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Udienza ai partecipanti al Giubileo delle Persone socialmente escluse, 11.11.2016


 

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Alle ore 11.45 di questa mattina, nell’Aula Paolo VI, il Santo Padre Francesco ha incontrato i partecipanti al Giubileo delle Persone socialmente escluse, promosso dall’11 al 13 novembre dall’Associazione “Fratello”.

Prima dell’arrivo del Papa, i partecipanti all’evento hanno vissuto un momento di animazione, con testimonianze e intermezzi musicali.

Nel corso dell’incontro, dopo gli indirizzi di saluto dell’Arcivescovo di Lione, Em.mo Card. Philippe Barbarin, e del Presidente dell’Associazione “Fratello”, Etienne Villemain, il Santo Padre ha pronunciato a braccio il suo discorso in lingua spagnola, la cui trascrizione riportiamo di seguito:

Discorso del Santo Padre

Gracias a Christian y a Roberto, y gracias a todos ustedes por venir aquí, por encontrarse, por encontrarme, por rezar por mí y, como dijo el Cardenal [Barbarin], también que sus manos sobre mi cabeza me den fuerza para seguir con mi misión en la oración de la imposición de las manos. ¡Muchas gracias!

Yo fui tomando nota de algunas palabras de los dos testimonios y, después, también de los gestos después de haberlos dado. Una cosa que Roberto decía es que, como seres humanos, nosotros no nos diferenciamos de los grandes del mundo, tenemos nuestras pasiones y nuestros sueños que tratamos de llevar adelante con pequeños pasos. La pasión y el sueño, dos palabras que pueden ayudar. La pasión que, a veces, nos hace sufrir, nos pone trabas internas, externas, la pasión de la enfermedad, las miles pasiones, pero también el apasionamiento por salir adelante, la buena pasión, y esa buena pasión nos lleva a soñar. Para mí un hombre o una mujer muy pobre, pero de una pobreza distinta a la de ustedes, es cuando ese hombre o esa mujer pierde la capacidad de soñar, pierde la capacidad de llevar una pasión adelante. ¡No dejen de soñar! El sueño de un pobre, de uno que no tiene techo, ¿cómo será? No sé, pero sueñen. Y sueñen que un día podrían venir a Roma, y el sueño se realizó. Sueñen que el mundo se puede cambiar, y esa es una siembra que nace del corazón de ustedes. Recordaba uno de los que habló al principio, Etienne Billemaine, una palabra mía, que yo uso mucho, que la pobreza está en el corazón del Evangelio. Solo aquel que siente que le falta algo mira arriba y sueña, el que tiene todo no puede soñar. La gente, los sencillos, seguían a Jesús, porque soñaban que él los iba a curar, los iba a librar, les iba a hacer bien, y lo seguían y él los liberaba. Hombres y mujeres con pasiones y sueños. Y esto es lo primero que les quería decir: enséñennos a todos los que tenemos techo, porque no nos falta la comida o la medicina, enséñennos a no estar satisfechos. Con sus sueños, enséñennos a soñar desde el Evangelio, donde están ustedes, desde el corazón del Evangelio.

Una segunda palabra —que no fue dicha sino que estaba en la actitud de los que hablaron y en la de ustedes, y que a mí me vino al corazón—, cuando Robert dijo en su lengua: «Et la vie devient si belle!». ¿Qué significa? Que la vida se nos hace hermosa, somos capaces de encontrarla bella en las peores situaciones, en las que ustedes viven. Eso significa dignidad, esa es la palabra que me vino. Capacidad de encontrar belleza, aun en las cosas más tristes y más sufridas, solamente lo puede hacer un hombre o una mujer que tiene dignidad. Pobre sí, arrastrado no, eso es dignidad. La misma dignidad que tuvo Jesús, que nació pobre, que vivió pobre, la misma dignidad que tiene la Palabra del Evangelio, la misma dignidad que tiene un hombre o una mujer que viven con su trabajo. Pobre sí, dominado no, explotado no. Yo sé que muchas veces ustedes se habrán encontrado con gente que quiso explotar vuestra pobreza, que quiso usufructuar de ella, pero sé también que este sentimiento de ver que la vida es bella, este sentimiento, esta dignidad los ha salvado de ser esclavos. Pobre sí, esclavo no. La pobreza está en el corazón del Evangelio para ser vivida. La esclavitud no está para ser vivida en el Evangelio sino para ser liberada.

