Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ FRANCESCO A RIO DE JANEIRO (BRASILE) IN OCCASIONE DELLA XXVIII GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (22-29 LUGLIO 2013) (XI), 26.07.2013


VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ FRANCESCO A RIO DE JANEIRO (BRASILE) IN OCCASIONE DELLA XXVIII GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (22-29 LUGLIO 2013) (XI)

VIA CRUCIS CON I GIOVANI SUL LUNGOMARE DI COPACABANA 

 DISCORSO DEL SANTO PADRE

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE 

 TRADUZIONE IN LINGUA SPAGNOLA

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

TRADUZIONE IN LINGUA POLACCA

Alle ore 17 di questo pomeriggio, il Santo Padre Francesco ha lasciato in elicottero la Residenza di Sumaré e si è recato a Copacabana per il rito della Via Crucis con i giovani. Al suo arrivo all’eliporto, il Papa è salito sull’auto panoramica per il passaggio tra i fedeli sul lungomare di Copacabana. Quindi ha raggiunto il palco da dove ha seguito la Via Crucis, che è iniziata alle ore 18, con la preghiera di apertura.

Le prime 13 stazioni della Via Crucis sono state distribuite sul lungomare di Copacabana per un tratto di quasi un chilometro, l’ultima sul palco dove si trovava il Santo Padre. Un corteo di ragazzi ha portato la Croce dei giovani da una Stazione all’altra delle 14 di cui è composta la Via Crucis. Ciascuna stazione è stata rappresentata da un gruppo di artisti e volontari, e ha sviluppato un tema legato ai problemi, alle sofferenze e alle domande esistenziali dei giovani di oggi. Per ogni stazione, un gruppo di artisti ha duplicato la rappresentazione sul palco per il Papa. Le meditazioni sono state appositamente scritte dai sacerdoti dehoniani P. Zezinho (José Fernandes de Oliveira) e P. Joãozinho (João Carlos Almeida), noti in Brasile per il loro impegno nella pastorale giovanile.

Al termine della Via Crucis, il Santo Padre Francesco ha pronunciato il discorso che riportiamo di seguito:

 DISCORSO DEL SANTO PADRE

Queridos jovens,

Viemos hoje acompanhar Jesus no seu caminho de dor e de amor, o caminho da Cruz, que é um dos momentos fortes da Jornada Mundial da Juventude. No final do Ano Santo da Redenção, o Bem-aventurado João Paulo II quis confiar a Cruz a vocês, jovens, dizendo-lhes: «Levai-a pelo mundo, como sinal do amor de Jesus pela humanidade e anunciai a todos que só em Cristo morto e ressuscitado há salvação e redenção» (Palavras aos jovens [22 de abril de 1984]: Insegnamenti VII,1 (1984), 1105). A partir de então a Cruz percorreu todos os continentes e atravessou os mais variados mundos da existência humana, ficando quase que impregnada com as situações de vida de tantos jovens que a viram e carregaram. Queridos irmãos, ninguém pode tocar a Cruz de Jesus sem deixar algo de si mesmo nela e sem trazer algo da Cruz de Jesus para sua própria vida. Nesta tarde, acompanhando o Senhor, queria que ressoassem três perguntas nos seus corações: O que vocês terão deixado na Cruz, queridos jovens brasileiros, nestes dois anos em que ela atravessou seu imenso País? E o que terá deixado a Cruz de Jesus em cada um de vocês? E, finalmente, o que esta Cruz ensina para a nossa vida?

[En español:]

1. Una antigua tradición de la Iglesia de Roma cuenta que el apóstol Pedro, saliendo de la ciudad para escapar de la persecución de Nerón, vio que Jesús caminaba en dirección contraria y enseguida le preguntó: «Señor, ¿adónde vas?». La respuesta de Jesús fue: «Voy a Roma para ser crucificado de nuevo». En aquel momento, Pedro comprendió que tenía que seguir al Señor con valentía, hasta el final, pero entendió sobre todo que nunca estaba solo en el camino; con él estaba siempre aquel Jesús que lo había amado hasta morir. Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos. Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que ya no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con la Cruz, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, y que lloran la trágica pérdida de sus hijos, como en el caso de los doscientos cuarenta y dos jóvenes víctimas en el incendio en la ciudad de Santa María a principios de este año. Rezamos por ellos. Con la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que, por otro lado, se permite el lujo de tirar cada día toneladas de alimentos. Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga. Con la Cruz, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en la Cruz, Jesús está junto a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. Cuánto hacen sufrir a Jesús nuestras incoherencia. En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn 3,16).

2. Podemos ahora responder a la segunda pregunta: ¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto y en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Miren, deja un bien que nadie más nos puede dar: la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos en Él (cf. Lumen fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida.

El primer nombre de Brasil fue precisamente «Terra de Santa Cruz». La Cruz de Cristo fue plantada no sólo en la playa hace más de cinco siglos, sino también en la historia, en el corazón y en la vida del pueblo brasileño, y en muchos otros pueblos. A Cristo que sufre lo sentimos cercano, uno de nosotros que comparte nuestro camino hasta el final. No hay en nuestra vida cruz, pequeña o grande que sea, que el Señor no comparta con nosotros.

3. Pero la Cruz invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano. Muchos rostros, lo hemos visto en el Viacrucis, muchos rostros acompañaron a Jesús en el camino al Calvario: Pilato, el Cireneo, María, las mujeres… Yo te pregunto hoy a vos: Vos, ¿como quien querés ser. Querés ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente, para salvar la vida de Jesús, y se lava las manos? Decidme: Vos, sos de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para otro lado, o sos como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Y, vos ¿como cuál de ellos querés ser? ¿Como Pilato, como el Cireneo, como María? Jesús te está mirando ahora y te dice: ¿me querés ayudar a llevar la Cruz? Hermanos y hermanas, con todas tu fuerza de joven, ¿qué le respondes?

[En portugués:]

Queridos jovens, levamos as nossas alegrias, os nossos sofrimentos, os nossos fracassos para a Cruz de Cristo; encontraremos um Coração aberto que nos compreende, perdoa, ama e pede para levar este mesmo amor para a nossa vida, para amar cada irmão e irmã com este mesmo amor.

