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MESSAGGIO DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI IN OCCASIONE DEL II CONGRESSO MONDIALE DI PASTORALE DEI PELLEGRINAGGI E SANTUARI (SANTIAGO DI COMPOSTELA, SPAGNA - 27-30.09.2010), 27.09.2010


MESSAGGIO DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI IN OCCASIONE DEL II CONGRESSO MONDIALE DI PASTORALE DEI PELLEGRINAGGI E SANTUARI (SANTIAGO DI COMPOSTELA, SPAGNA - 27-30.09.2010)

MESSAGGIO DEL SANTO PADRE

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Pubblichiamo di seguito il Messaggio che il Santo Padre Benedetto XVI ha inviato a S.E. Mons. Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consiglio della Pastorale per i Migranti e gli Itineranti, e a S.E. Mons. Julián Barrio Barrio, Arcivescovo di Santiago de Compostela, in occasione dell’apertura del II Congresso Mondiale di Pastorale dei Pellegrinaggi e Santuari, che si svolge a Santiago di Compostela (Spagna) dal 27 al 30 settembre 2010:

MESSAGGIO DEL SANTO PADRE

A los Venerados Hermanos,
Mons. Antonio Maria Vegliò,
Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral
de los Emigrantes e Itinerantes,
y Mons. Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela

Con ocasión del II Congreso Mundial de Pastoral de Peregrinaciones y Santuarios, que se celebra en Santiago de Compostela del 27 al 30 de septiembre, deseo dirigiros mi cordial saludo, que hago extensivo a los venerados Hermanos en el Episcopado, a los miembros de la Delegación Fraterna, a los participantes en esta importante reunión y a las Autoridades civiles, que han colaborado en la preparación del Congreso. Expreso igualmente mi deferente saludo a Su Majestad el Rey de España, quien ha honrado esta iniciativa aceptando su Presidencia de Honor.

Bajo el lema: «Y entró para quedarse con ellos» (Lc 24,29), tornado del pasaje evangélico de los discípulos de Emaús, os disponéis a profundizar en la importancia de las peregrinaciones a los santuarios, en cuanto manifestación de vida cristiana y espacio de evangelización.

Con viva complacencia quisiera hacer llegar a los congresistas mi cercanía espiritual, que los aliente y acompañe en el ejercicio de una labor pastoral de tanto relieve en la vida eclesial. Yo mismo peregrinare próximamente a la tumba del Apóstol Santiago, el "amigo del Señor", del mismo modo que he dirigido mis pasos hacia otros lugares del mundo, adonde acuden numerosos fieles con ferviente devoción. A este respecto, desde el inicio de mi pontificado, he querido vivir mi ministerio de Sucesor de Pedro con los sentimientos del peregrino que recorre las vías del mundo con esperanza y sencillez, llevando en sus labios y en su corazón el mensaje salvador de Cristo Resucitado y confirmando en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32). Como signo explicito de esta misión, figura en mi escudo, entre otros elementos, la concha de peregrino.

En estos momentos históricos, en los que, con más fuerza si cabe, estamos llamados a evangelizar nuestro mundo, ha de resaltarse la riqueza que nos brinda la peregrinación a los santuarios. Ante todo, por su gran capacidad de convocatoria, reuniendo a un número creciente de peregrinos y turistas religiosos, algunos de los cuales se encuentran en complicadas situaciones humanas y espirituales, con cierta lejanía respecto a la vivencia de la fe y una débil pertenencia eclesial. A todos ellos se dirige Cristo con amor y esperanza. El anhelo de felicidad que anida en el alma alcanza su respuesta en E1, y el dolor humano junto a El tiene un sentido. Con su gracia, las causas mas nobles hallan también su plena realización. Como Simeón se encontró con Cristo en el templo (cf. Lc 2,25-35), así también el peregrino ha de tener la oportunidad de descubrir al Señor en el santuario.

Con este fin, se procurara que los visitantes no olviden que los santuarios son ámbitos sagrados, para estar en ellos con devoción, respeto y decoro. De esta forma, la Palabra de Cristo, el Hijo de Dios vivo, podrá resonar con claridad, proclamándose íntegramente el acontecimiento de su muerte y resurrección, fundamento de nuestra fe. Hay que cuidar además, con singular esmero, la acogida del peregrino, dando realce, entre otros elementos, a la dignidad y belleza del santuario, imagen de la "morada de Dios con los hombres" (Ap 21,3); los momentos y espacios de oración, tanto personales como comunitarios; la atención a las practicas de piedad. De igual modo, nunca se insistirá bastante en que los santuarios sean faros de caridad, con incesante dedicación a los mas desfavorecidos a través de obras concretas de solidaridad y misericordia y una constante disponibilidad a la escucha, favoreciendo en particular que los fieles puedan acercarse al sacramento de la Reconciliación y participar dignamente en la celebración eucarística, haciendo de esta el centro y culmen de toda la acción pastoral de los santuarios. Así se pondrá de manifiesto que la Eucaristía es, ciertamente, el alimento del peregrino, el "sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que nos acompaña y nos indica la dirección" (Homilía en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 22 de mayo de 2008).

