VIDEO-MESSAGGIO DEL SANTO PADRE AI PARTECIPANTI AL PELLEGRINAGGIO-INCONTRO PRESSO IL SANTUARIO DI NOSTRA SIGNORA DI GUADALUPE (CITTÀ DEL MESSICO, 16-19 NOVEMBRE 2013) ● TESTO DEL VIDEO-MESSAGGIO
● TRADUZIONE DI LAVORO IN LINGUA ITALIANA
Pubblichiamo di seguito il testo del video-messaggio che il Santo Padre Francesco ha inviato ai partecipanti al Pellegrinaggio-Incontro presso il Santuario di Nostra Signora di Guadalupe (Città del Messico, 16-19 novembre 2013), indetto in occasione dell’Anno della fede dalla Pontificia Commissione per l’America Latina insieme alla Basílica di Nuestra Señora de Guadalupe, ai Cavalieri di Colombo e all’Istituto Superiore di Studi di Guadalupe sul tema: "Nostra Signora di Guadalupe, stella della nuova evangelizzazione nel continente americano":
● TESTO DEL VIDEO-MESSAGGIO
Queridos hermanos y hermanas,
los saludo muy cordialmente, a ustedes que participan en esta peregrinación encuentro, organizada por la Pontificia Comisión para América Latina, al amparo de Nuestra Señora de Guadalupe. Además de transmitirles mi afecto, mi cercanía y las ganas que tengo de estar con ustedes, quiero compartir brevemente algunas reflexiones, como ayuda a estos días de encuentro.
Aparecida propone poner a la Iglesia en estado permanente de misión, realizar actos de índole misionera sí, pero en el contexto más amplio de una misionariedad generalizada: que toda la actividad habitual de las iglesias particulares tengan un carácter misionero y esto en la certeza de que la salida misionera, más que una actividad entre otras es paradigma, es decir, es el paradigma de toda la acción pastoral. La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, supone un salir de sí, un caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. Vayamos a otra parte a predicar a las aldeas vecinas porque para eso he venido, decía el Señor. Es vital para la Iglesia no encerrarse, no sentirse ya satisfecha y segura con lo que ha logrado. Si sucediera esto, la Iglesia se enferma, se enferma de abundancia imaginaria, de abundancia superflua, se empacha y se debilita. Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables, pues esto es lo que hay que llevar a toda la gente.
Un segundo punto: el objetivo de toda actividad pastoral siempre está orientado por el impulso misionero de llegar a todos, sin excluir a nadie y teniendo muy en cuenta las circunstancias de cada uno. Se ha de llegar a todos y compartir la alegría de haberse encontrado con Cristo. No se trata de ir como quien impone una nueva obligación, como quien se queda en el reproche o la queja ante lo que se considera imperfecto o insuficiente. La tarea evangelizadora supone mucha paciencia, mucha paciencia, cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. Y también sabe presentar el mensaje cristiano de manera serena y gradual, con olor a Evangelio como lo hacía el Señor. Sabe privilegiar en primer lugar lo más esencial y más necesario, es decir, la belleza del amor de Dios que nos habla en Cristo muerto y resucitado. Por otra parte, debe esforzarse por ser creativa en sus métodos, no podemos quedarnos encerrados en los tópicos del "siempre se hizo así".
Tercero: quien conduce la pastoral en la Iglesia particular es el Obispo y lo hace como el pastor que conoce por nombre a sus ovejas, las guía con cercanía, con ternura, con paciencia, manifestando efectivamente la maternidad de la Iglesia y la misericordia de Dios. La actitud del verdadero pastor no es la del príncipe o la del mero funcionario atento principalmente a lo disciplinar, a lo reglamentario, a los mecanismos organizativos. Esto lleva siempre a una pastoral distante de la gente, incapaz de favorecer y lograr el encuentro con Jesucristo y el encuentro con los hermanos. El pueblo de Dios que se le confía necesita que el Obispo vele por él cuidando sobre todo aquello que lo mantiene unido y promueve la esperanza en los corazones. Necesita que el Obispo sepa discernir, sin acallarlo, el soplo del Espíritu Santo que viene por donde quiere, para el bien de la Iglesia y su misión en el mundo.
