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VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ BENEDETTO XVI A MADRID (SPAGNA) IN OCCASIONE DELLA XXVI GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (18-21 AGOSTO 2011) (XII), 21.08.2011


VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ BENEDETTO XVI A MADRID (SPAGNA) IN OCCASIONE DELLA XXVI GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (18-21 AGOSTO 2011) (XII)

SANTA MESSA PER LA CHIUSURA DELLA XXVI GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ ALL’AEROPORTO "CUATRO VIENTOS" DI MADRID

 INTRODUZIONE E OMELIA DEL SANTO PADRE

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Questa mattina, alle ore 8.50, il Santo Padre Benedetto XVI ha lasciato la Nunziatura Apostolica e si è trasferito in auto all’aeroporto "Cuatro Vientos" di Madrid dove lo attendevano i giovani venuti da ogni parte del mondo per la celebrazione conclusiva della XXVI Giornata Mondiale della Gioventù, che ha avuto per tema "Radicati e fondati in Cristo, saldi nella fede" (cfr Col 2, 7).
Al Suo arrivo nella base aerea di "Cuatro Vientos", il Papa è stato accolto dai Reali di Spagna. Su una vettura panoramica ha quindi compiuto un giro nella spianata dove moltissimi giovani hanno trascorso la notte continuando l’Adorazione Eucaristica iniziata con la Veglia, nonostante il nubifragio di ieri sera.
La Santa Messa è iniziata alle ore 9.30. Dopo l’indirizzo di saluto dell’Arcivescovo di Madrid, Card. Antonio María Rouco Varela, il Papa ha introdotto la Celebrazione rivolgendo ai giovani alcune parole.
Riportiamo di seguito le parole di Benedetto XVI all’inizio della Santa Messa e il testo dell’omelia da Lui pronunciata dopo la proclamazione del Vangelo:

 INTRODUZIONE E OMELIA DEL SANTO PADRE

Queridos jóvenes:
He pensado mucho en vosotros en estas horas que no nos hemos visto. Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de las inclemencias del tiempo. Seguro que en esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez, y no sólo los ojos, también el corazón, y esto os habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo. Con esta confianza, y sabiendo que el Señor nunca nos abandona, comenzamos nuestra celebración eucarística llenos de entusiasmo y firmes en la fe.

* * *

Queridos jóvenes:

Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre. Nosotros, por nuestra parte, conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir también con los demás la alegría que hemos recibido. Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?

En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.

Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena.

Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.

En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.

Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.

Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.

De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.

Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su esperanza. Amén.

[01182-04.02] [Texto original: Español]

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Cari giovani,
ho pensato molto a voi in queste ore in cui non ci siamo visti. Spero che abbiate potuto dormire almeno un poco, nonostante l’inclemenza del tempo. Sono sicuro che all’alba di oggi avete levato gli occhi al cielo più di una volta e non solo gli occhi, ma anche il cuore, e questo vi avrà permesso di pregare. Dio sa ricavare il bene da tutto. Con questa fiducia, e sapendo che il Signore non ci abbandona mai, iniziamo la nostra Celebrazione eucaristica pieni di entusiasmo e saldi nella fede.

* * *

Cari giovani,

con la celebrazione dell’Eucaristia giungiamo al momento culminante di questa Giornata Mondiale della Gioventù. Nel vedervi qui, venuti in gran numero da ogni parte, il mio cuore si riempie di gioia pensando all’affetto speciale con il quale Gesù vi guarda. Sì, il Signore vi vuole bene e vi chiama suoi amici (cfr Gv 15,15). Egli vi viene incontro e desidera accompagnarvi nel vostro cammino, per aprirvi le porte di una vita piena e farvi partecipi della sua relazione intima con il Padre. Noi, da parte nostra, coscienti della grandezza del suo amore, desideriamo corrispondere con ogni generosità a questo segno di predilezione con il proposito di condividere anche con gli altri la gioia che abbiamo ricevuto. Certamente, sono molti attualmente coloro che si sentono attratti dalla figura di Cristo e desiderano conoscerlo meglio. Percepiscono che Egli è la risposta a molte delle loro inquietudini personali. Ma chi è Lui veramente? Come è possibile che qualcuno che ha vissuto sulla terra tanti anni fa abbia qualcosa a che fare con me, oggi?

Nel Vangelo che abbiamo ascoltato (cfr Mt 16,13-20) vediamo descritti due modi distinti di conoscere Cristo. Il primo consisterebbe in una conoscenza esterna, caratterizzata dall’opinione corrente. Alla domanda di Gesù: «La gente chi dice che sia il Figlio dell’Uomo?», i discepoli rispondono: «Alcuni dicono Giovanni il Battista, altri Elia, altri Geremia o qualcuno dei profeti». Vale a dire, si considera Cristo come un personaggio religioso in più di quelli già conosciuti. Poi, rivolgendosi personalmente ai discepoli, Gesù chiede loro: «Ma voi, chi dite che io sia?». Pietro risponde con quella che è la prima confessione di fede: «Tu sei il Cristo, il Figlio del Dio vivente». La fede va al di là dei semplici dati empirici o storici, ed è capace di cogliere il mistero della persona di Cristo nella sua profondità.

