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VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM" DEI PRESULI DELLA CONFERENZA EPISCOPALE DI SPAGNA, 03.03.2014


VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM" DEI PRESULI DELLA CONFERENZA EPISCOPALE DI SPAGNA

DISCORSO DEL SANTO PADRE

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Alle ore 12.15 di questa mattina, nella Sala del Concistoro del Palazzo Apostolico Vaticano, il Santo Padre Francesco ha incontrato i Vescovi della Conferenza Episcopale di Spagna, ricevuti questi giorni in separate udienze per la visita "ad Limina Apostolorum".

Pubblichiamo di seguito il testo del discorso che il Papa ha consegnato ai Presuli spagnoli nel corso dell’incontro:

DISCORSO DEL SANTO PADRE  

Queridos hermanos,

agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, y que expresan vuestro firme propósito de servir fielmente al Pueblo de Dios que peregrina en España, donde arraigó muy pronto la Palabra de Dios, que ha dado frutos de concordia, cultura y santidad. Lo queréis resaltar de manera particular con la celebración del ya cercano V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, primera doctora de la Iglesia.

Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia. De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad. Fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en los corazones de quienes están encomendados a nuestros cuidados pastorales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 68).

A los obispos se les confía la tarea de hacer germinar estas semillas con el anuncio valiente y veraz del evangelio, de cuidar con esmero su crecimiento con el ejemplo, la educación y la cercanía, de armonizarlas en el conjunto de la «viña del Señor», de la que nadie puede quedar excluido. Por eso, queridos hermanos, no ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al evangelio, que lleguen al corazón de todos, para que descubran lo que ya anida en su interior: a Cristo como amigo y hermano.

No será difícil encontrar estos caminos si vamos tras las huellas del Señor, que «no ha venido para que le sirvan, sino para servir» (Mc 10,45); que supo respetar con humildad los tiempos de Dios y, con paciencia, el proceso de maduración de cada persona, sin miedo a dar el primer paso para ir a su encuentro. Él nos enseña a escuchar a todos de corazón a corazón, con ternura y misericordia, y a buscar lo que verdaderamente une y sirve a la mutua edificación.

En esta búsqueda, es importante que el obispo no se sienta solo, ni crea estar solo, que sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios. Especialmente sus colaboradores más directos, los sacerdotes, por su estrecho contacto con los fieles, con sus necesidades y desvelos cotidianos. También las personas consagradas, por su rica experiencia espiritual y su entrega misionera y apostólica en numerosos campos. Y los laicos, que desde las más variadas condiciones de vida y respectivas competencias llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium, 33).

Asimismo, el momento actual, en el que las mediaciones de la fe son cada vez más escasas y no faltan dificultades para su transmisión, exige poner a vuestras Iglesias en un verdadero estado de misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en los niños. Para ello no dejéis de prestar una atención particular al proceso de iniciación a la vida cristiana. La fe no es una mera herencia cultural, sino un regalo, un don que nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación libre y gozosa de la nueva vida que nos ofrece. Esto requiere anuncio incesante y animación constante, para que el creyente sea coherente con la condición de hijo de Dios que ha recibido en el bautismo.

Despertar y avivar una fe sincera, favorece la preparación al matrimonio y el acompañamiento de las familias, cuya vocación es ser lugar nativo de convivencia en el amor, célula originaria de la sociedad, transmisora de vida e iglesia doméstica donde se fragua y se vive la fe. Una familia evangelizada es un valioso agente de evangelización, especialmente irradiando las maravillas que Dios ha obrado en ella. Además, al ser por su naturaleza ámbito de generosidad, promoverá el nacimiento de vocaciones al seguimiento del Señor en el sacerdocio o la vida consagrada.

El año pasado publicasteis el documento "Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI", señalando así el interés de vuestras Iglesias particulares en la pastoral vocacional. Es un aspecto que un obispo debe poner en su corazón como absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes.

