Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Messaggio del Santo Padre Francesco per la Sessione inaugurale della 40.ma Conferenza Generale della FAO, 03.07.2017


Messaggio del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua inglese

Pubblichiamo di seguito il testo del Messaggio del Santo Padre Francesco per la Sessione inaugurale della 40.ma Conferenza Generale della FAO:

Messaggio del Santo Padre

Señor Presidente:

Me complace dirigirle mi deferente y cordial saludo, así como a cada uno de ustedes, Representantes de los Estados miembros de la FAO, reunidos para la cuadragésima Conferencia de la Organización.

Extiendo también mi saludo al Director General de la FAO y a los Responsables de los otros Organismos internacionales presentes en esta reunión, que está llamada a dar respuestas precisas al sector agrícola y alimentario, de las que dependen las expectativas de millones de personas.

1. No pudiendo esta vez estar con ustedes, según la consolidada tradición que se remonta al inicio de esta sede de la FAO en Roma, he pedido al Señor Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, llevar mi palabra de estímulo y apoyo, y manifestarles toda mi estima y consideración por la ardua tarea que deben realizar.

La Santa Sede sigue con mucha atención la actividad internacional y quiere cooperar a orientarla para favorecer no un simple progreso u objetivos teóricos de desarrollo, sino una real erradicación del hambre y de la malnutrición. Todos somos conscientes de que no basta la intención de asegurar a todos el pan cotidiano, sino que es necesario reconocer que todos tienen derecho a él y que deben por tanto beneficiarse del mismo. Si los continuos objetivos propuestos quedan todavía lejos, depende mucho de la falta de una cultura de la solidaridad que no logra abrirse paso en medio de las actividades internacionales, que permanecen a menudo ligadas solo al pragmatismo de las estadísticas o al deseo de una eficacia carente de la idea de compartir.

El compromiso de cada País por aumentar el propio nivel de nutrición, por mejorar la actividad agrícola y las condiciones de las poblaciones rurales, se concreta en el impulso del sector agrícola, en el incremento de la producción o en la promoción de una distribución efectiva de los alimentos. Pero esto no basta. En efecto, dichos objetivos lo que están pidiendo es que se considere cada día que el derecho de cada persona a ser liberada de la pobreza y del hambre depende del deber que tiene toda la familia humana de ayudar de forma concreta a los necesitados.

Entonces, cuando un País no sea capaz de ofrecer respuestas adecuadas porque no lo permita su grado de desarrollo, sus condiciones de pobreza, los cambios climáticos o las situaciones de inseguridad, es necesario que la FAO y las demás Instituciones intergubernamentales puedan tener la capacidad de intervenir específicamente para emprender una adecuada acción solidaria. A partir de la conciencia de que los bienes que nos ha entregado Dios Creador son para todos, se requiere urgentemente que la solidaridad sea el criterio inspirador de cualquier forma de cooperación en las relaciones internacionales.

2. Una mirada a la situación actual del mundo no nos ofrece imágenes consoladoras. No podemos, sin embargo, permanecer únicamente preocupados o acaso solo resignados. Este momento de evidente dificultad debe hacernos también más conscientes de que el hambre y la malnutrición no son solamente fenómenos naturales o estructurales de determinadas áreas geográficas, sino que son el resultado de una más compleja condición de subdesarrollo, causada por la inercia de muchos o por el egoísmo de unos pocos. Las guerras, el terrorismo, los desplazamientos forzados de personas que cada vez más impiden o, al menos, condicionan fuertemente incluso las actividades de cooperación, no son fruto de la fatalidad, sino más bien consecuencia de decisiones concretas. Se trata de un mecanismo complejo que fustiga ante todo a las categorías más vulnerables, excluidas no solo de los procesos productivos, sino también obligadas a menudo a dejar sus tierras en busca de refugio y esperanza de vida. Como también están determinados por decisiones tomadas en plena libertad y conciencia los datos relativos a las ayudas a los Países pobres, que siguen mermando cada día, no obstante los reiterados llamamientos ante las situaciones de crisis cada vez más destructoras que se manifiestan en diferentes áreas del planeta.

