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Conferencia de prensa titulada "Preparar el futuro, construir la paz en el tiempo de la Covid-19", 07.07.2020

Esta mañana, en la Sala "Juan Pablo II" de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la  conferencia de prensa titulada "Preparando el futuro, construyendo la paz en el tiempo de la Covid-19".

Han intervenido: S.E. el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, presidente de la Asociación de Profesionales de la Comisión Vaticana para la Covid 19, Sor  Alessandra Smerilli, coordinadora del Grupo de Trabajo de Economía de la Comisión Vaticana para la Covid-19 y profesora titular de Economía Política en la Facultad Pontificia de Ciencias de la Educación, Auxilium, el Dr. Alessio Pecorario, Coordinador del Grupo de Trabajo de Seguridad de la Comisión Vaticana para el Covid-19 y Oficial del Dicasterio o para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Publicamos a continuación sus intervenciones

Intervención del cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson

Como todos sabemos, nos enfrentamos a una de las peores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras el mundo toma medidas de emergencia para hacer frente a una pandemia y a una recesión económica mundiales, ambas reforzadas por una emergencia climática global, también debemos considerar las consecuencias para la paz de estas crisis interconectadas. La Comisión Vaticana para el COVID-19, especialmente a través del Grupo de Trabajo sobre Seguridad y Economía, ha analizado algunas de estas implicaciones. Permítanme destacar las siguientes:

Mientras que hoy en día se dedican sumas sin precedentes a gastos militares (incluyendo los grandes programas de modernización nuclear), los enfermos, los pobres, los marginados, y las víctimas de los conflictos son afectados tremendamente por la crisis actual. Las crisis interconectadas (salud, socio-economía y ecología) están ampliando la brecha no sólo entre los ricos y los pobres, sino también entre las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica.

No puede haber curación sin paz. La reducción de los conflictos es la única posibilidad de reducir las injusticias y las desigualdades. La violencia armada y los conflictos y la pobreza están absolutamente vinculados en un ciclo que impide la paz, fomenta los abusos contra los derechos humanos y obstaculiza el desarrollo.

Celebro el reciente respaldo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a un alto el fuego mundial (1). No podemos luchar contra la pandemia si estamos luchando, o preparándonos para luchar, unos contra otros. ¡También celebro el apoyo de 170 países al llamamiento de las Naciones Unidas para que callen las armas! (2).  Pero una cosa es lanzar o apoyar una declaración de alto el fuego, otra cosa es ponerla en práctica. Para ello, necesitamos congelar la producción y el comercio de armas.

Las actuales crisis interconectadas que he mencionado (salud, socio-economía y ecología) demuestran la urgente necesidad de una globalización de la solidaridad que refleje nuestra interdependencia mundial. En las dos últimas décadas, la estabilidad y la seguridad internacionales se han deteriorado (3).  Parece que la amistad política y la concordia internacional son cada vez menos el bien supremo que las naciones desean y por el  que están dispuestas a comprometerse.

Lamentablemente, en lugar de estar unidos para el bien común frente a una amenaza  que no conoce fronteras, muchos líderes están ahondando las divisiones internacionales e internas. En este sentido, la pandemia, con los fallecimientos y otras  consecuencias sanitarias, la recesión económica y los conflictos, representa la tormenta perfecta. Necesitamos un liderazgo mundial que pueda reconstruir los lazos de unidad y al mismo tiempo rechazar el argumento de los chivos expiatorios, la recriminación mutua, el nacionalismo chovinista, el aislacionismo y otras formas de egoísmo. Como dijo el Papa Francisco el pasado noviembre en Nagasaki, debemos "romper el clima de desconfianza" y evitar la "erosión del multilateralismo"(4). En aras de la construcción de una paz sostenible, debemos fomentar una "cultura del encuentro" en la que hombres y mujeres se descubran unos a otros como miembros de una familia humana, compartiendo la misma creencia. Solidaridad. Confianza. Encuentro. Bien común. No-violencia. Creemos que estos son los fundamentos de la seguridad humana actual.

La Iglesia apoya firmemente los proyectos de construcción de la paz que son esenciales para que las comunidades en conflicto y post-conflicto respondan a la COVID-19. Sin el control de las armas, es imposible garantizar la seguridad. Sin seguridad, las respuestas a la pandemia son incompletas.

La pandemia de COVID-19, la recesión económica y el cambio climático hacen cada vez más evidente la necesidad de dar prioridad a la paz positiva sobre las estrechas nociones de seguridad nacional. El Papa Juan XXIII señalaba ya la necesidad de esta transformación al redefinir la paz en términos de reconocimiento, respeto, salvaguardia y promoción de los derechos de la persona humana (Pacem in terris, 139). Ahora, más que nunca, es el momento de que las naciones del mundo pasen de la seguridad nacional por medios militares a la seguridad humana como principal preocupación de la política y las relaciones internacionales. Ahora es el momento de que la comunidad internacional y la Iglesia elaboren planes audaces e imaginativos para una acción colectiva acorde con la magnitud de esta crisis. Ahora es el momento de construir un mundo que refleje mejor un enfoque verdaderamente integral de la paz, el desarrollo humano y la ecología.

