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Rueda de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso del viaje apostólico a Lituania, Letonia y Estonia (22-25 de septiembre 2018), 26.09.2018

Ayer, durante el vuelo de regreso de Tallinn (Estonia) a Roma, al final del viaje apostólico a Lituania, Letonia y Estonia (22-25 de septiembre 2018) el Santo Padre Francisco departió con los periodistas que lo acompañaban durante una rueda de prensa que transcribimos a continuación.

Transcripción de la rueda de prensa

Greg Burke:

Buenas noches, Santo Padre. Sobre todo, gracias. Tres países en cuatro días, no es muy fácil, es un poco cansado... Parecía poco cuatro países en cuatro días, porque el primer día fue la sorpresa de China, por lo tanto, hemos hecho también esto: nos hemos acercado a China. Intentemos permanecer en el tema —esto lo hemos dicho muchas veces—, hablar del viaje. Ciertamente, comenzaremos con los periodistas locales de cada país, pero intentemos en la rueda de prensa hablar del viaje en los países bálticos. No sé si usted quiere decir algo antes.

Papa Francisco:

Ante todo, agradeceros por el trabajo que habéis hecho, porque también para vosotros, tres países en cuatro días, no es fácil. Sobre todo, trasladarse de una parte a otra es cansado. Os agradezco mucho por el servicio que ofrecéis a la gente sobre este viaje, que es lo más importante de vuestra comunicación: lo que sucedió allí. Hay muchas cosas interesantes en este viaje y espero preguntas en este sentido.

Greg Burke:

Gracias. La primera es Saulena Žiugždaite, Bernardinai.LT, de Lituania.

Saulena Žiugždaite:

Santo Padre, gracias por este momento y por todo este viaje. Cuando habló en Vilna del alma lituana, dijo que debíamos ser puentes entre el Este y el Oeste. Pero no es fácil ser un puente: los demás te atraviesan siempre. Alguien dice que nuestra tragedia es que estamos sobre el puente. Tal vez uno dice: “Decididamente, es mejor formar parte de Occidente con sus valores”. ¿Usted qué quería decir, qué significa ser un puente?

Papa Francisco:

Es cierto; es evidente que vosotros formáis parte, hoy, políticamente de Occidente, de la Unión Europea y habéis hecho tanto para entrar en la Unión Europea. Después de la independencia, inmediatamente habéis llevado a cabo todos los requisitos, que no son fáciles y habéis sido capaces de entrar en la Unión Europea, es decir, una pertenencia a Occidente. Tenéis también relaciones con la OTAN: pertenecéis a la OTAN, y esto dice Occidente. Si miráis a Oriente, está vuestra historia: una historia dura. También parte de la historia trágica vino desde Occidente, de los alemanes, de los polacos, pero sobre todo, del nazismo, eso vino desde Occidente. Por lo que respecta a Oriente, del imperio ruso.

Tender puentes supone, exige fortaleza. Fortaleza no solo por la pertenencia a Occidente, que os da fortaleza, sino por la propia identidad. Me doy cuenta de que la situación de los tres países bálticos está siempre en peligro, siempre. El miedo de la invasión… porque la historia misma os recuerda eso. Y usted tiene razón cuando dice que no es fácil, pero este es un partido que se juega cada día, un paso después de otro: con la cultura, con el diálogo... Pero no es fácil. Creo que el deber de todos nosotros es ayudaros en esto. Más que ayudaros, es estar cerca de vosotros, con el corazón.

Greg Burke:

Gracias, Santo Padre. La próxima pregunta viene de Gints Amolins, Latvijas Radio (Letonia).

Gints Amolins:

Buenos días, Santidad. En los países bálticos, usted habló a menudo de la importancia de las raíces y de la identidad. De Letonia, y también de Lituania y de Estonia, hay muchas personas que se han ido a países más prósperos y muchos están ya echando raíces en otra parte. Y después, hay también, como en Europa en general, problemas demográficos a causa de la baja natalidad. Por lo tanto, en esta situación, ¿qué pueden y deben hacer nuestros países, los líderes de nuestros países y también cada uno personalmente? ¿Cómo se debería considerar este problema?

Papa Francisco:

En mi patria no conocía a gente de Estonia ni de Letonia, mientras que es muy fuerte —en términos relativos— la inmigración lituana. En Argentina hay muchos. Y ellos llevan allí la cultura, la historia y están orgullosos del doble esfuerzo de introducirse en el país nuevo y también de conservar su identidad. En sus fiestas están los vestidos tradicionales, los cantos tradicionales y siempre, cada vez que pueden, vuelven a su patria de visita. Pienso que la lucha para mantener la identidad les hace muy fuertes y vosotros tenéis esto: tenéis una identidad fuerte. Una identidad que se ha formado en el sufrimiento, en la defensa y en el trabajo, en la cultura.