En efecto, a diferencia del vagabundo, cuyos pasos no tienen un destino final determinado, el peregrino siempre tiene una meta, aunque a veces no sea consciente explícitamente de ello. Y esta meta no es otra que el encuentro con Dios por medio de Cristo, en el que todas nuestras aspiraciones hallan su respuesta. Por esto, la celebración de la Eucaristía bien puede considerarse la culminación de la peregrinación.

Como "colaboradores de Dios" (1 Co 3,9), exhorto a todos los que os dedicáis a esta hermosa misión a que, con vuestro cuidado pastoral, favorezcáis en los peregrinos el conocimiento y la imitación de Cristo, que sigue caminando con nosotros, iluminando nuestra vida con su Palabra y repartiéndonos el Pan de Vida en la Eucaristía. De este modo, la peregrinación al santuario será una ocasión propicia para que se vigorice en los que lo visitan el deseo de compartir con otros la maravillosa experiencia de saberse amados por Dios y ser enviados al mundo para dar testimonio de ese amor.

Con estos sentimientos, confío los frutos de este Congreso a la intercesión de Maria Santísima y de Santiago Apóstol, a la vez que dirijo mi oración a Jesucristo, «Camino, Verdad y Vida» (Jn 14,6), al que presento a todos los que, peregrinando por la vida, van buscando su rostro:

Cristo Señor, peregrino de Emaús,

que por amor te haces cercano a nosotros,

aunque, a veces, el desaliento y la tristeza

impidan que descubramos tu presencia.

Tú eres la llama que aviva nuestra fe.

Tú eres la luz que purifica nuestra esperanza.

Tú eres la fuerza que enciende nuestra caridad.

Enséñanos a reconocerte en la Palabra,

en la casa y en la Mesa donde el Pan de Vida se reparte,

en el servicio generoso al hermano que sufre.

Y cuando atardezca, ayúdanos, Señor, a decir:

"Quédate con nosotros". Amén.

Imparto a todos la implorada Bendición Apostólica, prenda de copiosas gracias celestiales.

Vaticano, 8 de septiembre de 2010.

BENEDICTUS PP. XVI

[01288-04.010] [Texto original: Español]

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Ai Venerabili Fratelli

Mons. Antonio Maria Vegliò,

Presidente del Pontificio Consiglio della Pastorale

per i Migranti e gli Itineranti,

e Mons. Julián Barrio Barrio,

Arcivescovo di Santiago di Compostela

In occasione del II Congresso Mondiale di Pastorale dei Pellegrinaggi e Santuari, che si svolge a Santiago di Compostela dal 27 al 30 settembre, desidero rivolgervi il mio saluto cordiale, estensibile a tutti i venerati Fratelli nell’Episcopato, ai membri della Delegazione Fraterna, ai partecipanti a questa importante riunione, nonché alle Autorità civili che hanno collaborato alla preparazione del Congresso. Parimenti esprimo il mio deferente saluto a Sua Maestà il Re di Spagna, che ha dato lustro a questa iniziativa, accettandone la Presidenza Onoraria.

Guidati dal tema «Egli entrò per rimanere con loro» (Lc 24,29), desunto dal passaggio evangelico dei discepoli di Emmaus, vi disponete a riflettere sull’importanza dei pellegrinaggi ai santuari, come manifestazione di vita cristiana e spazio di evangelizzazione.

Con vivo compiacimento desidero far giungere ai congressisti la mia vicinanza spirituale, affinché li incoraggi e sostenga nell’esercizio di un impegno pastorale tanto fondamentale nella vita ecclesiale. Io stesso mi recherò tra non molto pellegrino alla tomba dell’Apostolo San Giacomo, l’ "amico del Signore", così come ho volto i miei passi verso altri luoghi del mondo, dove accorrono numerosi fedeli con devozione fervente. A tal riguardo, fin dall’inizio del mio pontificato, ho inteso vivere il mio ministero di successore di Pietro con i sentimenti del pellegrino che percorre le vie del mondo con speranza e semplicità, portando sulle labbra e nel cuore il messaggio salvifico del Cristo Risorto e confermando nella fede i propri fratelli (cf. Lc 22,32). Come segno esplicito di tale missione, nel mio stemma figura, tra altri elementi, la conchiglia del pellegrino.

In questo momento storico, in cui, con forza se possibile ancor maggiore, siamo chiamati ad evangelizzare il nostro mondo, va messa in debito risalto la ricchezza che scaturisce dal pellegrinaggio ai santuari. Innanzi tutto per la sua straordinaria capacità di richiamo, che attrae un numero crescente di pellegrini e turisti religiosi, alcuni dei quali si trovano in situazioni umane e spirituali complesse, alquanto lontani dal vissuto di fede e con una debole appartenenza ecclesiale. A tutti Cristo si rivolge con amore e speranza. L’anelito alla felicità che si annida nell’animo trova in Lui la sua risposta, e vicino a Lui il dolore umano acquista un proprio senso. Con la sua grazia, anche le cause più nobili giungono al loro pieno compimento. Come Simeone incontrò Gesù nel tempio (cf. Lc 2,25-35), così pure il pellegrino deve avere l’opportunità di scoprire il Signore nel santuario.

