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Audiencia general, 01.05.2019

La audiencia general ha tenido lugar esta mañana en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre ha continuado la catequesis dedicada al Padre nuestro, centrándose esta vez en la petición “No nos dejes caer en la tentación” (Primera Carta de San Pablo a los Corintios 10, 13).

Tras resumir su discurso en diversas lenguas ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo. La audiencia general ha terminado con el canto del  Pater Noster  y la bendición apostólica.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos con la catequesis sobre el "Padre Nuestro", llegando ya a la penúltima invocación: "No nos abandones a la tentación" (Mt 6:13). Otra versión dice: "No nos dejes caer en la tentación". El "Padre Nuestro" comienza de una manera serena: nos hace desear que el gran proyecto de Dios se cumpla en medio de nosotros. Luego vuelve la mirada a la vida y hace que pidamos lo qué necesitamos cotidianamente: el "pan de cada día". Después, la oración apunta a nuestras relaciones interpersonales, a menudo contaminadas por el egoísmo: pedimos perdón y nos comprometemos a darlo. Pero es con esta penúltima invocación cuando nuestro diálogo con el Padre celestial entra, por así decirlo, en el corazón del drama, es decir, en el terreno de la confrontación entre nuestra libertad y las trampas del maligno.

Como es bien sabido, la expresión griega original contenida en los Evangelios es difícil de traducir con exactitud y todas las traducciones modernas cojean un poco. Sin embargo, en un elemento podemos converger unánimemente: sea cual sea la manera en que se comprenda el texto, debemos excluir que sea Dios el protagonista de las tentaciones que se ciernen sobre el camino del hombre. Como si Dios estuviese al acecho para poner trampas y escollos a sus hijos. Una interpretación de este tipo contrasta sobre todo con el texto mismo, y está lejos de la imagen de Dios que Jesús nos reveló. No olvidemos: el "Padre Nuestro" comienza con "Padre". Y un padre no pone trampas a sus hijos. Los cristianos no tienen nada que ver con un Dios envidioso, en competencia con el hombre, o que disfruta poniéndolo a prueba. Estas son las imágenes de muchas deidades paganas. Leemos en la Carta del Apóstol Santiago: "Ninguno, cuando sea probado diga " Es Dios quien me prueba "; porque Dios no es probado por el mal, ni prueba a nadie "(1:13). Si acaso, al contrario: el Padre no es el autor del mal, a ningún hijo que  le pide un pez le da una serpiente (ver Lc. 11,11), como enseña Jesús, y cuando el mal aparece en la vida del hombre, lucha a su lado para que pueda ser liberado. Un Dios que siempre lucha por nosotros, no contra nosotros. ¡Él es Padre! En este sentido  rezamos al "Padre Nuestro".

Estos dos momentos, -la prueba y la tentación-, han estado misteriosamente presentes en la vida del mismo Jesús. En esta experiencia, el Hijo de Dios se hizo completamente  hermano nuestro, de una manera que casi roza el escándalo. Y son precisamente estos pasajes del Evangelio los que nos muestran que las invocaciones más difíciles del "Padre Nuestro", las que cierran el texto, ya han tenido respuesta: Dios no nos ha dejado solos, sino que en Jesús se manifiesta como el "Dios con nosotros" hasta las consecuencias extremas. Él está con nosotros cuando nos da la vida, está con nosotros durante la vida, está con nosotros en la alegría, está con nosotros en las pruebas, está con nosotros en las tristeza, está con nosotros en las derrotas, cuando pecamos, pero siempre está con nosotros porque es Padre y no puede abandonarnos.

Si estamos tentados a hacer el mal, negando la fraternidad con los demás y deseando un poder absoluto sobre todo y sobre todos, Jesús ya ha luchado contra esta tentación por nosotros: las primeras páginas de los Evangelios lo atestiguan. Inmediatamente después de recibir el bautismo de Juan, en medio de la multitud de pecadores, Jesús se retira al desierto y es tentado por Satanás. Así comienza la vida pública de Jesús, con la tentación que viene de Satanás. Satanás estaba presente. Mucha gente dice: "¿Pero por qué hablar del diablo que es una cosa antigua? El diablo no existe ". Pero mira lo que el Evangelio te enseña: Jesús se enfrentó al diablo, fue tentado por Satanás. Pero Jesús rechaza toda tentación y sale victorioso. El Evangelio de Mateo tiene una nota interesante que cierra el duelo entre Jesús y el enemigo: "Entonces el diablo lo dejó, y he aquí que los ángeles se acercaban a él y le servían" (4:11).

Pero incluso en el momento de la prueba suprema, Dios no nos deja solos. Cuando Jesús se retira a orar en Getsemaní, su corazón es invadido por una angustia indecible — así les dice a sus discípulos— y siente la soledad y el abandono. Solo, con la responsabilidad de todos los pecados del mundo sobre sus hombros; solo, con una angustia indecible. La prueba es tan desgarradora que sucede algo inesperado. Jesús no mendiga nunca amor para sí mismo, pero esa noche siente que su alma está triste hasta la muerte, y entonces pide a sus amigos que estén cerca de él: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt 26:38). Como sabemos, los discípulos, entorpecidos por un agotamiento causado por el miedo, se quedaron dormidos. En el momento de la agonía, Dios pide al hombre que no lo abandone, y el hombre en cambio duerme. En el tiempo en que el hombre conoce su prueba, Dios en cambio vela. En los peores momentos de nuestras vidas, en los momentos más dolorosos, en los momentos más angustiosos, Dios vela con nosotros, Dios lucha con nosotros, siempre está cerca de nosotros. ¿Por qué? Porque es Padre. Así  habíamos empezado la oración: "Padre nuestro". Y un padre no abandona a sus hijos. Aquella noche de dolor de Jesús, de lucha, son el último sello de la Encarnación: Dios desciende para encontrarnos en nuestros abismos y en las tribulaciones que constelan la historia.

Es nuestro consuelo en la hora de la prueba saber que ese valle, desde que Jesús lo cruzó, ya no está desolado, sino que está bendecido por la presencia del Hijo de Dios. ¡Él nunca nos abandonará!

Aleja, pues, de nosotros, oh Dios, el tiempo de la prueba y de la tentación. Pero cuando llegue ese momento, Padre nuestro, muéstranos que no estamos solos. Tú eres el Padre. Muéstranos que Cristo ya ha tomado sobre sí también el peso de esa cruz. Muéstranos que Jesús nos llama a llevarla con él, abandonándonos confiados a tu amor de Padre. Gracias.

 

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En sus saludos, al final de la catequesis  a los peregrinos de lengua española provenientes de España y de América Latina, el Papa dijo“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica, en modo particular a los sacerdotes de la Diócesis de Cartagena, acompañados por su obispo, Mons. José Manuel Lorca Planes. Pidamos al Señor que aleje de nosotros todo tipo de tentación y que sepamos percibir su presencia a nuestro lado en todo momento de nuestra vida. Dios siempre nos acompaña y hace más ligero el peso de nuestra cruz. Que el Señor los bendiga.

También recordó el Pontífice que hoy 1 de mayo se celebra San José Obrero. “Qué la figura del humilde trabajador de Nazareth nos oriente siempre hacia Cristo, -exclamó- qué sostenga el sacrificio de los que trabajan por el bien y trabajan bien e interceda por los que han perdido el trabajo o no consiguen encontrarlo. Recemos especialmente por aquellos que no tienen trabajo, que es una tragedia mundial de estos tiempos”.