¡Gracias!

(1)https://news.un.org/en/story/2020/07/1067552

(2) https://news.un.org/en/story/2020/06/1066982

(3) https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/09/27/190927b.html

(4) http://www.vatican.va/content/francesco/es/discursos/2019/noviembrer/documentos/papa- francesco_20191124_mensaje-armasnucleres-nagasaki.html

Intervención de Sor Alessandra Smerilli

La pandemia, que es un enemigo común, ha puesto de manifiesto a nivel experimental la importancia del bien común. Como nos recuerda el Papa Francisco, nadie puede hacerlo solo. Sólo podemos enfrentarnos a un enemigo común y global si comprendemos que todos estamos vinculados entre sí: una humanidad con un destino común. Sólo podemos tener éxito con el compromiso de todos.

La pandemia ha revelado nuestras debilidades, empezando por los sistemas de salud: la escala y la gravedad de la pandemia ha abrumado incluso a los sistemas de salud bien dotados de recursos.  Además de ejercer una gran presión sobre los sistemas de salud, la pandemia también ha provocado un aumento dramático de la demanda de suministros médicos esenciales [1].  Los sistemas de salud necesitan mayores inversiones de calidad en todo el mundo. Necesitamos protección contra las enfermedades transmisibles y necesitamos invertir en prevención: COVID-19 ha revelado la insuficiente financiación del tratamiento de las enfermedades transmisibles en el corazón de muchos sistemas de salud. Ahora mismo necesitamos una vacuna.

La pandemia ha revelado el verdadero alcance de nuestra interconexión. Sabemos que la salud es un bien común mundial, y los servicios de prevención y atención deben ser también mundiales. En particular, la salud mundial debe considerarse un bien común en el sentido de que todos tienen el mismo derecho a ella, pero también la misma responsabilidad de promoverla.

La recesión económica que afecta a todo el mundo y que continúa expandiéndose provocará el desplazamiento de miles de millones de puestos de trabajo[2]. La crisis económica y social podría tener dimensiones desastrosas La pandemia también ha acelerado la transición tecnológica y digital: en 8 semanas hemos visto el equivalente a un progreso de 5 años, y eso acelerará la pérdida de empleos.

Hay salidas, pero requieren visión, coraje y colaboración internacional. Ningún Estado, como su pueblo, puede hacerlo solo, ya que se requiere una enorme inversión pública en atención sanitaria, transición ecológica, reciclaje de los trabajadores y ayuda a las empresas (que inicialmente sufrirán daños por la transición).

El Papa Francisco nos ha pedido soluciones creativas. Por lo tanto, nos hemos estado preguntando: ¿Y si en lugar de hacer la carrera de armamentos, "corremos" hacia la seguridad alimentaria, sanitaria y laboral? ¿Qué están pidiendo los ciudadanos en este momento? ¿Necesitan un estado militar fuerte, o un estado que invierta en bienes comunes? ¿Cómo querría cada ciudadano que se gaste su dinero hoy? ¿Tiene sentido seguir haciendo inversiones masivas en armas si no se pueden salvar vidas humanas porque no hay un sistema de salud adecuado? Si tengo un enfermo en la familia, por ejemplo, que necesita tratamiento médico, ¿no dirigiré todos mis recursos a tratar a mi familiar? El gasto militar en el mundo en 2019 alcanzó su punto más alto. [3]

No quiero sonar trivial, pero estamos en una etapa en la que debemos entender hacia dónde dirigir los recursos financieros durante este cambio de paradigma. Hoy en día, la primera seguridad es la de la salud y el bienestar. ¿Para qué sirven los arsenales si un puñado de personas infectadas es suficiente para propagar la epidemia y causar muchas víctimas? La pandemia no conoce fronteras.

Sabemos que la cuestión es más complicada de lo que parece: la carrera armamentista es un dilema que ve a los Estados, por miedo a otros Estados, o queriendo sobresalir, seguir aumentando su poder militar. Esto genera un círculo vicioso que nunca termina, empujando a su vez hacia un aumento constante de los gastos militares, una competencia posicional que provoca gastos irracionales. Este tipo de carrera sólo se detiene con una voluntad colectiva de autolimitación. Necesitamos líderes valientes que puedan demostrar que creen en el bien común, que se comprometan a garantizar lo que más se necesita hoy en día. Necesitamos un pacto colectivo para dirigir los recursos para la seguridad y el bienestar de la salud.

[1] https://www.who.int/publications/i/item/financing-common-goods-for-health

[2]https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/documents/briefingnote/wcms_749399.pdf

[3] https://www.sipri.org/sites/default/files/2020-06/yb20_summary_en_v2_0.pdf, p. 10.