Cuarto: estas actitudes del Obispo han de calar muy hondo también en los demás agentes de pastoral, muy especialmente en los presbíteros. La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del laicado. El clericalismo entraña una postura autorreferencial, una postura de grupo, que empobrece la proyección hacia el encuentro del Señor, que nos hace discípulos, y hacia el encuentro con los hombres que esperan el anuncio. Por ello creo que es importante, urge, formar ministros capaces de projimidad, de encuentro, que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar con ellos, entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los Obispos no lo pueden delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la vida de la Iglesia sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento. Además, una formación de calidad requiere estructuras sólidas y duraderas, que preparen para afrontar los retos de nuestros días y poder llevar la luz del Evangelio a las diversas situaciones que encontrarán los presbíteros, los consagrados, las consagradas y los laicos en su acción pastoral.
La cultura de hoy exige una formación seria, bien organizada, y yo me pregunto si tenemos la autocrítica suficiente como para evaluar los resultados de muy pequeños seminarios que carecen del personal formativo suficiente.
Quiero dedicar unas palabras a la vida consagrada. La vida consagrada en la Iglesia es un fermento. Un fermento de lo que quiere el Señor, un fermento que hace crecer la Iglesia hacia la última manifestación de Jesucristo. Les pido a los consagrados y consagradas, que sean fieles al carisma recibido, que en su servicio a la Santa Madre Iglesia jerárquica no desdibujen esa gracia que el Espíritu Santo dio a sus fundadores y que la deben transmitir en toda su integridad. Y ésa es la gran profecía de los consagrados, ese carisma dado para el bien de la Iglesia. Sigan adelante en esta fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia.
Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por lo que hacen por esta misión continental. Recuerden que han recibido el Bautismo y que los ha convertido en discípulos del Señor. Pero todo discípulo a la vez es misionero. Benedicto XVI decía que son las dos caras de una misma medalla. Les ruego, como padre y hermano en Jesucristo, que se hagan cargo de la fe que recibieron en el Bautismo. Y, como lo hicieron la mamá y la abuela de Timoteo, transmitan la fe a sus hijos y nietos, y no sólo a ellos. Este tesoro de la fe no es para uso personal. Es para darlo, para transmitirlo, y así va a crecer. Hagan conocer el nombre de Jesús. Y si hacen esto, no se extrañen de que en pleno invierno florezcan rosas de Castilla. Porque saben, tanto Jesús como nosotros, tenemos la misma Madre.
[01687-04.02] [Texto original: Español]
● TRADUZIONE DI LAVORO IN LINGUA ITALIANA
Cari fratelli e sorelle,
Saluto molto cordialmente Voi che partecipate a questo pellegrinaggio-incontro, organizzato dalla Pontificia Commissione per l’America Latina, sotto la protezione di Nostra Signora di Guadalupe. Oltre a trasmettervi il mio affetto, la mia vicinanza ed il mio desiderio di essere con Voi, voglio condividere brevemente alcune riflessioni, come contributo a questi giorni di incontro.
Aparecida propone di mettere la Chiesa in stato permanente di missione, di realizzare sì atti di indole missionaria, ma nel contesto più ampio di una missionarietà generalizzata: che tutta l’attività abituale delle Chiese particolari abbia un carattere missionario. E questo nella certezza che l’uscita missionaria, più che un’attività tra altre è un paradigma, cioè è il paradigma di tutta l’azione pastorale. L’intimità della Chiesa con Gesù è un’intimità itinerante, suppone un uscire da se stessi, un camminare e seminare sempre di nuovo, sempre più in là. "Andiamo altrove a predicare ai villaggi vicini, perché per questo sono venuto", diceva il Signore. E’ vitale per la Chiesa non chiudersi, non sentirsi già soddisfatta e sicura con quel che ha raggiunto. Se succede questo, la Chiesa si ammala, si ammala di abbondanza immaginaria, di abbondanza superflua, in certo modo "fa indigestione" e si debilita. Bisogna uscire dalla propria comunità e avere l’audacia di arrivare alle periferie esistenziali che hanno bisogno di sentire la vicinanza di Dio. Lui non abbandona nessuno e mostra sempre la Sua tenerezza e la Sua misericordia inesauribile, quindi, questo è ciò che bisogna portare a tutta la gente.
Un secondo punto: l’obiettivo di tutta l’attività pastorale è sempre orientato dall’impulso missionario di arrivare a tutti, senza escludere nessuno e tenendo in gran considerazione le circostanze di ognuno. Si deve arrivare a tutti e si condividerà la gioia di essersi incontrati con Cristo. Non si tratta di andare come chi impone un nuovo obbligo, come chi si limita al rimprovero o al lamento dinanzi a quel che si considera imperfetto o insufficiente. Il compito evangelizzatore esige molta pazienza, molta pazienza, cura il grano e non perde la pace per la presenza della zizzania. E sa anche presentare il messaggio cristiano in maniera serena e graduale, con il profumo del Vangelo, come faceva il Signore. Sa privilegiare, in primo luogo, l’essenziale e più necessario, cioè la bellezza dell’amore di Dio che ci parla in Cristo morto e risorto. Dall’altra parte, deve sforzarsi di essere creativo nei suoi metodi, non possiamo rimanere rinchiusi nel luogo comune del "si è fatto sempre così".