Hay que ser conscientes de que en estos casos la libertad de elección de cada uno se conjuga con la solidaridad hacia todos, en relación con las necesidades, cumpliendo de buena fe los compromisos asumidos o anunciados. A este respecto, animado también por el deseo de alentar a los Gobiernos, quisiera unirme con una contribución simbólica al programa de la FAO para proveer de semillas a las familias rurales que viven en áreas donde se han juntado los efectos de los conflictos y de la sequía. Este gesto se suma al trabajo que la Iglesia viene realizando, según su vocación de estar de parte de los pobres de la tierra y acompañar el compromiso eficaz de todos en favor suyo.

Este compromiso nos lo pide hoy la Agenda para el Desarrollo 2030, cuando reitera el concepto de seguridad alimentaria como objetivo impostergable. Pero solo un esfuerzo de auténtica solidaridad será capaz de eliminar el número de personas malnutridas y privadas de lo necesario para vivir. Es un desafío muy grande para la FAO y para todas las Instituciones de la Comunidad internacional. Un reto en el que también la Iglesia se siente comprometida en primera línea.

Deseo, por tanto, que las sesiones de esta Conferencia puedan dar un nuevo impulso a la actividad de la Organización y ofrecer aquellos instrumentos deseados y esperados por millones de hermanos nuestros que ven en la acción de la FAO no sólo una contribución técnica para aumentar los recursos y para distribuir los frutos de la producción, sino también el signo concreto, a veces único, de una fraternidad que les permite confiar en el futuro.

Que la bendición de Dios todopoderoso, rico en misericordia, descienda sobre ustedes y sus trabajos y les dé la fuerza necesaria para contribuir a un auténtico progreso de la familia humana.

Vaticano, 3 de julio de 2017

Francisco

[01048-ES.01] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Signor Presidente,

sono lieto di porgere il mio deferente e cordiale saluto a Lei, come pure a ciascuno di Voi, Rappresentanti degli Stati membri della FAO, riuniti per la 40ª Conferenza dell’Organizzazione.

Estendo il mio saluto al Direttore Generale della FAO e ai Responsabili degli altri Organismi internazionali presenti a questa riunione, chiamata a dare risposte precise al settore agricolo e alimentare, dalle quali dipendono le attese di milioni di persone.

1 . Non potendo questa volta essere fra voi, secondo la consolidata tradizione che risale all’insediamento della FAO a Roma, ho chiesto al Cardinale Pietro Parolin, Segretario di Stato, di portarvi la mia parola di stimolo e di sostegno, e di esprimervi tutta la mia stima e la mia considerazione per l’arduo compito che dovete compiere.

La Santa Sede segue con molta attenzione l’attività internazionale e vuole concorrere a orientarla per favorire non un semplice progresso o teorici obiettivi di sviluppo, ma una effettiva eliminazione della fame e della malnutrizione. Tutti siamo consapevoli che non basta l’intenzione di assicurare a tutti il pane quotidiano, ma è necessario riconoscere che tutti ne hanno diritto e ne debbono quindi usufruire. Se i continui obiettivi proposti restano ancora lontani, dipende molto dalla mancanza di una cultura della solidarietà che non riesce a farsi strada nelle attività internazionali, che rimangono spesso legate solo al pragmatismo delle statistiche o al desiderio di un’efficienza priva dell’idea di condivisione.

L’impegno di ciascun Paese ad aumentare il proprio livello di nutrizione, a migliorare l’attività agricola e le condizioni delle popolazioni rurali, si concretizza nel dare impulso al settore agricolo, nell’incremento della produzione e nell’attivare un’efficace distribuzione degli alimenti. Ma questo non basta. Infatti, tali obiettivi richiedono di considerare ogni giorno che il diritto di ogni persona ad essere liberata dalla povertà e dalla fame dipende dal dovere dell’intera famiglia umana di venire concretamente in soccorso di quanti sono nel bisogno.

