations ni ces choses. C’est clair? (Ils répondent: oui!)

Prenant en compte toute cette réalité des jeunes… (il s’interrompt parce que une des personnes présentes se sent mal) Attendons une minute pour qu’ils prennent notre sœur qui s’est sentie mal, et nous l’accompagnons par une petite prière pour qu’elle se remette vite.... C’est pour cette réalité de vous, les jeunes, que je voudrais vous annoncer que j’ai convoqué le Synode de la foi et du discernement chez les jeunes. Et, en plus, la rencontre des jeunes; parce que le Synode nous le faisons, nous les évêques, en réfléchissant sur les jeunes. Mais, vous savez, j’ai peur des filtres parce que parfois les avis des jeunes, pour arriver à Rome, doivent passer par diverses connections, et ces propositions peuvent arriver très filtrées, non pas par les compagnies aériennes mais par ceux qui les transcrivent. Pour cette raison, je désire, avant, entendre les jeunes; et c’est pourquoi il y a cette rencontre des jeunes, rencontre où vous serez les protagonistes. Jeunes du monde entier, jeunes catholiques et jeunes non catholiques, jeunes chrétiens et d’autres religions, jeunes qui ne savent pas si ils croient ou ne croient pas, tous, pour les écouter, et pour qu’ils nous écoutent directement; car c’est important que vous parliez, que vous ne vous taisiez pas. C’est à nous de vous aider à être cohérents avec ce que vous dites, c’est le travail par lequel nous allons vous aider; mais si vous ne parlez pas, comment allons-nous vous aider? Et parlez avec courage, et dites ce que vous sentez. Donc, vous pourrez faire cela lors de cette semaine de rencontre avant le dimanche des Rameaux, où des délégations de jeunes viendront du monde entier, pour que nous nous aidions à faire que l’Église ait un visage jeune.

Récemment, quelqu’un me disait : je ne sais pas s’il faut parler de la “Sainte Mère l’Église” – elle parlait d’un lieu particulier – ou de la “Sainte Grand-mère l’Église”. Non non, l’Église doit avoir un visage jeune, et cela vous avez à nous le donner. Mais, c’est clair, un visage jeune est réel, plein de vie; non pas précisément jeune en se maquillant avec des crèmes de rajeunissement. Non, cela ne sert à rien, mais jeune parce que, du fond du cœur, elle se laisse interpeller. Et c’est cela ce que nous, la Sainte Mère Église, attendons de vousaujourd’hui: que vous nous interpelliez. Et ensuite, préparez-vous à la réponse; mais nous avons besoin que vous nous interpelliez, l’Église a besoin que vous passiez votre permis d’adulte, spirituellement adultes, et que vous ayez le courage de nous dire:“cela me plait, ce chemin me semble être celui à emprunter, cela ça ne va pas, ce n’est pas un pont c’est un mur, etc.”. Dites-nous ce que vous sentez, ce que vous pensez; élaborez-le entre vous, dans ces groupes de rencontre, et ensuite ça ira au Synode où vous serez certainement représentés. Mais le Synode, ce sont les Évêques qui le feront avec votre représentation qui vous rassemblera tous. Préparez-vous à cette rencontre et dites à ceux qui iront à cette rencontre vos idées, vos préoccupations, ce que vous avez dans le cœur. Comme l’Église a besoin de vous, et l’Église du Chili, qui nous ‘‘remuez’’, nous aidez à être plus proches de Jésus! C’est ce que nous vous demandons: que vous nous remuez si nous sommes installés, et que vous nous aidiez à être plus proches de Jésus. Vos questions, votre désir de savoir, désir d’être généreux sont des exigences pour que nous soyons plus proches de Jésus. Et nous sommes tous invités encore et encore à être proches de Jésus. Si une activité, si un plan pastoral, si cette rencontre ne nous aide pas à être plus proche de Jésus, nous perdons notre temps, nous perdons une soirée, des heures de préparation: aidez-nous à être plus proches de Jésus. Et cela nous le demandons à celle qui peut nous prendre par la main: regardons la Mère. Que chacun lui dise dans son cœur avec ses mots, à elle qui est la première disciple, de nous aider à être plus proche de Jésus. Chacun, dans son cœur.

Et laissez-moi vous raconter une anecdote. En m’entretenant un jour avec un jeune, je lui ai demandé ce qui le mettait de mauvaise humeur. Toi, qu’est-ce qui te met de mauvaise humeur? – parce que le contexte permettait de poser cette question. Lui m’a dit:‘‘Quand le téléphone portable n’a plus de batterie ou quand je perds la connexion d’internet’’. Je lui demande: ‘‘Pourquoi?’’. Il me répond: ‘‘Père, c’est simple, je rate tout ce qui est en train de se passer, je reste hors du monde, comme suspendu. A ces moments, je sors en courant chercher un chargeur ou un réseau wifi et le mot de passe pour me reconnecter’’. Cette réponse m’a enseigné, elle m’a fait penser qu’avec la foi il peut nous arriver la même chose. Nous sommes tous enthousiastes, la foi se renouvelle – par une retraite, par une prédication, par une rencontre, par la visite du Pape -, la foi grandit, mais après un temps de cheminement ou d’enthousiasme initial, il y a des moments où, sans nous en rendre compte, ‘‘notre bande passante’’ commence à baisser, peu à peu, et cet enthousiasme, ce désir de rester connecté avec Jésus commence à s’affaiblir, et nous commençons à être sans connexion, sans batterie, et alors la mauvaise humeur nous gagne, nous redevenons sceptiques, tristes, sans force, et nous commençons à voir tout en mal. En restant sans cette ‘‘connexion’’, qui est celle qui donne vie à nos rêves, le cœur commence à perdre force, à rester sans batterie, comme le dit cette chanson: «Le bruit alentour et la solitude de la ville nous isolent de tout. Le monde qui va à l’envers veut me submerger en étouffant mes idées» (La ley, Aquí.). Ça vous est arrivé quelques fois? Non, non, que chacun réponde intérieurement, je ne veux pas faire honte à ceux à qui cela n’est jamais arrivé. À moi c’est arrivé.

Sans connexion, sans la connexion avec Jésus, sans cette connexion nous finissons par noyer nos idées, noyer nos rêves, noyer notre foi, et nous sommes gagnés par la mauvaise humeur. De protagonistes – que nous sommes et voulons être – nous pouvons en arriver à penser que faire quelque chose ou ne pas le faire, c’est pareil. “Pourquoi tu perds ton temps? Écoute – le jeune pessimiste -, amuse-toi, laisse tomber, nous savons comment tout ça finit, le monde ne change pas prends – le comme il est et va…”.Et nous restons déconnectés de la réalité, de ce qui se passe ‘‘dans le monde’’. Et nous restons, nous sentons que nous restons ‘‘hors du monde’’, dans “mon petit monde” où je suis tranquille, là, sur mon divan. Je suis inquiet quand en perdant la ‘‘connexion’’ beaucoup pensent qu’ils n’ont rien à apporter et sont comme perdus: “Oui, vous avez quelque chose à donner” – “Non, écoute, c’est un désastre: j’essaye d’étudier, d’avoir un diplôme, de me marier, mais ça suffit, je ne veux plus d’ennuis, tout finit mal”. C’est ainsi quand on perd la connexion. Ne pense jamais que tu n’as rien à apporter, ou que tu ne manques à personne. “Beaucoup de gens ont besoin de toi ; penses-y”. Que chacun de vous y pense dans son cœur: “Beaucoup de gens ont besoin de moi». Cette pensée, comme aimait le dire Hurtado, ‘‘est le conseil du diable’’ – je ne manque à personne” - qui veut te faire sentir que tu ne vaux rien… mais pour laisser les choses comme elles sont. C’est pourquoi il te fait sentir que tu ne vaux rien, pour que rien ne change, car le seul qui peut accomplir un changement dans la société, c’est le jeune, l’un de vous. Nous, nous sommes déjà de l’autre côté. (Un autre jeune présent se sent mal) Et merci, entre parenthèses, parce que ces malaises sont un signe de ce que beaucoup de vous ressentent. Depuis combien de temps êtes-vous ici, dites-moi? (Les jeunes répondent) Merci! Je disais, nous sommes tous importants, et nous avons tous quelque chose à apporter. Dans un petit moment de silence, que chacun se demande – sérieusement en examinant son cœur – “qu’est-ce que j’ai à donner dans la vie?” Et combien de vous sentent l’envie de dire: Je ne sais pas. Tu ne sais pas ce que tu as à donner? Tu l’as à l’intérieur et tu ne le sais pas. Cherches pour le trouver pour le donner. Le monde a besoin de toi, la patrie a besoin de toi, la société a besoin de toi, vous avez quelque chose à donner, ne perdez pas la connexion.

Les jeunes de l’Évangile que nous avons entendu aujourd’hui voulaient cette connexion, ils cherchaient cette connexion qui les aiderait à garder vivant le feu dans leurs cœurs. Ces jeunes qui étaient là avec Jean-Baptiste, ils voulaient savoir comment charger la batterie du cœur. André et l’autre disciple – qui ne dit pas son nom, et nous pouvons penser que cet autre disciple, peut être chacun d’entre nous – cherchaient le mot de passe pour se connecter avec Celui qui est «le Chemin, la Vérité et la Vie» (Jn 14, 6). Jean-Baptiste les a guidés. Et je crois que vous avez un grand saint qui peut vous servir de guide, un saint qui allait en chantant avec sa vie: ‘‘Heureux, Seigneur, heureux’’. Hurtado avait une règle d’or, une règle pour enflammer son cœur avec ce feu capable de maintenir vivante la joie. Car Jésus est ce feu grâce auquel s’enflamme quiconque s’approche.

Et le mot de passe de Hurtado pour se connecter, pour garder le signal, est très simple – je suis sûr que personne d’entre vous n’a un téléphone, non? - J’aimerais que vous le notiez sur vos téléphones. Si vous le voulez, je vous le dicte. Hurtado se demande – c’est le mot de passe – Que ceux qui le peuvent le notent:‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’ ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’ À l’école, à l’Université, dans la rue, à la maison, entre amis, au travail, devant celui qui vous brime. ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’ Quand vous sortez danser, quand vous faites du sport ou allez au stade: ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’, voilà le mot de passe, voilà la batterie pour allumer notre cœur et allumer la foi et allumer l’étincelle dans les yeux. Qu’elle y demeure. C’est cela être protagoniste de l’histoire. Les yeux scintillants parce que nous découvrons que Jésus est source de vie et de joie. Protagonistes de l’histoire parce que nous voulons communiquer cette étincelle à de nombreux cœurs éteints, opaques qui oublient ce qu’est espérer; à beaucoup qui s’ennuient et attendent que quelqu’un les invite et leur présente un défi grâce à quelque chose qui en vaut la peine. Être protagoniste, c’est faire ce qu’a fait Jésus. Là où tu es, avec qui tu rencontres et au moment où tu te trouves: ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’. Vous avez enregistré le mot de passe? (Les jeunes répondent: oui). Et la seule manière de ne pas oublier le mot de passe, c’est de l’utiliser. Autrement, il va arriver… - mais c’est de mon temps, non du vôtre, mais comme ça vous saurez quelque chose -, ce qui est arrivé aux trois farfelus dans ce film où ils préparent un braquage, un casse, d’un coffre-fort; ils pensent à tout, à tout, et quand ils arrivent ils ont oublié le mot de passe, ils ont oublié la clé. Si vous n’utilisez pas le mot de passe, vous l’oublierez. Enregistrez-le dans votre cœur. C’était quoi le mot de passe? (R. ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’) Voilà le mot de passe. Répétez-le, mais utilisez-le, utilisez-le!- ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’ – Il faut l’utiliser tous les jours. Viendra le moment où vous le connaitrez, et viendra le jour où sans vous en rendre compte, et viendra le jour où sans vous en rendre compte, le cœur de chacun de vous battra avec le cœur de Jésus.