Però la fede non è frutto dello sforzo umano, della sua ragione, bensì è un dono di Dio: «Beato sei tu, Simone, figlio di Giona, perché né carne, né sangue te lo hanno rivelato, ma il Padre mio che è nei cieli». Ha la sua origine nell’iniziativa di Dio, che ci rivela la sua intimità e ci invita a partecipare della sua stessa vita divina. La fede non dà solo alcune informazioni sull’identità di Cristo, bensì suppone una relazione personale con Lui, l’adesione di tutta la persona, con la propria intelligenza, volontà e sentimenti alla manifestazione che Dio fa di se stesso. Così, la domanda «Ma voi, chi dite che io sia?», in fondo sta provocando i discepoli a prendere una decisione personale in relazione a Lui. Fede e sequela di Cristo sono in stretto rapporto. E, dato che suppone la sequela del Maestro, la fede deve consolidarsi e crescere, farsi più profonda e matura, nella misura in cui si intensifica e rafforza la relazione con Gesù, la intimità con Lui. Anche Pietro e gli altri apostoli dovettero avanzare per questo cammino, fino a che l’incontro con il Signore risorto aprì loro gli occhi a una fede piena.

Cari giovani, anche oggi Cristo si rivolge a voi con la stessa domanda che fece agli apostoli: «Ma voi, chi dite che io sia?». Rispondetegli con generosità e audacia, come corrisponde a un cuore giovane qual è il vostro. Ditegli: Gesù, io so che Tu sei il Figlio di Dio, che hai dato la tua vita per me. Voglio seguirti con fedeltà e lasciarmi guidare dalla tua parola. Tu mi conosci e mi ami. Io mi fido di te e metto la mia intera vita nelle tue mani. Voglio che Tu sia la forza che mi sostiene, la gioia che mai mi abbandona.

Nella sua risposta alla confessione di Pietro, Gesù parla della Chiesa: «E io a te dico: tu sei Pietro, e su questa pietra edificherò la mia Chiesa». Che significa ciò? Gesù costruisce la Chiesa sopra la roccia della fede di Pietro, che confessa la divinità di Cristo. Sì, la Chiesa non è una semplice istituzione umana, come qualsiasi altra, ma è strettamente unita a Dio. Lo stesso Cristo si riferisce ad essa come alla «sua» Chiesa. Non è possibile separare Cristo dalla Chiesa, come non si può separare la testa dal corpo (cfr 1Cor 12,12). La Chiesa non vive di se stessa, bensì del Signore. Egli è presente in mezzo ad essa, e le dà vita, alimento e forza.

Cari giovani, permettetemi che, come Successore di Pietro, vi inviti a rafforzare questa fede che ci è stata trasmessa dagli Apostoli, a porre Cristo, il Figlio di Dio, al centro della vostra vita. Però permettetemi anche che vi ricordi che seguire Gesù nella fede è camminare con Lui nella comunione della Chiesa. Non si può seguire Gesù da soli. Chi cede alla tentazione di andare «per conto suo» o di vivere la fede secondo la mentalità individualista, che predomina nella società, corre il rischio di non incontrare mai Gesù Cristo, o di finire seguendo un’immagine falsa di Lui.

Aver fede significa appoggiarsi sulla fede dei tuoi fratelli, e che la tua fede serva allo stesso modo da appoggio per quella degli altri. Vi chiedo, cari amici, di amare la Chiesa, che vi ha generati alla fede, che vi ha aiutato a conoscere meglio Cristo, che vi ha fatto scoprire la bellezza del suo amore. Per la crescita della vostra amicizia con Cristo è fondamentale riconoscere l’importanza del vostro gioioso inserimento nelle parrocchie, comunità e movimenti, così come la partecipazione all’Eucarestia di ogni domenica, il frequente accostarsi al sacramento della riconciliazione e il coltivare la preghiera e la meditazione della Parola di Dio.

Da questa amicizia con Gesù nascerà anche la spinta che conduce a dare testimonianza della fede negli ambienti più diversi, incluso dove vi è rifiuto o indifferenza. Non è possibile incontrare Cristo e non farlo conoscere agli altri. Quindi, non conservate Cristo per voi stessi! Comunicate agli altri la gioia della vostra fede. Il mondo ha bisogno della testimonianza della vostra fede, ha bisogno certamente di Dio. Penso che la vostra presenza qui, giovani venuti dai cinque continenti, sia una meravigliosa prova della fecondità del mandato di Cristo alla Chiesa: «Andate in tutto il mondo e proclamate il Vangelo a ogni creatura» (Mc 16,15). Anche a voi spetta lo straordinario compito di essere discepoli e missionari di Cristo in altre terre e paesi dove vi è una moltitudine di giovani che aspirano a cose più grandi e, scorgendo nei propri cuori la possibilità di valori più autentici, non si lasciano sedurre dalle false promesse di uno stile di vita senza Dio.

Cari giovani, prego per voi con tutto l’affetto del mio cuore. Vi raccomando alla Vergine Maria, perché vi accompagni sempre con la sua intercessione materna e vi insegni la fedeltà alla Parola di Dio. Vi chiedo anche di pregare per il Papa, perché come Successore di Pietro, possa proseguire confermando i suoi fratelli nella fede. Che tutti nella Chiesa, pastori e fedeli, ci avviciniamo ogni giorno di più al Signore, per crescere nella santità della vita e dare così testimonianza efficace che Gesù Cristo è veramente il Figlio di Dio, il Salvatore di tutti gli uomini e la fonte viva della loro speranza. Amen.