¿Y qué se puede hacer para defender la identidad? El recurso a las raíces, esto es importante. La identidad es algo antiguo, pero debe transmitirse. La identidad se inserta en la pertenencia a un pueblo, y la pertenencia a un pueblo hay que transmitirla. Las raíces hay que transmitirlas a las nuevas generaciones, y esto con la educación y con el diálogo, sobre todo entre ancianos y jóvenes. Y debéis hacerlo, porque vuestra identidad es un tesoro. Cada identidad es un tesoro, pero concebida como pertenencia a un pueblo. Esto es lo que se me ocurre, no sé si corresponde a su pregunta.

Greg Burke:

Gracias, Santo Padre. Y ahora, Evelyn Kaldoja, Postimees (Estonia).

Evelyn Kaldoja:

Gracias. Quisiera hacer la pregunta en inglés. En la homilía de hoy, usted ha dicho que hay algunos que gritan y amenazan con el uso de armas y el empleo de los ejércitos, etcétera. Considerando dónde nos encontrábamos, en aquella misma plaza había soldados de la OTAN que fueron enviados a Estonia como título de garantía. Muchos pensaron en la situación de los confines orientales de Europa. ¿Usted está preocupado por las tensiones en esa área y por los católicos que viven a uno y otro lado de las fronteras de Europa?

Papa Francisco:

La amenaza de las armas. Hoy los gastos mundiales en armas son escandalosos. Me decían que con lo que se gasta en armas en un mes se podría dar de comer a todos los hambrientos del mundo durante un año. No sé si será verdad. Es terrible. La industria, el comercio de las armas, también el contrabando de las armas es una de las corrupciones más grandes. Y antes que esto está la lógica de la defensa. David fue capaz de vencer con una honda y cinco piedras, pero hoy no existen los David. Y creo que para defender a un país debe haber un ejército de defensa razonable y no agresivo. Razonable y no agresivo. Así la defensa es lícita y es también un honor defender la patria. El problema viene cuando se convierte en agresivo y no razonable, y se hacen las guerras de frontera. De guerras de frontera tenemos tantos ejemplos, no solo en Europa, hacia el Este; sino también en los demás continentes. Se pelea por el poder, para colonizar un país. Esta es, a mi parecer, la respuesta sobre su pregunta. Es escandalosa hoy la industria de las armas ante un mundo hambriento. Segundo, es lícito y razonable tener un ejército para defender las fronteras, porque esto honra; como es lícito tener la llave de la puerta de la casa. Por defensa.

Greg Burke:

Gracias, Santo Padre. La próxima pregunta es del grupo alemán: Stefanie Stahlhofen, de la agencia católica alemana CIC (Alemania).

Stefanie Stahlhofen:

Santo Padre, en el encuentro ecuménico en Tallin usted dijo que los jóvenes no ven una condena clara por parte de la Iglesia católica frente a los escándalos sexuales. En Alemania ha sido publicada hoy una nueva investigación sobre los abusos sexuales y cómo la Iglesia ha tratado tantos casos.

Papa Francisco:

Sobre esto hablaré después. Responderé primero a las preguntas sobre el viaje. Gracias. Esta es la regla. Pero será la primera pregunta después de las del viaje.

Greg Burke:

Permanezcamos sobre el viaje. Ahora un periodista de la Radio-Televisión Lituana.

Edvardas Spokas:

Hablaré en inglés. En los tres países, usted se ha declarado a favor de la apertura: apertura a los migrantes, apertura al otro. Pero, por ejemplo, en Lituania ha habido una confrontación sobre el suceso de una chica que le saludó cuando aterrizó, frente al avión: no tenía un aspecto precisamente lituano. Era en parte italiana, con la piel un poco oscura... Mi pregunta es: en los países bálticos, ¿las personas escuchan de usted solamente lo que quieren escuchar o escuchan lo que usted está intentando decirles? ¿Escuchan su mensaje sobre la apertura?