Terzo: chi conduce la pastorale nella Chiesa particolare è il Vescovo e lo fa come il pastore che conosce per nome le sue pecore, le guida con vicinanza, con tenerezza, con pazienza, manifestando effettivamente la maternità della Chiesa e la misericordia di Dio. L’atteggiamento del vero pastore non è quello del principe o del mero funzionario attento principalmente alla disciplina, alle regole, ai meccanismi organizzativi. Questo porta sempre ad una pastorale distante dalla gente, incapace di favorire ed ottenere l’incontro con Cristo e l’incontro con i fratelli. Il popolo di Dio a lui affidato ha bisogno che il Vescovo vegli per lui, prendendosi cura soprattutto di quello che lo mantiene unito e promuove la speranza nei cuori. Ha bisogno che il Vescovo sappia discernere, senza spegnerlo, il soffio dello Spirito Santo che viene da dove vuole, per il bene della Chiesa e la sua missione nel mondo.
Quarto: questi atteggiamenti del Vescovo devono anche essere partecipati molto profondamente dagli altri agenti di pastorale, soprattutto dai presbiteri. La tentazione del clericalismo, che tanto danno fa alla Chiesa in America Latina, è un ostacolo per lo sviluppo della maturità e della responsabilità cristiana di buona parte del laicato. Il clericalismo implica un atteggiamento autoreferenziale, un atteggiamento di gruppo, che impoverisce la proiezione verso l’incontro del Signore, che ci fa discepoli, e verso gli uomini che aspettano l’annuncio. Perciò, credo che sia importante, urgente, formare ministri capaci di prossimità, di incontro, che sappiano infiammare il cuore della gente, camminare con loro, entrare in dialogo con le sue speranze ed i suoi timori. Questo lavoro, i Vescovi non lo possono delegare. Lo devono assumere come qualcosa di fondamentale per la vita della Chiesa, senza risparmiare sforzi, attenzioni e accompagnamento. Inoltre, una formazione di qualità richiede strutture solide e durature che preparino ad affrontare le sfide dei nostri giorni e a portare la luce del Vangelo alle diverse situazioni che i presbiteri, i consacrati, le consacrate ed i laici incontreranno nella loro azione pastorale.
La cultura di oggi esige una formazione seria, bene organizzata. Ed io mi chiedo se abbiamo la capacità autocritica sufficiente per valutare i risultati di seminari molto piccoli, con carenza di personale formativo sufficiente.
Voglio dedicare alcune parole alla vita consacrata. La vita consacrata nella Chiesa è un fermento. Un fermento di quello che vuole il Signore, un fermento che fa crescere la Chiesa verso l’ultima manifestazione di Cristo Gesù. Chiedo ai consacrati ed alle consacrate di essere fedeli al carisma ricevuto, che nel loro servizio alla Santa Madre Chiesa gerarchica, non lascino svanire quella grazia che lo Spirito Santo diede ai loro fondatori e che devono trasmettere in tutta la sua integrità. E questa è la grande profezia dei consacrati, quel carisma dato per il bene della Chiesa. Andate avanti con questa fedeltà creativa al carisma ricevuto per servire la Chiesa.
Cari fratelli e sorelle, molte grazie per ciò che fate per questa missione continentale. Ricordate che avete ricevuto il Battesimo, che vi ha trasformato in discepoli del Signore. Ma ogni discepolo è, a sua volta, missionario. Benedetto XVI diceva che sono le due facce della stessa medaglia. Vi prego, come padre e fratello in Gesù Cristo, che vi facciate carico della fede che avete ricevuto nel Battesimo. E, come fecero la mamma e la nonna di Timoteo, trasmettiate la fede ai vostri figli e nipoti, e non solo a loro. Questo tesoro della fede non è dato per uso personale. È per donarlo, per trasmetterlo, e così crescerà. Fate conoscere il nome di Gesù. E se fate questo, non vi meravigliate che in pieno inverno fioriscano le rose di Castilla. Perché sapete, sia Gesù sia noi abbiamo la stessa Madre!
[01687-01.01] [Testo originale: Spagnolo]
[B0750-XX.02]