[01088-XX.01] [Testo originale: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Queridos jovens,

Viemos hoje acompanhar Jesus no seu caminho de dor e de amor, o caminho da Cruz, que é um dos momentos fortes da Jornada Mundial da Juventude. No final do Ano Santo da Redenção, o Bem-aventurado João Paulo II quis confiar a Cruz a vocês, jovens, dizendo-lhes: «Levai-a pelo mundo, como sinal do amor de Jesus pela humanidade e anunciai a todos que só em Cristo morto e ressuscitado há salvação e redenção» (Palavras aos jovens [22 de abril de 1984]: Insegnamenti VII,1 (1984), 1105). A partir de então a Cruz percorreu todos os continentes e atravessou os mais variados mundos da existência humana, ficando quase que impregnada com as situações de vida de tantos jovens que a viram e carregaram. Queridos irmãos, ninguém pode tocar a Cruz de Jesus sem deixar algo de si mesmo nela e sem trazer algo da Cruz de Jesus para sua própria vida. Nesta tarde, acompanhando o Senhor, queria que ressoassem três perguntas nos seus corações: O que vocês terão deixado na Cruz, queridos jovens brasileiros, nestes dois anos em que ela atravessou seu imenso País? E o que terá deixado a Cruz de Jesus em cada um de vocês? E, finalmente, o que esta Cruz ensina para a nossa vida?

1. Uma antiga tradição da Igreja de Roma conta que o Apóstolo Pedro, saindo da cidade para escapar da perseguição do Imperador Nero, viu que Jesus caminhava na direção oposta e, admirado, lhe perguntou: «Para onde vais, Senhor?». E a resposta de Jesus foi: «Vou a Roma para ser crucificado outra vez». Naquele momento, Pedro entendeu que devia seguir o Senhor com coragem até o fim, mas entendeu sobretudo que nunca estava sozinho no caminho; com ele, sempre estava aquele Jesus que o amara até o ponto de morrer Olhem! Jesus, com a sua cruz, atravessa os nossos caminhos e carregar os nossos medos, os nossos problemas, os nossos sofrimentos, mesmo os mais profundos. Com a Cruz, Jesus se une ao silêncio das vítimas da violência, que já não podem clamar, sobretudo os inocentes e indefesos; na Cruz Jesus se une às famílias que passam por dificuldades, e as que choram a trágica perda de seus filhos, como no caso dos 242 jovens vítimas do incêndio na cidade de Santa Maria nos princípios deste ano. Rezemos por eles Na Cruz Jesus se une a todas as pessoas que passam fome, num mundo que entretanto se permite o luxo de todos os dias jogar fora toneladas de comida; na Cruz, Jesus está unido a tantas mães e pais que sofrem vendo os seus filhos vítimas de paraísos artificiais como a droga; na Cruz Jesus se une a quem é perseguido pela religião, pelas ideias, ou simplesmente pela cor da pele; na Cruz Jesus está unido a tantos jovens que perderam a confiança nas instituições políticas, por verem o egoísmo e a corrupção, ou que perderam a fé na Igreja, e até mesmo em Deus, pela incoerência de cristãos e de ministros do Evangelho. Quanto fazem sofrer Jesus as nossas incoerências! Na Cruz de Cristo, está o sofrimento, o pecado do homem, o nosso também, e Ele acolhe tudo com seus braços abertos, carrega nas suas costas as nossas cruzes e nos diz: Coragem! Você não está sozinho a levá-la! Eu a levo com você. Eu venci a morte e vim para lhe dar esperança, dar-lhe vida (cf. Jo 3,16).

2. Agora podemos responder à segunda pergunta: o que foi que a Cruz deixou naqueles que a viram e naqueles que a tocaram? O que deixa a Cruz em cada um de nós? Olhem! Deixa um bem que ninguém mais pode nos dar: a certeza do amor fiel de Deus por nós. Um amor tão grande que entra no nosso pecado e o perdoa, entra no nosso sofrimento e nos dá a força para poder levá-lo, entra também na morte para derrotá-la e nos salvar. Na Cruz de Cristo, está todo o amor de Deus, está a sua imensa misericórdia. E este é um amor em que podemos confiar, em que podemos crer. Queridos jovens, confiemos em Jesus, abandonemo-nos a Ele (cf. Carta enc. Lumen fidei, 16), porque nunca desilude ninguém! Só em Cristo morto e ressuscitado encontramos a salvação e a redenção. Com Ele, o mal, o sofrimento e a morte não têm a última palavra, porque Ele nos dá a esperança e a vida: transformou a Cruz, deixando de ser um instrumento de ódio, de derrota e de morte para ser um sinal de amor, de vitória, de triunfo e de vida.

O primeiro nome dado ao Brasil foi justamente o de «Terra de Santa Cruz». A Cruz de Cristo foi plantada não só na praia, há mais de cinco séculos, mas também na história, no coração e na vida do povo brasileiro e em muitos outros povos: o Cristo sofredor, sentimo-lo próximo, como um de nós que compartilha o nosso caminho até o final. Não há cruz, por pequena ou grande que seja, da nossa vida que o Senhor não venha compartilhar conosco.

3. Mas a Cruz de Cristo convida também a deixar-nos contagiar por este amor; ensina-nos, pois, a olhar sempre para o outro com misericórdia e amor, sobretudo quem sofre, quem tem necessidade de ajuda, quem espera uma palavra, um gesto; a Cruz nos convida a sair de nós mesmos para ir ao encontro destas pessoas e lhes estender a mão. Tantos rostos – acabamos de vê-los na Via-Sacra – acompanharam Jesus no caminho para o Calvário: Pilatos, o Cireneu, Maria, as mulheres... Hoje eu lhe pergunto: Com qual deles você quer parecer-se? Quer ser como Pilatos que não teve a coragem de ir contra a corrente para salvar a vida de Jesus, lavando-se as mãos. Diga-me: você é um daqueles que lava-se as mãos, faz de conta que não viu e olha para o outro lado? Ou é como o Cireneu, que ajuda Jesus levar aquele madeiro pesado, como Maria e as outras mulheres, que não tiveram medo de acompanhar Jesus até o final, com amor, com ternura. E você qual destes quer ser? Como Pilatos, como o Cireneu, como Maria? Agora Jesus está olhando para você e lhe diz: Quer ajudar-me a carregar a Cruz? Irmãos e irmãs, com toda a sua força de jovem, que lhe respondem?

Queridos jovens, levamos as nossas alegrias, os nossos sofrimentos, os nossos fracassos para a Cruz de Cristo; encontraremos um Coração aberto que nos compreende, perdoa, ama e pede para levar este mesmo amor para a nossa vida, para amar cada irmão e irmã com este mesmo amor.