Papa Francisco:

El mensaje sobre la apertura a los migrantes está bastante adelante en vuestro pueblo, no hay fuertes focos populistas. También Estonia y Letonia son pueblos abiertos que quieren integrar a los migrantes, pero no de forma masiva, porque no se puede, integrarlos con la prudencia del gobierno. Hemos hablado de esto con dos de los tres jefes de estado y el argumento lo han tocado ellos, no yo. Y en los discursos de los presidentes, usted verá que las palabras “acogida”, “apertura” son frecuentes. Esto indica una voluntad de universalidad, en la medida en la que se puede, por espacio, trabajo, etcétera; en la medida en la que se pueda integrar —esto es muy importante— y en la medida en la que no sea una amenaza contra la propia identidad. Son tres cosas que yo he entendido sobre las migraciones del pueblo. Y esto me ha conmovido mucho: apertura prudente y bien pensada. No sé si usted piensa otra cosa.

Edvardas Spokas:

Mi pregunta se refería a cómo ha sido recibido su mensaje.

Papa Francisco:

Yo creo que sí. En este sentido que he dicho. Porque hoy, el problema de los migrantes en todo el mundo —y no solo la migración externa, sino también interna en los continentes— es un problema grave y no es fácil estudiarlo. En cada país, en cada sitio, en cada lugar tiene connotaciones diferentes.

Greg Burke:

Gracias, Santo Padre; con las preguntas sobre el viaje hemos terminado.

Papa Francisco:

Muy bien. Quisiera deciros yo algo sobre algunos puntos del viaje que he vivido con una fuerza especial.

El hecho de vuestra historia, de la historia de los países bálticos: una historia de invasiones, de dictaduras, de crímenes, de deportaciones... Cuando visité el Museo, en Vilna: “museo” es una palabra que nos hace pensar en el Louvre. No. Ese Museo es una cárcel, es una cárcel en la cual eran llevados los detenidos, por razones políticas o religiosas. Y he visto celdas del tamaño de este asiento, donde se podía estar solamente de pie, celdas de tortura. He visto lugares de tortura donde, con el frío que hace en Lituania, llevaban a los prisioneros desnudos y echaban sobre ellos agua, y allí permanecían por horas y horas, para romper su resistencia. Y después entré en el aula, en la sala grande de las ejecuciones. Los prisioneros eran llevados allí por la fuerza y asesinados con un disparo en la nuca; después se les subía en una cinta transportadora y cargados en un camión se les tiraba en el bosque. Más o menos mataban cuarenta al día. Al final fueron unos quince mil los que fueron asesinados allí. Esto forma parte de la historia de Lituania, pero también de los otros países. Lo que he visto era en Lituania. Después fui al lugar del Gran Gueto, donde fueron asesinados miles de judíos. Después, en la misma tarde, fui al Monumento a la memoria de los condenados, asesinados, torturados, deportados. Ese día —os digo la verdad— quedé destrozado: me hizo reflexionar sobre la crueldad. Pero os digo que, en base a las informaciones que tenemos hoy, la crueldad no ha terminado. La misma crueldad se encuentra hoy en muchos lugares de detención, en muchas cárceles; también la superpoblación de una cárcel es un sistema de tortura, una forma de vivir sin dignidad. Una cárcel que actualmente no prevé dar al detenido una perspectiva de esperanza, ya es una tortura. Después hemos visto, en televisión, la crueldad de los terroristas del Estado Islámico: ese piloto jordano quemado vivo, esos cristianos coptos degollados en la playa de Libia, y muchos otros. Hoy la crueldad no ha terminado. Existe en todo el mundo. Y este mensaje quisiera transmitirlo a vosotros, como periodistas: esto es un escándalo, un grave escándalo de nuestra cultura y de nuestra sociedad.

Lo que he visto también en estos tres países es el odio [del régimen anterior] por la religión, cualquiera que sea. El odio. Vi un obispo jesuita, en Lituania o en Letonia, no recuerdo bien, que estuvo deportado en Siberia, diez años, después en otro campo de concentración... Ahora es anciano, sonriente... Muchos hombres y mujeres, por haber defendido la propia fe, que era su identidad, fueron torturados y deportados en Siberia, y no volvieron; o fueron asesinados. La fe en estos tres países es grande, es una fe que nace precisamente del martirio, y esta es una cosa que quizá vosotros habéis visto, hablando con la gente, como hacéis vosotros periodistas, para tener noticias del país.

Además, esta experiencia de fe tan importante ha producido un fenómeno particular en estos países: una vida ecuménica como no hay en otros, muy generalizada. Hay un verdadero ecumenismo: ecumenismo entre luteranos, baptistas, anglicanos y también ortodoxos. En la catedral, ayer, en el encuentro ecuménico en Letonia, en Riga, lo hemos visto: algo grande; hermanos, vecinos, juntos en una sola iglesia..., cercanos. El ecumenismo ha echado raíces ahí.