Il ne suffit pas d’entendre un enseignement religieux ou d’apprendre une doctrine; ce que nous voulons, c’est de vivre comme Jésus a vécu: Que ferait Jésus à ma place? Traduire Jésus dans ma vie. C’est pourquoi les jeunes de l’Évangile lui demandent: «Seigneur, où demeures-tu?» (Jn 1, 38) - nous venons de l’entendre -, comment vis-tu? Je le demande à Jésus? Nous voulons vivre comme Jésus, c’est ce qui nous fait vibrer le cœur.

Cela fait vibrer le cœur et te met sur le chemin du risque. Risquer, courir le risque. Chers amis, soyez courageux, sortezen toute hâte à la rencontre de vos amis, de ceux qui ne savent pas ou qui sont dans une passe difficile.

Et allez avec la seule promesse que nous avons: au milieu du désert, du chemin, de l’aventure, il y aura toujours une «connexion», il existera toujours un ‘‘chargeur’’. Nous ne serons pas seuls. Nous jouirons toujours de la compagnie de Jésus et de sa Mère et d’une communauté. Une communauté qui n’est certainement pas parfaite, mais cela ne veut pas dire qu’elle ne soit pas dotée d’une grande capacité pour aimer et n’ait pas beaucoup à offrir aux autres. Quel est le mot de passe? (R. ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’) C’est bien, mais ne l’oubliez pas.

Chers amis, chers jeunes, « soyez – je vous le demande s’il vous plait - soyez les jeunes samaritains qui n’abandonnent jamais personne à terre sur la route. Dans le cœur, une autre question: “Avez-vous, une fois ou l’autre, abandonné quelqu’un à terre sur la route?” Un parent, un ami, une amie? Soyez des Samaritains qui n’abandonnent jamais quelqu’un à terre sur la route. Soyez les jeunes Cyrénéens qui aident le Christ à porter sa croix et qui soulagent la souffrance de leurs frères. Soyez comme Zachée qui a transformé son nanisme spirituel en grandeur et qui a laissé transformer par Jésus son cœur matérialiste en un cœur solidaire. Soyez comme la jeune Madeleine, passionnée en quête d’amour, qui trouve en Jésus seul les réponses dont elle a besoin. Ayez le cœur de Pierre, pour abandonner les filets le long du lac. Ayez la tendresse de Jean pour mettre en lui toutes vos affections. Ayez la disponibilité de notre Mère, la première disciple, pour chanter avec joie et faire sa volonté» (Card. Raul Silva Henriquez, Message aux jeunes (7 octobre 1979).

Chers amis, j’aimerais passer plus de temps ici. Que ceux qui ont un téléphone le prennent dans la main, c’est un signe pour ne pas oublier le mot de passe. Quel est le mot de passe? (R. ‘‘Que ferait Jésus à ma place?’’) Comme ça vous vous connectez et ne restez pas sans réseau. J’aimerais rester plus de temps. Merci pour la rencontre, merci pour pour votre joie. Merci, merci beaucoup, et je vous demande une faveur: n’oubliez pas de prier pour moi.

[00058-FR.02] [Texte original: Espagnol]

 

Traduttore in lingua inglese

Ariel, I too am happy to be with you. Thank you for your words of welcome in the name of all present. I am truly grateful to share this time with you, which as I read there: “You got off the couch, and put on your shoes”. Thank you! I consider it important for me that we meet and walk with one another for a while. Let’s help each other to look ahead! And for you I think it’s important too. Thank you.

And I am happy that this meeting is taking place here in Maipú. In this land where the history of Chile began with a fraternal embrace, in this Shrine that rises at the crossroads of north and south, that joins the snow and the sea, and is a home to both heaven and earth. A home for Chile, a home for you, dear young people, where Our Lady of Carmel waits for you and welcomes you with an open heart. And just as she accompanied the birth of this nation and has accompanied so many Chileans over the span of these two hundred years, so too she wants to keep accompanying the dreams that God places in your hearts: dreams of freedom, dreams of joy, dreams of a better future: the desire, as you said, Ariel, “to be protagonists of change”. To be protagonists. Our Lady of Mount Carmel accompanies you so that you can be protagonists for the Chile of which your hearts dream. I know that the hearts of young Chileans dream, and that they dream big dreams, not only when they are a little tipsy, no, they always dream big; for these lands have given rise to experiences that spread and multiplied across the diverse countries of our continent. And who inspired those dreams? It was young people like yourselves, who were inspired to experience the adventure of faith. For faith excites in young people feelings of adventure, an adventure that beckons them to traverse unbelievable landscapes, rough and tough terrain… but, then again, you like adventures and challenges, except those you didn’t manage to take off the couch. Get them off quickly! That’s how we can keep going; you are experts at this for they make you put your shoes on. After all, you get bored when there are no challenges to excite you. We see this, for example, whenever there is a natural disaster. You have an amazing ability to mobilize, which is a sure sign of the generosity of your hearts. Thank you.

I wanted to begin with this reference to the motherland, for the way forward, the dreams that must be made real, with our gaze always facing the horizon, we must act with our feet on the ground of our motherland, our country. If you do not love your country, I do not believe that you will be able to love Jesus and love God. Love for one’s country is love for a mother, we call her “Mother Land”, because we are born here, and she teaches us, as every mother does, to walk, and she is entrusted to us so that she may survive for future generations. This is why I wanted to begin with this reference to the Mother, to our motherland. If you are not patriots – not isolationist patriots – real patriots, you are not going to achieve anything in life. May you love your land, young men and women, love Chile; may you give your best for this Chile of yours.

In my work as a bishop, I came to see how many good ideas there are in young people, in their minds and hearts. And this is true, you are restless; you are seekers and idealists. Do you know who has problems? The problem we adults have is that, when we hear about those ideals, when we hear about these worries of the youth, like know-it-alls, we say: “They think that way because they are young; they still have to grow up”, or worse, “they’ll be corrupted”. And it’s true: behind those words “they still have to grow up”, concealed against all the eagerness and dreams, there is the tacit “They’ll be corrupted”. Watch out for that! Maturing means growing and letting dreams grow and letting aspirations grow, not lowering your guard and allowing yourself to be bought for peanuts; that’s not growing up. So when we adults think like that, don’t pay any attention. As if in this phrase “they still have to grow up” said by us grown-ups, where it seems that we have thrown a wet blanket at you to make you keep quiet, there lies hidden the idea that growing up means accepting injustice, believing that nothing can be done, that this is the way things have always been: “Why should we change if it was always this way, if this is always how people have done things?” That is corruption. Growing up, real maturity means carrying on with your dreams, together, sharing ideas, not letting your guard down, not selling your aspirations and such like. Is this clear? [They answer: “Yes!”].

Realizing how important young people and their experiences are, that is why we are calling… [he stops, because one of those in attendance is feeling unwell…] Let’s just wait a moment for our sister who has feeling unwell, and let’s accompany her with a small prayer that she can recover quickly. It is for your reality, the youth, that I wanted to tell you I have called together a Synod for your faith and your discernment. And, in addition, the youth meeting; for we Bishops, we are the ones holding the Synod; we are thinking about the youth, but, you know, I worry about “filtering”, because sometimes in order to get young people’s opinions to Rome, you have to make several connections, and so the suggestions can arrive very “filtered”, not because of the airline companies, but because of those who transcribe the suggestions. That’s the reason I want to listen to the youth, and that’s why we are having the meeting of young people, a meeting where you are going to the protagonists, young people from the whole world, Catholic and non-Catholic youth, Christian youth and youth from other religions, and young people who do not know if they believe or do not believe. All of them, to listen to you, to hear you directly, because it is important that you speak; do not let yourselves be silenced. It is up to us to help you be clear in what you are saying; that is the work we are going to help you with. But if you do not speak, how are we going to help? Speak courageously, and say what you feel. And so you are going to be able to do this in the week of meeting prior to Palm Sunday; delegations of young people are going to come from the whole world, so that we can help the Church have a young face.

One of you, a little while back, said to me: “I do not know whether to speak of Holy Mother Church – he was speaking about a specific place – or Holy Grandmother Church”. No, the Church must have a young face, and you have to give it to us. However, a young face is real, full of life, not by applying cosmetics. No, that’s no good; rather she is young by letting herself be challenged deep down, and this is what we, what Holy Mother Church, needs from you today: that you challenge us. And so afterwards, get your answer ready, but we do need you to challenge us; the Church needs you to throw away the old-age identity card, the spiritually grown-upness, and have the courage to tell us: “I like that; this is the way I think we need to go; this doesn’t work, this is not a bridge but a wall, and so forth”. Tell us what you feel, what you think and develop this between yourselves and in groups at the meeting. Then this will go to the Synod where you will be certainly represented, reflecting all. So get ready for that meeting. To those going to the meeting, offer them your ideas, your concerns, what you feel in your heart. How much the Church in Chile needs you to “shake the ground beneath our feet” and help us draw closer to Jesus! This is what we ask of you, that you shake the ground beneath our fixed feet, and help us to be closer to Jesus. Your questions, wanting to know about you, your desire to be generous, are all necessary for us to draw closer to Jesus. All of us are invited, ever anew, to draw near to Jesus. If an activity, a pastoral plan, if this meeting does not help us to get closer to Jesus, we are wasting our time, wasting an afternoon and hours of preparation: may you help us get closer to Jesus. And we ask this of the one who can take us by the hand, let us look to our Mother; everyone in their heart tell her with words, tell her who is the first disciple, may she help us get closer to Jesus, from the heart, each one of us.

Let me share a story with you. Chatting one day with a young man, I asked him what sort of things made him unhappy. What makes you unhappy”? The context was right for this question. He said to me: “When my cellphone battery runs down or I lose my internet connection”. I asked him: “Why?” He answered: “Father, it’s simple; I miss out on everything that’s going on, I am shut off from the world, stuck. In those moments, I jump up and run to find a charger or a Wi-Fi network and a password to reconnect”. That reply taught me something. It made me think that the same thing can happen with our faith. We are all enthusiasts, faith is renewed, be it through a retreat, a homily, a meeting, a Pope’s visit; faith grows. But after a while on the journey or after an initial spurt, there are moments when, without even realizing it, our “bandwidth” begins to fade, slowly, and that enthusiasm, that desire to stay connected to Jesus begins to also fade, and we start to lose our connection, our power; then we become unhappy and we lose our faith, we feel depressed and listless, and we start to view everything in a bad light. When we lack this “connection” that charges our dreams, our hearts begin to falter. When our batteries are dead, we feel the way the song describes it – “The background noise and the loneliness of the city cut us off from everything. The world turns backwards, tries to overwhelm me and drown all my thoughts and ideas”.[1] Has this ever happened to you? No, let each of you answer within their heart, I don’t want to embarrass those who have not felt this. It has happened to me.