A tal fine occorre far sì che i visitatori non dimentichino che i santuari sono luoghi sacri e che quindi vi si comportino con devozione, rispetto e decoro. In tal modo la Parola di Cristo, il Figlio del Dio vivo, potrà risuonare con chiarezza e l’evento della sua morte e risurrezione, fondamento della nostra fede, verrà proclamato nella sua interezza. Inoltre va curata con grande scrupolosità l’accoglienza del pellegrino, dando il giusto risalto, tra l’altro, alla dignità e bellezza del santuario, immagine della "tenda di Dio con gli uomini" (Ap 21,3); ai momenti e agli spazi di preghiera, tanto personali che comunitari; all’attenzione alle pratiche di pietà. Parimenti non si insisterà mai abbastanza sul fatto che i santuari devono essere fari di carità, incessantemente dedicati ai più sfavoriti mediante opere concrete di solidarietà e misericordia e una costante disponibilità all’ascolto. Essi devono inoltre facilitare ai fedeli l’accesso al sacramento della Riconciliazione e consentire loro di partecipare degnamente alla celebrazione eucaristica, che deve essere sempre il centro e il culmine di tutta la loro azione pastorale. Così si manifesterà chiaramente che l’Eucarestia è senza dubbio alcuno l’alimento del pellegrino, il "Sacramento del Dio che non ci lascia soli nel cammino, ma si pone al nostro fianco e ci indica la direzione" (Omelia nella Solennità del Santissimo Corpo e Sangue di Cristo, 22 maggio 2008).

In effetti, diversamente dal vagabondo, i cui passi non hanno una destinazione precisa, il pellegrino ha sempre una meta davanti a sé, anche se a volte non ne è pienamente cosciente. E la meta altro non è se non l’incontro con Dio per mezzo di Gesù Cristo, in cui tutte le nostre aspirazioni trovano risposta. Ecco perché la celebrazione dell’Eucarestia può ben considerarsi il culmine del pellegrinaggio.

In quanto "collaboratori di Dio" (1 Cor 3,9) esorto tutti voi che vi dedicate a questa bella missione a incoraggiare nei pellegrini, con la vostra cura pastorale, la conoscenza e l’imitazione di Cristo, che continua a camminare con noi, illuminando la nostra vita con la sua Parola e distribuendoci il Pane di Vita nell’Eucarestia. In tal modo il pellegrinaggio al santuario sarà occasione propizia per rinvigorire in coloro che lo visitano il desiderio di condividere con altri l’esperienza meravigliosa di sapersi amati da Dio e di essere inviati al mondo a dare testimonianza di questo amore.

Con tali sentimenti affido i frutti di questo Congresso all’intercessione di Maria Santissima e dell’Apostolo San Giacomo, mentre rivolgo la mia preghiera a Gesù, «Via, Verità e Vita» (Gv 14,6) a cui presento tutti coloro, che, pellegrinando per la vita, vanno cercando il suo volto:

Signore Gesù, pellegrino di Emmaus,

per amore ti fai vicino a noi,

anche se, a volte, lo sconforto e la tristezza

ci impediscono di scoprire la tua presenza.

Tu sei la fiamma che ravviva la nostra fede.

Tu sei la luce che purifica la nostra speranza.

Tu sei la forza che infiamma la nostra carità.

Insegnaci a riconoscerti nella Parola,

nella casa e alla Mensa dove si condivide il Pane della Vita,

nel servizio generoso al prossimo che soffre.

E quando si fa sera, Signore, aiutaci a dire:

"Resta con noi". Amen.

Imparto a tutti l’implorata Benedizione Apostolica, pegno di copiose grazie celesti.

Dal Vaticano, 8 settembre 2010

BENEDICTUS PP. XVI

[01288-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

A mes vénérés Frères,

Mgr Antonio Maria Vegliò,

Président du Conseil Pontifical pour la Pastorale

des Migrants et des Personnes en déplacement

et Mgr Julián Barrio Barrio,

Archevêque de Saint-Jacques-de-Compostelle

À l'occasion du IIème Congrès Mondial de la Pastorale des Pèlerinages et des Sanctuaires, qui sera célébré à Saint-Jacques-de-Compostelle du 27 au 30 septembre, je voudrais vous adresser mes salutations cordiales, ainsi qu'à mes vénérés Frères dans l'Épiscopat, aux membres de la Délégation Fraternelle, aux participants de cette importante réunion et aux Autorités civiles qui ont participé à la préparation du Congrès. Je tiens aussi à exprimer mes salutations déférentes à Sa Majesté le Roi d'Espagne qui a honoré cette initiative en en acceptant la Présidence d'Honneur.

Autour du thème : «Il entra pour rester avec eux» (Lc 24, 29), tiré du passage évangélique des disciples d'Emmaüs, vous vous disposez à approfondir l'importance des pèlerinages vers les sanctuaires, en tant que manifestation de vie chrétienne et espace d'évangélisation.