[01088-XX.02] [Texto original: Plurilíngue]

 TRADUZIONE IN LINGUA SPAGNOLA

Queridísimos jóvenes:

Hemos venido hoy aquí para acompañar a Jesús a lo largo de su camino de dolor y de amor, el camino de la Cruz, que es uno de los momentos fuertes de la Jornada Mundial de la Juventud. Al concluir el Año Santo de la Redención, el beato Juan Pablo II quiso confiarles a ustedes, jóvenes, la Cruz diciéndoles: «Llévenla por el mundo como signo del amor de Jesús a la humanidad, y anuncien a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención» (Palabras al entregar la cruz del Año Santo a los jóvenes, 22 de abril de 1984: Insegnamenti VII,1 (1984), 1105). Desde entonces, la Cruz ha recorrido todos los continentes y ha atravesado los más variados mundos de la existencia humana, quedando como impregnada de las situaciones vitales de tantos jóvenes que la han visto y la han llevado. Queridos hermanos, nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida. Esta tarde, acompañando al Señor, me gustaría que resonasen en sus corazones tres preguntas: ¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes de Brasil, en estos dos años en los que ha recorrido su inmenso país? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?

1. Una antigua tradición de la Iglesia de Roma cuenta que el apóstol Pedro, saliendo de la ciudad para escapar de la persecución de Nerón, vio que Jesús caminaba en dirección contraria y enseguida le preguntó: «Señor, ¿adónde vas?». La respuesta de Jesús fue: «Voy a Roma para ser crucificado de nuevo». En aquel momento, Pedro comprendió que tenía que seguir al Señor con valentía, hasta el final, pero entendió sobre todo que nunca estaba solo en el camino; con él estaba siempre aquel Jesús que lo había amado hasta morir. Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos. Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que ya no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con la Cruz, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, y que lloran la trágica pérdida de sus hijos, como en el caso de los doscientos cuarenta y dos jóvenes víctimas del incendio en la ciudad de Santa María a principios de este año. Rezamos por ellos. Con la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que, por otro lado, se permite el lujo de tirar cada día toneladas de alimentos. Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga. Con la Cruz, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en la Cruz, Jesús está junto a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. Cuánto hacen sufrir a Jesús nuestras incoherencias. En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo con vos y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn 3,16).

2. Podemos ahora responder a la segunda pregunta: ¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto y en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Miren, deja un bien que nadie nos puede dar: la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos en Él (cf. Lumen fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida.

El primer nombre de Brasil fue precisamente «Terra de Santa Cruz». La Cruz de Cristo fue plantada no sólo en la playa hace más de cinco siglos, sino también en la historia, en el corazón y en la vida del pueblo brasileño, y en muchos otros pueblos. A Cristo que sufre lo sentimos cercano, uno de nosotros que comparte nuestro camino hasta el final. No hay en nuestra vida cruz, pequeña o grande que sea, que el Señor no comparta con nosotros.

3. Pero la Cruz invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano. Muchos rostros, lo hemos visto en el Viacrucis, muchos rostros acompañaron a Jesús en el camino al Calvario: Pilato, el Cireneo, María, las mujeres… Yo te pregunto hoy a vos: Vos, ¿como quien querés ser. Querés ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente, para salvar la vida de Jesús, y se lava las manos? Decidme: Vos, sos de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para otro lado, o sos como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Y vos ¿como cuál de ellos querés ser? ¿Como Pilato, como el Cireneo, como María? Jesús te está mirando ahora y te dice: ¿Me querés ayudar a llevar la Cruz? Hermano y hermana, con toda tu fuerza de joven ¿qué le contestás?

Queridos jóvenes, llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor.

[01088-04.02] [Texto original: Plurilingüe]

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Carissimi giovani!

Siamo venuti oggi qui per accompagnare Gesù lungo il suo cammino di dolore e di amore, il cammino della Croce, che è uno dei momenti forti della Giornata Mondiale della Gioventù. Al termine dell'Anno Santo della Redenzione, il Beato Giovanni Paolo II ha voluto affidare la Croce a voi, giovani, dicendovi: «Portatela nel mondo come segno dell'amore di Gesù per l'umanità e annunciate a tutti che solo in Cristo morto e risorto c’è salvezza e redenzione» (Parole ai giovani [22 aprile 1984]: Insegnamenti VII,1 [1984], 1105). Da allora la Croce ha percorso tutti i Continenti e ha attraversato i più svariati mondi dell’esistenza umana, restando quasi impregnata dalle situazioni di vita dei tanti giovani che l’hanno vista e l’hanno portata.

Cari fratelli, nessuno può toccare la Croce di Gesù senza lasciarvi qualcosa di se stesso e senza portare qualcosa della Croce di Gesù nella propria vita. Tre domande vorrei che risuonassero nei vostri cuori questa sera accompagnando il Signore: Che cosa avete lasciato nella Croce voi, cari giovani del Brasile, in questi due anni in cui ha attraversato il vostro immenso Paese? E che cosa ha lasciato la Croce di Gesù in ciascuno di voi? E, infine, che cosa insegna alla nostra vita questa Croce?

1. Un’antica tradizione della Chiesa di Roma racconta che l'Apostolo Pietro, uscendo dalla città per scappare dalla persecuzione di Nerone, vide Gesù che camminava nella direzione opposta e stupito gli domandò: "Signore, dove vai?". La risposta di Gesù fu: "Vado a Roma per essere crocifisso di nuovo". In quel momento, Pietro capì che doveva seguire il Signore con coraggio, fino in fondo, ma capì soprattutto che non era mai solo nel cammino; con lui c’era sempre quel Gesù che lo aveva amato fino a morire. Ecco, Gesù con la sua Croce percorre le nostre strade e prende su di sé le nostre paure, i nostri problemi, le nostre sofferenze, anche le più profonde. Con la Croce Gesù si unisce al silenzio delle vittime della violenza, che ormai non possono più gridare, soprattutto gli innocenti e gli indifesi; con la Croce, Gesù si unisce alle famiglie che sono in difficoltà, e che piangono la tragica perdita dei loro figli, come nel caso dei 242 giovani vittime dell’incendio nella città di Santa María all’inizio di quest’anno. Preghiamo per loro. Con la Croce Gesù si unisce a tutte le persone che soffrono la fame in un mondo che, dall’altro lato, si permette il lusso di gettare via ogni giorno tonnellate di cibo; con la Croce, Gesù è unito a tante madri e a tanti padri che soffrono vedendo i propri figli vittime di paradisi artificiali come la droga; con la Croce, Gesù si unisce a chi è perseguitato per la religione, per le idee, o semplicemente per il colore della pelle; nella Croce, Gesù è unito a tanti giovani che hanno perso la fiducia nelle istituzioni politiche perché vedono l’egoismo e la corruzione o che hanno perso la fede nella Chiesa, e persino in Dio, per l’incoerenza di cristiani e di ministri del Vangelo. Quanto fanno soffrire Gesù le nostre incoerenze! Nella Croce di Cristo c’è la sofferenza, il peccato dell’uomo, anche il nostro, e Lui accoglie tutto con le braccia aperte, carica sulle sue spalle le nostre croci e ci dice: Coraggio! Non sei solo a portarle! Io le porto con te e io ho vinto la morte e sono venuto a darti speranza, a darti vita (cfr Gv 3,16).

