Se da a conocer el contenido de la carta del Papa Francisco del 11 de febrero de este año, dirigida a S.E. Mons. Joseph Marino, Presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica, en la que el Santo Padre pide que se integre en el programa de formación de los sacerdotes candidatos al servicio diplomático de la Santa Sede un año de compromiso misionero en una diócesis de las Iglesias particulares, con el fin de formarlos en el celo apostólico para ir a los territorios fronterizos, fuera de su diócesis de origen.
Carta del Santo Padre
Querido hermano,
Al concluir los trabajos de la reciente Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Pan-Amazónica, expresé el deseo de que los sacerdotes que se preparan para el servicio diplomático de la Santa Sede dedicasen un año de su formación al compromiso misionero en una diócesis.
Estoy convencido de que tal experiencia puede ser útil para todos los jóvenes que se preparan o comienzan el servicio sacerdotal, pero de manera especial para aquellos que en el futuro serán llamados a colaborar con los Representantes Pontificios y, posteriormente, podrán convertirse a su vez en Enviados de la Santa Sede a las naciones e Iglesias particulares.
De hecho, como ya he tenido ocasión de recordar a la comunidad de esta Pontificia Academia Eclesiástica: "La misión que un día estaréis llamados a desempeñar os llevará a todas las partes del mundo. A Europa, que necesita despertarse; a África, sedienta de reconciliación; a América Latina, hambrienta de alimento e interioridad; a América del Norte, determinada a redescubrir las raíces de una identidad que no se define a partir de la exclusión; a Asia y Oceanía, desafiadas por la capacidad de fermentar en la diáspora y dialogar con la vastedad de culturas ancestrales." (25 de junio de 2015).
Para afrontar positivamente estos crecientes desafíos para la Iglesia y el mundo, es necesario que los futuros diplomáticos de la Santa Sede adquieran, además de una sólida formación sacerdotal y pastoral, y de la formación específica que ofrece esta Academia, también una experiencia personal de misión fuera de su propia diócesis de origen, compartiendo con las Iglesias misioneras un período de camino junto a su comunidad, participando en su actividad evangelizadora cotidiana.
Me dirijo, pues, a ti, querido hermano, que acabas de asumir el cargo de Presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica, para pedirte que pongas en práctica mi deseo de enriquecer el curriculum de formación académica con un año dedicado enteramente al servicio misionero en las Iglesias particulares de todo el mundo. Esta nueva experiencia entrará en vigor empezando con los nuevos alumnos que iniciarán su formación en el próximo año académico 2020/2021.
Con el fin de elaborar más en profundad y dar buen curso a este proyecto, será necesaria, en primer lugar, una estrecha colaboración con la Secretaría de Estado y, más concretamente, con la Sección para el Personal de la Función Diplomática de la Santa Sede, así como con los Representantes Pontificios, que ciertamente no dejarán de prestar una valiosa ayuda para identificar las Iglesias particulares dispuestas a acoger a los alumnos y a seguir de cerca su experiencia.
Estoy seguro de que, superadas las preocupaciones iniciales que puedan surgir ante este nuevo estilo de formación de los futuros diplomáticos de la Santa Sede, la experiencia misionera que se quiere promover será útil no sólo para los jóvenes académicos, sino también para las Iglesias particulares con las que colaborarán y, como espero, suscitará en otros sacerdotes de la Iglesia universal el deseo de ponerse a disposición para transcurrir un período de servicio misionero fuera de su propia diócesis.
En conclusión, encomendando a la Virgen María, Madre de la Iglesia, esta nueva modalidad de formación de los futuros colaboradores del Servicio diplomático de la Santa Sede, te envío con afecto , querido hermano, y a toda la comunidad de la Pontificia Academia Eclesiástica un cordial saludo y mi bendición apostólica, pidiéndoos por favor que os acordéis de mí en vuestras oraciones.
Desde el Vaticano, 11 de febrero de 2020
Francisco