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Viaje apostólico del Papa Francisco a Bulgaria y Macedonia del Norte (5-7 de mayo de 2019) Oración ante el trono de los santos Cirilo y Metodio y Regina Caeli en la plaza de San Alexander Nevsky., 05.05.2019

A las 12.15 (11.15 hora de Roma), el Santo Padre Francisco entró en la catedral patriarcal de San Alexander Nevsky, acompañado por el Metropolitano Antonij. Después de detenerse brevemente ante una imagen de san Cirilo y san Metodio  colocada en medio de la nave, el Papa fue al altar dedicado a los santos, donde se recogió en oración silenciosa.

Después firmó en el Libro de Honor y salió de la catedral para rezar el Regina Coeli con alrededor de tres mil fieles reunidos en la plaza. El Papa oró unos momentos ante la efigie del icono de Nessebar, mientras un coro entonaba un canto mariano y seguidamente dirigió el rezo del Regina Coeli.

Al final saludó a los representantes de las confesiones religiosas presentes en Bulgaria y se trasladó en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Sofía, donde fue recibido por las monjas y algunos colaboradores de la Representación Pontificia

Palabras del Papa en el Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, “¡Cristo ha resucitado!”.

Con estas palabras, los cristianos —ortodoxos y católicos— de estas tierras de Bulgaria se saludan desde tiempos antiguos durante el tiempo pascual: Christos vozkrese! [la gente responde]. Dichas palabras expresan la gran alegría por la victoria de Jesucristo sobre el mal y sobre la muerte. Son una afirmación y un testimonio del corazón de nuestra fe: Cristo vive. Él es nuestra esperanza y la más hermosa juventud del mundo. Todo lo que Él toca se hace nuevo, se llena de vida. Por eso, las primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de vosotros son: ¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca te deja. Él camina contigo. Por más que te alejes, junto a ti está el Resucitado, llamándote continuamente y esperándote para volver a empezar. Él no tiene miedo de recomenzar: nos da siempre la mano para recomenzar, para levantarnos y recomenzar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza –la tristeza envejece–, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza (cf. Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 1-2). Él vive, te quiere vivo y camina contigo.

Esta fe en Cristo resucitado se proclama desde hace dos mil años en cada rincón de la tierra, gracias a la misión generosa de tantos creyentes, que fueron llamados a darlo todo por el anuncio evangélico, sin guardar nada para sí mismos. En la historia de la Iglesia, también aquí en Bulgaria, hubo pastores que se distinguieron por la santidad de su vida. Entre ellos me agrada recordar a san Juan XXIII, mi predecesor, a quien vosotros llamáis “el santo búlgaro”, un santo pastor cuya memoria está particularmente viva en esta tierra, donde él vivió desde 1925 hasta 1934. Aquí aprendió a valorar la tradición de la Iglesia oriental, manteniendo relaciones de amistad con las otras confesiones religiosas. Su experiencia diplomática y pastoral en Bulgaria dejó una huella tan fuerte en su corazón de pastor que lo llevó a promover en la Iglesia la visión del diálogo ecuménico, que tuvo un impulso notable en el Concilio Vaticano II, querido justamente por el papa Roncalli. En cierto sentido, debemos agradecerle a esta tierra la sabia e inspiradora intuición del “Papa bueno”.

En el surco de este camino ecuménico, dentro de poco tendré la alegría de saludar a los responsables de las diversas confesiones religiosas de Bulgaria que, aun siendo un país ortodoxo, es una encrucijada donde se encuentran y dialogan distintas expresiones religiosas. La grata presencia en este encuentro de los representantes de esas distintas comunidades, muestra el deseo de todos por recorrer la senda, cada día más necesaria «de asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019).

Nos encontramos cerca de la antigua iglesia de Santa Sofía, y junto a la iglesia Patriarcal de San Alejandro Nevski, donde antes he rezado recordando a los santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los pueblos eslavos. Con el deseo de manifestar mi estima y afecto a esta venerada Iglesia ortodoxa de Bulgaria, tuve la alegría de saludar y abrazar a mi hermano Su Santidad Neofit, Patriarca, como también a los Metropolitas del Santo Sínodo.

Nos dirigimos ahora a la Santísima Virgen María, Reina del cielo y de la tierra, para que interceda ante el Señor Resucitado, y conceda a esta amada tierra el impulso necesario para ser tierra de encuentro; en la que, más allá de las diferencias culturales, religiosas o étnicas os sigáis reconociendo y valorando como hijos y hermanos de un mismo Padre. Nuestra invocación se expresa con el canto de la antigua oración del Regina Caeli. Lo hacemos aquí, en Sofía, delante del icono de la Virgen de Nesebar, que significa “Puerta del cielo”, y que era tan querida por mi predecesor san Juan XXIII, que comenzó a venerarla aquí en Bulgaria y la llevó consigo hasta la muerte.

[Canto del Regina Caeli]

Regina Caeli, laetare! Alleluia!...

Oración

[Bendición]