Il m'est très agréable de faire parvenir aux congressistes ma proximité spirituelle : qu'elle les encourage et les accompagne dans l'exercice d'un travail pastoral aussi important dans la vie ecclésiale. Je me rendrai moi-même prochainement en pèlerinage auprès de la tombe de l'Apôtre Jacques, l' "ami du Seigneur", comme je l'ai fait en d'autres endroits du monde, où se rassemblent de nombreux fidèles avec une dévotion fervente. À cet égard, dès le début de mon pontificat, j'ai voulu vivre mon ministère de Successeur de Pierre avec les sentiments du pèlerin qui parcourt les voies du monde avec espérance et simplicité, portant sur ses lèvres et dans son cœur le message salvifique du Christ Ressuscité et affermissant ses frères dans la foi (cf. Lc 22, 32). Dans mon écusson, comme signe explicite de cette mission, figure, parmi d'autres éléments, la coquille du pèlerin.

Dans ces moments historiques où, avec encore plus de force si possible, nous sommes appelés à évangéliser notre monde, il faut mettre en relief la richesse qui nous est offerte par le pèlerinage aux sanctuaires. Tout d'abord, pour leur grande capacité de convoquer, réunissant un nombre toujours croissant de pèlerins et de touristes religieux, dont certains vivent des situations humaines et spirituelles compliquées, se sont éloignés par rapport à l'expérience de la foi et ont un faible sentiment d'appartenance ecclésiale. C'est à eux tous que le Christ s'adresse avec amour et espérance. L'aspiration au bonheur qui réside dans l'âme trouve sa réponse en Lui, et, avec Lui, la douleur humaine a un sens. Avec sa grâce, les causes les plus nobles trouvent elles aussi leur pleine réalisation. Tout comme Syméon a rencontré le Christ dans le temple (cf. Lc 2, 25-35), le pèlerin doit lui aussi avoir l'opportunité de découvrir le Seigneur dans le sanctuaire.

Dans ce but, il faudra faire en sorte que les visiteurs n'oublient pas que les sanctuaires sont des endroits sacrés, devant être vécus avec dévotion, respect et décor. C'est ainsi que la Parole du Christ, le Fils de Dieu vivant, pourra résonner avec clarté, en proclamant intégralement l'événement de sa mort et résurrection, fondement de notre foi. Il faut en outre que l'accueil du pèlerin soit particulièrement soigné, en accordant un juste relief, entre autres éléments, à la dignité et à la beauté du sanctuaire, image de "la demeure de Dieu avec les hommes" (Ap 21, 3) ; les moments et les espaces de prière, aussi bien personnels que communautaires ; l'attention aux pratiques de piété. De même, on n'insistera jamais assez pour que les sanctuaires soient des phares de charité, se consacrant avec constance et disponibilité à l'écoute, favorisant en particulier l'approche des fidèles au sacrement de la Réconciliation et leur participation digne à la célébration eucharistique, en faisant de celle-ci le centre et le sommet de toute l'action pastorale des sanctuaires. Il sera ainsi évident que l'Eucharistie est, certainement, l'aliment du pèlerin, "le Sacrement du Dieu qui ne nous laisse pas seul sur le chemin, mais se place à nos côtés et nous indique la direction" (Homélie dans la Solennité du Corps et du Sang du Christ, 22 mai 2008).

En effet, à différence du vagabond, dont les pas n'ont pas une destination finale déterminée, le pèlerin a toujours un but, même si parfois il n'en est pas explicitement conscient. Et ce but n'est autre que la rencontre avec Dieu à travers le Christ, en qui toutes nos aspirations trouvent un réponse. C'est pourquoi, la célébration de l'Eucharistie peut bien être considérée comme le point culminant du pèlerinage.

En tant que "coopérateurs de Dieu" (1 Co 3, 9), je vous exhorte, vous tous qui vous consacrez à cette belle mission, à favoriser chez les pèlerins, avec votre attention pastorale, la connaissance et l'imitation du Christ, qui continue à marcher à nos côtés, illuminant notre vie avec sa Parole et partageant avec nous le Pain de Vie dans l'Eucharistie. De cette façon, le pèlerinage au sanctuaire sera une occasion propice pour que se renforce chez ceux qui le visitent le désir de partager avec d'autres la merveilleuse expérience de se savoir aimés de Dieu et d'être envoyés témoigner cet amour dans le monde.

C'est avec ces sentiments que je confie les fruits de ce Congrès à l'intercession de la Très-Sainte Vierge Marie et de l'Apôtre Jacques, tout en adressant ma prière à Jésus-Christ «le Chemin, la Vérité et la Vie» (Jn 14, 6), à qui je présente tous ceux qui, en pérégrinant dans la vie, cherchent son visage :

Seigneur Jésus, pèlerin d'Emmaüs,

par amour, tu te fais proche de nous,

même si, parfois, le découragement et la tristesse

nous empêchent de découvrir ta présence.

Tu es la flamme qui avive notre foi.

Tu es la lumière qui purifie notre espérance.

Tu es la force qui allume notre charité.