Yo sé que para cada uno de ustedes —lo decía Robert— la vida a veces, muchas veces, se hace muy difícil. Él había dicho en su lengua: «La vie a été beaucoup plus difficile que pour moi, pour beaucoup des autres». Para muchos de los otros, vemos que la vida ha sido más difícil que para mí mismo, siempre vamos a encontrar más pobres que nosotros. Y eso también lo da la dignidad, saber ser solidario, saber ayudarse, saber dar la mano a quien está sufriendo más que yo. La capacidad de ser solidario es uno de los frutos que nos da la pobreza. Cuando hay mucha riqueza uno se olvida de ser solidario porque está acostumbrado a que no le falte nada. Cuando la pobreza te lleva a veces a sufrir te hace solidario y te hace extender la mano al que está pasando una situación más difícil que vos. Gracias por ese ejemplo que ustedes dan. Enseñen, enseñen solidaridad al mundo.

Me impresionó la insistencia del testimonio de Christian en la palabra paz. Una frase que habla de su paz interior: «J'ai trouvé la paix du Christ que j’ai cherché» —la primera vez que la nombra—. Después habla de la paz y la alegría que siente, que sintió cuando empezó a formar parte de la coral de Nantes. Y al final, me hace un llamado a mí. Me dice: «Vous qui connaissez le problème de la paix dans le monde, je vous demande de continuer votre action en faveur de la paix». La pobreza más grande es la guerra, es la pobreza que destruye, y escuchar esto de los labios de un hombre que ha sufrido pobreza material, pobreza de salud, es un llamado a trabajar por la paz. La paz que para nosotros los cristianos empezó en un establo de una familia marginada, la paz que Dios quiere para cada uno de sus hijos. Y ustedes, desde vuestra pobreza, desde vuestra situación, son, pueden ser artífices de paz. Las guerras se hacen entre ricos para tener más, para poseer más territorio, más poder, más dinero. Es muy triste cuando la guerra llega a hacerse entre los pobres, porque es una cosa rara, los pobres son desde su misma pobreza más proclives a ser artesanos de la paz. ¡Hagan paz! ¡Creen paz! ¡Den ejemplo de paz! Necesitamos paz en el mundo. Necesitamos paz en la Iglesia, todas las Iglesias necesitan paz, todas las religiones necesitan crecer en la paz, porque todas las religiones son mensajeras de paz, pero deben crecer en la paz. Ayuden cada una de ustedes en su propia religión. Esa paz que viene desde el sufrimiento, desde el corazón, buscando esa armonía que te da la dignidad.

Yo les agradezco que hayan venido a visitarme. Les agradezco los testimonios, y les pido perdón si alguna vez los ofendí por mi palabra o por no haber dicho las cosas que debía decir. Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro. Les pido perdón por todas las veces que los cristianos delante de una persona pobre o de una situación pobre, miramos para otro lado. Perdón. El perdón de ustedes hacia hombres y mujeres de Iglesia, que no los quieren mirar o no los quisieron mirar, es agua bendita para nosotros, es limpieza para nosotros, es ayudarnos a volver a creer que en el corazón del Evangelio está la pobreza como gran mensaje; y que nosotros, los católicos, los cristianos, todos, tenemos que formar una Iglesia pobre para los pobres, y que todo hombre o mujer de cualquier religión tiene que ver en cada pobre el mensaje de Dios que se acerca y se hace pobre para acompañarnos en la vida.

Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes, y es la oración que yo quiero hacer para ustedes, ahora. Ustedes quédense sentados como están, yo voy a hacer la oración.