[01182-01.02] [Testo originale: Spagnolo]

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

Chers jeunes,
J’ai pensé beaucoup à vous en ces heures durant lesquelles nous ne nous sommes pas vus. J’espère que vous avez pu dormir un peu, en dépit de la rigueur du temps. Je suis sûr qu’à l’aube de ce jour vous avez levé les yeux au ciel plus d’une fois, et non seulement les yeux, mais aussi le cœur, et cela vous a permis de prier. Dieu sait tirer de tout le bien. Avec cette confiance, et sachant que le Seigneur ne nous abandonne jamais, commençons notre célébration eucharistique pleins d’enthousiasme et fermes dans la foi.

* * *

Chers jeunes,

Avec la célébration de l’Eucharistie, nous arrivons au moment culminant de ces Journées Mondiales de la Jeunesse. En vous voyant ici, venus en grand nombre de tous les horizons, mon cœur est plein de joie, pensant à l’affection spéciale avec laquelle Jésus vous regarde. Oui, le Seigneur vous aime et il vous appelle ses amis (cf. Jn 15, 15). Il vient à votre rencontre et il désire vous accompagner dans votre cheminement pour vous ouvrir les portes d’une vie pleine et vous faire participants de sa relation intime avec le Père. Pour notre part, conscients de la grandeur de son amour, nous désirons répondre avec grande générosité à cette marque de prédilection par la résolution de partager aussi avec les autres la joie que nous avons reçue. Certes ! Ils sont nombreux de nos jours, ceux qui se sentent attirés par la figure du Christ et désirent mieux le connaître. Ils perçoivent qu’Il est la réponse à leurs multiples inquiétudes personnelles. Cependant, qui est-Il réellement ? Comment est-il possible que quelqu’un qui a vécu sur la terre il y a tant d’années, ait quelque chose à voir avec moi aujourd’hui ?

Dans l’Évangile que nous avons écouté (cf. Mt 16, 13-20), il y a comme deux manières distinctes de connaître le Christ qui nous sont présentées. La première consiste dans une connaissance externe caractérisée par l’opinion commune. À la demande de Jésus : « Le Fils de l’homme, qui est-il, d’après ce que disent les hommes ? », les disciples répondent : « Pour les uns, il est Jean Baptiste, pour d’autres, Elie ; pour d’autres encore, Jérémie ou l’un des prophètes ». C'est-à-dire qu’on considère le Christ comme un personnage religieux supplémentaire qui s’ajoute à ceux connus. S’adressant ensuite personnellement aux disciples, Jésus leur demande : « Et vous, que dites-vous ? Pour vous, qui suis-je ? » Pierre répond avec des paroles qui sont la première profession de foi : « Tu es le Messie, le Fils du Dieu vivant ! » La foi va au-delà des simples données empiriques ou historiques ; elle est la capacité de saisir le mystère de la personne du Christ dans sa profondeur.

Mais, la foi n’est pas le fruit de l’effort de l’homme, de sa raison, mais elle est un don de Dieu : « Heureux es-tu, Simon fils de Yonas : ce n’est pas la chair et le sang qui t’ont révélé cela, mais mon Père qui est aux cieux ». Elle a son origine dans l’initiative de Dieu, qui nous dévoile son intimité et nous invite à participer à sa vie divine même. La foi ne fournit pas seulement des informations sur l’identité du Christ, mais elle suppose une relation personnelle avec Lui, l’adhésion de toute la personne, avec son intelligence, sa volonté et ses sentiments, à la manifestation que Dieu fait de lui-même. Ainsi, la demande de Jésus : « Et vous, que dites-vous ? Pour vous, qui suis-je ? », pousse en fin de compte les disciples à prendre une décision personnelle par rapport à Lui. La foi et la suite (sequela) du Christ sont étroitement liées. Et, comme elle suppose suivre le Maître, la foi doit se consolider et croître, devenir profonde et mûre, à mesure qu’elle s’intensifie et que se fortifie la relation avec Jésus, l’intimité avec Lui. Même Pierre et les autres apôtres ont eu à avancer sur cette voie, jusqu’à ce que leur rencontre avec le Seigneur ressuscité leur ouvre les yeux sur une foi plénière.

Chers jeunes, aujourd’hui, le Christ vous pose également la même demande qu’il a faite aux apôtres : « Et vous, que dites-vous ? Pour vous, qui suis-je ? » Répondez-lui avec générosité et courage comme il convient à un cœur jeune tel que le vôtre. Dites-lui : Jésus, je sais que tu es le Fils de Dieu, que tu as donné ta vie pour moi. Je veux te suivre avec fidélité et me laisser guider par ta parole. Tu me connais et tu m’aimes. J’ai confiance en toi et je remets ma vie entre tes mains. Je veux que tu sois la force qui me soutienne, la joie qui ne me quitte jamais.

Dans sa réponse à la confession de Pierre, Jésus parle de l’Église : « Et moi, je te déclare : ‘Tu es Pierre, et sur cette pierre je bâtirai mon Église’ ». Que signifie cela ? Jésus bâtit l’Église sur le rocher de la foi de Pierre qui confesse la divinité du Christ. Oui ! L’Église n’est pas une simple institution humaine, comme n’importe quelle autre, bien plus elle est étroitement unie à Dieu. Le Christ lui-même se réfère à elle comme « son » Église. On ne peut pas séparer le Christ de l’Église, comme on ne peut pas séparer la tête du corps (cf. 1Co 12, 12). L’Église ne vit pas par elle-même, mais elle vit par le Seigneur. Il est présent au milieu d’elle, et lui donne vie, aliment et force.