Without a connection, a connection to Jesus, we end up drowning our thoughts and ideas, our dreams and our faith, and, naturally, we get frustrated and annoyed. As protagonists, which we are and we want to be – we can get to the point of feeling that it makes no difference whether or not we do anything. Why are you going to spend your energy? Look at the young pessimist. He says: “have a good time, leave all those things for we know how they end; the world doesn’t change, have it with soda and go ahead”. We start feeling that we are “shut off” from reality, and from what is happening in the world. We remain shut off from the world, in “my little world” where I am peaceful on my sofa. It worries me that, once they have lost their “connection”, many people think they have nothing to offer; they feel lost. Stop there! You all have something to offer. Don’t look at things as a disaster. “I try to study, to have an academic title, get married, but enough, I don’t want hassles, it all ends up wrong”. This happens when you lose the connection. Never think that you have nothing to offer or that nobody cares about you. “Many people need you; think this”.Each of you think in your heart: “Many people need me”. The thought, “No one needs me”, as Alberto Hurtado used to like to say, “is the voice of the devil”, “no one needs me”. The devil wants to make you feel you are worthless… and to keep things the way they are. That’s why he makes you feel worthless, so that no one changes, because the only one that can make changes in society is the young person, each of you. We are already on the other side. [Another youth faints]. Thank you, because these youths fainting is a sign of what many of you are feeling. How long have you been here? [They reply]. Thank you! All of us are necessary and important and all of us have something to offer. With a little silence, each of you ask yourself: “What can I offer in life?” And how many of you want to say: “I don’t know”. You don’t know what you can offer? You have it inside but do not recognize it. Try to find it in order to offer it. The world needs you, the country needs you, society needs you, you do have something to give, don’t lose the connection.

The young people in the Gospel we heard today wanted that “connection”, they sought that connection to help them keep the flame alive in their hearts. Those young people that were there with John the Baptist, wanted to know how to charge the power cells of their heart. Andrew and the other disciple – whose name is not given, so we can imagine that each of us can be that “other” disciple – were looking for the password to connect with the one who is “the way, and the truth and the life” (Jn 14:6). It was John the Baptist who showed them the way. I believe that you too have a great saint who you can be your guide, a saint who made his life into a song: “I am happy, Lord, I am happy”. Alberto Hurtado had a golden rule, a rule for setting his heart ablaze with the fire that keeps joy alive. For Jesus is that fire; everyone who draws near to it is set ablaze.

Hurtado’s password to reconnect and keep the signal was quite simple – surely none of you brought your phones? Really? I’d like you to key this into your phone, I’ll dictate it to you. Hurtado asks himself, and this is the password: “What would Christ do in my place?” Key this in: “What would Christ do in my place?” At school, at university, when outdoors, when at home, among friends, at work, when taunted: “What would Christ do in my place?” When you go dancing, when you are playing or watching sports: “What would Christ do in my place?” This is the password, the power source that charges our hearts, ignites our faith and makes the sparkle in our eyes never fade. That is what it means to be a protagonist of history. Our eyes sparkle, for we have discovered that Jesus is the source of life and joy. Protagonists of history, for we wish to pass on that sparkle to hearts that have grown so cold and gloomy that they have forgotten what it means to hope, to all those hearts that are “deadened” and wait for someone to come and challenge them with something worthwhile. Being protagonists means doing what Jesus did. Wherever you are, with whomever you are with, and whenever you get together: “What would Jesus do?” “Did you key in the password?” [They reply: “yes”] The only way not to forget the password is by using it, otherwise it might happen that… I’ll tell you something from my time, not yours, but you might recognize some truth in it. It’s what happened to three mad persons in that film where there is a robbery, the safe and everything is thought out. But when they get there they forget the password, they forget the key. This is what happens when the password is not used over and over again. If you don’t use it, you forget it. What was the password? [They reply: “What would Jesus do in my place?”] That’s the password. Repeat it but also use it! What would Christ do in my place?” Use it every day. The time will come when you know it, and the day will come when, without realizing it, your heart will beat like Jesus’ heart.

It is not enough to hear a sermon or learn an answer from the catechism; we want to live the way Jesus lived. What would Jesus do in my place? To translate Jesus into my life. To do that, the young people in the Gospel asked: “Lord, where do you live?” (Jn 1:38). How do you live? Do I ask Jesus this? We want to live like Jesus, with that “yes” that thrills our hearts.

It thrills the heart and sets you on a risky path. To put oneself on the line, to run risks. Dear friends, be courageous, go out straightaway to meet your friends, people you don’t know, or those having troubles.

Go out with the only promise we have: that wherever you are – in the desert, on the journey, amid excitement, you will always be “connected”; there will always be a “power source”. We will never be alone. We will always enjoy the company of Jesus, his Mother and a community. Certainly, a community is not perfect, but that does not mean that it does not have much to love and to give to others. What was the password? [They reply: “What would Christ do in my place?”] That’s good. You still have it.

Dear friends, dear young people, I ask you please, “Be young Samaritans, who never walk past anyone lying on the roadside. In your heart, another question: “Have I ever left someone lying on the roadside? A relative, a friend? Be Samaritans, never abandon the person left lying on the roadside. Be young Simons of Cyrene who help Christ carry his cross and help alleviate the sufferings of your brothers and sisters. Be like Zacchaeus, who turned his dwarfed spirituality into greatness and allowed Jesus to transform his materialistic heart into one of solidarity. Be like young Mary Magdalene, passionately seeking love, who finds in Jesus alone the answers she needs. Have the heart of Peter, so that you can abandon your nets beside the lake. Have the love of John, so that you can rest all your concerns in him. Have the openness of our Mother, the first disciple, so that you can sing for joy and do God’s will.[2]

Dear friends, I would have liked to stay longer. Those of you who have a cellphone hold it in your hand; a sign to not forget the password. What was it? [They reply: “What would Christ do in my place?”] Get connected in this way and don’t ever lose the signal. I would like to stay longer. Thank you for the meeting and thank you for your joyfulness. Thank you and I ask you please to not forget to pray for me.

______________________

[1] LA LEY, Aquí.
[2] CARD. RAÚL SILVA HENRÍQUEZ, Mensaje a los jóvenes (7 October 1979).

[00058-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Ariel, auch ich bin froh, mit euch hier zu sein. Danke für deine Willkommensworte, die du im Namen aller Anwesenden vorgetragen hast. Ich bin wirklich dankbar, diese Zeit mit euch verbringen zu können – wie ich [auf einem Transparent] gelesen habe: „Sie verließen das Sofa und zogen ihre Schuhe an“. Danke! Es ist mir wichtig, dass wir uns treffen und ein Stück Weg gemeinsam gehen, dass wir uns gegenseitig helfen, den Blick nach vorn zu richten! Und ich glaube, auch euch ist es wichtig. Danke.

Ich freue mich, dass dieses Treffen hier in Maipú stattfindet – in diesem Land, wo die Geschichte Chiles mit einer brüderlichen Umarmung begann. In diesem Heiligtum, wo sich die Wege des Nordens und des Südens treffen, das den Schnee und den Ozean verbindet und wo Himmel und Erde gleichermaßen zuhause sind. Es ist ein Zuhause für Chile, ein Zuhause für euch, liebe Jugendliche, wo Unsere Liebe Frau vom Berge Karmel auf euch wartet und euch mit offenem Herzen willkommen heißt. So wie sie die Geburt dieser Nation begleitet hat und wie sie die vergangenen zweihundert Jahre so viele Chilenen begleitet hat, so möchte sie auch weiterhin die Träume, die Gott in euer Herz legt, begleiten: Träume von Freiheit, Träume der Freude, Träume von einer besseren Zukunft – die Sehnsucht, wie du, Ariel, gesagt hast, »Protagonisten des Wandels« zu sein. Protagonisten sein. Unsere Liebe Frau vom Berge Karmel begleitet euch, so dass ihr Protagonisten jenes Chile sein könnt, von dem euer Herz träumt. Ich weiß, dass die Herzen der jungen Chilenen träumen, dass sie große Träume haben, nicht nur, wenn sie ein bisschen was getrunken haben, nein, sie haben immer große Träume, weil aus diesem Land Erfahrungen hervorgingen, die sich über verschiedene Länder unseres Kontinents hin ausgebreitet und vervielfältigt haben. Woher kam diese Inspiration? Es waren junge Leute wie ihr, die das Abenteuer des Glaubens lebten. Denn der Gaube weckt in den jungen Menschen eine Abenteuerlust, die dazu einlädt, schier unglaubliche Landschaften zu durchziehen, die keineswegs leicht oder ruhig zu bewältigen sind … aber ihr mögt diese Abenteuer und Herausforderungen – bis auf diejenigen, die nie von der Couch runtergekommen sind. Kommt schnell von da runter, damit wir weitermachen können, ihr, die ihr Spezialisten seid, zieht ihnen die Schuhe an… Ja, ihr langweilt euch ohne solche aufregenden Herausforderungen. Das wird beispielsweise deutlich, wenn sich Naturkatastrophen ereignen. Da zeigt ihr eine enorme Hilfsbereitschaft, was ein vielsagendes Zeichen der Großzügigkeit eurer Herzen ist. Danke.

Und ich wollte mit diesem Hinweis auf die Heimat beginnen, denn für den Weg nach vorn, für die Verwirklichung eurer Träume, den Blick zum Horizont, muss man mit beiden Füßen auf dem Boden stehen und das beginnt mit den Füßen auf dem heimatlichen Boden, und wenn ihr eure Heimat nicht liebt, glaube ich nicht, dass ihr Jesus lieben werdet und dass ihr Gott lieben werdet. Die Liebe zur Heimat ist Liebe zur Mutter, wir nennen sie Mutterland (Madre Patria), weil wir hier geboren wurden, aber wie jede Mutter bringt sie uns das Laufen bei und gibt sich uns hin, damit wir sie in anderen Generationen fortleben lassen. Deshalb wollte ich mit diesem Hinweis auf die Mutter, das Mutterland, beginnen. Nur wenn ihr Patrioten – nicht Nationalisten – seid, werdet ihr im Leben vorankommen. Liebt euer Land, Mädchen und Jungen, liebt euer Chile, gebt euer Bestes für euer Chile.

Bei meiner Arbeit als Bischof konnte ich das erleben, wie viele gute Ideen in den Herzen und Köpfen der jungen Menschen stecken. Und das ist wahr, ihr seid unruhig, suchend, idealistisch. Wisst ihr, wer ein Problem hat? Das Problem liegt bei uns Erwachsenen, wenn wir von diesen Idealen und dieser Unruhe der Jugendlichen hören und dann besserwisserisch meinen: „Der denkt so, weil er jung ist, der wird auch noch reifer“, oder schlimmer noch, „der wird auch noch verdorben.“ Und das stimmt, hinter dem „wird reifer“, was Illusionen und Träume angeht, verbirgt sich oft stillschweigend ein „wird verdorben“. Gebt darauf acht! Reifen heißt zu wachsen und Träume wachsen zu lassen und große Ideen wachsen zu lassen, nicht unachtsam zu werden und sich für ein bisschen Kleingeld kaufen zu lassen, das hat nichts mit reifen zu tun. Auch wenn wir Erwachsenen das denken, hört nicht auf uns.

Es scheint, dass mit diesem [Satz] von uns Erwachsenen „der wird auch noch reifer“, mit dem wir, so scheint es mir, eine nasse Decke über euch werfen, um euch zum Schweigen zu bringen, in Wirklichkeit gemeint ist, dass „reifen“ bedeutet, Ungerechtigkeiten zu akzeptieren, zu glauben, dass wir nichts tun können und dass alles immer schon so war: „Warum sollen wir denn was ändern, wenn es immer so war, wenn es immer so gemacht worden ist?“ Das ist verdorben. Reifen, wirkliche Reife besteht darin, eure Träume und eure Ideen gemeinsam voranzutreiben, sich gegenseitig damit zu konfrontieren, miteinander zu diskutieren, dabei aber immer nach vorne zu schauen, die Wachsamkeit nicht zu verlieren, diese Ideale nicht zu verkaufen. Ist das klar? (Antwort: Ja!)