Dios, Padre de todos nosotros, de cada uno de tus hijos, te pido que nos des fortaleza, que nos des alegría, que nos enseñes a soñar para mirar adelante, que nos enseñes a ser solidarios porque somos hermanos, y que nos ayudes a defender nuestra dignidad, tú eres el Padre de cada uno de nosotros. Bendícenos, Padre. Amén.

[01808-ES.01] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Grazie a Christian e a Robert. E grazie a tutti voi. Per essere venuti qui, per incontrarci, per incontrarmi, per pregare per me. E, come ha detto il Cardinale [Barbarin], le vostre mani sopra la mia testa mi danno forza per proseguire la mia missione, nella preghiera dell’imposizione delle mani. Grazie tante. Ho preso nota di alcune parole delle due testimonianze; e poi anche dei gesti, dopo averle date.

Una cosa che ha detto Robert è che come esseri umani noi non ci differenziamo dai grandi del mondo. Abbiamo le nostre passioni e i nostri sogni, che cerchiamo di portare avanti a piccoli passi. La passione e il sogno: due parole che possono aiutare. La passione che, a volte, ci fa soffrire, ci tende delle trappole, interne ed esterne; la passione della malattia… Le mille passioni. Ma anche l’appassionarsi nell’andare avanti, la buona passione, e questa buona passione ci porta a sognare.

Per me, un uomo o una donna sono molto poveri, ma di una povertà diversa dalla vostra, quando quest’uomo o questa donna perdono la capacità di sognare, perdono la capacità di portare avanti una passione. Non smettete di sognare! Il sogno di un povero, di uno che non ha un tetto, come sarà? Non so, però sognate. E sognate che un giorno sareste potuti venire a Roma, e il sogno si è realizzato. Sognate che il mondo si può cambiare, e questa è una semina che nasce dal vostro cuore.

Uno di quelli che hanno parlato all’inizio – Etienne Billemaine – ricordava una mia parola, che io uso molto: che la povertà sta al cuore del Vangelo. Solo chi sente che gli manca qualcosa, guarda in alto e sogna; chi ha tutto non può sognare! La gente, i semplici, seguivano Gesù perché sognavano che Lui li avrebbe curati, li avrebbe liberati, avrebbe fatto loro del bene, e lo seguivano e Lui li liberava. Uomini e donne con passioni e sogni. E questa è la prima cosa che volevo dirvi. Insegnate a tutti noi, che abbiamo un tetto, perché non ci manca il cibo o le medicine, insegnateci a non essere soddisfatti. Con i vostri sogni insegnateci a sognare a partire dal Vangelo, dove siete voi, dal cuore del Vangelo.

Una seconda parola, che non è stata detta, ma che stava nell’atteggiamento di coloro che hanno parlato e nel vostro, e che è venuta nel mio cuore, quando Robert ha detto nella sua lingua: [in francese] «E la vita diventa così bella!». Che significa? Che la vita diventa bella per noi, riusciamo a trovarla bella anche nelle peggiori situazioni in cui voi vivete. Questo significa dignità: questa è la parola che mi è venuta. La capacità di trovare bellezza perfino nelle cose più tristi e più dolorose, può averla solamente un uomo o una donna che ha dignità. Poveri sì, miserabili no! Questa è dignità. La stessa dignità che ebbe Gesù, che è nato povero, che ha vissuto povero; la stessa dignità che ha la Parola del Vangelo; la stessa dignità che ha un uomo o una donna che vive del suo lavoro. Poveri sì, dominati no! Sfruttati no!

Io so che molte volte voi avrete incontrato persone che volevano sfruttare la vostra povertà, che volevano usarla; ma so anche che questo sentimento di vedere che la vita è bella, questo sentimento, questa dignità vi ha salvati dall’essere schiavi. Poveri sì, schiavi no! La povertà è al cuore del Vangelo, per essere vissuta. La schiavitù non è lì nel Vangelo per essere vissuta, ma per essere liberata!