E allora, quando un Paese non è in grado di dare risposte adeguate perché non lo permette il suo grado di sviluppo, le sue condizioni di povertà, i cambiamenti climatici o le situazioni di insicurezza, è necessario che la FAO e le altre Istituzioni intergovernative siano messe in grado di intervenire specificamente per intraprendere un’adeguata azione solidale. A partire dalla consapevolezza che i beni affidatici dal Creatore sono per tutti, occorre urgentemente che la solidarietà sia il criterio ispiratore di ogni forma di cooperazione nelle relazioni internazionali.

2. Uno sguardo sulla situazione del mondo non fornisce immagini confortanti. Non possiamo, tuttavia, rimanere solo preoccupati e forse rassegnati. Questo momento di evidente difficoltà ci deve rendere anche più consapevoli che la fame e la malnutrizione non sono soltanto fenomeni naturali o strutturali di determinate aree geografiche, ma sono piuttosto la risultante di una più complessa condizione di sottosviluppo, causata dall’inerzia di molti e dall’egoismo di pochi. Le guerre, il terrorismo, gli spostamenti forzati di persone che sempre più impediscono o almeno condizionano fortemente le stesse attività di cooperazione, non sono delle fatalità, ma piuttosto il risultato di scelte precise.

Si tratta di un meccanismo complesso che colpisce anzitutto le categorie più vulnerabili, non solo escluse dai processi produttivi, ma spesso costrette a lasciare le loro terre alla ricerca di rifugio e speranza di vita. Come pure sono determinati da decisioni assunte in piena libertà e coscienza i dati relativi agli aiuti verso i Paesi poveri, che appaiono sempre più ridotti, nonostante gli appelli che si susseguono di fronte alle situazioni di crisi sempre più distruttive che si manifestano in diverse aree del pianeta.

Dobbiamo prendere coscienza che in questi casi la libertà di scelta di ognuno va coniugata con la solidarietà verso tutti, in relazione ai bisogni, attuando in buona fede gli impegni assunti o annunciati. In proposito, anche spinto dal desiderio di incoraggiare i Governi, vorrei unirmi con un contributo al programma della FAO per fornire sementi alle famiglie rurali che vivono in aree dove si sono sommati gli effetti dei conflitti e della siccità. Questo gesto si aggiunge al lavoro che la Chiesa porta avanti secondo la propria vocazione di stare al fianco dei poveri della terra e di accompagnare il fattivo impegno di tutti in loro favore.

Questi impegno ci viene oggi richiesto dall’Agenda per lo sviluppo 2030, quando ribadisce il concetto di sicurezza alimentare come obiettivo non più rinviabile. Ma solo uno sforzo di autentica solidarietà sarà capace di eliminare il numero delle persone malnutrite e prive del necessario per vivere. È una sfida molto grande per la FAO e per tutte le Istituzioni della Comunità internazionale. Una sfida in cui anche la Chiesa si sente impegnata in prima fila.

Auspico pertanto che le sessioni di questa Conferenza possano dare un nuovo impulso all’attività dell’Organizzazione e fornire quegli strumenti desiderati e attesi da milioni di nostri fratelli che vedono nell’azione della FAO non solo un apporto tecnico per aumentare le risorse e per distribuire i frutti della produzione, ma anche il segno concreto, spesso unico, di una fraternità che permette loro di avere fiducia nel futuro.

La benedizione di Dio onnipotente, ricco di misericordia, scenda su di voi e sui vostri lavori e vi dia la forza necessaria per contribuire a un autentico progresso della famiglia umana.

Dal Vaticano, 3 luglio 2017

Francesco

[01048-IT.01] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua inglese

Mr President,

I offer my respectful and cordial greetings to you, and to all the Representatives of the Member States of FAO, as you assemble for the Organization’s fortieth Conference.