2. Adesso possiamo rispondere alla seconda domanda: che cosa ha lasciato la Croce in coloro che l’hanno vista e in coloro che l’hanno toccata? Che cosa lascia la Croce in ciascuno di noi? Vedete: lascia un bene che nessuno può darci: la certezza dell’amore fedele di Dio per noi. Un amore così grande che entra nel nostro peccato e lo perdona, entra nella nostra sofferenza e ci dona la forza per portarla, entra anche nella morte per vincerla e salvarci. Nella Croce di Cristo c’è tutto l’amore di Dio, c’è la sua immensa misericordia. E questo è un amore di cui possiamo fidarci, nel quale possiamo credere. Cari giovani, fidiamoci di Gesù, affidiamoci a Lui (cfr Lettera enc. Lumen fidei, 16), perché Lui non delude mai nessuno! Solo in Cristo morto e risorto troviamo la salvezza e la redenzione. Con lui, il male, la sofferenza e la morte non hanno l'ultima parola, perché Lui ci dona speranza e vita: ha trasformato la Croce dall’essere uno strumento di odio, di sconfitta e di morte ad essere un segno di amore, di vittoria, di trionfo e di vita.

Il primo nome dato al Brasile è stato proprio quello di "Terra de Santa Cruz". La Croce di Cristo è stata piantata non solo sulla spiaggia più di cinque secoli fa, ma anche nella storia, nel cuore e nella vita del popolo brasiliano e in molti altri popoli. Il Cristo sofferente lo sentiamo vicino, uno di noi che condivide il nostro cammino fino in fondo. Non c'è croce, piccola o grande che sia, della nostra vita che il Signore non condivida con noi.

3. Ma la Croce di Cristo invita anche a lasciarci contagiare da questo amore, ci insegna allora a guardare sempre l’altro con misericordia e amore, soprattutto chi soffre, chi ha bisogno di aiuto, chi aspetta una parola, un gesto, la Croce ci invita ad uscire da noi stessi per andare loro incontro e tendere loro la mano. Tanti volti li abbiamo visti nella Via Crucis, tanti volti hanno accompagnato Gesù nel cammino verso il Calvario: Pilato, il Cireneo, Maria, le donne… Io oggi ti chiedo: Tu come chi di loro vuoi essere? Vuoi essere come Pilato che non ha il coraggio di andare controcorrente per salvare la vita di Gesù e se ne lava le mani. Dimmi: sei uno di quelli che si lavano le mani, che fa il finto tonto e guarda dall’altra parte? O sei come il Cireneo, che aiuta Gesù a portare quel legno pesante, come Maria e le altre donne, che non hanno paura di accompagnare Gesù fino alla fine, con amore, con tenerezza. E tu, come chi di questi vuoi essere? Come Pilato, come il Cireneo, come Maria? Gesù ti sta guardando adesso e ti dice: mi vuoi aiutare a portare la Croce? Fratelli e sorelle: con tutta la tua forza di giovane, che cosa Gli rispondi?

Cari giovani, alla Croce di Cristo portiamo le nostre gioie, le nostre sofferenze, i nostri insuccessi; troveremo un Cuore aperto che ci comprende, ci perdona, ci ama e ci chiede di portare questo stesso amore nella nostra vita, di amare ogni nostro fratello e sorella con questo stesso amore.

[01088-01.02] [Testo originale: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

Dear Young Friends,

We have come here today to accompany Jesus on his journey of sorrow and love, the Way of the Cross, which is one of the most intense moments of World Youth Day. At the end of the Holy Year of Redemption, Blessed John Paul II chose to entrust the Cross to you, young people, asking you "to carry it throughout the world as a symbol of Christ’s love for humanity, and announce to everyone that only in the death and resurrection of Christ can we find salvation and redemption" (Address to Young People, 22 April 1984). Since then, the World Youth Day Cross has travelled to every continent and through a variety of human situations. It is, as it were, almost "steeped" in the life experiences of the countless young people who have seen it and carried it. Dear brothers and sisters, no one can approach and touch the Cross of Jesus without leaving something of himself or herself there, and without bringing something of the Cross of Jesus into his or her own life. I have three questions that I hope will echo in your hearts this evening as you walk beside Jesus: What have you left on the Cross, dear young people of Brazil, during these two years that it has been crisscrossing your great country? What has the Cross of Jesus left for you, in each one of you? Finally, what does this Cross teach us?

1. According to an ancient Roman tradition, while fleeing the city during the persecutions of Nero, Saint Peter saw Jesus who was travelling in the opposite direction, that is, toward the city, and asked him in amazement: "Lord, where are you going?" Jesus’ response was: "I am going to Rome to be crucified again." At that moment, Peter understood that he had to follow the Lord with courage, to the very end. But he also realized that he would never be alone on the journey; Jesus, who had loved him even unto death, would always be with him. Jesus, with his Cross, walks with us and takes upon himself our fears, our problems, and our sufferings, even those which are deepest and most painful. With the Cross, Jesus unites himself to the silence of the victims of violence, those who can no longer cry out, especially the innocent and the defenceless; with the Cross, he is united to families in trouble, and those who mourn the tragic loss of their children, as in the case of the 242 young victims of the fire in the City of Santa Maria at the beginning of this year. We pray for them. On the Cross, Jesus is united with every person who suffers from hunger in a world which, on the other hand, permits itself the luxury of throwing away tons of food every day; on the Cross, Jesus is united to the many mothers and fathers who suffer as they see their children become victims of drug-induced euphoria; on the Cross, Jesus is united with those who are persecuted for their religion, for their beliefs or simply for the colour of their skin; on the Cross, Jesus is united with so many young people who have lost faith in political institutions, because they see in them only selfishness and corruption; he unites himself with those young people who have lost faith in the Church, or even in God because of the counter-witness of Christians and ministers of the Gospel. How our inconsistencies make Jesus suffer! The Cross of Christ bears the suffering and the sin of mankind, including our own. Jesus accepts all this with open arms, bearing on his shoulders our crosses and saying to us: "Have courage! You do not carry your cross alone! I carry it with you. I have overcome death and I have come to give you hope, to give you life" (cf. Jn 3:16).