Enseigne-nous à te reconnaître dans la Parole,

dans la maison et à la Table où le Pain de Vie est partagé,

dans le service généreux à notre prochain qui souffre.

Et quand la nuit tombe, Seigneur, aide-nous à dire :

"Reste avec nous". Amen.

Je vous adresse à tous et de tout cœur ma Bénédiction apostolique, gage d'abondantes grâces célestes.

Cité du Vatican, 8 septembre 2010

BENEDICTUS PP. VI

[01288-03.01] [Texte original: Espagnol]

TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

To Our Venerable Brothers

Most Rev. Antonio Maria Vegliò,

President of the Pontifical Council for the Pastoral Care

of Migrants and Itinerant People,

and Most Rev. Julián Barrio Barrio,

Archbishop of Santiago de Compostela

On the occasion of the Second World Congress on the Pastoral Care of Pilgrimages and Shrines, to be held in Santiago de Compostela from September 27-30, I wish to express my cordial greetings to you which I extend to our venerable Brothers in the Episcopate, the members of the Fraternal Delegation, the participants in this important meeting, and the civil Authorities who collaborated in the preparation of the Congress. I also express my deferential greetings to His Majesty the King of Spain who has honored this initiative by accepting its Honorary Presidency.

With the theme, "So he went in to stay with them" (Lk 24:29), taken from the Gospel passage of the disciples of Emmaus, you are preparing to study in depth the importance of pilgrimages to the shrines as a manifestation of Christian life and a space of evangelization.

With great pleasure I would like to express my spiritual closeness to the congress participants to encourage and accompany them in carrying out a pastoral task of such great importance in ecclesial life. I will personally make a pilgrimage soon to the tomb of the Apostle Saint James, the "Lord's friend", in the same way that I have made my way to other places in the world which many of the faithful visit with fervent devotion. In this regard, from the beginning of my pontificate, I have wanted to live my ministry as the Successor of Peter with the sentiments of a pilgrim who travels over the roads of the world with hope and simplicity bringing on his lips and in his heart the saving message of the Risen Christ, and strengthening his brothers in faith (cf. Lk 22:32). As an explicit sign of this mission, my coat-of-arms includes the pilgrim's shell, among other elements.

In these historic moments in which we are called, with greater force if possible, to evangelize our world, the riches offered to us by the pilgrimage to shrines should be highlighted. First of all, for its great ability to summon and bring together a growing number of pilgrims and religious tourists, some of whom are in complicated human and spiritual situations, somewhat distant from living the faith and with a weak ecclesial affiliation. Christ speaks to all of them with love and hope. The desire for happiness that is imbedded in the soul finds its answer in Him, and human suffering together with Him has a meaning. With his grace, the noblest causes also find their complete fulfillment. As Simeon met with Christ in the temple (cf. Lk 2:25-35), so too a pilgrim should have the opportunity to discover the Lord in the shrine.

For this purpose, efforts should be made so that visitors may not forget that shrines are sacred places in order to be in them with devotion, respect and propriety. In this way, the Word of Christ, the Son of the living God, can ring out clearly, and the event of his death and resurrection, the foundation of our faith, can be proclaimed completely. Very careful attention should also be given to welcoming the pilgrims, by highlighting, among other elements, the dignity and beauty of the shrine, the image of "God's dwelling... with the human race" (Rev 21:3), the moments and spaces for both personal and community prayer, and attention to devotional practices. In the same way, it can never be stressed enough that shrines should be lighthouses of charity, with unceasing dedication to the neediest through concrete works of solidarity and mercy, and constant readiness to listen, favoring in particular the faithful's reception of the Sacrament of Reconciliation and taking part worthily in the Eucharistic celebration, making this the center and apex of all the pastoral activity of the shrines. In this way it will be made manifest that the Eucharist is indeed the pilgrim's nourishment, the "Sacrament of the God who does not leave us alone on the journey but stays at our side and shows us the way" (Homily on the Solemnity of Corpus Christi, May 22, 2008).

In fact, different from a wanderer whose steps have no established final destination, a pilgrim always has a destination, even if at times he is not explicitly aware of it. And this destination is none other than the encounter with God through Christ in whom all our aspirations find their response. For this reason, the celebration of the Eucharist can really be considered the culmination of the pilgrimage.

As "God's co-workers" (1 Co 3:9), I exhort all of you to be dedicated to this beautiful mission so that through your pastoral care, you will favor in pilgrims the knowledge and imitation of Christ who continues to walk with us, enlighten our lives with his Word, and share with us the Bread of Life in the Eucharist. In this way, the pilgrimage to the shrine will be a favorable occasion to strengthen the desire in those who visit it to share the wonderful experience with others of knowing they are loved by God and sent to the world to give witness to that love.

With these sentiments, I entrust the fruits of this Congress to the intercession of the Blessed Virgin Mary and the Apostle James as I direct my prayer to Jesus Christ, "the Way and the Truth and the Life" (Jn 14:6), to whom I present all those who seek His face as they peregrinate through life:

Lord Jesus Christ, pilgrim of Emmaus,

you make yourself close to us for love,

even if, at times, discouragement and sadness

prevent us from discovering your presence.