Angesichts dieser Gesamtsituation der Jugendlichen geht es darum, etwas zu tun. Daher wollte ich ... (es wird unterbrochen, weil eine der Anwesenden sich schlecht fühlt) … warten wir kurz, dass sie diese unsere Schwester, der es schlecht ist, hinausbringen und begleiten wir sie mit einem kleinen Gebet, damit sie sich schnell erholt… Wegen der Situation von euch jungen Leuten habe ich die Einberufung dieser Synode des Glaubens und eurer Berufungsentscheidung angekündigt, und außerdem die Begegnung der Jugendlichen. Denn bei der Synode selbst denken wir Bischöfe über die Jugendlichen nach, aber wisst ihr, ich fürchte mich vor Filtern, denn manchmal müssen die Meinungen der Jugendlichen, bis sie nach Rom gelangen, viele Stationen durchlaufen und so könnten diese Vorschläge dabei sehr gefiltert werden, nicht von den Fluggesellschaften, sondern von denjenigen, die sie aufschreiben. Deswegen möchte ich den Jugendlichen zuhören, und deswegen gibt es dieses Treffen mit den Jugendlichen, wo ihr Jugendlichen aus der ganzen Welt die Protagonisten sein werdet – katholische und nicht katholische, christliche Jugendliche oder auch junge Menschen anderer Religionen, Jugendliche, die nicht wissen ob sie glauben oder nicht. Ihnen allen möchte ich zuhören, ich will, dass wir uns direkt hören, denn es ist wichtig, dass ihr sprecht, dass ihr nicht schweigend zurückgelassen werdet. An uns liegt es dann, euch dabei zu helfen, kohärent zu dem zu sein, was ihr sagt. Bei dieser Arbeit können wir euch helfen – aber, wenn ihr nicht redet, wie können wir euch dann helfen? Und sprecht mutig und sagt, was ihr fühlt. Das also könnt ihr bei dem Treffen in der Woche vor dem Palmsonntag tun, in der Delegationen von Jugendlichen aus aller Welt kommen, damit wir so einander helfen, dass die Kirche ein junges Gesicht bekommt. Kürzlich sagte jemand zu mir: „Ich weiß nicht, ob ich von der Heiligen Mutter Kirche - er sprach von einem bestimmten Ort - oder von der Heiligen Großmutter Kirche sprechen soll“. Nein, nein, die Kirche muss ein junges Antlitz haben, und ihr müsst es ihr geben. Aber natürlich ein echtes junges Gesicht, voller Leben, nicht ein mit Verjüngungscreme auf jung gemachtes. Nein, das hilft nicht. Vielmehr muss sie jung sein, weil sich so ihr Herz befragen lässt. Und das ist es, was wir, die Heilige Mutter Kirche, heute von eurer Seite brauchen: befragt zu werden. Und dann bereitet euch auf die Antwort vor, aber wir müssen von euch befragt werden, die Kirche will, dass ihr den Volljährigkeitsausweis hervorholt, dass ihr geistlich mündig seid und den Mut habt, uns zu sagen: „Das gefällt mir, dieser Weg scheint mir der Richtige zu sein, das geht nicht, das ist keine Brücke, sondern eine Mauer“, und so weiter. Sagt uns, was ihr fühlt, was ihr denkt, und erarbeitet das unter euch in den Gruppen dieses Treffens, und dann wird das zur Synode gehen, an der sicherlich auch Repräsentanten von euch da sein werden, aber die Synode wird von den Bischöfen mit euren Repräsentanten gemacht werden. Dort wird alles zusammengetragen. Bereitet euch also auf dieses Treffen vor und gebt denen, die zu diesem Treffen gehen, eure Ideen, eure Erwartungen und das, was ihr in eurem Herzen empfindet, mit. Wie sehr braucht euch die Kirche und die Kirche in Chile, damit ihr uns „aufrüttelt“ und uns helft, Jesus näherzukommen! Das ist es, worum wir euch bitten, uns aufzurütteln, wo wir allzu starr sind, und uns zu helfen, Jesus näher zu sein. Eure Fragen, euer Wissensdurst und eure Sehnsucht nach Großzügigkeit sind eine Aufforderung, dass wir Jesus näherkommen. Wenn eine Aktivität, wenn ein Pastoralplan, wenn diese Begegnung uns nicht hilft, Jesus näher zu sein, haben wir Zeit verschwendet, wir haben einen Nachmittag verloren, Stunden der Vorbereitung. Helft uns, Jesus näher zu sein. Und wir erbitten dies von der, die uns dabei an die Hand nehmen kann. Wir schauen auf die Mutter [er wendet sich der Muttergottes-Statue zu]: Jeder von uns möge sie im Herzen mit eigenen Worten bitten, dass sie, die die erste Jüngerin war, uns helfe, Jesus näher zu sein. Von Herzen, jeder persönlich.

Ich möchte euch eine Anekdote erzählen. Als ich einmal mit einem jungen Mann sprach, fragte ich ihn, was ihm die gute Laune verderben würde. „Was verdirbt dir die Laune?“ – diese Frage ergab sich aus dem Kontext. Er sagte mir: „Wenn meine Handybatterie leer ist oder wenn ich keine Internetverbindung habe.“ Ich fragte ihn: „Warum?“ Er antwortete: „Das ist einfach, Pater, ich bekomme dann nicht mit, was los ist, ich fühle mich von der Welt abgeschnitten und irgendwie abgehängt. Dann suche ich schnell ein Ladegerät oder eine Wi-Fi-Verbindung und das Passwort, um mich wieder zu verbinden.“ Diese Antwort hat mich gelehrt und mich daran denken lassen, dass uns mit dem Glauben das Gleiche passieren kann. Wir sind alle begeistert, der Glaube erneuert sich – bei einem Einkehrtag, einer Predigt, einem Treffen, beim Papstbesuch – der Glaube wächst, aber nach einer gewissen Wegstrecke oder dem anfänglichen Schwung kommen dann Momente, wo einem, oft unbemerkt, ganz langsam das Signal abhandenkommt. Dann beginnt die Begeisterung, dieser Wunsch, mit Jesus verbunden zu sein, sich zu verlieren, und die Verbindung bricht ab. Oder es ist keine Energie mehr da. Dann bekommen wir schlechte Laune und verlieren unser Vertrauen, wir fühlen uns niedergeschlagen und kraftlos und alles erscheint in einem schlechten Licht. Wenn wir diese „Verbindung“ verlieren, aus der sich unsere Träume speisen, beginnt das Herz zu wanken. Wenn unser Akku leer ist, fühlen wir uns so, wie es dieses Lied beschreibt: »Der Lärm um uns herum und die Einsamkeit der Stadt haben uns von allem losgelöst. Die Welt dreht sich rückwärts und versucht, mich darin unterzutauchen und meine Ideen zu ertränken.«[1] Ist euch das schon mal passiert? Jeder antworte für sich…, ich will nicht diejenigen in Verlegenheit bringen, die diese Erfahrung nicht kennen... Mir ist es passiert.

Ohne Verbindung, ohne Verbindung mit Jesus, ohne diese Verbindung ertrinken unsere Gedanken und Ideen, ertrinken unsere Träume, ertrinkt unser Glaube. Klar, wir werden aller Dinge überdrüssig. Als Protagonisten – die wir sind und sein wollen – können auch wir an den Punkt kommen, wo wir meinen, es mache keinen Unterschied, ob wir etwas tun oder nicht. „Warum vertust du denn deine Zeit damit?“ – sagt der junge Pessimist –  hab Spaß, lass es gut sein, wir wissen wie alles am Ende ausgeht, die Welt ändert sich nicht, nimm es, wie es kommt, und mach weiter…“. Und wir sind nicht mehr mit der Wirklichkeit verbunden und mit dem, was „in der Welt“ passiert. Wir bleiben zurück und spüren, dass wir „außen vor“ bleiben, in unserer kleinen Welt, wo wir in Ruhe gelassen werden, dort, auf dem Sofa. Es macht mich besorgt, wenn ich daran denke, dass viele Menschen, sobald sie das „Signal“ verloren haben, meinen, sie hätten nichts mehr zu bieten und sich verloren fühlen. „Auf, du hast etwas zu bieten“ – „Nein, nein, es ist eine Katastrophe… Ich versuche zu studieren, einen Abschluss zu erreichen, zu heiraten, aber dann genug, ich will keinen Ärger, es wird eh alles nichts…“. Dann verliert man die Verbindung. Denke nie, du hättest nichts zu bieten oder du bräuchtest niemand. „Viele Menschen brauchen dich, denk daran“. Jeder von euch denke in seinem Herzen darüber nach: „Viele Menschen brauchen mich“. Jener Gedanke – „niemand braucht mich“ – ist, wie Alberto Hurtado zu sagen pflegte, »die Stimme des Teufels«, der dir das Gefühl geben will, du seist wertlos … und dich dazu verleiten möchte, die Dinge so zu belassen, wie sie sind. Deswegen gibt er dir das Gefühl, dass du nichts wert bist: damit sich nichts ändert. Denn der einzige, der in der Gesellschaft etwas verändern kann, ist der junge Mensch, einer von euch. Wir sind schon jenseits davon… [Ein anderer Jugendlicher wird ohnmächtig.] Und danke, in Klammern, denn diese Ohnmachtsanfälle sind ein Zeichen für das, was viele von euch erleben. Seit wann seid ihr hier, sagt ihr es mir? [Einige Jugendliche antworten] Danke! Alle, so sagte ich, sind wir wichtig, und wir alle haben etwas beizutragen… In einem kleinen Moment der Stille kann sich jeder im Herzen ernsthaft diese Frage stellen: „Was kann ich in meinem Leben beitragen?“ Und wie viele von euch sagen vielleicht: „Ich weiß es nicht.“ Du weißt nicht, was du beitragen kannst? Du hast es drinnen und kennst es nur noch nicht. Beeil dich, es herauszufinden, damit du es geben kannst. Die Welt braucht dich, deine Heimat braucht dich, die Gesellschaft braucht dich. Du hast etwas beizutragen, verlier nicht die Verbindung.

Die Jugendlichen des Evangeliums, das wir heute gehört haben, wollten dieses „Signal“ haben, sie suchten das Signal, das ihnen helfen sollte, das Feuer in ihren Herzen am Brennen zu erhalten. Diese jungen Leute, die da mit Johannes dem Täufer zusammen waren, wollten wissen, wie man die Batterie des Herzens auflädt. Andreas und der andere Jünger, dessen Name nicht genannt wird – und so können wir unsere eigenen Namen da einsetzen – suchten das Passwort, um sich mit dem zu verbinden, der »der Weg und die Wahrheit und das Leben« ist (Joh 14,6). Sie ließen sich dabei leiten von Johannes dem Täufer. Und ich denke, auch ihr habt einen großen Heiligen, der euch führen kann, einen Heiligen, der mit seinem ganzen Leben sang: »Zufrieden, Herr, ich bin zufrieden!« Hurtado kannte eine Goldene Regel, einen Leitspruch, der es ihm ermöglichte, sein Herz an diesem Feuer zu entzünden, das die Freude wachhält. Denn Jesus ist dieses Feuer, das alle entzündet, die ihm nahekommen.