2. Now we can answer the second question: What has the Cross given to those who have gazed upon it and to those who have touched it? What has the Cross left in each one of us? You see, it gives us a treasure that no one else can give: the certainty of the faithful love which God has for us. A love so great that it enters into our sin and forgives it, enters into our suffering and gives us the strength to bear it. It is a love which enters into death to conquer it and to save us. The Cross of Christ contains all the love of God; there we find his immeasurable mercy. This is a love in which we can place all our trust, in which we can believe. Dear young people, let us entrust ourselves to Jesus, let us give ourselves over to him (cf. Lumen Fidei, 16), because he never disappoints anyone! Only in Christ crucified and risen can we find salvation and redemption. With him, evil, suffering, and death do not have the last word, because he gives us hope and life: he has transformed the Cross from being an instrument of hate, defeat and death to being a sign of love, victory, triumph and life.

The first name given to Brazil was "The Land of the Holy Cross". The Cross of Christ was planted five centuries ago not only on the shores of this country, but also in the history, the hearts and the lives of the people of Brazil and elsewhere. The suffering Christ is keenly felt here, as one of us who shares our journey even to the end. There is no cross, big or small, in our life, which the Lord does not share with us.

3. But the Cross of Christ invites us also to allow ourselves to be smitten by his love, teaching us always to look upon others with mercy and tenderness, especially those who suffer, who are in need of help, who need a word or a concrete action; the Cross invites us to step outside ourselves to meet them and to extend a hand to them. How many times have we seen them in the Way of the Cross, how many times have they accompanied Jesus on the way to Calvary: Pilate, Simon of Cyrene, Mary, the women… Today I ask you: which of them do you want to be? Do you want to be like Pilate, who did not have the courage to go against the tide to save Jesus’ life, and instead washed his hands? Tell me: are you one of those who wash their hands, who feign ignorance and look the other way? Or are you like Simon of Cyrene, who helped Jesus to carry that heavy wood, or like Mary and the other women, who were not afraid to accompany Jesus all the way to the end, with love and tenderness? And you, who do you want to be? Like Pilate? Like Simon? Like Mary? Jesus is looking at you now and is asking you: do you want to help me carry the Cross? Brothers and sisters, with all the strength of your youth, how will you respond to him?

Dear friends, let us bring to Christ’s Cross our joys, our sufferings and our failures. There we will find a Heart that is open to us and understands us, forgives us, loves us and calls us to bear this love in our lives, to love each person, each brother and sister, with the same love.

[01088-02.02] [Original text: Plurilingual]

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

Très chers jeunes !

Nous sommes venus ici aujourd’hui pour accompagner Jésus tout au long de son chemin de douleur et d’amour, le chemin de la Croix, qui est un des moments forts des Journées mondiales de la Jeunesse. Au terme de l’Année Sainte de la Rédemption, le bienheureux Jean-Paul II a voulu confier la Croix à vous, les jeunes, en vous disant : « Portez-la dans le monde comme le signe de l’amour de Jésus pour l’humanité et annoncez à tous que seul dans le Christ mort et ressuscité, il y a le salut et la rédemption » (Paroles aux jeunes [21 avril 1984] : Insegnamenti VII,1 [1984], p. 1105). Depuis lors, la Croix a parcouru tous les Continents et a traversé les secteurs les plus variés de l’existence humaine, en restant presqu’imprégnée des situations de vie de beaucoup de jeunes, qui l’ont vue et l’ont portée. Chers frères, personne ne peut toucher la Croix de Jésus sans y laisser quelque chose de lui-même et sans porter quelque chose de la Croix de Jésus dans sa vie. Alors que vous accompagnez le Seigneur, ce soir, je voudrais que trois questions résonnent dans vos cœurs : qu’avez-vous laissé sur la Croix, vous, chers jeunes du Brésil, en ces deux ans durant lesquels elle a sillonné votre immense pays ? Et qu’est-ce que la Croix de Jésus a laissé en chacun de vous ? Et, enfin, qu’est-ce que cette croix enseigne à notre vie ?

1. Une tradition ancienne de l’Église de Rome raconte que l’Apôtre Pierre, sortant de la ville pour fuir la persécution de Néron, vit Jésus qui marchait dans la direction opposée et étonné, il lui demanda : « Seigneur, où vas-tu ? ». La réponse de Jésus fut : « Je vais à Rome pour être de nouveau crucifié ». à ce moment-là, Pierre comprit qu’il devait suivre le Seigneur avec courage, à fond, mais il comprit surtout qu’il n’était jamais seul dans sa marche ; avec lui il y avait toujours ce Jésus qui l’avait aimé jusqu’à mourir. Voilà ! chargé de sa Croix, Jésus parcourt nos routes et prend sur lui nos peurs, nos problèmes, nos souffrances, même les plus profondes. Avec sa Croix, Jésus s’unit au silence des victimes de la violence qui ne peuvent plus crier, surtout les innocents et ceux qui sont sans défense ; avec la Croix, Jésus s’unit aux familles qui sont en difficulté, et qui pleurent la mort tragique de leurs enfants, comme dans le cas des 242 jeunes victimes de l’incendie dans la ville de Santa María, au début de cette année. Prions pour eux. Avec la Croix, Jésus s’unit à toutes les personnes qui souffrent de la faim dans un monde qui, d’autre part, se permet le luxe de jeter, chaque jour, des tonnes de nourriture; avec la Croix, Jésus est uni aux nombreuses mères et aux nombreux pères qui souffrent en voyant leurs enfants victimes de paradis artificiels comme la drogue ; avec la Croix, Jésus s’unit à celui qui est persécuté à cause de sa religion, de ses idées, ou simplement pour la couleur de sa peau ; dans la Croix, Jésus est uni aux nombreux jeunes qui ne mettent plus leur confiance dans les institutions politiques, car ils y voient l’égoïsme et la corruption, ou qui ont perdu la foi en l’Église, et même en Dieu, à cause de l’incohérence des chrétiens et des ministres de l’Évangile. Combien nos incohérences font souffrir Jésus ! Dans la Croix du Christ, il y a la souffrance, le péché de l’homme, aussi le nôtre, et lui accueille tout avec les bras ouverts, prend sur ses épaules nos croix et nous dit : courage ! Tu n’es pas seul à les porter ! Je les porte avec toi, j’ai vaincu la mort et je suis venu te donner espérance, te donner la vie (cf. Jn 3, 16).