My greeting also goes to the Director-General and to the leaders of the other International Organizations present at this meeting, which is called to provide appropriate responses to issues involving the agricultural and food production sector, on which the expectations of millions of people depend.

1. I regret that I cannot be present with you today, as has been an established tradition dating back to the beginning of FAO’s presence in Rome. I have therefore asked Cardinal Pietro Parolin, Secretary of State, to convey to you my message of encouragement and support, as well as my respect and esteem for the demanding task that you must carry out.

The Holy See closely follows the work of the international community and wishes to assist its efforts to promote not mere progress or development goals in theory, but rather the actual elimination of hunger and malnutrition. All of us realize that the intention to provide everyone with his or her daily bread is not enough. Rather, there is a need to recognize that all have a right to it and they must therefore benefit from it. If the goals we continue to propose still remain distant, that is largely dependent on the lack of a culture of solidarity, which fails to make headway amid other international activities, which often remain bound only to the pragmatism of statistics or the desire for efficiency that lacks the idea of sharing.

The commitment of each country to increase its own level of nutrition, to improve agricultural activity and the living conditions of the rural population, is embodied in the encouragement of the agricultural sector, in increased production or in the promotion of an effective distribution of food supplies. Yet this is not enough. In effect, what those goals demand is a constant acknowledgment that the right of every person to be free of poverty and hunger depends on the duty of the entire human family to provide practical assistance to those in need.

Hence, when a country is incapable of offering adequate responses because its degree of development, conditions of poverty, climate changes or situations of insecurity do not permit this, FAO and the other intergovernmental institutions need to be able to intervene specifically and undertake an adequate solidary action. Since the goods that God the Creator has entrusted to us are meant for all, there is an urgent need for solidarity to be the criterion inspiring all forms of cooperation in international relations.

2. A glance at the current world situation does not offer us a comforting picture. Yet we cannot remain merely preoccupied or, worse, resigned. This moment of evident difficulty must make us even more conscious that hunger and malnutrition are not only natural or structural phenomena in determined geographical areas, but the result of a more complex condition of underdevelopment caused by the indifference of many or the selfishness of a few. The wars, acts of terrorism and forced displacements that increasingly hinder or at least strongly condition even cooperative efforts are not inevitable, but rather the consequence of concrete decisions. We are dealing with a complex mechanism that mainly burdens the most vulnerable, who are not only excluded from the processes of production, but frequently obliged to leave their lands in search of refuge and hope. Likewise, decisions taken in full freedom and conscience determine the data relative to assistance given to poor countries. This continues to decrease daily, in spite of reiterated appeals in the face of ever more devastating crisis situations emerging in different areas of the planet.

We need to be aware that in these cases the freedom of choice of each must take into account solidarity towards all, in relation to actual needs, and the fulfilment in good faith of commitments undertaken or proclaimed. In this regard, inspired also by the desire to encourage governments, I would like to make a symbolic contribution to the FAO programme that provides seeds to rural families in areas affected by the combined effects of conflicts and drought. This gesture is offered in addition to the work that the Church continues to carry out, in accordance with her vocation to stand at the side of the earth’s poor and to accompany the effective commitment of all on their behalf.

This commitment is asked of us today by the 2030 Development Agenda, when it restates the idea that food security is a goal that can no longer be put off. Yet only an effort inspired by authentic solidarity will be capable of eliminating the great number of persons who are undernourished and deprived of the necessities of life. This is a very great challenge for FAO and for all the Institutions of the international community. It is also a challenge that the Church is committed to on the front lines.

It is my hope that the sessions of this Conference can give renewed impulse to the work of the Organization and provide the practical responses needed and desired by millions of our brothers and sisters. For they see in the activity of FAO not only a technical contribution to increase resources and to distribute the fruits of production, but also a concrete and even unique sign of a fraternity that helps them to look to the future with confidence.

May Almighty God, who is rich in mercy, bless you and your service, and grant you the strength needed to contribute to the authentic progress of our human family.

From the Vatican, 3 July 2017

Francis

[01048-EN.01] [Original text: Spanish]