You are the flame that revives our faith.

You are the light that purifies our hope.

You are the force that stirs our charity.

Teach us to recognize you in the Word,

in the house and on the Table where the Bread of Life is shared,

in generous service to our suffering neighbor.

And when evening falls, Lord, help us to say:

"Stay with us". Amen.

I impart to all the implored Apostolic Blessing, a pledge of abundant celestial graces.

The Vatican, September 8, 2010.

BENEDICTUS PP. XVI

[01288-02.01] [Original text: Spanish]

TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

An die ehrwürdigen Brüder,
Msgr. Antonio Maria Vegliò,
Präsident des Päpstlichen Rates der Seelsorge
für Migranten und Menschen unterwegs,
und Msgr. Julián Barrio Barrio,
Erzbischof von Santiago de Compostela

Aus Anlass des Zweiten Weltkongresses der Wallfahrtsseelsorge und der Seelsorge an Wallfahrtsorten, der vom 27. bis 30. September in Santiago de Compostela stattfindet, möchte ich Sie alle herzlich grüßen. Ich grüße die ehrwürdigen Brüder im Bischofsamt, die Mitglieder der ökumenischen Delegation, die Teilnehmer dieser wichtigen Tagung wie auch die zivilen Autoritäten, die an der Vorbereitung des Kongresses mitgearbeitet haben. Mein ehrerbietiger Gruß geht auch an Seine Majestät, den König von Spanien, der diese Initiative geehrt hat, indem er den Ehrenvorsitz des Kongresses angenommen hat.

Unter dem Thema: «Da ging er mit hinein, um bei ihnen zu bleiben» (Lk 24,29), nach einem Auszug aus dem Evangelium von den Emmausjüngern, bereiten Sie sich vor, die Bedeutung von Wallfahrten zu heiligen Stätten als Äußerungen christlichen Lebens und Räumen der Evangelisierung zu vertiefen.

Mit Freude versichere ich die Kongressteilnehmer meiner geistlichen Nähe, mit der ich sie in ihrer für das kirchliche Leben so wichtigen seelsorglichen Tätigkeit anspornen und begleiten möchte. Ich selbst werde demnächst zum Grab des Apostels Jakob, den "Freund des Herrn", pilgern. Bereits in Vergangenheit haben mich meine Schritte immer wieder an Orte der Welt geleitet, zu denen die Gläubigen in großer Zahl mit inbrünstiger Verehrung strömen. In dieser Beziehung war es seit Beginn meines Pontifikats mein Wunsch, mein Amt als Nachfolger Petri mit der Einstellung eines Pilgers zu erfüllen, der mit Hoffnung und Einfachheit auf den Wegen der Welt, mit der Heilsbotschaft des Auferstandenen Christus auf den Lippen und im Herzen, unterwegs ist und seine Brüder im Glauben festigt (vgl. Lk 22,32). Als nachdrückliches Zeichen für dieses Sendungsverständnis ist auf meinem Wappen die Pilgermuschel abgebildet.

In unserer Zeit, in der wir, mehr denn je, aufgerufen sind, die Welt zu evangelisieren, kann der Reichtum, der aus Wallfahrten zu heiligen Stätten erwächst, nicht genug betont werden. An erster Stelle wegen ihrer großen Anziehungskraft, die sie auf eine wachsende Zahl von Gläubigen und religiösen Touristen ausüben, von denen sich einige nicht selten in einer schwierigen menschlichen und spirituellen Situation befinden, einer gelebten Glaubenspraxis fern stehen und ein schwach ausgeprägtes Zugehörigkeitsgefühl zur Kirche haben. An sie alle wendet sich Christus voll Liebe und Hoffnung. Der Wunsch nach Glück, der in der Seele des Menschen wohnt, findet in ihm eine Antwort, mit ihm erhält das menschliche Leiden einen Sinn. Mit seiner Gnade lassen sich auch die edelsten Absichten verwirklichen. So wie Simeon Christus im Tempel begegnete (vgl. Lk 2,25-35), muss auch der Pilger die Möglichkeit haben, den Herrn an den heiligen Stätten zu entdecken.