Und Hurtados Passwort, um die Verbindung wiederherzustellen und das Signal zu halten, war sehr einfach… Ich bin mir sicher, dass keiner von euch ein Telefon mitgebracht hat, richtig?... Ich würde mich freuen, wenn ihr es in eure Smartphones eingebt. Wenn ihr wollt, ich hab es euch gesagt. Hurtado fragt sich – und dies ist das Passwort: »Was würde Jesus an meiner Stelle tun?« Wer kann, soll es eingeben. „Was würde Christus an meiner Stelle tun?“ „Was würde Christus an meiner Stelle tun, in der Schule, an der Universität, auf der Straße, zu Hause, mit den Freunden, bei der Arbeit, vor den Angebern: »Was würde Jesus an meiner Stelle tun?« Wenn ihr zum Tanzen geht, wenn ihr Sport macht oder ins Stadion geht: »Was würde Jesus an meiner Stelle tun?« Das ist das Passwort, die Energie, die unser Herz entflammt, die unseren Glauben entflammt und den Funken in unseren Augen. Möge er nie erlöschen. So wird man zu einem Protagonisten der Geschichte. Unsere Augen leuchten, weil wir entdeckt haben, dass Jesus die Quelle des Lebens und der Freude ist. Und wir werden zu Protagonisten der Geschichte, weil wir diesen Funken dann übertragen wollen in die vielen ausgelöschten und stumpfen Herzen, die vergessen haben, was es bedeutet zu hoffen – auf die vielen, die apathisch sind und darauf warten, dass jemand sie einlädt und herausfordert mit etwas, das wirklich zählt. Protagonisten zu sein bedeutet, das zu tun, was Jesus getan hat. Da wo du bist, mit wem auch immer du zusammen bist, egal zu welcher Stunde: »Was würde Jesus an meiner Stelle tun?« Habt ihr das Passwort gespeichert? [Antwort der Jugend: „Ja!“]. Und die einzige Möglichkeit, ein Passwort nicht zu vergessen, besteht darin, es zu benutzen, sonst passiert das – das ist jetzt natürlich eher etwas aus meiner Zeit, nicht aus eurer, aber dann wisst ihr es auch – was mit den drei Verrückten in diesem Film passiert ist, die ein Delikt, einen Diebstahl, das Knacken eines Safes geplant hatten. Sie hatten an alles gedacht, an alles! Und als sie dann dort ankamen, hatten sie das Passwort, die Kombination des Safes vergessen. Wenn ihr das Passwort nicht benutzt, werdet ihr es vergessen. Speichert es im Herzen! Wie war das Passwort nochmal? [A: „Was würde Christus an meiner Stelle tun?“] Ich kann es nicht hören… Wie war es? [sie wiederholen es] Das ist das Passwort. Wiederholt es, benutzt es, benutzt es! Was würde Christus an meiner Stelle tun? Man sollte es jeden Tag benutzen. Irgendwann werdet ihr es wissen; und der Tag wird kommen, an dem, ohne dass ihr es merkt, ein jeder von euch den gleichen Herzschlag hat wie Jesus.

Es reicht nicht, eine religiöse Unterweisung zu hören oder eine Lehre auswendig zu lernen. Das, was wir wollen, ist: so zu leben, wie Jesus gelebt hat. Was würde Christus an meiner Stelle tun? Jesus in mein Leben übersetzen. Deswegen fragen ihn die jungen Männer im Evangelium: »Meister, wo wohnst du?«[2] Wie lebst du? Komme ich mit dieser Frage zu Jesus? Wir wollen leben wie Jesus, ja, das ist es, was unser Herz bewegt.

Das bewegt das Herz und führt dich auf den Weg des Risikos. Etwas riskieren, ein Risiko eingehen. Liebe Freunde, seid mutig, geht „sofort“, um euch mit euren Freunden zu treffen, mit denen, die ihr nicht kennt oder mit denen, die sich gerade in einer schwierigen Lage befinden.

Geht mit der einzigen Verheißung, die wir haben: mitten in der Wüste, mitten auf der Straße, mitten im Abenteuer, immer wird da diese „Verbindung“ sein und ein „Ladegerät“. Wir werden nicht allein sein. Immer werden wir uns in Begleitung Jesu und seiner Mutter und in einer Gemeinschaft befinden. Sicher, diese Gemeinschaft ist nicht perfekt, aber das bedeutet nicht, dass sie ohne Liebe ist und den anderen nichts zu bieten hätte. Wie war das Passwort? [A: „Was würde Christus an meiner Stelle tun?“] Gut, ihr wisst es noch.

Liebe Freunde, liebe Jugendliche: »Seid ihr – ich bitte euch darum – seid ihr die jungen Samariter, die niemals jemand am Straßenrand liegen lassen! Im Herzen, eine weitere Frage: „Habe ich jemals jemanden am Weg liegen lassen? Einen Verwandten, einen Freund, eine Freundin...?“ Seid Samariter, lasst den Menschen, der am Straßenrand liegt, niemals im Stich! Seid wie Simon von Kyrene, helft Christus sein Kreuz zu tragen und nehmt Anteil am Leid der Brüder und Schwestern. Seid wie Zachäus, der seinen geistlichen Zwergwuchs in Größe verwandelte und Jesus sein materialistisches Herz in ein solidarisches Herz verwandeln ließ. Seid wie die junge Magdalena, die leidenschaftlich nach Liebe sucht, und allein in Jesus die Antworten findet, derer sie bedarf. Habt das Herz des Petrus, der die Netze am Ufer des Sees zurückließ. Habt die Zuneigung des Johannes, sodass ihr all eure Neigungen auf Jesus hin ausrichtet. Habt die Offenheit unserer Mutter, der ersten Jüngerin, um freudig singend den Willen des Herrn erfüllen«[3].

Liebe Freunde, ich würde gerne länger bleiben. Diejenigen von euch, die ihr Telefon dabeihaben, nehmen es bitte jetzt in die Hand: es ist ein Erinnerungszeichen, damit ihr das Passwort nicht vergesst. Wie lautete das Passwort? [A: „Was würde Christus an meiner Stelle tun?“] Also verbindet euch wieder und bleiben nicht außerhalb der Reichweite. Ich würde gerne länger bleiben. Vielen Dank für dieses Treffen und für eure Freude. Danke! Und ich bitte euch, vergesst nicht, für mich zu beten.

_________________________

[1] La Ley, Aquí.

[2] Joh 1,38.

[3] Kardinal Raúl Silva Henríquez, Botschaft an die Jugendlichen (7. Oktober 1979).

[00058-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua portoghese

Também eu, Ariel, estou feliz por estar convosco. Obrigado pelas tuas palavras de boas-vindas, em nome de todos os presentes. Sinto-me verdadeiramente agradecido pela possibilidade de partilhar este tempo convosco, que «descestes do sofá – como li [num cartaz] – e calçastes os sapatos». Obrigado! Considero para mim muito importante encontrar-nos e caminhar juntos por um pouco, ajudando-nos a olhar para a frente! E penso que, também para vós, é importante. Obrigado!

Estou contente por este encontro se realizar aqui, em Maipú. Nesta terra onde, com um abraço de fraternidade, foi fundada a história do Chile; neste Santuário, que se levanta na encruzilhada das estradas entre o Norte e o Sul, que une a neve e o oceano, e faz com que o céu e a terra tenham uma casa. Uma casa para o Chile, uma casa para vós, queridos jovens, onde a Virgem do Carmo vos espera e acolhe de coração aberto. E como acompanhou o nascimento desta nação e acompanhou tantos chilenos ao longo destes duzentos anos, assim quer continuar a acompanhar os sonhos que Deus coloca no vosso coração: sonhos de liberdade, sonhos de alegria, sonhos dum futuro melhor. Essa vontade – como dizias tu, Ariel – de «ser protagonistas da mudança». Ser protagonistas. A Virgem do Carmo acompanha-vos para poderdes ser os protagonistas do Chile que sonham os vossos corações. E eu sei que o coração dos jovens chilenos sonha, e sonha em grande, não só quando estais um pouco alegrotes, não! Sempre sonhais em grande, porque, destas terras, nasceram experiências que se foram expandindo e multiplicando por vários países do nosso continente. E quem as promoveu? Jovens, como vós, que souberam viver a aventura da fé. Porque a fé provoca, nos jovens, sentimentos de aventura, que convidam a viajar através de paisagens incríveis, paisagens nada fáceis, nada tranquilas, mas vós gostais de aventuras e desafios… Exceto aqueles que ainda não desceram do sofá. Descei depressa! Assim podemos continuar… Vós que sois especialistas, calçai-lhes os sapatos. Antes, aborreceis-vos quando não tendes desafios que vos estimulem. Por exemplo, vê-se isto sempre que acontece uma catástrofe natural: tendes uma capacidade enorme de vos mobilizar, que fala da generosidade dos corações. Obrigado!

Quis partir desta referência à pátria, porque o caminho em frente, os sonhos que devem ser realizados, o olhar sempre para o horizonte… tudo isso deve ser feito com os pés por terra e começa-se com os pés apoiados na terra da pátria. E, se não amardes a vossa pátria, não creio que possais amar Jesus, que possais amar a Deus. O amor à pátria é um amor à mãe: chamamo-la «mãe-pátria», porque nascemos aqui; mas ela mesma, como qualquer mãe, ensina-nos a caminhar e dá-se a nós para que a façamos viver em novas gerações. Por isso, quis começar com esta referência à mãe, à mãe-pátria. Se não fordes patriotas – não nacionalistas, mas patriotas –, nada fareis na vida. Amai a vossa terra, rapazes e moças, amai o vosso Chile. Dai o melhor de vós pelo vosso Chile.

No meu trabalho como bispo, pude descobrir que há muitas, mesmo muitas, e boas ideias no coração e na cabeça dos jovens. É verdade; vós sois inquietos, indagadores, sonhadores. Sabeis quem tem problemas? O problema, temo-lo nós, adultos, quando ouvimos estes ideais, estas inquietações dos jovens e, com cara de sabichões, dizemos: «Pensa assim porque é jovem, depressa amadurecerá», ou pior, «se corromperá». E é assim: por detrás do «depressa amadurecerá» contra estas aspirações e sonhos, esconde-se o tácito «depressa se corromperá». Atenção! Amadurecer significa crescer e fazer crescer os sonhos, fazer crescer as aspirações. Estai atentos! Não vos deixeis comprar por dois vinténs. Isto não é amadurecer. Assim quando nós, adultos, pensarmos isso, não nos escuteis. Até parece que, com esta [frase] «depressa amadurecerá» dita por nós, grandes, atiramos para cima de vós um cobertor molhado para vos silenciar; parece esconder o erro que amadurecer seja aceitar a injustiça, pensar que nada se pode fazer, resignar-se porque tudo sempre foi assim: «Porquê devemos mudar, se foi sempre assim, se se fez sempre assim?» Isto é corrupção. Amadurecer, a verdadeira maturidade significa levar por diante os sonhos, as vossas aspirações, juntos, confrontando-se mutuamente, dialogando entre vós, mas sempre olhando para a frente, estando atentos, não vendendo estas aspirações. É claro? [gritam: «Sim!»].

Tendo em conta toda esta realidade dos jovens, vai-se realizar… [o Papa para, porque uma moça se sente mal: Aguardemos um minutinho para retirarem esta nossa irmã que se sentiu mal e acompanhemo-la com uma pequena oração para que recupere depressa…] Por causa desta vossa realidade juvenil, quero anunciar-vos que convoquei o Sínodo sobre a fé e o discernimento em vós, jovens, e também o Encontro dos jovens. Com efeito o Sínodo, fazemo-lo nós, bispos, refletindo sobre os jovens, mas – sabeis – tenho medo dos filtros, porque às vezes as opiniões dos jovens, para chegar a Roma, devem passar através de várias conexões e estas propostas podem chegar muito filtradas (não pelas companhias aéreas, mas por aqueles que as transcrevem). Por isso quero escutar os jovens… Para isso se faz este Encontro dos jovens, encontro onde vós sereis protagonistas: jovens de todo o mundo, jovens católicos e jovens não-católicos; jovens cristãos e doutras religiões; e jovens que não sabem se acreditam ou não: todos. Para vos ouvir, para vos escutar diretamente, porque é importante que vós faleis, que não vos deixeis silenciar. A nós compete ajudar-vos, para serdes coerentes com o que dizeis. Este é o trabalho com que vos podemos ajudar. Mas, se vós não falardes, como poderemos ajudar-vos? E falai com coragem, dizei o que pensais. Ora, isto, podereis fazê-lo naquela semana de encontro antes do Domingo de Ramos, quando se encontrarem [em Roma] delegações de jovens de todo o mundo, para nos ajudar a fazer com que a Igreja tenha um rosto jovem.