Después hay otro fenómeno en estos países que es importante estudiar, y quizás vosotros podéis hacer tantas cosas buenas en vuestro trabajo, estudiando esto: el fenómeno de la transmisión de la cultura, de la identidad y de la fe. Normalmente, la transmisión se hizo por los abuelos. ¿Por qué? Porque los padres trabajaban, papá y mamá debían trabajar, y tenían que estar aliados en el partido —tanto en el régimen soviético como en el nazi— y también educados en el ateísmo. Pero los abuelos han sabido transmitir la fe y la cultura. En el tiempo en el que en Lituania estaba prohibido el uso de la lengua lituana, se había quitado de las escuelas, cuando iban al servicio religioso —tanto protestante como católico— tomaban los libros de oración para ver si estaban en lengua lituana o en lengua rusa o alemana. Y muchos —una generación, en esa época— aprendieron la lengua materna de los abuelos: eran los abuelos que enseñaban a escribir y a leer la lengua madre. Esto nos hace pensar y sería bonito algún artículo, algún servicio televisivo sobre la transmisión de la cultura, de la lengua, del arte, de la fe en momentos de dictadura y de persecución. No se podía pensar en otra cosa, porque todos los medios de comunicación, que en ese tiempo eran pocos —la radio—  estaban controlados por el Estado. Cuando un gobierno se convierte, quiere convertirse en dictatorial, lo primero que hace es apropiarse de los medios de comunicación.

Estas cosas he querido subrayar.

Y ahora, me refiero al encuentro de hoy con los jóvenes. Los jóvenes se escandalizan: introduzco aquí la primera pregunta que está fuera del tema del viaje. Los jóvenes se escandalizan por la hipocresía de los poderosos. Se escandalizan por las guerras, se escandalizan de la incoherencia, se escandalizan de la corrupción. Y en esto de la corrupción entra lo que usted subrayaba de los abusos sexuales. Es verdad que hay una acusación a la Iglesia, y todos sabemos, conocemos las estadísticas, yo no lo diré aquí. Pero, aunque hubiera sido un solo sacerdote el que haya abusado de un niño, de una niña, sería igualmente monstruoso, porque ese hombre fue elegido por Dios para llevar al niño al cielo. Yo entiendo que los jóvenes se escandalicen de esta corrupción tan grande. Saben que está por todos lados, pero en la Iglesia es más escandaloso, porque se debe llevar a los niños a Dios, y no destruirlos. Los jóvenes tratan de hacer camino con la experiencia. El encuentro con los jóvenes, hoy, era muy claro: ellos piden escucha, piden escucha. No quieren fórmulas fijas. No quieren un acompañamiento directivo. Y la segunda parte de esta pregunta, que era la primera fuera del viaje, era que “la Iglesia no hace las cosas como debe en esto, en el limpiar esta corrupción”. Tomo el informe de Pensilvania, por ejemplo, y vemos que hasta los primeros años de los 70 había muchos sacerdotes que cayeron en esta corrupción. Después, en tiempos más recientes, han disminuido porque la Iglesia se ha dado cuenta que debía luchar de otra manera. En los tiempos pasados, estas cosas se cubrían. Se cubrían también en casa, cuando el tío violaba a la sobrina, cuando el padre violaba a los hijos: se cubrían, porque era una vergüenza muy grande. Era la forma de pensar de los siglos pasados, y del siglo pasado. En esto, hay un principio que a mí me ayuda mucho para interpretar la historia: un hecho histórico debe ser interpretado con la hermenéutica de la época en la cual ha sucedido este hecho, no con una hermenéutica de hoy. Por ejemplo: el indigenismo. Ha habido muchas injusticias, muchas brutalidades. Pero no puede ser interpretado con la hermenéutica de hoy, cuando tenemos otra conciencia. Otro ejemplo: la pena de muerte. También el Vaticano como Estado, cuando era Estado Pontificio, tenía la pena de muerte; el último fue decapitado en torno a 1870, un criminal, un joven. Pero después la conciencia moral crece, la conciencia moral crece. Es verdad que siempre hay lagunas, siempre hay condenas a muerte escondidas: tú eres viejo, molestas, no te doy los medicamentos..., y después se dice: “se ha ido”. Es una condena a muerte —social— de hoy. Creo que con esto he respondido. La Iglesia: tomo el ejemplo de Pensilvania, mirad las proporciones y ved que cuando la Iglesia ha empezado a tomar conciencia de esto, ha hecho de todo. Y en los últimos tiempos yo he recibido muchas, muchas condenas emitidas por la Congregación para la Doctrina de la Fe y he dicho: “Adelante, adelante”. Nunca, nunca he firmado, después de una condena, una petición de gracia. Sobre esto no se negocia, no hay negociación.