Finalmente, quisiera subrayar que el amor y el servicio a los pobres es signo del Reino de Dios que Jesús vino a traer (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 48). Sé bien que, en estos últimos años, precisamente vuestra Caritas – y también otras obras benéficas de la Iglesia – han merecido gran reconocimiento, de creyentes y no creyentes. Me alegra mucho, y pido al Señor que esto sea motivo de acercamiento a la fuente de la caridad, a Cristo que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos» (Hch 10,38); y también a su Iglesia, que es madre y nunca puede olvidar a sus hijos más desfavorecidos. Os invito, pues, a manifestar aprecio y a mostraros cercanos a cuantos ponen sus talentos y sus manos al servicio del «programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús» (Benedicto XVI, Enc. Deus caritas est, 31b).

Queridos hermanos, ahora que estáis reunidos en la Visita ad limina para manifestar los lazos de comunión con el Obispo de Roma (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium, 22), deseo agradeceros de todo corazón vuestro servicio al santo pueblo fiel de Dios. Seguid adelante con esperanza. Poneos al frente de la renovación espiritual y misionera de vuestras Iglesias particulares, como hermanos y pastores de vuestros fieles, y también de los que no lo son, o lo han olvidado. Para ello, os será de gran ayuda la colaboración franca y fraterna en el seno de la Conferencia Episcopal, así como el apoyo recíproco y solícito en la búsqueda de las formas más adecuadas de actuar.

Os pido, por favor, que llevéis a los queridos hijos de España un especial saludo del Papa, que los confía a los maternos cuidados de la Santísima Virgen María, les suplica que recen por él y les imparte su Bendición.

[00329-04.01] [Texto original: Español]

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Cari fratelli,

ringrazio il Presidente della Conferenza Episcopale Spagnola per le parole che mi ha rivolto a nome di tutti e che esprimono il vostro fermo proposito di servire fedelmente il Popolo di Dio che peregrina in Spagna, dove la Parola di Dio si è radicata molto presto e ha dato frutti di concordia, cultura e santità. Lo volete evidenziare in modo particolare con la celebrazione dell’ormai prossimo V Centenario della nascita di Santa Teresa di Gesù, prima donna dottore della Chiesa.

Ora che state vivendo la dura esperienza dell’indifferenza di molti battezzati e dovete far fronte a una cultura mondana, che relega Dio alla vita privata e lo esclude dall’ambito pubblico, è opportuno non dimenticare la vostra storia. Da essa impariamo che la grazia divina non si estingue mai e che lo Spirito Santo continua a operare nella realtà attuale con generosità. Fidiamoci sempre di Lui e delle molte cose che semina nei cuori di quanti sono affidati alle nostre cure pastorali (cfr Esort. ap. Evangelii gaudium, 68).

Ai Vescovi viene affidato il compito di far germogliare questi semi con l’annuncio coraggioso e veritiero del Vangelo, di seguirne attentamente la crescita con l’esempio, l’educazione e la vicinanza, e di armonizzarli nell’insieme della "vigna del Signore", da cui nessuno può restare escluso.

Perciò, cari fratelli, non lesinate sforzi per aprire nuove vie al Vangelo, che raggiungano il cuore di tutti, affinché scoprano quello che già alberga nel loro intimo: Cristo come amico e fratello.

Non sarà difficile trovare queste vie se seguiamo le orme del Signore, che «non è venuto per essere servito, ma per servire» (Mc 10,45); che ha saputo rispettare con umiltà i tempi di Dio e, con pazienza, il processo di maturazione di ogni persona, senza paura di fare il primo passo per andarle incontro. Egli ci insegna ad ascoltare tutti da cuore a cuore, con tenerezza e misericordia, e a cercare ciò che veramente unisce e serve alla reciproca edificazione.