Aconteceu, recentemente, que uma pessoa me disse: «Não sei se devo falar de Santa Mãe Igreja – ela falava de um lugar específico – ou de Santa Avó Igreja!». Isso não; a Igreja deve ter um rosto jovem e, nisto, vós deveis ajudar-nos. Mas, é claro, um rosto jovem real, cheio de vida, não rosto jovem porque trucado, maquilhado com cremes rejuvenescedores; não, isto não serve, mas jovem porque se deixa interpelar do fundo do coração. E é isto que nós, a Santa Mãe Igreja, precisa da vossa parte hoje: que nos interpeleis. E, depois, preparai-vos para a resposta; mas nós temos necessidade que nos interpeleis, a Igreja tem necessidade que vos torneis de maior idade, espiritualmente de maior idade, e tenhais a coragem de nos dizer: «Gosto disto; esta estrada parece-me ser a estrada a percorrer; isso não está bem: isto não é uma ponte, mas um muro», e assim por diante. Dizei-nos aquilo que sentis, aquilo que pensais; e isto, elaborai-o entre vós nos grupos deste encontro. Depois isso será levado ao Sínodo, onde certamente haverá uma representação vossa, mas o Sínodo será feito pelos bispos com a vossa representação, que recolherá a contribuição de todos. Por isso preparai-vos para este Encontro e dai, àqueles que irão ao Encontro, as vossas ideias, as vossas expetativas, aquilo que sentis no coração. Quanta necessidade tem de vós a Igreja, concretamente a Igreja chilena, para nos «sacudirdes» e ajudardes a ser mais parecidos com Jesus! Isto é o que vos pedimos: que nos «sacudais» se formos estáticos, que nos ajudeis a ser mais parecidos com Jesus. As vossas perguntas, o vosso querer saber, o querer ser generosos exigem-nos que sejamos mais parecidos com Jesus. Todos somos chamados, incessantemente, a ser mais parecidos com Jesus. Se uma atividade, um plano pastoral, se este encontro não nos ajudar a ser mais parecidos com Jesus, perdemos o tempo, perdemos uma tarde, horas de preparação. Ajudai-nos a ser mais parecidos com Jesus. E isto peçamo-lo a Quem nos pode guiar pela mão. Olhemos para a Mãe [voltado para a imagem da Virgem]: cada um, no seu próprio coração, peça-Lhe com palavras próprias, a Ela que é a primeira discípula, que nos ajude a ser mais parecidos com Jesus. Do coração, cada um pessoalmente.

Deixai-me contar-vos um caso. Conversando um dia com um jovem, perguntei-lhe que coisa poderia colocá-lo de mau humor: «Que é que te deixa de mau humor?» (o contexto proporcionava-se para lhe fazer esta pergunta). Disse-me ele: «Quando o telemóvel fica sem bateria, ou quando perco o sinal da internet». Perguntei-lhe: «E porquê?» Responde-me: «É simples, padre! Porque perco tudo o que está a acontecer; fico fora do mundo, como que suspenso. Então saio a correr à procura de um carregador de baterias ou uma rede wi-fi e da palavra-chave para voltar a conectar-me». Aquela resposta ensinou-me, fez-me pensar que nos pode acontecer o mesmo com a fé. Sentimo-nos todos entusiasmados, a fé renova-se – um retiro, um sermão, um encontro, a visita do Papa – a fé cresce, mas depois dum primeiro tempo de caminhada e de impulso inicial, há momentos em que, sem nos darmos conta, começa a reduzir-se a nossa «largura de banda» e pouco a pouco começa-se a perder aquele entusiasmo, aquele querer permanecer ligados a Jesus, e começa-se a ficar sem conexão, sem bateria, e então apodera-se de nós o mau humor, sentimo-nos descoroçoados, tristes, sem força, e começamos a ver tudo negativo. Quando ficamos sem esta «conexão» que é a que dá vida aos nossos sonhos, o coração começa a perder força, a ficar também ele sem bateria e – como diz a canção – «o rumor à nossa volta e a solidão da cidade isolam-nos de tudo. O mundo que gira às avessas procura submergir-me nele afogando as minhas ideias».[1] Já vos aconteceu isto alguma vez? Cada um responda dentro de si… Não quero fazer corar de vergonha aqueles a quem não aconteceu! A mim sucedeu.

Sem conexão, sem a conexão com Jesus, sem esta conexão acabamos por afogar as nossas ideias, afogar os nossos sonhos, a afogar nossa fé e, por isso, enchemo-nos de mau humor. E de protagonistas que somos e queremos ser, podemos chegar a pensar que tanto vale fazer algo como não o fazer. «Mas – observa o jovem pessimista –, por que perdes tempo? Diverte-te, não te preocupes. Todas estas coisas, sabemos como acabam! O mundo não muda, aceita-o como vem e continua…» E ficamos desconectados do que está a acontecer no «mundo». E ficamos, ou melhor, sentimos que ficamos «fora do mundo», no meu pequeno mundo onde estou tranquilo, lá, no meu sofá… Preocupa-me quando muitos, ao perder o «sinal», pensam que não têm nada para dar e ficam como que perdidos. «Coragem! Tu tens algo para dar!» – «Oh não! Isto é um desastre... Procuro estudar, tirar um diploma, casar-me e depois basta… Não quero problemas. Até porque tudo acaba mal...» Isto sucede, quando se perde a conexão. Nunca penses que não tens nada para dar, ou que não precisas de ninguém. Muita gente precisa de ti. Pensa nisso! Cada um de vocês pense nisto no seu coração: muita gente precisa de mim. Aquele pensamento («ninguém precisa de mim»), como gostava de dizer Hurtado, «é o conselho do diabo», que quer fazer-te crer que não vales nada..., mas para deixar as coisas como estão. Por isso te faz crer que não vales nada: para que não mudes nada. Ora o único que pode fazer uma mudança na sociedade é o jovem, um de vós. Nós, já estamos «na descida»... [desmaia outro jovem] Obrigado… (perdoai-me um aparte, porque estes desmaios são sinal do que muitos de vós estão a sentir. Há quanto tempo estais aqui? Podeis dizer-mo? [alguns respondem] Obrigado! Somos todos – dizia eu – importantes e todos temos algo para dar... Com um momento de silêncio, cada um de vós pode questionar-se, seriamente, no seu próprio coração: «Que tenho eu para dar na vida?». E muitos de vós têm vontade de dizer: «Não sei». Não sabes o que tens para dar? Tens-lo dentro e não o conheces. Procura encontrá-lo depressa, para o dar. O mundo precisa de ti, a terra precisa de ti, a sociedade precisa de ti. Tu tens algo para dar. Não percas a conexão.

Os jovens do Evangelho, que ouvimos hoje, queriam aquele «sinal», procuravam aquele sinal que os ajudasse a manter vivo o fogo nos seus corações. Aqueles jovens que estavam com João Batista queriam saber como carregar a bateria do coração. André e o outro discípulo – como não se diz o nome, podemos pensar que o outro discípulo pode ser cada um de nós – procuravam a palavra-chave para se conectar com Aquele que é «Caminho, Verdade e Vida» (Jo 14, 6). A isso, foram guiados por João Baptista. E penso que vós tendes um grande Santo, que vos pode servir de guia, um Santo que cantava com a sua vida: «Contente, Senhor, contente!» Hurtado tinha uma regra de ouro, uma regra para acender o seu coração com um fogo capaz de manter viva a alegria, que é Jesus. Sim, Jesus é esse fogo que incendeia a quem d’Ele se aproxima.

E a palavra-chave de Hurtado para conectar-se de novo, para manter o sinal era muito simples… Certamente nenhum de vós trouxe o telemóvel! Vejamos… Gostaria que a registásseis nos vossos telemóveis. Se quiserdes, eu dito-vo-la. Hurtado questionava-se – e esta é a palavra-chave –: «Que faria Cristo no meu lugar?» Quem puder, escreva-a. «Que faria Cristo no meu lugar?» Que faria Cristo no meu lugar na escola, na universidade, pela estrada, em casa, com os amigos, no trabalho; face àqueles que fazem bullying: «Que faria Cristo no meu lugar?». Quando saís para dançar, quando fazeis desporto ou ides ao estádio: «Que faria Cristo no meu lugar?». Esta é a palavra-chave… Esta é a carga de bateria para acender o nosso coração, acender a fé e a centelha nos nossos olhos. Fazei de modo que não desapareça! Isto é ser protagonistas da história. Olhos cintilantes, porque descobrimos que Jesus é fonte de vida e alegria. Protagonistas da história, porque queremos contagiar com aquela centelha tantos corações apagados, opacos, que se esqueceram do que significa esperar; tantos que estão apáticos e esperam que alguém os convide e provoque para algo que valha a pena. Ser protagonistas é fazer o que fez Jesus. Onde quer que estejas, com quem quer que te encontres e seja a hora que for: «Que faria Jesus no meu lugar?» Memorizastes a palavra-chave? [respondem: «Sim!»] E a única maneira para não se esquecer da palavra-chave é usá-la; caso contrário, sucede-nos (claramente é mais para os da minha idade, não da vossa, mas assim ficais a sabê-lo) o mesmo que aconteceu com aqueles três malucos do filme que queriam fazer um assalto, um roubo no cofre de segurança. Tudo bem estudado e, quando lá chegaram... tinham-se esquecido da combinação, tinham-se esquecido do código. Se não usardes a palavra-chave, esqueceis-la. Memorizai-a no coração! Como era a palavra-chave? [respondem: «Que faria Cristo no meu lugar?»] Não se ouve bem em espanhol; como era? [repetem-na] Esta é a palavra-chave. Repeti-a, mas usai-a, usai-a! Que faria Cristo no meu lugar? E é preciso usá-la todos os dias. Chegará o momento em que a sabereis de memória, e virá o dia em que, sem vos dardes conta, chegará o dia em que, sem vos dardes conta, o coração de cada um de vós palpitará como o coração de Jesus.

Não basta ouvir algum ensinamento religioso ou aprender uma doutrina; aquilo que queremos é viver como Jesus viveu. Que faria Cristo no meu lugar? Traduzir Jesus na minha vida. Por isso, os jovens do Evangelho – ouvimo-lo há pouco –perguntam-Lhe: Senhor, «onde moras?»[2] Como vives? Pergunto-o eu a Jesus? Queremos viver como Jesus: isto sim, que faz vibrar o coração!

Faz vibrar o coração e coloca-te na estrada arriscada. Arriscar, correr riscos. Queridos amigos, sede corajosos, ide prontamente ao encontro dos vossos amigos, daqueles que não conheceis ou que atravessam um momento difícil.