Chers jeunes, permettez-moi, en tant Successeur de Pierre, de vous inviter à renforcer cette foi qui nous a été transmise depuis les Apôtres, à mettre le Christ, le Fils de Dieu, au centre de votre vie. Mais permettez-moi aussi de vous rappeler que suivre Jésus dans la foi c’est marcher avec Lui dans la communion de l’Église. On ne peut pas suivre Jésus en solitaire. Celui qui cède à la tentation de marcher « à son propre compte » ou de vivre la foi selon la mentalité individualiste qui prédomine dans la société, court le risque de ne jamais rencontrer Jésus Christ, ou de finir par suivre une image fausse de Lui.

Avoir la foi, c’est s’appuyer sur la foi de tes frères, et que ta foi serve également d’appui pour celle des autres. Je vous exhorte, chers jeunes : aimez l’Église qui vous a engendrés dans la foi, vous a aidés à mieux connaître le Christ et vous a fait découvrir la beauté de son amour. Pour la croissance de votre amitié avec le Christ, il est fondamental de reconnaître l’importance de votre belle insertion dans les paroisses, les communautés et les mouvements, ainsi que l’importance de la participation à l’Eucharistie dominicale, de la réception fréquente du sacrement du pardon, et de la fidélité à la prière et à la méditation de la Parole de Dieu.

De cette amitié avec Jésus naîtra aussi l’élan qui porte à témoigner la foi dans les milieux les plus divers, y compris ceux dans lesquels il y a refus ou indifférence. On ne peut pas rencontrer le Christ et ne pas le faire connaître aux autres. Ne gardez donc pas le Christ pour vous-mêmes. Transmettez aux autres la joie de votre foi. Le monde a besoin du témoignage de votre foi, il a certainement besoin de Dieu. Je pense que votre présence ici, jeunes venus des cinq continents, est une merveilleuse preuve de la fécondité du mandat de Jésus donné à l’Église : « Allez dans le monde entier. Proclamez la Bonne Nouvelle à toute la création » (Mc 16, 15). À vous aussi incombe le devoir extraordinaire d’être des disciples et des missionnaires du Christ dans d’autres terres et pays où se trouve une multitude de jeunes qui aspirent à de très grandes choses et qui, découvrant dans leurs cœurs la possibilité de valeurs plus authentiques, ne se laissent pas séduire par les fausses promesses d’un style de vie sans Dieu.

Chers jeunes, je prie pour vous avec toute l’affection de mon cœur. Je vous confie à la Vierge Marie, pour qu’elle vous accompagne toujours de son intercession maternelle et vous enseigne la fidélité à la Parole de Dieu. Je vous demande également de prier pour le Pape afin que, comme Successeur de Pierre, il puisse continuer à affermir ses frères dans la foi. Puissions-nous tous dans l’Église, pasteurs et fidèles, nous rapprocher davantage chaque jour du Seigneur, afin de croître en sainteté de vie et nous donnerons ainsi un témoignage efficace que Jésus est vraiment le Fils de Dieu, le Sauveur de tous les hommes et la source vive de leur espérance. Amen.

[01182-03.02] [Texte original: Espagnol]

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

Dear Young Friends:
I have been thinking a lot about you during this time in which we have been separated. I hope you have been able to get some sleep in spite of the weather. I am sure that since dawn you have raised up your eyes more than once, and not only your eyes but above all your hearts, turning this occasion into prayer. God turns all things into good. With this confidence and trusting in the Lord who never abandons us, let us begin our Eucharistic celebration, full of enthusiasm and strong in our faith.

* * *

Dear Young People,

In this celebration of the Eucharist we have reached the high point of this World Youth Day. Seeing you here, gathered in such great numbers from all parts of the world, fills my heart with joy. I think of the special love with which Jesus is looking upon you. Yes, the Lord loves you and calls you his friends (cf. Jn 15:15). He goes out to meet you and he wants to accompany you on your journey, to open the door to a life of fulfilment and to give you a share in his own closeness to the Father. For our part, we have come to know the immensity of his love and we want to respond generously to his love by sharing with others the joy we have received. Certainly, there are many people today who feel attracted by the figure of Christ and want to know him better. They realize that he is the answer to so many of our deepest concerns. But who is he really? How can someone who lived on this earth so long ago have anything in common with me today?

The Gospel we have just heard (cf. Mt 16:13-20) suggests two different ways of knowing Christ. The first is an impersonal knowledge, one based on current opinion. When Jesus asks: "Who do people say that the Son of Man is?", the disciples answer: "Some say John the Baptist, but others Elijah, and still others Jeremiah or one of the prophets". In other words, Christ is seen as yet another religious figure, like those who came before him. Then Jesus turns to the disciples and asks them: "But who do you say that I am?" Peter responds with what is the first confession of faith: "You are the Messiah, the Son of the living God". Faith is more than just empirical or historical facts; it is an ability to grasp the mystery of Christ’s person in all its depth.

Yet faith is not the result of human effort, of human reasoning, but rather a gift of God: "Blessed are you, Simon son of Jonah! For flesh and blood has not revealed this to you, but my Father in heaven". Faith starts with God, who opens his heart to us and invites us to share in his own divine life. Faith does not simply provide information about who Christ is; rather, it entails a personal relationship with Christ, a surrender of our whole person, with all our understanding, will and feelings, to God’s self-revelation. So Jesus’ question: "But who do you say that I am?", is ultimately a challenge to the disciples to make a personal decision in his regard. Faith in Christ and discipleship are strictly interconnected. And, since faith involves following the Master, it must become constantly stronger, deeper and more mature, to the extent that it leads to a closer and more intense relationship with Jesus. Peter and the other disciples also had to grow in this way, until their encounter with the Risen Lord opened their eyes to the fullness of faith.