2. Maintenant, nous pouvons répondre à la deuxième question : qu’est-ce que la Croix a laissé en ceux qui l’ont vue et en ceux qui l’ont touchée ? Qu’est-ce que la Croix laisse en chacun de nous ? Voyez : elle laisse le bien que personne ne peut nous donner : la certitude de l’amour fidèle de Dieu pour nous. Un amour tellement grand qu’il entre dans notre péché et le pardonne, qu’il entre dans notre souffrance et nous donne la force de la porter ; qu’il entre même dans la mort pour la vaincre et nous sauver. Dans la Croix du Christ, il y a tout l’amour de Dieu, il y a son immense miséricorde. Et c’est un amour auquel nous pouvons nous fier, auquel nous pouvons croire. Chers jeunes, ayons confiance en Jésus, en remettons-nous à lui (cf. Lettre enc. Lumen fidei, n. 16), car lui ne déçoit jamais personne ! Seul dans le Christ mort et ressuscité nous trouvons le salut et la rédemption. Avec lui, le mal, la souffrance et la mort n’ont pas le dernier mot, parce que lui nous donne espérance et vie : il a transformé la Croix, d’instrument de haine, de défaite et de mort en un signe d’amour, de victoire, de triomphe et de vie.

Le premier nom donné au Brésil a été justement celui de « Terre de la Sainte Croix ». La Croix du Christ a été plantée non seulement sur la plage, il y a plus de cinq siècles, mais aussi dans l’histoire, dans le cœur et dans la vie du peuple brésilien et en de nombreux autres peuples. Nous sentons le Christ souffrant proche de nous, un de nous qui partage à fond notre marche. Il n’y a pas de croix, aussi petite ou grande qu’elle soit, de notre vie que le Seigneur ne partage pas avec nous.

3. Mais la Croix du Christ invite aussi à nous laisser contaminer par cet amour, elle nous enseigne alors à regarder toujours l’autre avec miséricorde et amour, surtout la personne qui souffre, qui a besoin d’aide, qui attend une parole, un geste, la Croix nous invite  à sortir de nous-mêmes pour aller à leur rencontre et leur tendre la main. Nous avons vu de nombreux visages dans le Chemin de la Croix, de nombreux visages ont accompagné Jésus dans sa marche vers le Calvaire : Pilate, le Cyrénéen, Marie, les femmes … Moi, aujourd’hui, je te demande : toi, comme lequel d’entre eux veux-tu être ? Veux-tu être comme Pilate qui n’a pas le courage d’aller à contre-courant pour sauver la vie de Jésus ; il s’en lave les mains. Dis-moi : es-tu un de ceux qui se lavent les mains, es-tu celui qui joue l’innocent et regarde de l’autre côté ? Ou es-tu comme le Cyrénéen, qui aide Jésus à porter ce bois pesant, comme Marie et les femmes, qui n’ont pas peur d’accompagner Jésus jusqu’au bout, avec amour, avec tendresse. Et toi, comme lequel d’entre eux veux-tu être ? Comme Pilate, comme le Cyrénéen, comme Marie ? Jésus te regarde en ce moment et te dit : veux-tu m’aider à porter la Croix ? Frères et sœurs : toi, avec toute ta force de jeune, qu’est-ce que tu lui réponds ?

Chers jeunes, sur la Croix du Christ déposons nos joies, nos souffrances, nos succès ; nous y trouverons un Cœur ouvert qui nous comprend, nous pardonne, nous aime et nous demande de porter ce même amour dans notre vie, d’aimer chacun de nos frères et de nos sœurs avec le même amour.

[01088-03.02] [Texte original: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Liebe junge Freunde,

wir sind heute hierher gekommen, um Jesus auf seinem Weg des Schmerzes und der Liebe zu begleiten, auf dem Kreuzweg, der einer der starken Momente des Weltjugendtags ist. Am Ende des Heiligen Jahres der Erlösung hat der selige Johannes Paul II. euch, liebe Jugendliche, das Kreuz des Heiligen Jahres anvertraut und gesagt: „Tragt es in die Welt als Zeichen der Liebe Jesu Christi zur Menschheit, und verkündet allen, dass es nur im gestorbenen und auferstandenen Christus Heil und Erlösung gibt" (Grußworte an die Jugend [22 April 1984]: Insegnamenti VII,1 (1984), 1105). Seitdem ist das Kreuz durch alle Kontinente gezogen und hat die verschiedensten Welten menschlichen Daseins durchquert, wobei es von den Lebenssituationen der vielen Jugendlichen, die es gesehen und getragen haben, gleichsam durchtränkt wurde. Liebe Brüder und Schwestern, niemand kann das Kreuz Jesu berühren, ohne etwas von sich selbst darauf zurückzulassen und ohne etwas vom Kreuz Jesu in das eigene Leben hineinzutragen. Wenn ihr heute Abend den Herrn begleitet, möchte ich, dass drei Fragen in euren Herzen nachklingen: Was habt ihr, liebe Jugendliche aus Brasilien, auf dem Kreuz zurückgelassen während dieser beiden Jahre, in denen es euer riesiges Land durchquert hat? Und was hat das Kreuz Jesu in jedem von euch hinterlassen? Und schließlich, was ist die Lehre dieses Kreuzes für unser Leben?