In questa ricerca, è importante che il Vescovo non si senta solo, né creda di essere solo, che sia consapevole che anche il gregge che gli è stato affidato ha sensibilità per le cose di Dio. Specialmente i suoi collaboratori più diretti, i sacerdoti, per il loro stretto contatto con i fedeli, con i loro bisogni e le loro preoccupazioni quotidiane. Anche le persone consacrate, per la loro ricca esperienza spirituale e la loro dedizione missionaria e apostolica in numerosi campi. E i laici che, nelle più diverse condizioni di vita e in base alle proprie competenze, portano avanti la testimonianza e la missione della Chiesa (cfr Conc. Ecum. Vat. II, Cost. Lumen gentium, 33).

Allo stesso tempo, il momento attuale, in cui le mediazioni della fede sono sempre più scarse e non mancano difficoltà per la sua trasmissione, esige di porre le vostre Chiese in un vero stato di missione permanente, per richiamare quanti si sono allontananti e rafforzare la fede, specialmente nei bambini. A tal fine non cessate di prestare un’attenzione particolare al processo d’iniziazione alla vita cristiana. La fede non è una mera eredità culturale, ma un regalo, un dono che nasce dall’incontro personale con Gesù e dall’accettazione libera e gioiosa della nuova vita che ci offre. Ciò richiede annuncio incessante e animazione costante, affinché il credente sia coerente con la condizione di figlio di Dio che ha ricevuto nel Battesimo.

Risvegliare e ravvivare una fede sincera favorisce la preparazione al matrimonio e l’accompagnamento delle famiglie, la cui vocazione è di essere luogo nativo di convivenza nell’amore, cellula fondamentale della società, dove si trasmette la vita, e Chiesa domestica, dove si forgia e si vive la fede. Una famiglia evangelizzata è un prezioso agente di evangelizzazione, soprattutto perché irradia le meraviglie che Dio ha operato in essa. Inoltre, essendo per sua natura ambito di generosità, promuoverà la nascita di vocazioni alla sequela del Signore nel sacerdozio o nella vita consacrata.

Lo scorso anno avete pubblicato il documento Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI, mostrando così l’interesse delle vostre Chiese particolari per la pastorale vocazionale. È un aspetto che un Vescovo deve porre nel suo cuore come assolutamente prioritario, ricordandolo nella preghiera, insistendo nella selezione dei candidati e preparando gruppi di buoni formatori e di professori competenti.

Infine, vorrei sottolineare che l’amore e il servizio ai poveri sono segno del Regno di Dio che Gesù è venuto a portare (cfr Esort. ap. Evangelii gaudium, 48). So bene che, in questi ultimi anni, proprio la vostra Caritas – e anche altre opere benefiche della Chiesa – hanno meritato grande riconoscimento da parte di credenti e non credenti. Me ne rallegro molto, e chiedo al Signore che questo sia motivo di avvicinamento alla fonte della carità, a Cristo che «passò beneficando e risanando» tutti gli oppressi (At 10,38), e anche alla sua Chiesa, che è madre e non può mai dimenticare i suoi figli più bisognosi. Vi invito, quindi, ad esprimere stima e a mostrarvi vicini a quanti mettono i propri talenti e le proprie mani al servizio del «programma del buon Samaritano, il programma di Gesù» (Benedetto XVI, Enc. Deus caritas est, 31b).

Cari fratelli, ora che siete riuniti nella Visita ad limina per manifestare i vincoli di comunione con il Vescovo di Roma (cfr Conc. Ecum. Vat. II, Cost. Lumen gentium, 22), desidero ringraziarvi di tutto cuore per il vostro servizio al santo popolo fedele di Dio. Andate avanti con speranza. Mettetevi a capo del rinnovamento spirituale e missionario delle vostre Chiese particolari, come fratelli e pastori dei vostri fedeli, e anche di quanti non lo sono, o hanno dimenticato di esserlo. A tal fine vi sarà di grande aiuto la collaborazione franca e fraterna in seno alla Conferenza Episcopale, come pure il sostegno reciproco e sollecito nella ricerca dei modi di agire più adeguati.

Vi chiedo, per favore, di portare agli amati figli della Spagna uno speciale saluto del Papa, che li affida alle materne cure della Santissima Vergine Maria, li supplica di pregare per lui e imparte loro la sua Benedizione.

[00329-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0156-XX.03]