Dear young people, today Christ is asking you the same question which he asked the Apostles: "Who do you say that I am?" Respond to him with generosity and courage, as befits young hearts like your own. Say to him: "Jesus, I know that you are the Son of God, who have given your life for me. I want to follow you faithfully and to be led by your word. You know me and you love me. I place my trust in you and I put my whole life into your hands. I want you to be the power that strengthens me and the joy which never leaves me".

Jesus’ responds to Peter’s confession by speaking of the Church: "And I tell you, you are Peter, and on this rock I will build my Church". What do these words mean? Jesus builds the Church on the rock of the faith of Peter, who confesses that Christ is God. The Church, then, is not simply a human institution, like any other. Rather, she is closely joined to God. Christ himself speaks of her as "his" Church. Christ cannot be separated from the Church any more than the head can be separated from the body (cf. 1 Cor 12:12). The Church does not draw her life from herself, but from the Lord.

Dear young friends, as the Successor of Peter, let me urge you to strengthen this faith which has been handed down to us from the time of the Apostles. Make Christ, the Son of God, the centre of your life. But let me also remind you that following Jesus in faith means walking at his side in the communion of the Church. We cannot follow Jesus on our own. Anyone who would be tempted to do so "on his own", or to approach the life of faith with kind of individualism so prevalent today, will risk never truly encountering Jesus, or will end up following a counterfeit Jesus.

Having faith means drawing support from the faith of your brothers and sisters, even as your own faith serves as a support for the faith of others. I ask you, dear friends, to love the Church which brought you to birth in the faith, which helped you to grow in the knowledge of Christ and which led you to discover the beauty of his love. Growing in friendship with Christ necessarily means recognizing the importance of joyful participation in the life of your parishes, communities and movements, as well as the celebration of Sunday Mass, frequent reception of the sacrament of Reconciliation, and the cultivation of personal prayer and meditation on God’s word.

Friendship with Jesus will also lead you to bear witness to the faith wherever you are, even when it meets with rejection or indifference. We cannot encounter Christ and not want to make him known to others. So do not keep Christ to yourselves! Share with others the joy of your faith. The world needs the witness of your faith, it surely needs God. I think that the presence here of so many young people, coming from all over the world, is a wonderful proof of the fruitfulness of Christ’s command to the Church: "Go into all the world and proclaim the Gospel to the whole creation" (Mk 16:15). You too have been given the extraordinary task of being disciples and missionaries of Christ in other lands and countries filled with young people who are looking for something greater and, because their heart tells them that more authentic values do exist, they do not let themselves be seduced by the empty promises of a lifestyle which has no room for God.

Dear young people, I pray for you with heartfelt affection. I commend all of you to the Virgin Mary and I ask her to accompany you always by her maternal intercession and to teach you how to remain faithful to God’s word. I ask you to pray for the Pope, so that, as the Successor of Peter, he may always confirm his brothers and sisters in the faith. May all of us in the Church, pastors and faithful alike, draw closer to the Lord each day. May we grow in holiness of life and be effective witnesses to the truth that Jesus Christ is indeed the Son of God, the Saviour of all mankind and the living source of our hope. Amen.

[01182-02.02] [Original text: Spanish]

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Liebe junge Freunde!
In diesen Stunden, in denen wir uns nicht gesehen haben, habe ich viel an euch gedacht. Ich hoffe, ihr habt ein wenig schlafen können trotz der Unbilden des Wetters. Sicher habt ihr heute früh mehr als einmal eure Augen zum Himmel erhoben, und nicht nur die Augen, sondern auch das Herz; und das wird euch Gelegenheit gegeben haben zu beten. Gott zieht sich von allem das Gute heraus. Mit dieser Zuversicht und im Wissen, daß Gott uns nie allein läßt, beginnen wir nun unsere Eucharistiefeier – voller Enthusiasmus und fest im Glauben.

* * *

Liebe junge Freunde!

Mit dieser Eucharistiefeier kommen wir zum Höhepunkt dieses Weltjugendtages. Wenn ich euch hier sehe, die ihr in großer Zahl aus allen Teilen der Welt gekommen seid, füllt sich mein Herz mit Freude und denkt zugleich an die besondere Liebe, mit der Jesus auf euch blickt. Ja, der Herr liebt euch, und er nennt euch seine Freunde (vgl. Joh 15,15). Er kommt euch entgegen und will euch auf eurem Weg begleiten, um euch die Türen zu einem erfüllten Leben zu öffnen und euch an seiner innigen Beziehung zum Vater teilhaben zu lassen. Im Bewußtsein der Größe seiner Liebe wollen wir unsererseits diesem Ausdruck der Zuneigung großzügig mit dem Vorsatz entsprechen, die Freude, die wir empfangen haben, auch mit den anderen zu teilen. Es gibt heutzutage gewiß viele, die sich von der Gestalt Christi angezogen fühlen und ihn besser kennenlernen möchten. Sie spüren, daß er die Antwort auf vieles ist, was sie persönlich bewegt. Aber wer ist er wirklich? Wie kann einer, der vor so vielen Jahren auf der Erde gelebt hat, mit mir heute etwas zu tun haben?