Zu diesem Zweck soll dafür Sorge getragen werden, dass die Besucher nie vergessen, dass Wallfahrtsorte heilige Orte sind, damit sie sie mit Ehrfurcht, Respekt und Anstand betreten. In dieser Weise kann das Wort Christi, des lebendigen Sohnes Gottes, in Klarheit erklingen und die Geschichte von seinem Tod und von seiner Auferstehung, dem Fundament unseres Glaubens, in seiner ganzen Fülle verkündet werden. Besondere Sorge muss andererseits der Aufnahme der Pilger gewidmet werden, wobei, unter anderem, die Würde und Schönheit des Heiligtums als Abbild der "Wohnung Gottes unter den Menschen" (Offb 21,3) betont werden sollte; weiter den individuellen und gemeinschaftlichen Zeiten und Orten des Gebets sowie den Frömmigkeitsformen. Gleicherweise wird man nie genug betonen können, dass die Wallfahrtsorte Leuchttürme der Nächstenliebe sein sollen, indem sie sich durch konkrete Werke der Solidarität und Barmherzigkeit und die ständige Bereitschaft zum Zuhören hingebungsvoll der Schwächsten annehmen, dass man ganz besonders dafür sorgen soll, dass die Gläubigen das Sakrament der Versöhnung empfangen und in würdevoller Weise an der Eucharistiefeier teilnehmen können, welche Mittelpunkt und Höhepunkt der gesamten Seelsorgetätigkeit an einem Wallfahrtsort ist. So wird in augenfälliger Weise sichtbar werden, dass die Eucharistie nicht nur Nahrung des Pilgers ist, sondern auch ein "Sakrament Gottes, der uns auf dem Weg nicht allein lässt, sondern sich an unsere Seite stellt und uns die Richtung weist" (Homilie zum Fronleichnamsfest, 22. Mai 2008).

Tatsächlich hat der Pilger im Unterschied zum Vagabunden, dessen Schritte kein bestimmtes endgültiges Ziel haben, immer ein Ziel, auch wenn er sich dessen manchmal nicht bewusst sein mag. Und dieses Ziel ist kein anderes, als Gott durch Christus zu begegnen, in dem all unsere Sehnsüchte eine Antwort finden. Daher kann die Eucharistie zu Recht als Höhepunkt der Wallfahrt betrachtet werden.

Als "Gottes Mitarbeiter" (1 Kor 3,9) ermuntere ich Sie alle, die sich dieser schönen Aufgabe widmen, mit ihrer seelsorglichen Arbeit bei den Pilgern die Kenntnis und Nachahmung Christi zu fördern, der heute wie gestern an unserer Seite geht, mit seinem Wort unser Leben erhellt und in der Eucharistie mit uns das Brot des Lebens teilt. In dieser Weise werden die Wallfahrten zu heiligen Stätten zu einer guten Gelegenheit, um bei den Besuchern den Wunsch zu stärken, mit anderen die wunderbare Erfahrung zu teilen, sich von Gott geliebt zu wissen und als Botschafter dieser Liebe in der Welt zu wirken.

Mit diesen Gefühlen vertraue ich die Früchte dieses Kongresses der Fürsprache der Heiligsten Jungfrau Maria und dem Apostel Jakob an und bete zu Jesus Christus, «Weg, Wahrheit und Leben» (Joh 14,6), dem ich alle anheim gebe, die sich auf der Pilgerschaft des Lebens befinden und auf der Suche nach seinem Antlitz sind:

Herr Jesus Christus, Pilger von Emmaus,

der du aus Liebe mit uns unseren Weg gehst,

auch wenn wir aus Niedergeschlagenheit und Trauer

manchmal nicht erkennen, dass du bei uns bist.

Du bist der Ruf, der unseren Glauben belebt.

Du bist das Licht, das unsere Hoffnung reinigt.

Du bist die Kraft, die unsere Liebe entzündet.

Lehre uns, dich zu erkennen im Wort,

im Haus und am Tisch, wo das Brot des Lebens geteilt wird,

wie im großherzigen Dienst am leidenden Menschen.

Und wenn es dunkel wird, Herr, hilf uns zu sagen:

"Bleib bei uns". Amen.

Von Herzen erteile ich allen den erbetenen Apostolischen Segen als Unterpfand reicher himmlischer Gnaden.

Vatikan, 8. September 2010

BENEDICTUS PP. XVI

[01288-05.01] [Originalsprache: Spanisch]

TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Aos Venerandos Irmãos

D. Antonio Maria Vegliò,

Presidente do Conselho Pontifício para a Pastoral

dos Migrantes e Itinerantes,

e D. Julián Barrio Barrio,

Arcebispo de Santiago de Compostela

Por ocasião do II Congresso Mundial de Pastoral de Peregrinações e Santuários, que tem lugar em Santiago de Compostela de 27 a 30 de Setembro, desejo enviar-vos a minha cordial saudação, extensiva aos venerados Irmãos no Episcopado, aos membros da Delegação Fraterna, aos participantes nesta importante reunião, assim como às Autoridades civis que colaboraram na preparação do Congresso. Exprimo também a minha deferente saudação a Sua Majestade o Rei de Espanha, que honrou esta iniciativa aceitando a sua Presidência Honorária.

Sob o lema "Entrou então, para ficar com eles" (Lc 24, 29), extraído da passagem evangélica dos discípulos de Emaús, dispondes-vos a reflectir sobre a importância das peregrinações aos santuários, como manifestação de vida cristã e espaço de evangelização.