Ide com a única promessa que temos: no meio do deserto, do caminho, da aventura, sempre haverá a «conexão», sempre existirá um «carregador de baterias». Não estaremos sozinhos. Sempre gozaremos da companhia de Jesus e de sua Mãe e duma comunidade. Uma comunidade que certamente não é perfeita, mas isso não significa que não tenha muito para amar e oferecer aos outros. Como era a palavra-chave? [respondem: «Que faria Cristo no meu lugar?»] Bem, ainda a recordais…

Queridos amigos, jovens queridos! «Sede vós – peço-vo-lo, por favor – os jovens samaritanos que nunca abandonam ninguém caído no caminho. No coração, outra pergunta: Alguma vez deixei alguém caído no caminho? Um parente, um amigo, uma amiga...? Sede samaritanos, nunca abandoneis o ser humano caído no chão pela estrada. Sede vós os jovens cireneus que ajudam Cristo a levar a sua Cruz e compartilham o sofrimento dos irmãos. Sede como Zaqueu, que transforma o seu nanismo espiritual em grandeza e deixou que Jesus transformasse o seu coração materialista num coração solidário. Sede como a jovem Madalena, buscando apaixonadamente o amor, que só em Jesus encontra as respostas de que necessita. Tende o coração de Pedro, para deixar as redes nas margens do lago. Tende o carinho de João, para repor em Jesus todos os vossos afetos. Tende a disponibilidade da nossa Mãe, a primeira discípula, para cantar com alegria [ao Senhor] e fazer a sua vontade».[3]

Queridos amigos, gostaria de ficar mais tempo. Aqueles que têm o telemóvel, peguem nele na mão: é um sinal, para não se esquecerem da palavra-chave. Qual era a palavra-chave? [respondem: «Que faria Cristo no meu lugar?»] E assim vos conectais de novo e não ficais sem campo. Gostaria de ficar mais tempo. Obrigado por este encontro e pela vossa alegria. Peço-vos, por favor, que não vos esqueçais de rezar por mim.

_______________________

[1] La Ley, Aquí.
[2] Jo 1, 38.
[3] Card. Raúl Silva Henríquez, Mensagem aos jovens (7/X/1979).

[00058-PO.02] [Texto original: Espanhol]

Traduzione in lingua polacca

 

Ja też, Arielu, cieszę się, że jestem z wami. Dziękuję za słowa powitania w imieniu wszystkich obecnych. Jestem naprawdę wdzięczny, że mogę dzielić tę chwilę z wami; którzy, jak przeczytałem tutaj [na transparencie] „zeszliście z kanapy i założyliście buty”- Dziękuję. Uważam, że dla mnie bardzo ważne jest to spotkanie, i przejście trochę razem, abyśmy sobie pomogli patrzeć w przyszłość! Myślę, że jest to ważne również dla was. Dziękuję!

Cieszę się, że to spotkanie odbywa się tutaj, w Maipú. Na tej ziemi, gdzie z uściskiem braterstwa powstała historia Chile; w tym Sanktuarium, które wznosi się na przecięciu dróg między Północą a Południem, które jednoczy śnieg i ocean, i sprawia, że ​​niebo i ziemia mają dom. Dom dla Chile, dom dla was, droga młodzieży, gdzie czeka na was Matka Boska z Karmelu i przyjmuje was z otwartym sercem. I tak jak towarzyszyła narodzinom tego narodu i towarzyszyła wielu Chilijczykom przez te dwieście lat, tak też chce nadal towarzyszyć marzeniom, które Bóg umieszcza w waszym sercu: marzeniom o wolności, marzeniom o radości, marzeniom o lepszej przyszłości. Te życzenia, jak powiedziałeś Arielu, „by stać się bohaterami zmian”. Być protagonistami. Dziewica z Karmelu towarzyszy wam, abyście byli bohaterami Chile, o jakim wasze serca marzą, nie tylko kiedy jesteście trochę podpici, nie zawsze miejcie wielkie marzenia. I wiem, że serca młodych Chilijczyków marzą i mają wielkie marzenia, ponieważ z tych ziem rodziły się doświadczenia, które rozszerzyły się i pomnożyły przez różne kraje naszego kontynentu. A kto je promował? Młodzi ludzie tacy jak wy, którzy umieli przeżyć przygodę wiary. Ponieważ wiara prowokuje u młodych ludzi poczucie przygody, która zaprasza do podróży przez niesamowite krajobrazy, wcale nie łatwe, wcale nie ciche... ale wy lubicie przygody i wyzwania… poza tymi, którzy jeszcze nie zeszli z kanapy: zejdźcie szybko !, abyśmy mogli kontynuować ... Wy, którzy jesteście specjalistami, załóżcie im buty ... Przeciwnie, nudzicie się, gdy nie macie wyzwań, które was stymulują. Widać to na przykład, zawsze wtedy, gdy zdarza się katastrofa naturalna: macie ogromną zdolność do mobilizowania siebie, co mówi o hojności waszych serc. Dziękuję.

I chciałem zacząć od tego odniesienia do ojczyzny, ponieważ droga naprzód, marzenia, które powinny być zrealizowane, stałe patrzenie na perspektywę należy czynić z nogami na ziemi, a zaczyna się od stóp na ziemi ojczystej. A jeśli nie kochacie waszej ojczyzny, to nie sądzę, abyście mogli kochać Jezusa i abyście mogli kochać Boga. Miłość do ojczyzny jest miłością do matki: nazywamy ją „matka ojczyzna”, ponieważ tutaj się urodziliśmy. Ale o ona sama, jak każda matka, uczy nas chodzić i daje się nam, abyśmy sprawili, aby żyła w innych pokoleniach. Właśnie dlatego chciałem zacząć od tego odniesienia do matki, do ojczyzny. Jeśli nie jesteście patriotami - nie nacjonalistami, patriotami – niczego nie dokonacie w życiu. Kochajcie swoją ziemię, chłopcy i dziewczyny, kochajcie swoje Chile! Dajcie z siebie to, co najlepsze dla waszego Chile.

W mojej pracy jako biskupa mogłem odkryć, że istnieje wiele, ale wiele dobrych pomysłów w sercach i umysłach młodych ludzi. To prawda, jesteście niespokojni, poszukiwacze, idealiści. Czy wiecie na czym polega problem? Problemem jesteśmy my dorośli, kiedy słuchamy tych ideałów, tych niepokojów młodych i z twarzą mędrców, mówimy: „Myśli tak, bo jest młody, wkrótce dojrzeje”, albo co gorsza: „zepsuje się”. W ten sposób, za „wkrótce dojrzeje”, przeciw tym iluzjom i marzeniom, skrywa się milczące „wkrótce ulegnie zepsuciu”. Uważajcie na to! Dojrzewanie oznacza rozwijanie się oraz powodowanie rozwoju marzeń i powodowanie rozwoju aspiracji, a nie obniżanie czujność i danie się kupić za dwa grosze, to nie jest dojrzewanie. Kiedy więc my dorośli tak myślimy, nie słuchajcie nas. Wygląda na to, że w tym „niedługo dojrzeje” powiedzianym przez nas starszych, zdaje się rzucamy na was mokry koc, aby was uciszyć, wydaje kryje się fakt, że dojrzewanie oznacza akceptowanie niesprawiedliwości, uwierzenie, że nie możemy nic uczynić, że wszystko zawsze tak było. „Dlaczego musimy się zmieniać, jeśli zawsze tak było, jeśli zawsze tak się robiło?”. To jest zepsucie. Dojrzewanie, prawdziwa dojrzałość oznacza rozwijanie marzeń, waszych dążeń, razem, wzajemnie się konfrontując, dyskutując między sobą, ale zawsze spoglądając w przyszłość, nie obniżając czujności, nie sprzedając tych aspiracji. Czy to jasne? [krzyk: „Tak!”]

Biorąc pod uwagę całą tę rzeczywistość młodych ludzi, dlatego dokonuje się…[Ojciec Święty przerywa, bo jedna z dziewcząt źle się poczuła] Poczekajmy chwilę, aby zabrali tę naszą siostrę, która źle się poczuła i towarzyszmy jej krótką modlitwą, żeby szybko wyzdrowiała…Dla tej rzeczywistości was młodych, chciałem wam powiedzieć, że zwołać w tym roku Synod na temat wiary i rozeznania w was młodych a ponadto spotkanie młodych. Ponieważ Synod to obrady nas biskupów, zastanawiając się nad ludźmi młodymi, ale, jak wiecie boję się filtrów, ponieważ czasami opinie młodych ludzi, aby dostać się do Rzymu, muszą przejść przez różne połączenia, a te propozycje mogą zostać bardzo przefiltrowane, nie przez linie lotnicze, ale przez tych, którzy je przepisują. Właśnie dlatego chcę słuchać młodych ludzi i dlatego jest to spotkanie młodych ludzi, spotkanie, w którym wy staniecie się bohaterami: młodzi ludzie z całego świata, młodzi katolicy i niekatolicy; młodzi chrześcijanie i z innych religii; młodzi ludzie, którzy nie wiedzą, czy wierzą lub nie wierzą: wszyscy. Aby ich wysłuchać, słuchać się nawzajem bezpośrednio, bo ważne abyście mówili, abyście nie dali się uciszyć. Do nas należy pomoc wam, abyście byli spójni z tym, co mówicie, to jest to praca, dzięki której możemy wam pomóc. Ale jeśli nie mówicie, jakże możemy wam pomóc? Mówcie odważnie i mówcie, co myślicie. To możecie zrobić w tygodniu spotkania przed Niedzielą Palmową, kiedy delegacje młodych ludzi z całego świata przyjadą do Rzymu, aby pomóc nam sprawić, by Kościół miał młode oblicze.

Pewnego razu, niedawno jedna z osób powiedziała mi: „Nie wiem, czy mówić o Świętej Matce Kościoła - mówiła o konkretnym miejscu - czy o Świętej Babci Kościele!”. Nie, nie, Kościół musi mieć młode oblicze, a w tym musicie nam pomóc. Ale, oczywiście, prawdziwą młodą twarz, pełną życia, a nie młodą, ponieważ poddaną makijażowi z kremem odmładzającym. Nie, to nie jest konieczne, ale młode, ponieważ z głębi serca pozwala stawiać sobie wyzwania. I tego właśnie my, Święta Matka Kościół, dzisiaj od was potrzebujemy: abyście stawiali nam pytania. A potem przygotujcie się na odpowiedź; ale potrzebujemy, abyście nas pytali, Kościół potrzebuje, abyście stawali się dorosłymi, duchowo dorosłymi i mieli odwagę powiedzieć nam: „To mi się podoba, ta droga zdaje się mi tą, którą powinniśmy pójść. To nie jest dobre, to nie jest most, ale mur” i tak dalej. Powiedzie nam, co czujecie, co myślicie, a to wypracujcie między wami w grupach tego spotkania, a później przejdzie to na Synod, gdzie z pewnością będzie wasza reprezentacja. Ale Synod będą robili biskupi z waszą reprezentacją, która zgromadzi wszystkich. Przygotujcie się zatem na to spotkanie, a tym, którzy pojadą na to spotkanie, przekażcie swoje pomysły, swoje oczekiwania, to, co czujecie w sercu. Jak bardzo potrzebuje was Kościół chilijski i Kościół chilijski, aby „nami wstrząsnąć” i pomóc nam być bliżej Jezusa! O to was prosimy, aby nami wstrząsnąć, jeśli jesteśmy statyczni, pomóc nam być bliżej Jezusa. Wasze pytania, wasze pragnienie poznania, wasze pragnienie bycia hojnymi, wymaga od nas, byśmy byli bliżej Jezusa. Wszyscy jesteśmy powołani, stale na nowo, aby być blisko Jezusa. Jeśli jakieś działanie, plan duszpasterski, jeśli to spotkanie nie pomoże nam być bliżej Jezusa, to straciliśmy czas, straciliśmy popołudnie, godziny przygotowań. Pomóżcie nam być bliżej Jezusa. I prosimy o to tych, którzy mogą nas prowadzić za rękę. Spójrzmy na Matkę [zwrócony do figury Maryi Panny]: niech każdy w swoim własnym sercu powie jej swoimi słowami, jej, która jest pierwszą uczennicą, aby pomogła nam być bliżej Jezusa. Z głębi serca, każdy osobiście.