Io so che per ognuno di voi – lo diceva Robert – la vita, a volte, molte volte, si fa molto difficile. Lui ha detto nella sua lingua: [in francese] «La vita è stata molto più difficile che per me, per molti altri».. Per molti altri vediamo che la vita è stata più difficile che per me stesso; troviamo sempre qualcuno più povero di noi. E anche questo dà la dignità: saper essere solidali, saper aiutarsi, saper dare la mano a chi sta soffrendo più di me. La capacità di essere solidali è uno dei frutti che ci dà la povertà. Quando c’è molta ricchezza, ci si dimentica di essere solidali, perché si è abituati al fatto che non manca niente! Quando la povertà ti porta a volte a soffrire, ti rende solidale e ti fa stendere la mano a chi sta vivendo una situazione più difficile della tua. Grazie per questo esempio che voi date. Insegnate la solidarietà al mondo!

Mi ha colpito l’insistenza della testimonianza di Christian sulla parola “pace”. Una frase che cui parla della sua pace interiore: [in francese]“Ho trovato la pace di Cristo che ho cercato”. Questa è la prima volta che la nomina. E poi parla della pace e della gioia che ha provato quando ha iniziato a far parte della corale di Nantes. E, alla fine, ha rivolto un appello a me. Mi ha detto: [in francese] «Lei che conosce il problema della pace nel mondo, Le domando di continuare la sua azione in favore della pace». La povertà più grande è la guerra. E’ la povertà che distrugge. E ascoltare questo dalle labbra di un uomo che ha sofferto povertà materiale, povertà di salute, è un appello a lavorare per la pace. La pace che per noi cristiani è iniziata in una stalla di una famiglia emarginata; la pace che Dio vuole per ciascuno dei suoi figli. E voi, partendo dalla vostra povertà, dalla vostra situazione, siete, potete essere costruttori di pace. Le guerre si fanno tra ricchi, per avere di più, per possedere più territorio, più potere, più denaro... E’ molto triste quando si arriva a farsi la guerra tra poveri, perché è una cosa rara: i poveri sono, per la loro stessa povertà, più inclini ad essere artigiani della pace. Fate pace! Create pace! Date esempio di pace! Abbiamo bisogno di pace nel mondo. Abbiamo bisogno di pace nella Chiesa; tutte le Chiese hanno bisogno di pace; tutte le religioni hanno bisogno di crescere nella pace, perché tutte le religioni sono messaggere di pace, ma devono però crescere nella pace. Aiutate, ciascuno di voi nella propria religione. Quella pace che viene dalla sofferenza, dal cuore, cercando quell’armonia che ti dà la dignità.

Vi ringrazio di essere venuti a visitarmi. Ringrazio per le testimonianze. E vi chiedo scusa se vi posso aver qualche volta offeso con le mie parole o per non aver detto le cose che avrei dovuto dire. Vi chiedo perdono a nome dei cristiani che non leggono il Vangelo trovando la povertà al centro. Vi chiedo pedone per tutte le volte che noi cristiani davanti a una persona povera o a una situazione di povertà guardiamo dall’altra parte. Scusate. Il vostro perdono per uomini e donne di Chiesa che non vogliono guardarvi o non hanno voluto guardarvi, è acqua benedetta per noi; è pulizia per noi; è aiutarci a tornare a credere che al cuore del Vangelo c’è la povertà come grande messaggio, e che noi – i cattolici, i cristiani, tutti – dobbiamo formare una Chiesa povera per i poveri; e che ogni uomo e donna di qualsiasi religione deve vedere in ogni povero il messaggio di Dio che si avvicina e si fa povero per accompagnarci nella vita.

Che Dio benedica ciascuno di voi. Voglio fare una preghiera per voi, adesso. Voi rimanete seduti, come siete, e io farò la preghiera.

Dio, Padre di tutti noi, di ciascuno dei tuoi figli, ti chiedo di darci al forza, di darci la gioia, di insegnarci che ci insegni a sognare per guardare avanti, che ci insegni ad essere solidali perché siamo fratelli, e che ci aiuti a difendere la nostra dignità.

Tu sei il Padre di ciascuno di noi. Benedici noi, o Padre. Amen.

[01808-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0813-XX.02]