Desejo, com todo o gosto, exprimir aos congressistas a minha proximidade espiritual, que vos anime e acompanhe no exercício de um empenho pastoral tão fundamental na vida da Igreja. Eu próprio me deslocarei dentro em pouco como peregrino ao túmulo do Apóstolo São Tiago, o "amigo do Senhor", do mesmo modo como tenho dirigido os meus passos a outros lugares do mundo, para onde convergem numerosos fiéis com fervorosa devoção. A este propósito, desde o início do meu pontificado que entendi viver o ministério de Sucessor de Pedro com os sentimentos do peregrino que percorre os caminhos do mundo com esperança e simplicidade, levando nos lábios e no coração a mensagem salvadora de Cristo Ressuscitado e confirmando na fé os seus irmãos (cf. Lc 22, 32). É como sinal explícito desta missão que figura no meu escudo, entre outros elementos, a concha de peregrino.

Neste momento histórico, em que, com força porventura ainda maior, estamos chamados a evangelizar o nosso mundo, há que sublinhar a riqueza que provém da peregrinação aos santuários. Antes de mais pela sua extraordinária capacidade de atracção, que congrega um crescente número de peregrinos e turistas religiosos, alguns dos quais se encontram em situações humanas e espirituais complexas, um tanto distantes da vivência da fé e com uma débil pertença eclesial. A todos eles Cristo se dirige com amor e esperança. A aspiração à felicidade presente no espírito encontra n’Ele a sua resposta, e é junto d’Ele que o sofrimento humano encontra um sentido. Com a sua graça, também as mais nobres causas encontram a sua plena realização. Como o velho Simeão encontrou Jesus no Templo (cf. Lc 2, 25-35), assim também o peregrino deve ter a oportunidade de descobrir o Senhor no santuário.

Para tal, há que fazer com que os peregrinos não percam de vista que os santuários são lugares sagrados, comportando-se portanto neles com devoção, respeito e decoro. Desse modo, a Palavra de Cristo, o Filho do Deus vivo, poderá ressoar com clareza e proclamar-se-á em toda a sua integridade o acontecimento da sua morte e ressurreição, fundamento da nossa fé. Há que cuidar, por outro lado, com grande esmero, o acolhimento dos peregrinos, dando o justo destaque, nomeadamente, à dignidade e beleza do santuário, imagem da "tenda de Deus com os homens" (Ap 21, 3); aos momentos e espaços de oração, tanto pessoais como comunitários; à atenção às práticas de piedade. Ao mesmo tempo, nunca se insistirá demasiado no facto de que os santuários hão-de ser faróis de caridade, incessantemente dedicados aos mais desfavorecidos mediante obras concretas de solidariedade e misericórdia e uma constante disponibilidade para escutar. Há que favorecer também o acesso dos fiéis ao sacramento da Reconciliação, consentindo-lhes participar dignamente na celebração eucarística, de tal modo que esta possa ser o centro e o cume de toda a acção pastoral dos santuários. Tornar-se-á assim manifesto que a Eucaristia é, sem dúvida alguma, o alimento do peregrino, o "sacramento de Deus, que não nos deixa sozinhos no caminho, mas se coloca ao nosso lado e nos indica a direcção" (Homilia na Solenidade do Santíssimo Corpo e Sangue de Cristo, 22 de Maio de 2008).

De facto, diversamente do vagabundo, cujos passos não têm uma destinação precisa, o peregrino tem sempre uma meta diante de si, mesmo se por vezes não tem disso plena consciência. E a meta mais não é do que o encontro com Deus por meio de Jesus, no qual que todas as nossas aspirações encontram a sua resposta. É por isso que a celebração da Eucaristia deve ser considerada o ponto culminante da peregrinação.

Como "colaboradores de Deus (1 Cor 3, 9), exorto todos vós a dedicar-vos a esta bela missão, favorecendo nos peregrinos, com a vossa solicitude pastoral, o conhecimento e a imitação de Cristo, que continua a caminhar connosco, iluminando com a sua Palavra a nossa vida e partilhando connosco, na Eucaristia, o Pão da Vida. A peregrinação ao santuário será assim ocasião propícia para revigorar naqueles que o visitam o desejo de partilhar com outros a maravilhosa experiência de saber que somos amados por Deus e enviados ao mundo a testemunhar este amor.

Com estes sentimentos, confio à intercessão de Maria Santíssima e do Apóstolo São Tiago os frutos deste Congresso, ao mesmo tempo que dirijo a minha oração a Jesus, "Caminho, Verdade e Vida" (Jo 14, 6), ao qual apresento todos os que, peregrinando ao longo da vida, andam à procura do seu rosto:

Senhor Jesus, peregrino de Emaús,

que caminhas ao nosso lado, por amor,

mesmo se tantas vezes o desalento e a tristeza

não nos deixam descobrir a tua presença.

Tu és a chama que reaviva a nossa fé.

Tu és a luz que purifica a nossa esperança.

Tu és a força que acende a nossa caridade.

Ensina-nos a reconhecer-Te na Palavra,

na Casa e na Mesa onde se partilha o Pão da Vida,

no serviço generoso ao próximo que sofre.

E ao cair a noite, ajuda-nos, Senhor,

a dizer: "fica connosco". Amen.

A todos concedo a implorada Bênção Apostólica, penhor de copiosas graças do Céu.

Vaticano, 8 de Setembro de 2010

BENEDICTUS PP. XVI

[01288-06.01] [Texto original: Espanhol]

[B0581-XX.01]