Pozwólcie, że opowiem wam anegdotę. Pewnego dnia, gdy rozmawiałem z młodym człowiekiem, spytałem go, co mogłoby wprawić go w zły humor. „Co wprawia ciebie w zły humor?” – bo sytuacja nadawała się do zadania tego pytania. A on mi powiedział: kiedy w telefonie komórkowym wyczerpuje się bateria, albo gdy tracę sygnał internetowy”. Zapytałem go: „Dlaczego?”. On odpowiedział: „Ojcze, to jest proste, tracę wszystko, co się dzieje, jestem poza światem, zawieszony. W takich momentach spieszę się, aby znaleźć ładowarkę lub sieć Wi-Fi i hasło, aby ponownie się połączyć”. Ta odpowiedź mnie nauczyła, sprawiła, że pomyślałem, że to samo może nam się przydarzyć z wiarą. Wszyscy jesteśmy entuzjastyczni, wiara się odnawia – jakieś rekolekcje, jakieś kazanie, spotkanie, wizyta papieża – wiara wzrasta, ale po pierwszym odcinku drogi i początkowym rozmachu, są momenty, w których, nie zdając sobie z tego sprawy, zaczyna zanikać nasz „zasięg” i stopniowo ten entuzjazm, to pragnienie przebywania z Jezusem zaczyna ginąć i zaczynamy pozostawać bez połączenia, bez baterii, i popadamy w zły nastrój, stajemy się nieufni, smutni, bezsilni i zaczynamy widzieć wszystko negatywnie. Kiedy pozostajemy bez tego „połączenia”, będące tym, które daje życie naszym marzeniom, serce zaczyna tracić siłę, wyczerpuje się i, jak mówi ta piosenka, „hałas wokół i samotność miasta oddzielają nas od wszystkiego. Świat wywraca się, usiłuje mnie pogrążyć w sobie zatapiając moje idee”[1]. Czy stało się to wam kiedyś? Niech każdy odpowie w swoim wnętrzu…nie chcę zawstydzać tych, którym się to nie przydarzyło…Mnie się stało.

Bez połączenia, bez połączenia z Jezusem, bez tego połączenia zatapiamy nasze idee, zatapiamy nasze marzenia, zatapiamy naszą wiarę i zatem napełnia nas złe samopoczucie. Jako protagoniści – jakimi jesteśmy i chcemy być – możemy dojść do przekonania, że robić coś albo nie robić to wszystko jedno. „Dlaczego tracić czas? – mówi młody pesymista – baw się, daruj sobie, wiemy dobrze jak to się wszystko skończy. Świat się nie zmienia, bierz go takim, jakim jest i idź dalej”. I pozostajemy bez połączenia z tym, co dzieje się w „świecie”. Zostajemy, czujemy, że zostajemy „poza światem”, w moim małym świecie gdzie mi wygodnie, na kanapie... Martwi mnie, gdy tracąc „sygnał”, wielu uważa, że ​​nie mają nic do dania i pozostają jakby zagubieni. „Daj spokój, masz coś do zaoferowania!”- „Nie, nie, to katastrofa ... Próbuję się uczyć, zdobyć dyplom, pobrać się, a potem wystarczy, nie chcę problemów, i tak wszystko kończy się źle...”. Tak to jest, gdy zostanie utracone połączenie. Nigdy nie myśl, że nie masz nic do dania lub że nikogo nie potrzebujesz. Wielu ludzi ciebie potrzebuje, pomyśl o tym. Niech każdy z was pomyśli w swym sercu: wielu ludzi mnie potrzebuje. Ta myśl, jak powiedział Hurtado, „jest podszeptem diabła” – „nikt mnie nie potrzebuje”, który chce, abyś uwierzył, że jesteś bezwartościowy... żeby zostawić rzeczy takimi, jakie są. To dlatego sprawia, byś uwierzył, że jesteś bezwartościowy: aby nic się nie zmieniło. Ponieważ jedynym, który może dokonać przemiany społeczeństwa, jest młody, jeden z was. My, jesteśmy już „po drugiej stronie” ... [Kolejny młody mdleje] Dziękuję, nawiasem mówiąc, ponieważ te omdlenia są znakiem tego, co wielu z was czuje ... Jak długo tu jesteście? Czy możecie mi powiedzieć? [niektórzy odpowiadają] Dziękuję! Wszyscy, jak powiedziałem, jesteśmy ważni i wszyscy mamy coś do zaoferowania… z chwilką milczenia każdy z was może poważnie zapytać w swoim sercu: „Co mam w życiu do dania?”. A wielu z was chce powiedzieć: „Nie wiem”. Nie wiesz, co masz do zaoferowania? Masz to we wnętrzu i nie wiesz tego. Spróbuj szybko to znaleźć, aby dać. Świat cię potrzebuje, ojczyzna cię potrzebuje, społeczeństwo cię potrzebuje. Masz coś do zaoferowania. Nie trać połączenia.

Młodzi ludzie z Ewangelii, którą dzisiaj słyszeliśmy, chcieli tego „sygnału”, szukali tego sygnału, który pomógłby im podtrzymać ogień w ich sercach. Ci młodzi, którzy przebywali z Janem Chrzcicielem, chcieli wiedzieć, jak naładować baterię serca. Andrzej i ów drugi uczeń – który nie podaje imienia, i możemy myśleć, że drugi uczeń może być każdym z nas – poszukiwali hasła, aby połączyć się z Tym, który jest „Drogą, Prawdą i Życiem” (J 14,6). Prowadził ich Jan Chrzciciel. I myślę, że macie wielkiego świętego, który może was prowadzić, świętego, który śpiewał życiem: „Szczęśliwy, Panie, szczęśliwy!” Hurtado miał złotą zasadę, zasadę zapalania swego serca tym ogniem zdolnym podtrzymać żywą radość. Ponieważ Jezus jest tym ogniem, który rozpala tych, którzy się do niego zbliżają.

A hasło Hurtado, aby się połączyć, aby stale mieć sygnał było bardzo proste. Na pewno nikt z was nie zabrał telefonu…zobaczymy…chciałbym, żebyście zapisali je w swoich telefonach komórkowych. Jeśli chcecie powiem wam. Hurtato pyta się – i to jest hasło: „Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu?”. Jeśli ktoś chce, niech je sobie zapisze: „Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu?”. Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu w szkole, na uniwersytecie, na ulicy, w domu, z przyjaciółmi, w pracy; wobec tych, którzy nękają: „Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu?”. To jest hasło. To jest ładowarka, by zapalić nasze serce, zapalić wiarę i iskrę w naszych oczach. Aby nie zanikło. To oznacza być czynnymi uczestnikami dziejów. Roziskrzone oczy, bo odkryliśmy, że Jezus jest źródłem życia i radości. Bohaterowie historii, ponieważ chcemy zarażać tą iskrą wiele serc zgasłych, matowych, które zapomniały, co to znaczy mieć nadzieję; wielu tych, którzy są apatyczni i czekają, aż ktoś ich zaprosi i sprowokuje do czegoś wartościowego. Być bohaterami, to robić to, co robił Jezus. Gdziekolwiek jesteś, z kimkolwiek jesteś i w jakimkolwiek czasie: „Co Jezus zrobiłby na moim miejscu?”. Czy zapamiętaliście hasło? [odpowiadają: „tak!”]. A jedynym sposobem, aby nie zapomnieć hasła, jest używanie go. W przeciwnym razie zdarza się nam - najwyraźniej bardziej osobom w moim wieku, ale w ten sposób będziecie to wiedzieli, - to co zdarzyło się tym trzem głupcom z filmu, którzy robią napad, rabunek w sejfie, wszystko przemyślane i kiedy przyjeżdżają ... zapomnieli kombinację, zapomnieli klucza. Jeśli nie będziecie używali hasła, to je zapomnicie. Zapamiętajcie je w sercu! Jak brzmiało to hasło? [odpowiedź: „Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu?”] ... Nie słyszę dobrze po hiszpańsku ... Jak to było? [powtarzają] To jest hasło. Powtarzajcie je, ale używajcie go, i to często! Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu? I trzeba go używać każdego dnia. Nadejdzie chwila, kiedy będziecie pamiętali; i nadejdzie dzień, w którym nawet nie zdając sobie sprawy, nadejdzie dzień, nie zdając sobie sprawy serce każdego z was będzie biło tak, jak serce Jezusa.

Nie wystarczy słuchać nauczania religii, albo nauczyć się doktryny; to, czego chcemy, to żyć tak, jak żył Jezus. Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu? Przełożyć Jezusa w moim życiu. Oto dlaczego młodzi ludzie z Ewangelii pytają Go: „Panie, gdzie mieszkasz?” – usłyszeliśmy to niedawno; jak żyjesz? Czy pytam o to Jezusa? Chcemy żyć jak Jezus, to sprawia, że ​​serce wibruje.

Sprawia, że serce drży, i stawia ciebie na drodze ryzyka. Ryzykować, podejmować ryzyko. Drodzy przyjaciele, bądźcie odważni, idźcie niezwłocznie na spotkanie z przyjaciółmi, z tymi, których nie znacie lub którzy są w trudnym momencie.

Idźcie z jedyną obietnicą, jaką mamy: na pustyni, na ulicy, w przygodzie, zawsze będzie „połączenie”, będzie „ładowarka”. Nie będziemy sami. Zawsze będziemy cieszyć się towarzystwem Jezusa, Jego Matki i wspólnoty. Z pewnością wspólnota, która nie jest idealna, ale to nie znaczy, że nie mająca wiele do kochania i do dania innym. Jak brzmiało hasło? [odpowiadają: „Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu?”]. Dobrze, jeszcze pamiętacie.

Drodzy przyjaciele, drodzy młodzi, „bądźcie – bardzo was o to proszę – bądźcie młodymi Samarytanami, którzy nigdy nie zostawiają nikogo na ziemi, przy drodze. W sercu zadajcie sobie kolejne pytanie: czy czasami zostawiłem kogoś na ziemi, przy drodze? Krewnego, przyjaciela, przyjaciółkę ...? Bądźcie Samarytanami, nigdy nie porzucajcie człowieka na ziemi, przy drodze. Bądźcie młodymi Cyrenejczykami, którzy pomagają Chrystusowi dźwigać Jego Krzyż i dzielą cierpienie braci. Bądźcie jak Zacheusz, który przekształcił swoją karłowatość duchową w wielkość, i pozwolił, aby Jezus przemienił jego materialistyczne serce w serce solidarne. Bądźcie jak młoda Magdalena, namiętna poszukiwaczka miłości, która tylko w Jezusie znajduje odpowiedzi, których potrzebuje. Miejcie serce Piotra, aby zostawić sieci na brzegu jeziora. Miejcie miłość Jana, aby w Jezusie ulokować wszystkie wasze uczucia. Bądźcie dyspozycyjni jak nasza Matka, pierwsza uczennica, aby śpiewać z radością i wypełniać jej wolę”[2].

Drodzy przyjaciele, chciałbym zostać dłużej. Ci, którzy mają telefon, niech wezmą go do ręki: to znak, żeby nie zapomnieć hasła. Jakie było hasło? [odpowiedź: „Co zrobiłby Chrystus na moim miejscu?”]. W ten sposób się połączycie i nie pozostaniecie bez pola. Chętnie został bym dłużej. Dziękuję za to spotkanie i za waszą radość. Dziękuję. I proszę was bardzo: nie zapominajcie modlić się za mnie.

________________________

[1] LA LEY, Aquí.
[2] Card. Raúl SILVA HENRÍQUEZ, Mensaje a los jóvenes (7 ottobre 1979).

[00058-PL.02] [Testo originale: Polacco]

[B0038-XX.02]