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Audiencia general , 15.05.2019

La audiencia general ha tenido lugar esta mañana en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre ha dedicado la catequesis a la última invocación del Padre nuestro “Mas líbranos del mal!  (Primera Carta de San Pedro 5, 6-9).

El Santo Padre, a su paso entre los fieles antes de la audiencia general, ha subido en el papamóvil a ocho niños llegados de Libia con el pasillo humanitario del pasado 29 de abril y en un barco hace algunos meses. Los niños, de diversas nacionalidades, entre las cuales Siria, Nigeria y Congo, son  actualmente huéspedes con su familias del  centro “Mondo Migliore” de Rocca di Papa, una localidad cercana a Roma y les atiende la cooperativa  “Auxilium”.

Después de la catequesis y tras resumir su discurso en diversas lenguas ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo. La audiencia general ha terminado con el canto del  Pater Noster y la bendición apostólica.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Llegamos a la séptima petición del "Padre Nuestro": "Mas líbranos del mal" (Mt 6,13b). Con esta expresión, el que ora no pide solamente que no se le abandone en el momento de la tentación, sino también que se le libre del mal. El verbo original en griego es muy fuerte: evoca la presencia del maligno que tiende a agarrarnos y mordernos (ver 1 P. 5: 8) y del cual pedimos a Dios que nos libre- El apóstol Pedro dice también que el maligno, el diablo, nos rodea como un león enfurecido, para devorarnos y nosotros pedimos a Dios que nos libre de él.

Con esta doble súplica: "No nos abandones" y "líbranos", surge una característica esencial de la oración cristiana. Jesús enseña a sus amigos a anteponer la invocación del Padre a todo, incluso y especialmente cuando el maligno hace sentir su presencia amenazadora. En efecto, la oración cristiana no cierra los ojos a la vida. Es una oración filial y no una oración infantil. No está tan infatuada de la paternidad de Dios como para olvidar que el camino del hombre está plagado de dificultades. Si no existieran los últimos versículos del "Padre Nuestro", ¿cómo podrían rezar los pecadores, los perseguidos, los desesperados, los moribundos? La última petición es precisamente la petición de nosotros cuando estaremos en el límite, siempre.

Hay un mal en nuestra vida, que es una presencia indiscutible. Los libros de historia son el catálogo  desolador de cuánto nuestra existencia en este mundo haya sido a menudo  un fracaso. Hay un mal misterioso, que ciertamente no es obra de Dios, pero que penetra silenciosamente en los pliegues de la historia. Silencioso como la serpiente que lleva el veneno, silenciosamente. A veces parece predominar: algunos días su presencia parece incluso más aguda que la de la misericordia de Dios.

La persona que reza no está ciega, y ve con claridad este mal tan pesado y tan contradictorio con el misterio de Dios. Lo ve en la naturaleza, en la historia, incluso en su mismo corazón. Porque no hay nadie entre nosotros que pueda decir que está exento del mal, o al menos que no ha sido tentado. Todos nosotros sabemos que es el mal; todos nosotros sabemos que es la tentación; todos hemos experimentado en carne propia la tentación, de cualquier pecado. Pero es el tentador que nos mueve y nos empuja al mal, diciéndonos: “Haz esto, piensa esto, ve por ese camino”.

El último grito del "Padre Nuestro" se lanza contra este mal "de ancha capa", que guarda bajo su manto las experiencias más diversas: el luto del hombre, el dolor inocente, la esclavitud, la explotación del otro, el llanto de los niños inocentes. Todos estos eventos protestan en el corazón del hombre y se hacen voz en la última palabra de la oración de Jesús.