1. Eine alte Überlieferung der Kirche von Rom erzählt, dass der Apostel Petrus, als er die Stadt verließ, um der Verfolgung Neros zu entkommen, Jesus sah, der in entgegen gesetzter Richtung ging, und verwundert fragte er ihn: „Herr, wohin gehst du?" Die Antwort Jesu war: „Ich gehe nach Rom, um noch einmal gekreuzigt zu werden." In jenem Augenblick begriff Petrus, dass er mutig dem Herrn bis zum Ende folgen musste, aber er begriff vor allem, dass er niemals allein war auf dem Weg; bei ihm war immer jener Jesus, der ihn bis in sein Sterben am Kreuz hinein geliebt hatte. Seht, Jesus durchwandert mit seinem Kreuz unsere Straßen und nimmt unsere Ängste, unsere Probleme, unsere Leiden – auch die tiefsten – auf sich. Durch das Kreuz verbindet Jesus sich mit dem Schweigen der Opfer von Gewalt, die jetzt nicht mehr schreien können, vor allem mit den Unschuldigen und den Wehrlosen; durch das Kreuz verbindet Jesus sich mit den Familien, die in Schwierigkeiten sind, die den tragischen Verlust ihrer Kinder beweinen – wie im Fall der 242 jugendlichen Opfer der Brandkatastrophe in der Stadt Santa María Anfang dieses Jahres. Beten wir für sie! Durch das Kreuz verbindet Jesus sich mit allen Menschen, die Hunger leiden in einer Welt, die sich andererseits den Luxus leistet, täglich tonnenweise Lebensmittel wegzuwerfen. Durch das Kreuz ist Jesus mit den vielen Müttern und Vätern verbunden, die leiden, da sie ihre Kinder als Opfer künstlicher Paradiese wie der Droge sehen. Durch das Kreuz verbindet Jesus sich mit allen, die aufgrund ihrer Religion, ihrer Vorstellungen oder einfach wegen ihrer Hautfarbe verfolgt werden; durch das Kreuz ist Jesus mit den vielen jungen Menschen verbunden, die ihr Vertrauen in die politischen Institutionen verloren haben, weil sie den Egoismus und die Korruption sehen, oder die ihren Glauben an die Kirche und sogar an Gott verloren haben wegen der Unlauterkeit von Christen und von Dienern des Evangeliums. Wie sehr lässt unsere Unlauterkeit Jesus leiden! Im Kreuz Christi ist das Leiden, die Sünde des Menschen – auch die unsere –, und er nimmt alles mit offenen Armen auf, lädt unsere Kreuze auf seine Schultern und sagt zu uns: Nur Mut! Du bist nicht allein, sie zu tragen! Ich trage sie mit dir, und ich habe den Tod überwunden und bin gekommen, um dir Hoffnung zu schenken, um dir Leben zu geben (vgl. Joh 3,16).

2. Nun können wir auf die zweite Frage antworten: Was hat das Kreuz in denen hinterlassen, die es gesehen haben, und in denen, die es berührt haben? Was hinterlässt das Kreuz in jedem von uns? Seht: Es hinterlässt ein Gut, das niemand uns geben kann: die Gewissheit der treuen Liebe Gottes zu uns. Eine so große Liebe, dass sie in unsere Sünde eindringt und sie verzeiht, in unser Leiden eindringt und uns die Kraft schenkt, es zu tragen, sogar in den Tod eindringt, um ihn zu überwinden und uns zu retten. Im Kreuz Christi ist die ganze Liebe Gottes, ist seine unermessliche Barmherzigkeit. Und das ist eine Liebe, der wir vertrauen können, an die wir glauben können. Liebe junge Freunde, vertrauen wir auf Jesus, vertrauen wir uns ihm an (vgl. Enzyklika Lumen fidei, 16), denn nie enttäuscht er einen! Nur im gestorbenen und auferstandenen Christus finden wir das Heil und die Erlösung. Mit ihm hat das Böse, haben Leiden und Tod nicht das letzte Wort, denn er schenkt uns Hoffnung und Leben: Er hat das Kreuz von einem Werkzeug des Hasses, der Niederlage und des Todes in ein Zeichen der Liebe, des Sieges, des Triumphes und des Lebens verwandelt.

Der erste Name, der Brasilien gegeben wurde, war gerade dieser: „Terra de Santa Cruz – Land des heiligen Kreuzes". Das Kreuz Christi wurde nicht nur vor über fünfhundert Jahren am Strand aufgestellt, sondern es ist auch in die Geschichte, ins Herz und in das Leben des brasilianischen Volkes und vieler anderer Völker eingepflanzt worden. Wir spüren, dass der leidende Christus uns nahe ist, einer von uns, der unseren Weg bis ins Letzte mit uns teilt. Es gibt kein Kreuz in unserem Lebens – sei es klein oder groß –, das der Herr nicht mit uns teilt.

3. Doch das Kreuz Christi lädt auch ein, uns von dieser Liebe anstecken zu lassen; es lehrt uns also, den anderen immer mit Barmherzigkeit und Liebe zu betrachten – vor allem den, der leidet, der Hilfe braucht, der auf ein Wort, eine Geste wartet; das Kreuz lädt uns ein, aus uns selbst herauszugehen, um ihnen entgegenzukommen und ihnen die Hand zu reichen. Viele Gesichter haben wir auf dem Kreuzweg gesehen, viele Gesichter haben Jesus auf dem Weg zum Kalvarienberg begleitet: Pilatus, Simon von Zyrene, Maria, die Frauen … Ich frage dich heute: Wer von diesen möchtest du sein? Willst du wie Pilatus sein, der nicht den Mut hat, gegen den Strom zu schwimmen, um das Leben Jesu zu retten, und der seine Hände in Unschuld wäscht? Sag mir: Bist du einer von denen, die ihre Hände in Unschuld waschen, bist du einer, der sich dumm stellt und zu Seite schaut? Oder bist du wie Simon von Zyrene, der Jesus hilft, den schweren Balken zu tragen, wie Maria und die anderen Frauen, die keine Angst haben, Jesus bis zum Ende zu begleiten, mit Liebe und mit Zärtlichkeit. Und du, wie möchtest du sein? Wie Pilatus, wie Simon von Zyrene, wie Maria? Jesus blickt dich jetzt gerade an und sagt dir: Willst du mir das Kreuz tragen helfen? Lieber Bruder, liebe Schwester: Mit all deiner Kraft eines jungen Menschen, was antwortest du ihm?

Liebe junge Freunde, zum Kreuz Christi tragen wir unsere Freuden, unsere Leiden und unsere Misserfolge; wir werden ein offenes Herz finden, das uns versteht, uns verzeiht, uns liebt und uns bittet, diese selbe Liebe in unser Leben hineinzutragen, jeden unserer Brüder und Schwestern mit ebendieser Liebe zu lieben.

[01088-05.02] [Originalsprache: Mehrsprachig]

 TRADUZIONE IN LINGUA POLACCA

Droga Młodzieży!

Przybyliśmy tu dzisiaj, aby towarzyszyć Jezusowi w Jego drodze cierpienia i miłości, w Drodze Krzyżowej, która jest jednym z najważniejszych momentów Światowego Dnia Młodzieży. Na zakończenie Roku Świętego Odkupienia błogosławiony Jan Paweł II powierzył krzyż wam, młodym, mówiąc: „Ponieście go w świat jako znak miłości, którą Pan Jezus umiłował ludzkość, i głoście wszystkim, że tylko w Chrystusie umarłym i zmartwychwstałym jest ratunek i odkupienie" (słowa wypowiedziane do młodzieży [22 kwietnia 1984 r.]: Insegnamenti VII, 1 [1984], 1105; «L'Osservatore Romano», wyd. polskie, n. 4/1984, s. 1). Od tej pory krzyż pielgrzymował po wszystkich kontynentach i pośrod najróżniejszych sytuacji ludzkiej egzystencji, nasiąkając niejako sytuacjami życiowymi bardzo wielu ludzi młodych, którzy go widzieli i nieśli. Nikt nie może dotknąć krzyża Jezusa, nie pozostawiając na nim czegoś z siebie i nie biorąc czegoś z krzyża Jezusa do swojego życia. Chciałbym, aby w waszych sercach dziś wieczorem, gdy towarzyszycie Panu, zabrzmiały trzy pytania: Co pozostawiliście na krzyżu wy, drodzy młodzi Brazylijczycy, w ciągu tych dwóch lat, podczas których przemierzał on wasz ogromny kraj? A co pozostawił krzyż Jezusa w każdym z was? I wreszcie, czego uczy ten krzyż nasze życie?