Intervención del Dr. Alessio Pecoraro

La peor repercusión médica de la COVID-19 no ha llegado aún, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).  Hasta ahora su impacto ya ha desencadenado la perturbación económica y social más grave de los tiempos modernos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha previsto una caída global del Producto Interior Bruto (PIB) de al menos un 3%. Esto a su vez repercute directamente en la seguridad a todos los niveles, desde el nacional hasta el mundial.

El apoyo al alto el fuego global por parte del Consejo de Seguridad de la ONU y el respaldo recibido por la gran mayoría de los Estados (1) es una importante medida de estabilización que, en nuestra opinión, podría completarse con la congelación o la moratoria de la producción y el comercio de armas: Como ha observado el Papa, no es el momento de fabricar armas(2).

Sin embargo, el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) observa un aumento continuo de los gastos militares. El gasto militar mundial en 2019 fue de 1,9 billones de dólares (3), -que supera con creces el gasto militar mundial anual durante la Guerra Fría y es unas 300 veces el presupuesto de la OMS-, y algunos observadores y funcionarios piden que se aumente el gasto militar en respuesta a la pandemia de COVID-19. Estos gastos van desde los nuevos programas de armas nucleares entre todos los que ya están en posesión de ellas, pasando por el equipamiento principal de las fuerzas armadas convencionales y las armas pequeñas con exportaciones a las regiones afectadas por conflictos.

La llamada ciberguerra y el crimen han hecho de la  COVID-19 un nuevo teatro de operaciones (4).  Las organizaciones delictivas también participan en actividades que no promueven la paz y la prosperidad en una zona de gran vulnerabilidad de los sistemas informáticos integrados. Las tensiones están aumentando con la COVID-19, que en algunos casos se ha transformado en un motivo de disputa, alimentando lo que el Grupo de Trabajo de Seguridad de la Comisión Vaticana  para la Covid ha descrito como "trampa de conflicto", "dilema de seguridad", etc.

Hay que tomar decisiones. Los suministros médicos, la seguridad alimentaria y la recuperación económica centrada en la justicia social y la economía ambiental requieren recursos que pueden desviarse del sector militar en el contexto de un nuevo control de las armas. Los resultados alcanzados en el control de armas y las estructuras de los tratados han hecho posible lograr un dividendo de paz en la última generación :  ¿Puede haber un renacimiento en esta área?

La seguridad alimentaria está en primer lugar y es fundamental para la seguridad internacional. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuya sede está en Roma, se creó en el decenio de 1940 para evitar que el hambre alimentase un nuevo conflicto mundial; hoy  la FAO hace notar el aumento del hambre y la perturbación del suministro mundial de alimentos como consecuencia de la COVID-19 (5). El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ya estima que el número de personas que padecen hambre se duplicará(6).  El desarrollo humano integral requiere una redistribución urgente de los recursos mundiales para liberar a las personas de la necesidad.

Mirando más allá de las necesidades inmediatas del hambre, necesitamos un análisis profundo que quizás la antigua perspectiva de esta ciudad pueda proporcionar. Una triste novedad de la crisis actual es que combina la pandemiade la  COVID-19 con el aventurerismo nacionalista y la desigualdad económica, observados por última vez antes de 1914 y 1939, con el emergente colapso económico visto por última vez en la década de 1930, combinado con las armas nucleares y la rápida aparición del fenómeno del cambio climático.

Con la encíclica Populorum Progressio de 26 de marzo de 1967, que afirma el concepto de desarrollo humano integral, el Magisterio de la Iglesia anticipaba lo que se convertiría  en un importante cambio de paradigma después de la Segunda Guerra Mundial, es decir, el paso de la preocupación por la seguridad nacional a la seguridad humana y mundial, de la simple prevención de conflictos a la construcción de la paz. Junto con los miembros de nuestro Grupo de Trabajo para la Seguridad, recordamos que después de la Segunda Guerra Mundial se crearon instituciones internacionales para lograr y sostener el desarrollo y la paz. A la luz de la emergencia, la complejidad y los desafíos interrelacionados surgidos de la pandemia, podríamos afirmar que los recursos humanos y financieros y la tecnología deben utilizarse para crear y estimular estrategias, alianzas y sistemas para proteger la vida y el planeta, y no para matar a las personas y destruir los ecosistemas. Por lo tanto, para nosotros, el multilateralismo y la aplicación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG) son cruciales en este proceso.

¡Gracias!

[1] https://news.un.org/en/story/2020/07/1067552; https://news.un.org/en/story/2020/06/1066982

[2]http://www.vatican.va/content/francesco/es/mensajes/urbi/documentos/papa-francisco_20200412_urbi-et-orbi-pasqua.html

[3] https://sipri.org/sites/default/files/2020-06/yb20_summary_en_v2.pdf

[4]https://www.who.int/news-room/detail/23-04-2020-who-reports-fivefold-increase-in-cyber-attacks-urges-vigilance  

https://www.ibm.com/thought-leadership/institute-business-value/report/covid-19-cyberwar

[5] http://www.fao.org/2019-ncov/analysis/en/

[6]https://www.wfp.org/news/covid-19-will-double-number-people-facing-food-crises-unless-swift-action-taken