Im Evangelium, das wir gehört haben (vgl. Mt 16,13-20), sehen wir zwei unterschiedliche Weisen dargestellt, Christus zu erkennen. Die erste Form würde in einem äußerlichen Kennenlernen bestehen, das von der gängigen Meinung geprägt ist. Auf die Frage Jesu: „Für wen halten die Leute den Menschensohn?", antworten die Jünger: „Die einen für Johannes den Täufer, andere für Elija, wieder andere für Jeremia oder sonst einen Propheten". Das heißt, man hält Christus für eine weitere religiöse Persönlichkeit neben den bereits bekannten. Danach wendet sich Jesus persönlich an die Jünger und fragt sie: „Ihr aber, für wen haltet ihr mich?" Petrus antwortet mit den Worten, die das erste Glaubensbekenntnis darstellen: „Du bist der Messias, der Sohn des lebendigen Gottes." Der Glaube geht weit über die rein empirischen oder historischen Daten hinaus und ist imstande, das Geheimnis der Person Christi in ihrer Tiefe zu erfassen.

Aber der Glaube ist nicht Frucht der menschlichen Anstrengung, nicht Ergebnis der Vernunft, sondern er ist ein Geschenk Gottes: „Selig bist du, Simon Barjona; denn nicht Fleisch und Blut haben dir das offenbart, sondern mein Vater im Himmel." Er hat seinen Ursprung in der Initiative Gottes, die uns sein Innerstes enthüllt und uns zur Teilhabe an seinem göttlichen Leben einlädt. Der Glaube liefert nicht nur irgendeine Information über die Identität Christi, sondern er setzt eine persönliche Beziehung zu ihm voraus, die Zustimmung der ganzen Person mit ihrem Verstand, ihrem Willen und ihren Gefühlen zur Selbstoffenbarung Gottes. So spornt die Frage Jesu: „Ihr aber, für wen haltet ihr mich?" die Jünger eigentlich dazu an, hinsichtlich der Beziehung zu ihm eine persönliche Entscheidung zu treffen. Glaube und Nachfolge Christi hängen eng zusammen. Und da der Glaube voraussetzt, daß man dem Meister nachfolgt, muß er gefestigt werden und wachsen, tiefer und reifer werden in dem Maße, in dem die Beziehung zu Jesus, die Vertrautheit mit ihm intensiver und stärker wird. Auch Petrus und die anderen Apostel mußten diesen Weg gehen, bis ihnen die Begegnung mit dem auferstandenen Herrn die Augen zu einem vollen Glauben öffnete.

Liebe junge Freunde, auch heute wendet sich Christus an euch mit derselben Frage, die er an die Apostel gerichtet hat: „Ihr aber, für wen haltet ihr mich?" Antwortet ihm großzügig und mutig, wie es einem jugendlichen Herzen wie dem euren entspricht. Sagt zu ihm: Jesus, ich weiß, daß du der Sohn Gottes bist, der sein Leben für mich hingegeben hat. Ich will dir in Treue folgen und mich von deinem Wort leiten lassen. Du kennst mich und liebst mich. Ich vertraue dir und lege mein ganzes Leben in deine Hände. Ich möchte, daß du die Kraft bist, die mich trägt, die Freude, die mich nie verläßt.

In seiner Antwort auf das Bekenntnis des Petrus spricht Jesus von der Kirche: „Ich aber sage dir: Du bist Petrus, und auf diesen Felsen werde ich meine Kirche bauen." Was bedeutet das? Jesus errichtet die Kirche auf dem Felsen des Glaubens des Petrus, der die Göttlichkeit Christi bekennt. Gewiß, die Kirche ist keine rein menschliche Einrichtung wie irgendeine andere, sondern sie ist eng mit Gott verbunden. Christus selbst bezieht sich auf sie als „seine" Kirche. Man kann Christus nicht von der Kirche trennen, so wie man den Kopf nicht vom Leib trennen kann (vgl. 1 Kor 12,12). Die Kirche lebt nicht von sich selbst, sondern vom Herrn. Er ist in ihrer Mitte gegenwärtig und gibt ihr Leben, Nahrung und Kraft.

Liebe junge Freunde, erlaubt mir, euch als Nachfolger des Petrus dazu aufzufordern, diesen Glauben, der seit den Aposteln an uns weitergegeben worden ist, zu festigen und Christus, den Sohn Gottes, in das Zentrum eures Lebens zu stellen. Laßt mich aber euch auch daran erinnern, daß Jesus im Glauben nachfolgen heißt, in der Gemeinschaft der Kirche mit ihm zu gehen. Man kann Jesus nicht allein folgen. Wer der Versuchung nachgibt, „auf seine eigene Weise" Jesus zu folgen oder den Glauben entsprechend der in der Gesellschaft vorherrschenden individualistischen Auffassung zu leben, läuft Gefahr, Jesus Christus niemals zu begegnen oder letztlich einem Zerrbild von ihm zu folgen.

Glauben haben heißt, daß du dich auf den Glauben deiner Brüder stützt, und dein Glaube ist Stütze für den Glauben der anderen. Ich bitte euch, liebe Freunde: Liebt die Kirche, die euch zum Glauben geboren hat, die euch geholfen hat, Christus besser kennenzulernen, die euch die Schönheit seiner Liebe entdecken ließ. Für das Wachsen eurer Freundschaft mit Christus kommt es entscheidend darauf an, daß ihr die grundlegende Bedeutung eurer freudigen Einbindung in die Pfarreien, Gemeinden und Bewegungen ebenso anerkennt wie die Teilnahme an der Eucharistie an jedem Sonntag, den häufigen Empfang des Sakraments der Versöhnung, die regelmäßige Anbetung und die regelmäßige Betrachtung des Wortes Gottes.