1. Starożytna tradycja Kościoła rzymskiego mówi, że apostoł Piotr, opuszczając miasto, by uciec przed prześladowaniami Nerona, ujrzał Jezusa idącego w przeciwnym kierunku i zdziwiony zapytał: „Panie, dokąd idziesz?". Jezus odpowiedział: „Idę do Rzymu, by mnie ponownie ukrzyżowano". W tym momencie Piotr zrozumiał, że powinien odważnie iść za Panem aż do końca, a przede wszystkim zrozumiał, że nigdy nie był sam na swej drodze. Był z nim zawsze ten Jezus, który umiłował go aż po śmierć na krzyżu. Oto Jezus ze swym krzyżem przemierza nasze drogi, aby wziąć na siebie nasze lęki, nasze problemy, nasze cierpienia, nawet te najgłębsze. Przez krzyż Jezus łączy się z milczeniem ofiar przemocy, które nie mogą już wołać, zwłaszcza niewinnych i bezbronnych. Przez krzyż Jezus łączy się z rodzinami, które zmagają się z trudnościami, które opłakują stratę swoich dzieci lub cierpią widząc, jak stają się one ofiarami sztucznych rajów, takich jak narkotyki. Przez krzyż Jezus jednoczy się ze wszystkimi ludźmi, cierpiącymi głód w świecie, w którym każdego dnia wyrzuca się tony żywności. Przez krzyż Jezus łączy się z tymi, którzy są prześladowani z powodu religii, poglądów lub po prostu z powodu koloru skóry. Przez krzyż Jezus jednoczy się z wielu młodymi ludźmi, którzy utracili zaufanie do instytucji politycznych, ponieważ widzą egoizm i korupcję, czy też stracili wiarę w Kościół, a nawet w Boga z powodu braku konsekwencji chrześcijan i sług Ewangelii. W krzyżu Chrystusa jest cierpienie, ludzki grzech, w tym i nasz, a On przyjmuje wszystko z otwartymi ramionami, bierze na siebie nasze krzyże i mówi nam: Odwagi! Nie niesiesz ich sam! Niosę je wraz z tobą, a Ja pokonałem śmierć i przyszedłem, aby dać ci nadzieję, aby dać ci życie (por. J 3, 16).

2. W ten sposób możemy odpowiedzieć na drugie pytanie: co pozostawił krzyż w tych, którzy go widzieli, w tych, którzy go dotknęli? Co pozostawia w każdym z nas? Pozostawia dobro, którego nikt nie może nam dać: pewność niezawodnej miłości Boga do nas. Miłości tak wielkiej, że wchodzi w nasz grzech i go przebacza, wchodzi w nasze cierpienie i daje nam siłę, aby je znosić, wchodzi także w śmierć, aby ją zwyciężyć i nas zbawić. W krzyżu Chrystusa jest cała miłość Boga, Jego ogromne miłosierdzie. A jest to miłość, na której możemy polegać, w którą możemy wierzyć. Drodzy młodzi, zaufajmy Jezusowi, powierzmy się Mu całkowicie (por. enc. Lumen fidei, 16)! Tylko w Chrystusie, który umarł i zmartwychwstał, znajdziemy zbawienie i odkupienie. Z Nim zło, cierpienie i śmierć nie mają ostatniego słowa, gdyż On daje nam nadzieję i życie: przekształcił krzyż z narzędzia nienawiści, klęski, śmierci w znak miłości, zwycięstwa i życia.

Pierwsza nazwa, jaką nadano Brazylii, była właśnie „Terra de Santa Cruz". Ponad pięćset lat temu krzyż Chrystusa został postawiony nie tylko na wybrzeżu, ale również w dziejach, w sercu i życiu Brazylijczyków, i nie tylko w nich. Czujemy, że cierpiący Chrystus jest blisko nas, jest jednym z nas, dzieli do końca nasze pielgrzymowanie. Nie ma w naszym życiu krzyża małego czy też wielkiego, którego Pan nie dzieliłby z nami.

3. Ale krzyż Chrystusa zachęca nas także, abyśmy dali się zarazić tą miłością, uczy nas zatem patrzeć na bliźniego zawsze z miłosierdziem i miłością, zwłaszcza na tych, którzy cierpią, którzy potrzebują pomocy, tych, którzy oczekują na słowo, na gest, i skłania do wychodzenia z zamknięcia w sobie i pójścia ku drugiemu, wyciągnięcia do niego ręki. Wiele osób towarzyszyło Jezusowi w drodze na Kalwarię: Piłat, Szymon z Cyreny, Maryja, kobiety... Także i my możemy być wobec innych jak Piłat, który nie odważył się przeciwstawić opinii ogółu, by ocalić życie Jezusa, i umył od tego ręce. Drodzy przyjaciele, krzyż Chrystusa uczy nas, że powinniśmy być jak Szymon z Cyreny, który pomaga Jezusowi nieść to ciężkie drzewo, jak Maryja i inne kobiety, które nie lękały się towarzyszyć Jezusowi z miłością, z czułością aż do końca. A ty, jaki jesteś? Jak Piłat, jak Szymon Cyrenejczyk czy jak Maryja?

Drodzy młodzi, do krzyża Chrystusa przynosimy nasze radości, cierpienia, nasze niepowodzenia. Znajdziemy serce otwarte, które nas rozumie, przebacza nam, kocha nas i chce abyśmy wnosili tę samą miłość w nasze życie, byśmy kochali każdego naszego brata i siostrę taką samą miłością. Niech się tak stanie!

[01088-09.02] [Testo originale: Plurilingue]

Conclusa la Via Crucis con la recita del Padre Nostro e la benedizione, il Santo Padre Francesco è rientrato in auto alla Residenza di Sumaré, dove ha cenato in privato.

[B0493-XX.02]