Precisamente en los relatos de la Pasión algunas frases del "Padre Nuestro" hallan su eco más impresionante. Dice Jesús: "¡Abba! Padre! Todo es posible para ti: ¡aparta de mí esta copa! Pero no sea lo que quiero, sino lo que quieras tú "(Mc 14:36). Jesús experimenta plenamente la cuchillada del mal. No solo la muerte, sino la muerte de cruz. No solo la soledad, sino también el desprecio, la humillación. No solo la animosidad, sino también la crueldad, el ensañamiento contra él.  He aquí lo que es el  hombre: un ser amante a la vida, que sueña con el amor y el bien, pero que se expone a sí mismo y expone sus semejantes continuamente al mal, hasta el punto de que podemos sentirnos tentados de desesperar del  hombre.

Queridos hermanos y hermanas: Así, el "Padre Nuestro" se asemeja a una sinfonía que pide resonar en cada uno de nosotros. El cristiano sabe lo abrumador que es el poder del mal, y al mismo tiempo siente cómo Jesús, que nunca ha sucumbido a sus lisonjas, está de nuestro lado y nos ayuda.
Así, la oración de Jesús nos deja la herencias más preciosa: la presencia del Hijo de Dios que nos ha librado del mal, luchando por convertirlo. En la hora del combate  a final,  le dice a Pedro que vuelva a colocar la espada en su vaina, al ladrón arrepentido le asegura el cielo, a todos los hombres que lo rodean, y no se daban cuenta de la tragedia que estaba ocurriendo, les ofrece una palabra de paz: "Padre, perdónalos  porque no saben lo que hacen"(Lucas 23:34).

Del perdón de Jesús en la cruz brota la paz, la paz auténtica viene de la cruz; es  don del Resucitado, un don que nos da Jesús. Pensad que el primer saludo de Jesús resucitado es “paz a vosotros”, paz a vuestras almas, a vuestros corazones, a vuestras vidas.  El Señor nos da la paz, nos da el perdón, pero nosotros tenemos que pedir. “líbranos del mal”, para no caer en el mal. Esa es nuestra esperanza, la fuerza que nos da Jesús resucitado, que está aquí, entre nosotros: está aquí . Está aquí con la fuerza que nos da para seguir adelante y nos promete librarnos del mal.

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Saludos en diversos idiomas

“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica, en modo particular saludo a los sacerdotes participantes en el curso de actualización promovido por el Pontificio Colegio Español de San José. Los animo a que recen con espíritu renovado la oración que el Señor nos dejó, y a que la enseñen a cuantos los rodean, para que, reconociendo a Dios como Padre, nos conceda la paz, el más preciado don del Resucitado, más fuerte que ningún mal. Que el Señor los bendiga”, dijo el Papa a los peregrinos hispanoparlantes presentes en la Plaza.

También mencionó, en sus saludos a los peregrinos de habla inglesa,  a los representantes  de los Centros Universitarios y los Institutos de Estudios sobre la Familia, procedentes de diferentes países, reunidos para el primer encuentro del Family International Monitor, organizado por el Instituto Pontificio Juan Pablo II, que tiene lugar con motivo del Día Internacional de la Familia, que este año recuerda el papel de las familias en el cuidado de la creación, nuestro casa común.

Tras recordar a los peregrinos portugueses que nos encontramos en medio del "Mes de María", que tradicionalmente llama al pueblo cristiano a multiplicar sus gestos diarios de veneración a imitación de la Madre de Dios, se dirigió así a los polacos:  “Anteayer celebramos la memoria de la Santísima Virgen María de Fátima. El 13 de mayo es el día que conmemora su primera aparición, que coincide con la del atentado a la vida de San Juan Pablo II. Recordemos su afirmación: "En todo lo que sucedió, vi ... una protección materna especial de María". Recordamos también  las palabras de Nuestra Señora: "He venido a advertir a la humanidad para que cambie de  vida y no entristezca a Dios con pecados graves.  Que los hombres recen el rosario y hagan penitencia por sus pecados ". Escuchamos esta recomendación, pidiéndole a María su protección materna, el don de la conversión, el espíritu de penitencia y la paz para todo el mundo. Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros”.

Y en italiano mandó un saludo a los prófugos procedentes de Libia, que ha acogido la asociación Mondo Migliore.