Aus dieser Freundschaft mit Jesus wird auch der Impuls dazu hervorgehen, in den verschiedensten Bereichen Zeugnis vom Glauben zu geben, einschließlich dort, wo Ablehnung oder Gleichgültigkeit herrschen. Es ist nicht möglich, Christus zu begegnen und ihn nicht den anderen bekannt zu machen. Bewahrt also Christus nicht für euch selbst! Teilt eure Glaubensfreude den anderen mit! Die Welt braucht das Zeugnis eures Glaubens, sie hat Gott gewiß nötig. Ich meine, daß eure Anwesenheit hier – junge Menschen aus den fünf Kontinenten – ein wunderbarer Beweis für die Fruchtbarkeit des Auftrags Christi an die Kirche ist: „Geht hinaus in die ganze Welt, und verkündet das Evangelium allen Geschöpfen!" (Mk 16,15). Auch euch obliegt die außerordentliche Aufgabe, Jünger und Missionare Christi in anderen Gegenden und Ländern zu sein, wo es viele junge Menschen gibt, die nach Größerem streben und in ihrem Herzen die Möglichkeit von echteren Werten ausmachen, sich dabei aber nicht von den falschen Verlockungen einer Lebensweise ohne Gott verführen lassen.

Liebe junge Freunde, ich bete für euch mit aller Zuneigung meines Herzens. Ich vertraue euch der Jungfrau Maria an, daß sie euch immer mit ihrer mütterlichen Fürsprache begleite und euch die Treue zum Wort Gottes lehre. Ich bitte euch auch, für den Papst zu beten, daß er als Nachfolger des Petrus seine Brüder im Glauben weiter stärken kann. Daß wir alle in der Kirche, Hirten und Gläubige, jeden Tag dem Herrn näher kommen, damit wir in der Heiligkeit des Lebens wachsen und so ein wirksames Zeugnis davon geben, daß Jesus Christus wirklich der Sohn Gottes ist, der Erlöser aller Menschen und die lebendige Quelle ihrer Hoffnung. Amen.

[01182-05.02] [Originalsprache: Spanisch]

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Queridos Jovens,
Pensei muito em vós, nestas horas em que não foi possível ver-nos. Espero que tenhais podido dormir um pouco, apesar dos rigores do clima. Tenho certeza que, nesta madrugada, tereis levantando, mais de uma vez, os olhos para céu, e não só os olhos, também o coração, e isso vos terá permitido rezar. Deus tira o bem em tudo. Com esta confiança, e sabendo que o Senhor nunca nos abandona, comecemos a nossa celebração eucarística cheios de entusiasmo e firmes na fé.

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Queridos jovens,

Com a celebração da Eucaristia, chegamos ao momento culminante desta Jornada Mundial da Juventude. Ao ver-vos aqui, vindos em grande número de todas as partes, o meu coração enche-se de alegria, pensando no afecto especial com que Jesus vos olha. Sim, o Senhor vos quer bem e vos chama seus amigos (cf. Jo 15, 15). Ele vem ter convosco e deseja acompanhar-vos no vosso caminho, para vos abrir as portas duma vida plena e tornar-vos participantes da sua relação íntima com o Pai. Pela nossa parte, conscientes da grandeza do seu amor, desejamos corresponder, com toda a generosidade, a esta manifestação de predilecção com o propósito de partilhar também com os demais a alegria que recebemos. Na actualidade, são certamente muitos os que se sentem atraídos pela figura de Cristo e desejam conhecê-Lo melhor. Pressentem que Ele é a resposta a muitas das suas inquietações pessoais. Mas quem é Ele realmente? Como é possível que alguém que viveu na terra há tantos anos tenha algo a ver comigo hoje?

No evangelho que ouvimos (cf. Mt 16, 13-20), vemos representadas, de certo modo, duas formas diferentes de conhecer Cristo. O primeiro consistiria num conhecimento externo, caracterizado pela opinião corrente. À pergunta de Jesus: «Quem dizem os homens que é o Filho do Homem?», os discípulos respondem: «Uns dizem que é João Baptista; outros, que é Elias; e outros, que é Jeremias ou algum dos profetas». Isto é, considera-se Cristo como mais um personagem religioso junto aos que já são conhecidos. Depois, dirigindo-se pessoalmente aos discípulos, Jesus pergunta-lhes: «E vós, quem dizeis que Eu sou?». Pedro responde formulando a primeira confissão de fé: «Tu és o Messias, o Filho de Deus vivo». A fé vai mais longe que os simples dados empíricos ou históricos, e é capaz de apreender o mistério da pessoa de Cristo na sua profundidade.

A fé, porém, não é fruto do esforço do homem, da sua razão, mas é um dom de Deus: «És feliz, Simão, filho de Jonas, porque não foi a carne nem o sangue que to revelou, mas o meu Pai que está no Céu». Tem a sua origem na iniciativa de Deus, que nos desvenda a sua intimidade e nos convida a participar da sua própria vida divina. A fé não se limita a proporcionar alguma informação sobre a identidade de Cristo, mas supõe uma relação pessoal com Ele, a adesão de toda a pessoa, com a sua inteligência, vontade e sentimentos, à manifestação que Deus faz de Si mesmo. Deste modo, a pergunta de Jesus: «E vós, quem dizeis que Eu sou?», no fundo está impelindo os discípulos a tomarem uma decisão pessoal em relação a Ele. Fé e seguimento de Cristo estão intimamente relacionados.

