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Audiencia a los dirigentes y al personal de la Inspección de Seguridad Pública en el Vaticano, 17.01.2019

Esta mañana, a las 11,55, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico  a los dirigentes y al personal de la Inspección de Seguridad Pública en el Vaticano.

En el curso del encuentro el Papa ha dirigido a los presentes el discurso que publicamos a continuación.

Discurso del Santo Padre

Señor Jefe de la Policía,
Sr. Prefecto y Sr. Dirigente,
Estimados Oficiales y Agentes

Siempre es una grata cita este encuentro a principios de año con vosotros, representantes de la Inspección de Seguridad Pública del Vaticano. Os recibo con afecto y respeto, y renuevo a todos mi profundo agradecimiento por el servicio encomiable que prestáis diariamente a la Sede Apostólica y a la Ciudad del Vaticano. Agradezco al Jefe de Policía las amables palabras que me ha dirigido en vuestro  nombre; doy la bienvenida y felicito al prefecto Felice Colombrino y al dirigente Luigi Carnevale, que han asumido sus funciones en fecha reciente. Y saludo a cada uno de vosotros, formulando mis sinceros deseos de un nuevo año lleno de valores humanos y cristianos que hacen hermosa y fructífera la existencia.

Las fiestas de Navidad y de la Epifanía, que acabamos de celebrar, nos han brindado la oportunidad de meditar una vez más sobre el evento del nacimiento y de la manifestación de Cristo en la tierra. Su venida entre nosotros nos revela la impensable cercanía de Dios al hombre y  su inmenso amor por nosotros. Su presencia da sentido a nuestra vida y nos llama a la esperanza, ayudándonos a elevar nuestra mirada más allá de las dificultades y los problemas de cada día. Al mismo tiempo, nos empuja a la caridad, a vivir nuestras relaciones con una actitud fraternal y misericordiosa, especialmente con las personas que sufren por la enfermedad, el abandono y la marginación.

La actitud de cercanía a las personas también es típica de vuestro trabajo, y tenéis la oportunidad de testimoniarla cada día. Por vocación, sois especialistas en la cercanía.  Gracias a vuestro valioso trabajo de vigilancia y orden público, peregrinos y turistas,  -cada uno con su historia- que llegan de todo el mundo a la basílica de San Pedro, ven facilitada su visita. Es comúnmente reconocida vuestra competencia y sabiduría para enfrentar diferentes situaciones, incluso las más críticas. En esto también reconozco vuestro mérito. ¡Muchas gracias por vuestro profesionalismo y vuestra generosidad! Os exhorto a perseverar y  a buscar lo mejor en vuestro estilo operativo, esforzándoos por recibir  a todos con tanta paciencia y comprensión, incluso en aquellos momentos en que siente el cansancio o el peso de las situaciones desagradables.

Vuestro servicio diario está encaminado a vigilar día y noche la Plaza de San Pedro y el Vaticano; estáis siempre en vuestro puesto con cualquier situación climática, favorable o adversa. Cuando pienso en vuestra disponibilidad y vuestro espíritu de sacrificio, me siento admirado y edificado, y también me da algo de vergüenza cuando pienso en tantas personas que se dicen cristianas y que no están a la altura de vuestro ejemplo. No puedo olvidar, además  vuestra eficaz colaboración  en mis visitas pastorales a las parroquias y otras comunidades de Roma, así como durante mis viajes a otras localidades italianas. Os estoy muy agradecido por todo ello.

El señor Jefe de la Policía también ha hablado del sentimiento de pertenencia; en esta sociedad se corre el peligro de perderlo. Vosotros custodiáis la Plaza, custodiáis mis viajes, custodiáis tantas cosas, pero os pido un favor: esforzaos también en custodiar las raíces culturales de la ciudad, de la patria, de la cultura. Esta civilización corre el peligro de “desenraizarse”  y sabemos que sin raíces no se crece, y que “lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado”  (cfr. F. L. Bernárdez, Para recobrar). Y esforzaos en esto: custodiar las raíces, porque las raíces son las que no dan la identidad. Nuestra identidad es la de hoy, pero viene de las raíces, y será transmitida a nuestros hijos, a nuestros nietos, pero siempre desde las raíces. Gracias por hacerlo.

Queridos amigos, confío a cada uno de vosotros a la intercesión materna de María Santísima. Que ella esté siempre cerca de vuestro trabajo y sostenga a vuestras familias, a quienes dirijo un pensamiento especial. Os pido  por favor que recéis  por mí. Os deseo un feliz año nuevo y de todo corazón imparto  mi bendición apostólica a vosotros y a todos vuestros seres queridos.

¡Gracias!