Greg Burke:

Antonio Pelayo, de “Vida nueva”, Antena 3 (España).

Antonio Pelayo:

Santo Padre, hace tres días se ha firmado un Acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de la República Popular China. ¿Puede darnos alguna información suplementaria sobre esto, sobre el contenido? Porque algunos católicos chinos, en particular el cardenal Zen, le acusan de haber vendido la Iglesia al gobierno comunista de Pekín, después de tantos años de sufrimiento. ¿Qué responde a esta acusación?

Papa Francisco:

Este es un proceso de años, un diálogo entre la Comisión vaticana y la Comisión china, para arreglar el nombramiento de los obispos. El equipo vaticano ha trabajado mucho. Quisiera dar algunos nombres: monseñor Celli, que con paciencia ha ido, ha dialogado, ha vuelto... años, años. Después, monseñor Rota Graziosi, un humilde curial de 72 años que quería ser sacerdote en parroquia, pero se ha quedado en la Curia para ayudar en este proceso. Y después, el Secretario de Estado, el cardenal Parolin, que es un hombre muy devoto, pero tiene una devoción especial a la lupa: todos los documentos los estudia punto, coma, acentos... Y esto me da una seguridad muy grande. Y este equipo, con estas cualidades, ha ido adelante. Vosotros sabéis que cuando se hace un acuerdo de paz o una negociación, las dos partes pierden algo, esta es la regla. Ambas partes. Y se va adelante. Este proceso ha ido así: dos pasos adelante, uno atrás, dos adelante, uno atrás...; después pasaron meses sin hablarse, y después... Son los tiempos de Dios, que se parecen al tiempo chino: lentamente.... Esta es sabiduría, la sabiduría de los chinos. Las situaciones de los obispos que estaban en dificultad han sido estudiadas caso por caso, y al final los documentos han llegado a mi escritorio y he sido yo el responsable de la firma, en el caso de los obispos. En lo que se refiere al Acuerdo, han pasado los borradores por mi escritorio, se hablaba, daba mis ideas, los otros discutían e iban adelante. Pienso en la resistencia, en los católicos que han sufrido: es verdad, ellos sufrirán. En un acuerdo siempre hay sufrimiento. Pero ellos tienen una gran fe y escriben, hacen llegar mensajes, afirmando que lo que la Santa Sede, lo que Pedro dice, es lo que dice Jesús: es decir la fe “martirial” de esta gente hoy va adelante. Son grandes. Y el Acuerdo lo he firmado yo, las Cartas Plenipontenciarias para firmar ese Acuerdo. Yo soy el responsable. Los otros, que he nombrado, han trabajado durante más de diez años. No es una improvisación: es un camino, un verdadero camino.

Y después, una sencilla anécdota y un dato histórico, dos cosas antes de acabar. Cuando hubo ese famoso comunicado de un ex nuncio apostólico, los episcopados del mundo me han escrito diciendo que se sentían cercanos, que rezaban por mí; también los fieles chinos han escrito, y la firma de este escrito era del obispo —digamos así— de la Iglesia tradicional católica y del obispo de la Iglesia patriótica: juntos, los dos, y los fieles de las dos Iglesias. Para mí, esto ha sido un signo de Dios. Y lo segundo: no olvidemos que en América Latina —gracias a Dios esto se ha superado— durante 350 años fueron los reyes de Portugal y España los que nombraban a los obispos. Y el Papa daba solamente la jurisdicción. Olvidamos el caso del Imperio austrohúngaro: María Teresa se cansó de firmar nombramientos de obispos, y dio la jurisdicción al Vaticano. Otras épocas, gracias a Dios, que no se repitan. Pero el caso actual no es por el nombramiento: es un diálogo sobre los eventuales candidatos. Se hace en diálogo. Pero el nombramiento pertenece a Roma; el nombramiento es del Papa, esto está claro. Y rezamos por los sufrimientos de algunos que no entienden o que tienen sobre los hombros muchos años de clandestinidad.

Os agradezco mucho. Nos dicen que la cena está preparada, y el vuelo no es largo. Muchas gracias. Muchas gracias por vuestro trabajo. Y rezad por mí.

Greg Burke:

Gracias a usted, Santo Padre. Buena cena y buen descanso.