E, dado que supõe seguir o Mestre, a fé tem que se consolidar e crescer, tornar-se mais profunda e madura, à medida que se intensifica e fortalece a relação com Jesus, a intimidade com Ele. Também Pedro e os outros apóstolos tiveram que avançar por este caminho, até que o encontro com o Senhor ressuscitado lhes abriu os olhos para uma fé plena.

Queridos jovens, Cristo hoje também se dirige a vós com a mesma pergunta que fez aos apóstolos: «E vós, quem dizeis que Eu sou?» Respondei-Lhe com generosidade e coragem, como corresponde a um coração jovem como o vosso. Dizei-Lhe: Jesus, eu sei que Tu és o Filho de Deus que deste a tua vida por mim. Quero seguir-Te fielmente e deixar-me guiar pela tua palavra. Tu conheces-me e amas-me. Eu confio em Ti e coloco nas tuas mãos a minha vida inteira. Quero que sejas a força que me sustente, a alegria que nuca me abandone.

Na sua reposta à confissão de Pedro, Jesus fala da sua Igreja: «Também Eu te digo: Tu é Pedro, e sobre esta Pedra edificarei a minha Igreja». Que significa isto? Jesus constrói a Igreja sobre a rocha da fé de Pedro, que confessa a divindade de Cristo. Sim, a Igreja não é uma simples instituição humana, como outra qualquer, mas está intimamente unida a Deus. O próprio Cristo Se refere a ela como a «sua» Igreja. Não se pode separar Cristo da Igreja, tal como não se pode separar a cabeça do corpo (cf. 1 Cor 12, 12). A Igreja não vive de si mesma, mas do Senhor. Ele está presente no meio dela e dá-lhe vida, alimento e fortaleza.

Queridos jovens, permiti que, como Sucessor de Pedro, vos convide a fortalecer esta fé que nos tem sido transmitida desde os apóstolos, a colocar Cristo, Filho de Deus, no centro da vossa vida. Mas permiti também que vos recorde que seguir Jesus na fé é caminhar com Ele na comunhão da Igreja. Não se pode, sozinho, seguir Jesus. Quem cede à tentação de seguir «por conta sua» ou de viver a fé segundo a mentalidade individualista, que predomina na sociedade, corre o risco de nunca encontrar Jesus Cristo, ou de acabar seguindo uma imagem falsa d’Ele.

Ter fé é apoiar-se na fé dos teus irmãos, e fazer com que a tua fé sirva também de apoio para a fé de outros. Peço-vos, queridos amigos, que ameis a Igreja, que vos gerou na fé, que vos ajudou a conhecer melhor Cristo, que vos fez descobrir a beleza do Seu amor. Para o crescimento da vossa amizade com Cristo é fundamental reconhecer a importância da vossa feliz inserção nas paróquias, comunidades e movimentos, bem como a participação na Eucaristia de cada domingo, a recepção frequente do sacramento do perdão e o cultivo da oração e a meditação da Palavra de Deus.

E, desta amizade com Jesus, nascerá também o impulso que leva a dar testemunho da fé nos mais diversos ambientes, incluindo nos lugares onde prevalece a rejeição ou a indiferença. É impossível encontrar Cristo, e não O dar a conhecer aos outros. Por isso, não guardeis Cristo para vós mesmos. Comunicai aos outros a alegria da vossa fé. O mundo necessita do testemunho da vossa fé; necessita, sem dúvida, de Deus. Penso que a vossa presença aqui, jovens vindos dos cinco continentes, é uma prova maravilhosa da fecundidade do mandato de Cristo à Igreja: «Ide pelo mundo inteiro, proclamai o Evangelho a toda a criatura» (Mc 16, 15). Incumbe sobre vós também a tarefa extraordinária de ser discípulos e missionários de Cristo noutras terras e países onde há multidões de jovens que aspiram a coisas maiores e, vislumbrando em seus corações a possibilidade de valores mais autênticos, não se deixam seduzir pelas falsas promessas dum estilo de vida sem Deus.

Queridos jovens, rezo por vós com todo o afecto do meu coração. Encomendo-vos à Virgem Maria, para que Ela sempre vos acompanhe com a sua intercessão materna e vos ensine e fidelidade à Palavra de Deus. Peço-vos também que rezeis pelo Papa, para que, como Sucessor de Pedro, possa continuar confirmando na fé os seus irmãos. Que todos na Igreja, pastores e fiéis, nos aproximemos de dia para dia sempre mais do Senhor, para crescermos em santidade de vida e darmos assim um testemunho eficaz de que Jesus Cristo é verdadeiramente o Filho de Deus, o Salvador de todos os homens e a fonte viva da sua esperança. Amen.

[01182-06.02] [Texto original: Espanhol]

Al termine della Celebrazione Eucaristica, il Presidente del Pontificio Consiglio per i Laici, Card. Stanisław Ryłko, ha rivolto al Papa alcune parole di ringraziamento, introducendo l’invio missionario e la consegna ai partecipanti delle croci. Il Papa ha consegnato personalmente le croci a cinque giovani.

[B0489-XX.02]